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Problemas del desarrollo

versión impresa ISSN 0301-7036

Prob. Des vol.40 no.159 Ciudad de México oct./dic. 2009

 

Comentarios y debates

 

Diez rostros de la crisis civilizatoria del sistema capitalista mundial

 

Humberto Márquez Covarrubias*

 

Profesor-investigador de la Unidad Académica en Estudios del Desarrollo, Universidad Autónoma de Zacatecas. Correo electrónico: hmarquez@estudiosdeldesarrollo.net

 

Fecha de recepción: 31 de agosto de 2009.
Fecha de aceptación: 7 de octubre de 2009.

 

La crisis a debate

La perspectiva dominante sobre la actual crisis del capitalismo mundial está centrada en la órbita económica y, más aún, financiera. Además, el análisis se focaliza en los Estados Unidos. El móvil se achaca a la desregulación del mercado y a la codicia y especulación del capital financiero. El factor detonante es el estallido de una burbuja especulativa en el sector hipotecario debido a la colocación de créditos incobrables entre población de bajos salarios o ingresos inestables y la propagación y negociación sucesiva de estos créditos entre diversas instancias financieras, con el afán de obtener ganancias prontas y abundantes. Como solución, los estados proponen el rescate de las grandes corporaciones financieras e industriales mediante la transferencia de multimillonarios recursos públicos, sin que exista transparencia sobre su uso, porque la tónica ha sido garantizar la solvencia y riqueza de empresarios y accionistas y no el rescate de empresas, empleos y población excluida y desposeída. Asimismo, se plantea regular el capital financiero y promover una mayor participación del Estado. Esta estrategia, que se presenta con la investidura de un keynesianismo redivivo, por el momento encubre un neoliberalismo regulado por el Estado.

No obstante, además de la tesis financista, hay otras explicaciones alternativas sobre la crisis (véase tabla 1). Para la tesis de sobreproducción, existe una contradicción entre la enorme capacidad de producción de las grandes corporaciones y la estrategia de abaratamiento laboral que deriva en una sensible caída de la demanda, lo cual se traduce en una crisis de realización (Katz, 2009). Para una gran cantidad de autores, la presente es la crisis del neoliberalismo ante su incapacidad para generar crecimiento sostenido y desarrollo humano; asimismo, es la constatación del fracaso de las políticas de ajuste estructural y de la institucionalidad del capitalismo mundial encabezado por el FMI, el BM y la OMC (Bello, 2008a). Sin embargo, es menester tomar en cuenta que el neoliberalismo, como proyecto de clase, ha sido tremendamente exitoso para concentrar capital, poder y riqueza en pocas manos. Los proponentes del ciclo económico encuentran dificultades para explicar de manera mecanicista el movimiento del capital, por lo que infructuosamente esperan una quinta ola expansiva (Beinstein, 2009). Desde una visión geopolítica, varios analistas arguyen que se trata del derrumbe de los Estados Unidos como potencia hegemónica mundial (Wallerstein, 2005; Arrighi, 2007), entonces se aproxima una nueva era comandada por una gran potencia como la Unión Europea o Japón, o por potencias emergentes como Brasil, Rusia, la India y China. Para otros autores, el capitalismo afronta una severa crisis estructural, cuya evidencia más notable es la caída generalizada de la tasa de ganancia y la imposibilidad de recomponer un ciclo de valorización de largo aliento (Vasapollo, 2008). Desde una visión más abarcadora, se plantea que ésta es una crisis del sistema capitalista mundial en su conjunto, que conjuga una crisis de valorización y una multiplicidad de crisis, como la alimentaria y la energética (Petras, 2009; Veltmeyer, 2009; Beinstein, 2009; Bartra, 2009). Asimismo, se postula la idea de que se trata de una crisis civilizatoria que pone en riesgo ya no sólo la valorización del capital sino la organización de la sociedad contemporánea y la existencia de la vida humana en diversos ámbitos del planeta (Hinkelammert y Mora, 2008; Dierckxsens, 2009a; Márquez, 2009).

Desde nuestra perspectiva, la presente crisis es una crisis general del sistema capitalista neoliberal que se expresa como una severa depresión económica mundial, que a su vez significa una declinación de la estrategia de reestructuración y expansión neoliberal basada en la superexplotación del trabajo inmediato, la depredación ambiental y la financiarización de la economía mundial; pero que, asimismo, se trata de una compleja crisis civilizatoria con rostro multidimensional que expone los límites de la valorización mundial de capital por cuanto atenta en contra de los fundamentos de la riqueza: el ser humano y la naturaleza, y porque pone en predicamento el sistema de vida en la Tierra, es decir, el metabolismo social. En tal sentido, el capitalismo neoliberal se erige como una poderosa maquinaria destructora de capital, empleo, población, infraestructura, conocimiento y cultura. Su criterio central, la maximización de ganancia, está en las antípodas de la reproducción social y las condiciones biológicas para la producción.

