Introducción
Las comunidades campesinas de México mantienen una estrecha relación con la vegetación que les rodea. Se calcula que aprovechan más de 500 especies de plantas comestibles silvestres, las cuales forman parte de su patrimonio natural y cultural. Estos recursos vegetales permiten su supervivencia y les dan identidad debido a que son parte de su dieta, vestimenta, festividades (Lascurain et al., 2010) y de numerosas actividades como la elaboración de artesanías y medicinas, entre otros (Lara Vázquez, 2013). Ejemplo de estos recursos son las plantas comúnmente conocidas como quelites, del náhuatl ‘quiltil’, palabra que se refiere a las hojas, tallos y flores de las plantas que se consumen tiernas (Basurto-Peña, Martínez-Alfaro, & Villalobos-Contreras, 1998; Bye, 1981; Bye & Linares, 2000; Mera Ovando, Alvarado Flores, Basurto Peña, Bye, & Lara Castro, 2005). Los quelites se incorporan a la dieta mexicana desde tiempos prehispánicos y tradicionalmente han sido apreciados como fuente de nutrientes, entre otras cosas, porque permiten contar con alimento en tiempos de escasez (McClung De Tapia, Martínez Yrízar, Ibarra Morales, & Adriano Morán, 2013).
Los análisis sobre la riqueza de quelites aprovechados en áreas con alta concentración de habitantes y grupos étnicos de México, muestran el uso de un número variable de especies de quelites, por ejemplo, en el centro-este y sur del territorio mexicano se aprovechan entre 81 y 119 especies (Linares & Bye, 2015). A nivel nacional Bye & Linares (2000) sugieren el uso de 500 especies de quelites, mientras que Basurto-Peña (2011) menciona solo 244 especies de hierbas que se incorporan directamente a la dieta mexicana a través del aprovechamiento de sus hojas.
La mayoría de los quelites se obtienen de los campos de cultivo, pero dependiendo del manejo que reciban, pueden ser plantas silvestres o cultivadas (Basurto-Peña et al., 1998; Bye & Linares, 2011; González-Insuasti & Caballero, 2007). Familias como Asteraceae, Apiaceae, Fabaceae, Amaranthaceae, Chenopodiaceae y Brassicaceae agrupan cerca del 90% de las plantas que se consumen como quelites en México (Bye & Linares, 2000). La diversidad de familias y especies aprovechados en el territorio nacional es una muestra directa del conocimiento de los pueblos sobre su ambiente. Sin embargo, la desigualdad social y económica, en conjunto con la migración y los cambios culturales, han resultado en la pérdida del conocimiento tradicional (Ortíz Gómez, Vázquez García, & Montes Estrada, 2005), en particular sobre el uso de los quelites. En comunidades de escasos recursos, estos fenómenos sociales al mismo tiempo han provocado una dieta menos diversa y con implicaciones como la deficiencia de nutrientes y la inseguridad alimentaria (Dweba & Mearns, 2011; Gálvez & Peña, 2015).
Los grupos otomíes, también conocidos como hñähñus, son uno de los pueblos más antiguos de México, su historia se remonta posiblemente a más de 3,000 años (Lara-Vázquez, Romero-Contreras, & Burrola-Aguilar, 2013). Se calcula que en el territorio nacional existen 284,922 hablantes otomíes, lo que posiciona a esta etnia como la séptima con mayor número de hablantes (COESPO, 2018; Montoya Casasola & Sandoval Forero, 2013). El 25% de esta población se asienta en el Estado de México (Sandoval Ferero, Montoya Arce, & González Becerril, 2013), particularmente en el municipio de Temoaya, por lo que se le considera la patria del pueblo otomí (Santillán-Ramírez, López-Villafranco, Aguilar-Rodríguez, & Aguilar-Contreras, 2008). Las características ambientales del territorio de Temoaya, junto con el conocimiento tradicional otomí han permitido un alto aprovechamiento de los recursos naturales de la milpa y del bosque aledaño a los asentamientos humanos (Lara Vázquez, 2013; Monroy Gómez, Moctezuma Pérez, Chávez Mejía, & Vizcarra Bordi, 2016; Rimarachín Cabrera, Zapata Martelo, Alberti Manzanares, & Vázquez García, 1999). En la región de Temoaya predomina la economía de autoconsumo centralizada en la agricultura, de forma que cerca del 66% del suelo se destina al cultivo de maíz, haba y papa (González Romero, 2013; Montoya Casasola & Sandoval Forero, 2013). Otras actividades como la ganadería, el comercio y el trabajo en zonas urbanas adyacentes complementan la economía del pueblo otomí (G. Barrientos-López, 2004). No obstante, el municipio presenta un alto grado de marginación, ya que se calcula que el 71% de la población se encuentra en pobreza (CDI, 2000; SEDESOL, 2010) y que un gran número de niños padecen desnutrición (Fernandez, 2007).
