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Desacatos

On-line version ISSN 2448-5144Print version ISSN 1607-050X

Desacatos  n.55 Ciudad de México Sep./Dec. 2017

 

Reseñas

Tiempos de identidad fronteriza

Border Identity Times

Hernán Salas Quintanal* 

* Instituto de Investigaciones Antropológicas, Universidad Nacional Autónoma de México, Ciudad de México, México hsalas@unam.mx

Fronterización del espacio hacia el norte de la Nueva España. Sheridan Prieto, Cecilia. 2015. Centro de Investigaciones y Estudios, Superiores en Antropología Social, Instituto Mora, México:


Este libro puede leerse desde muy diferentes perspectivas. Cecilia Sheridan ofrece varias maneras de acercarnos al tema de las fronterizaciones, en una obra que debe apasionar a todos los que vivimos en este país, o dicho en los términos del libro, los que habitamos este territorio. Según William Roseberry (2014), los procesos que vivimos día a día como sociedad se entienden mejor si se repasan la historia y el origen de las transformaciones sociales. Fronterización del espacio hacia el norte de la Nueva España nos traslada varios siglos atrás sin descuidar la atención por los posteriores y los tiempos actuales, sobre los cuales surge una serie reflexiones.

Se cuestiona el supuesto bajo el cual el territorio de la Nueva España ha sido tratado sólo como un espacio económico del poder imperial, sin reparar en su correspondiente territorialización, en el proceso de occidentalización como expresión del poder real transcontinental, frente a las agresiones de los denominados indios bárbaros. Al adentrarse en la lectura, la invitación es un desafío: observar la construcción de este espacio en su diversidad, más allá de su homogeneidad.

Este propósito nos acerca a una historia social, un paradigma científico de la historia, del que este libro se erige como uno de los referentes actuales más importantes y su autora como una de las más renombradas. Se afirma que el proceso mediante el cual se crean y redibujan las fronteras adquiere particularidades en las regiones del norte, en la medida en que los habitantes, sujetos a la dominación, son poblaciones culturalmente diversas y que se mueven constantemente, a diferencia de otras regiones conquistadas. Es decir, en el caso de concebir fronteras, éstas también se mueven con sus propias delimitaciones. La necesidad de fronterización, entonces, corresponde, más allá del innegable arrojo de conquistar nuevos territorios, a la conciencia de inseguridad que toda frontera despliega, la garantía del nuevo orden, el vínculo social sustentado en el poder, en este caso, el poder colonial. El libro se adentra en un análisis preciso y delicado de la misión, el presidio y la guerra, figuras simbólicas tangibles del proceso de conquista con sus particularidades norteñas, que buscaban dominar territorios y poblaciones para fronterizar primero un imperio y más tarde una nación. Sin duda, lugares territorializados, espacios de expresión de la diferencia, la otredad y la singularidad.

La frontera norte de México comienza a conformarse en la Colonia, como un límite de la tierra libre, una construcción que separa de los otros; por un lado, los libres, por el otro, los salvajes poseedores de un modo de vida bárbaro. Bajo esta premisa, la frontera se construye como un espacio, una territorialización, un ámbito geográfico, y al mismo tiempo una manifestación social, una exacerbación de las diferencias amenazantes del nuevo orden, derivadas de la civilización y la barbarie, una frontera con marcada distinción, necesaria para dar un tinte democrático y justificar la expropiación de los territorios indígenas. Ese tinte se institucionaliza en la misión, una concentración de indios sometidos, sujetos a los poderes divinos y político-militares, y en otras instituciones de frontera como el presidio, que en conjunto reúnen varias contradicciones: indios insumisos representantes de la barbarie contra la frontera como frente civilizatorio de las formas de conquista, la misional y militar, la religiosa y criminalizada; formas de representar y estructurar el territorio dominado, formas cuyo referente puede encontrarse en la singular historia de la dominación del norte novohispano, a la que esta investigación nos acerca con merecida profundidad.

