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Papeles de población
versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425
Pap. poblac vol.13 no.54 Toluca oct./dic. 2007
Remesas femeninas y hogares en el estado de Guanajuato
Feminine remittances and households in the State of Guanajuato
Telésforo Ramírez García y Patricia Román Reyes
El Colegio de México/Universidad Autónoma del Estado de México
Resumen
El propósito de este artículo es analizar las remesas monetarias que envían las mujeres guanajuatenses emigradas a sus familiares que permanecen en sus comunidades de origen y, haciendo uso de estadística descriptiva, examinar las características de los hogares receptores, distinguiendo las remesas femeninas y masculinas, así como determinar los montos, frecuencias y usos de estos recursos. Finalmente, se reflexiona sobre los factores asociados a la recepción de las remesas femeninas en el estado de Guanajuato, tratando de identificar diferencias entre los hogares receptores según el género del remitente.
Palabras clave: migración internacional, remesas, mujeres, hogares, Guanajuato.
Abstract
The objective of the paper is to analyze monetary remittances that migrant women from the State of Guanajuato send to their relatives remaining in their communities, to examine the characteristics of households which receive remittances by means of descriptive statistics, distinguishing feminine and masculine remittances, and to determine the amounts, frequency and usage of these resources. Finally, factors associated with the reception of feminine remittances in the State of Guanajuato are examined, trying to identify differences between receptor households of monetary remittances in accordance with the gender of the sender.
Key words: international migration, remittances, women, households, Guanajuato.
Introducción
Las investigaciones dedicadas al estudio de los envíos de remesas que los inmigrantes mexicanos realizan desde Estados Unidos a sus comunidades de origen constituyen desde hace varias décadas una de las más frecuentes e importantes temáticas de análisis por parte de los investigadores del fenómeno migratorio. Los trabajos producidos al respecto se han interesado en indagar sobre el monto total de las remesas, la manera en que se gastan o invierten dichos recursos tratando de discernir entre productivos y no productivos, así como en analizar los determinantes de los flujos de remesas apoyados en las características de los remitentes (emigrantes) y los receptores (familias) (véase: Ramírez, 2002; Canales, 2004; Rosas, 2004; Lozano, 2004).
Sin embargo, a pesar de la creciente participación de las mujeres mexicanas en la migración internacional y de la gran importancia económica que las remesas tienen para las economías de millones de familias en nuestro país, muy poco se conoce sobre las remesas que envían las migrantes mexicanas a sus familiares en México. Actualmente se estima que poco más de 125 000 mexicanas cruzan cada año la frontera entre México y Estados Unidos para ir en busca del llamado sueño americano. Aunque, tradicionalmente, la mayoría de las migrantes mexicanas son oriundas de las entidades fronterizas y de los estados que conforman la región tradicional de emigración, como Jalisco, Guanajuato y Michoacán, cada vez más mujeres del centro y sur del país se han incorporado al flujo migratorio internacional. Por ello es pertinente preguntarse: ¿quiénes son las mujeres mexicanas que migran?, ¿qué particularidades adquiere el envío de remesas femeninas? Y en el caso específico del estado de Guanajuato, ¿quiénes son las migrantes que envían remesas y cuáles son los hogares que las reciben?
El objetivo de este trabajo consiste en analizar las remesas monetarias que envían las mujeres guanajuatenses inmigrantes en Estados Unidos a sus familias que residen en sus lugares de origen. Hemos elegido el caso de la migración femenina de Guanajuato porque ese estado ha sido tradicionalmente una entidad de fuerte expulsión migratoria, donde la migración femenina ha cobrado gran importancia en años recientes, y porque actualmente esa entidad ocupa el segundo lugar a nivel nacional en recepción de remesas monetarias.
Para cumplir su propósito, este artículo ha sido estructurado en seis grandes apartados. En el primero de ellos, partiendo de una breve pero minuciosa revisión de la literatura, presentamos algunos antecedentes sobre la migración internacional y las remesas femeninas, enfatizando en lo que se ha argumentado para el caso mexicano. En el segundo apartado, haciendo uso de la información recopilada por la Encuesta de Hogares en Guanajuato sobre Migración Internacional (EHGMI, 2003), se describe el perfil sociodemográfico de las mujeres migrantes internacionales en ese estado.1 La tercera parte del trabajo hace referencia a los montos, frecuencias y usos de las remesas femeninas. En los apartados cuarto y quinto se estiman los ingresos por remesas femeninas según distintas características de los hogares receptores. En la última parte, mediante la estimación de modelos de regresión logística, se indaga sobre los factores socioeconómicos y demográficos asociados a la propensión de que los hogares guanajuatenses reciban remesas femeninas.
Mujer, migración y remesas: algunos antecedentes
A pesar de que la migración de las mujeres mexicanas hacia Estados Unidos ha sido una preocupación latente en los estudios migratorios desde principios de la década de 1980, las remesas monetarias que envían las migrantes a sus familiares que permanecen en sus comunidades de origen son un tema relativamente poco documentado. Gran parte del conocimiento que se tiene sobre las remesas, tanto en México como en otros países del mundo, proviene invariablemente de investigaciones en las cuales ha prevalecido un enfoque economicista y apartado de la perspectiva de género.2
Al respecto, diferentes autoras (García y Paiewonsky, 2006; Ramírez et al., 2005; Zlotnik, 2003) han señalado que la escasez de estadísticas desagregadas por sexo, así como la visión patriarcal y androcéntrica que por mucho tiempo caracterizó los estudios sobre migración internacional, han contribuido a invisibilizar las aportaciones económicas que las mujeres migrantes hacen a sus países de origen a través de las remesas. Morokavasic (1984) menciona que las mujeres no fueron consideradas en los estudios migratorios, por lo menos hasta principios de la década de 1970, y que cuando emergieron, tendieron a hacerlo en la categoría de dependientes económicas de los varones mujeres que van siguiendo al jefe del hogar como esposas o como hijas dejando de lado la gran cantidad de mujeres que migraban como trabajadoras.
Bilsborrow (1990) atribuye parcialmente la invisibilidad de las aportaciones femeninas en los flujos de remesas a las formas de recopilación de información y análisis de los datos. El autor señala que la ausencia de preguntas relativas a la migración femenina en los censos y encuestas ha tendido a homogeneizar los desplazamientos femeninos y masculinos, así como a subestimar la participación de las migrantes en los mercados de trabajo y sus contribuciones económicas a través de las remesas. Puntualiza que para analizar el papel de las mujeres en los movimientos migratorios es necesario contar con instrumentos de información acordes con las características que distinguen la migración femenina de la masculina, como por ejemplo: el tipo y motivos de los desplazamientos, la circularidad migratoria, las redes sociales, y el papel que ocupan las mujeres en las sociedades de origen y destino, entre otras.
