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Papeles de población

versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425

Pap. poblac vol.29 no.116 Toluca abr./jun. 2023  Epub 29-Nov-2024

https://doi.org/10.22185/24487147.2023.116.17 

Artículos

¿Cuántas fronteras toca superar? El caso de adolescentes y jóvenes de Cali, Colombia, en condiciones de vulnerabilidad social

How many borders must be overcome? The case of adolescents and young people from Cali, Colombia, in conditions of social vulnerability

Diana Marcela Jiménez-Restrepo*  
http://orcid.org/0000-0002-9639-036X

María Castillo-Valencia* 
http://orcid.org/0000-0003-4228-3902

*Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Departamento de Economía Universidad del Valle, Cali, Colombia


Resumen

Siguiendo el modelo teórico propuesto por Kaztman (1999) este documento construye un índice para explorar la vulnerabilidad social para adolescentes y jóvenes de Santiago de Cali, con datos de las y los participantes del programa TIP - JSF Jóvenes sin Fronteras, cuyas condiciones de vida están determinadas por la precariedad, la exclusión social y económica, y en especial, por hacer parte de la población de estratos socioeconómicos bajos (1 y 2) que, además, tienen una mayor exposición a la violencia. Al aplicar un Índice de Vulnerabilidad Juvenil a los participantes entre los 11 y 24 años se encontró que la gran mayoría presenta algún tipo de vulnerabilidad, registrando carencias en indicadores como el acceso a servicios públicos y asistencia escolar.

Palabras clave Joven desfavorecido/a; pobreza; adolescencia; actividad juvenil; calidad de vida

Abstract

Following the theoretical model proposed by Kaztman (1999), this document constructs an index to explore social vulnerability for adolescents and young people in Cali, with data from the participants of the TIP - JSF Jóvenes sin Fronteras program, whose living conditions are determined by precariousness and exclusion, especially because they are part of the population of strata 1 and 2, which also have a greater exposure to violence. When applying a Youth Vulnerability Index to participants between the ages of 11 and 24, it was found that the vast majority present some type of vulnerability, registering deficiencies in indicators such as access to public services and school attendance.

Keywords Disadvantaged youth; poverty; adolescence; youth activity; quality of life

Introducción

En la ciudad de Santiago de Cali, en adelante Cali, una parte de su población juvenil ha tenido que crecer en condiciones de vulnerabilidad social, incluso en tiempos que van más allá del vivido en el vientre materno, pues para las y los adolescentes y jóvenes de la ciudad, la vulnerabilidad hace parte de lo que heredan. La vulnerabilidad social no sólo se limita al presente, sino que además reconoce un condicionamiento del pasado y un efecto en el futuro de quienes la enfrentan, entre ellas, las personas que en etapa de juventud y adolescencia, son propensas a enfrentar situaciones de desventaja social, adversidades para controlar las fuerzas que modelan su propio destino y dificultades para aprovechar las oportunidades y mejorar su bienestar o para poder adaptarse a los escenarios sociales cambiantes (Rodríguez, 2001).

Entre las tres principales ciudades de Colombia se encuentra Cali, la cual se caracteriza por contar con más de dos millones de habitantes, entre afrocolombianos y mestizos, con vocación económica entre lo industrial y la oferta de servicios, sobre todo, estéticos y culturales, estos últimos relacionados con el género musical de la salsa, y también por ser una ciudad violenta. Desde el pasado, Cali ha sido epicentro nacional del narcotráfico generando consecuencias nefastas en términos de la seguridad en la ciudad, no por nada ha estado entre el listado de las 50 ciudades más peligrosas a nivel mundial debido a las altas tasas de homicidios reportadas que para 2019 fue de 45.24. Por supuesto, las y los adolescentes y jóvenes de Cali han tenido que padecer las consecuencias de esta violencia.

Así las cosas, para analizar las distintas dimensiones de la vulnerabilidad social proponemos un ejercicio exploratorio sobre algunos indicadores de vulnerabilidad social, usando información de población adolescente y joven de los estratos socioeconómicos más bajos de la ciudad de Cali. Este grupo de personas viven en condiciones de alta complejidad social y económica y fueron acogidos en el programa de Tratamiento Integral de Pandillas - Jóvenes Sin Fronteras, en adelante TIP - JSF, a cargo del Instituto Cisalva de la Universidad del Valle, la Policía Metropolitana y la Secretaría de Seguridad y Justicia de la Alcaldía de Santiago de Cali.

Desde el 2016, la apuesta del programa TIP - JSF fue la de desarrollar una estrategia de intervención psicosocial para jóvenes integrantes de pandillas, con el fin de promover el reconocimiento de sus derechos, así como su inclusión a la sociedad desde la legalidad; esto último, como muestra de que esta intervención del gobierno local partió de reconocer que las y los adolescentes y jóvenes tratados, además de estar en condiciones de vulnerabilidad social y de violencia, también la propiciaban hacia otras personas.

Entendiendo la vulnerabilidad

Pobreza y vulnerabilidad: dos conceptos que confluyen

Uno de los principales aspectos de la pobreza según el DNP (2007) es la vulnerabilidad, a la que definen como el grado en el que un individuo u hogar sufre uno o más episodios de pobreza como consecuencia de un estímulo. De esta manera, la pobreza es entendida como la privación de capacidades básicas para el bienestar o como plantea Golovanevsky (2007), el concepto de pobreza parte de saber cuáles son las necesidades básicas cuya satisfacción es indispensable. En este caso, el enfoque de vulnerabilidad viene dado por el concepto de pobreza multidimensional y por lo tanto se acota a un número de situaciones que afectan de manera negativa el bienestar de las personas frente a diferentes dimensiones.

Entonces, la vulnerabilidad y la pobreza pueden verse reflejadas en diferentes aspectos de la vida de los individuos. Según Golovanevsky (2007), en el empleo, en las desigualdades de los ingresos que producen diferencias en las condiciones de vida, en la mortalidad materna y en la mortalidad y desnutrición infantil, por mencionar algunos indicadores. Por tal motivo, complementar el enfoque de pobreza con el de vulnerabilidad ayuda a captar factores multidimensionales en las condiciones de vida de las personas más desfavorecidas y a comprender los procesos por los que la gente se mueve dentro y fuera de la pobreza y la vulnerabilidad. Para Stern (2004: 131) ser pobre significa “no tener los medios suficientes para satisfacer necesidades básicas, tales como alimentación, vivienda, acceso a la educación básica y a los servicios de salud”, y ser vulnerable indica que se es “susceptible de ser lastimado, de recibir un golpe físico o moral”. En palabras de Pizarro (2001: 39) , mientras “la pobreza es una medida estadística de los recursos monetarios con que cuentan los hogares, la vulnerabilidad da cuenta del impacto del sistema económico y de sus instituciones sobre los recursos con que cuentan las personas”.

