El Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) ha sido un espacio muy importante para dar presencia y fortalecer un campo, relativamente joven en nuestro país, que todavía presenta rasgos de heterogeneidad. El campo de la investigación educativa (IE) cuenta hoy con instituciones e investigadoras e investigadores consolidados,1 que expresan fortalezas académicas y prestigio nacional e internacional en ciertos temas, a la par que todavía encontramos temas y problemas con abordajes escasos o de poco impacto en el país y más allá de sus fronteras. Los esfuerzos realizados hasta hoy, y celebrando los primeros 30 años del COMIE, deben ser valorados y también renovados, porque la IE constituye un ámbito estratégico y un área de oportunidad para el pleno desenvolvimiento del país y sus ciudadanos, tiene un papel protagónico para aportar tanto conocimientos como soluciones a los desafíos educativos actuales y futuros.
El trabajo realizado por los integrantes del COMIE en este trayecto de tres décadas ha permitido aglutinar esfuerzos en este campo por medio de tres acciones destacadas, especialmente por su continuidad y repercusiones: la celebración de congresos nacionales en forma bianual a partir de 1993, la edición y publicación trimestral de la Revista Mexicana de Investigación Educativa (RMIE) desde 1996, y la elaboración de los estados de conocimiento en este campo en cuatro décadas, que parten de 1982 a 1992.
A esta fecha el COMIE ha llevado a cabo 16 congresos nacionales y estamos por celebrar la décimo séptima edición (Tabasco, diciembre de 2023). Esta numeralia implica dar lugar al congreso primigenio, realizado en 1981, cuando todavía no se daba paso a la creación de nuestra asociación, el cual se reseñará más adelante.
Los congresos han representado una diversidad de asuntos para nuestra organización y para el desarrollo del campo de la IE; entre ellos podemos destacar los siguientes:
En primer lugar, la apertura de un espacio de puesta común y reflexión sobre nuestra tarea, la IE, su situación, su desarrollo, sus avances y sus retos. Los congresos han representado, para todos los involucrados en su organización y desarrollo, un espacio privilegiado para el conocimiento y el encuentro entre colegas, así como para el reconocimiento de sus líderes en las distintas áreas que cultivamos. Han permitido la reunión y retroalimentación entre investigadores experimentados y nóveles; además, ha sido un medio de formación para los estudiantes, tanto de normales como de posgrados, involucrados en la tarea educativa.
Constituyen la puesta en común de nuestras incursiones en el campo, de nuestros hallazgos, dudas y nuevos interrogantes; son el mejor ambiente para dar cuenta de los avances en el conocimiento sobre las múltiples facetas del campo educativo a la vez que evidencian los diversos vacíos de atención en dicho campo, y sus cambios a lo largo del tiempo.
Han posibilitado la exploración y puesta en común de diversos acercamientos metodológicos y conceptuales para abordar la complejidad de lo educativo en nuestro país.
Han fomentado la descentralización de las tareas de IE y el fomento a la creación de nuevos espacios y grupos de investigación en diferentes entidades.
Han permitido el establecimiento de redes, la generación de equipos de trabajo y de estudio, la ampliación de horizontes regionales y nacionales para el abordaje de algunos temas, entre otras formas organizativas y de colaboración entre investigadores. A esos vínculos académicos se suman la generación y continuidad de lazos afectivos y de amistad entre colegas de todo el país.
Se han configurado como una gran plataforma para la difusión nacional de nuestro quehacer, lo que ha permitido fortalecer al campo y ampliar sus alcances.
Han sido escenario de intercambios, en ocasiones apasionados y productivos, entre los investigadores y los responsables de la política educativa, en sus diversos tipos, niveles y modalidades.
Han resultado un gran escaparate para la difusión amplia de los aportes de la investigación educativa para la comprensión del nuestro campo, así como para posibilitar que aquellos impacten en el desarrollo de políticas públicas y estrategias educativas.
Han sido una fuente de ingresos para el mantenimiento de nuestra asociación, que no tiene fines de lucro. El monto por las inscripciones a los congresos y los subsidios otorgados por distintas instituciones, especialmente las de adscripción de los socios involucrados en la organización de los congresos y en el comité directivo, así como el apoyo sustantivo de los comités locales y las instancias de gestión pública y educativas de cada sede, han formado parte fundamental tanto para la propia realización de los congresos, como para los ingresos que nutren el funcionamiento de nuestra oficina y de las diversas actividades académicas que propone cada comité directivo.
Valorar los alcances y las aportaciones de cada congreso rebasa por mucho la finalidad de este texto; sin embargo, intentaré presentar una breve panorámica de esta fructífera trayectoria.
