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Revista mexicana de investigación educativa

versión impresa ISSN 1405-6666

RMIE vol.25 no.86 Ciudad de México jul./sep. 2020  Epub 02-Dic-2020

 

Editorial

De pandemia y reconocimientos

Of pandemic and recognitions

Guadalupe Ruiz Cuéllar* 

*Investigadora de la Universidad de Aguascalientes, Departamento de Educación, Aguascalientes, Ags., México, email: guadalupe.ruiz.cuellar@gmail.com


La pandemia que continúa…

Las sociedades tratan, tanto como les es posible de recuperar la “normalidad”, o una “nueva normalidad” como se ha tenido que precisar y los ciudadanos hemos ido entendiendo. Lo cierto, sin embargo, es que muchas personas continuamos confinadas en nuestros hogares, haciendo nuestro trabajo desde estos. El ámbito educativo es uno de los que ha experimentado un fuerte impacto de la pandemia, tan solo si consideramos la enorme cantidad de población que comprende. En México, más de 36 millones de estudiantes de educación básica, media superior, superior y capacitación para el trabajo; casi dos millones de docentes, más personal administrativo de instituciones y sistemas educativos, y poco más de 255 mil escuelas o planteles (INEE, 2019).

Los ciclos escolares (de duración variable según el nivel y tipo de institución) han concluido en general, por lo que, para muchos, ha llegado un periodo vacacional lleno de restricciones e incertidumbre sobre lo que viene después, sobre cómo y cuándo será el regreso a clases y a qué tipo de clases, sobre qué cambios derivarán de los -esperables, deseables- aprendizajes que nos va dejando la pandemia.

En el ínter, las comunidades educativas han generado un intenso debate. Cuando escribí el editorial del número anterior de la Revista Mexicana de Investigación Educativa, el Consejo Mexicano de Investigación Educativa (COMIE) había organizado apenas el primer foro virtual sobre el tema, La investigación educativa en tiempos del Covid-19. En poco más de dos meses a partir de ese primer foro tuvieron lugar 15 eventos más, que congregaron a investigadores educativos, docentes de todos los niveles educativos, funcionarios de los sistemas educativos y otros.

Varios fueron los ejes que dieron forma a los 15 foros adicionales al primero, de enfoque más general: los niveles educativos -educación básica, media superior, superior-; los actores, centralmente docentes y estudiantes; las regiones del país; temas propuestos por los propios investigadores para analizar transversalmente aspectos sobre los efectos en la educación que ha traído consigo la pandemia, los que ya han ocurrido o serán en un futuro no lejano: la inclusión, la convivencia, la docencia no presencial, la evaluación de aprendizajes, la educación ambiental, los saberes disciplinares para comprenderla y enfrentarla. Estos espacios atrajeron en conjunto la atención de miles de personas que siguieron los foros a través de diversas plataformas y redes sociales.

En este contexto, la investigación se multiplica como ya se veía desde los primeros momentos; tanto para dar cuenta de la forma en que actores, escuelas e instituciones y los sistemas educativos en su conjunto respondían a las nuevas circunstancias como, previsiblemente ahora, para documentar el “regreso a clases” en unas cuantas semanas.

Los efectos educativos de la pandemia provocada por el coronavirus SARS-CoV2 son, como bien sabemos, inéditos; prácticamente no hay antecedentes cercanos. Una situación similar, pero de muchísima menor escala fue la que se vivió en 2009, cuando tuvo lugar la de la influenza AH1N1. Su limitado impacto se advierte en la escasa producción de investigación que hoy en día es posible recuperar.

