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Convergencia

versión On-line ISSN 2448-5799versión impresa ISSN 1405-1435

Convergencia vol.16 no.51 Toluca sep./dic. 2009

 

Dossier Asociación Latinoamericana de Sociología

 

Política de las expresiones heterodoxas: el conflicto social en los escenarios de las crisis argentinas

 

Adrián Scribano* y Ximena Cabral**

 

Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. E–mail: adrianscribano@gmail.com*, ximenacabral@yahoo.com**.

 

Envío a dictamen: 12 de mayo de 2009.
Aprobación: 04 de junio de 2009.

 

Abstract

The moments of externalization of the conflicts make it possible to observe how the protests are linked to the "made–in–scene" and selection of the construction of expressive resources. These moments make it possible to find the tracks that make it possible to trace a "plus" connecting with the complaints filed, too. This article aims to reconstruct the connections between expressive resources, "aesthetic–in–the–street" and heterodox practices. The strategy chosen here can be schematized as follows: 1) discusses the characteristics of the relationship between expressiveness, crisis and politics, 2) scenes–postcards of the city of Cordoba, Argentina, are reconstructed through expressive resources of the collective actions, and 3) summarizes some of the games of language associated with those cards. It concludes by advocating the need to deepen into the analysis of collective actions, including the expressive resources as a key to overcome a narrow reading of the social claims from them.

Key words: expressive resources, social conflict, visibility, collective action, crisis.

 

Resumen

Los momentos de externalización de los conflictos permiten observar cómo la protesta se vincula con la "puesta–en–escena" de la construcción–selección de recursos expresivos y con las huellas que hacen posible rastrear un plus en las demandas entabladas. El presente artículo tiene como objetivo reconstruir las conexiones entre recursos expresivos, "estéticas–en–las–calles" y prácticas heterodoxas. La estrategia que seguimos aquí es posible de ser esquematizada del siguiente modo: 1) se discuten las características de las relaciones entre expresividad, crisis y política; 2) se reconstruyen las escenas–postales de la ciudad de Córdoba, Argentina, a través de los recursos expresivos de las acciones colectivas; y 3) se sintetizan algunos "juegos del lenguaje" asociados a dichas postales. Se finaliza abogando por la necesidad de profundizar los análisis de las acciones colectivas que incluyan los recursos expresivos como un elemento central para superar un mero análisis desde las demandas de las mismas.

Palabras clave: recursos expresivos, conflicto social, visibilidad, acción colectiva, crisis.

 

Introducción

La depredación de los bienes comunes, la regulación de las sensaciones y la profundización de "renovadas maneras" de la represión caracterizan el estado actual del desarrollo del capitalismo a escala global. En las investigaciones que venimos realizando en el marco del Programa de Estudios sobre Acción Colectiva y Conflicto Social1 hemos identificado y descrito, de diversas maneras, los modos que asumen las aludidas características en la Argentina donde hemos explorado y explicado cómo se efectiviza la constitución de los fantasmas y fantasías sociales. En el presente artículo nos concentraremos en la identificación, descripción y análisis de los recursos expresivos de las protestas sociales como uno de los ejes en el que se puede hacer visible un conjunto de prácticas heterodoxas respecto a dichos procesos. Así, trabajaremos como referencia empírica los recursos expresivos utilizados en y desde la crisis de 2001 en la ciudad de Córdoba, Argentina por los actores colectivos y los sujetos en protesta.

Desde los años noventa la búsqueda de visibilidad ha sido una de las preocupaciones claves de los movimientos sociales y de las acciones colectivas. Indagaremos aquí, a partir de la dimensión expresiva de las acciones colectivas, lo que la expresividad de la acción permite ver, cuáles son estos mensajes que las acciones colectivas evidencian sobre las suturas y fallas en los procesos de estructuración social. De ahí que este abordaje, a partir de un análisis de los recursos expresivos, constituya una vía de ingreso para poder reconstruir la trama conflictiva dentro del periodo y, al mismo tiempo, posibilite avanzar en el rastreo de los "plus" de las demandas entabladas por las acciones colectivas.

Una canilla gigante en medio de la calle, viajar dentro de un inodoro, frases y escenas de interacciones inverosímiles; colores vibrantes, muñecos y orejas en papel maché son algunas de las materialidades que poblaron la ciudad de Córdoba, Argentina en los últimos años. Cuando la voz no alcanza aparece una multiplicidad de "medios" transformados en mensajes; emergen nuevas materialidades vueltas expresión de lo silenciado por la obviedad de lo que se denuncia, por las palabras que faltan (¿o sobran?) por las prácticas que no están, pero que son.

Esas materialidades pretenden "captar la atención", son instrumentos que los sujetos eligen, crean y se apropian para hacerse escuchar dejándose ver. En ese sentido, la acción colectiva misma es una búsqueda de visibilidad, de hacerse notar por parte de los ex ciudadanos, de los expulsados y expropiados de sus voces y de otras materialidades.2 Estas expresiones "performadas" posibilitan y necesitan que propios y extraños tomen nota, y así, de forma simultánea, dar con las claves de una gramática de las acciones y geometría de los cuerpos que dejan sin posibilidad de ser vistos, escuchados y reconocidos a millones de sujetos.

En este escenario la protesta social puede ser entendida en tanto momento de visibilidad de la acción colectiva y como la externalización de una multiplicidad de redes de conflictos previas; y es en ese tiempo–espacio donde la protesta se vincula con la puesta en escena colectiva a partir de la construcción–selección de recursos expresivos.

En el periodo estudiado,3 los recursos expresivos usados en la situación conflictiva en Córdoba permiten armar dibujos que se asemejan a puzzles, a pinturas que se articulan entre sí, pero que cada una se colorea en su propio registro. Estos dibujos pueden ser armados y articulados (entre otros medios) por "imágenes" que forman postales de la ciudad conflictiva y por "frases célebres" que los agentes profieren para denotar las intenciones y contenidos de las acciones. En este sentido la "sensación" de puzzle indica una vía para rearmar las "estéticas–en–la–calle" que cotidianamente se fueron construyendo.

Así, en un primer momento reconstruiremos los vínculos entre conflictividad, protesta y recursos expresivos para realizar una descripción de la protesta en los escenarios de crisis y, a partir de allí, reseñar algunas de esas postales y frases que emergen en la Córdoba conflictiva.

 

La expresividad en los escenarios de crisis

Conflicto, escenarios y estética

Las políticas de ajuste, privatizaciones, concentración del ingreso y depredación de los recursos naturales fueron generando un incremento de los conflictos sociales y un encadenamiento de protestas hacia fines de los años noventa en América Latina. El "Consenso de Washington" y la implementación de las políticas del proyecto neoliberal en la región establecieron fuertes escenarios de crisis, que fueron puestos en evidencia a partir de la emergencia de colectivos, movimientos sociales e insurrecciones masivas que caracterizaron la región entre fines del siglo XX y principios del XXI.

En ese sentido, podemos argumentar que la acción colectiva, hacia fines de los noventa, se fue expandiendo en protestas masivas que contribuyeron a instalar "nuevas demandas" relacionadas con decires y prácticas caracterizadas por una significativa creatividad en las formas de revelar(se) y rebelar(se).