Existen varios trabajos etnobotánicos realizados en comunidades otomíes, entre ellos destacan los realizados en la Sierra Norte de Puebla (Basurto-Peña et al., 1998), en San Antonio el Grande, Huehuetla, Hidalgo (Ortíz Quijano, 2007), en Villa de Progreso, Bernal (Latapí López, 2014) y Amealco, del estado de Querétaro (Núñez López, 2014), así como los trabajos en Jiquipilco el Viejo (Monroy Gómez et al., 2016) y San Pedro Arriba (Rimarachín Cabrera et al., 1999) en Temoaya, Estado de México. Estos trabajos indican que, derivado de la transmisión del conocimiento, en la cultura otomí las plantas tienen un valor funcional el cual debe documentarse ya que tanto las especies como el uso tradicional de las mismas, se encuentran en peligro de desaparecer (Bermúdez, Oliveira-Miranda, & Velázquez, 2005; Heinrich, Ankli, Frei, Weimann, & Sticher, 1998; Maffi, 2005). Debido a esto, se planteó como objetivo analizar la riqueza y el origen de los quelites aprovechados por la comunidad otomí del municipio de Temoaya, así como registrar las especies con mayor uso, importancia cultural, tipo e intensidad de manejo, todo esto con la intención de coadyuvar en la documentación y el rescate del conocimiento tradicional de la cultura hñähñu.
Material y métodos
Zona de estudio
El municipio de Temoaya se encuentra entre las coordenadas 19° 28’ 07’’ N y 99° 35’ 36’’ O. Pertenece a la provincia fisiográfica del Eje Neovolcánico y se ubica al centro de México, específicamente en la región central y norte del Estado de México (Fig. 1) (INEGI, 2009). En el territorio de Temoaya se reportan 90,010 habitantes y el mayor número de hablantes del idioma otomí a nivel nacional (19,321) (Sandoval Ferero et al., 2013; SEDESOL 2010). Después de la Cabecera municipal, San Pedro Arriba es la segunda delegación más poblada del municipio (7,040 habitantes), destaca además por ser la comunidad rural donde se asienta el Centro Ceremonial Otomí (Acle-Tomasini, 2003; G. Barrientos-López, 2004; Farfán Escalera, R. Orozco Hernández, 2007). San Pedro Arriba presenta una elevación máxima de 3,800 msnm y se compone de lomeríos y valles con elevación mínima de 2,500 msnm. El clima es templado subhúmedo y semifrío subhúmedo con lluvias en verano (Acle-Tomasini, 2003; Arzate, 2018; INEGI, 2009), la temperatura media anual y la precipitación es de 6 a 14°C y de 900 a 1,300 mm, respectivamente (INEGI, 2009). En los lomeríos la vegetación se compone de bosques de pino (Pinus spp.), encino (Quercus spp.) y oyamel (Abies religiosa), en el valle predominan los sauces (Salix spp.) y tepozanes (Buddleja spp.) (Arzate, 2018). El 66% de la superficie es de uso agrícola y el 34% forestal, pecuario y urbano (González Romero, 2013). Las principales actividades económicas son la agricultura y el comercio; predomina el cultivo de maíz y la venta de frutas, quelites, plantas medicinales, plantas ornamentales, hongos, animales domésticos y artesanías (Arzate, 2018; Lara-Vázquez et al., 2013; Monroy Gómez et al., 2016; Rimarachín Cabrera et al., 1999).
Riqueza de especies
El análisis sobre la riqueza de especies y el uso de los quelites en la zona de estudio se realizó durante 2017 y a través de colectas botánicas y entrevistas semiestructuradas. Las colectas botánicas se realizaron en milpas, bosques, traspatios y tianguis semanales de la comunidad de San Pedro Arriba. Las colectas se realizaron siguiendo la metodología propuesta por Cunningham (2001) y Bano et al., (2014). Los ejemplares colectados se etiquetaron con sus características de crecimiento y nombres en otomí (Carranza Martínez, López Marín, Amador, De la Vega, & Reynoso González, 2014; De la Vega Lazaro, 2017a, 2017b), su identificación se basó en las claves taxonómicas de Lira Saade (2001) y Rzedowski & Rzedowski (2004, 2010). Las familias se ordenaron según el sistema de clasificación APG (2016). Las abreviaturas de los autores se citan de acuerdo con Villaseñor, Ortiz, & Redonda-Martínez, (2008). Para la nomenclatura de las especies se usó la base de datos The Plant List (2019). La información sobre el origen de cada especie se basó en Rzedowski & Rzedowski (2010) y Vibrans (2019). Un duplicado de cada ejemplar fue depositado en el Herbario Nacional (MEXU), UNAM y otro en la colección de plantas de la Facultad de Ciencias, UAEMéx.
Para determinar la eficiencia de las colectas botánicas se elaboró una curva de acumulación de especies basada en la ecuación de Clench (Jiménez-Valverde & Hortal, 2003) y ejecutada en los programas PAST 3.2 (Hammer, Harper, & Ryan, 2001) y STATGRAPHICS Centurion XV.I (Hoffman & Gallaher, 2007).
Uso, manejo y conocimiento tradicional
Para determinar las diferentes formas de uso de los quelites, se aplicaron entrevistas semiestructuradas de forma aleatoria a 197 informantes (127 mujeres y 70 hombres). El tamaño de la muestra se determinó con la ecuación para poblaciones finitas de acuerdo con Fernandez S. (2001). En las entrevistas se obtuvieron los usos de los quelites de acuerdo con lo propuesto por Signorini, Piredda, & Bruschi (2009) y se recabó información sobre las partes comestibles de las plantas, formas de preparación, usos primarios (tipología general) y usos secundarios (tipología específica). Se calculó el índice de valor de uso ( Vu ) para los usos secundarios de las plantas mediante el método de Puntaje de los informantes (“Informant-score”) (Hoffman & Gallaher, 2007; Kvist, Andersen, Hesselsøe, & Vanclay, 1995; Tardío & Pardo-de-Santayana, 2008).