La experiencia actual, en parte quizá por su mucho más prolongada duración y sus múltiples efectos en diferentes esferas, se ha visto acompañada por un visible y amplio esfuerzo de documentación. La investigación en todos los campos se multiplica y se difunde con profusión. En nuestro campo en particular, en todos los tipos y niveles educativos se genera rápidamente conocimiento en torno a las formas que tomó la respuesta de actores e instituciones a las circunstancias enfrentadas. Es patente un notorio interés en la enseñanza y su implementación en contextos de educación virtual o a distancia; en las problemáticas y los múltiples desafíos enfrentados, algunos, por ejemplo, ligados a las diferentes brechas que caracterizan nuestros sistemas educativos, otros relacionados con la falta de preparación de docentes de todos los niveles para la educación virtual. Pero la agenda de investigación es abultada y parece necesario pensar en otros ámbitos en que ha tenido impactos la pandemia y las medidas que ha sido preciso tomar para proteger a la población.

Recientemente un medio de comunicación de mi universidad me pidió una colaboración sobre las consecuencias de la pandemia en el acceso al mercado de trabajo de los nuevos egresados de nuestra institución; aquellos jóvenes que en el mes de junio pasado terminaron sus estudios. Se trata de la primera generación de la pandemia y, como es lógico, tomará algo de tiempo dar cuenta de las condiciones en que se incorporan al trabajo quienes pudieron hacerlo, en un contexto laboral marcado por la incertidumbre y la complejidad; por la competencia de los nuevos egresados con los nuevos desempleados; por la previsible precariedad de los escasos -al menos por cierto tiempo- puestos de trabajo. Tras dar cuenta con relativa amplitud de los ajustes realizados al proceso educativo, con todas las dificultades que supuso trasladar la educación de niños y jóvenes de las aulas a los hogares, parece necesario voltear la mirada hacia fuera de las instituciones educativas, en particular, por el tema a que hago alusión, de las de educación superior. Y nuevamente, si como se ha dicho de forma sostenida, esta crisis nos debe llevar a repensar seriamente la educación, también parece necesario aprovecharla para volver sobre un tema no novedoso, pero evidentemente urgente en los tiempos actuales, el de la relación entre educación y trabajo, con preguntas siempre necesarias sobre la pertinencia de la formación profesional que se brinda en las instituciones de educación superior.

Desde la dirección

La pandemia, el confinamiento, la relativa paralización de las economías no ha sido impedimento para que la vida siga su curso. Unas pocas semanas antes de escribir este editorial recibimos la noticia de que la RMIE aparece, en 2019, en el cuartil 2 en el ranking Scimago Journal & Country Rank. Este sistema tiene a Scopus como fuente de información para el cálculo del indicador Scimago Journal Rank (SJR). El SJR de una revista es un valor numérico que indica el número medio de citas ponderadas recibidas durante un año seleccionado por documentos publicados en esa revista durante los tres años previos, es decir que se tomaron en cuenta las citas recibidas en 2019 a documentos publicados en 2016, 2017 y 2018. El SJR es, en este sentido, un indicador del factor de impacto de una revista. En la lógica de la producción de revistas científicas se trata de un indicador muy importante que atrae autores interesados en publicar en revistas de alto impacto. Sin embargo, son reconocidas sus limitaciones, sobre todo como medida de la calidad de una publicación.1 Así, si bien nos congratulamos del resultado de la evaluación de 2019, surge una reflexión que, junto con el COMIE, nos parece importante avanzar y tiene que ver con la focalización de otros indicadores de calidad de la revista, o de otros indicadores congruentes con sus propósitos y público objetivo; por la importancia de la relación entre investigación y práctica educativas, la revista tiene un papel relevante para actores educativos que esencialmente serán consumidores de la información difundida por la RMIE -y no productores de nuevo conocimiento que citan los trabajos publicados en ella-, y eso también es importante.

En este contexto de celebración, la RMIE ofrece a sus lectores en este número 86 nueve artículos de investigación y dos reseñas. Como no es sorprendente, los artículos, en la variedad de temas que abordan, muestran la rica y compleja gama de problemáticas de los sistemas educativos, susceptibles de investigación.

