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Papeles de población
On-line version ISSN 2448-7147Print version ISSN 1405-7425
Pap. poblac vol.9 n.35 Toluca Jan./Mar. 2003
El ingreso y la desigualdad en su distribución. México: 1997-2000
Fernando Cortés
El Colegio de México.
Resumen
Este artículo describe el comportamiento de los ingresos de los hogares y su distribución durante los últimos 25 años en México, e identifica, los componentes más importantes de los cambios en los niveles de desigualdad. Parte de una panorámica de la evolución del ingreso medio de los hogares según deciles de ingreso per cápita, y continúa analizando los cambios en la distribución del ingreso de los hogares y sus correspondientes coeficientes de Gini. Asimismo, analiza el aporte de las cuatro fuentes principales de ingreso en la formación de los coeficientes de Gini. Se procesaron las bases de datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) de 1977, 1984, 1989, 1992, 1994, 1996, 1998 y 2000. Los cuadros presentados distribuyen el ingreso según deciles de hogares ordenados por ingreso monetario per cápita con el objeto de controlar el tamaño de hogar, evitando que unidades domésticas grandes, con ingresos totales altos, pero bajos expresados en ingreso per cápita, queden incluidos en los deciles superiores.
Abstract
This article describes the patterns and distribution of household income in Mexico, and identifies the most significant components of the change in the levels of inequality for the last 25 years. It starts by describing the evolution of the average household income according to per capita income deciles, and continues by analyzing the changes in the distribution of household income and its corresponding Gini coefficient. It also analyzes the contribution of the four most important income sources in the construction of the Gini coefficient. The database used in this article is the "National Household Income Survey" (ENIGH in Spanish) for the years 1977, 1984, 1989, 1992, 1994, 1996, 1998 and 2000. In order to take into account household size, and thus avoiding the inclusion of large domestic units in higher deciles due to their higher total income, the tables in this article show the distribution of income sorted by monetary income per capita instead of presenting the distribution of income according to total income deciles.
Introducción
Este trabajo presenta una descripción del comportamiento del ingreso de los hogares y su distribución, durante los últimos 25 años, en México. El periodo está signado por las crisis de 1982 (Aspe, 1993: 134), 1986 y 1994, y por un cambio profundo en la orientación del modelo económico (Banco de México, 1987: 21); cambio que se empezó a perfilar alrededor de 1985 y que se hizo visible con la firma del Pacto de Solidaridad Económica en diciembre de 1987 (Banco de México, 1988: 30).
Para describir lo acontecido con el ingreso en dicho periodo se procesaron las bases de datos de la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH) de 1977, 1984, 1989, 1992, 1994, 1996, 1998 y 2000, la primera levantada por la Secretaría de Programación y Presupuesto (SPP) y las restantes por el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática (INEGI).
En las encuestas de ingreso-gasto se reportan los ingresos monetarios y no monetarios recibidos por los hogares, cuya suma arroja como resultado el ingreso total; sin embargo, el análisis se limitará al ingreso corriente monetario. Son tres las razones para tomar esta decisión:
1. La ENIGH de 1977 recabó pero no publicó ni incluyó en la base de datos el ingreso no monetario. Si se hubiese optado por trabajar con el ingreso total habría que reducir la cobertura temporal al lapso 1984 a 2000, con lo que no hubiésemos tenido punto de comparación para registrar los cambios en el ingreso y su distribución en los años inmediatamente posteriores a la crisis de 1982.
2. La información relativa a los aspectos técnicos del diseño de muestra de las diversas ENIGH, incluida en los correspondientes anexos metodológicos, permite derivar que las mediciones del ingreso no monetario no son estadísticamente confiables (los errores de estimación son exageradamente grandes).
3. Los precios que se imputan a los consumos no monetarios son discutibles. En efecto, dejando a un lado los regalos en especie que en sentido estricto no se deben contabilizar como ingreso, la evaluación que se atribuye a la parte de la producción doméstica dedicada al consumo del hogar (autoconsumo) se basa en valores unitarios en lugar de precios de mercado, y la imputación del alquiler por el uso de la vivienda propia registra los precios que declaran los entrevistados, precios que más bien reflejan percepciones subjetivas que no necesariamente guardan relación con las rentas de viviendas equivalentes (Cortés, 2000: 53).