Sin embargo, pese a los sesgos y estereotipos todavía vigentes en muchas disciplinas, cada vez son más las mujeres que están migrando de manera independiente en busca de trabajo remunerado y de mejores oportunidades de vida (Woo, 1997). Es decir, que no sólo migran en calidad de dependientes de los esposos o por motivos de reunificación familiar, sino que, cada vez más, se desplazan de forma autónoma para incorporarse a la fuerza laboral de los países receptores, a la vez que asumen la responsabilidad de mantener los núcleos familiares que dejan en sus países de origen. De acuerdo con las cifras reportadas por el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), para 1980, las mujeres representaban 47.4 por ciento del total de los migrantes internacionales en todo el mundo. Desde entonces, la participación femenina en la migración internacional ha aumentado levemente hasta alcanzar 49.4 por ciento en 2005. En ese mismo periodo, la proporción de las mujeres latinoamericanas en los stocks de inmigrantes en los Estados Unidos pasó de 44.7 a 47.2 por ciento en el año 2005.
A la par de ese incremento cuantitativo de las mujeres latinoamericanas en la migración internacional también se ha observado un aumento considerable en los niveles de participación económica de las mujeres inmigrantes en el mercado de trabajo estadounidense (Villa et al., 2000). En los diez años recientes, la tasa de participación económica de las mujeres latinoamericanas en ese país se situó por arriba de 60 por ciento. Ese mayor protagonismo de las mujeres en la migración laboral internacional ha sido denominado por algunas autoras como 'feminización de las migraciones'.3 Para Saskia Sassen (2000), lo anterior también expresa la feminización de la supervivencia, en la medida en que la migración de muchas mujeres se relaciona con la búsqueda de empleo para asegurar la supervivencia de los grupos domésticos en países en desarrollo.
En cuanto a la migración femenina mexicana a Estados Unidos, los datos de la Current Population Survey de 2005 (CPS, por sus siglas en inglés) señalan que, en ese año, las mujeres representaban 44.6 por ciento del stock de inmigrantes mexicanos residentes en Estados Unidos. De acuerdo con dicha fuente, 19.2 por ciento de ellas había ingresado a ese país antes de 1980; 20 por ciento entre 1980 y 1989; 35.6 por ciento en el periodo de 1990 a 1999, y 24.7 por ciento entre 2000 y 2005. Actualmente, de acuerdo con la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México (EMIF, 2000-2001), se estima que poco más de 330 mil mexicanas se incorporan cada año al flujo migratorio internacional. La mayoría de las mujeres que emigran son jóvenes, solteras, cuentan con mayores credenciales educativas que los varones siete años en promedio y en su mayoría son oriundas de los estados fronterizos y de las entidades que conforman la región tradicional de emigración4 (Ávila et al., 2002).
Asimismo, la evidencia empírica sugiere que una proporción significativa de las mujeres migrantes mexicanas que llegan a Estados Unidos se insertan principalmente en actividades relacionadas con el comercio, los servicios y la manufactura, actividades tradicionalmente consideradas femeninas. Giorguli et al. (2005), por ejemplo, encuentran que 49.4 por ciento de las mujeres mexicanas residentes en Estados Unidos formaban parte de la población económicamente activa (PEA). De acuerdo con estas autoras, 17.2 por ciento se empleaba como obreras y poco más de 40 por ciento lo hacía como trabajadoras de servicios semicalificados (41.8 por ciento). Tal como indican los resultados de dicho estudio, la participación laboral de las mujeres inmigrantes mexicanas tiene un peso relevante en el conjunto total de la fuerza de trabajo, lo que afirma el hecho de que las mujeres también migran para asegurar la subsistencia familiar como parte de las estrategias del grupo doméstico.
Es por ello que las remesas monetarias, producto del trabajo de los mexicanos y mexicanas en el extranjero, se han convertido en un aspecto fundamental para el sustento económico de muchas familias mexicanas, principalmente en el medio rural. Tan sólo entre 1995 y 2000, el monto de remesas que ingresaron al país casi se duplicó al pasar de 3.6 mil millones en 1995 a poco más de 6.5 mil millones de dólares en el año 2000. Nuestro país recibió en 2006 poco más de 25 mil millones de dólares por concepto de remesas. En ese año, México ocupó el primer lugar entre los países receptores de remesas en América Latina y, por primera vez, se ubicó en el primer lugar a nivel mundial al superar a la India (Banco Mundial, 2006). Estas cifras dan cuenta de la enorme importancia que tienen dichos recursos para la economía mexicana y, sobre todo, para miles de familias en el país. De acuerdo con el Consejo Nacional de Población (Conapo), 1.4 millones de hogares mexicanos recibieron remesas del exterior en el año 2000. Las remesas constituyen un factor determinante para estos hogares, toda vez que representan casi la mitad de su ingreso corriente disponible (46.9 por ciento). De hecho, son la única fuente de ingresos para uno de cada cinco hogares receptores de remesas.
En diferentes estudios realizados a nivel nacional e internacional se ha documentado que las remesas constituyen la principal fuente de ingresos para muchos hogares, y que éstas se destinan principalmente a cubrir gastos diarios, tales como comida, ropa y vivienda, mientras que sólo una pequeña parte se destina al ahorro o a la inversión productiva. Otros estudios sugieren que los hogares perceptores de remesas y con otras fuentes de ingreso se benefician más de los recursos económicos que provienen del exterior, pues estos recursos no son únicamente empleados en cubrir las necesidades básicas del grupo familiar, sino que pueden ahorrarse, destinarse a la compra de tierra o la puesta en marcha de pequeños negocios rurales (Conway y Cohen, 1998).
Autores como Ávila (2000), Canales (2002), Conway y Cohen (1998), Lozano (2004), Ramírez (2002), Rosas (2004) y Ramírez et al. (2005), entre otros, han señalado que los patrones de envío y uso de las remesas están fuertemente condicionados por las características sociodemográficas y económicas de los remitentes y los hogares receptores. Ávila (2000) encontró en su estudio sobre las características de los hogares receptores de remesas en la región tradicional de emigración en México que los hogares dirigidos por mujeres y con altos índices de dependencia económica infantil y senil fueron los que mayores cantidades de remesas recibían, y que éstas eran empleadas principalmente en la satisfacción de las necesidades básicas.
Estos resultados han llevado a plantear la necesidad de analizar las remesas en función de las características de remitentes y receptores, a fin de llegar a conclusiones más precisas sobre el uso e impacto de las remesas. En este sentido, se ha insistido en señalar la importancia de incorporar la perspectiva de género en los estudios sobre el tema, es decir, considerar si las remesas son enviadas por un hombre o por una mujer, y tomar en cuenta las posibles diferencias que pudieran existir en las cantidades enviadas, en la periodicidad de los envíos o en el empleo de las mismas en función del sexo del remitente. De acuerdo con Ramírez et al. (2005), el género afecta las decisiones en torno a cómo invertir las remesas, quién se beneficia del recurso económico y los efectos que tiene sobre la estructura familiar, aunque la forma en que ocurren estos impactos difiere, dependiendo del contexto y de otros factores micro y macroestructurales.