Si bien la vulnerabilidad que experimentan aquellos que viven en condiciones de pobreza y desigualdad se agrava según el contexto y la exposición a ciertos riesgos (Pizzaro, 2001), por ejemplo, a desastres naturales, es necesario reconocer que existe un círculo vicioso entre estas tres condiciones de la vida humana. En la medida que una persona o comunidad experimenta más pobreza y desigualdad, representada como la carencia de recursos y oportunidades para hacerle frente a las distintas situaciones y retos en la vida económico-social, estas estarán en una condición más profunda de vulnerabilidad, dado que al momento de experimentar el impacto de una crisis tendrán poca resiliencia y las desventajas que ya presentaban podrán empeorar. Lo anterior comprendiendo la vulnerabilidad desde dos conceptos explicativos, a conocer, la inseguridad e indefensión de las comunidades, familias y personas ante un evento catastrófico y el manejo de recursos y estrategias que estos utilizan para enfrentar las consecuencias de dicho evento (Pizarro, 2001).

Un problema generalizado: vulnerables somos todos

Es necesario reconocer que hay regiones que son más vulnerables que otras; por ejemplo, América Latina, al ser una región en desarrollo, se caracteriza por una mayor inestabilidad política y un bajo acceso a servicios básicos y necesarios como la salud y la educación (Fajardo, Rojas, Romero y Rincón, 2016). Y es que como lo plantea Rodríguez (2001), en la mayoría de los países de Latinoamérica los recursos se distribuyen desigualmente entre los grupos de población, concentrando así, más apoyo en los sectores menos necesitados y acrecentando las inequidades de los más débiles. De esta manera, la vulnerabilidad social según Pizarro (2001) es producto de los impactos provocados por las nuevas formas de producción, las instituciones y los valores que caracterizan el nuevo modelo de desarrollo de América Latina, el cual se expresa en la incapacidad de los grupos más débiles de la sociedad para hacerles frente.

Si bien el nuevo modelo de desarrollo de la región Latinoamericana, caracterizado por la apertura económica, la extensión de las comunicaciones, el predominio del mercado y el repliegue social del Estado (Pizarro, 2001), ha abierto oportunidades y potenciado recursos en algunos sectores de la sociedad, también ha debilitado los de una gran mayoría de la población. La vulnerabilidad, como explica Pizarro, se manifestó en América Latina desde los años noventa en aspectos como el trabajo, el capital humano, el capital físico y en las relaciones sociales. Muchos trabajadores se vieron expuestos a mayores riesgos debido a la apertura del mercado y sus exigencias de competencia; también a una mayor inestabilidad, precariedad e informalidad en el trabajo. El acceso al empleo en el sector dinámico de la economía se ha limitado a trabajadores altamente calificados; para el resto, los trabajos se reducen a los sectores de baja productividad y pequeñas empresas que ofrecen salarios precarios. Esto puede llegar a explicar, según el planteamiento de Pizarro, que las estrategias de algunas familias que sufren más la vulnerabilidad se concentren en las actividades informales y la participación laboral de las y los niños y adolescentes del hogar.

La vulnerabilidad social

Entender a la vulnerabilidad social como la incapacidad de las personas y hogares para aprovechar las oportunidades que permitan mejorar su bienestar, o al menos, impedir su deterioro es reconcer que existe un conjunto de limitaciones o desventajas que encuentran las personas al momento de acceder y usar los activos que se distribuyen en la sociedad (Kaztman, 1999; González, 2009) y en ese sentido, el ser vulnerables se asocia con la exposición tanto a condiciones negativas como positivas y no estar en capacidad o carecer de las condiciones para enfrentarlas o aprovecharlas.

Entonces, acorde con la visión multidimensional, la vulnerabilidad también incluye las restricciones para gozar de capital físico, humano, financiero o productivo y del capital social, los cuales son provistos por diversas fuentes: Estado, mercado y comunidad (Kaztman, 2000). Para el caso del capital físico, existen dos modalidades: i) el capital financiero que hace hincapié a los recursos monetarios susceptibles de ahorros e inversión y a su vez al acceso a créditos, acciones, entre otros y ii) el capital físico propiamente donde se consideran los bienes tangibles que se poseen a nivel del hogar, incluida las condiciones de la vivienda; y es que vivir en una vivienda precaria, tiende a reforzar la percepción en las limitaciones que se tienen para el desarrollo económico y social, así como para el sano crecimiento. En términos del capital humano, este hace referencia al estado de salud, las destrezas, habilidades y atributos educativos del individuo. Y, por último, el capital social, como aquel que se basa en la reciprocidad y la confianza, y que permite la interacción con un grupo social que posibilite la adquisición de otros activos por la vía de la legalidad o de las normas sociales, así como información acerca de oportunidades de trabajo, circulación de bienes materiales y/o simbólicos (Figura 1).

Fuente: elaboración propia con base en la teoría de Kaztman (1999).

Figura 1 Conceptualización de la vulnerabilidad social 

Es en este tipo de capital donde se ubica la importancia de las redes de apoyo que operan como un recurso básico de supervivencia para las familias en condiciones de precariedad.

Jóvenes y vulnerabilidad

En palabras de Hardgrove (2014):

La juventud es vulnerable no solo porque son jóvenes o están en una fase en la que se experimentan transiciones rápidas. Quizás algo más importante, es que la juventud es vulnerable porque son personas que viven en un mundo desigual donde los valores y las instituciones sociales que favorecen oportunidades de todo tipo no son accesibles para todo el mundo.