Estas protestas se distinguieron por la creatividad con que reconstruyeron y escenificaron las redes conflictuales de las cuales formaban parte. Una imagen potente, en ese sentido, fue la reapropiación de la calle como campo de expresión y performances; como superficie de inscripción de estéticas heterodoxas. Estas prácticas de las "estéticas–en–las–calles", dentro de las disputas por la visibilidad y los plus de las demandas que ellas implicaron, llevaron al desarrollo de vibrantes y renovadas dramaturgias al momento de "escenificar" conflictos (de ponerlos en valor) que fueron actualizados, redefinidos y reapropiados en la interacción social. En ese sentido, la calle se configura como escenario4 donde emergen prácticas, imágenes y relatos que disputan en el espacio público la representación de la realidad, la "legitimidad" y el poder de dichas representaciones.

En la disputa por el poder de representación —representación que configura prácticas—, los colectivos y movimiento sociales van desarrollando estrategias de visibilidad con base en ciertas formas y figuras con las que buscan simbolizar y representar algo más que sus demandas. Por lo tanto, consideraremos que la dimensión estética de las protestas sociales adquiere una relevancia fundamental en la reconfiguración de las tramas conflictuales en las sociedades latinoamericanas, y es allí donde los recursos expresivos utilizados se constituyen en analizadores estratégicos al condensar el decir/actuar/sentir de los sujetos.

De esta manera, las reflexiones sobre estética y política vuelven a hacerse presentes y necesarias ante las diversas formas de significar lo político.5 El más acá y más allá de la demanda —como plataforma de reconstrucción de las gramáticas de la acción tendientes a modificar las posiciones y condiciones de los sujetos deseantes— constituye la energía disparadora de lo estético. En ese marco, las estéticas–en–las–calles son un modo político de enrostrarle a la política institucional su propia impotencia y su carácter melancólico puesto de manifiesto frente a la supremacía de las condiciones materiales de vida.

En un sentido restrictivo, la reflexión6 sobre "lo estético" apareció por primera vez durante el siglo XIX. Alexander Baumgarten (Aesthetica) definió la belleza como perfección fenoménica, y la relevancia de esta definición, en la reflexión sobre el arte, es que hacía hincapié predominantemente en la aprehensión a través de los sentidos (Williams, 2000: 124). De ahí el término Aesthetica retoma la idea de lo sensorial —ya que deriva del griego aisthisis, que es la experiencia sensorial de la percepción— en la creatividad humana, que luego se especializaría en el arte. De esta manera, el campo semántico de la palabra estaba vinculado en su origen con la naturaleza corpórea, material, dentro de la vida sensible —aunque posteriormente la referencia a lo bello y atada al campo del arte ha intentado devorar el término—. Entonces, si bien lo estético se adjetiva hoy en un uso común para referirse a cuestiones de apariencia y efectos visuales, es significativo recuperar aquella etimología y posterior desarrollo de la concepción de la estética en la vida sensible, como una "dimensión humana" a partir de su potencial —relacionado con la posibilidad de despertar otras sensibilidades ocluidas por la versión dominante— cuando el tema que nos ocupa es la estética y su vinculación con el conflicto.

Las relaciones entre estética y política, generalmente, se representaron como antagónicas, superficies de diferentes tramas y constituidas por tejidos diferenciados que, empero, reconocen los persistentes esfuerzos que recorrieron los ensayos sobre la estetización de la política. Las representaciones antagónicas aludidas se pueden entender en el contexto de la necesidad del "discurso político" de desviar la atención del carácter pornográfico de la visibilidad de la institucionalidad política. Como afirmara Garaudy (1964), "el arte no es una resultante"; y agregamos: es la compleja articulación tiempo–espacio que siempre muestra lo real.

Marx (1974) indicaba, hace tiempo ya, que "nacemos con la sensibilidad de un periodo histórico determinado". Tras él una serie de autores, entre los que nuevamente se puede mencionar a Garaudy, enfatizaban cómo la expresión estética: "constituye, después del trabajo, uno de los umbrales franqueados por el hombre en su superación de la animalidad" (Garaudy, 1986: 14). Desde este contexto discursivo se puede palpar claramente que las maneras de expresión que se radican y basan en las sensibilidades de los sujetos se anudan a prácticas históricas en búsqueda de un lugar heterodoxo respecto a la dominación. La superación de la animalidad debe leerse como una tarea de re–humanización de las relaciones entre humanos y, por eso, como política.

Que los recursos expresivos se anclan en criterios y valoraciones estéticas sobre los materiales, el sentido y la producción artísticas, y que éstos son, a su vez, dependientes de un contexto histórico particular, resulta hoy una obviedad. Ahora bien, para los recursos expresivos de las acciones colectivas y protestas sociales se puede afirmar algo muy similar de lo que señalara Fischer para el arte: "Es indudable que el arte también descubre nuevos dominios de la realidad haciendo visible y audible lo que antes era invisible e inaudible" (Fischer, 1999: 255).

La estética deviene en política de los sentidos, heterodoxa y abridora de mundos que se hacen palpables en (y a través de) esa misma práctica. Desde una perspectiva cercana (pero no idéntica) a la nuestra podríamos decir con Adorno: estos recursos expresivos se vinculan a lo político, pues denuncian cómo "el sufrimiento, cuando se convierte en concepto, queda mudo y estéril", y ésa suele ser la tarea de la política institucional: enmudecer y esterilizar lo que está "más acá" de los reclamos y las demandas transformándolos en conceptos de sus políticas. Las "estéticas–en–las–calles", entonces, son una manera de saltar el cerco de la duplicación de lo naturalizado como uno de los ejes de la dominación y "trascender" heterodoxamente lo dado.

Estas discusiones que aquí retomamos fueron armándose entre indagaciones, olvidos y reapropiaciones que, ante un nuevo escenario, pueden ser interpeladas. De esta manera, en una sociedad monocromática donde el sistema capitalista elabora un conjunto de políticas de regulación de las sensaciones es muy importante retomar aquellas lecturas, en las cuales se vincula a la estética como atinente a la posibilidad de configurar, mostrar y activar nuevas sensibilidades. Las conexiones entre recursos expresivos, estéticas–en–las–calles y acción colectiva nos permitirán bucear en las lecturas aludidas.

Los recursos expresivos y la crisis

¿Cuáles son las formas con las que los actores colectivos ponen en escena sus demandas?, ¿de qué manera las cromatizan?, ¿cómo se entrecruzan los cuerpos, las dramaturgias y las retóricas dentro de la protesta social? Estas son algunas de las interrogantes que aparecen en un contexto de crisis social como el que se vivió en Argentina en 2001.

