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Espiral (Guadalajara)

Print version ISSN 1665-0565

Espiral (Guadalaj.) vol.18 n.50 Guadalajara Jan./Apr. 2011

 

Reseñas

 

Yucatecos en Cuba. Etnografía de una migración

 

Francisco Zapata*

 

* Profesor-Investigador de El Colegio de México.

 

En América Latina, el significado del proceso de constitución de la nación no tuvo las mismas características en todos los espacios heredados de la época colonial, ni tampoco el que asumió en Alemania o Italia a fines del siglo XIX, en donde se identificó con la desaparición de bloqueos aduaneros o con la integración de espacios de dominio político ligados a élites regionales.

En nuestros países, el proyecto de constitución de Estados-nación se identificó sobre todo con la necesidad de articular a grupos sociales radicalmente heterogéneos —criollos, indígenas, peninsulares, negros y mestizos de diversos tipos—, en regiones geográficas muy distintas —las islas del Caribe, las mesetas centrales de México y sobre todo los espacios andinos en donde lo hostil y contrastante del medio influyó poderosamente en la conformación de sociedades de gran complejidad—. Construir identidades "nacionales" fue un desafío mayor en América Latina y en el Caribe. Este desafío se complicó aún más cuando las migraciones dentro y entre territorios contribuyeron a constituir sociedades en donde no sólo convivían los nacidos en ellos sino que se incorporaron grupos de población originarios de otras latitudes, incluso separadas por el mar, las cordilleras, las selvas y las planicies que conforman nuestras geografías.

Es importante subrayar que dichos procesos tuvieron un carácter profundamente excluyente. Los proyectos de conformación de Estados-nación opusieron a los criollos con los peninsulares y dejaron fuera a vastos conglomerados sociales como las comunidades indígenas o las poblaciones de negros y mestizos. Estos conglomerados fueron invisibilizados y hasta el día de hoy aún persisten fuertes resabios de esa situación, como lo muestran los acontecimientos de Bolivia y Ecuador desde comienzos del siglo XXI. La nación que concibieron los criollos era una que se identificaba con los herederos de los colonizadores y no tenía que ver con lo que hubiera podido pensarse como "naciones" en el contexto precolombino.

Actualmente, en diversos espacios territoriales, existen élites —como las que cierran el paso a la etnia mapuche en Chile— que todavía se identifican con esa concepción de "nación" y que no están dispuestas a profundizarla, como lo hizo Martí después de 1868, cuando concluyó la Guerra de los Diez Años en Cuba. En efecto, fue precisamente a partir de la constatación de que en Cuba iba a ser imposible conformar una nación si no se asumía plenamente que se tenía que reconocer esa heterogeneidad, que la idea excluyente del proyecto nacional tuvo que evolucionar (Bobes, 2007).

Así, cuando Martí trató de establecer las bases ideológicas de un acuerdo que permitiera consolidar una alianza política capaz de independizar a Cuba de España, fue más allá de la noción que tenían los líderes de los procesos de independencia de los países que la lograron a principios del siglo XIX. Para Martí la conformación de la nación no era sólo la búsqueda de un acuerdo entre élites agrarias o comerciales o una estrategia que creara una nación a partir de la confrontación antiimperialista, sino que se identificaba sobre todo con la búsqueda de reconocimientos recíprocos entre todos aquellos que compartían un territorio, una cultura y algunos propósitos políticos, a partir de diferencias que en Cuba eran muy fuertes. Para Martí, la construcción de la nación contenía la preocupación fundamental por aglutinar a diversos grupos sociales en una alianza política que permitiera la definición de un proyecto nacional.

A partir de este telón de fondo, podemos leer lo que Victoria Novelo ha plasmado en su libro Yucatecos en Cuba. Etnografía de una migración en el que consigue presentar una visión general del lugar de la migración de yucatecos, mayas y no mayas, en el proceso de formación de la sociedad cubana, sobre todo en términos estrictamente demográficos. Expuesto en el capítulo 1 y documentado con cuadros estadísticos elaborados a partir de datos censales y consulares de Cuba y de México, el análisis demográfico demuestra la intensidad del proceso de incremento de la población de Cuba a partir de la inmigración de africanos, criollos africanos, indios rebeldes mayas, chinos y españoles.

En efecto, entre fines del siglo XVIII y finales del siglo XIX, la vida de la isla estaba centrada en lo que Moreno Fraginals (1978) denominó una sociedad plantación, gobernada por un sistema productivo compuesto del cultivo de la caña de azúcar, su transporte por ferrocarril a los ingenios y su venta a los mercados internacionales. El poblamiento de la isla estuvo estrechamente ligado al desarrollo de la sociedad plantación. En efecto, todavía bajo el dominio colonial español, y en particular en el periodo 1821-1859, el crecimiento de la población tuvo que ver con el ingreso de alrededor de 375 mil esclavos, lo que explica por qué en 1840, más de 70% de la población masculina adulta, entre los 16 y los 60 años, fuera negra o mulata y predominantemente ligada a la economía azucarera. En este sentido, cabe recalcar que, a pesar de ser esclavos, los negros de Cuba fueron actores centrales en los ejércitos que combatieron durante la Guerra de los Diez Años. Participaron en diversos levantamientos, cuyo papel fue estratégico en el proceso que culminó en la independencia de la isla en 1898. No obstante, no fueron sólo los esclavos negros quienes contribuyeron al poblamiento de la isla. Como consecuencia del miedo que inspiraron los levantamientos de la población esclava y su activa participación en el conflicto armado, los propietarios de los ingenios fueron a China en donde engancharon a unos 150 mil chinos que también fueron destinados al trabajo forzado en las plantaciones y en los ingenios azucareros. Más adelante, por 1855, llegaron 200 yucatecos (indios rebeldes mayas, partícipes de la Guerra de Castas) y, más tarde, entre 1928 y 1929 lo hicieron 500 yucatecos que constituyeron menos de 15% de los mexicanos matriculados en el consulado de México. A fines del siglo XIX, de la población total de la isla, equivalente a un millón y medio de personas, más de la mitad, unas 895 mil personas, eran migrantes que realizaban trabajos forzosos como mano de obra esclava y constituían un eje central de la sociedad plantación.

