Introducción
La migración es el desplazamiento de un lugar a otro en busca de mejores condiciones de vida, actividad que el ser humano ha realizado desde sus orígenes. Proceso que se lleva a cabo por lo menos en dos fases, la de dejar o salir de un lugar y la de llegar y arraigarse en otro, aunque sea temporalmente (Levine, 2008). El estudio de la migración de mexicanos hacia Estados Unidos se ha concentrado principalmente en las diversas regiones de destino, y en regiones de origen en el centro y occidente, y cada vez más en el sureste, sin la suficiente atención en el norte. Incluso considerando que al final de la primera década del siglo XXI, la tasa de desempleo en todos los estados norteños fue especialmente alta, lo cual sugiere una crisis en la industria de la manufactura (Ybáñez y Alarcón, 2014). Vista desde el norte mexicano, la migración parece tener tonos distintos al del resto del país.
La exposición al "lado americano" dese la frontera norte de México, hace que el "sueño americano", en muchos casos, sea una realidad cotidiana. El proceso de migrar desde la frontera, pierde su sentido mítico entre muchos fronterizos, a diferencia de otros lugares donde migrar es un ritual de paso enraizado en la comunidad (Jarvis et al., 2009).
El presente trabajo averigua cómo los jóvenes estudiantes de secundaria, preparatoria y universidad en tres ciudades fronterizas del norte de México: Tijuana, Baja California, Nogales, Sonora y Ciudad Juárez, Chihuahua, ven la educación y la migración para conseguir futuros empleos, sobre su deseo de trabajar en Estados Unidos, así como el panorama laboral en México. Los estudiantes en estas tres ciudades fronterizas valoran la educación en México para conseguir un empleo futuro en Estados Unidos. Esto debe preocupar y ocupar a quienes siguen advirtiendo la pérdida de capital humano: actores gubernamentales, empresarios y académicos. Esto desde la región donde la relación con la economía estadounidense es cotidiana. Aquí la migración es menos intensa que en otras zonas del país. El Consejo Nacional de Población (CONAPO) considera a Baja California, Chihuahua y Sonora, estados fronterizos, regiones con densidad migratoria1 media, a diferencia de otros estados como Zacatecas, Guanajuato, Michoacán o Nayarit, que no son fronterizos y son considerados como estados con alta densidad migratoria (CONAPO, 2010).
Es importante hacer notar que el artículo destaca las ideas de los estudiantes sobre sus propias decisiones de migrar o no. Hablan de la migración como una decisión propia y no como una obligación impuesta. Es relevante su percepción sobre educación y migración, ya que ésta última tiene como característica la juventud (Tinley, 2008). De cada 100 mexicanos que residen en la Unión Americana, 24 están entre 15 y 29 años (INEGI, 2013). Como muestra de lo anterior: Tinley señala que entre 1997 y 2002, al menos 45 mil menores de edad, la mayoría entre 15 y 17 años, salieron de Guanajuato rumbo a Estados Unidos, lo que causó el abandono de sus estudios (2008). Así también, de acuerdo con los datos de la Encuesta sobre Migración en la Frontera 2007, 55 por ciento de los jóvenes que emigraron al norte estaban entre los 15 y 29 años y sólo 7.1 por ciento de ellos contaban con niveles educativos de media superior y provenían básicamente de cuatro estados, Sinaloa, Chiapas, Sonora y Distrito Federal (Nájera y Hernández, 2009). Esto a su vez da como resultado que, según estimaciones del Conapo, seis de cada diez mexicanos en Estados Unidos, de 25 años o más, no concluyeron el nivel medio superior (CONAPO, 2013).
El presente trabajo está dividido en cuatro partes, en la primera se explora la teoría de la cultura de la migración, la cual argumenta que los sujetos involucrados en contextos sociales donde la migración está presente, estarán más influidos y propensos a migrar en algún momento. De igual manera consideramos la geografía de la percepción que propone que los individuos actúan en relación a su entorno físico, seguido de la metodología utilizada en la investigación. La segunda parte presenta la educación en los estados fronterizos en comparación con otros de alta densidad migratoria para encontrar claves y así discutir la teoría de la cultura de la migración. La tercera parte aborda la frontera norte de México como asimétricamente interdependiente, desde donde se ofrece una visión diferente sobre la migración. En la cuarta parte se muestran los hallazgos de las encuestas en las tres ciudades fronterizas y por último las conclusiones.