En esta amplitud histórico-temporal-espacial, observamos cómo se va construyendo un concepto de cultura nacional que cumple con eficacia, en diferentes momentos, con altas y bajas, la formación de una identidad mexicana, una cohesión nacionalista, una institucionalidad que el poder colonial legará en términos de similitud y homogeneización. En otras palabras, aquí se hallan vestigios del origen de un mestizaje que combina, con el fin de superar, la sumisión y la insumisión, visible desde el arribo de los primeros conquistadores a la Nueva España en el siglo XVI, con el fin de asimilarlos.

En esta concepción, la cultura, así como la frontera, no es sólo una línea de acontecimientos ni una divisoria, sino un espacio en transformación, dinámico, que se erige en los bordes de un débil equilibrio. Uno “sin ley”, cuya naturaleza es la violencia, el desprecio por las normas y valores que predominan en las regiones centrales, en el poder central, y que atenta contra las bases mismas del poder estatal.

Aquí se examina un proceso de fronterización institucionalizada, alimentada incluso por las visiones académicas, como el intento por categorizar la “frontera norte”, “el norte”, la “gran chichimeca”; estigmas que han favorecido la simplificación de un espacio ampliamente diverso, para comprender a esos otros. Se trata de procesos históricos que provienen de momentos previos a la conquista de un espacio desocupado y ocupado por diversas bandas, naciones o grupos, en una perspectiva que opone los modos de vida “cazadores -recolectores” a “agricultores” con varios grados de complejidad.

Así, la frontera resulta de una representación del poder del Estado, que define límites por medio de batallas contra los que están del otro lado. En este sentido, la propuesta del libro es entender que la frontera es ante todo un hecho fronterizo, un espacio y fenómeno social complejo y dinámico en función de intereses establecidos por diversos poderes. Por eso es inconcebible un norte asimilado, por eso la idea de un norte pacificado fue una ilusión. La resistencia de los grupos que habitaban la región, primero a las políticas coloniales y luego a las de la república, condujo a la militarización de las regiones fronterizas y los grupos aceptaron, con aparente conformidad, su sedentarización. Los medios de apaciguamiento de este proceso fueron el establecimiento de comunidades indígenas -proyecto indigenista- y ejidos -proyecto agrarista-, impulsados por el Estado mexicano.

La frontera no representa una simple línea divisoria que los grupos de la región aceptaron de manera mecánica como una nueva forma de organización, al mismo tiempo que olvidaron complejas historias de relaciones y movimientos sociales. A partir de entonces, cobran sentido procesos como soberanía, ciudadanía, Estado-nación, raza, paisanaje o extranjería, que se convierten en algo cotidiano en una región que se conocerá rápidamente como multicultural, que para el país continuó siendo lejana, considerada un gran espacio que lo separaba y distanciaba del vecino del norte.

La formación de las fronteras nacionales fue obra de países que luchaban por imponer sus proyectos de Estado-nación. En el norte se trataba de reducir a la población nativa, que adoptara una lengua común, formas específicas de control y distribución de la tierra, un sistema de producción, un régimen único y el sometimiento a un gobierno central. En oposición, los grupos indígenas del norte de México no han cesado de rebelarse. Sobre la base de su movilidad ancestral, que luego se hace transfronteriza, han elaborado estrategias de resistencia para la pervivencia de sus identidades.

Lo que se analiza es el espacio fronterizo considerado un encuentro dramático, una dicotomía que sigue operando como justificación histórica que separa dos realidades socioculturales: la civilización y la barbarie. Esta noción surge del imaginario del conquistador que no sólo explica, sino justifica, su propia idea de la realidad, a la que confronta y reconoce como distante pero que, a la vez, hace propia como un desafío: conquistar el espacio y a sus habitantes.