La juventud es la etapa de la vida comprendida entre la niñez y la adultez, durante la cual se dan cambios biológicos, psicológicos, sociales y culturales que aumentan los riesgos de vulnerabilidad para las personas adolescentes (10 a 18 años) y jóvenes (19 a 24 años), los cuales se pueden agrupar en tres dimensiones: vital, institucional y de inserción socioeconómica (Rodríguez, 2001). La primera se refiere a los riesgos inherentes a su posición en el ciclo vital, la segunda viene dada por las desventajas de su relación con las instituciones, entendida como el papel que juega este grupo poblacional para las mismas, y la última por el sistema educativo y el mercado de trabajo. No obstante, tanto en adolescentes y jóvenes, cuán vulnerable se es, también va a depender del género, del nivel socioeconómico, de la etnia, entre otros, es decir, a la edad, se suman otras características que pueden hacer más vulnerable a la persona.

Hay situaciones de exposición a riesgos que alcanzan su pico entre los 15 y 29 años. Dentro de los riesgos con connotaciones negativas se encuentran fenómenos como la iniciación y posterior adicción a las drogas, la violencia, el suicidio y la delincuencia, mientras que existen riesgos demográficos como los de la trayectoria reproductiva, que no necesariamente tienen una connotación negativa pero de no vivirse de manera adecuada, pueden terminar por reproducir más condiciones de vulnerabilidad: se exponen a enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados o a temprana edad, a riesgosas interrupciones de embarazos, entre otras. En otras palabras, una o un joven se hace aún más vulnerable al asumir responsabilidades y compromisos para los que no está preparado y que limitan su posibilidad de desempeñar roles propios de la juventud; la adolescente que se embaraza y abandona la escuela; la unión de parejas muy jóvenes que deben dejar de estudiar para poder trabajar y sobrevivir; los que son empujados al mercado de trabajo por necesidades económicas y que impiden el acceso a la educación, por dar algunos ejemplos (Rodríguez, 2001).

Como cualquier ser humano, las y los jóvenes (19 a 24 años) mantienen relaciones asimétricas con los distintos actores en su desarrollo. La familia y la comunidad, en general, son los actores de quienes dependen emocional y económicamente, en donde encuentran la fuente de transmisión de recursos y activos: patrones de comportamiento, patrimonio material, códigos culturales y pautas conductuales, redes de contactos y grupos de pertenencia. Pero, también hay otros actores que potencian o no las condiciones de las y los jóvenes, de manera que también es conveniente analizar su inserción tanto en el Estado como en el mercado, instituciones que han sido identificadas como generadores de estructuras de oportunidades y a su vez, delimitadores de las condiciones de vulnerabilidad de toda la población. Por ejemplo, dentro de los factores que contribuyen a aumentar la vulnerabilidad juvenil, Rodríguez (2001) encuentra a la incapacidad del mercado laboral para absorber personas con baja cualificación, a la poca cobertura de prestaciones sociales en los empleos precarios donde abundan las y los jóvenes, y las dificultades del Estado para reformar la educación a un ritmo ajustado a la velocidad de cambio de los requerimientos de nuevas aptitudes y destrezas. Así las cosas, para enfrentar la vulnerabilidad de las y los jóvenes lo más importante para Rodríguez, es incrementar su participación y actuar, en relación con el proceso de integración social con políticas públicas que faciliten su tránsito exitoso de la niñez a la adultez en las dimensiones de educación, trabajo, salud y vivienda.

Aproximación empírica: caracterización e índice de vulnerabilidad social

El ejercicio empírico que aquí se propone cuenta con un enfoque exploratorio de caracterización y de estimación, teniendo en cuenta algunos indicadores de vulnerabilidad social que pueden obtenerse de la información correspondiente a la población adolescente y joven de estratos socioeconómicos 1 y 2 en la ciudad de Cali, que al vivir en condiciones de alta complejidad social y económica, y al encontrarse inmersos en las dinámicas de pandillas de la ciudad, fueron acogidos en el programa de TIP - JSF, a cargo del Instituto Cisalva de la Universidad del Valle, la Policía Metropolitana y la Secretaría de Seguridad y Justicia de la Alcaldía de Santiago de Cali. Este programa se desarrolló desde el 2016 en las comunas de la ciudad ubicadas en la zona oriente y de ladera, identificadas por la Policía Metropolitana de Cali como territorios donde se condensa la problemática social de pandillas y en los que abundan las llamadas fronteras invisibles que denotan los territorios de disputa entre ellas, con el objetivo de ofrecer atención integral a los y las integrantes de estos grupos, así como garantizar el ejercicio de restitución de derechos y ciudadanía efectiva, sin distinciones de territorio.

Al momento de ingresar al programa TIP - JSF se encuestó a cada participante, tomando información para 134 preguntas estructuradas cinco módulos, a saber: características sociodemográficas y de vivienda; atención psicosocial y de salud; deporte y cultura; educación y desarrollo económico y relaciones familiares, dinámicas de grupo y ciudadanía.

Con la anterior información, se caracterizará a la población de interés y se calculará un Índice de Vulnerabilidad Juvenil (en adelante, IVJ) que cuenta con catorce indicadores divididos en cinco dimensiones. Cada uno de los indicadores que componen el índice, fue construido de tal manera que reconoce la situación de vulnerabilidad en las y los adolescentes y jóvenes asignando el valor de 1 de ser así y 0 en caso contrario. Finalmente, teniendo en cuenta el número de características que presentan en cada dimensión, se les clasificarán como no vulnerables, vulnerables o extremadamente vulnerables.

Algunas generalidades para contextualizar las condiciones de vulnerabilidad en jóvenes de la ciudad de Cali

La información que aquí se analiza, corresponde a la registrada al momento de ingreso al programa TIP - JSF, el cual contó con la participación de 1,574 hombres y 787 mujeres, para un total de 2.361 personas entre los 11 y más de 60 años. Cabe aclarar que hay registros de adultos, debido a la naturaleza del programa, que en principio cobijó a las pandillas y en las cuales había integrantes de todas las edades. Enfocándose en los adolescentes y jóvenes, estos representan 78 por ciento de la muestra total de personas encuestadas, que corresponden a 1,847 personas, de las cuales 68 por ciento (1,258) son hombres y 32 por ciento restante (589) son mujeres.