Gran parte de los cuadros que se exponen en las páginas que siguen proporcionan información que difiere de la publicada por el INEGI. Las de este trabajo distribuyen el ingreso según deciles de hogares ordenados por ingreso monetario per cápita, mientras que los cuadros correspondientes en las publicaciones del INEGI presentan las distribuciones según deciles de ingreso monetario total; esto quiere decir que la ordenación de los hogares, previa a la construcción de los deciles, se basa en el ingreso per cápita del hogar en un caso y en el ingreso que aportan todos sus miembros, en el otro. La diferencia de emplear uno u otro procedimiento radica en que los cuadros que se presentan más adelante controlan el tamaño del hogar, evitando así que unidades domésticas grandes con ingresos totales altos, pero bajos expresados en per cápita, queden incluidos en los deciles superiores.1
La sección que sigue dibuja una panorámica de la evolución del ingreso medio de los hogares, según deciles de ingreso per cápita. El tercer apartado muestra los cambios en la distribución del ingreso de los hogares y los correspondientes coeficientes de Gini. Esta información, a trasluz del ingreso medio y del número de preceptores, permite formarse una idea más precisa de lo acontecido con los recursos financieros en manos de los hogares a través del tiempo. La cuarta sección analiza el aporte que realizan las cuatro fuentes principales de ingreso (remuneraciones al trabajo,2 renta empresarial, renta de la propiedad y transferencias) a la formación del coeficiente de Gini. Con estas mediciones se pretenden identificar los componentes más importantes de los cambios en los niveles de desigualdad. Esta información abre una ventana para enfocar el análisis en los procesos sociales subyacentes a las variaciones en el tiempo del ingreso y su distribución. El trabajo termina con una breve exposición de las principales conclusiones.
Ingreso medio de los hogares
El cuadro 1 muestra la distribución del ingreso monetario, según deciles de ingreso monetario per cápita, entre 1977 y 2000.
En el último cuarto del siglo XX los hogares mexicanos aumentaron su ingreso monetario, en términos reales, en poco menos de 20 por ciento; sin embargo, este incremento no fue sostenido ni exento de vicisitudes.
Las crisis de 1982 y 1994 provocaron una merma acentuada en la capacidad de compra. El ingreso medio cayó 7 por ciento entre 1977 y 1984 (a pesar del alza que debe haber experimentado en los años de la primavera petrolera) y 26 por ciento en el lapso de 1994 a 1996. Las cifras muestran dos periodos de crecimiento sostenido del ingreso monetario de los hogares. Uno que arranca en 1984 y alcanza su máximo en 1994. El "error de diciembre" de 1994 fue seguido por una fuerte contracción económica, que se expresó, en el ámbito de los hogares, en una reducción tan acentuada del ingreso medio que en 1996 se observa el menor valor (el mínimo) de toda la serie. A partir de 1996 la economía mexicana inicia una fase expansiva, con tasas de crecimiento del producto interno bruto (PIB) real por encima de 5 por ciento anual, con la excepción de 1998, año en que fue de 3.5 por ciento; en sintonía con esta tendencia macroeconómica, el ingreso medio recabado por las ENIGH aumentó sistemáticamente entre 1996 y 2000. Sin embargo dicho aumento llegó a los niveles de 1989 y estuvo lejos del nivel que alcanzó en 1994, que, por lo demás, es el valor más alto en el periodo.
La descripción del comportamiento del ingreso medio desde 1977 a 2000 permite afirmar que, en general, la serie construida con base en las ENIGH muestra una sincronía con las épocas de contracción y de expansión macroeconómica; sin embargo, esto no es así en los lapsos marcados por los años de 1984 a 1989 y 1998 a 2000.3 En efecto, entre 1984 y 1989 la economía mexicana prácticamente no creció; a pesar de ello, el cuadro 1 muestra un alza significativa en el ingreso medio de los hogares. Una situación similar acontece entre 1998 y 2000: el aumento de los ingresos de las unidades familiares fue muy superior al crecimiento del PIB.