La importancia cultural ( Ic ) de las especies silvestres comestibles se determinó mediante la fórmula modificada por Blancas, Casas, Pérez-Salicrup, Caballero, & Vega (2013) y ajustada al sitio de estudio:
Donde: P = número de personas que consumen la especie, U = la frecuencia de uso (una vez al año = 1; menos de 10 veces al año = 2; más de 10 veces al año = 3; más de una vez al año = 4); Ldc = el último día de consumo (más de 10 años = 1, menos de 2 años = 2, menos de medio año = 3, menos de dos meses = 4 y menos de dos semanas = 5); Nu = el número de usos diferentes; S = las estructuras utilizadas como alimento (partes vegetativas = 1, partes reproductivas = 2 e individuos completos = 3); Nsu = el número de estructuras consumidas; C = la posibilidad de comercio (no existe = 1 y existe = 2); M = el uso medicinal (no medicinal = 1 y parte comestibles consideradas medicinales = 2). En el caso de especies con uso medicinal los usos se organizaron según la clasificación propuesta por Monroy Gómez et al., (2016).
Adicionalmente, de cada especie silvestre comestible se determinó el índice de intensidad de manejo ( IM ) según la fórmula propuesta por González-Insuasti, Martorell, & Caballero (2008):
Dónde: IM = la intensidad de manejo de una planta en particular de cada población; M f = forma de manejo que se han clasificado de acuerdo al nivel de complejidad estandarizado por González-Insuasti & Caballero (2007): 1) plantas recolectadas o silvestres con manipulación no intensiva, 2) plantas toleradas que crecen antes de la siembra, 3) plantas protegidas que crecen en la escarda, 4) plantas promovidas debido a que su disponibilidad aumenta con podas, o por dispersión intencional, etc., 5) plantas cultivadas ex situ, en las que su siembra es por semillas ocasionalmente y 6) plantas cultivadas con manipulación muy intensiva. n es el número de individuos con algún tipo de manejo en el área y N es el total de plantas en una misma área.
Adicionalmente se obtuvo la frecuencia de mención relativa ( Fmr ), a partir del listado libre, donde se suma el número de veces que es mencionado un quelite. La fórmula de Fmr se obtuvo con respecto a lo mencionado por Burrola-Aguilar, Montiel, Garibay-Orijel, & Zizumbo-Villarreal (2012), al dividir la frecuencia de mención total entre el número de informantes por localidad.
Así mismo, se compararon las frecuencias de consumo entre edades y géneros, la edad de los informantes se organizó en seis categorías según la Regla de Sturges (Puc Gil & Retana Guiascón, 2012) indicada como:
Dónde, R = diferencia entre los valores mayores y menores, n = conjunto de datos a considerar y w = determinación del rango de amplitud de cada clase.
Las comparaciones de las variables sexo y rangos de edad se realizaron con pruebas de ji-cuadrada en el programa SPSS Statistics 20 (Field, 2009).
Resultados
Riqueza de especies
Se identificaron 68 especies y 5 variedades de quelites ubicados en 53 géneros y 29 familias (Anexo). De acuerdo con el análisis de acumulación de especies, la riqueza registrada en la zona de estudio representa el 93% de las 76 especies esperadas en la comunidad otomí estudiada (Fig. 2).
El 37% de las especies utilizadas se agrupan en las familias Asteraceae (8 especies y 1 variedad), Amaranthaceae (6 especies y 1 variedad), Apiaceae (7 especies) y Brassicaceae (4 especies y 3 variedades). Los géneros con mayor número de especies fueron Malva (4 especies), Chenopodium (2 especies y 1 variedad) y Brassica (2 especies y 3 variedades). Se registraron 77 nombres étnicos de 56 especies, 21 especies presentaron más de un nombre en otomí (Anexo). El análisis de las formas de vida indicó un predominio de quelites de hábito herbáceo (89%; 61 especies y 5 variedades), 7% fueron árboles (5 especies) y 3% arbustos (2 especies).
El 88% de las especies aprovechados por los otomíes de San Pedro Arriba se desarrollan en hábitats terrestres (60 especies y 5 variedades) y 11% en hábitats acuáticos (8 especies). El 55% de las especies son plantas nativas de México (37 especies y 1 variedad), 44% introducidas (30 especies y 4 variedades) y solo Sicyos microphyllus (chayotillo) endémica de México. De las especies introducidas, 14% (9 especies y 4 variedades) provienen de Europa, 10% (7 especies) del Mediterráneo, 10% (7 especies) de Eurasia, 6% (4 especies) de Asia y 4% (3 especies) de Sudamérica.
Uso y manejo
Se identificaron 5 usos primarios de los quelites de la comunidad otomí: comestible (68 especies), medicinal (28 especies), forraje (9 especies), psicoactivo (1 especie) y lúdico (1 especie). Sobre las formas de preparación de las plantas, el 72% de los quelites se consumen cocidos (49 especies y 4 variedades) ya sea hervidos, fritos, guisados y/o condimentados, el 50% (34 especies y 4 variedades) se incorporan a la dieta crudos en tacos o ensaladas, y el 42% (26 especies y 3 variedades) se consumen tanto crudos como cocinados. Adicionalmente se registró que 11 especies y una variedad (16% del total) se deshidratan al aire libre y se almacenan para consumirse en la temporada de secas, cuando típicamente son escasas (Anexo). Los entrevistados indicaron que de 54 especies (79%) consumen las estructuras vegetativas, aunque el aprovechamiento cambia de acuerdo con la fase de crecimiento, ya que cuando la planta está en desarrollo se consume todo el organismo, pero cuando el quelite madura se consumen preferentemente las partes más tiernas (Anexo). Las flores se consumen en una proporción menor (17 especies y 3 variedades, 25%) y de 9 especies (13%) se aprovechan tanto las partes vegetativas como las reproductivas.