El Congreso Nacional de Investigación Educativa, realizado en 1981 en el Centro Médico Nacional, en la Ciudad de México, constituye el primer antecedente de estos esfuerzos continuados, años después, desde el COMIE. Este congreso fue convocado por el Programa Nacional Indicativo de Investigación Educativa del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología como un proceso de reflexión continua sobre este campo, en donde distintos grupos de académicos de diversas instituciones (denominados “comisiones temáticas”) trabajaron desde marzo de 1980 en la elaboración de “Documentos base” sobre la situación, perspectivas e impactos de ocho grandes temas,2 los cuales pueden considerarse el antecedente de nuestras áreas temáticas. Estos documentos se pusieron a disposición de forma previa a la realización del congreso para ser debatidos en el mismo, en un intercambio entre académicos y responsables de las políticas educativas del país.
El II Congreso Nacional recupera, una década después, el espíritu del congreso primigenio, pues se sustenta en la realización y puesta en común de un primer “estado del arte”, se plantea como “…un balance de la investigación educativa mexicana realizada de 1982 a 1992 y (que permite) señalar perspectivas para los años noventa” (COMIE, 1993). Este congreso se organizó con base en 30 estados de conocimiento temáticos3 agrupados en seis áreas,4 que se presentaron en seis congresos nacionales temáticos y uno final, “Congreso Nacional de Síntesis y Perspectivas”; los primeros fueron realizados entre septiembre y noviembre de 1993,5 y sus resultados se editan como libros al año siguiente. El congreso de cierre se realiza también en el Centro Médico Nacional, en la Ciudad de México y ahí se presentan las conclusiones de todos los trabajos previos en cada una de las áreas.
Y es justo este esfuerzo de trabajo, análisis y síntesis de la situación y los retos para la IE, el que da pie a la creación del Consejo Mexicano de Investigación Educativa en el mismo año de 1993. En palabras de Adelina Arredondo:
El segundo congreso tuvo un carácter fundador para el COMIE, pues para realizarlo se agruparon los temas en campos, se elaboró el primer listado de líneas de investigación y se planearon los primeros estados de conocimiento. Se propusieron seis grandes áreas (Arredondo, 2016:112).
A partir de ese momento, la organización bianual de los congresos del COMIE ha partido de los distintos comités directivos que encabezan la organización, quienes convocan a los agremiados para postular a sus instituciones como posibles sedes, cuya determinación se somete a la Asamblea de Socios. Una vez definida la sede del siguiente congreso, en general con más de un año de anticipación, se da curso a una búsqueda de apoyos que han prestado, en cada caso, los gobiernos estatales y locales, así como las instituciones educativas de la entidad en donde se lleva a cabo el evento; también se obtienen patrocinios de las instituciones de adscripción de los socios, así como de entidades federales y nacionales vinculadas con lo educativo. Estos recursos materiales y financieros adicionales fueron centrales en el pasado y han ido disminuyendo, en forma drástica, a partir de 2021 y hasta esta fecha.
Para dar cauce académico a cada congreso, se eligen uno o dos miembros de la asociación como las personas que coordinarán el comité científico del congreso, responsables de su organización académica. A partir del tercer congreso y hasta el celebrado en 2017, el Comité Científico se ha conformado por personas líderes en las diferentes áreas temáticas que se cultivan en el campo de la IE, mismas que articulan la programación de las actividades de cada congreso, y que ha tenido modificaciones a lo largo de este devenir. A partir del congreso celebrado en 2019, y después de una modificación a la normatividad del Consejo, los responsables de las distintas áreas temáticas son electos por los asociados adscritos a cada una de ellas. Por otro lado, se conforma un comité local de la sede en donde se llevará a cabo cada congreso, que además se compromete con el desarrollo de una serie de labores logísticas, en la entidad, que resultan nodales para la buena marcha de este. Este gran grupo se hace cargo de elaborar la convocatoria, encabezar arduos procesos de dictaminación doble ciego de las ponencias, simposia, libros, carteles, materiales educativos y talleres que son postulados, así como de dar pie a otras actividades que se impulsan en cada ocasión, como conferencias magistrales, conversaciones educativas, homenajes, reuniones de redes, feria de libro, actividades culturales, sociales y hasta deportivas, como una carrera-caminata promovida a partir del congreso de 2015, entre otras.
Los congresos se han realizado en distintas ciudades de la República Mexicana: en tres ocasiones en la Ciudad de México (1981, 1993 y 1995) y dos en Mérida (1997 y 2007); Aguascalientes (1999); Manzanillo (2001); Guadalajara (2003); Hermosillo (2005); Veracruz, (2009); nuevamente en la Ciudad de México, en la UNAM, en una situación emergente que impidió su realización en la ciudad de Monterrey (2011); en Guanajuato (2013); Chihuahua (2015); San Luis Potosí (2017); Acapulco (2019), Puebla (2021), y Villahermosa (2023).
Cada congreso ha representado un reto para dar cabida a un número generalmente creciente de propuestas académicas y de asistentes. Por ejemplo, en el III Congreso Nacional se presentan menos de 200 ponencias, el IV tiene 264, para el V ya son más de 300, el VI y VII casi alcanzan las tres centenas, en el VIII se presentan 451, en el IX ya suman 728, en el X 1,462, el XI alberga a 1,352, el XII 1,399, hasta llegar al máximo de 1,559 ponencias en el XV, y 1,239 en el XVI,6 en contexto de pandemia y en un evento realizado fundamentalmente en línea. Para diciembre de este año esperamos la puesta en común de 1,870 ponencias. Y a esta numeralia se suman, como ya hemos señalado, otras muchas y enriquecedoras actividades académicas.