La complejidad de la crisis se ha encubierto, provisionalmente, por el descalabro que significa la depresión económica mundial. Por lo mismo, su comprensión requiere adoptar una perspectiva histórica, estructural y estratégica. Además de la depresión económica, que da cuenta de una crisis de valorización generalizada, la crisis tiene que enunciarse en plural, como las crisis, o la convergencia de las varias crisis, puesto que posee un desfigurado rostro multidimensional. Ello implica superar la tesis financista, anclada en el análisis de las relaciones intracapitales, y advertir cómo la acumulación mundial acrecienta el dominio del capital sobre el trabajo, la naturaleza, el dinero y el Estado, bajo una lógica depredadora que a la vez que se apropia y domina, destruye. El capitalismo neoliberal polariza la riqueza en beneficio de las grandes corporaciones transnacionales y en detrimento de la clase trabajadora y el Estado-nación, al tiempo que genera ganancias fabulosas que, bajo la argucia del capital ficticio, han sido canalizadas, ciertamente, hacia la especulación financiera e hipotecaria1.

La crisis civilizatoria muestra, cuando menos, un rostro visible (la depresión de la economía mundial) junto a otros 10 rostros igualmente tenebrosos. A continuación haremos un breve recuento de ellos.

 

Depresión económica mundial: destrucción y concentración de capital

La convulsión del sector financiero y productivo y la bancarrota y caída de la rentabilidad anuncian que la crisis general del capitalismo trae consigo una enorme fuerza destructora de capitales considerados por la racionalidad del sistema como sobrantes; lo cual significa que está en marcha un proceso de reconcentración de capital, con el auxilio del Estado y sus programas de "rescate", en manos de los monopolios y oligopolios transnacionales que señorean la globalización neoliberal2. Estas depurativas aguas anegan la dinámica económica, pero también responden a la necesidad de abaratar capitales.

La fuerza destructora de la crisis atrofia el crecimiento económico mundial. El Fondo Monetario Internacional (FMI) augura que la economía mundial sufrirá un desplome generalizado en 2009, con un crecimiento global de apenas 0.5%, la peor tasa registrada desde la Segunda Guerra Mundial. En conjunto, las llamadas economías industrializadas se contraerán un 2% (EFE, El universal, 28/I/09)3. Mientras tanto, la depuración de capitales no tiene reposo. Se registran importantes quiebras de grandes bancos e industrias, emblemáticos del capitalismo mundial. En el sector bancario, suman 77 los bancos de los Estados Unidos que se han declarado en quiebra, incluso se vaticina que podrían cerrar hasta 1 000 bancos en los años venideros (La jornada, 16/VIII/09). Los grandes bancos, como Citigroup, han sido rescatados por el Estado y otros han sido devorados por sus competidores. También grandes empresas del sector automotor, como General Motors, han tenido que ser rescatadas4.

La vorágine destructora arrasa con empleos en todo el mundo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), tomando como referente los pronósticos del FMI, pronostica un aumento de 50 millones en el número de desempleados para 2009, con lo que el índice de desempleo mundial puede situarse en 7.1%, en tanto que la cifra total alcanzaría los 230 millones (OIT, 2009)5.

Debido a que la crisis destruye capital, empleos e infraestructura, el gran capital reclama la participación del Estado para que transfiera recursos públicos a las grandes corporaciones, las cuales ejecutan, a su vez, una reconcentración de capital. Más que una política keynesiana, se trata de un rescate del neoliberalismo por el Estado, bajo la conocida fórmula de privatizar los beneficios y socializar las pérdidas.

 

Profundización del desarrollo desigual centro/periferia

Un proceso paulatino, pero inexorable, de destrucción surge de los mecanismos del desarrollo desigual, que destruyen las bases nacionales de acumulación en la periferia y transfieren excedentes, recursos naturales y humanos en beneficio de la acumulación centralizada. El desarrollo desigual se refiere al proceso histórico de polarización económica, social y política entre regiones, países y clases, derivado de la dinámica de acumulación capitalista centralizada, la división del trabajo, la estructura de poder y la lucha de clases en distintos ámbitos espaciales y niveles jerárquicos. El resultado más evidente es la expansión de las desigualdades sociales expresada por la concentración de capital, poder y riqueza en manos de una pequeña élite capitalista confrontada a un abundante proceso de despojo, explotación y pobreza que constriñe paulatinamente las condiciones de vida y trabajo de la mayoría de la población. En el ámbito del sistema capitalista mundial acontece una diferenciación sintomática entre países imperialistas, centrales o desarrollados y países periféricos, subdesarrollados o dependientes6.