Frente al reconocimiento étnico, y sin importar el sexo biológico, las y los adolescentes y jóvenes se autorreconocieron mayoritariamente como afrocolombianos siendo casi 50 por ciento de ellos, mientras otro 31 por ciento lo hizo como mestizos (Tabla 1). Este resultado no sorprende pues la ciudad de Cali es la primera en Colombia con el mayor número de población que se autorreconoce como afrodescendiente y, en especial, en la zona oriente de Cali, donde se ubica el Distrito de Aguablanca, es donde hay mayor presencia y concentración de comunidad afro. En la zona de ladera, la otra en la que se concentra la información aquí analizada, predominan las personas mestizas.

Tabla 1 Reconocimiento étnico, sexo y rangos de edad en los participantes del programa Tratamiento Integral de Pandillas - Jóvenes Sin Fronteras 

Etnia Hombre % Mujer % Total %
Afrocolombiano 593 47.29 313 53.23 906 49.2
Blanco 119 9.49 47 7.99 166 9.0
Indígena 48 3.83 13 2.21 61 3.3
Mestizo 392 31.26 174 29.59 566 30.7
Mulato 93 7.42 34 5.78 127 6.9
Ninguna 9 0.72 7 1.19 16 0.9
Total 1,254 588 1,842

Fuente: elaboración propia con base en la encuesta de ingreso al programa.

Atendiendo una de las tantas dimensiones de la vulnerabilidad social, el acceso de las y los adolescentes y jóvenes participantes del programa TIP - JSF al servicio de salud se distribuye en 68 por ciento como registrado en el Sistema de Beneficiarios para Programas Sociales (Sisbén) que corresponde al régimen subsidiado de salud mientras hay 20 por ciento que recibe atención en salud en el régimen contributivo, lo más seguro, en calidad de beneficiario. Quedan nueve por ciento que no está afiliado y tres por ciento que no sabe o no tiene conocimiento sobre a cuál sistema de salud pertenece (Tabla 2).

Tabla 2 Afiliación al Sistema de Seguridad Social en Salud de los y las adolescentes y jóvenes del programa Tratamiento Integral de Pandillas - Jóvenes Sin Fronteras 

Sistema de Seguridad
Social en Salud
Hombre % Mujer % Total %
EPS contributivo 278 22.2 95 16.2 373 20.3
Sisbén - EPS subsidiado 807 64.5 442 75.6 1,249 68.0
Régimen especial 7 0.6 1 0.2 8 0.4
No está afiliado 124 9.9 33 5.6 157 8.5
No sabe 36 2.9 14 2.4 50 2.7
Total 1,252 585   1,837  

Fuente: elaboración propia con base en la encuesta de ingreso al programa.

En cuanto a la dimensión educativa, que además marcará las posibilidades laborales, se tiene que la gran mayoría está por fuera del sistema educativo. Tan sólo 25 por ciento de las mujeres estudia y 23 por ciento de hombres asiste a un plantel educativo (Figura 2).

Fuente: elaboración propia con base en la encuesta de ingreso al programa.

Figura 2 Asistencia de los y las adolescentes y jóvenes del programa Tratamiento Integral de Pandillas - Jóvenes Sin Fronteras en el sistema educativo 

Ahora, no se trata sólo de reconocer que existe un gran porcentaje de adolescentes y jóvenes que están por fuera del sistema educativo, sino saber el por qué lo están. Al indagar a las y los adolescentes y jóvenes del programa acerca de las razones por las cuales abandonaron sus estudios, se encuentra que más de 50 por ciento da motivos relacionados con violencia de pandillas o violencia económica, siendo común el no estudiar dada la presencia de fronteras invisibles en el territorio donde viven, la necesidad de ayudar a sus familias y la falta de recurso económicos (Tabla 3). En línea con lo explicado por Rodríguez (2001) la vulnerabilidad puede reflejarse en el hecho de que las y los adolescentes y jóvenes sean empujados al mercado laboral por necesidades económicas que impiden el acceso a la educación.

Tabla 3 Razones por las que las y los adolescentes y jóvenes del programa Tratamiento Integral de Pandillas - Jóvenes Sin Fronteras abandonaron sus estudios 

Razones para abandonar
los estudios
Hombre % Mujer % Total %
Fronteras invisibles 145 23.4 20 9.1 165 19.7
Debe trabajar para ayudar a su familia 123 19.8% 31 14.2 154 18.4
Falta de recursos económicos 81 13.1% 59 26.9 140 16.7
No le gusta estudiar 97 15.6% 31 14.2 128 15.3
Dificultades familiares 65 10.5% 55 25.1 120 14.3
Lo expulsaron del colegio 78 12.6% 14 6.4 92 11.0
No encontró cupo 23 3.7% 8 3.7 31 3.7
No está en edad para estudiar 8 1.3% 1 0.5 9 1.1
Total 620 219 839

Fuente: elaboración propia con base en la encuesta de ingreso al programa.

Aunque gran parte de los y las adolescentes y jóvenes del programa TIP - JSF no están vinculados al sistema educativo, la educación sigue siendo un aspecto relevante en sus vidas dado que, como señala la Figura 3, la mayoría de ellos se encuentra interesados en vincularse nuevamente. Sin embargo, en sus condiciones, el poder educarse se convierte en un lujo y pierde todo su matiz como derecho humano fundamental.

Fuente: elaboración propia con base en la encuesta de ingreso al programa.

Figura 3 Jóvenes y adolescentes del programa Tratamiento Integral de Pandillas - Jóvenes Sin Fronteras, interesados en vincularse nuevamente al sistema educativo 

Así, bajo un contexto de vulnerabilidad social, económica y de alta violencia, las alternativas legales e ilegales para conseguir dinero, se convierten en las principales fuentes de recursos para la población que analizamos. De hecho, al indagar sobre la fuente principal de ingresos de las y los adolescentes y jóvenes que hicieron parte del programa TIP - JSF, si bien 41 por ciento los obtiene gracias al apoyo y manutención familiar, otro 33 por ciento tiene como fuente el trabajo informal, 11 por ciento del trabajar en el sector formal de la economía y cuatro por ciento respondió que su fuente principal de ingresos son las actividades ilegales, esta última en la que debe haber un gran sesgo para no reconcer el vínculo con estas actividades (Tabla 4). Se destaca que, cuando se cruzan los datos de sexo y la fuente principal de ingresos, para el caso de los hombres la más común fue el trabajo informal (39 por ciento ) mientras que para el caso de las mujeres predominó el apoyo y la manutención familiar (59 por ciento ), el cual es altamente probable que provenga de actividades asociadas con la informalidad laboral e incluso con las asociadas a la delincuencia.