En México, las pocas investigaciones que se han desarrollado sobre las remesas desde una perspectiva de género han estado centradas preferentemente en indagar sobre el uso y destino de las mismas, así como en analizar el impacto de las remesas en la autonomía y empoderamiento de las mujeres que reciben dichos ingresos (González de la Rocha, 1989; Rosas, 2004; Nemesio y Domínguez, 2004; Alvarado, 2004; Castaldo, 2004). Este tipo de estudios han sido analizados casi exclusivamente desde la perspectiva del varón como proveedor de las remesas. No conocemos investigaciones que indaguen sobre los montos, usos e impactos de las remesas enviadas por mujeres en la vida de los familiares que permanecen en sus pueblos y comunidades de origen, con excepción de algunos estudios de caso desarrollados en países como Ecuador, Nicaragua y República Dominicana, donde la migración internacional tiene un fuerte componente femenino.5
Por lo general, estos estudios indagan sobre el impacto de la migración internacional femenina y los flujos de remesas en la dinámica familiar, así como en los cambios en las relaciones de género al interior de los grupos domésticos. Por ejemplo, Ramírez et al. (2005) encuentran en un estudio de caso en Vicente Noble, República Dominicana, que las mujeres envían más remesas que los varones y, en su mayoría, son utilizadas para el sustento económico de la familia, aunque una proporción significativa es destinada a mejorar las condiciones de la vivienda y a la creación de pequeños negocios familiares. Asimismo, encuentran que, en general, estas mujeres envían las remesas a otras mujeres que residen en sus comunidades de origen. De ese modo, las decisiones en torno al uso y destino son tomadas exclusivamente por mujeres.
De igual forma, las investigaciones sobre la cuantificación de las remesas femeninas son todavía escasas en México. En algunos estudios de caso realizados en las comunidades de origen y destino de los migrantes se ha documentado que las mujeres envían, en promedio, una menor cantidad de remesas que los varones (Montoya, 2007; Barron, 2005). Por ejemplo, un estudio sobre remesas en Gabriel Leiva Sola, una pequeña localidad rural del estado de Sinaloa, Montoya (2007) encontró que, en comparación con los hombres, el porcentaje de mujeres migrantes que enviaba remesas era menor, que enviaban menos remesas en promedio y que traían menos dinero al retornar a su lugar de origen. Según dicho estudio, los hombres enviaban en promedio 552 dólares al mes, y las mujeres, 150 dólares. Sin embargo, esta autora también encuentra que las mujeres participaban más en el envío de remesas no monetarias y que se preocupan más por la adquisición de bienes y equipamiento de las viviendas.
Por su parte, Barron (2005), en un estudio con migrantes mexicanos en California, Estados Unidos, encontró que los hombres enviaban más remesas que las mujeres. De acuerdo con esta autora, 50 por ciento de las mujeres no enviaba dinero a sus familiares en México porque habían emigrado en compañía del esposo, en tanto que los hombres que mandaban remesas tenían en México a la familia. Asimismo, la autora encontró que los montos de remesas que enviaban los migrantes no eran tan significativos, particularmente entre las mujeres, pues poco más de 60 por ciento de ellas enviaba entre 100 y 200 dólares. Entre los hombres, los montos enviados eran más dispersos y estos oscilaban entre 100 y 500 dólares en el último envío. Sin embargo, pese a que las mujeres suelen enviar en promedio menos remesas que los varones, lo cierto es que una proporción de mujeres contribuye a la economía de sus hogares a través de las remesas.
Con base en estos hallazgos es posible concluir que los datos sobre las remesas femeninas en nuestro país son todavía muy fragmentados. A ello hay que agregarle que el Banco de México no realiza distinciones por sexo en sus estimaciones y, por tanto, homogeniza el envío de remesas de hombres y mujeres. En este contexto, y con la finalidad de profundizar en el conocimiento sobre las remesas femeninas en nuestro país, desarrollamos a continuación un análisis descriptivo sobre las remesas monetarias que envían las mujeres guanajuatenses inmigrantes en Estados Unidos a sus familiares en el estado de Guanajuato. Para ello presentamos primeramente una somera caracterización sociodemográfica de las mujeres migrantes guanajuatenses registradas por la EHGMI del año 2003.
Mujeres guanajuatenses en la migración internacional
La migración laboral desde México hacia Estados Unidos es un proceso social con viejos antecedentes en el estado de Guanajuato. Desde finales del siglo XIX, los guanajuatenses han formado parte de los movimientos migratorios que se dirigen a Estados Unidos. Por ello no es de sorprender que, en el quinquenio comprendido entre 1995 y 2000, poco más de 10 por ciento de los migrantes internacionales que habían ido a trabajar o buscar trabajo al vecino país del norte fueran oriundos de la entidad. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2000, de cada cien guanajuatenses que emigraron a Estados Unidos en ese periodo: 84 eran hombres y 16 mujeres.
Si bien la migración de guanajuatenses a los Estados Unidos ha sido predominantemente masculina, diversas fuentes advierten un aumento significativo en la proporción de mujeres que se han incorporado al flujo migratorio internacional en años recientes. Cruzar la frontera para buscar trabajo, reunirse con su familia o simplemente por aventura son algunos de los factores demográficos, económicos, sociales y culturales que han impulsado y sostenido la migración femenina internacional. Los datos provenientes de la EHGMI (2003) destacan que, del conjunto de los migrantes internacionales registrados en la encuesta, 82.8 por ciento eran hombres y 17.2 por ciento mujeres.
Del total de las mujeres con experiencia migratoria a Estados Unidos, 93.2 por ciento se encontraban residiendo en dicho país al momento de la encuesta y sólo 6.8 por ciento de ellas había regresado a la entidad, es decir, eran migrantes de retorno; para los hombres, esos valores fueron de 76.2 y 23.8 por ciento, respectivamente. Lo que indica que los varones presentan una mayor movilidad migratoria que las mujeres. Este patrón es consistente con los hallazgos reportados en otros estudios, en el sentido de que las mujeres presentan una mayor propensión a asentarse en Estados Unidos en comparación con los hombres (Hondagneu, 1994; Woo, 1997 y 2000). Woo (2000) menciona que el estatus migratorio es un elemento clave en la permanencia de las mujeres en Estados Unidos, principalmente para aquéllas que emigran de manera indocumentada. La autora señala, además, que las mujeres que han formado una familia y tienen hijos en el "norte" tienden a establecerse por periodos más prolongados, y que la movilidad de estas mujeres se fomenta cuando han obtenido la residencia o la ciudadanía estadounidense.6
Aunque las mujeres guanajuatenses empezaron a migrar desde el periodo de 1965 a 1986, durante la 'fase de los indocumentados' (Massey et al., 1994), esta migración se incrementó considerablemente a partir de 1987. En efecto, del total de mujeres migrantes internacionales captadas por la encuesta, más de 90 por ciento había migrado por primera vez entre 1987 y 2003. Lo anterior indica que en los años recientes las mujeres guanajuatenses han aumentado considerablemente su participación en el flujo migratorio a Estados Unidos. Cabe destacar asimismo que, en general, tanto las mujeres como los hombres guanajuatenses migran de forma indocumentada a Estados Unidos (78 y 80.6 por ciento, respectivamente) y se dirigen principalmente a los estados de California, Texas e Illinois, entidades tradicionalmente receptoras de población inmigrante mexicana.