La expansión capitalista neoliberal ha prohijado una modalidad de acumulación centralizada bajo el comando de los monopolios y oligopolios transnacionales y el respaldo político de los estados imperialistas y los organismos internacionales. Las grandes corporaciones (capital monopolista) han acrecentado su supremacía gracias a ingentes procesos de fusión, aunque también actúan por separado, entre el capital productivo, financiero y comercial; ello nos remite a un colosal proceso de concentración y centralización de capital. Sin embargo, bajo esta modalidad no se está creando nuevo capital, ni un gran proceso de innovación tecnológica, ni una gran masa de plusvalor, sino que se amasa capital muerto bajo mecanismos de apropiación privada (Petras, 2005). En este caso, la inversión extranjera directa (IED) actúa como fuerza motora o caballo de Troya, aunque está investida de una mitología que le confiere atributos de motor del desarrollo, cuando realmente actúa como una colosal fuerza extractora de excedentes. Las grandes entidades transnacionales se presentan ahora como un ente abstracto, despersonalizado, junto al capital ficticio, que pareciera desprenderse de la órbita de la economía real y actuar con independencia. El punto central es que estas corporaciones acceden a grandes ganancias o a ganancias extraordinarias en la periferia, lo cual a su vez obra en contra de las posibilidades de acumulación de la periferia. Entre otros, podemos destacar la transferencia de excedentes derivados de los pagos por deuda externa, las ganancias corporativas de la IED, los pagos por derechos de propiedad y patentes, el deterioro de los términos de intercambio, las ganancias obtenidas por la inversión financiera de corto plazo, además de los derivados de las transferencias de recursos naturales y la transferencias de fuerza de trabajo7.

La deuda externa es un rasgo de dependencia ancestral de los países poscoloniales ante los centros financieros mundiales. Ésta constituye un mecanismo neocolonial que somete a poblaciones y países enteros. Pasando por episodios como la crisis de la deuda, los programas de ajuste estructural y los programas de rescate ante las crisis recurrentes, los organismos financieros internacionales, con el FMI a la cabeza, dictan las políticas neoliberales que socavan la posibilidad de impulsar el desarrollo nacional y se abren a los requerimientos del gran capital. Merced a ello, el subdesarrollo, desempleo y pobreza perviven en vastas regiones del planeta, sin importar la dotación de recursos naturales y humanos. Por tanto, la deuda externa es un mecanismo lacerante que, en principio, subsana la necesidad de exportar capitales de los centros capitalistas, lo cual redunda en asimetrías y, a final de cuentas, es un poderoso instrumento de dominación del gran capital transnacional que pende sobre la periferia y que perpetúa la transferencia de recursos de la periferia al centro. Según estimaciones de Millet y Toussaint (2009), para 2007 la deuda externa de los países periféricos ascendía a US$ 3.36 billones, con México, Brasil y Turquía a la cabeza. Asimismo, se calcula que, hasta 2007, los países subdesarrollados habían pagado el equivalente a 102 veces lo que debían en 1970, no obstante que su deuda sólo se había multiplicado 48 veces.

Las transferencias de ganancias derivadas de la penetración de la IED representan una fuente fabulosa de riqueza para el centro8. Según estimaciones de Caputo (2009), estas remesas de ganancias transferidas por las transnacionales desde América Latina crecieron de US $ 32 000 millones en 1980 a US $ 126 000 millones en 2006. Estos recursos habrían compensado las pérdidas derivadas de la crisis en los sectores como la construcción, producción de bienes durables y comercio.

Las corporaciones transnacionales hacen uso monopólico de las patentes, lo que les permite el control por 20 años sobre invenciones, productos y procedimientos, y les reporta beneficios derivados del pago de derechos de propiedad y patentes. Además del gasto y la dependencia tecnológica, las patentes subordinan a los productores9. El mercado global de la semilla está controlado por Monsanto, Bayer, Syngenta, Dow AgroSciences y Dupont, y los acuerdos internacionales favorecen los grandes intereses comerciales, obstruyen la transferencia de tecnología hacia los países subdesarrollados, restringen el acceso a técnicas de producción menos perjudiciales al medio ambiente y privatizan ámbitos que deberían ser de propiedad pública, como patentes sobre seres vivos y materia viva, práctica monopólica que representa una forma de privatización de la vida (Mora, 2004).