Tabla 4 Fuente principal de ingresos de los adolescentes y jóvenes del programa Tratamiento Integral de Pandillas - Jóvenes Sin Fronteras 

Fuente principal de ingresos Hombre % Mujer % Total %
Trabajo formal 155 12.4 38 6.5 193 10.5
Trabajo informal 491 39.4 121 20.6 612 33.4
Apoyo y manutención familiar 411 33.0 345 58.8 756 41.2
Actividades ilegales 64 5.1 15 2.6 79 4.3
Otro 125 10.0 68 11.6 193 10.5
Total 1,246 587 1,833

Fuente: elaboración propia con base en la encuesta de ingreso al programa.

Al revisar la principal ocupación de las y los adolescentes y jóvenes del programa se encuentra que 66 por ciento de quienes eran estudiantes fueron hombres. De igual manera, llevan la delantera en la categoría de desempleados (71 por ciento ), así como en las categorías relacionadas con las siguientes actividades laborales: obrero, trabajador informal, independiente, trabajador eventual, comerciante y vendedor ambulante (97, 96, 72, 70, 64 y 58 por ciento, respectivamente). Las mujeres tuvieron la mayor participación en la ocupación del servicio doméstico (79 por ciento ) y no hay diferencias que determinen la supremacía de hombres o de mujeres en el caso de la inactividad laboral (Figura 4).

Fuente: elaboración propia con base en la encuesta de ingreso al programa.

Figura 4 Ocupación de los y las adolescentes y jóvenes del programa Tratamiento Integral de Pandillas - Jóvenes Sin Fronteras 

Con respecto al consumo de sustancias psicoactivas (SPA) en los y las adolescentes y jóvenes del programa TIP - JSF, la sustancia más consumida es el alcohol, seguida de la marihuana, luego el consumo de cigarrillo y en cuarto lugar el consumo de cocaína (Tabla 5). Por otro lado, del total de adolescentes y jóvenes que respondieron a dicha pregunta casi 20 por ciento usa o ha usado tranquilizantes/estimulantes. Si bien existen diversos estudios que intentan establecer una relación entre el consumo de drogas y la participación en actos delictivos (Skara et al., 2008; Uceda et al., 2016; Sexton y Turner, 2010), aquí reconocemos que las diversas condiciones a las que se exponen los adolescentes y jóvenes participantes de este grupo y la escasez de recursos para enfrentar o aprovechar dichas condiciones puede llegar a incentivar el consumo de sustancias psicoactivas y simultáneamente la conformación o participación en grupos juveniles en reemplazo a otras redes de apoyo (Cueva, 2012).

Tabla 5 Consumo de sustancias psicoactivas en los y las adolescentes y jóvenes del programa Tratamiento Integral de Pandillas - Jóvenes Sin Fronteras 

Consumo SPA Hombre % Mujer % Total %
Alcohol 881 89.3 392 85.6 1,273 88.1
Marihuana 818 82.9 207 45.2 1,025 70.9
Tabaco/Cigarrillo 427 43.3 124 27.1 551 38.1
Cocaína 275 27.9 45 9.8 320 22.1
Tranquilizantes/Estimulantes 223 22.6 57 12.4 280 19.4
Dick/Gap/Gas 103 10.4 19 4.1% 122 8.4
Pegantes 92 9.3 29 6.3 121 8.4
Éxtasis 46 4.7 14 3.1 60 4.2
Basuco 17 1.7 5 1.1 22 1.5
Otros 19 1.9 3 0.7 22 1.5
Heroína 15 1.5 2 0.4 17 1.2
Total 987 458 1,445

Fuente: elaboración propia con base en la encuesta de ingreso al programa.

De acuerdo con lo planteado por Rodríguez (2001) uno de los factores que contribuye a aumentar la vulnerabilidad juvenil es la persistencia de una tríada de iniciaciones sexual, nupcial y reproductiva a temprana edad. Según los datos reportados en la Tabla 6, de las y los adolescentes y jóvenes que respondieron a la pregunta de si tenían hijos o no, 88 por ciento negó tenerlos, 12 por ciento manifestó tener un hijo y uno por ciento tenía dos hijos al momento de ingresar al programa. Particularmente, 75 por ciento de las mujeres adolescentes que respondieron a esta pregunta no tienen hijos, 24 por ciento tiene un solo hijo y hay uno por ciento que tiene dos hijos. Ahora bien, cruzando la información sobre la poca asistencia escolar con el hecho de que la mayoría no tiene hijos, estamos en presencia de un grupo de personas que ha enfrentado otras situaciones que impiden su permanencia en el sistema educativo, más puntualmente, como ya lo habíamos anotado, la presencia de fronteras invisibles y la necesidad de ayudar al sostenimiento económico de los hogares.

Tabla 6 Número de hijos de los y las adolescentes (11-19 años) del programa Tratamiento Integral de Pandillas - Jóvenes Sin Fronteras 

Número de hijos Hombre % Mujer % Total %
No tiene hijos 662 93.1 222 75 884 87.8%
Un hijo 45 6.3 71 24 116 11.5
Dos hijos 3 0.4 3 1 6 0.6
Tres hijos 1 0.1% 0 1 0.1
Total 711 296 1,007

Fuente: elaboración propia con base en la encuesta de ingreso al programa.

Pese a nuestros datos, se espera que la maternidad en adolescentes en aquellas mujeres que declararon tener un hijo venga acompañada de una ruptura en la trayectoria educativa, así como de una interrupción tanto de sus oportunidades de desarrollo personal como de truncamiento de las futuras oportunidades de sus hijos (Rivadeneira, 2000). Como bien lo plantea Rodríguez (2007) en aquellos hogares vulnerables, en que los niños logran sobrevivir, estos reciben generalmente una atención nutricional y de salud inadecuada, que lo más probable es que influya desfavorablemente sobre sus futuras condiciones físicas y mentales, sobre su rendimiento escolar y finalmente sobre su acceso a empleos de alta calificación y productividad donde se registran los mejores salarios. Es por esto que la vulnerabilidad se reconoce no sólo como una situación que se experimenta en el presente sino también con profundas consecuencias a futuro.