En general, las crisis responden a las percepciones de las representaciones y prácticas localizadas temporoespacialmente, vinculadas con una configuración cultural que comienza a sentirse resquebrajada. Si bien cada crisis y conflicto son específicamente nacionales y reconocen sus propios procesos, al mismo tiempo se constituyen como parte de la diversidad de culturas políticas existentes en América Latina implicando una dimensión regional, compartida, de estos procesos.7

Aquí es donde volvemos a reflexionar sobre la potencia de pensar en los modos de enlace entre cultura y política a partir de observar cuáles son los recursos expresivos que se recrean y activan dentro de un escenario conflictual. Adoptamos esta forma de ingreso al abordaje de la acción colectiva, con base en una mirada situada que permite incorporar la expresividad dentro de las disputas por la visibilidad y dentro del proceso de enmarcado de la acción. A saber:

En el marco de los procesos de reconocimiento y heteroreconocimiento los recursos expresivos devienen marcas de la identidad colectiva que los actores se dan a sí mismos en la práctica simbólica de la apropiación y producción de dichos recursos. El mensaje se orienta también hacia los contendientes que en el marco de un campo conflictual identifican mediante los mismos la direccionalidad del sujeto antagónico. Por otro lado, los recursos se utilizan para reconstruir espacios de entendimiento que potencialicen la generación de consensos. Finalmente, los recursos expresivos permiten construir audiencias donde la dialéctica visibilidad–invisibilidad tiene lugar (Scribano, 2003: 125–126).

De esta manera, podemos enunciar cómo el análisis de los recursos expresivos está vinculado con la visibilidad de los sujetos dentro de la acción colectiva a partir de la protesta. Allí existe una puesta en escena de una demanda dentro de un campo conflictual que supone una interpelación de audiencias, con base en la construcción y selección de determinados recursos expresivos. Un recurso expresivo se puede conceptualizar, entonces, como un "objeto textual que permite delimitar, construir y distribuir socialmente el sentido de la acción".

A la vez, los recursos expresivos tienen una doble posibilidad de lectura: se construyen y utilizan como productos de sentido (resultados) y son, a la vez, sentido en–producción (insumos). Desde la perspectiva de los insumos los recursos son seleccionados y usados resignificando su posición original en una trama de significados determinada; mientras que desde la perspectiva de resultados los recursos se ven tamizados por un proceso de producción significativa que deviene en utilización "novedosa" (Scribano, 2003, 2005).

Esta cualidad de productos en sentido y sentidos en producción es lo que le confiere movilidad para tener una lectura hacia aquellos stock que pueden ser resignificados y aquello que aún persiste y se está construyendo. De esta manera, son resultados e insumos que permiten una vía de ingreso para observar legados, reconstrucciones y creaciones nuevas dentro de las prácticas de la acción y los sentidos que los sujetos le confieren a la protesta, visibilizando nudos problemáticos en las redes conflictuales sobre las que se construye la acción.

Dentro de las formas de acción, y volviendo a pincelar el escenario regional, podemos recordar los señalamientos de quienes sostienen que los movimientos sociales en América Latina vienen transitando por nuevos caminos (sobre todo respecto al uso de los recursos expresivos) que los separan tanto del viejo movimiento sindical como de los nuevos movimientos de los países centrales, tanto en los "modos" de percibirse como de representarse en el espacio público —ambas instancias íntimamente relacionadas—. Por lo tanto, las características con las que se van configurando se relacionan a un segundo momento caracterizado por la resistencia a la brutal expansión de las políticas y la globalización neoliberales, compartiendo el contenido de resistencia a las políticas del Consenso de Washington y sus efectos (Ansaldi, 2005, 2006).

Los diferentes ciclos de protestas que terminaron con las renuncias o desestabilizaron la plataforma de gobierno como fueron los casos de Argentina (el "Que se vayan todos" del 19 y 20 de diciembre de 2001), Bolivia (la toma de la Plaza de los Héroes que significó la destitución de Sánchez de Lozada en 2003) y Ecuador (las rebeliones de Quito 2000–2001, los Forajidos en 2005) —entre las protestas más significativas— atestiguan el impacto que tuvieron las políticas neoliberales en los años noventa sobre América Latina con la consecuente privatización de los servicios públicos y los recursos naturales en la región. Asimismo, estas protestas —junto con la de los movimientos mexicanos (más allá de las diferentes demandas y trayectorias de los actores sociales que compusieron la protesta)— imprimieron en el espacio público formas reactivas de lucha, que siendo inicialmente sociales se tornaron políticas y se interceptaron con el Estado (Ansaldi, 2005, 2006) al poner de relieve una "suerte de contagio" de recursos expresivos.

En este punto, si bien predominaron las medidas confrontativas contra el sistema político (fundamentalmente cuestionando los poderes ejecutivo, legislativo y judicial), las protestas apelaron a recursos estéticos de demostración como vía de denuncia de las políticas neoliberales y el descrédito hacia las instituciones partidarias dentro de una crítica mayor hacia las formas de la democracia representativa. Corte de rutas, ocupación de edificios públicos, movilizaciones céntricas se vieron acompañadas por dramaturgias, cacerolas, presencia de velas o escraches como estéticas–en–las–calles, que implicaron una reapropiación colectiva a partir de lo que es público y político.

Así, las protestas se caracterizaron por la creatividad con que reconstruyeron y escenificaron sus problemáticas. Estas "formas" se presentaron diferenciadas de los binomios rojo/negro de las estéticas de las izquierdas o las paletas en celestes y blanco de los movimientos de índole "nacional y popular". Símbolos como puños, armas, banderas, estrellas se fueron modificando/complementando/transformando por banderas a–partidarias y una multiplicidad de colores —en donde la estética del zapatismo y de los movimientos indígenas fue reproducida en los centros urbanos— que pincelaron el paisaje de la protesta en la región. Los recursos expresivos producen así una afectación distinta interpelando la construcción de otras sensibilidades a partir de recuperar tradiciones —como la indigenista, por ejemplo, o la recuperación de las emociones en sus discursos— y de inventar otras nuevas partiendo de "aquel legado" de formas de lucha.

 

Postales de una ciudad–en–conflicto

Retomando lo expresado conceptualmente, analizar los recursos expresivos permiten bosquejar una pintura de una situación conflictual. En ese sentido, reconstruiremos a partir del análisis de los recursos expresivos dentro de las estéticas–en–las–calles aquellas pinceladas que fueron caracterizando las redes conflictuales temporoespacialmente en la ciudad. Estas postales serán utilizadas como "analizadores estratégicos", pues al condensar el decir/actuar/sentir de los sujetos van bosquejando y pintando las problemáticas y nodos conflictuales.

Aquí, y según los registros que disponemos de las acciones colectivas en la ciudad de Córdoba,8 aparece un conjunto de imágenes que posibilitan "armar" una postal a modo de mensaje para alguien que, ausente, puede, a través de ellas, imaginarse la situación.

En esta línea, el registro se traza en un doble plano: por un lado, sobre aquellas manifestaciones donde la expresividad va mostrando las "tácticas" de los sujetos para mostrar otras formas de concebir la política en el sentido que en este artículo hemos dado a su conexión con la estética; mientras que, por el otro, el registro va evidenciando aquellos conflictos que persisten y se repiten.

Preliminares: luminarias en celeste y blanco

En el mes de diciembre de 2001, tanto en Córdoba como en los principales centros urbanos de la Argentina, irrumpe en las calles lo estético como vehículo de expresividad de las múltiples tonalidades colectivas. Respecto a la posibilidad de pincelar los colores vibrantes de esa postal, las primeras imágenes están pigmentadas en blanco y celeste que recuerdan la multiplicación de banderas argentinas y las entonaciones de himnos nacionales que acompañaron la protesta de diciembre de 2001 en la ciudad. Si bien las banderas aparecieron fuertemente meses antes —con la protesta por la defensa de Aerolíneas Argentinas como otra empresa privatizada que con su "vaciamiento" desmontaba las ficciones de "progreso" y país moderno—, fue durante las movilizaciones de diciembre que enfundaron las calles de las ciudades.