Por lo general, las mujeres guanajuatenses migran a edades muy jóvenes, concentrándose en grupos de edad vinculados con la vida laboralmente activa, es decir, entre 15 y 40 años de edad, a los que pertenece 77 por ciento del total. La mayoría son de origen rural y, por lo general, migran casadas, aunque también es considerable la proporción de mujeres solteras que participa de la migración (26 por ciento). Estos datos permiten pensar que las mujeres de localidades rurales emigran más por razones económicas que por factores vinculados con aspectos familiares (reunificación, acompañar al cónyuge).
Las mujeres migrantes presentan un nivel de escolaridad ligeramente inferior al de los hombres: aproximadamente 26 por ciento de las mujeres había cursado al menos un año de secundaria. Estas cifras reflejan el patrón educativo prevaleciente a nivel estatal, ya que las mujeres presentan un mayor rezago educativo que los varones. De acuerdo con el Censo de Población y Vivienda de 2000, el grado promedio de escolaridad de la población de 15 años y más fue de 6.4 años; de 6.6 en el caso de los hombres y 6.2 para las mujeres. En este sentido, cabe mencionar que las migrantes guanajuatenses presentan niveles educativos inferiores a los registrados al promedio reportado para la población femenina migrante en el país: 7.2 años en promedio (Conapo, 2002).
Patrones de envío y uso de las remesas femeninas
En muchas de las investigaciones sobre la migración de mexicanos a Estados Unidos se ha documentado el alto porcentaje de la población migrante mexicana que envía remesas a sus familiares que permanecen en sus pueblos y comunidades de origen. Según cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI, 2000), poco más de nueve por ciento de los hogares perceptores de remesas en el país se ubicaban en Guanajuato. En las comunidades rurales guanajuatenses, uno de cada cuatro hogares reciben remesas, las cuales representan 66 por ciento de sus ingresos, mientras que en las zonas urbanas las reciben ocho de cada 10 hogares y representan 48.5 por ciento de sus ingresos.
En nuestro estudio, de acuerdo con la EHGMI (2003), del total de migrantes guanajuatenses que se encontraban trabajando o residiendo en Estados Unidos al momento de la encuesta, 63.7 por ciento enviaba remesas a sus familiares. Entre estos residentes, enviaban remesas 66.4 por ciento de los hombres y 53.1 por ciento de las mujeres.7
La frecuencia de envío de remesas permite esbozar algunas diferencias entre hombres y mujeres, pues mientras las mujeres suelen remitir remesas de forma irregular8 en mayor medida que los varones, éstos últimos realizan envíos más de tres veces al año, en una proporción más elevada que las mujeres. Los datos indican que los hombres migrantes guanajuatenses envían remesas más frecuentemente que las mujeres migrantes (gráfica 1). Al ser los varones quienes realizan transferencias de recursos con mayor frecuencia y en mayores cantidades que las mujeres, como se verá más adelante, es esperable que el nivel de ingresos de los hogares donde el remitente es varón sea significativamente mayor que aquellos cuya remitente es una mujer. Sin embargo, hay que ser cuidadosos con el análisis de la información para evitar conclusiones apresuradas. Si bien los datos indican que los varones envían remesas con mayor frecuencia, habría que tener en cuenta el contexto en el que ambos se ubican y considerar que la experiencia migratoria la decisión de migrar, la inserción laboral, las condiciones de trabajo en el lugar de destino, el hogar de origen que se deja atrás es distinta para hombres y para mujeres, lo que pudiera influir en la cantidad de dinero que se envía como remesa, la frecuencia con que se remite y los medios empleados para su transferencia (Ramírez et al., 2005).
En distintos estudios sobre el tema se ha señalado reiteradamente que las remesas que envían los migrantes son utilizadas básicamente para la sobrevivencia familiar, lo que confirma que la emigración laboral mexicana al vecino país del norte es, ante todo, una estrategia de los hogares para mejorar sus ingresos (véase, por ejemplo: Canales, 2002; Papail, 2006; Rosas, 2004).
Los datos de nuestro análisis reflejan un patrón similar al documentado en muchas investigaciones; sin embargo, se pueden distinguir algunos matices según sexo del remitente.
Si bien las remesas enviadas tanto por los hombres como por las mujeres guanajuatenses son destinadas principalmente a la compra de comida, la mejora de la vivienda y el pago de gastos de salud, una buena parte de los recursos económicos que ellas envían son utilizados para fiestas o eventos en la comunidad, así como para adquirir bienes para el hogar y para el ahorro. En tanto que una proporción significativa de las remesas monetarias que envían los varones se utiliza para cubrir deudas o para la adquisición de bienes, en mayor medida que las remesas consignadas por las mujeres.
De igual forma, cuando se indaga sobre las remesas en especie que envían los migrantes guanajuatenses a sus comunidades de origen, también es posible advertir algunas disparidades entre hombres y mujeres, comenzando por el hecho de que las mujeres envían remesas en especie con mayor frecuencia que los hombres (44.4 y 34.2 por ciento, respectivamente), y concentran estos envíos en artículos de uso cotidiano, tales como ropa, zapatos, aparatos eléctricos y juguetes. Con base en lo anterior, se podría sugerir que entre las mujeres migrantes el envío de remesas representa un compromiso con las necesidades familiares de sus hogares. En la línea de estos resultados, en varias investigaciones se ha documentado que las mujeres favorecen prioritariamente la atención de las necesidades familiares como alimentación, vestido, vivienda, educación y salud al momento de remitir recursos a sus hogares.
Al respecto, Ramírez et al. (2005: 54) señalan que "[...] la construcción social que hace a las mujeres responsables del mantenimiento de la vida y el bienestar de sus familiares determina el modo en que hombres y mujeres invierten las remesas". Indudablemente, las migrantes guanajuatenses han interiorizado las normativas de género que definen el rol materno como servicio constante a los hijos y esposos, y que las convierten en responsables absolutas del bienestar del hogar, lo cual se observa en los usos dados a las remesas y ratifica el hecho de que la motivación principal de las mujeres para migrar sea justamente la necesidad de garantizar la sobrevivencia familiar y asegurar un futuro para sus hijos. En este sentido, algunos estudios sobre la administración de las remesas en el hogar muestran claramente que las mujeres son mucho más eficientes para fijar prioridades; son mejores administradoras que los varones (Rosas, 2004).
En años recientes, mucho se ha discutido sobre las remesas y la inversión productiva que de ellas resulta, por considerar que se trata de un factor dinámico de transformación de los pueblos y poblaciones que las reciben, tanto en lo que se refiere al desarrollo económico y a la capacidad de ahorro en regiones empobrecidas, como al surgimiento de nuevos actores económicos, sociales, culturales y hasta políticos en las realidades locales. Entres estos nuevos sujetos habría que considerar a las mujeres y sus familias. De tal forma que un estudio sobre remesas desde nuevos enfoques considerando las remesas femeninas y el papel de las mujeres que las reciben, por ejemplo podría documentar los patrones de consumo e inversión y las prioridades económicas de las poblaciones involucradas. Para ello es imprescindible, además de la consideración del sexo del migrante, incorporar en los análisis las características de configuración y funcionamiento de los hogares de origen.