Hacia la propuesta de un índice de vulnerabilidad

Tal y como explica Golovanevsky (2007), la vulnerabilidad está compuesta por dimensiones que tienen en cuenta aspectos tanto a nivel individual como a nivel del hogar. Para determinar si un grupo social es vulnerable o no, Ruíz (2012) tiene en cuenta las posibilidades de cumplir con un conjunto de condiciones sociales, económicas y espaciales que se relacionan con el bienestar. Así mismo, Kaztman (1999) quien define a la vulnerabilidad social como la incapacidad de las personas u hogares para aprovechar las oportunidades para mejorar su bienestar o impedir su deterioro, argumenta también que las fuentes de vulnerabilidad social más importantes tienen que ver con factores como la precariedad e inestabilidad laboral, desprotección e inseguridad y debilitamiento de las instituciones, familia y comunidad. Por último, Rodríguez (2001) explica que existen diversas fuerzas que generan vulnerabilidad en los individuos por el simple hecho de ser jóvenes.

Entre las dimensiones que toma en cuenta Golovanevsky (2007) para abordar la vulnerabilidad están la composición y dinámica de las familias; el hábitat, dado que condiciones precarias impiden la evolución de los individuos; el capital humano, en relación con la salud y la educación; el trabajo, como un activo fundamental para la subsistencia y, por último, la protección social. En su propuesta para medir la vulnerabilidad establece cuatro clases para clasificar a las personas: no vulnerables, levemente vulnerables, altamente vulnerables y extremadamente vulnerables.

Otra propuesta para la medición de la vulnerabilidad ha sido hecha por el DNP (2007), donde se tiene en cuenta la afectación en el bienestar de los individuos desde tres dimensiones: salud, educación y sustento. En la primera dimensión, se considera la esperanza de vida, el nivel de nutrición, el estado de salud y la presencia de alguna discapacidad o limitación. La dimensión de educación se mide con los indicadores de analfabetismo y asistencia escolar. Por último, la dimensión de sustento tiene en cuenta los indicadores de desempleo, subempleo e ingresos.

Así las cosas, para el cálculo del IVJ aquí propuesto, se tienen en cuenta aspectos tanto a nivel individual como a nivel del hogar en línea de lo expuesto por Golovanevsky (2007). Desde lo individual se establecen dos dimensiones: nivel educativo, salud física y mental, compuestas cada una por tres indicadores: alfabetismo, bachillerato, y asistencia escolar, para la primera dimensión; y situación de discapacidad, enfermedad crónica no transmisible y actividad deportiva y cultura, para la segunda dimensión (Tabla 7).

Tabla 7 Dimensiones e indicadores a Nivel Individual del Índice de Vulnerabilidad Juvenil 

Nivel Individual
Dimensión Indicador Descripción
Nivel Educativo Alfabetismo Es vulnerable si considera que no sabe leer ni escribir. No es vulnerable en caso contrario.
Bachillerato Es vulnerable si tiene más de 17 años y no se ha graduado del bachillerato. No es vulnerable si tiene más de 17 años y ya se graduó o si es menor a 17 años.
Asistencia escolar Es vulnerable cuando no asiste a ningún establecimiento educativo. No es vulnerable en caso contrario.
Salud Física y Mental Situación de discapacidad Es vulnerable si marca que cuenta con al menos una de las condiciones de discapacidad. No es vulnerable si dice que no cuenta con ninguna condición de discapacidad.
Enfermedad crónica no transmisible Es vulnerable si ha padecido cualquiera de las enfermedades crónicas no transmisibles. No es vulnerable si no ha padecido ninguna de las enfermedades crónicas no transmisibles.
Actividad deportiva y cultural Es vulnerable si nunca participa de actividades deportivas y culturales. No es vulnerable si participa en al menos alguna de las dos actividades o en ambas.

Fuente: elaboración propia.

A nivel del hogar se trabajan tres dimensiones: dependencia económica, vivienda y padres, compuestas por ocho indicadores en total: número de hijos y dependencia económica, para la primera dimensión; pertenencia, material, servicios y hacinamiento, para la segunda dimensión; y ausencia de los padres y nivel educativo de la madre, para la última dimensión (ver Tabla 8). La selección de las dimensiones y los indicadores fue hecha con base en la literatura antes mencionada y en las preguntas disponibles en la encuesta de ingreso al programa TIP - JSF.

Tabla 8 Dimensiones e indicadores a Nivel Hogar del Índice de Vulnerabilidad Juvenil propuesto 

Nivel Hogar
Dimensión Indicador Descripción
Dependencia económica Número de hijos Es vulnerable si tiene al menos un hijo. No es vulnerable si no tiene hijos.
Dependencia económica Es vulnerable si al menos una de las personas de la familia, que no sea su hijo, depende económicamente del joven. No es vulnerable si ninguno depende económicamente del joven, excepto su hijo.
Vivienda Pertenencia Es vulnerable si vive en una vivienda que no es propia (arriendo, alquiler o invasión). No es vulnerable si es propia sin o con hipoteca.
Material Es vulnerable en cualquier caso que no esté construida en cemento. No es vulnerable si la casa está construida en cemento.
Servicios Es vulnerable sino cuenta con todos los siguientes servicios: agua, energía, alcantarillado, gas natural conectado a red pública, internet, recolección de basuras, parabólica. No es vulnerable si cuenta con todos estos servicios.
Hacinamiento Es vulnerable cuando duerme con dos o más personas en su habitación. No es vulnerable si no duerme con ninguna o con una más.
Padres Ausencia de los padres Es vulnerable si no vive con uno o con ninguno de sus padres por las siguientes razones: Porque falleció por una enfermedad, porque fue asesinado, porque falleció en un accidente de tránsito, porque se suicidó, porque lo abandonó, nunca lo conoció. No es vulnerable si vive con los dos o si no vive con ellos, pero mantiene en contacto.
Nivel educativo de la madre Es vulnerable si su madre ha alcanzado como máximo nivel educativo los estudios secundarios incompletos o menos. No es vulnerable si su madre tiene estudios secundarios completos o más.

Fuente: elaboración propia.