Debido a la complejidad de la distancia, la frontera casi siempre adopta una forma material, un territorio fronterizo. Esto es ante todo una construcción cultural que provoca hechos y situaciones presentes en la vida común, en la que interactúan y se articulan múltiples sociedades específicas con sus culturas y modos de vida, según la investigación. Cuando se construyen fronteras, también se generan las formas de cruzarlas y transgredirlas, lo que se vuelve entonces un reto para quienes buscan esperanzados su vida, aunque esto significa en muchas ocasiones experimentar xenofobia, racismo y discriminación, una guerra silenciosa y latente que no puede reducirse a la materialidad de una línea, apenas un símbolo de todo aquello. Los procedimientos para lograrlo nunca serán suaves, sencillos, espontáneos. Siempre implicarán dosis de violencia física y simbólica, y ejercicios de exclusión de unos seres humanos sobre otros.

En este libro se encuentra una manera desafiante de entender un norte diverso y una frontera que, desde el punto de vista político, ha generado divisiones territoriales y grupales que han devenido en múltiples conflictos y agresiones. Desde la perspectiva económica, ha modificado de manera permanente las estrategias de supervivencia al imponer desafíos constantes, retos y oportunidades que los grupos asentados en este espacio han debido y sabido aprovechar para establecerse y convertir la región en recursos atractivos.

En la esfera cultural se ha marcado una discontinuidad histórica que ha generado diversos procesos de desarrollo social e identidad, y una heterogeneidad que las políticas de desarrollo no han sabido comprender para montar sus acciones, lo que deja en evidencia el deterioro de las formas de hacer la vida y la dispersión cultural de las poblaciones ubicadas en la región, de modo que es vivida por sujetos con identidades y estrategias plurales, a veces contradictorias, que en la vida cotidiana combinan el conflicto, la violencia, el deterioro ambiental y social.

Esta falta de perspectiva de desarrollo ha convertido el potencial encuentro de la diversidad cultural en un mosaico de culturas, cuyos resultados ponen en tela de juicio las estrategias nacionalistas de los proyectos históricos.

Este trabajo representa una lectura crítica sobre el poder, desde el colonial -generado en el a espacio-frontera sobre historias locales, que aún se encuentra lejos de ser un hecho en sí mismo-, hasta el estatal y el democrático-nacional. Navegar en el legado colonial coloca sobre la idea de progreso y modernidad un manto que permite explicar estructuras institucionales sobre las que se cimentó el discurso de la alteridad, una proclama que con el devenir de los tiempos ha generado otros espacios que fronterizan, separan, rivalizan y enfrentan las clases sociales, las identidades étnicopolíticas, las ideologías y las creencias. Si queremos entender un poco cómo estos problemas han florecido en el país, sugiero encarecidamente la lectura de este libro, tomando en cuenta la calidad de la investigación que lo sustenta, una razón para haber merecido el Premio Banamex “Atanasio G. Saravia” de Historia Regional Mexicana, en la categoría investigación profesional, en 2015.

Bibliografía

Roseberry, William, 2014 [1989], Antropologías e historias: ensayos sobre cultura, historia y economía política, El Colegio de Michoacán, Zamora. [ Links ]

Hernán Salas Quintanal es doctor en antropología, investigador titular en el Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), miembro del Sistema Nacional de Investigadores desde 2002 y de la Academia Mexicana de Ciencias. Es profesor de posgrado de la UNAM y del Instituto Mora, y de la licenciatura en desarrollo y gestión interculturales de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha dictado más de 100 ponencias y conferencias especializadas. Ha dirigido 35 tesis de maestría y doctorado. Ha publicado más de 60 artículos en revistas especializadas y capítulos de libros. Entre sus libros publicados, destaca El río Nazas, la historia de un patrimonio lagunero (UNAM, México, 2011), que recibió el Premio Fray Bernardino de Sahagún a la mejor investigación. En la actualidad, es coordinador del Posgrado en antropología de la UNAM.

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