Una temática particular es la que se presenta en el capítulo 2 dedicado a construir una etnografía de la interrelación entre yucatecos y cubanos en distintos momentos de la historia de esos vínculos, como son los que se pueden asociar a la expansión de la economía de plantación (1780-1890), la época en que Yucatán experimentó con el proceso revolucionario que azotaba a México (1910-1928), y las décadas que precedieron la revolución cubana (hasta 1959) (capítulos 2, 3 y 4), que fija el límite de las reflexiones del libro que concluye al iniciarse el periodo revolucionario en 1959.

Se subrayan los ires y venires de yucatecos y mexicanos desde y hacia Cuba y Yucatán, las semejanzas entre la centralidad del henequén en la economía yucateca y la del azúcar en la economía cubana, lo cual contribuye a acercar las características de ambas sociedades, sobre todo por el carácter oligárquico de sus grupos dirigentes, también vinculados al sur de Estados Unidos y el impacto de la Revolución mexicana en la relación entre la península y la isla.

En efecto, el periodo revolucionario en México (19101928) dio lugar a diversos exilios. Primero tuvo lugar el éxodo oligárquico, de hacendados, curas y monjas, los que dejaron Yucatán como resultado de la derrota del gobernador Abel Ortiz Argumedo (de raigambre porfirista) por el general Salvador Alvarado en 1915, quien obligó a los hacendados a vender el henequén a la Comisión Reguladora del Henequén, anuló las deudas de los peones de las haciendas, expulsó a los sacerdotes y monjas españoles y estableció la Junta Local Agraria, entre muchas otras medidas revolucionarias. Ese primer exilio hizo que Cuba se transformara en el refugio de los partidarios del régimen porfirista y más tarde de los que abandonaron el país con la derrota del general Victoriano Huerta en 1914. Este proceso se profundizó durante los años 1922-1924 en que Felipe Carrillo Puerto fue gobernador de Yucatán y tomó decisiones radicales como fueron las reformas educacionales que incluyeron campañas informativas sobre educación sexual, la recuperación del pasado precolombino, la aceleración del reparto agrario y muchas otras medidas que llevaron a su asesinato en enero de 1924.

Además, en el capítulo 5 y en las reflexiones finales, Victoria Novelo realiza un trabajo diferente al de los capítulos citados, al abordar el tema de la memoria de los migrantes yucatecos. Sobresale una pintoresca exposición sobre el papel del lenguaje, la comida y los modismos regionales en el proceso de generación de identidades. Aquí vale la pena citar el apéndice sobre las voces mexicanas, tanto castizas como nahuas y mayas en el español de Cuba, cuya originalidad no necesita destacarse. Lo mismo podríamos decir del proceso inverso, en el que se presentan las palabras antillanas y cubanas en el español de México.

Asimismo, en varias partes del libro, pero especialmente cuando describe los barrios de La Habana en dónde vivían los yucatecos, pueden también captarse las formas de interrelación entre ambas culturas. Cabe mencionar las descripciones de esos barrios, en dónde se radicaron los yucatecos, las experiencias directas que tuvieron del racismo, los procesos de socialización en la cultura cubana, entre otros aspectos que reflejan la variedad de los impactos que la convivencia entre yucatecos y cubanos tuvo en esa primera mitad del siglo XX. Es pertinente señalar que esas descripciones recuperan las palabras de quienes informaron a Victoria Novelo, fielmente transcritas en todo su detalle. Entonces, los yucatecos en Cuba, más allá de ser migrantes contribuyeron a la conformación de un nuevo espacio de relación social en donde, sin perder su identidad al mantener sus prácticas y formas de vida ligadas a su lugar de origen, pudieron al mismo tiempo incorporarse plenamente a la vida de Cuba.

Así, este libro podría servir de punto de partida para el estudio de otras migraciones que han tenido lugar en América latina que poseen rasgos semejantes, como pueden ser las de los bolivianos a Buenos Aires, los peruanos a Santiago de Chile, los guatemaltecos a Chiapas y Campeche, entre muchas otras experiencias. Cómo, por qué y con qué efectos en la confirmación de identidades "nacionales" son las preguntas que esos estudios deberían contestar. El texto de Victoria Novelo es un paso inicial que merecería ser seguido por otras investigaciones.

 

Bibliografía

Bobes, Velia Cecilia (2007), La nación inconclusa. (Re) constituciones de la ciudadanía y la identidad nacional en Cuba, México, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede México.         [ Links ]

 

Nota

Victoria Novelo (2009), Yucatecos en Cuba. Etnografía de una migración, Centro de Investigaciones Superiores en Antropología Social (CIESAS)-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta)-Instituto de Cultura de Yucatán (ICY), 241 pp.

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