Estas imágenes de mujeres, hombres, jóvenes y niños embanderados que bajaban al centro con cacerolas saturaban el paisaje. El himno entonado por miles de gargantas y manos aferradas a banderas celestes y blancas implicó una reapropiación de símbolos. Aquellos que fueron los símbolos ajeados después del terrorismo de Estado en la Argentina, y por fechas conmemorativas en democracia, por sectores como la escuela, el Ejército y el imaginario de lo nacional popular, como instituciones centrales de los Estados nación, se reconstituían en un ensayo que se abría hacia lo colectivo pero sin saber resolverlo.9

La resignificación del estar en las calles en cientos de banderas de un mismo color y bajo el sonido de cacerolas mostraban otra faceta de la protesta que, en distancia y contradicción, en proximidad y negación, se asume desde el símbolo de lo cotidiano, y las necesidades de lo cotidiano, el elemento de la mesa familiar. El cacerolazo se presentaba como el "no–lugar" del vacío: ollas vacías como instrumentos para hacer escuchar sonidos cívicos, donde otrora estaba la comida de la "Argentina granero del mundo". Lo privado y público en una tensión del acontecimiento que luego perderá vitalidad y potencial disruptivo.

Aquí —y enlazados con lo que otro recurso permitía leer: "El que se vayan todos", a partir de las estéticas–en–las–calles— se puso en evidencia la sensación de tope: la necesidad de ruptura con los colores partidarios y las plataformas de los partidos políticos. Este corrimiento fue anunciándose a partir del voto bronca, sumado a la apatía del ausentismo —que aunque confrontan son formas diferentes de la falta de credibilidad— en octubre de ese año y las permanentes denuncias de corrupción, el caso de las coimas dentro del Senado de la nación, y una alianza partidaria10 que se desmoronaba.

En ese sentido, se reactualizó la participación en marchas y otras formas de conmemoración a partir de efemérides revitalizadas de hitos históricos, las cuales exhibían las problemáticas de la representatividad política. En mayo de 1969 se produjo la revuelta conocida como el Cordobazo que fue la manifestación de repudio a un gobierno de facto ilegal e ilegítimo, aquella revuelta que se adelanta y excede las demandas de un paro general y, a partir de la unidad entre diferentes actores, se "toma" la ciudad. Asimismo, el 25 de mayo de 1810 se conmemora la primera independencia, a través de la instauración de un gobierno representado por argentinos y no por los virreyes españoles. Estas fechas, miradas desde el año 2002, pusieron en discusión la relación de independencia de la Argentina respecto a los nuevos "dictadores" del mercado, trajeados en "virreyes liberales".

Ligada directamente con ese punto, la necesidad de conformar un gobierno vinculado con los deseos y las necesidades "del pueblo" a partir de ensayar otras formas de participación se comenzó a expresar en carteles, construcción de objetos y organización de cabildos barriales. "Que se vayan" y "El pueblo quiere saber de qué se trata" gritaban desde los barrios como otra forma de ensayar el después del después.

La incapacidad de enunciar el "después de todo que", su negatividad apuntaba en parte a adolecer de "que" pero sí avanzar en el "cómo". Este "cómo" planteaba la necesidad de crear formas nuevas de política y de vínculos entre los sujetos con la política que fueron centrales dentro de las discusiones entre 2001 y 2003.11 La potencia de "otros" actores colectivos se fue anudando en las experiencias asamblearias, y se multiplicaron y expandieron tanto en los barrios, como en las fábricas, y en los colectivos que se fueron conformando.

Agua y transporte en la ciudad inodoro

Otras son las imágenes y las cromáticas que terminan de colorear la postal durante este periodo. Aquí dentro de las composiciones creativas que muestran cómo era percibida la ciudad fuera del acontecimiento —y dentro del escenario conflictual de la crisis— estuvo atravesada por los desechos que dejaba la barrida de la crisis. Un inodoro gigante, un colectivo con forma de inodoro hacían expresa la situación que tenían los barrios. La situación "huele" mal en la ciudad; o la ciudad se ha transformado en un espacio de "mierda"; o la ciudad ha devenido en espacio donde todo parece un desecho; o hay ciertos lugares de la ciudad —en este caso los vecinos de la zona sur— que son desechados. Así, las sensaciones se agrupan detrás de la sorpresa o la broma en un "¿realmente estamos así? o ¡no es para tanto!" como parte de las repuestas estándares ante el desafío de la composición creativa. La salud, la basura, las calles, la comida, el "vivir" es donde cada espectador se une en una interpretación y toma de ella la parte de "bronca" que más le incumbe. Asintiendo o negando se conecta con la temática de la protesta.

El transporte, las formas de circulación y del desplazamiento en la ciudad presentaron una forma expresiva materializada. El Inodoro Bus, por su parte, constituyó una composición colectivamente "sentida" donde la rotura de las unidades, la falta de frecuencia, los permanentes paros eran parte del paisaje cotidiano. Así, en una ciudad con sus vínculos rotos, los vehículos de circulación y desplazamiento se parecen a un inodoro, a un objeto que reúne porquería. La interpelación de lo estético, entonces, pone en estado público lo que se vive día a día; las sensibilidades que se materializan en esa forma expresiva hacen pensar en que huele, que mira, que toca, que respira, que se filtra, que significa que "cualquier" persona viaje dentro de un inodoro.

Solidario con lo anterior, en un momento pudieron observarse "muñecos de gente esperando en las paradas de colectivo". La gente que por la espera, la desazón, la impotencia se vuelve muñeco. Lo humano travestido en paño y figuras que hacen recordar cuando eran humanos. La expresividad puesta al servicio de los procesos, de las cadenas de situaciones que hacen que el mundo se naturalice: siempre hay gente esperando, pues el que quiere viajar debe esperar, y las esperas van a ser diferenciales de acuerdo con las posibilidades materiales de hacer el viaje y las formas de traslado.

Aquí aparece el gesto, las prácticas concretas que también pueden ser recursos expresivos: "Aplaudieron con ironía a los colectivos que iban llegando" consignaba el periódico. Era asombroso, había llegado el fin de la espera, el príncipe que sacaría a los muñecos del encanto y los transformaría nuevamente en pasajeros. El humor vuelto aplauso, la indignación mostrada como aprobación de lo ridículo, de esa llegada que hacía que nadie pudiera llegar a tiempo a donde debía llegar.

En la misma línea sobre las formas de desplazamiento por la ciudad, pero con una expresión estética diferente, fue la creación del Carro–colectivo.

La crisis hizo volver al centro de la ciudad a los cartoneros con sus tradicionales carros tirados por caballos. El transporte público se había convertido también en un conjunto de carros, por la lentitud y por el "estado" del vehículo. La gente es tratada como cartón amontonado, es llevada desaprensivamente como objeto. Aquí el desplazamiento metafórico es muy evidente: allí (y así) donde hay basura debe leerse seres humanos. El recurso expresivo permite consolidar interpretaciones de esa tan rica "primera hermenéutica" que todo sujeto es capaz de hacer.