Desde la teoría
Para muchas comunidades en México, la migración hacia Estados Unidos no es una decisión casual o imprevista, de hecho, es un acto definido a plena conciencia, incluso con preparación previa; por ejemplo, Monroy (2008) en su estudio realizado con los indígenas Pames de Jalpan, municipio de Querétaro, apunta que éstos, solicitaron a las autoridades del Consejo Nacional de Fomento Educativo (CONAFE), que los instructores comunitarios no impartieran clases a sus hijos en su lengua nativa, pues preferían que los ayudaran a mejorar su español y a que les enseñaran inglés, ya que su único futuro es emigrar a Estados Unidos. La cultura de la migración es provocada por los efectos acumulativos de las constantes emigraciones de individuos espacialmente localizados, que en el tiempo han trazado una historia de desplazamientos constantes; generando actitudes, procesos, estructuras y redes sociales que incrementan la experiencia de la migración internacional, que constantemente fomentan, validan y facilitan la participación en este movimiento (Jarvis et al., 2009). Desde esta perspectiva, la exposición a experiencias migratorias, principalmente desde el ambiente familiar, o en la comunidad; ambientes determinantes de los procesos de aprendizaje y de las trayectorias escolares durante la infancia y juventud, abriría desde el imaginario del joven la posibilidad de migrar en el futuro cercano (Giorguli y Serratos, 2009). El efecto familia y amigos, se caracteriza como un "capital migratorio económico", donde las redes migratorias configuran una forma de capital social (Duran y Massey, 2003), el conjunto de lazos personales que conectan a los migrantes, a los que migraron antes y a los que no son migrantes con los lugares de origen y destino a través de lazos de parentesco de amistad y de paisanaje (Massey et al., 2009).
Según demostró el trabajo realizado por Aquino (2012), los zapotecas serranos cruzan por la línea de Tijuana, específicamente por la garita internacional México-San Ysidro; para este grupo los lazos comunitarios resultan de gran valor para franquear con éxito la frontera y reducir el riesgo y el sufrimiento de hacerlo. Para cruzar por la línea no sólo se necesita dinero para pagar un pollero sino una red migratoria comunitaria que provea recursos. Muchos cruzan escondidos en los automóviles o con documentos prestados.
En regiones donde la cultura de la migración es amplia, se ha encontrado que los jóvenes disminuyen las probabilidades de asistir a la escuela o de terminar el nivel secundario debido a que hay una mayor exposición a la migración (Procuraduría Agraria; 2010). La presente investigación matiza algunas ideas que se han generado sobre estudios de comunidades migrantes en México, en el sentido de que las comunidades inmersas en círculos migratorios condicionan a sus integrantes a migrar.
Se problematiza la teoría de la cultura de la migración, tomando en cuenta la geografía de la percepción, o lo que Harvey (2009) llama la imaginación geográfica o conocimiento espacial, que toma en cuenta el espacio físico como elemento fundamental para la toma de decisiones, que permite al individuo reconocer el rol de espacio en su propia biografía para relacionarlo con lo que ve alrededor de él y reconocer cómo las transacciones individuales y entre las organizaciones, son afectadas por el espacio que las separa. A través de la geografía de la percepción, se pregunta ¿cómo los individuos interiorizan lo que perciben y en consecuencia actúan? y ¿cómo interactúan con su entorno físico y lo transforman?
A través de nuestras vidas estamos inmiscuidos en esfuerzos para formar espacios en los cuales vivimos y al mismo tiempo esos espacios establecidos y envolventes, están formando nuestras vidas de muchas maneras. Estamos como lo señala Soja (2010), ineludiblemente incrustados en geografías alrededor de nosotros y al mismo tiempo somos actores de contextos sociales y siempre involucrados de una manera u otra en el quehacer de nuestras biografías e historias colectivas.
Tomar la decisión de emigrar desde regiones rurales o de zonas urbanas, involucra estructuras sociales presentes en cada uno estos ambientes. Niños y jóvenes en espacios rurales y urbanos desarrollan diferentes habilidades, experiencias y entendimientos del espacio en los cuales están enraizados (Del Casino, 2009). Para el caso que nos ocupa, las instituciones educativas han jugado un papel importante para tomar la decisión de seguir estudiando o partir de ahí. En Tlacuitapa, un poblado de alta densidad migratoria, en la región de los Altos de Jalisco, los jóvenes estudiantes que radican en esta región, así como los que emigraron a Estados Unidos, tienen las mismas aspiraciones educativas (el mayor nivel escolar que cada individuo desea completar). Sin embargo, los jóvenes residentes en Tlacuitapa han estudiado menos años que los jóvenes tlacuitapenses que han migrado. Por una sencilla razón, en Tlacuitapa no existe una preparatoria y los que quieran asistir a ella, tendrán que ir por lo menos a la ciudad de Lagos de Moreno, Jalisco o emigrar más al norte (Silva et al., 2011).