Veintiocho especies además de incorporarse a la dieta también presentaron usos medicinales. Los usos medicinales secundarios de estas plantas se organizan en 10 categorías de acuerdo con las enfermedades que tratan (Anexo). Destaca que el 25% (17 especies) de los quelites se reportaron para enfermedades del sistema digestivo, ya sea como purgante o para estreñimiento, problemas del hígado y gastritis. Chenopodium ambrosioides, Urtica dioica, U. urens, Rumex mexicanus, R. crispus y las cuatro especies de Malva son las que presentaron mayor número de usos medicinales.
Considerando todos los usos primarios, se encontró que las especies que presentaron la frecuencia de mención más alta ( Fmr ) y los valores de uso ( Vu ) mayores fueron: Chenopodium berlandieri y C. berlandieri var. nuttalliae (0.89 y 0.60 respectivamente), seguido por Brassica rapa (0.87 y 0.46 respectivamente) y Medicago polymorpha (0.69 y 0.40 respectivamente) (Tabla 1). Trece especies presentaron la menor frecuencia de mención (Tabla 1). Once quelites registraron valores de uso intermedios, entre ellos Stellaria media (0.35), Amaranthus hybridus (0.27), Calandrinia micrantha (0.25), Malva parviflora (0.25), M. nicaeensis (0.25), M. crispa (0.25) y Opuntia ficus-indica (0.24) (Tabla 1).
Nombres científicos | Fmr | Vu | P | U | Ldc | Nu | S | Nsu | C | M | Ic | MF | IM |
---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|---|
Agave salmiana | 0.04 | 0.12 | 36 | 0.67 | 1.6 | 0.81 | 1 | 0.6 | 1 | 1 | -- | 13 | 7.46 |
Allium cepa | 0.01 | 0.08 | 37 | 1.74 | 2.4 | 0.74 | 1 | 0.9 | 1 | 1 | 0.003 | 3.5 | 0.15 |
Amaranthus hybridus | 0.30 | 0.27 | 48 | 2.07 | 2.9 | 1.2 | 1 | 1.5 | 1 | 1 | 0.029 | 41 | 24 |
Berula erecta | 0.12 | 0.16 | 40 | 1.83 | 2.9 | 0.74 | 1 | 1.4 | 1 | 1 | 0.008 | 0.5 | -- |
Beta vulgaris | 0.21 | 0.18 | 43 | 2.31 | 3.4 | 0.94 | 1 | 1.1 | 1 | 1 | 0.015 | 18 | 2.68 |
Bidens laevis | 0.03 | 0.08 | 34 | 1.35 | 2 | 0.63 | 1 | 1.1 | 1 | 1 | 0.001 | 1.5 | 0.13 |
Brassica oleracea | 0.03 | 0.01 | 27 | 1.24 | 1.7 | 0.57 | 0 | 0.5 | 1 | 1 | -- | 3 | -- |
B. oleracea var. viridis | 0.02 | 0.03 | 17 | 0.57 | 0.7 | 0.39 | 0 | 0.3 | 1 | 1 | -- | 25 | 5.31 |
B. oleracea var. italica | 0.04 | 0.04 | 4 | 0.13 | 0.2 | 0.07 | 0 | 0 | 1 | 1 | -- | 0 | -- |
B. rapa | 0.87 | 0.46 | 51 | 2.7 | 4.1 | 1.39 | 3 | 2.5 | 1 | 1 | 0.420 | 54 | 40 |
Calandrinia micrantha | 0.28 | 0.25 | 50 | 2.39 | 3.2 | 1.22 | 2 | 1.6 | 1 | 1 | 0.089 | 47 | 33 |
Chenopodium ambrosioides | 0.06 | 0.17 | 50 | 3.04 | 4.4 | 0.98 | 3 | 2.5 | 1 | 1 | 0.416 | 67 | 44 |
C. berlandieri y C. berlandier var. nuttalliae | 0.89 | 0.60 | 51 | 2.87 | 4.1 | 1.81 | 3 | 2.7 | 1 | 1 | 0.755 | 70 | 53 |
Coriandrum sativum | 0.10 | 0.03 | 47 | 2.7 | 3.7 | 1.07 | 1 | 1.6 | 1 | 1 | 0.047 | 13 | 1.38 |
Cotula mexicana | 0.01 | 0.13 | 2 | 0.02 | 0 | 0.02 | 0 | 0 | 1 | 1 | -- | 0 | -- |
Cucurbita pepo y C. ficifolia | 0.06 | 0.13 | 48 | 2.19 | 2.9 | 1.24 | 2 | 0.9 | 1 | 1 | 0.039 | 40 | 17.9 |
Eryngium bonplandii | 0.03 | -- | 7 | 0.15 | 0.2 | 0.13 | 0 | 0.1 | 1 | 1 | -- | 2.5 | 0.27 |
Hydrocotyle ranunculoides | 0.35 | 0.08 | 46 | 2.37 | 3.4 | 0.87 | 1 | 1 | 1 | 1 | 0.019 | 2 | 0.47 |
Lactuca sativa | 0.08 | 0.15 | 48 | 2.72 | 4 | 1.31 | 1 | 0.9 | 1 | 1 | 0.038 | 14 | 1.79 |
Lilaea scilloides | 0.28 | 0.22 | 49 | 2.26 | 3.2 | 0.96 | 1 | 1.5 | 1 | 1 | 0.060 | 10 | 2.98 |
Malva parviflora, M. nicaeensis y M. crispa | 0.30 | 0.25 | 48 | 1.96 | 2.9 | 0.96 | 1 | 1.7 | 1 | 1 | 0.037 | 51 | 34 |