Si se desplaza la mirada a otra red conflictual se hace visible el problema de la prestación de servicios que fueron privatizados en la década anterior. "Cambian cuerito a canilla gigante en peatonal", afirma el diario. La imagen de la canilla gigante, vuelta objeto, pintada sobre banderas, es teatralizada dentro del cuerpo de uno de los actores. De acuerdo con el escenario de la crisis, fueron mutando los recorridos y los sentidos de la canilla: una gran pérdida, un "gota a gota" que vuelve necesario un cambio de aquello que "regula" (al menos parcialmente) "la salida" y la distribución de los bienes. La expresión colectiva parece decir "lo que pasa" donde la canilla está allí para ser mirada, mostrada y, al mismo tiempo, es algo más y algo menos, es justamente la sensación de que la situación conflictiva tiene arreglo, pero que no se hace.

Los recursos expresivos se ligan a las prácticas de presentación publica que los agentes performan para mostrarlas, es un todo ensamblado, es la práctica la que indica lo que se quiere decir. Y es una práctica situada. En esta red conflictual "después de la canilla y el cuerito" denunciando las formas de prestación, llegará a encontrarse a inicios de 2006 encabezando movilizaciones de vecinos como fueron las denuncias del "tarifazo", y tan sólo unos meses más tarde, circulará en medio de encuentros de asambleístas por la recuperación de los bienes comunes; canilla que deja su materialidad para volverse agua, recurso primero y fuente de vida.

Algunas líneas escritas en la Postal: la política de los cuerpos

Dentro de la postal que venimos describiendo, dos imágenes nos brindarán la posibilidad de transitar de la forma a la palabra, en tanto mediadoras de lo que luego analizaremos como "frases célebres" de las estéticas–en–las–calles: la aparición de una mujer con vestido transparente en Legislatura Provincial y la calle peatonal decorada con preservativos gigantes.

La primera imagen–performance señala cómo los cuerpos fueron (y aún lo son) el sostén de estas expresiones heterodoxas. Una mujer: la Argentina. Una transparencia: la desnudez de la política. El recinto de reunión de los legisladores: la impotencia de la política institucional. Este trípode expresivo señala, claramente, cómo el cuerpo devenido mensaje denuncia la obviedad de la crisis de representación por un lado y los entramados del fin del rasgo seductor de la política, por el otro.

La segunda imagen–instalación sugiere la vida en juego donde no hay profilaxis posible. El recorrido de miles de cordobeses que se desplazan a pie por entre los adminículos de prevención y profilaxis nos indica un sentimiento de "estar–poniendo–el–cuerpo", que las situaciones conflictuales implican. La ciudadanía sin resguardo pidiendo una nueva moral.

Vinculado con lo anterior, y el contexto analizado, un tema que llama la atención en los registros es el estado público de la denuncia de una política de los cuerpos. Tema tabú y complejo, pues "lo natural" nos dice que no hay nada más "nuestro" que el propio cuerpo.

a) El reclamo de autonomía: "Mi cuerpo es mío, yo decido". Uno de los rasgos más complejos de una política de los cuerpos es su intención de sujetar y de volver substancial el carácter heterónomo de la vida humana. Lo que llamo mi cuerpo se transforma en él por mi decisión, este es el reclamo. Nadie puede decir cómo es, cómo debo comportarme con él, puesto que si no lo decido "yo" pasa a ser otro cuerpo. Más allá de los acuerdos y desacuerdos sobre esta temática, lo central es que se vuelve visible el conflicto de lo corporal, otra arista de la batalla de los cuerpos.

b) La denuncia de los regímenes corporales: "Curas y jueces: no dispongan sobre nuestro cuerpo y nuestra sexualidad". La denuncia es clara, una política de los cuerpos sólo se lleva adelante, entre otros, con togas y sotanas. No dice Dios, no dice Justicia, dicen corporaciones que manejan el poder performativo de la palabra. Las palabras autorizadas que inauguran una estructura narrativa donde se deposita un saber supra–indididual, un plus de saber que "sobre–sabe" lo "bueno" para los cuerpos, un régimen corporal.

Como ya hemos dicho, estas postales (superpuestas–fragmentadas –contingentes) también, como toda postal, fueron escritas; contienen palabras que se unen y desunen con las imágenes, sobre dichas "escrituras" versa el próximo apartado.

 

Frases célebres

En los procesos de visibilización, cuando los agentes entablan relación con la prensa, éstos apoyan sus acciones y les dan su sentido por medio de frases que pretenden condensar el "estado de ánimo" del conflicto de referencia. En los registros que se vienen analizando es posible encontrar una serie de afirmaciones que parece cumplir el rol de "lo que se escribe detrás de las postales"; es decir, hacen evidente al destinatario sentires, pesares y goces. A veces están en carteles, a veces las afirman los agentes, siempre se usan para expresar "claramente" lo que está más acá de la acción. Las estéticas–en–las–calles se abren desde el decir que se vuelve recurso y producto de la expresividad.

Dentro de esta escritura que datan y sitúan a las postales aparece lo trágico, una frase corta, lacónica, casi innecesaria: "Esto es una selva". La ciudad es un "todos contra todos", la angustia de la bestialidad, la incertidumbre del no saber si se llega a mañana. Como si al subir a la parte alta de la ciudad se observara una escena de salvajismo que supone la percepción del riesgo y que genera incertidumbre. La incertidumbre ante caminos que ya no están demarcados y el riesgo de caminar entre malezas, de transitar ante la amenaza de la garra y la ley del más fuerte.

Esta escena del salvajismo se va trazando en tonos empastados donde lo mágico, lo cómico y lo real atraviesan las maneras de vivenciar los conflictos. Lo cómico, por su parte, puede rastrearse en una descripción —muy cordobesa— de la situación de desmanejo social y etiquetamiento del diferente: "Pasaron dos policías borrachos, en moto, por la esquina de calles Nieva y Bogotá –explicó– y comenzaron a insultarme". Y agregó: "Cuando les pregunté por qué me insultaban me agarraron a las trompadas y me dijeron que como era piquetero... " El que protesta, el raro, es el que merece ser golpeado. Si es pobre puede ser piquetero, y si es piquetero debe ser reprimido.

Lo mágico implica un registro donde la medida de la situación está en manos de lo religioso: "La virgencita es muy cumplidora, pero no da abasto con tantos reclamos". La percepción indica que "así no hay Dios que aguante". En la ciudad ni los dioses pueden ante tantas demandas, está más allá de su poder, y ante la resolución de conflictos sólo queda la espera. Claro que la crisis es una cuestión de simples hombres.

Lo real, lo que siempre vuelve como horroroso, evidencia los intereses económicos: "Las aguas las manda, Dios, Bugliotti12 las canaliza". El insoportable peso del dinero frente a lo natural y divino. Ante el salvajismo de los intereses empresariales, ni la garra y la voracidad de los grupos empresariales ni las fuerzas de la naturaleza ni los dioses parecen marcar caminos ante los sujetos envueltos en la angustia que provoca la incertidumbre de transitar en el paisaje de una selva.