Hogares receptores de remesas femeninas
Diversos autores han señalado que el envío de remesas se encuentra asociado tanto a las características de los remitentes como a las de los receptores; las cuales determinan, en cierta forma, el monto enviado, la frecuencia y periodicidad de las remesas, los medios utilizados, los destinatarios y el uso que se les da a dichos recursos (Canales, 2002; Lozano, 2004; Ramírez, 2006). Con base en lo anterior, en este apartado se examinan las características sociodemográficas de los hogares perceptores de remesas en el estado de Guanajuato, tomando como eje de análisis el sexo del remitente. Para ello usamos los datos recabados por la EHGMI, 2003; los cuales nos permiten construir una serie de indicadores sociodemográficos de los hogares beneficiados con dichos ingresos.
Los primeros resultados (cuadro 1) indican que poco más de 80 por ciento de los hogares receptores de remesas femeninas en la entidad son dirigidos por varones. Este resultado estaría explicado por la relación de parentesco de las mujeres remitentes de remesas con el jefe del hogar. De acuerdo con los datos de la encuesta, poco más de 80 por ciento de las mujeres que envían remesas a la entidad son hijas del jefe del hogar. Otra posible explicación puede encontrarse en el mayor predominio de la jefatura masculina en los hogares guanajuatenses, pues aproximadamente 77 de cada cien hogares son dirigidos por hombres (INEGI, 2000).
No obstante, resulta significativa la proporción de hogares jefaturados por mujeres; especialmente en aquellos casos donde el remitente de las remesas es un varón (25.5 por ciento). Este resultado, aunque sorprendente, estaría explicado por predominio de la migración masculina internacional en el estado de Guanajuato. Con frecuencia se ha señalado que en muchas comunidades del país es común que ante la migración del esposo a Estados Unidos, las cónyuges o esposas asuman de facto la jefatura del hogar, pues se convierten en administradoras del patrimonio familiar y cuando la remesa no llega o se retrasa, asumen el papel de generadoras de ingresos (Arias y Mummert, 1987; Mummert, 1988). A este respecto, Ramírez et al. (2005) han indicado que el envío y la recepción de remesas puede acrecentar el poder de las mujeres que se convierten en proveedoras y contribuir a reforzar las redes de solidaridad familiar, así como aumentar la independencia de las mujeres ante la ausencia de la pareja en el manejo de la economía familiar.
Por otro lado, los datos del cuadro 1 muestran que, en términos generales, y tanto para hogares receptores de remesas femeninas como masculinas, aproximadamente 59 por ciento de los jefes de hogar tienen entre 35 y 59 años. Por otro lado, la proporción de hogares perceptores de remesas femeninas con jefes de más de 60 años es casi el doble que en los hogares donde el remitente es un varón (42.6 y 27.3 por ciento, respectivamente), y teniendo en cuenta que la mayoría de las mujeres remitentes de remesas son hijas, podría pensarse que una buena parte de ellas envía remesas a sus progenitores (padre y madre). Dado que la edad del jefe nos permite una aproximación al ciclo vital de los hogares, estos datos indicarían que en la etapa final de este ciclo los hogares requieren mayores apoyos, y son las mujeres quienes brindan estas ayudas en mayor medida que los hombres.
Del mismo modo, el hecho de que los hombres envíen más recursos que las mujeres a hogares con jefes de 35 a 59 años alude a unidades domésticas en las que permanece la cónyuge del hombre. En efecto, el estado civil de los jefes no genera mayores diferencias, ya sean hombres o mujeres los que envían las remesas, éstas llegan mayormente a hogares con jefes o jefas casados o unidos, y sólo una pequeña proporción de los hogares con jefes o jefas solteros se beneficia de dichos ingresos.
El estado civil no presenta entonces mayores diferencias en las remesas según sexo del migrante que las envía, pero ¿qué ocurre con la escolaridad? Al respecto es conveniente señalar que el promedio de escolaridad de la población de Guanajuato es más bajo que el promedio nacional,9 lo que explica que el grueso de la población encuestada, o bien no tenga escolaridad, o cuente únicamente con primaria completa o incompleta. Los hogares con jefes que han estudiado completa o parcialmente la primaria son los que en mayor medida reciben remesas femeninas y masculinas, en tanto que en el extremo opuesto se encuentran los jefes con escolaridad de licenciatura o más. Estos datos coinciden con hallazgos reportados en otras investigaciones donde se indica que
en los hogares con menor capital humano es mayor la prevalencia de las remesas, lo cual puede deberse a que en estos hogares la necesidad de recursos externos sea mayor debido a la menor capacidad para generar recursos internos propios (Canales, 2002: 18).
De manera predominante, los jefes de hogares receptores de remesas son activos económicamente. Es levemente superior el envío de remesas femeninas para los hogares con jefes inactivos, lo que se relaciona con la edad de los jefes analizada previamente. Si las mujeres envían remesas en mayor medida a hogares con jefes de 60 años y más, es esperable que en estos hogares los miembros económicamente activos sean menos.
En relación con la condición de actividad, la información señala que son los hogares con jefes ocupados en el sector agropecuario los que en mayor medida reciben remesas, seguidos por los hogares con jefes que se ocupan en la industria, el comercio, los servicios y finalmente los hogares con jefes profesionistas. Los hogares con trabajadores en nichos del mercado laboral caracterizados por una mayor precariedad e inestables condiciones son los que se benefician mayormente de las remesas.
Al observar el cuadro 1 pueden apreciarse algunas diferencias en función del sexo del remitente. En principio, las remesas femeninas llegan a hogares con jefes trabajadores agropecuarios en mayor medida que las remesas masculinas, las cuales intensifican su presencia en hogares cuyos jefes son trabajadores de la industria, el comercio y los servicios. Esta mayor presencia de las remesas femeninas en los hogares con jefes trabajadores en actividades agropecuarias se explica por la significativa proporción de hogares perceptores de remesas que residen en el área rural. En efecto, en las rancherías y ejidos del estado de Guanajuato, la migración internacional se ha convertido en el modus vivendi para muchas familias.
Sin duda, aspectos como la configuración de los hogares, su estructura, su dinámica y su ciclo vital están por detrás de las lógicas que indican estos datos. De ahí que resulte fundamental profundizar en la recepción de remesas de acuerdo con las características de los hogares. Lo primero que puede advertirse es que los hogares que cuentan con entre cuatro y siete integrantes son los que reciben remesas en mayor proporción. Las principales diferencias entre las remesas femeninas y masculinas se encuentran en los dos extremos: las mujeres envían más remesas que los hombres a los hogares más pequeños (hasta tres miembros) y los hombres envían remesas en mayor proporción que las mujeres a los hogares más grandes (ocho y más integrantes).