Medicago polymorpha | 0.69 | 0.40 | 51 | 2.87 | 3.9 | 1.52 | 3 | 2.6 | 1 | 1 | 0.586 | 53 | 1.4 |
M. sativa | 0.03 | 0.10 | 28 | 0.976 | 1.5 | 0.59 | 1 | 1 | 1 | 1 | -- | 6.5 | 0.41 |
Mentha sativa | 0.02 | 0.06 | 34 | 1.72 | 2.4 | 0.69 | 1 | 1.1 | 1 | 1 | 0.003 | 63 | 35 |
Mimulus glabratus | 0.01 | -- | 5 | 0.2 | 0.3 | 0.15 | 0 | 0.2 | 1 | 1 | -- | 2 | 0.17 |
Opuntia ficus-indica | 0.11 | 0.24 | 49 | 3.06 | 4.3 | 1.78 | 3 | 1.7 | 1 | 1 | 0.490 | 56 | 38 |
Oxalis hernandezii y O. nelsonii | 0.07 | 0.12 | 38 | 1.41 | 2.2 | 0.8 | 1 | 1.2 | 1 | 1 | 0.006 | 47 | 32 |
Persea americana | 0.01 | -- | 12 | 0.22 | 0.4 | 0.24 | 0 | 0.2 | 1 | 1 | -- | 17 | 3.3 |
Petroselinum crispum | 0.04 | 0.06 | 20 | 0.91 | 1.3 | 0.43 | 0 | 0.6 | 1 | 1 | -- | 10 | 0.85 |
Phacelia platycarpa | 0.02 | -- | 7 | 0.13 | 0.2 | 0.13 | 0 | 0.2 | 1 | 1 | -- | 6 | 0.64 |
Phytolacca icosandra | 0.02 | 0.06 | 10 | 0.26 | 0.5 | 0.37 | 1 | 0.3 | 1 | 1 | -- | 6 | 1.2 |
Polygonum aviculare | 0.01 | 0.08 | 22 | 0.85 | 1.3 | 0.48 | 1 | 0.9 | 1 | 1 | -- | 17 | 4.34 |
Porophyllum macrocephalum | 0.07 | 0.12 | 47 | 2.44 | 3.8 | 0.87 | 1 | 1.6 | 1 | 1 | 0.032 | 2.5 | -- |
P. tagetoides | 0.02 | 0.09 | 32 | 1.54 | 2.3 | 0.65 | 1 | 1.1 | 1 | 1 | 0.001 | 0 | -- |
Portulaca oleracea | 0.07 | 0.16 | 48 | 2.33 | 3.4 | 0.94 | 2 | 2 | 1 | 1 | 0.074 | 13 | 1.65 |
Quercus mexicana | 0.03 | 0.06 | 19 | 0.33 | 0.6 | 0.39 | 1 | 0.3 | 1 | 1 | -- | 7.5 | 2.39 |
Raphanus. raphanistrum | 0.10 | 0.16 | 42 | 1.63 | 2.5 | 1.06 | 2 | 1.6 | 1 | 1 | 0.028 | 39 | .15 |
R. sativus | 0.01 | -- | 11 | 0.39 | 0.6 | 0.24 | 0 | 0.2 | 1 | 1 | -- | 8 | 0.51 |
Rorippa nasturtium-aquaticum | 0.02 | 0.06 | 20 | 0.83 | 1.2 | 0.41 | 0 | 0.6 | 1 | 1 | -- | 0.5 | 0.02 |
Rumex crispus y R. mexicanus | 0.23 | 0.23 | 49 | 2.5 | 3.6 | 0.98 | 1 | 1.2 | 1 | 1 | 0.033 | 39 | 21 |
Solanum stoloniferum | 0.01 | -- | 10 | 0.19 | 0.3 | 0.19 | 0 | 0.2 | 1 | 1 | -- | 16 | 2.97 |
Spinacia oleracea | 0.01 | -- | 12 | 0.28 | 0.5 | 0.2 | 0 | 0.4 | 1 | 1 | -- | 11 | 2.01 |
Spergula arvensis | 0.01 | -- | 4 | 0.11 | 0.2 | 0.1 | 0 | 0.1 | 1 | 1 | -- | 1.5 | 0.03 |
Spinacia oleracea | 0.20 | 0.17 | 40 | 1.96 | 2.9 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 | 0.007 | 8.5 | 0.72 |
Stellaria media | 0.46 | 0.35 | 50 | 1.87 | 2.9 | 1.2 | 2 | 2.4 | 1 | 1 | 0.129 | 39 | 31 |
Suaeda torreyana | -- | 0.13 | 47 | 1.24 | 2.6 | 0.9 | 1 | 0.9 | 1 | 1 | 0.007 | 5.5 | 0.35 |
Taraxacum officinale | 0.01 | 0.03 | 11 | 0.26 | 0.4 | 0.2 | 0 | 0.1 | 1 | 1 | -- | 3.5 | 0.44 |
Tauschia nudicaulis | 0.05 | 0.10 | 37 | 0.81 | 1.7 | 0.7 | 2 | 1.8 | 1 | 1 | 0.005 | 24 | 11.2 |
Tropaeolum majus | 0.01 | -- | 4 | 0.09 | 0.1 | 0.1 | 0 | 0.1 | 1 | 1 | -- | 4.5 | 0.28 |
Urtica urens | 0.01 | -- | 12 | 0.22 | 0.4 | 0.2 | 0 | 0.3 | 1 | 1 | -- | 7 | 1.63 |
Vicia faba | 0.01 | 0.05 | 17 | 0.35 | 0.6 | 0.4 | 0 | 0.5 | 1 | 1 | -- | 41 | 15 |
Se muestra frecuencia de mención relativa ( Fmr ), valor de uso ( Vu ), número de personas entrevistadas que consumen las especies ( P ), frecuencia de uso ( U ), último día de consumo ( Ldc ), número usos diferentes ( Nu ), estructuras utilizadas como alimento ( S ), número de estructuras consumidas ( Nsu ), posibilidad de comercio ( C ), uso medicinal ( M ), importancia cultural ( Ic ), formas de manejo ( MF ) e intensidad de manejo ( IM ). Los números en negritas indican los valores más altos.