Meza y Pederzini (2009), utilizando la Encuesta Nacional de Hogares Rurales en México (ENHRUM), encuentran que la migración está relacionada con menor pobreza, pero, afecta negativa y significativamente a la educación de los migrantes. La cultura de la migración, en el ámbito rural promueve menos escolaridad. Se debe considerar que el sistema educativo mexicano priorizó las áreas urbanas y las necesidades de las clases medias y a pesar de los avances en zonas rurales, se consolidó un sistema de distribución desigual de la educación, con marcadas diferencias regionales. Esto implica que conforme aumenta el nivel de urbanización, la asistencia y el logro educativo son mayores y el rezago menor (Giorguli et al., 2010). La cultura de la migración predomina sobre la educación en regiones donde no existe la posibilidad de ejercer el derecho constitucional a educarse.
Habrá que analizar la cultura de la migración dentro de la cultura de la frontera, cuyos elementos centrales son interacciones densas, intensas y simultáneas entre las dos naciones y por individuos transnacionales. En un territorio de conflicto internacional, entre disputas étnicas y su adaptación a ellas.2 Estos son elementos centrales en los valores, pensamientos y conductas de la gente fronteriza (Martínez, 1998). Acostumbrados a las interacciones transnacionales, muchos fronterizos se ven frente a Estados Unidos más como viajeros frecuentes o commuters, (personas que cruzan hacia ambos lados la frontera de manera cotidiana) (Anguiano, 2005; Escala y Vega, 2005), que como migrantes.
Metodología
Como estudio exploratorio, para entender lo que piensan los estudiantes fronterizos con respecto a la educación, empleo y migración, se seleccionó una muestra representativa de alumnos en escuelas públicas de secundaria, media superior y superior en las ciudades de Nogales, Ciudad Juárez, y Tijuana. La población para el estudio, está formada por alumnos de secundaria, media superior y superior, que por alguna razón guardan relaciones de migración: nacieron en Estados Unidos, o vivieron, o estudiaron, o tienen familiares que viven o han vivido del otro lado de la frontera o fueron migrantes repatriados a México; para identificar nuestra población objeto de estudio fue necesario identificar en cada una de las instituciones a jóvenes que cumplían con la anterior condición. Para el cálculo del tamaño de la muestra se tomó como base las cifras escolares 2010-2011, donde se registraron un total de 4 675 alumnos inscritos en los niveles medio superior y superior exclusivamente, de los cuales 2 670 son hombres y 2 005 mujeres, en la Tabla 1, se puede identificar, el número total de encuestados por ciudad y la manera en que dichos estudiantes estaban distribuidos en las diversas escuelas de nivel medio superior y superior (para el cálculo de la muestra, véase el anexo 1 al final).
Fuente: elaboración propia con base en datos de José Guadalupe Rodríguez et al. (2014), Retos y perspectivas de política educativa incluyente en familias trasnacionales, migración de niños y adolescentes menores de 18 años en la Frontera Norte. Estudio de caso en zonas escolares de alta densidad migratoria (Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez), CONACYT/SEP/SEB, 145941, Informe Final.
Las encuestas recogen el pensar de estudiantes de secundaria, de media superior y de universidad en tres ciudades fronterizas y esto ayuda a entender qué están pensando los jóvenes fronterizos sobre su futuro. Posibles hipótesis pueden surgir de los siguientes resultados. La encuesta recoge múltiples respuestas sobre migración, educación, trabajo y vida transnacional en la frontera. En el presente trabajo sólo se aborda la relación entre educación y deseo de trabajar en Estados Unidos. La investigación fue producto del proyecto: Retos y perspectivas de política educativa incluyente en familias trasnacionales, migración de niños y adolescentes en la Frontera Norte (Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez), CONACYT/SEP/ SEB, 145941. Se realizaron un total de 414 encuestas a alumnos de secundaria, preparatoria y universidad de las tres ciudades fronterizas entre octubre y diciembre de 2012, acudiendo a salones de clase donde con el permiso de las autoridades escolares y maestros se aplicó el instrumento a los alumnos. La distribución se muestra en la Tabla 1.