En Argentina, en general, y en Córdoba, en particular, es muy común escuchar expresiones de "clase media" caracterizadas como la parte del medio del sándwich. La crisis de 2001 reactivó, quizá sea uno de sus rasgos positivos, la presencia pública de los considerados (o autoconsiderados) clase media. En los registros, que sirven de base para este trabajo, es posible encontrar expresiones del tenor de las recién aludidas. Para poder comprender parte de los imaginarios de la crisis que tonalizan el escenario, hemos seleccionado dos frases que se refieren a dos redes conflictuales que, algunas veces, pasan desapercibidas.

"Siempre cae la clase media", "Muy viejo para conseguir trabajo, muy joven para jubilarme" es la primera frase. El sentido por su desconexión se hace diáfano: el jubilado es como la clase media y la clase media es como el jubilado. Siempre el jubilado "cae", es el derribado en el olvido, es de quien nadie se acuerda, como la clase media. La clase media no está ni para una cosa ni para la otra, a unos les parece envidiable (joven), a otros "sin remedio" (viejo), parafraseando a Borges: incorregible. La clase media es entendida (al menos desde hace un tiempo) en lo popular como los que tienen trabajo estable. Dos conflictos en uno: el permanente deterioro de los que están al medio y la desubicación de los expulsados del mercado de trabajo.

La segunda frase es "Las pymes no deben ser objeto de represión fiscal". La expresión pertenece a la narrativa nacida con el menemismo y no se puede entender sino en el marco del juego del lenguaje economía=Estado=represión. Más allá de la deformación del sentido de lo que significa pequeñas y medianas empresas, que ministerios, fundaciones y consultores han logrado, hay una red de conflicto que aparece aquí. Si uno puede pensar que los que tienen empresas no son todos como Macri13 recobra un sinnúmero de sujetos que día a día trabajan con un puñado de obreros y empleados. Pero, por otro lado, si se agudiza la vista el panorama se comienza a poblar de arribistas y subsidiados. Este es un conflicto sobre el cual poco se ha trabajado, más aún teniendo en cuenta la crisis refundacional del capitalismo por estas tierras. Más allá de esto, la crisis aumenta el miedo a la represión, en este caso a la fiscal, a la vía de los impuestos como instrumento de castigo por "salirse" de lo pactado cuando el pacto se rompió.

En el neoliberalismo el más fuerte sobrevive, y las Pymes no son las más fuertes y sus trabajadores menos aún. Es un eslabón fácil de quebrar. "La ciudad" —otrora una de las de mayor industrialización— avisa, alerta sobre una de las aristas más complejas de la crisis, el capital nacional está en disolución —o disuelto—. Eso significa: ¿qué capitalismo se puede tener sin capitalista? Posiblemente uno neocolonial.

En este escenario, percibido dentro de la crisis de entre 2001 y 2003, lo que aumentó de modo desmedido fue el "sentimiento" de inseguridad y la tentación autoritaria. Considerando que la inseguridad no es una "mera" sensación, vale analizarla como inscripción de nuestras postales. Una sensación de "lejano Oeste", de película de vaqueros, atravesó la ciudad y fue reproducida y multiplicada a partir de los medios masivos de comunicación, tanto desde la ficción de la TV (por sólo mencionar Tumberos) o desde "el vivo" (como Policías en Acción); la radio y la prensa gráfica hicieron lo suyo transmitiendo y transcribiendo desde la sección de policiales a la portada central. De las muchas expresiones que se fueron repitiendo en lo cotidiano, y que podrían ser usadas como inscripciones en las postales sobre la inseguridad, seleccionamos las cuatro siguientes.

El miedo cotidiano fue parte de la primera inscripción cuya caligrafía marcaría a las demás: "Acá los 'cuetazos' es cosa de todos los días". La expresión superlativa de estruendos "cuetes" que forman parte de los festejos navideños, se volvió común a partir del ruido de las armas, de los disparos. El sonido de las balas ahora es reconocible por cualquiera formando parte de las sonoridades que caracterizan a un barrio.

La sociabilidad alterada se transforma y transforma: "Esta manzana es un semillero de delincuentes". El barrio se presenta como escuela del delito a través de su unidad espacial "la manzana", se infiere claramente el "mensaje": el contacto diario, el crecer "naturalmente" delincuente. Mediante una analogía natural, el crecer desde semilla, se naturalizan los vínculos entre delincuencia, la escuela del barrio —el territorio— y la pobreza. La manzana (el espacio) como campo (semillero) desde donde nacen los delincuentes. Es mi lugar el que da lugar a lo que no debería tener lugar. El sentido común ha sido colonizado, ha sido objeto de naturalizaciones varias, y sobre lo "natural" hay poco que hacer, se entiende como dado, como intransformable.

La intolerancia autoritaria se hace carne: "Acá cuando matan a un chorro nos alegramos, pero Daniel era un chico bueno". Esta afirmación muestra como evidencia que lo autoritario fue puesto como regla tras los miedos de la crisis. Lo autoritario que devora a quien lo acepta como regla. ¿Cómo distinguir entre buenos y malos cuando me alegro por la muerte sin preguntar por los motivos?, ¿cómo frenar la matanza una vez iniciada? Esta frase hace evidente que los discursos sobre mano dura, incluso justicia por mano propia, se han estabilizado bajo la ingenuidad de los buenos y los malos; se han "vuelto" regla. Esta pedagogía de los buenos y los malos —que resuena a los ejes del mal a escala planetaria en medio de la avanzada "antiterrorista" en Estados Unidos después de 2001— parece que ya no necesita de otras explicaciones estructurales, donde la desigualdad y la inequidad sean claves de ingreso.

La espacialización discriminante se acentuó: "Queremos que alambren la Villa, contengan su expansión y redireccionen a los cirujas para que lleven la basura a otro lado". Aquí, villa=pobre=delincuente aparece como la operación de equivalencias básica. La identidad se va construyendo en la discriminación. En una discriminación que como si fuera un mal biológico, so riesgo de que expanda aquel "semillero", hay que evitarlo; contener su expansión, hacerlos circular por otras direcciones, su "pasar" es una amenaza; la basura en otro lado.

La inseguridad es una creación social que responde a una estructura de relaciones sociales. La vía autoritaria y represiva la reifica (la vuelve cosa), y desde allí se transforma en oportunidad de ser mercancía, se oculta pues no puede "darse con ella" en tanto cosa. La sensación de inseguridad, entonces, se transforma en un sentimiento. Sentir el miedo ante este cuadro de lo salvaje tiene un foco selectivo donde las sospechas —que se vuelven etiquetantes— sobre las formas del "mal vivir" tienen rostro, estatura, sexo y lugares donde separarlos de los "buenos vecinos", aquellos únicos merecedores de transitar la ciudad.

 

El rompecabezas del conflicto

Llegados a este punto recuperamos ciertas expresiones e imágenes para armar un puzzle de la situación conflictiva que, más allá de una consideración "temática", construyen una narración telegráfica para estas postales.