En ambos casos la discrepancia tiende a desaparecer si en lugar del ingreso monetario del hogar se observa la evolución del ingreso por perceptor. Esto quiere decir que la tasa de variación del ingreso medio de los hogares no es directamente comparable con la del PIB, pues el primero está influido por el número de miembros del hogar que perciben ingresos.
El cuadro 1 muestra que el número de perceptores por hogar ha aumentado sistemáticamente de poco más de 1.5 en 1977 a casi dos en 2000. Este incremento es producto de tres tendencias: a) mayor número de personas en edad de trabajar en los hogares, como consecuencia de la caída en la tasa de mortalidad y de la fecundidad (una de las fases de la transición demográfica) (Cabrera, 1990: 251), por lo tanto habría mayor número de miembros del hogar disponibles para insertarse en el mercado de trabajo, b) una tendencia creciente en la participación laboral de las mujeres como resultado del proceso de modernización y desarrollo de la economía que expandió las actividades económicas que emplean preferentemente mujeres (García y De Oliveira, 1990: 350), y c) una de las estrategias que siguen los hogares pobres para capotear las tormentas económicas (González y Escobar, 1986; González, 1988; De Oliveira, 1988; Selby et al., 1990; De Barbieri, 1989; Cortés y Rubalcava, 1991; Tuirán, 1993; González, 1994: 136-139; Escobar y González, 1995, y Hernández, 1997: 547-560).
Se podría continuar analizando con detalle la información del cuadro 1, pero esto nos alejaría del propósito central que anima este trabajo: el estudio de la desigualdad en la distribución del ingreso monetario.
Con esta perspectiva in mente, basta con destacar que son los primeros dos deciles los que incluyen a los hogares más pobres, y los dos últimos, en los que se encuentran los grupos domésticos más acomodados, los que han experimentado los cambios más palpables durante los últimos 25 años; los de los deciles centrales, si bien fluctúan, su rango de variación es sensiblemente menor que en los extremos de la distribución del ingreso monetario. Estas características de los ingresos medios llevan a sospechar que las variaciones de la desigualdad a lo largo del periodo estarán signadas en gran medida por la suerte que corran los hogares más pobres y los más ricos.
Distribución del ingreso monetario
En el cuadro 2 se presenta la participación relativa en el ingreso monetario de los deciles de hogares, ordenados según su ingreso per cápita, para todos los años del periodo bajo consideración y sus correspondientes coeficientes de Gini.4 Estos índices se calcularon a partir de los datos agrupados y difieren de los reportados por el INEGI debido a que las distribuciones, como ya se ha dicho, están construidas a partir de deciles de ingreso per cápita y no de ingreso total. En general, los índices incluidos en este trabajo resultan ser, año con año, más elevados que los publicados por el organismo oficial.
También son distintos a los que calculó Hernández (2003: 103); en este caso, las fuentes de las divergencias son que: a) estudia la distribución del ingreso total y no del ingreso monetario como se hace en este trabajo; b) usa deciles de "población" ordenados por ingreso total en lugar de ingreso per cápita, y c) ajusta las cifras a cuentas nacionales, es decir, corrige los datos de las ENIGH de acuerdo con el ingreso que según dichas cuentas debiera quedar en manos de las personas. Conciliar o no los datos de las encuestas de ingresos y gastos con los registros de la contabilidad nacional es uno de los temas que ha levantado agudas controversias en los años recientes (Comité Técnico para la Medición de la Pobreza, 2002: 44-47; Grupo de Canberra, 2001: 5, 6 y 24, 25, y Cortés, 2001).
En este cuadro destaca el hecho que el coeficiente de Gini disminuyó en 1984, en 1996 y en 2000.
Entre 1977 y 1984 medió la crisis de 1982; la contracción de los ingresos de los hogares fue acentuada pero aumentó la participación relativa de los ocho primeros deciles y cayeron las del noveno y décimo. La disminución de la desigualdad tuvo lugar en un contexto de empobrecimiento generalizado (Cortés y Rubalcava, 1991).