Por otro lado, los valores de importancia cultural ( Ic ) más altos los presentaron C. berlandieri y C. berlandieri var. nuttalliae (ambos 0.75), M. polymorpha (0.58), O. ficus-indica (0.49), B. rapa (0.42) y C. ambrosioides (0.41), esto debido a que son vegetales que se consumen en diferentes etapas de desarrollo (Tabla 1).
El análisis sobre el manejo que los otomíes dan a las plantas muestra que los quelites con los valores más altos en intensidad de manejo ( IM) fueron C. belandieri y C. berlandieri var. nuttalliae (53), C. ambrosioides (44), B. rapa (40), O. ficus-indica (38) y Mentha sativa (35) (Tabla 1). En general todas las especies de quelites presentan algún tipo de manejo, 30% (21 especies) son plantas silvestres recolectadas, como Agave salmiana y Quercus mexicana que se obtienen directamente del bosque, o Berula erecta e Hydrocotyle ranunculoides que se recolectan de cuerpos de agua temporales. Por otro lado, el 6% (4 especies) son plantas toleradas como Raphanus raphanistrum y S. media; 22% (16 especies) son hierbas protegidas como M. polymorpha y las especies de Oxalis; 6% (4 especies y 1 variedad) son hierbas promovidas como C. berlandieri y B. rapa; 6% (4 especies y 1 variedad) se cultivan ocasionalmente, por ejemplo B. oleraceae var. viridis y Malva sylvestris; y 28% (19 especies y 3 variedades) siempre se cultivan como Vicia faba y las especies de Opuntia.
Conocimiento tradicional
En la comunidad de San Pedro Arriba, las mujeres se ocupan principalmente del hogar (79%), en segundo lugar se dedican a la venta de artesanías, hongos, plantas medicinales y quelites (18%), un porcentaje menor son empleadas (2%), se dedican a labores del campo (1%) o son estudiantes (1%). Para los hombres la ocupación principal es el comercio (35%), seguido por las labores del campo (21%), el estudio (16%), el hogar (10%), la albañilería (9%) o como empleados (3%), jardineros (3%) o sastres (1%).
De las comparaciones entre sexos se encontró que las mujeres conocen y saben del consumo de un mayor número de quelites (68%), en comparación con los hombres (32%) (x2 = 39.78, p = 0.001), y que el conocimiento en cada género se asocia a cierto grupo de edades. Para el caso de las mujeres, aquellas que reportaron un mayor número de quelites se encontraron entre los 23 y 55 años; de todas estas 24% tenían entre 23 y 33 años, 25% entre 34 y 44 años y 20% entre 45 y 55 años. Para el caso de los hombres, los que reportaron mayor número de especies de quelites se encontraron entre 34 y 55 años, el 30% tenían entre 34 y 44 años y el 23% entre 45 y 55 años (Tabla 2).
El 80% de los informantes reconocieron las formas de preparación de los quelites y el 45% mencionó transmitirlo a las hijas (92%), hermanas y nueras (3%) y esposas y nietas (1%). La adquisición del conocimiento se da principalmente de los 6 a 12 años (52%), en menor proporción de 13 a 18 años (30%), de 19 a 24 años (13%), de 25 a 30 años (4%) y más de 31 años (1%).
Discusión
El concepto más amplio de quelites incluye alrededor de 500 especies de plantas consumidas en todo México (Bye & Linares, 2000), un cálculo más conservador sugiere que en el país se utilizan solo 244 especies (Basurto-Peña, 2011). Bajo este esquema, se puede decir que los otomíes de San Pedro Arriba usan entre el 14 y 28% de los quelites aprovechados a nivel nacional. Este porcentaje es comparable con los reportes de otras zonas otomíes de México (Basurto-Peña et al., 1998; Núñez López, 2014; Ortíz Quijano, 2007) o de la misma región (Monroy Gómez et al., 2016), pero una comparación más puntual revela que 19 especies silvestres de quelites de Temoaya no se encuentran reportadas previamente en la literatura (Anexo). Este hecho sugiere una cultura de uso de las plantas específica, y junto con el examen de completitud (Fig. 2) apunta la necesidad de mantener y hacer más exhaustivo el inventario.