Desde la educación
A nivel nacional, la educación pública y privada ha venido incrementándose (Giorguli et al., 2010; Silva et al., 2011). Por primera vez, en 2010, la educación básica fue superior a 90 por ciento en todas las entidades de México y también se ha incrementado en los niveles superiores (Vargas y Cruz, 2012). Sin embargo, existen diversos elementos que amenazan esa expansión, entre ellos la migración. Por ejemplo, transcurrida la primera década del siglo, los niveles de educación entre los migrantes internos mexicanos son más bajos en comparación con los niveles de educación de los jóvenes nacidos en la frontera norte (Vargas, 2012).
Si se considera la eficiencia terminal como indicador de la mejora en la educación nacional, se observan porcentajes similares en estados con alta, media y baja densidad migratoria, como se muestra en la Tabla 2.
* La eficiencia terminal nos permite conocer el número de alumnos que terminan un nivel educativo de manera regular, es decir, dentro del tiempo ideal establecido, demostrando los estragos de la reprobación y deserción (rendimiento escolar). Fuente: Secretaría de Educación Pública. Sistema para el Análisis de la Estadística Educativa, en http://planeacion.sep.gob.mx/estadistica/sistesepportal/sistesep.html.
En veinte años la eficiencia terminal se incrementó sobre todo a nivel primaria. En nivel secundaria el incremento fue menor, el nivel medio superior sólo se incrementó en menos de 10 puntos porcentuales. De los estados representados en la Tabla 2, Baja California y Chihuahua estaban considerados por el Conapo con un índice de intensidad migratoria medio, y Sonora con un índice bajo en el año 2000. Para 2010, Sonora subió a un grado medio de intensidad migratoria. Zacatecas, en ambos años está considerado como muy alto en el índice de intensidad migratoria, lo mismo que Hidalgo, mientras que Tabasco se ubicó como muy bajo, en estos dos años.
La eficiencia terminal en estos estados es muy similar. Destaca Tabasco que tiene el mayor porcentaje de eficiencia terminal en media superior y al mismo tiempo tiene el índice de intensidad migratoria más bajo, sin embargo, Zacatecas, que tiene un índice de intensidad migratoria muy alto, tiene al mismo tiempo una eficiencia terminal en media superior más alta que estados con un índice de intensidad migratoria medio. La cultura de la migración no se observa en esta tabla, pues todos los estados tienen similares tasas de eficiencia terminal. No se observa una mayor deserción escolar, por lo menos a nivel medio superior, en los estados de muy alto índice de intensidad migratoria, en comparación con los estados con un índice medio o muy bajo. Esto se debe a que no se visualizan las diversas comunidades de cada estado, particularmente las rurales.
A la par del crecimiento de la eficiencia terminal, ha aumentado la migración de mexicanos a Estados Unidos en los últimos veinte años. No es claro que los que han desertado de la escuela lo hicieron por emigrar a Estados Unidos. Seguramente para muchos no es así. Lo que es más claro, es que para los que han emigrado, la escuela no fue incentivo para permanecer en el país y seguir estudiando para conseguir empleo.
La educación es parte del análisis de las condiciones de vida que enfrentan los migrantes mexicanos en las regiones de destino. Existe una amplia discusión acerca de que la baja educación propicia las malas condiciones laborales y de vida (Borjas; 2006). La extensa frontera México-Estados Unidos ha permitido que emigren grandes sectores poco educados y poco capacitados laboralmente, no obstante, estudios recientes han encontrado evidencias de que cada vez emigran sectores de la población con más educación formal, medida en años terminados de escuela. Sin embargo, las malas condiciones laborales y los bajos salarios prevalecen. En este escenario otros factores deben de tomarse en cuenta, como el creciente sentimiento antiinmigrante que se concreta en las políticas públicas que criminalizan la migración indocumentada; lo que Massey (2007) denomina las nuevas políticas de demonización. Así también es necesario considerar el papel de las crisis económicas recurrentes en la última década en Estados Unidos y el desempleo, que para los latinos fue el más alto en toda la nación, alcanzó 12.9 por ciento en 2009 (Cabrera-Hernández et al., 2011)
Migrar desde la frontera
La frontera norte de México es una de las más dinámicas del mundo, la región involucra una asimetría particularmente económica, no vista en otras regiones del planeta. Comprende una globalización social y cultural, ya que a través de ella se da movimiento de personas cargando ideas, información e imágenes (Keohane y Nye, 2000). La frontera crea orden, y/o pertenencia, afiliación y membresía, y la vía por la cual el proceso de inclusión y exclusión se institucionaliza (Newman, 2006). Las nuevas concepciones sobre las fronteras van más allá de pensarlas sólo como procesos limítrofes o como fronteras físicas; esa nueva visión incluye la consideración de los efectos que inciden significativamente en la cotidianidad de las personas a nivel local (Newman, 2006). La frontera México-Estados Unidos es asimétricamente interdependiente a tal grado que se pueden generar prácticas de autogobierno, self-governance, como la intervención de actores individuales e institucionales para facilitar el cruce transfronterizo (Rodríguez y Hagan, 2011). Como ejemplo están los pases médicos para facilitar el cruce de ciertas personas. Se crean oportunidades para los fronterizos, permitiendo una transferencia cultural. La afinidad étnica o cultural entre las personas adyacentes a la línea limítrofe realza las interacciones transnacionales, y las actividades que la cruzan son intensas por la amplia presencia de personas de origen mexicano que viven en la región fronteriza estadunidense, quienes han mantenido estrechas relaciones con los mexicanos del sur (Martínez, 1998).