Una situación similar se vivió a consecuencia de la crisis de diciembre de 1994: la violenta reducción de los ingresos en manos de los hogares (cuadro 1) se combinó nuevamente con mayores ganancias relativas de los ocho primeros deciles, aunque esta vez fueron bastante más moderadas que en 1984 y, por otra parte, sólo perdió el décimo. Si bien cualitativamente ambas crisis tuvieron efectos similares abatiendo la desigualdad en la distribución del ingreso por el desplome en la participación relativa del decil más alto y aumentos de los restantes (con la excepción del noveno en 1996), son distintas en la intensidad del empobrecimiento. La crisis de 1994 fue considerada por el Banco de México (1996: 1), como "la más severa crisis ocurrida desde la década de los años 30" y redujo con mucho mayor fuerza el ingreso monetario de los hogares que la de 1982.5
El abatimiento de la desigualdad en 2000 se distingue sustancialmente de los dos anteriores, pues ocurrió, por primera vez en los últimos 25 años, acompañado por un crecimiento sustancial de la macroeconomía en el periodo 1996 a 2000, lo que se reflejó en la microeconomía mediante un mayor flujo de dinero en manos de los hogares que llevó a un repunte sostenido de los ingresos medios (cuadro 1). En 2000 la disminución de la concentración del ingreso se produjo por un leve aumento de la participación relativa de los siete primeros deciles, una tenue caída del octavo y noveno, y una merma significativa del décimo. En realidad, la variación del índice de Gini se debe en gran medida a la reducción en la participación del décimo decil.
Las dos primeras caídas del índice de Gini se observaron inmediatamente después de severas crisis, una de cuyas manifestaciones fue la reducción de los ingresos de los hogares. La combinación de ambos movimientos ha llevado a caracterizar estas situaciones como equidad por empobrecimiento (Cortés y Rubalcava, 1991 y Cortés, 2000).
La tercera se presentó durante la breve onda económica expansiva que culminó en 2000. Entre 1998 y 2000 el ingreso monetario medio creció significativamente y lo mismo aconteció en ese lapso decil a decil: los ingresos medios de los hogares en 2000 son superiores, en todos los deciles, a los de 1998. En consecuencia, en el último bienio del siglo se asistió a un proceso que se puede caracterizar como equidad por enriquecimiento.
En suma, en los cinco lustros con que cierra el siglo XX, México experimentó tres caídas de la desigualdad en la distribución del ingreso, dos inmediatamente después de crisis económicas relativamente severas y una en épocas de expansión. El nivel mínimo de iniquidad, medido por el índice de Gini, se observa en 1984, año en que el coeficiente cae cerca de cinco décimas; las reducciones en los años siguientes (1996 y 2000) son bastante más moderadas, del orden de dos y una décima, respectivamente.
Si se hace caso omiso de las participaciones relativas de 1984 (cuadro 2) se observa que, en general, el porcentaje del ingreso monetario que corresponde a cada decil presenta fluctuaciones leves en todos los deciles, excepto en el décimo, en el que tienden a ser mayores.
Con base en estos resultados se podría afirmar que en México el nivel que alcance la desigualdad en la distribución del ingreso monetario tiende a estar signado por lo que acontece en la participación del décimo decil: crece cuando aumenta, disminuye cuando se reduce.
Esta regla es parcialmente contradicha por la desigualdad según deciles de 1984 comparada con 1977, pues en este año la desigualdad disminuyó no sólo porque cayó la porción del pastel en manos de los hogares con los mayores ingresos, sino también porque se combinó con un aumento significativo en las partes que les correspondieron a los ocho deciles inferiores, es decir, los formados por los hogares más pobres.
Esta excepción, registrada en años en que aún la política económica del país se estructuraba de acuerdo con la versión latinoamericana del modelo keynesiano, denominada etapa de sustitución de importaciones o de desarrollo orientado hacia adentro, contrasta notablemente con el comportamiento de la desigualdad en los años en que se pusieron en práctica las medidas de política económica derivadas del Consenso de Washington (Williamson, 1990). Esta evidencia podría constituirse en un punto de partida para iniciar investigaciones acerca de los mecanismos que vincularían el cambio en el perfil de la desigualdad con las políticas económicas específicas propias de cada modelo económico.