El análisis de los resultados muestra el predominio de especies de las familias Asteraceae, Amaranthaceae, Apiaceae y Brassicaceae, acorde con los reportes a nivel nacional que indican que estas familias, junto con Fabaceae y Chenopodiaceae agrupan el 89% de las hierbas comestibles (Bye & Linares, 2000). Asteraceae, Amaranthaceae y Brassicaceae son parte de las 11 familias más importantes de malezas en México (Vibrans, 2019), suelen estar asociadas a ambientes perturbados y zonas de cultivo, que son justamente las áreas de las que tradicionalmente se extrae el mayor número hierbas comestibles (Linares & Bye, 2015). De hecho, muchas de las especies de estas seis familias son hierbas toleradas, fomentadas, protegidas o cultivadas en las milpas de diferentes regiones de México, tanto por su alto valor nutricional como por sus propiedades medicinales (Basurto-Peña, 2011; Linares & Bye, 2015).
Los reportes nacionales indican que por su asociación directa con campos de cultivo de temporal son las hierbas, y sobre todo las anuales, el tipo de quelites más comúnmente utilizados en México (Bye, 1981). Esto también se observa en la zona de estudio donde el 89% de los quelites fueron plantas de hábito herbáceo extraídas de las milpas y zonas aledañas. No obstante, los otomíes de Temoaya también usan partes de árboles y arbustos como hierbas silvestres comestibles, por ejemplo, las hojas de Persea americana y las flores de Quercus mexicana. En otras regiones de México también se ha reportado el uso de partes de plantas perennes como quelites (Basurto-Peña, 2011; Bye, 1981; Bye & Linares, 2000), lo cual permite a los habitantes disponer de ellas por un periodo de tiempo más largo. Sin embargo, el bajo número de especies arbóreas y arbustivas aprovechadas en la zona de estudio (7 especies) sugiere que este tipo de plantas tiene un papel menor en la dieta otomí.
En San Pedro Arriba un poco más del 50% de los quelites son especies nativas de México y más del 60% también se reportan útiles en otras etnias mexicanas, como es el caso de A. hybridus, C. berlandieri y Portulaca oleracea (Linares & Bye, 2015). Basurto-Peña (2011) menciona que, si bien a lo largo de todo el país los quelites son parte de la cultura local, muchos tienen equivalencias en diversas regiones y lenguas indígenas de México por lo que podría tratarse de un grupo de verduras nativas y útiles a nivel nacional. La incorporación de las plantas silvestres a la dieta de los pueblos permite que adquieran una denominación particular y un vínculo directo con la cultura, es así como en San Pedro Ariba 56 especies de quelites tienen al menos un nombre en otomí.
De acuerdo con Núñez López (2014) el uso de nombres en otomí no solo muestra el conocimiento de las plantas por parte de los lugareños, sino también su valor cultural. Esto es debido a que cada uno de los fitónimos hñäñhos encierra saberes, experiencias, cosmovisión y la misma historia del pueblo, de tal forma que el lenguaje se posiciona como un elemento indispensable para mantener la tradición de uso de las plantas (Núñez López, 2014). En general el alto valor de la comunicación oral en la trasmisión del conocimiento étnico señala la necesidad de un análisis puntual de la lengua de los habitantes de la zona de estudio, sobre todo para entender y mantener sus tradiciones, así como para observar y documentar la apropiación de nuevos elementos.
Los procesos de transculturación han conducido a que diversas especies originarias del Viejo Mundo se adopten y adapten como quelites en varias regiones del país, esto puede verse en el 44% de los quelites aprovechados por los otomíes de la zona de estudio que han sido introducidos a México. La apropiación de estas plantas a la cultura hñähñu de Temoaya se deduce de los 24 nombres en otomí reportados para ellas (Anexo). La apropiación de estas plantas también debe ser un punto central de análisis para determinar la continuidad del uso tradicional de los quelites en la zona, dado que la introducción de especies nuevas si bien enriquece la flora útil, también puede ser una de las causas que conduzca a la pérdida del consumo de hierbas nativas (Dweba & Mearns, 2011).
En el centro de México los quelites se consumen en ensaladas, sopas, caldos, capeados y hervidos (Bye & Linares, 2011; Linares, Bye, Ortega, & Arce, 2017), de hecho, existen múltiples combinaciones en la forma de prepararlos (Basurto-Peña et al., 1998), pero todas se enmarcan en dos formas básicas: quelites crudos o cocidos (McClung De Tapia et al., 2013). Los otomíes de San Pedro Arriba consumen cocidos el 72% de las hierbas tiernas, una técnica que permite aumentar su digestibilidad y palatabilidad, además de que favorece la eliminación de sustancias tóxicas, las cuales también se evitan al consumir quelites en estadios tempranos de desarrollo (Castro Lara, Bye, & Mera Ovando, 2011).
La mayor importancia de los quelites radica en su valor nutritivo que, en algunos casos, es superior al de hortalizas comerciales (Mera Ovando et al., 2005). Al igual que otros pueblos de México (Bye & Linares, 2011; Castro Lara, Basurto-Peña, Mera Ovando, & Bye, 2011), los otomíes de San Pedro Arriba incorporan frecuentemente diversas hiervas a su dieta, ya sea como plato fuerte o como complemento de otros platillos, quizás por su sabor o incluso por su facilidad de obtención. El conocimiento sobre los aportes nutricionales de los diversos quelites que se aprovechan en el país aún está en proceso, pero en general se consideran un buen complemento de la dieta diaria (Mera Ovando et al., 2005) debido a que si bien tienen poca energía, aportan cantidades considerables de agua (más del 75%) y sólidos (25%) como los hidratos de carbono (Morales de L., Bourges, & Vázquez, 2013), fibras, pequeñas cantidades de lípidos, minerales, vitaminas, antioxidantes y ácidos grasos como omega-3 y omega-6 (Morales de L. et al., 2013; Velázquez-Ibarra et al., 2016). De los quelites más empleados como el cenizo y huauzontle (C. berlandieri y C. berlandieri var. nuttalliae) se calcula que pueden llegar a aportar hasta 6 gr de proteína/100gr de porción comestible, la cual es mayor a la que aportan los nopales (Morales de L. et al., 2013).