En concordancia con el tamaño del hogar, se puede decir que los hogares nucleares reciben recursos del exterior en mayor medida, siendo los hogares unipersonales y los compuestos los que se ven menos beneficiados con esta situación. Este es un dato que "[...] guarda relación con el posible papel de las remesas en las recomposiciones familiares ante el fenómeno de la migración" (Canales, 2004: 12), pues no es de extrañar que ante la ausencia de un miembro en el hogar, los demás integrantes del mismo organicen diversas estrategias de conformación de la unidad doméstica para asegurar la sobrevivencia. Nuevamente, el sexo del migrante está pautando algunas desigualdades. Las remesas enviadas por mujeres llegan en mayor medida a hogares unipersonales, ampliados y compuestos, en tanto que los hombres envían en mayor proporción recursos económicos a hogares nucleares.
Asimismo, encontramos que tanto las mujeres como los hombres envían recursos a los hogares con presencia de niños menores; aunque en los hogares con remesas masculinas dicha proporción es ligeramente mayor que en los primeros (34.5 y 28.6 por ciento, respectivamente). Indudablemente, la presencia de niños implica también necesidades particulares que obligan al envío de recursos para satisfacerlas. Una situación inversa puede observarse cuando existen adultos mayores en el hogar, es decir, las mujeres envían más remesas a los hogares donde existe una elevada presencia de adultos mayores. Finalmente, habría que subrayar que los hogares receptores de remesas femeninas y masculinas residen preponderantemente en áreas rurales; la mayoría se ubica en comunidades menores a los 2 500 habitantes.
Características de los hogares receptores de remesas femeninas
En este apartado intentamos profundizar en la importancia que las remesas femeninas tienen en la vida de las familias guanajuatenses. Para ello realizamos una estimación en dólares de los ingresos mensuales de las remesas, según distintas características sociodemográficas y económicas de los hogares.
En general, los montos estimados de las remesas que envían las y los migrantes guanajuatenses a sus hogares de origen oscilan entre 200 y 250 dólares por mes: en promedio, los migrantes guanajuatenses enviaron 216.7 dólares al mes durante 2003. Fueron los hombres quienes remitieron más dinero: aproximadamente 244.8 dólares al mes en promedio, casi 65 dólares más que las mujeres (180.8 dólares). Estos resultados coinciden con los reportados en otras investigaciones (Papail, 2006; Montoya, 2007). Así, por ejemplo, Papail (2007: 30) encuentra en un estudio realizado en ciudades medias del centro occidente de México sobre las transformaciones del empleo de diversas generaciones de migrantes que las remesas enviadas por los hombres migrantes fueron siempre ligeramente superiores a los montos enviados por las migrantes femeninas. De acuerdo con el autor, estas diferencias podrían explicarse en parte por los distintos niveles de ingreso de los migrantes en Estados Unidos, los cuales suelen ser menores para las mujeres, aun cuando estén empleadas en las mismas actividades que los varones.
A pesar de la falta de datos específicos sobre las remesas femeninas, se sabe que las mujeres inmigrantes, con menores sueldos que sus homólogos masculinos, envían una proporción mayor del jornal a sus países, aunque el monto total sea inferior. A manera de hipótesis puede plantearse que, en números absolutos, el monto de las remesas monetarias enviadas por mujeres intra e internacionales tiende a ser menor que el que remiten los hombres, dado que generalmente ellas están incorporadas en espacios laborales más precarios y las afecta más el desempleo. Sin embargo, como plantea Fernández (2004)
las mujeres tienden a enviar un mayor porcentaje de sus remesas de manera casi constante a pesar del paso del tiempo y con cambios de estado civil, mientras que los hombres envían un menor porcentaje, sobre todo conforme pasa el tiempo lejos de la familia y si establecen nuevas familias.
Sin embargo, al estimar el monto de remesas por características de los hogares encontramos algunas similitudes según el sexo del remitente y las características del hogar. En primer lugar, llama la atención que son los hogares jefaturados por mujeres los que reciben mayores cantidades de remesas enviadas tanto por hombres como por mujeres. En promedio, estos hogares reciben entre 182.9 y 198.1 dólares al mes, respectivamente (cuadro 2).
Por otro lado, los datos del cuadro 2 indican que los y las migrantes envían montos mayores de remesas a los hogares con jefes menores de 35 años. Puede pensarse que son hogares que se encuentran en un ciclo vital incipiente, lo que justifica mayores montos de remesas para hacer frente a las necesidades básicas de sus integrantes; en promedio, 190.8 (hombres) y 182.8 dólares (mujeres) por mes. Por otra parte, las mujeres envían más dinero a los hogares con jefes mayores de 60 años; puede suponerse que se trata de hijas que envían dinero a sus progenitores.
Fueron los hogares con jefes desunidos divorciados, separados o viudos los que mayores ingresos percibieron, tanto de remesas masculinas como femeninas (191.6 y 207.8 dólares mensuales). Los hombres envían recursos a hogares con jefes solteros y casados en mayor medida que las mujeres, quienes enviaron montos mayores que los hombres a hogares con jefes desunidos. En relación con el nivel de escolaridad de los jefes del hogar, se observa que son aquellos con primaria y secundaria los que tuvieron mayores ingresos por remesas femeninas y masculinas. Al parecer, los datos muestran una relación inversamente proporcional entre el monto por remesas y la escolaridad del jefe; es decir, que a mayor nivel de escolaridad menor es la cantidad de remesas que recibe el hogar. Canales (2004) llega a conclusiones similares, el autor encuentra que a mayor escolaridad del jefe del hogar, menor es la propensión a recibir remesas.
En la condición de actividad del jefe puede observarse que mientras los hombres envían montos mayores a los jefes que se encuentran activos económicamente, las mujeres siguen la tendencia contraria. De forma reiterada, los datos indican que las mujeres migrantes tienen hogares de origen más envejecidos. Al considerar las variaciones en los montos económicos de las transferencias que los migrantes realizan a sus hogares de acuerdo con la ocupación del jefe, nuevamente destacan los trabajadores agropecuarios, de la industria y el comercio, por ser quienes reciben los mayores montos. Sin embargo, las remesas femeninas son mucho menores que las masculinas para los jefes de hogar que se insertan laboralmente en actividades de la industria. Esta situación puede vincularse con la feminización del trabajo informal y con el hecho de que los hombres envíen remesas a hogares en los cuales las esposas tengan esta ocupación.
Las mujeres envían montos mayores de remesas a los hogares con ocho y más integrantes, en tanto que los hombres envían más dinero a los hogares con entre cuatro y siete miembros. La presencia de niños y de adultos mayores hace que los montos de transferencias enviados aumenten tanto en el caso de las remesas masculinas como de las femeninas. Lo que de alguna manera se relaciona con el tipo de arreglo familiar prevaleciente en los hogares, ya que los hogares ampliados y compuestos son los que mayores cantidades de remesas reciben (191 y 168 dólares mensuales, respectivamente).
En cuanto a la presencia de menores en el hogar, encontramos que los hombres envían mayores cantidades de remesas que las mujeres a los hogares con presencia de niños: aproximadamente 194.7 y 143.2 dólares por mes, en promedio, respectivamente. En cambio, como hemos venido señalando, las remesas femeninas suelen ser más elevadas en los hogares con presencia de adultos mayores. Finalmente, habría que señalar que los hogares rurales reciben mayores cantidades de remesas tanto femeninas como masculinas. Este dato concuerda con los diferentes estudios realizados sobre las remesas monetarias según los cuales la mayor parte de los hogares receptores de remesas se ubican en pequeñas localidades rurales del país (Ramírez, 2002; Conapo, 1999).