Las bardas, las garitas para cruzar legalmente, las aglomeraciones por los constantes cruces fronterizos, las historias y experiencias al cruzar con o sin documentos, los agentes de la patrulla fronteriza fuertemente armados, los traficantes de drogas y personas, los deportados, etcétera, constituyen parte del paisaje urbano de las ciudades fronterizas del norte de México. También la delincuencia forma parte del paisaje fronterizo, la cual se ha apoderado de zonas de tránsito de migrantes y las historias funestas se multiplican. Como anota Valenzuela,
Tijuana y San Diego aluden a una condición de vecindad indisoluble, con vínculos intensos que han marcado procesos económicos, sociales y culturales de ambos lados, pero no se aman. Existen muchas razones para el desamor (Valenzuela, 2012: 19).
En el mismo sentido se puede hablar de ciudades interdependientes situadas en ambos lados de la frontera (Mapa 1).
Con un gran número de cruces fronterizos legales, en ambas direcciones, se crean las fronteras interdependientes, generando en muchos casos lo que Martínez (1998) llama ejemplos de ciudades gemelas, BrownsvilleMatamoros, Laredo-Nuevo Laredo, Ciudad Juárez-El Paso, Douglas-Agua Prieta, Nogales-Nogales, Calexico-Mexicali, y San Diego-Tijuana. Solamente entre Tijuana y San Diego, se pasó de 33 491 cruces fronterizos vehiculares en 1995 a 69 200 en 2010. En esos 15 años han cruzado la frontera en ambas direcciones 260 millones de peatones (Cervantes, 2011).
Las tres ciudades del estudio (Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez) son al mismo tiempo ciudades de migrantes, ya que han incrementado su población por los nutridos flujos migratorios durante las últimas décadas y se han convertido en cruces fundamentales hacia el norte (Quintero, 2015). La región fronteriza desde los años sesenta ha desarrollado modelos de producción que han colocado a México en las cadenas de producción mundial. El modelo maquilador desarrollado con mayor intensidad en la década de los ochenta, trajo mano de obra barata incentivando la migración desde diversos lugares de México. Estas ciudades son paso pero al mismo tiempo destino de muchos en su camino al norte, cuya dinámica no necesariamente explican la migración, en un sentido tradicional.
Una parte importante de ciudadanos de la frontera no hacen recurrentes cruces fronterizos dado que una gran cantidad de ellos no cuenta con los permisos legales para hacerlo o porque cruzar no es parte de sus actividades laborales, de esparcimiento, comerciales o educativas. Sin embargo, en alguna medida la mayoría de ellos experimentan la interdependencia, que se concreta en la influencia cultural y comercial estadunidense; por los intercambios constantes de bienes, servicios y personas, en ambas direcciones. El uso común del dólar, mayor uso del inglés, la exposición a medios de comunicación en este idioma, manejar autos estadunidenses (algunas veces importados, otras no), comprar gasolina en Estados Unidos para consumirla en México, beneficiándose de ambas economías (algunos productos más baratos en Estados Unidos y algunos servicios más baratos en México). Existen una importante cantidad de elementos que conforman la interdependencia que se fomenta cotidianamente y que a diferencia de otras regiones, expone a residentes de la frontera a elementos constitutivos del vecino del norte, sin el proceso de emigrar.