Alternativamente al uso comestible ciertas especies de quelites también se emplean como medicinales o forrajeras (Carvalho & Barata, 2017; Gaoue et al., 2017; Monroy Gómez et al., 2016). En algunas regiones de México muchas plantas que se incorporan a la dieta llegan a funcionar como una forma preventiva para el mantenimiento de la salud que no es consciente a pesar de ser constante (Linares, Bye, & Flores, 1999). Esta es una condición que probablemente está ocurriendo en San Pedro Arriba, donde el uso medicinal de los quelites es el segundo más importante después del uso comestible. El consumo de quelites con propiedades medicinales podría estar ayudando de forma inconsciente a controlar alguna enfermedad, sobre todo del sistema digestivo, que es un grupo de padecimientos ampliamente extendidos en la zona y en México, y que además tiene una alta prevalecen en áreas de pobreza y rezago social (Hernández Cortez, Aguilera Arreola, & Castro Escarpulli, 2011). De esta forma, fomentar el aprovechamiento de los quelites permitirá: 1) ampliar las fuentes de fibra y nutrientes en la dieta, 2) mejorar la salud debido a que algunas especies tienen potencial como productos nutraceúticos y funcionales, por ejemplo Hydrocotyle ranunculoides (Velázquez-Ibarra et al., 2016) y en general las crucíferas (Campas-Baypoli et al., 2009), y 3) incrementar los ingreso monetario y contribuir a la economía familiar.
Los diferentes índices calculados permitieron identificar las especies más importantes para la comunidad otomí de Temoaya. Chenopodium berlandieri y su variedad C. berlandieri var. nuttalliae presentaron los valores más altos de frecuencias de consumo, importancia cultural e intensidades de manejo, así como múltiples formas de preparación (Anexo). Los valores reflejan el amplio papel utilitario de estos quelites en la cultura otomí de San Pedro Arriba, que además también es generalizado al centro del país (Linares & Bye, 2015). Si bien el índice de Vu no indica diferencia entre especies de uso actual y de uso antiguo (Albuquerque, Lucena, Monteiro, Florentino, & Almeida, 2006), la propuesta del índice Ic (Blancas et al., 2013) permitió corroborar que en la cultura otomí estudiada, C. berlandieri, C. berlandieri var. nuttalliae, B. rapa y M. polymorpha (Tabla 1) son culturalmente los quelites más importantes. Adicionalmente permitió identificar aquellos quelites que no han sido consumidos en mucho tiempo, entre ellos Cotula mexicana, B. oleraceae var. viridis (Tabla 1). Es importante destacar que las especies con los valores de uso e importancia cultural más altos en Temoaya son obtenidas de manejos promovidos, por lo tanto, el gradiente de manejo puede estar impactando directamente en la importancia cultural y en la percepción de escasez o abundancia del recurso (Blancas et al., 2013). Además de que, en sus diferentes variantes, el manejo es un indicador del nivel conocimiento empírico sobre la planta, así como del uso y la disponibilidad del recurso.
El análisis sobre el resguardo del conocimiento en la cultura otomí de San Pedro Arriba indica que las mujeres, sobre todo aquella de entre 34 a 44 años poseen una mayor cantidad de información sobre el uso de los quelites. Gaoue et al., (2017) sostiene que en general el conocimiento tradicional y su transmisión se relaciona con la edad y el género de las personas. A pesar de que no existe una regla general, la tendencia es que las mujeres y sobre todo la de mayor edad, posean el más conocimiento en el uso de plantas, principalmente las medicinales. Esto se asocia a la responsabilidad del cuidado familiar (Albuquerque et al., 2011; Gaoue et al., 2017) y a los roles de género que se presentan en la sociedad, ya que desde muy temprana edad las mujeres se dedican a actividades del hogar, mientras que los niños al campo (Rimarachín Cabrera et al., 1999; Vizcarra Bordi & Marín Guadarrama, 2006). En la localidad de estudio los hombres se dedican principalmente al comercio, mientras que las mujeres se dedican básicamente al cuidado del hogar y se encargan de enseñar a sus hijas diversas tareas, entre ellas las formas de preparar las hierbas que consumen. Como en otras culturas, el conocimiento tradicional en el manejo de plantas es transmitido vía oral, aunque debe considerarse que su transmisión depende de muchos factores que son cambiantes y sujetos a largos procesos adaptativos (Albuquerque & Hanazaki, 2009; Lozada, Ladio, & Weigandt, 2006).
Conclusiones
El consumo de los quelites se mantiene en la localidad otomí de San Pedro Arriba. El uso de 68 especies y cinco variedades, entre las que destacan Chenopodium berlandieri, C. berlandieri var. nuttalliae, Brassica rapa y Medicago polymorpha, refleja el valor cultural y utilitario de las plantas silvestres en la etnia estudiada, pero sobre todo manifiesta el vínculo de los pueblos indígenas con los ecosistemas templados del estado de México, el cual se ha fortalecido y transmitido a través de generaciones. Los conocimientos y principios de la explotación de estos recursos deben documentarse antes de que los fenómenos de globalización conduzcan a su pérdida.