Ciudadanía, juventud, economía y administración pública; habitabilidad territorial, niñez y alimentos escriben una gramática de las acciones que evidencian distancias, proximidades y oposiciones que se dibujan a través de los recursos expresivos.

La pornografía del sistema: "La empresa le tira la pelota a la municipalidad". Ante la crisis para el Estado, antes de la crisis sin el Estado, los quiebres profundos anuncian lo obvio: la economía es la que manda. La analogía futbolera señala cuál es el tipo de partido, qué rol cumple el Estado y quién es el dueño de la pelota. La creación de esta imagen futbolera "del pase" fue multiplicándose ante lo que fueron las experiencias de las privatizaciones y sus efectos. Así, como recordábamos al inicio del artículo lo que significaron los "costos" de la privatización de Aerolíneas y la posterior defensa de "la línea de bandera" en el cuadro conflictual nacional, otros puntos fueron evidenciando las resultantes de los efectos privatizadores: Tartagal y General Mosconi ante la privatización del petróleo, los nuevos desaparecidos laborales transformados en piqueteros, y funcionarios políticos medios apareciendo de mediadores; los conflictos por la provisión de agua en Córdoba, empresas transnacionales que pasan a empresarios locales, firmas y acuerdos sujetos y que sujetan a los mandatarios provinciales.14 Estado y mercado amarrados pero con diferente margen de maniobra.

La ciudadanía como práctica: "Un ciudadano no nace, se hace". En contra de toda reificación, aquí aparece la insistencia en que aquello que es abstracto y formal termina siendo lo importante si se vuelve práctica. Hacer un ciudadano es ir contra el prejuicio de que todos somos ciudadanos, pues no todos se vuelven ciudadanos. De todos modos, esta inscripción en la postal hace evidente una de las principales redes de conflicto de la ciudad, es la crisis de la ciudadanía. Crisis que fue adoptando diversas formas dentro del conflicto desde las nuevas prácticas asamblearias entre 2001 y 2003, hasta los intentos de parches y las ausencias vinculadas con lo público–administrativo —como fue la creación de la Mesa de Salud o la Carpa por la Revocatoria del mandato del Intendente de la ciudad15—. Estas experiencias multisectoriales vuelven a enfatizar que un ciudadano no nace, se hace.

La invisibilidad: "Los jóvenes estamos pero no nos ven". El estar sin ser percibido, la necesidad de ser escuchado es una de las puntas de la problemática juvenil en la ciudad. Están en las esquinas cuando hay que señalar, están presos cuando hay que buscar culpables, están en las escuelas cuando hay que encontrar el póster para la campaña, siempre están pero solamente como jóvenes, simplemente están. Esta expresión se reactualiza en la última marcha de 2008 por los derechos de los niños: una oreja para los chicos. Aquí la necesidad de escucha, más que la de visibilidad mediada por los miedos, interpela una actitud de recepción activa a partir de la creación y el reconocimiento de un espacio donde sea audible su voz, sus relatos, sus emociones, en una ciudad donde el crecimiento de la criminalización de la pobreza luego de las detenciones arbitrarias por "portación de rostro" —como los mismos jóvenes agrupados en colectivos lo llaman— caracterizan este paisaje.

El margen del centro: "Estamos olvidados, el barrio no progresa". Los barrios pujan por entrar a la ciudad, para obtener un salvoconducto que permita pasar las murallas que los condenan a la periferia. El viejo imaginario "del progreso" vuelve para traspasar el problema hacia el futuro y dejar abierta la puerta para que, alguna vez, al acordarse de los barrios, el progreso regrese y se redireccione al centro. El olvido de los márgenes es, asimismo, condición de reproducción de los centros. Esta expresión se fue multiplicando con la cantidad de noticias, fotos, gritos de testimonios que fueron desde los problemas con la provisión de servicios hasta las "sensaciones de inseguridad" dentro del barrio, la amenaza de llegada de la villa. A esta expresión se le suma el "sueño de la casa propia" donde puede dejarse la vida en ello. Así lo expresó la contra protesta que hicieron los vecinos del barrio Ituzaingo Anexo ante la denuncia de alrededor de 20 muertes por cáncer y malformaciones, debido al uso de plaguicidas en los campos lindantes. "Se están devaluando las viviendas de la zona, las casas y los terrenos cada vez valen menos", fueron las frases de quienes denunciaban la calvicie y portaban barbijos entre las calles del barrio. El barrio no progresa.

Primero los niños: "Los niños merecen más que un plato de comida...". Algo más que comedores transformados en comederos en malas condiciones. Algo más que un simple plato de comida regalada porque sus padres no pueden darles de comer y no pueden mantener el imaginario de la mesa familiar. Los comederos como depósitos de niños "a tutelar" despolitizan las causas del hambre y las posibilidades de otra infancia. En ese sentido, posiblemente, no haya situación más impactante en los imaginarios colectivos argentinos que las míticas narraciones sobre el lugar de los niños. Más de 20 años de neoliberalismo —en sus distintas vertientes institucionales— produjeron la aparición pública del olvido de esos mismos niños. Las imágenes gigantes de niños, muñecos, murgas y pancartas fueron recorriendo las diferentes ciudades y localidades de la Argentina dentro de la Marcha de los Chicos del Pueblo16 con la consigna "ni un pibe menos", para que no existan niños con hambre en un "país hecho de pan". Este país "hecho de pan" muestra la otra cara de lo públicamente aceptable: el granero del mundo no puede dar de comer a sus niños. Tal vez lo que pidan sea una vida digna y poder tener un futuro; demasiado pedir para la Córdoba conflictiva.

La postales, las frases y el puzzle, en tanto recurso argumentativo para narrar lo expresivo, son en sí mismas un evidencia de lo que sucede cuando analizamos expresividades: la aparición del complejo entramado del espacio ocupado por el más acá, por el plus de las demandas entabladas por los actores colectivos.

Hemos narrado (y asistido) a las políticas de los sentidos que las "estéticas–en–las–calles" nos han permitido captar. Hemos "capturado" unas maneras de ver y oír diferentes que instalan los rasgos de un mundo que no se ve ni oye, el mundo del no, y que la política institucional, en sus rasgos melancólicos, condena al sufrimiento. Para finalizar concentrémonos en las potencialidades que advienen en el análisis del aludido "más acá".

 

Expresándose más acá de las demandas

Muchas son las posibilidades que brindan los registros citados. Sin embargo, para señalar algunos caminos dentro del análisis de las acciones colectivas desde sus recursos expresivos, nos limitaremos aquí sólo a subrayar algunas y que son las que hemos priorizado en esta presentación: 1) Cuando se observa el juego de distancias–proximidades entre demandas entabladas y recursos expresivos se hace evidente que la identificación, sistematización, descripción y explicación de las aludidas demandas es un paso necesario pero insuficiente para encontrar los contrastes entre la política institucional y las prácticas rebeldes. 2) Vinculado con lo anierior, entre estos contrastes, la pornografía del entramado de la política institucional, que congela en "conceptos" a las demandas de los actores sociales a los fines de contagiarlos de su estado melancólico, es una pista más que importante para retomar la protesta desde las sensibilidades que proponen sus "estéticas–en–las–calles". 3) Analizar las articulaciones entre estas "estéticas–en–las–calles" y los recursos expresivos llaman la atención seriamente sobre cómo los actores colectivos juegan un papel importante en las disputas por las políticas de las emociones. 4) Consecuente, y relacionado con lo anteriormente expuesto, podemos considerar que se vuelve evidente la urgencia de persistir en el esfuerzo de articular los legados de los estudios sobre la acción colectiva y los análisis posibles desde una sociología de las emociones. Cuestión en la que se enmarcan los apuntes y el análisis aquí expuesto.