El análisis de los ingresos monetarios medios y la desigualdad en su distribución entre los deciles de hogares, así como la evolución de ambas variables entre 1977 y 2000, permite dibujar una panorámica bastante general de lo acontecido. Sin embargo, es posible realizar un análisis más detallado examinando cómo han variado las aportaciones que hacen a la desigualdad las diferentes fuentes del ingreso monetario. De esta manera se podrá generar evidencia empírica que permita saber con cuánto contribuyen a la desigualdad los pagos al factor trabajo, los ingresos generados por la explotación de negocios propios (renta empresarial), los ingresos provenientes de las rentas obtenidas por el capital en manos de los hogares (intereses, dividendos y alquileres de casas y terrenos), así como de las transferencias recibidas (por remesas originadas en el exterior o en el país, las entradas monetarias percibidas como becas y donativos provenientes de instituciones y por jubilaciones, pensiones e indemnizaciones).
Una vez que se conoce el aporte de cada fuente de ingreso al índice de Gini es posible caracterizar su evolución a lo largo del tiempo. Este es el tema de la siguiente sección.
Distribución del ingreso monetario según fuentes
Como se ha señalado al finalizar la sección anterior, el ingreso monetario que recibe cada hogar puede provenir de las remuneraciones al trabajo, la renta empresarial (ingresos por la explotación de negocios propios), de la renta de la propiedad o de las transferencias.
Ninguna de estas fuentes es exclusiva, pues un hogar puede recibir entradas monetarias por una, dos, tres o las cuatro. A partir del hecho de que el ingreso monetario corriente que percibe un hogar resulta de la suma de los cuatro componentes señalados, aunque uno o más sean nulos, se puede calcular el aporte que hace cada fuente a la formación del coeficiente de Gini.6
Los valores de los coeficientes de Gini de los cuadros 2 y 3 no son directamente comparables. En efecto, los coeficientes del primero de estos cuadros se calculan tomando en cuenta a toda la población, aunque la ordenación de las observaciones se hace con el ingreso por persona del hogar y no con el individual, mientras que los segundos se computan con base en los ingresos referidos a los hogares tomados como unidades, es decir, no agrupados en ningún tipo de categorías estadísticas.
Por otra parte, esta última característica de la descomposición del índice de Gini (basado en la información de los hogares de la muestra) trae como consecuencia que sus valores deben ser necesaria y sistemáticamente superiores a los publicados por el INEGI.7
Si bien los valores absolutos de los tres juegos de datos son distintos, las tendencias son las mismas.
Una somera mirada al cuadro 3 permite concluir que las remuneraciones al trabajo y la renta empresarial son las fuentes que hacen la contribución más importante al valor del Gini. Esta misma información se puede ver con mayor claridad en el cuadro 4, expresada en proporciones.
Los aportes relativos a las remuneraciones al trabajo y la renta empresarial dan cuenta de por lo menos 88 por ciento del valor del coeficiente de Gini, por lo tanto la explicación de las fluctuaciones a lo largo del último cuarto de siglo habrá que buscarla en lo acontecido en dichas fuentes.8
Las remuneraciones al trabajo incluyen a todas las personas que reciben un pago monetario en contrapartida de la venta de su fuerza de trabajo y la renta empresarial comprende a quienes obtienen un ingreso por la explotación de un negocio propio o la venta de un servicio prestado en calidad de autónomo. Investigaciones previas han mostrado que en esta fuente tienen un peso significativo los trabajadores por cuenta propia y los empresarios pequeños, con una participación menor de los patrones que emplean más de cinco trabajadores.
Poniendo atención en los dos componentes más importantes encontramos que, en general, son las variaciones en la contribución de las remuneraciones al trabajo las que signan el sentido del cambio en el coeficiente; sin embargo, la renta empresarial ha tenido un papel importante en algunos años significativos.
En 1984, 1992, 1994 y 1996 los cambios en las remuneraciones al trabajo se correlacionan positivamente con los del índice de Gini del ingreso monetario de los hogares, mientras que la renta empresarial presenta variaciones pequeñas. En 1989 el alza de la desigualdad se origina en la contribución de la renta empresarial debido a que no se modifica la del trabajado dependiente. En los dos últimos años, 1998 y 2000, dominan las variaciones de la aportación de los negocios propios por sobre las remuneraciones. En efecto, en 1998 el aporte de estas últimas cae, la de la renta empresarial sube y el índice de Gini también sube, en 2000 se observan movimientos exactamente opuestos.