Por otro lado, existe también un sector de la población en ciudades fronterizas, que se encuentra excluido de los posibles beneficios de la cultura fronteriza; entre ellos se encuentran los sectores socioeconómicos de más bajos ingresos y los residentes en zonas marginales. Las ciudades fronterizas son un mosaico de diversas realidades, entre quienes cruzan la frontera cotidianamente para trabajar o comprar productos y servicios o bien para educarse, los que no cruzan por impedimentos legales, pero que de alguna manera les alcanza la influencia de la economía más grande del mundo, y sacan provecho de eso, y por último los excluidos, por sus condiciones de marginación y pobreza. Un dato que puede ayudar a demostrar las líneas anteriores es que entre los estudiantes de la Universidad Autónoma de Baja California, los nacidos en Tijuana cuentan en promedio con un número mayor de visas de turista y su ingreso familiar es también mayor, con respecto a los estudiantes no nacidos en Tijuana (Rocha y Ocegueda, 2014).
Hallazgos
En primera instancia, observamos cómo los jóvenes fronterizos perciben la necesidad de educarse en México para asegurarse un empleo. Sin embargo, el deseo de emigrar a Estados Unidos prevalece. Se puede inferir que consideran estudiar en México para conseguir un empleo futuro al emigrar al norte.
Lo anterior se deduce de las respuestas de 287 de 390 jóvenes educandos que constituyen 73 por ciento de la muestra, quienes consideran que es mejor estudiar en México que emigrar a Estados Unidos para conseguir un empleo. Estos números son muy similares en los tres niveles de educación (Gráfica 1).
Fuente: elaboración propia con datos del proyecto: Retos y perspectivas de política educativa incluyente en familias trasnacionales, migración de niños y adolescentes en la Frontera Norte. Estudio de caso en zonas escolares de alta densidad migratoria (Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez), octubre-diciembre 2012, CONACYT/SEP/SEB.
El 74 por ciento de los nacidos en la frontera está de acuerdo con que emigrar no les garantiza empleo, estudiar sí. Paralelamente también lo consideran así 68 por ciento de los nacidos en Estados Unidos y 79 por ciento de los nacidos en el resto de México (Gráfica 2).
Fuente: elaboración propia con datos del proyecto: Retos y perspectivas de política educativa incluyente en familias trasnacionales, migración de niños y adolescentes en la Frontera Norte. Estudio de caso en zonas escolares de alta densidad migratoria (Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez), octubre-diciembre 2012 CONACYT/SEP/SEB.
En una segunda instancia se les cuestionó sobre el deseo de trabajar en Estados Unidos, los números se invirtieron. El 64 por ciento contestó afirmativamente. Por grados escolares, secundaria y preparatoria contestaron de manera similar; sin embargo, los estudiantes de universidad que contestaron afirmativamente, fueron minoría, sólo 39 por ciento. Se puede entender, si ensamblamos estas dos preguntas, que la educación es una inversión para garantizar una mejor inserción laboral al migrar (Gráfica 3).
Fuente: elaboración propia con datos del proyecto: Retos y perspectivas de política educativa incluyente en familias trasnacionales, migración de niños y adolescentes en la Frontera Norte. Estudio de caso en zonas escolares de alta densidad migratoria (Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez), octubre-diciembre 2012, CONACYT/SEP/SEB.
En lo que respecta al cruce entre el deseo de trabajar en Estados Unidos y el lugar de nacimiento, los nacidos en la frontera desean en menor porcentaje trabajar en Estados Unidos, 58.2 por ciento frente a 61 por ciento de los nacidos en otro estado de México; contrastando con 91 por ciento de los nacidos en Estados Unidos, que desean trabajar en aquel país.
De alguna manera esto sustenta la hipótesis de que los alumnos fronterizos no necesariamente ven su futuro laboral en Estados Unidos, migrar no es el sueño que otros en diferentes lugares sí persiguen (Gráfica 4).
Fuente: elaboración propia con datos del proyecto: Retos y perspectivas de política educativa incluyente en familias trasnacionales, migración de niños y adolescentes en la Frontera Norte. Estudio de caso en zonas escolares de alta densidad migratoria (Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez), octubre-diciembre 2012, CONACYT/SEP/SEB.
En relación con la posibilidad de encontrar empleo en México, la mayoría de los estudiantes demostraron poco optimismo dado que apenas un poco más de 26 por ciento consideró que en México hay posibilidades de empleo y en Estados Unidos no. Por grado escolar, los estudiantes de secundaria y preparatoria piensan de manera similar, y los universitarios son levemente más optimistas, según se muestra en la Gráfica 5.
