En este libro, Estefanía Chávez analiza de qué manera la construcción de ciudades es una tarea colectiva cuya herramienta esencial, el diálogo, es la base para ir conformando "verdaderos autores conscientes de sus responsabilidades para hacer ciudad, mejorar espacios urbanos y su calidad de vida" (p. 16). Se trata de un testimonio de vida de una de las pioneras del urbanismo, quien ha destacado tanto en el ámbito académico como de la gestión pública por su comprometida labor profesional y social.
El principal objetivo de este libro es recuperar los procesos de participación de la ciudadanía en la planeación del desarrollo urbano, como una práctica indispensable para enfrentar la grave situación urbana de nuestro país. Según Estefanía Chávez, un componente central es aplicar metodologías que potencien el papel protagónico de los pobladores, para desarrollar un lenguaje común entre todos los que participan en estos procesos, ofrecer capacitación técnica y favorecer el diálogo entre autores y actores que intervienen en la producción del espacio urbano. Entre los autores que identifica, se encuentran los funcionarios públicos, los especialistas profesionales en el desarrollo urbano y los pobladores, quienes han transitado de su condición de actores a autores. En este sentido, precisa que los planificadores y urbanistas requieren mejorar sus habilidades para elevar su comprensión integral del fenómeno urbano, no sólo las orientadas a los aspectos técnicos, sino las que propicien la "construcción de un diálogo" con otros autores (pp. 30-31).
A partir de este fundamento, desarrolla y aplica en varias ciudades mexicanas un enfoque y un método denominado planeación operativa, al que sintetiza en una frase: "No se debe planear sin hacer, ni hacer sin planear. Habrá que planear haciendo, pero sabiendo" (p. 55). Bajo este enfoque se considera el análisis de la realidad urbana que resulta en la acción y realización de proyectos para mejorar el entorno urbano.
Este método fue aplicado por la autora primero en Tabasco, entre 1970 y 1976; luego en Michoacán, entre 1980 y 1986, y más tarde, en Xochimilco, entre 1997 y 2000. Chávez deja constancia de cómo se pusieron en marcha estas ideas en el intento de organizar ciudades, asentamientos, poblados y barrios, para que "[fueran] espacios dignos de ser vividos y al mismo tiempo [dignificaran e hicieran] felices a los pobladores" (p. 31).
Otra cuestión que destaca en su análisis es la incorporación de la perspectiva de género -entendida como el "reconocimiento de los roles sociales sobre la base de la diferencia por sexo" (p. 74)-, en particular en los procesos urbanos. De acuerdo con Chávez, en el último cuarto del siglo XX, a partir de la importancia que la mujer adquiere en la vida económica del país, ocurre el tránsito de su reconocimiento como autora y no sólo como actora del desarrollo en las ciudades. Un elemento relevante de su enfoque es la incorporación de la "solidaridad de mujeres entre mujeres" como guía de acción (p. 76). En este sentido, cabe mencionar que tanto en su práctica académica como profesional ella se ha esforzado por visibilizar el papel de las mujeres en el urbanismo. También expone que el urbanismo fue un legado de su padre, el planificador urbano Eduardo Chávez, y del arquitecto Domingo García Ramos, su maestro en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Esto la llevó a ser pionera en rescatar el sentido y contenido interdisciplinario del urbanismo y en señalar la relevancia del papel y la visión complementaria y diferente que aportan las mujeres en los procesos urbanos, ideas que estampó al crear la nueva licenciatura en la UNAM.
El libro está organizado en cuatro capítulos. En los dos primeros se presenta el contexto teórico del enfoque de la planeación operativa. En los últimos dos se muestran los resultados de su investigación participativa y se analiza la experiencia de Xochimilco, como estudio de caso. De todas las experiencias en las que Chávez logró incidir con sus ideas, sin duda en la delegación Xochimilco tuvo la mayor oportunidad de ponerlas en práctica y generar un proceso original de planeación operativa.
En el capítulo 1, "La ciudad y sus autores: sociedad, espacio y tiempo", señala que las transformaciones de la morfología e imagen urbana producto de las nuevas realidades socioeconómicas se basan en tomar en cuenta la relación sociedad-espacio como conceptos íntimamente relacionados, por lo tanto, los espacios urbanos arquitectónicos se consideran productos sociales, es decir, resultados de la interacción entre los actores y autores urbanos, cada uno con características específicas.
Chávez apunta, de manera clara y contundente, que en la actualidad el fenómeno urbano se caracteriza por la pérdida de las cualidades de ciudad: "la relación espacio-sociedad se ha ido deteriorando sistemáticamente" (p. 38). Afirma que es necesario que los habitantes entiendan que el espacio urbano no es una "fatalidad imposible de cambiar", sino una realidad que puede transformarse de manera colectiva, contrarrestando la primacía del mercado y los agentes inmobiliarios (p. 39). Esta posibilidad se sustenta en la interacción de autores, actores y espectadores, y genera un diálogo permanente que propicia la formación de los participantes y formula acciones social y técnicamente viables. Aunado a esto, considera que es importante tomar en cuenta la heterogeneidad social de los sujetos colectivos:
Los cambios de actitud y funciones, tanto en la situación de las mujeres como de aquellos que se derivan de la transición demográfica, [...] conllevan una diversificación de géneros, edades, capacidades, etnias y culturas, que es importante saber reconocer y diferenciar, pues la sociedad y sus espacios han resultado impactados por ellos (p. 50).