El papel que tiene la renta empresarial en el cambio del índice de Gini del ingreso monetario en los años 1998 y 2000 se debe a que en los años posteriores a la crisis de 1994 las fluctuaciones de la contribución del pago al trabajo tendieron a estabilizarse, en consecuencia, variaciones similares a las observadas en el pasado en la aportación de las actividades independientes pasan a marcar el ritmo del cambio de la desigualdad.
Conclusiones
Después de un cuarto de siglo los hogares mexicanos terminan con un ingreso mensual medio de alrededor de 337 pesos más alto que el percibido en 1977, pero cerca de 600 pesos menos que en 1984 (en ambos casos son pesos de agosto de 2001). Para calibrar estos resultados hay que tomar en cuenta que en el periodo aumentó 0.4 el número de perceptores por hogar y que el crecimiento del ingreso no fue continuo, sino que las entradas monetarias sufrieron fuertes mermas en 1984, a raíz de la crisis de 1982 detonada por el precio internacional del petróleo, y a fines de 1994 como consecuencia de deficiencias en el manejo de las variables monetarias.
El análisis de los datos de las ENIGH mostró que entre 1984 y 1996 se asistió a la disminución de la desigualdad en la distribución del ingreso monetario. En ambos casos el reparto más equitativo del pastel se presentó en medio de una contracción económica acentuada que redujo sustancialmente el ingreso de los hogares. En 2000 nuevamente hubo un movimiento a favor de la equidad, pero esta vez fue moderado y tuvo lugar en un contexto de marcado crecimiento económico que fue acompañado por un alza importante del ingreso monetario de los hogares.
El análisis de la contribución de las fuentes mostró que las remuneraciones al trabajo fueron las que dominaron los cambios del coeficiente de Gini hasta 1996, con excepción de 1989 en que lo hicieron los ingresos por negocios propios. A partir de 1998 se modificó dicha regularidad pues los cambios en la aportación de las remuneraciones a la desigualdad dejaron de tener el papel principal, cediendo su lugar a los que experimentaron las rentas empresariales.
De lo anterior se deriva que en futuros estudios será necesario identificar los factores que tienen incidencia sobre los cambios en los aportes de ambas fuentes y de ahí preguntarse por los procesos que los determinan. En otras palabras, habrá que identificar los fenómenos que están acaeciendo en el mercado laboral que afectan las variables que influyen sobre la contribución de ambas fuentes a la desigualdad.
Por otra parte, la investigación realizada hasta este momento lleva a sospechar que el ingreso por negocios propios reportados por las ENIGH incluye en gran medida el obtenido por actividades en el sector informal. Esta conjetura abre una doble vía para continuar las indagaciones: a) hay que analizar la relación entre las actividades del sector informal y la desigualdad en la distribución del ingreso, y b) especificar las tendencias en las remuneraciones al trabajo dependiente, de las actividades por cuenta propia y en los ingresos empresariales que modifican la participación de esta fuente en el coeficiente de Gini.
El camino que se debe seguir para profundizar el conocimiento de la desigualdad en la distribución del ingreso y su evolución está lleno de obstáculos. La información que proporcionan las ENIGH adolece de subdeclaración y truncamiento (Cortés, 2001) y, como bien se sabe, el concepto sector informal es impreciso (Salas, 2003: 80-97). A pesar de estos inconvenientes, o más bien debido a ellos, es que resulta interesante continuar la investigación.
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1 El análisis del efecto que esto tiene sobre los deciles de hogares se puede consultar en Cortés y Rubalcava, 1995: 11.
2 Las remuneraciones al trabajo incluyen los ingresos obtenidos por la explotación de cooperativas.
3 El efecto de las crisis sobre el ingreso medio no queda bien documentado por las ENIGH. En efecto, como ya se señaló en el texto, la comparación entre 1984 y 1977 subestima la caída del ingreso medio de los hogares después de la crisis de 1982; se sabe que entre 1977 y 1981 aumentaron significativamente y que se redujeron violentamente a partir de agosto de 1982, de modo que al medir en 1984 sólo se observa parte de la disminución del ingreso de los hogares originada por la crisis de 1982. La reducción de los ingresos después de la crisis petrolera de 1986 pasa desapercibida, pues la medición se realiza en un lapso de cinco años (1984 a 1989), periodo en que la reducción se compensó por los aumentos posteriores. Es claro que la comparación entre 1996 y 1994 está suficientemente acotada como para formarse una idea más o menos precisa de la caída en la capacidad de compra de la población.