Al analizar cada uno de los indicadores se encuentra que una gran proporción de las y los adolescentes y jóvenes del programa TIP - JSF son vulnerables en variables como servicios del hogar y asistencia escolar (81 y 75 por ciento, respectivamente). Otros indicadores como alfabetismo y material de la vivienda presentan vulnerabilidad en una menor proporción de las y los adolescentes y jóvenes, sin embargo, esto denota carencias importantes en la calidad de vida de estas personas (Figura 5).

Fuente: elaboración propia con base en la encuesta de ingreso al programa.

Figura 5 Proporción de adolescentes y jóvenes que registran vulnerabilidades por indicador del Índice de Vulnerabilidad Juvenil 

Así mismo al observar las vulnerabilidades en cada uno de los indicadores por sexo, las variables de servicios y asistencia escolar continúan siendo las más repetidas entre las vulnerabilidades que presentan los participantes. Vale la pena destacar que, en el indicador de tenencia de hijos, la proporción de mujeres vulnerables es mayor a la de los hombres: 42 y 18 por ciento , respectivamente (Tabla 9).

Tabla 9 Proporción de adolescentes y jóvenes que registran vulnerabilidades por indicador del Índice de Vulnerabilidad Juvenil, según sexo 

Indicador Hombre % Mujer % Total %
Alfabetismo 31 2 13 2 44 2
Material vivienda 47 4 19 3 66 4
Enfermedad crónica no transmisible 69 5 52 9 121 7
Situación de discapacidad 111 9 36 6 147 8
Actividad deportiva y cultural 64 5 102 17 166 9
Ausencia de los padres 220 17 135 23 355 19
Bachillerato 283 22 158 27 441 24
Hacinamiento 266 21 206 35 472 26
Número de hijos 229 18 246 42 475 26
Dependencia económica 432 34 139 24 571 31
Pertenencia vivienda 477 38 246 42 723 39
Nivel educativo de la madre 646 51 314 53 960 52
Asistencia escolar 954 76 433 7 1,387 75
Servicios 1016 81 476 81% 1,492 81
Total 1,258 589 1,847

Fuente: elaboración propia con base en la encuesta de ingreso al programa.

Ahora, para clasificar a las y los adolescentes y jóvenes se establecen los siguientes rangos de número de vulnerabilidades: adolescentes y jóvenes con cero indicadores en vulnerabilidad son no vulnerables; adolescentes y jóvenes con uno a siete indicadores en vulnerabilidad son vulnerables; y adolescentes y jóvenes con 8 a 14 indicadores en vulnerabilidad son extremadamente vulnerables (Tabla 10).

Tabla 10 Clasificación según número de vulnerabilidades 

Clasificación No. de vulnerabilidades
No vulnerables 0
Vulnerables 1 a 7
Extremadamente vulnerables 8 a 14

Fuente: elaboración propia.

Al aplicar el IVJ a las y los adolescentes y jóvenes participantes del programa TIP - JSF se encuentra que solo 0.7 por ciento de ellos son no vulnerables, lo cual es un resultado esperado teniendo en cuenta el contexto de inequidad, exclusión y pobreza urbana en la que viven estas personas, mientras casi 98 por ciento se clasifican como vulnerables al tener entre uno y siete indicadores en los que presentan una situación de desventaja y el restante 2.1 por ciento son identificados como extremadamente vulnerables (Tabla 11).

Tabla 11 Proporción de adolescentes y jóvenes por clasificación de vulnerabilidad, según sexo 

Clasificación Hombre % Mujer % Total %
No vulnerables 8 0.6 5 0.8 13 0.
Vulnerables 1,233 98.0 562 95.4 1,795 97.2%
Extremadamente Vulnerables 17 1.4 22 3.7 39 2.1
Total 1258 589 1,847

Fuente: elaboración propia con base en encuesta de ingreso al programa.

Al profundizar en los indicadores en los que presentan desventajas las y los adolescentes y jóvenes clasificados como vulnerables, que son la mayoría, es posible observar que las carencias en servicios públicos de la vivienda, la inasistencia escolar, y un bajo nivel educativo de la madre continúan siendo las dificultades o características más comunes entre los jóvenes participantes del programa (Figura 6). Vale la pena destacar que, si bien la proporción de madres adolescentes que son vulnerables es mayor que la proporción de hombres que también tienen al menos un hijo (40.39 y 17.52 por ciento , respectivamente), el indicador de dependencia económica que denota que una persona de la familia -diferente a un hijo- depende económicamente del adolescente o el joven es más común entre hombres que entre mujeres (33.66 y 22.6 por ciento , respectivamente). En la realidad esto se evidencia en muchas ocasiones cuando el padre de familia falta y es el hermano mayor que pasa a asumir las responsabilidades del hogar, especialmente económicas.

Fuente: elaboración propia con base en la encuesta de ingreso al programa.

Figura 6 Proporción de adolescentes y jóvenes que son clasificados como vulnerables por indicador, según sexo 

Finalmente, hay diferencias importantes entre hombres y mujeres en los indicadores de hacinamiento y realización de actividades culturales y deportivas. Siendo 33 por ciento de las adolescentes y jóvenes que duermen en una habitación con dos o más personas, frente a 21 por ciento en el caso de los hombres, hay que denotar que las condiciones de desventaja a la que se enfrentan los participantes del programa van más allá de las barreras para educarse y de su inserción temprana al mundo laboral, llegando a permear incluso su día a día habitando una vivienda que no cuenta con todos los servicios públicos básicos y que además no cuenta con el espacio suficiente para residir en ella. Respecto a la realización de actividades culturales y deportivas, la mayor proporción de mujeres que no realizan estas actividades con frecuencia frente a la de los hombres (16.7 y 4.8 por ciento , respectivamente), muestran la necesidad de fortalecer la práctica de actividades de recreación y salud en la vida diaria de las adolescentes y jóvenes participantes del programa TIP - JSF (Figura 6).

Limitaciones

Si bien el estudio aquí planteado busca resaltar las principales desventajas o condiciones de vulnerabilidad a las que se enfrentan los participantes del programa TIP - JSF que pueden llegar a representar las condiciones de otros jóvenes que sin ser participantes de pandillas viven en contextos de exclusión y desigualdad similares, se reconoce la necesidad de profundizar en próximos estudios considerando otro segmento de la población juvenil de Cali, que a pesar de poder tener una mejor condición económica -habitantes de estratos socioeconómicos medios o altos- también se enfrentan a cuestiones de vulnerabilidad.