En el capítulo 2, "Términos, lenguajes y enfoques", desarrolla una de las principales ideas: "hacer ciudad" tiene como base el diálogo. En particular, se establece un lenguaje común a todos los actores y autores de la ciudad:
Resulta pertinente precisar el manejo del lenguaje técnico y otras formas de expresión con relación a los fenómenos urbanos [...]. No puede darse un diálogo entre dos grupos de actores o autores si no existe un lenguaje común, un acuerdo en los términos, los enfoques y los sentidos con que éstos se apliquen (p. 59).
En este sentido, para la doctora Chávez, "el diálogo no se circunscribe exclusivamente a la expresión oral, sino que incluye actitudes, opiniones, formas de organización y participación, entre otras expresiones no necesariamente verbales" (p. 60).
En el capítulo 3, "Hacer ciudad en Xochimilco antes de 1998", describe en primer lugar los rasgos característicos de la Cuenca del Valle de México, en la que se ubica Xochimilco. Para ella, es importante "saber de sus antecedentes históricos y de gestación geográfica, económica política o social" y por ello analiza las características de los asentamientos humanos, su relación con el medio natural y su ubicación: proximidad al lago y la zona chinampera o a la zona cerril. También se señalan "las dinámicas de transculturación y globalización que propiciaron la llegada de nuevos pobladores a la zona", lo que contrasta con habitantes de "gran raigambre en sus tradiciones, costumbres, organización social y, desde luego, espacial" (p. 93).
Chávez llama la atención sobre el hecho de que los "tipos de vivienda para la zona y su equipamiento rural se han visto seriamente afectados por el proceso de urbanización y se ha deformado su imagen pretérita característica, con un alto valor histórico, patrimonial, económico, ecológico y sin lugar a dudas, turístico" (pp. 130-131). Y lo que es peor:
Los satisfactores de vivienda, uso de suelo y equipamiento urbano no crecieron en proporción al desmedido incremento demográfico y en muchos casos, la población no ha podido acompasar su voluntad de preservación con el impulso avasallador del cambio de patrones urbanos (p. 131).
Pese a todo, de acuerdo con Chávez, es indudable la singularidad construida a lo largo de los siglos en Xochimilco, un enclave de producción primaria que se benefició de las condiciones geográficas y ambientales, en cuyos habitantes prevalece una relación con la tierra que se forjó a lo largo de la historia y que hace que los actuales pobladores aún sientan una relación orgánica con el ambiente y la propia naturaleza. La permanencia de las actividades primarias en la región marcó la mentalidad de sus pobladores con pautas culturales y comportamientos que chocan con la mentalidad de las ciudades. En el plano de la organización socioespacial, ésta continúa basándose en pueblos y barrios, lo que genera, por un lado, elementos de cohesión social, pero por el otro, propicia que los pobladores se cierren ante los nuevos residentes y mantengan elementos de singularidad de cada pueblo, con la consecuente rivalidad entre los líderes de unos y otros. Sin embargo, lo fundamental es que la organización socioespacial de Xochimilco está fundamentada en su relación con el entorno, su geografía, su medio ambiente circundante (p. 132).
En el último capítulo, "Hacer ciudad, la experiencia de Xochimilco (1998-2000) en la construcción y el manejo de las regiones urbanas", expone las dificultades que enfrentó como delegada de esta demarcación para impulsar un proceso democratizador de la gestión local, porque ello requirió de una auténtica voluntad política de cambio. Afirma que se trataba de una realidad que a lo largo de los años había sido permeada por vicios difíciles de erradicar, en particular la desconfianza de los habitantes hacia las autoridades públicas, a lo que se agregaba la vulnerabilidad política que implicaba la primera administración de un partido de oposición que gobernaba la gran ciudad. Frente a ello, y en contraposición con la práctica extendida de la imposición, su gestión tomó como base la idea de que resulta más fácil lograr proyectos en los cuales la autoría sea de todos, en particular de los pobladores, porque esto hace duraderas las acciones y la población lo comprende, y por ende, demanda la permanencia de las políticas públicas (p. 137).
También se analizan los proyectos democratizadores para "hacer ciudad", que se realizaron en ese periodo y que estuvieron relacionados con garantizar el acceso al agua con acciones sociales y culturales relevantes, con la intención de "hacer comprender a los pobladores que la cultura y el respeto por las tradiciones, así como la vida cotidiana comunitaria, son parte fundamental de la ciudad" (p. 158). Se exponen proyectos de economía creativa, en sintonía con las características físicas y del entorno natural, y las experiencias de ordenación urbana, en las cuales se otorga particular atención a la planeación estratégica.
Sin duda, ésta es una lectura obligada para todos aquellos que se preocupen por una mejor calidad de vida en nuestra ciudades, para lo cual, según Estefanía Chávez, es necesario dar continuidad a las prácticas y metodologías de acción que se han registrado como exitosas, y así acumular experiencias que sirvan a futuros procesos de "hacer ciudad".