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Papeles de población
versión On-line ISSN 2448-7147versión impresa ISSN 1405-7425
Pap. poblac vol.9 no.38 Toluca oct./dic. 2003
Presentación
Los problemas de inclusión y exclusión social deben considerarse en el plano de las estructuras de las sociedades. La integración social alude a ciertos mecanismos funcionales, morales y simbólicos de organización y regulación que implican la producción de armonía y orden, con formas diversas según el tipo de sociedad. En contraste con las sociedades premodernas, segmentarias o estratificadas, en las que era posible pertenecer a un solo subsistema y no a varios, en la sociedad moderna la inclusión y la exclusión pueden operar correlativamente. La inclusión en ciertos ámbitos no evita la exclusión en otros. La inclusión descarta el sentido de una regulación uniforme. La sociedad moderna incluye y excluye al mismo tiempo. Es este quizá el dilema de fondo de la democracia moderna y las estructuras subyacentes de desigualdad. Es en este sentido que De Giorgi caracteriza de barbarie la situación de exclusión en el contexto de la "modernidad de la sociedad moderna", y señala la "imposibilidad de un tratamiento universal de la inclusión".
La modernidad, en sus orígenes, postuló la posibilidad de una forma de convivencia fundada en la racionalidad y la idea de un progreso social ilimitado. La modernidad inició planteando la ruptura con el orden de valores, saberes y certezas vigentes. La modernidad rompió con los viejos vínculos y esquemas que ataban la certidumbre y "colonización del futuro" a la providencia divina, y planteó sobre bases enteramente distintas otras formas de utopía anunciadoras y legitimadoras de un mejor destino humano, más racional y pleno. La modernidad introdujo la calculabilidad y controlabilidad del mundo social en sus diversas dimensiones y planteó el problema de incertidumbre del futuro en el ámbito de lo "infalible" de la ciencia, objeto de debate público. Las preocupaciones respecto de la confianza, la seguridad y la incertidumbre ante el destino fueron consideradas por sociedades anteriores, pero es con la modernidad que el saber predictivo se contrapuso a las fuerzas míticas y se asignó un carácter más abierto a los acontecimientos y contingencias del futuro. La modernidad inauguró la conciencia de riesgo separada del pasado tradicional y abrió paso a un futuro problemático, probable y múltiple.
El discurso de la igualdad surgió del ideario ilustrado de las burguesías y los proyectos de creación y consolidación de los estados nacionales. No obstante, la ideología de la homogeneización ha sido desmentida recientemente por la propia globalización. Las tendencias parecen confrontar dos principios opuestos: por un lado, la promoción de la igualdad universal, particularmente viable en el contexto de los cambios globales con la supuesta homogeneización social, los procesos de democratización y la ampliación de oportunidades sociales; y por otro, en contraste, tiene lugar la "política de la diferencia", que postula el rescate de identidades únicas, individuales y colectivas y la reivindicación de la diversidad, la autonomía y la diferencia. En este sentido, la propia idea que postula reducir la pluralidad a una unidad con parámetros universales y categorías estables no está exenta de contradicciones. La lógica de la identidad universal niega y reprime la diferencia. La sociedad, en la fase actual, lejos de evolucionar hacia una homogeneización o uniformidad, definida y coherente, tiende hacia la integración a partir del reconocimiento de la heterogeneidad y la diferencia.
El riesgo y la vulnerabilidad social no son exclusivos de la sociedad moderna, pero particularmente en la sociedad global, son algunas de sus características sobresalientes. Las transformaciones recientes han incrementado la incertidumbre. El propio mundo de la vida aparece colmado por las ansiedades y angustias producidas por las inseguridades personales y la constante producción de riesgos. La modernidad actual ha puesto de manifiesto las contradicciones que enfrentó desde sus orígenes respecto de las posibilidades de un progreso infinito y un mejoramiento social y moral ilimitado. Hoy surgen dudas donde antes había certezas, e interrogantes donde se recurría por respuestas. El saber racional y los sistemas de expertos alertan sobre los aparentes imponderables. La modernidad ha desembocado en una realidad socialmente segmentada y excluyente. En cierto modo, la ilusión modernizadora ha llegado a su fin.