Discusión

Como explica Alvarado y Muggah (2018) los niveles de violencia suelen ser mayores en los barrios urbanos más pobres y en las zonas periféricas de las ciudades donde, además, el tipo de delito suele ser de carácter más violento en comparación con barrios de mayor ingreso. Lo anterior, termina entonces por reforzar y profundizar el sentimiento de inequidad y la exposición de sus habitantes no solamente a la violencia económica sino también a la de pandillas o crimen organizado. Es por esto por lo que Latino América y el Caribe, una región caracterizada por una alta proporción de personas vulnerables y de bajos recursos es también cuna de las ciudades más peligrosas del mundo -41 de las 50 ciudades con los mayores índices de homicidios- entre las cuales se encuentra Cali (Alvarado y Muggah, 2018).

Entre las estrategias tomadas, especialmente, por los gobiernos locales, para prevenir y reducir el crimen y la violencia en las ciudades, explica Alvarado y Muggah (2018), se encuentra la priorización de acciones enfocadas en los grupos más vulnerables que, en este caso, son la población adolescente y joven de bajo estrato socioeconómico participante de pandillas en la ciudad de Cali.

La vulnerabilidad es un concepto multidimensional, entendido como la imposibilidad del individuo para enfrentar una situación de carácter positivo o negativo o como la incertidumbre frente a la protección y posibilidad de disfrute o goce de los derechos básicos. No es solo una condición del momento presente, sino que de una u otra manera determina el futuro de quienes la viven más fuertemente, lo que la hace heredable y determina su carácter intergeneracional.

La estimación de un índice de vulnerabilidad resulta una tarea dispendiosa, que comienza en el determinar cuáles son los indicadores que lo compondrán. Por un lado, dicha dificultad se debe a la gran cantidad de variables que pueden tenerse en cuenta. Por otro, a la disponibilidad de la información e incluso, a la unidad transversal de análisis: individuo, hogar, comunidad. Es una tarea difícil, también por la interdependencia que existe entre las condiciones de la comunidad con las del hogar y las de este último con las individuales. Así las cosas, se deben considerar condiciones tanto intrínsecas como extrínsecas, las propias al ser humano y las que, contingentes a situaciones externas, serán variables en cada individuo.

En la propuesta para la estimación de un Índice de Vulnerabilidad Juvenil descrita en el presente trabajo se exploran algunas condiciones de vulnerabilidad, usando información de un grupo de adolescentes y jóvenes pertenecientes a pandillas y habitantes en los estratos socioeconómicos más bajos de la ciudad de Cali. Los catorce indicadores tomados en cuenta para el cálculo del índice, si bien son considerados dada su importancia para poner a los individuos en una situación de vulnerabilidad y su disponibilidad en la fuente de información, existen otros factores que son susceptibles de emplear y que podrían ser tomados en cuenta para ampliar el IVJ propuesto.

Empleando el IVJ ya descrito se encontró que más de 95 por ciento de las y los adolescentes y jóvenes participantes del programa presentan entre uno y siete características de vulnerabilidad, llevándolos a clasificar como vulnerables según el rango establecido. Por otro lado, dos por ciento de las y los adolescentes y jóvenes registraron están expuestos a ocho o más características de vulnerabilidad, haciéndolos extremadamente vulnerables. Al observar cuáles eran los indicadores en los que las y los participantes presentaban más carencias, se encontró que la inaccesibilidad a alguno de los servicios públicos (agua, energía, alcantarillado, gas natural conectado a red pública, internet, recolección de basuras y parabólica) y la inasistencia escolar en una edad en la que se debería estar recibiendo formación en algún centro educativo son condiciones comunes entre las y los adolescentes y jóvenes clasificados como extremadamente vulnerables. Si bien la ausencia de los padres es un factor que se da en menor proporción frente a los otros indicadores, la familia representa una red de apoyo fundamental, ya que como plantea Rodríguez (2001), las y los adolescentes y jóvenes no sólo dependen emocional y económicamente de estos, sino que también encuentran en ellos una fuente de transmisión de recursos y activos. Adicionalmente, si el o la adolescente o joven presenta alguna condición de discapacidad, en este caso, 14 por ciento de mujeres y 18 por ciento de hombres, las redes de apoyo o de contacto toman un papel más preponderante.

Agradecimientos

Las autoras agradecen el acompañamiento de Melony Lacle como asistente de investigación en la Convocatoria de Apoyo al Fortalecimiento de los Centros de Investigación de la Universidad del Valle 2020, CIDSE-VRI. Esta investigación también tuvo recursos del programa “Inclusión productiva y social: programas y políticas para la promoción de una economía formal", código 60185, que conforma Colombia Científica-Alianza EFI, bajo el Contrato de Recuperación Contingente No. FP44842-220-2018.

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Recibido: 14 de Marzo de 2021; Aprobado: 30 de Marzo de 2023

Diana Marcela Jiménez Restrepo Profesora Titular del Departamento de Economía, Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle. Magíster en Economía Aplicada y Economista de la misma universidad. Integrante del Grupo de Investigación Desarrollo, Crecimiento Económico y Mercado Laboral. Clasificación A en Colciencias con categoría de Investigadora asociada en la misma entidad. Intereses investigativos en temas de empleo (calidad, asignación salarial, emparejamientos laborales) con enfoque de género. Dirección electrónica: diana.marcela.jimenez@correounivalle.edu.co Registro ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9639-036X

María Castillo Valencia Profesora Titular e investigadora del Departamento de Economía, Facultad de Ciencias Sociales y Económicas de la Universidad del Valle en Cali, Colombia. Doctora en Economía de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul, en Brasil. Integrante del Grupo de Coaptar. Clasificación B en Colciencias con categoría de Investigadora asociada en la misma entidad. Autora de artículos sobre conflicto y violencia urbana. Actualmente está dedicada a investigar en temas de desigualdad y pobreza; procesos de intervención social con población vulnerable con enfoque diferencial y de género. Su más reciente publicación junto a otros investigadores fue el libro Barreras Invisibles: Jóvenes, pobreza y violencia. Dirección electrónica: maria.d.castillo@correounivalle.edu.co Registro ORCID: https://orcid.org/0000-0003-4228-3902

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