La escritura académica como objeto de intervención, con base en un sólido sustento teórico producto de los aportes de la investigación básica, para relevar su contribución potencial al aprendizaje por encima del uso ritual y restringido de la escritura que se puede advertir prácticamente en cualquier programa de estudios, es objeto central de la contribución de Hernández, Cossío y Martínez. Los autores se plantean la siguiente pregunta: “¿Es posible desarrollar una propuesta que promueva la escritura epistémica en estudiantes universitarios que a su vez produzca mejoras en la competencia escritora y en el aprendizaje constructivo de los contenidos curriculares?” Para responderla desarrollaron “una propuesta educativa basada en la creación artificial de un sistema de actividad de cognición expandida para maximizar las actividades de escritura académica y epistémica”. Sin duda es sugerente advertir que se obtuvieron resultados positivos, transferibles a otros espacios curriculares.

La relación familia-escuela, según nos proponen Cárcamo y Gubbins, toma formas que se incuban en la formación inicial del profesorado. Sabemos, como lo ha documentado la investigación en la materia, que la colaboración entre ambas instancias es fundamental para asegurar el éxito escolar o, al menos, contribuir a ello. Sabemos también que se trata de una relación compleja que enfrenta resistencias por parte de los actores escolares; según los autores, una explicación posible es “la persistente desconfianza respecto de las potenciales intromisiones que estas familias pueden hacer respecto del quehacer profesional del cuerpo docente”. No obstante, encuentran una favorable disposición para incorporar la temática de la relación familia-escuela en la formación inicial, si bien es la escuela la que habrá de definir la forma y ritmo en que se involucre a los padres de familia en el proceso educativo de sus hijos.

El tercer artículo de este número alude a la temática de la actuación directiva en las instituciones educativas que, a la luz de su documentada relevancia para el adecuado funcionamiento de las instituciones educativas y la consecución de las metas formativas por parte de los educandos, parecería requerir de renovados esfuerzos de investigación. En un estudio comparativo entre escuelas primarias y secundarias de México y España, Alonso y Flores analizan la contribución de autoridades educativas y directores escolares a la introducción e implementación de medios digitales en los centros educativos.

La desigualdad es, sin duda, un problema persistente en los sistemas educativos; aunque se presenta en forma más severa en algunos sistemas, particularmente en los de países menos desarrollados, ninguno está exento. El artículo de Langa, El precio de estudiar en la universidad española para los jóvenes de clases populares, muestra cómo las políticas relativas a costos de la educación superior y becas a estudiantes de este nivel, formuladas a partir de 2012 en España, tienen un efecto de inequidad derivado de la asociación que establecen entre esas variables y el logro académico. Las dificultades enfrentadas por los jóvenes de clases populares les conducen a escenarios que complican aún más su tránsito por la educación superior, como combinar el estudio con el trabajo o, de hecho, abandonar los estudios temporal o definitivamente. Un efecto límite es el hallazgo de “ciertos procesos de autoexclusión de los estudios universitarios en aras de apuestas de promoción menos arriesgadas”.

Hernández, De la Cruz y Razo ofrecen, en su contribución, una descripción de acuerdo con características relevantes -personales, profesionales, experiencia en evaluación educativa- para conocer a estas figuras de los profesores que fungieron como “evaluadores pares” en el proceso de valoración del desempeño docente impulsado en la administración federal pasada. Más allá de los rasgos identificados a partir de la información de que se dispuso para hacer el análisis que se presenta en el artículo, las autoras ofrecen elementos de reflexión sobre la evaluación entre pares, que pueden ser valiosos en el nuevo escenario de evaluación formativa del desempeño docente en la educación básica al que apuntan los nuevos lineamientos en la materia.

El aprendizaje-servicio es una propuesta pedagógica cuya implementación en la educación superior y otros niveles educativos cuenta ya con cierta tradición, por cuanto hace varias décadas que ha tenido lugar su introducción en ellos; su vigencia, sin embargo, es incuestionable si se consideran sus aportes potenciales al desarrollo de la justicia social, la inclusión y la equidad. Zarzuela y García buscan, a través de su investigación, “comprender las aportaciones que realiza la metodología de aprendizaje-servicio a la formación inicial del profesorado, en un caso particular, el de un itinerario curricular del grado de Educación infantil de la Universidad de Cádiz”. Los efectos en la formación del profesorado, documentados por investigaciones en la materia son amplios e incluyen el aprendizaje de la cooperación, la vivencia de la educación en valores, la construcción de un pensamiento docente más crítico apoyado en la reflexión, entre otros aspectos.