Los resultados obtenidos nos muestran que, efectivamente, existen diferencias en el uso, envío y monto de las remesas, según sexo del remitente y las características socioeconómicas y demográficas de los hogares receptores. Así, encontramos que las mujeres envían remesas en mayor medida a hogares con adultos mayores de 60 años, jefes con bajos niveles de educación (primaria) y sin pareja (divorciado, separados o viudos). Se trata, por lo general, de hogares ampliados cuyo tamaño es de por lo menos ocho personas. Por su parte, los hombres intensifican sus transferencias de recursos a hogares con jefatura femenina; a jefes de edades entre 35 y 59 años, casados o unidos, con estudios de secundaria, económicamente activos, ocupados en el sector agropecuario; con un promedio de cuatro a siete integrantes y ampliados. Factores asociados a la recepción de remesas femeninas Hasta hora hemos analizamos las características socioeconómicas y demográficas de los hogares, así como las variaciones en el ingreso por remesas femeninas en función de dichas variables. De esa forma ha sido posible identificar algunas diferencias entre los hogares perceptores de remesas femeninas y masculinas. En esta última parte, pretendemos analizar en qué medida y en qué dirección dichas variables influyen en la recepción de remesas femeninas en los hogares guanajuatenses. Para ello hacemos uso del método de regresión logística, el cual no sólo nos permite determinar el nivel de asociación estadística entre las variables y categorías de análisis respecto al evento que se quiere analizar que en este caso es la percepción de remesas en el hogar, sino que también nos da la posibilidad de medir la propensión de que un hogar reciba remesas. El modelo logístico que hemos estimado está conformado por una variable dependiente que es dicotómica, la cual toma el valor de uno si el hogar recibe remesas y cero si no recibe remesas, y por diez de las variables independientes que hemos venido analizando a lo largo de este trabajo (sexo, edad, escolaridad, estado civil, ocupación principal del jefe del hogar, tamaño de la familia, tipo de arreglo familiar, presencia de menores, presencia de adultos mayores en el hogar y localidad de residencia). Dado que se esperaría que el efecto de las variables del hogar fuera distinto en los hogares receptores de remesas femeninas y masculinas, se estimó un modelo para toda la muestra y dos más separados por sexo del remitente.10
Los resultados para los hogares receptores de remesas femeninas indican ocho factores importantes para recibir remesas: sexo del jefe del hogar, edad, estado civil, escolaridad, ocupación, tamaño, tipo de arreglo residencial y presencia de menores en el hogar. Dichos factores o variables son de igual forma importantes en la explicación de la recepción de remesas masculinas, sin embargo, los resultados de los modelos ajustados permiten esbozar algunas diferencias en cuanto al efecto y significancia de dichas variables (cuadro 3).
El cuadro 3 presenta los modelos de regresión logística estimados para medir la propensión a recibir remesas en los hogares guanajuatenses. El modelo general estimado sugiere que los hogares jefaturados por mujeres presentan una mayor propensión a recibir remesas que los hogares cuyo jefe es un varón. Estos resultados son congruentes con los encontrados en el análisis descriptivo sobre los montos de las remesas estimados según características del hogar, los cuales indicaban que las unidades familiares con jefatura femenina son más beneficiados por el envío de dinero. De hecho, la comparación de los modelos por género sugiere que, tanto en los hogares receptores de remesas femeninas como masculinas, la propensión de recibirlas es significativamente mayor en los hogares dirigidos por mujeres.
Sin embargo, habría que destacar que el coeficiente del modelo estimado para los hogares receptores de remesas masculinas resulta ligeramente superior al de los hogares que reciben remesas enviadas por mujeres, lo cual sugiere que el efecto de la jefatura femenina del hogar es todavía mayor en los primeros. Si consideramos que una gran proporción de los migrantes internacionales en Guanajuato son varones, podríamos suponer que la motivación para enviar remesas aumenta si se tiene esposa, hijos pequeños y familiares adultos viviendo en la comunidad de origen. En el caso de los hogares que reciben remesas femeninas, se podría pensar que las mujeres envían remesas al hogar paterno o a otros familiares.
Respecto a la edad del jefe, los resultados estimados por el modelo indican con 95 por ciento de confiabilidad que a mayor edad del jefe menor es la propensión de recibir remesas. Es decir, por cada año que aumente la edad del jefe, la propensión de que el hogar reciba remesas disminuye en aproximadamente dos por ciento. No obstante, el modelo estimado para los hogares que reciben remesas femeninas sugiere una relación inversa. En este caso, por cada año que aumente la edad del jefe aumenta la propensión a recibir remesas en 20 por ciento. Este es un hallazgo relevante, pues confirma que las mujeres envían más remesas a los hogares cuyo jefe rebasa 60 años de edad.
De alguna manera, dichos resultados se relacionan con el estado civil del jefe del hogar. Los modelos estimados nos indican que los hogares con jefes unidos o con jefes sin pareja viudos, divorciados o separados, presentan una mayor propensión a percibir remesas femeninas que los hogares con jefes solteros. En cuanto a la escolaridad del jefe del hogar, se encontró que los hogares con jefes que tienen estudios de primaria y secundaria presentan una mayor propensión de recibir remesas femeninas y masculinas que aquellos hogares con jefes sin estudios, lo cual indica que los primeros son hogares con alta dependencia hacia las remesas.
En cuanto a la ocupación principal del jefe de hogar, se observan ciertos patrones de diferenciación entre los hogares perceptores de remesas femeninas y masculinas en al menos dos variables incluidas en el modelo. En el caso de los hogares receptores de remesas masculinas, el modelo ajustado indica que los hogares con jefes trabajadores en actividades agrícolas o en la industria son más propensos a recibir remesas en comparación con los hogares con jefes profesionistas, administradores o que desempeñan alguna actividad calificada. En cambio, en los hogares con remesas femeninas, el hecho de que el jefe se ocupe en alguna actividad agropecuaria aumenta significativamente la propensión a recibir remesas.
El tamaño del hogar también registra un importante efecto sobre la propensión de recibir remesas. De hecho, los resultados del análisis logístico señalan un patrón de diferenciación bastante claro entre los hogares receptores de remesas masculinas y femeninas. Para los primeros se confirma que entre mayor sea el tamaño del hogar mayor es la propensión a recibir remesas femeninas. Más específicamente, el modelo ajustado indica que los hogares integrados por ocho o más personas son más propensos a recibir remesas que los hogares de menor tamaño. Mientras que en los hogares receptores de remesas masculinas los hogares conformados por entre cuatro y siete personas tienen una mayor propensión de recibir remesas en comparación con los hogares integrados por ocho o más personas y aquellos que tienen menos de cuatro integrantes.