La mayoría de los países de latinoamericanos registran una relación errática e incluso inversa entre crecimiento económico e incidencia de la pobreza. El modelo de desarrollo vigente ha promovido el desempleo, el deterioro de la calidad del trabajo, la profundización de la desigual distribución del ingreso y, consecuentemente, el empeoramiento de los niveles o condiciones de vida de la población. La magnitud del contingente que no logra integrarse de manera formal y estable en el proceso productivo no sólo se ha expandido, sino que con la globalización y los procesos de apertura e integración económica han emergido nuevas formas de precariedad laboral y pobreza articuladas con las estrategias de acumulación y competencia económica. La globalización ha relegado al Estado de su función de protección social, creando un estado de indefensión y vulnerabilidad en la población. En el ámbito del trabajo se han modificando las formas clásicas de participación a partir de la adopción de tecnologías y nuevas técnicas de organización de la producción y uso de la fuerza de trabajo. En cierto modo, el escenario es paradójico e incierto: de tecnificación, modernización y precariedad laboral simultánea, caracterizado por la vulnerabilidad en la calidad, la estabilidad y la seguridad en el empleo.
En este número, Papeles de POBLACIÓN incluye un conjunto de artículos de gran interés académico y actualidad notoria, agrupados en tres secciones temáticas. La primera sección, sobre pobreza, la integran los artículos de Julio Boltvinik, investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México, actualmente miembro de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, ampliamente reconocido por sus aportes teóricos y analíticos a la problemática de la pobreza en México, referido al concepto dominante y las consecuencias sobre lamedición del fenómeno; el estudio de Araceli Damián, investigadora del Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano de El Colegio de México, acerca de las tendencias recientes de la pobreza en América Latina, desde un enfoque de género, y finalmente, el de Georgina Rojas García, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, analiza las condiciones de pobreza y los factores determinantes de ésta en Monclova, Aguascalientes y la Ciudad de México. Boltvinik cuestiona la perspectiva dominante que privilegia el "eje del nivel de vida" como punto de partida del análisis de la pobreza y propone partir del eje del "florecimiento humano", que permite la identificación de sus elementos constitutivos considerando las "necesidades y capacidades humanas". Damián presenta una amplia reflexión sobre la categoría de género en los estudios de la pobreza y, entre otro de sus hallazgos, muestra evidencias empíricas que desmienten la idea ampliamente difundida de feminización de la pobreza. Rojas presenta la tendencia de la pobreza urbana en México durante la década pasada y explora la importancia relativa de algunos de los factores determinantes de la problemática asociada con las características de la ciudad de residencia y otras variables sociodemográficas.
La siguiente sección, sobre mercado de trabajo, calidad del empleo regional y trayectorias ocupacionales femeninas, agrupa los artículos de Carlos Salas, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana/Iztapalapa; Carlos E. Barba Solano y Fernando Pozos Ponce, profesores investigadores de la Universidad de Guadalajara, y Mercedes Blanco y Edith Pacheco, investigadoras del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social y el Centro de Estudios Demográficos y de Desarrollo Urbano de El Colegio de México, respectivamente. Salas analiza las tendencias del desempleo y las trayectorias laborales por actividad y destaca la dinámica persistente de la ocupación en las microunidades en México. Barba Solano y Pozos Ponce realizan un análisis de la estructura del empleo, la calidad de las ocupaciones y los niveles de salarios en tres regiones de Jalisco, con el que muestran las condiciones notoriamente precarias del trabajo, particularmente en las áreas con poblaciones rurales. El artículo de Blanco y Pacheco es relevante en términos metodológicos, y la aplicación simultánea de fuentes de información cualitativa y cuantitativa presenta las trayectorias familiar y ocupacional de dos subcohortes de mujeres a lo largo de sus correspondientes cursos de vida.
La tercera y última sección incluye dos interesantes estudios sobre incidencia del aborto en México. La conforman el artículo de Norma Ojeda, Carmen Gavilanes y Eduardo González, investigadores de El Colegio de la Frontera Norte, y el estudio de Alfonso Mejía Modesto, investigador del Centro de Investigación y Estudios Avanzados de la Población de la Universidad Autónoma del Estado de México. El primero es un estudio sociodemográfico comparativo del aborto inducido de mujeres de la zona fronteriza de México con Estados Unidos. Las autoras, entre otros hallazgos, muestran que el aborto tiene mayor incidencia en las etapas avanzadas del ciclo reproductivo de las mujeres, e incluso utilizan el aborto como mecanismo de postergación de sus trayectorias reproductivas; asimismo, identifican diversos patrones reproductivos con relación a las edades, número de hijos al momento de abortar, la percepción del aborto, entre otras características individuales y sociodemográficas de las mujeres. El segundo artículo analiza la evolución del aborto en el estado de México con base en el método de Bongaarts y la aplicación de una serie de simulaciones sobre dichas tendencias.
Dídimo Castillo F.
Director