Candela, Naranjo, Moreno, De la Riva y Rey contribuyen con un texto que, a través de varios casos, ilustra las aportaciones de la Teoría del Actor-Red para el análisis de las prácticas cotidianas en los espacios escolares. El contexto en todos los ejemplos son clases de ciencias de diferentes niveles educativos en México y Colombia. Los autores conciben esta perspectiva teórica como especialmente rica para los trabajos etnográficos.

Los congresos nacionales de investigación educativa que organiza el COMIE son eventos con un gran poder de convocatoria, tanto en términos de asistentes como de proponentes de ponencias y otras contribuciones, las que, serán sometidas a un proceso de evaluación por pares para determinar su inclusión o no dentro del programa de cada congreso. Es relevante señalar que, típicamente hay una elevada tasa de rechazo de las ponencias recibidas. Ducoing, Fourtoul y Rojas realizan un análisis de las ponencias aprobadas para el XV Congreso Nacional de Investigación Educativa en el área temática Procesos de formación, considerando cinco categorías de análisis: autores, objetos de investigación, epistemologías, teorías y métodos. Los resultados son reveladores de problemáticas advertidas también en otras áreas -aunque no con la sistematicidad que conlleva el haberlas sometido a investigación documental- tales como, debilidades en la construcción de los objetos de estudio, omisiones o confusiones en la declaración de identidad epistemológica, teórica y metodológica, y de la identidad entre esos tres planos. Indican también, los desafíos asociados al proceso de evaluación de las ponencias que se proponen a los congresos.

Cáceres, Pomés y Granada presentan un análisis del desarrollo de vocabulario que presentan niños y niñas de preescolar y su relación con el nivel económico de sus familias y la lectura de cuentos en el hogar. Como señalan las autoras, la importancia del nivel de vocabulario es su carácter precursor de las habilidades lectoras y de otras variables tan importantes como el propio aprendizaje y el rendimiento escolar. En alcance a lo señalado a propósito del segundo artículo de este número sobre la relación familia-escuela, el tema abordado en esta investigación y los hallazgos de las autoras apuntan también a la necesidad de articular mejor ambos contextos, a intervenir desde la escuela de forma más decidida en el enriquecimiento del vocabulario de los niños que asisten a preescolar, especialmente si su contexto socioconómico de procedencia es desfavorable, y a potenciar más, también, el papel educador de la familia.

Las reseñas incluidas en el número 86 de la RMIE invitan a la lectura de dos obras con aportes muy diferentes pero, seguramente, valiosas para cada una de las comunidades de investigación que comparten con los autores intereses comunes de investigación en la temática abordada en cada caso: “los destinos y recorridos de los mexicanos en el extranjero” en el texto coordinado por Grediaga y Gerárd, quienes a través de una investigación de gran envergadura por su cobertura, la cantidad de informantes, la variedad de temas particulares abordados, su densidad teórica y la compleja metodología aplicada, nos ofrecen un documento de excelente factura, particularmente pertinente en momentos como el actual, en el que el futuro de los procesos de movilidad académica es incierto.

En el otro caso, Mary Kay Vaughan, sin descuidar, como señala Camacho, el rigor teórico y metodológico de la interpretación construida, ofrece, a través de la biografía, género con proximidades y guiños a la creación literaria, “el retrato de un joven pintor: Pepe Zúñiga” y al ponerlo en su contexto de vida, da cuenta también de “la generación rebelde de la Ciudad de México”, la del 68.

Referencias

INEE (2019). Panorama Educativo de México. Indicadores del Sistema Educativo Nacional 2018. Educación básica y media superior, Ciudad de México: Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. [ Links ]

1Declaración de San Francisco sobre la evaluación de la investigación. Disponible en: https://sfdora.org/read/es/

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