4 El índice o coeficiente de Gini es una medida estadística que resume el grado de desigualdad de una distribución. Si la variable está equitativamente distribuida el índice toma el valor cero y si hay total o absoluta concentración asume el valor uno, por lo tanto, a mayor desigualdad mayor valor del coeficiente de Gini.
5 Esta afirmación se basa en el análisis del Banco de México ya citado y en el examen de la evolución del comportamiento de variables macroeconómicas, tales como el crecimiento del PIB, la mayor participación de las remuneraciones del trabajo en la distribución funcional del ingreso, la evolución de las series de salario y de empleo, etc. No se puede derivar directamente de los datos del cuadro 1, pues, como ya se señaló en la tercera nota de pie de página, los salarios y los ingresos en manos de los hogares crecieron significativamente entre 1978 y 1981, de manera que la crisis de 1982 provocó una caída del ingreso sustancialmente mayor a 7 por ciento que arroja la comparación del ingreso monetario medio de 1984 respecto a 1977.
6 La descomposición del índice de Gini que se utiliza en este trabajo se debe a Leibrandt et al. (1996). En lo fundamental, la contribución de cada fuente de ingreso es igual a la combinación de la desigualdad en la distribución del ingreso dentro de cada fuente, de las correspondientes participaciones relativas de las fuentes en el ingreso y de las correlaciones de Gini que, en esencia, son coeficientes de correlación por rangos que reflejan el grado de coincidencia entre las distribuciones de los órdenes de los hogares según el ingreso monetario total y el de cada una de sus fuentes.
7 Los valores de los índices de Gini del ingreso monetario registrado en las publicaciones del INEGI son:
8 Hay que consignar que la contribución de las fuentes de ingreso a la desigualdad difieren sustancialmente de las reportadas por Enrique Hernández Laos (2003: 104 y 105). Las discrepancias obedecen a que: a) este autor utiliza una ecuación descomposición del índice de Gini para datos agrupados que incluye un residuo además de las contribuciones de las fuentes del ingreso, mientras que la usada en este trabajo opera sobre datos no agrupados y es tal que la suma de los aportes de las fuentes arroja como resultado exactamente el valor del índice de Gini; b) usa el ingreso total, es decir, la suma del ingreso monetario y en especie, mientras que en éste el estudio se limita al ingreso monetario, y c) a pesar de las dos diferencias anteriormente señaladas pareciera que la más importante desde el punto de vista cuantitativo se origina en que sus datos están ajustados a cuentas nacionales mientras que los nuestros no. El ajuste a cuentas nacionales modifica sustancialmente los aportes relativos de los distintos componentes del ingreso debido a que los coeficientes de ajuste que utiliza son diferentes según la partida de que se trate. En efecto, los coeficientes por los que se expanden la renta de la propiedad y la renta empresarial no sólo difieren entre sí, sino que son sustancialmente mayores que los de las remuneraciones al trabajo, esto se debe a que se estima que el subregistro de las rentas es sustancialmente mayor. Al modificar los aportes relativos de las fuentes de ingreso las contribuciones de las fuentes de ingreso a la desigualdad necesariamente se modifican y en tanto los coeficientes de ajuste varían de una encuesta a otra también se alteran las tendencias, en relación con las que se observan cuando no se ajusta a cuentas nacionales.
Información sobre el autor
Fernando Cortés Cáceres. Economista por la Universidad de Chile y Doctor en Ciencias Sociales con especialidad en Antropología Social por el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS, occidente). Ha ejercido la actividad docente múltiples veces en instituciones académicas. Es miembro externo de la comisión Dictaminadora del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México, desde 1998. Entre sus publicaciones más recientes están "Algunos aspectos de la controversia entre investigación cualitativa e investigación cuantitativa", en Argumentos: estudios críticos de la sociedad, núm.36, agosto 2000 y "Acerca de la reforma y la desigualdad económica", en Pobreza, desigualdad social y ciudadanía, Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), Buenos Aires, marzo de 2001. Correo electrónico: fcortes@colmex.mx