Finalmente, las correlaciones posibles entre "estéticas–en–las–calles", recursos expresivos y actores colectivos señalan claramente el camino para analizar las prácticas heterodoxas vinculadas con la rebeldía contra las políticas de las emociones que el sistema de dominación actual construye.

 

Bibliografía

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Recursos electrónicos

Programa de Estudios sobre acción colectiva y conflicto social. Disponible en: <http://www.accioncolectiva.com.ar/revista7.htm>         [ Links ]

Base de datos de la investigación "Conflicto social y estructuración social en la Ciudad de Córdoba: Diciembre 2001– Mayo 2004". Serviproh, Córdoba, 2004.

 

Notas

1 Cfr. <http://www.accioncolectiva.com.ar>.

2 Para una explicitación de la relación entre visibilidad y acción colectiva en el contexto de la aplicación de las políticas neoliberales de la década de 1990 (Scribano, 1999).

3 Hemos citado ya los trabajos de nuestro Programa de Investigación, los cuales desde diversas perspectivas describen y explican los últimos 10 años de los caminos tomados por los movimientos y protestas sociales en la Argentina. El periodo aludido se caracterizó sólo para mencionar a los más importantes, por tres elementos fundamentales: la ruptura del régimen social y político de acumulación en el que se basó la administración Menem, fundado en políticas neoliberales, el surgimiento de múltiples y variadas prácticas colectivas que abarcaron desde el nacimiento de movimientos sociales hasta la concreción de "nuevas" prácticas de gestión en las empresas (fábricas recuperadas) y las modificaciones en las formas que asumieron las protestas sociales. Para un análisis detallado de estas características, véase Scribano y Schuster (2001) y Scribano (2003a, 2003b).

4 Cuando hacemos referencia a escenarios, trabajaremos desde la propuesta de Rossana Reguillo (2005), quien lo plantea desde un plano doble: uno metafórico para reconstruir atmósferas como imágenes en movimiento, y el otro como configuraciones que expresan procesos de larga duración y de articulaciones múltiples: económicas, sociales, políticas y culturales. Así, como aclara la autora, un escenario no es simplemente un lugar, sino un lugar significado y, por lo tanto, construido a través de la negociación o la disputa.

5 Para un punto de vista diferente al proporcionado aquí, véase Casullo (2006).

6 Para una visión de las relaciones entre arte y sociedad desde una perspectiva sociológica, véase Heinich (2002).

7 Para una versión de lo aquí expresado véase la cultura en la trastienda de la crisis y los usos políticos de la cultura en las crisis en Grimson (2004).

8 Base de datos de la investigación "Conflicto social y estructuración social en la ciudad de Córdoba: diciembre 2001–mayo 2004". Serviproh, Córdoba, 2004. Dicha base se continuó trabajando e implica el registro de la información cualitativa usada aquí para elaborar las secciones de las postales y las frases celebres.

9 Por cuestiones de espacio y en relación con nuestros objetivos no podemos extendernos, pero recordamos que también pueden existir enbanderamientos y formas de "ganar la calle" que distan de ser heterodoxas. Un momento interesante para observar distancias y proximidades es comparar el año 2001 con el Mundial de 1978, organizado por la dictadura militar y el "uso" del celeste y blanco.

10 La autodenominada Alianza, conformada por actores del Frente País Solidario (FREPASO) —donde converg'an sectores del Partido Justicialista (PJ) y otros de partidos más chicos de izquierda— junto a la Unión Cívica Radical (UCR), representaba una creación partidaria que rompería el bipartidismo característico de la historia política de Argentina.

11 En este punto, dentro de la crisis hemos observado dos microciclos de protesta donde el primero, de 2001 a 2003, se relaciona con la efervescencia de la acción colectiva y los diferentes ensayos de formas de participación y organización política; mientras que el segundo microciclo entre 2004–2008 hace referencia a la institucionalización de ciertos actores y prácticas a la vez que van ganando espacio las nuevas disputas de apropiación de los bienes colectivos. Algunas caracterizaciones pueden consultarse en los trabajos publicados. Cfr. <http://www.accioncolectiva.com.ar>.

12 Importante empresario cordobés.

13 Importante empresario nacional y hoy Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

14 Las reconstrucciones de algunos de estos conflictos pueden consultarse en el Boletín Onteaiken, núm. 7, año 4, Córdoba, mayo de 2008. Disponible en: <http://www.accioncolectiva.com.ar/revista/www/sitio/boletines/ver/boletin7.htm>.

15 Ambas experiencias fueron de las más relevantes después del año 2001, porque constituyeron un primer encuentro para conformar espacios multisectoriales, al mismo tiempo que ponían en operación mecanismos de democracia participativa y de control ciudadano.

16 En 2000, la primera marcha comenzó en La Quiaca, Jujuy; en 2002, en Puerto Iguazú, Misiones; en 2005, Tucumán; y en el 2007 volvió a partir desde Puerto Iguazú. Esta marcha es organizada por el Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo que reúne a 400 organizaciones del sector social de todo el país.

 

Información sobre los autores

Adrián Scribano. Investigador independiente, CONICET. Coordinador del Programa de Estudios de Acción Colectiva y Conflicto Social del Centro de Estudios Avanzados, Unidad Ejecutora del CONICET (CEA–UE) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), Argentina. Coordinador de la carrera de Sociología y profesor regular del Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Villa María (UNVM). Publicaciones recientes: "Fantasmas y fantasías sociales: notas para un homenaje a T. W. Adorno desde Argentina", en Intersticios: Revista Sociológica de Pensamiento Crítico, núm. 2, España (2008a); "Cuerpo, conflicto y emociones: en Argentina después del 2001", en Revista Espacio Abierto, abril–junio, Venezuela (2008b); Estudios sobre teoría social contemporánea, Buenos Aires (2009).

Ximena Cabral. Becaria CONICET, maestranda de Partidos Políticos y doctoranda de Estudios Sociales en América Latina del Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Miembro del Programa de Estudios de Acción Colectiva y Conflicto Social (CEA–UE). Publicaciones recientes: "Control ciudadano y participación política en las asambleas barriales. Demandas, trayectorias y redes", en Movimientos sociales. Experiencias históricas. Tendencias y conflictos. Anuario, núm. 21 (2005–2006); (en coautoría) "Tramas conflictuales / intersticios para la acción: cuerpo (s), espacio (s) y recursos expresivos en las luchas socio–ambientales y su reescritura mediática", en Los movimientos sociales en América Latina. Pasado, presente y perspectivas, Buenos Aires (2008a); "La estética radical. Apuntes sobre la imaginación política en América Latina", en XVI Jornadas Jóvenes Investigadores. Grupo Montevideo, Uruguay (2008b).

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