Igualmente, resulta relevante comprobar que la recepción de remesas femeninas es mayor en los hogares ampliados. En este caso, la propensión a recibir remesas se incrementa en 55 por ciento en relación con los hogares unipersonales. En tanto que en los hogares receptores de remesas masculinas, la propensión de recibir remesas es mayor en los hogares nucleares. Asimismo, en cuanto a la presencia de menores en el hogar, se observa que los hogares con niños presentan una mayor propensión a recibir remesas que los hogares donde no hay presencia de menores de edad. En este sentido, podemos suponer que las remesas sean destinadas especialmente para el sustento de la familia.
Discusión y reflexiones finales
El análisis efectuado en este estudio proporciona hallazgos y permite establecer conclusiones en tres dimensiones paralelas: en primer lugar, sobre el uso de las remesas; en un segundo plano, sobre las diferencias en los envíos y en los montos de las transferencias económicas, y finalmente, en relación con los factores sociodemográficos asociados con el envío de divisas desde el exterior. En relación con el uso de las remesas femeninas, encontramos que estas son destinadas fundamentalmente al mantenimiento cotidiano del hogar y el ahorro. Asimismo, los resultados señalan que si bien las mujeres envían montos menores de remesas en comparación con los hombres, éstas contribuyen significativamente a la economía familiar; principalmente de aquellos hogares dirigidos por otra mujer, ampliados y donde existe una alta presencia de niños y adultos mayores.
De igual forma, dichos resultados sugieren que la contribución de las mujeres es significativamente mayor en las remesas en especie, posiblemente debido al rol tradicional de género que históricamente han desempeñado en cuanto al cuidado y mantenimiento de los lazos familiares. Al incorporar una mirada de género al análisis de las remesas hemos podido establecer que las prácticas de envío de recursos económicos están influidas por el sexo del migrante, y que esta influencia redimensiona el carácter e impacto de las remesas en las relaciones de género a nivel familiar, comunitario, nacional y trasnacional. Es decir, las remesas se expresan de manera diferente cuando son mujeres u hombres quienes las envían.
Sin embargo, también consideramos que es importante tomar en cuenta en este tipo de análisis la configuración, estructura y dinámica de los hogares, de tal forma que sea posible contar con una perspectiva más amplia de los perfiles de la migración y las remesas. En este sentido, coincidimos con Ramírez et al. (2005) al señalar que es necesario estudiar más a fondo las remesas e incorporar en el análisis la perspectiva de género, enfatizando los aportes de las mujeres a la reproducción y mantenimiento de los hogares, de las comunidades y de sus países de origen, aspectos todos que constituyen importantes vetas de investigación en los estudios migratorios.
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1 La Encuesta de Hogares en Guanajuato sobre Migración Internacional (EHGMI, 2003) fue levantada por el Gobierno del Estado de Guanajuato, el Consejo Estatal de Población y El Colegio de la Frontera Norte en el año 2003. La base de datos contiene información socioeconómica, demográfica y sobre migración internacional. La encuesta es representativa a nivel estatal y por regiones geográficas de la entidad.
2 La perspectiva de género hace referencia a la construcción sociocultural de la diferencia sexual, aludiendo con ello al conjunto de símbolos, representaciones, reglas, normas, valores y prácticas que cada sociedad y cada cultura elabora colectivamente a partir de las diferencias corporales de hombres y mujeres. "El sistema sexo/género establece las pautas que rigen las relaciones sociales entre hombres y mujeres, define lo considerado masculino y femenino, y establece los modelos de comportamiento para cada sexo en los diferentes planos de la realidad social" (García et al., 1999: 23).
3 García y Paiewonsky (2006: 4) señalan que la feminización de las migraciones no se refiere como tal al aumento per se del número de mujeres migrantes, sino al crecimiento progresivo y constante de la migración laboral femenina.
4 La región tradicional de migración está formada por los estados de Aguascalientes, Colima, Durango, Guanajuato, Jalisco, Michoacán, Nayarit, San Luis Potosí y Zacatecas. Estas entidades, en subconjunto, aportan poco más de 50 por ciento de los migrantes al flujo migratorio internacional en nuestro país (Durand y Massey, 2003: 74).
5 Ver, por ejemplo, Gammage et al. (2005), para el caso de El Salvador; García y Paiewonsky (2006), para el caso dominicano, y Pritchard (2000), para Nicaragua.
6 Massey, Durand y Malone (2002), entre otros autores, han documentado que el endurecimiento de las leyes y controles migratorios por parte del gobierno de Estados Unidos, así como la militarización de la frontera México-Estados Unidos han provocado un descenso en la circularidad y movilidad migratoria a favor de estancias más prolongadas y un mayor asentamiento de los migrantes en Estados Unidos.
7 Para analizar los montos y uso de las remesas sólo tomamos en cuenta a los migrantes guanajuatenses que se encontraban residiendo en Estados Unidos al momento de la encuesta. Por tanto, excluimos a los migrantes de retorno, es decir, aquéllos que ya habían regresado a la entidad.
8 Esta es una de las categorías de respuesta establecida en el cuestionario de la encuesta.
9 La población de 15 años y más ha concluido el primer grado de secundaria en promedio; el grado promedio de escolaridad es 7.2. Por su parte, el promedio de escolaridad entre el total nacional es de dos años de secundaria, es decir, 8.1 años de instrucción (INEGI, 2005).
10 En el análisis logístico no se incluyó la variable 'condición de actividad' debido a que presentaba una fuerte correlación con otras variables independientes. Asimismo, se incorporó la edad del jefe como una variable numérica.
Información sobre los autores
Télesforo Ramírez García. Candidato a doctor en Estudios de Población por El Colegio de México y maestro en Demografía por El Colegio de la Frontera Norte. Laboró como investigador en El Colegio de la Frontera Norte, en el proyecto Estudio integral de la migración de jornaleros agrícolas al Valle de San Quintín en Baja California. Sus temas de investigación con los que ha participado en diversas reuniones académicas nacionales e internacionales han girado en torno a la migración, interna e internacional, mercados de trabajo y envejecimiento. En la docencia se ha desempeñado como profesor de Estadística y Metodología de la Investigación. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Nota sobre los determinantes de las remesas: caso de los migrantes mexicanos en Estados Unidos, ponencia presentada en el Seminario Permanente sobre Migración Internacional, el 25 de febrero de 2005. Correo electrónico: telex32@hotmail.com
Patricia Román Reyes. Doctora en Estudios de Población por El Colegio de México. Actualmente se desempeña como profesora investigadora del Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Población de la Universidad Autónoma del Estado de México. Experiencia docente en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Entre sus publicaciones recientes se encuentran ¿Qué significa ser trabajador en un micronegocio en México?, V Congreso Latinoamericano de Sociología del Trabajo, Montevideo, Uruguay, 2007; Encuesta Nacional de Lectura, Rores. J. (coordinadora) Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conacuita), México, 2006, y Los hogares de los jóvenes mexicanos a principios del siglo XXL, en coautoría con M. Padrón, en la VII Reunión Nacional de la Sociedad Mexicana de Demografía, México, 2006. Correo electrónico: promanreyes@yahoo.com.mx