En este fecundo trayecto de los congresos, cabe mencionar que, a partir del celebrado en el 2011 se dio curso a un espacio de promoción académica para los estudiantes de posgrados en educación de todo el país; así, el primer día de la semana en que se realiza cada congreso se desarrolla el “Encuentro Nacional de Estudiantes de Posgrados en Educación” (ENEPE), que tendrá su séptima edición este 2023. En estos encuentros los estudiantes presentan sus avances de tesis de maestría o doctorado en educación, y académicos con experiencia en la investigación educativa comentan los hallazgos, alcances y problemas que aquellos exponen; además, entre ellos mismos comparten miradas y experiencias en el desarrollo de sus trabajos, enfrentan la crítica productiva de sus pares y maestros, crean redes, hacen amistades, etcétera.
Como se reseñó, el primero y segundo congresos se nutren de la elaboración previa de estados del arte de diferentes áreas temáticas, y su organización está fundada en ellas. De tal forma que son las áreas temáticas, las que conforman los objetos de investigación de los agremiados en el COMIE, sobre las que se han hecho, cada década, los estados de conocimiento; pero también han sido la columna vertebral para la organización de los congresos.7 El número y conformación de las áreas temáticas nos habla, también, del fortalecimiento y complejización del campo de la IE en nuestro país. En palabras de Roberto Rodríguez-Gómez:
En 2003 el COMIE publicó la colección “La investigación educativa en México (1992-2002)”, obra coordinada por Mario Rueda Beltrán que refleja los avances de la investigación educativa en la década noventa, en 11 volúmenes distribuidos en 14 tomos. Este estado de conocimiento fue publicado en coedición del COMIE con el Centro de Estudios sobre la Universidad y la Secretaría de Educación Pública. Por último, en el XII CNIE se presentó la colección de estados de conocimiento de la primera década del siglo. La obra, bajo la coordinación general de Carlos Muñoz Izquierdo, consta de 17 títulos y fue publicada por el COMIE en coedición con la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES) (Rodríguez-Gómez, 2017).
El crecimiento de áreas temáticas se hace evidente desde la IX edición del CNIE (realizado en Mérida en 2007), donde se observa una emergencia de temas que, anteriormente, no estaban catalogados como temas que constituyeran áreas temáticas y que adquieren un espacio derivado, probablemente, del propio desarrollo de líneas y objetos de indagación o quizás de las condiciones educativas del país en su inserción en la aldea global. También podemos suponer que las exigencias de la agenda educativa llevan a ampliar miradas y abordajes de objetos específicos, que también las comunidades de investigación se han especializado y que algunos mecanismos de política pública han impactado su diversificación y desarrollo. A partir de aquella fecha encontramos temas centrales permanentes desde los dos primeros congresos, como pueden ser Formación docente, Sujetos de la educación, Procesos de enseñanza-aprendizaje, Educación y sociedad, Investigación de la investigación educativa y Desarrollo curricular. Encontramos también temáticas que se derivan de estos, como pueden ser Política y gestión de la educación, Evaluación educativa, Educación superior y ciencia, tecnología e innovación, o lo que se vincula con Didácticas especiales y medios, luego Educación en conocimientos disciplinares y, actualmente, Educación en campos disciplinares. El área vinculada a la educación no formal, de adultos o popular, que ha derivado en otros abordajes como Educación y trabajo, Educación, derechos sociales y equidad, y Multiculturalismo y educación. Asimismo, van surgiendo campos que fueron emergentes en cierto momento, que se fueron consolidando y han ganado un espacio propio en la agenda de investigación, como lo son Educación ambiental para la sustentabilidad, Entornos virtuales de aprendizaje (luego Tecnologías de la información y la comunicación en educación), Educación y valores, Prácticas educativas en espacios escolares o Convivencia, disciplina y violencia en las escuelas.
La elaboración de los estados de conocimiento de la última década, relativos a los años 2012-2022, se organizaron en 18 áreas temáticas, y sus resultados serán presentados en el siguiente Congreso. Será momento de hacer una nueva valoración de sus aportaciones al campo de la IE y de la necesidad de nuevos horizontes para dar curso a un conocimiento cabal en todos los ámbitos de la situación educativa en nuestro país que, además, pueda coadyuvar a su pleno desenvolvimiento y a la generación de políticas públicas sustentadas en estos saberes. Este siguiente congreso nos permitirá preguntarnos entonces sobre los conocimientos y problemas centrales en el campo educativo, y sobre el impacto de la IE frente a las demandas del campo teórico, conceptual y metodológico de la educación, de cara a las demandas de la realidad en el complejo contexto que hoy vivimos.