Fuente: elaboración propia con datos del proyecto: Retos y perspectivas de política educativa incluyente en familias trasnacionales, migración de niños y adolescentes en la Frontera Norte. Estudio de caso en zonas escolares de alta densidad migratoria (Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez), octubre-diciembre 2012, CONACYT/SEP/SEB.
Más de dos terceras partes del total consideran que estudiar en México les garantiza empleo. De igual manera, dos terceras partes de estudiantes de secundaria y preparatoria desean trabajar en Estados Unidos, no así la mayoría de estudiantes de universidad (Gráfica 6).
Fuente: elaboración propia con datos del proyecto: Retos y perspectivas de política educativa incluyente en familias trasnacionales, migración de niños y adolescentes menores de 18 años en la Frontera Norte. Estudio de caso en zonas escolares de alta densidad migratoria (Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez), octubre-diciembre 2012, CONACYT/SEP/SEB, 145941.
Esto contrasta con el panorama laboral pesimista que ven la mayoría en México. Al parecer, en una primera impresión parece que los estudiantes desean estudiar en México para después irse a trabajar a Estados Unidos; en menor medida los universitarios.
De los alumnos que contestaron sobre si habían vivido en Estados Unidos o no y sobre su deseo de trabajar en aquel país. Sólo 27.9 por ciento ha vivido al norte de la frontera. De los cuales 77 por ciento desea trasladarse para trabajar allá. Hay una relación positiva entre haber vivido al norte de la frontera y regresar a trabajar a la Unión Americana. Este porcentaje disminuye según se avanza en el grado de estudio. Puede leerse que los universitarios tienen más esperanza de trabajar en México y no tener la necesidad de migrar. Por otro lado 64 por ciento de los encuestados no ha vivido en Estados Unidos; de estos, 60 por ciento desea trabajar en aquel país.
Entre los que no tienen la experiencia de haber vivido en Estados Unidos, los universitarios tienen menos deseos de trabajar allá, según se muestra en la Gráfica 7.
Fuente: elaboración propia con datos del proyecto: Retos y perspectivas de política educativa incluyente en familias trasnacionales, migración de niños y adolescentes en la Frontera Norte. Estudio de caso en zonas escolares de alta densidad migratoria (Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez), octubre-diciembre 2012, CONACYT/SEP/SEB.
Haciendo un análisis por ciudad, los estudiantes de los tres niveles de Nogales son los que más desean trabajar en Estados Unidos, seguidos por los alumnos de Ciudad Juárez y al final los tijuanenses, 72, 68 y 56 por ciento respectivamente. Tomando la división por niveles, los alumnos de secundaria en Nogales son los que más desean trabajar en Estados Unidos, seguidos por los de secundaria de Ciudad Juárez, y en tercer lugar los de secundaria de Tijuana, 96, 70 y 59 por ciento respectivamente. Por el contrario, los alumnos que menos desean trabajar en Estados Unidos son los universitarios de Tijuana (Gráfica 8).
Fuente: elaboración propia con datos del proyecto: Retos y perspectivas de política educativa incluyente en familias trasnacionales, migración de niños y adolescentes en la Frontera Norte. Estudio de caso en zonas escolares de alta densidad migratoria (Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez), octubre-diciembre 2012, CONACYT/SEP/SEB.
En relación con la teoría de la cultura de la migración (la influencia que ejerce el entorno para emigrar), de 390 alumnos que contestaron sobre su deseo o no de trabajar en Estados Unidos, su grado escolar y si su padre o tutor ha trabajado en Estados Unidos, 91 de 390, contestaron que sí ha trabajado su padre o tutor, de éstos, 68 por ciento desea trabajar también allá. La influencia se percibe. Ésta disminuye conforme aumenta el grado escolar. El 71 por ciento de los alumnos de secundaria con un tutor que ha trabajado en Estados Unidos, desea trabajar allá, también 61 por ciento de los alumnos de preparatoria. Esta tendencia se rompe con los alumnos de universidad. De seis alumnos que tienen padre o tutor que ha trabajado en Estados Unidos, cinco desean también laborar en aquel país.
De esos 91 alumnos, cuyo padre o tutor sí ha trabajado en Estados Unidos, 72 por ciento son originarios de alguna de las tres ciudades fronterizas, 14.7 por ciento son nacidos en Estados Unidos y 12 por ciento oriundos de otro estado de la república mexicana.
Conclusiones
Alrededor de una cuarta parte de los estudiantes de secundaria, preparatoria y universidad en Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez tienen influencia directa de la migración, pues su padre o tutor ha migrado. De estos, más de dos terceras partes desean también hacerlo. Por otro lado, más de dos terceras partes de todos los encuestados consideran que es mejor estudiar que migrar para encontrar empleo. Sin embargo esta primera respuesta contraste con los deseos de trabajar en Estados Unidos.
Analizando las respuestas por lugar de nacimiento, entre los nacidos en Estados Unidos, en las ciudades fronterizas y en el resto de México, estos últimos, tienen más confianza en la educación que en la migración para conseguir empleo. Entre los nacidos en Estados Unidos, tienen un poco más confianza en la migración para encontrar empleo.
Casi dos terceras partes de todos los encuestados desean trabajar en Estados Unidos, entre los universitarios, el deseo disminuye a menos de la mitad. Por lugar de nacimiento, poco más de la mitad de los nacidos en la frontera desean menos trabajar en Estados Unidos, y los que en su gran mayoría desean trabajar del otro lado de la frontera son los nacidos en aquel país. Por otro lado, el optimismo por encontrar empleos en México es bajo, una cuarta parte de los alumnos de secundaria y preparatoria tienen optimismo y éste aumenta un poco entre los universitarios.
Solamente un poco más de la cuarta parte de todos los encuestados ha vivido en Estados Unidos y de ellos, más de dos terceras partes desean trabajar allá. De entre los que no han vivido al norte de la frontera, el deseo por trabajar allá disminuye a poco menos de dos terceras partes. De este grupo, los universitarios son los que menos desean trabajar allá. Los más jóvenes con experiencia de haber vivido en Estados Unidos, tienen el mayor porcentaje de deseo de trabajar en aquel país. Más aún los estudiantes de secundaria de Nogales quienes tienen un mayor porcentaje de deseo de trabajar allá, mientras que los universitarios tijuanenses representan el grupo que menos desea trabajar en Estados Unidos.
La educación es considerada como una garantía para encontrar empleo por los alumnos de secundaria, preparatoria y universidad en Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez, incluso, mejor que migrar a los Estados Unidos. Sin embargo, la mayoría de los entrevistados desea trabajar en aquel país. Aunado a esto, la mayoría ve un panorama sombrío laboral en México. Esto parece contradictorio pues ¿por qué estudiar? si existe el deseo de emigrar. Es probable que estemos viendo una nueva generación de migrantes fronterizos que cotidianamente ven las dificultades de la inserción en el mercado laboral estadunidense y sientan la necesidad de educarse primero para después partir. Esto puede ser un rasgo de la cultura fronteriza.
Por otro lado, se puede pensar que las nuevas generaciones de estudiantes están respondiendo a la educación como herramienta de superación; esta conclusión un tanto optimista puede complementarse con los datos económicos que indican que a diferencia de otros años, conseguir empleo en el norte ya no es tan fácil y la educación es hoy, más que en otros tiempos, un factor fundamental para hacerse de un trabajo bien remunerado en ambos lados de la frontera. Esto puede ser utilizado por los apologistas de la educación y así inhibir la deserción escolar a causa de la migración en diversas regiones del país.
Matizando la teoría de la cultura de la migración, con elementos de la geografía de la percepción, se puede apuntar que desde la frontera norte, Estados Unidos y su economía se ven diferentes. La educación a la que se puede acceder sin la necesidad de migrar, provoca en los estudiantes una relación diferente con la migración, ya no es una obligación, sino que se presenta como una opción; lo que sí queda claro es el deseo de la mayoría de los estudiantes por trabajar en una economía donde los salarios les permitan un desarrollo y estabilidad económica.
Al final, los resultados de esta investigación permiten observar que el espacio físico, donde se producen y desarrollan relaciones sociales, como el proceso educativo, puede ayudar al ajuste de teorías sobre la migración, dado que no es el espacio físico en sí, sino las relaciones que los individuos construyen en él. Desde la frontera norte, la Unión Americana se ve como un lugar no tan distante del cual se puede regresar, y si la educación lo permite, encontrar empleo en México. En otras latitudes, el retorno a los lugares de origen puede verse como un fracaso, una posibilidad remota, salvo en condiciones ajenas al migrante, como la deportación. Regresar a lugares donde no se pudo educar y los empleos escasean, tiene un tono más dramático que desde el norte de México, que para muchos ya representó la migración deseada hacia la frontera entre el primero y el tercer mundo, que produce una vibrante economía y sociedad que prospera en adaptación cultural y experimentación (Martínez, 1998).