La transferencia de fuerza de trabajo calificada es un mecanismo que atrae el conocimiento adquirido por profesionistas, investigadores, artistas, intelectuales y otro tipo de personal altamente calificado que emigra de la periferia al centro. Entre 1990 y 2007, la migración calificada aumentó un 111.3%. En este tenor, América Latina y el Caribe se ubican como la región que experimentó el mayor crecimiento relativo de migrantes calificados entre 1990 y 2007 (Lozano y Gandini, 2009)10.

Otro problema importante es el intercambio ecológico desigual, referido a la transferencia neta de recursos naturales que representa severos daños ambientales en la economía periférica. Bajo los tratados de libre comercio centro-periferia, se omiten los costos ambientales y sociales, no obstante que se estimula un mayor uso de energía de combustibles fósiles, la sobreexplotación de recursos naturales y el deterioro de la biodiversidad. Además, dicha modalidad de intercambio desigual expropia recursos genéticos, destruye ecosistemas, degrada el ambiente y, en conjunto, viola los derechos humanos de las generaciones presentes y futuras (Mora, 2004).

La reincorporación de la periferia a la dinámica de acumulación centralizada profundiza el desarrollo desigual e incrementa las ganancias del capital transnacional. Estos países participan como proveedores de materias primas y fuerza de trabajo barata según las necesidades de las cadenas globales de producción, a cambio de vulnerar sus capacidades internas de acumulación.

 

Elevada explotación laboral y exclusión social

La globalización neoliberal da origen a la economía mundial del trabajo barato que convierte a los países subdesarrollados en exportadores de gente. La expansión de la fuerza de trabajo, acompañada de la política de precarización laboral, significa una sobreoferta de trabajo a disposición del gran capital11. Los países periféricos se convierten en abastecedores de trabajo barato en aras de la reestructuración capitalista. El régimen de superexplotación del trabajo barato, amén de basarse en la destrucción de medios de producción y subsistencia, pone en entredicho la reproducción social y convierte a los trabajadores en personas desechables. La periferia pierde soberanía laboral, entendida como la capacidad para generar suficientes fuentes de trabajo formal de calidad para su población (Márquez, 2008)12.

El trabajo informal representa una expresión de la exclusión económica, pero también un mecanismo de inclusión a la esfera de la explotación del capital bajo mecanismos indirectos. La OCDE estima que 1.8 billones de personas, es decir 60% de la fuerza de trabajo mundial, se desempeña sin un contrato laboral formal ni seguridad social13. El trabajo infantil se acrecienta como un cáncer del capitalismo. Según la OIT, en la actualidad trabajan en el mundo 218 millones de niños. De ellos, 126 millones, uno de cada 12, está expuesto a las peores formas de trabajo infantil; con la actual crisis, se prevé un incremento (Europa Press, 27/II/08). Algo similar ocurre con el trabajo forzoso o "nueva esclavitud"14. En el mundo hay al menos 12.3 millones de personas atrapadas en el trabajo forzoso. Hoy en día, cerca de 12 millones de personas en el mundo siguen trabajando bajo coerción en situaciones de trabajo forzoso, esclavitud y prácticas análogas a la esclavitud (Andrees y Belser, 2009).

En conjunto, la explotación del trabajo alcanza varias formas bajo el capitalismo neoliberal, no sólo el asalariado, sino que también subsume al sector campesino, femenino, informal, improductivo, infantil y forzado. En la dimensión del trabajo productivo, explota de manera exhaustiva el trabajo directo, y de manera formal, el trabajo científico-tecnológico (Mora, 2009).

 

Crisis alimentaria

Bajo el orden agroalimentario global, que antepone los intereses de las empresas transnacionales, se desmantelan los sistemas de producción de los países subdesarrollados y sus modos de vida rural, y aflora el problema de la pérdida de soberanía alimentaria y la falta de sustentabilidad social. La imagen más deprimente la ofrecen la destrucción de la sociedad campesina y las hambrunas que afrontan amplios sectores de la población de todo el mundo. Los precios de los alimentos básicos han sufrido fuertes embates especulativos que colocan al grueso de la población pobre en una situación de extrema vulnerabilidad y pobreza15. Por ejemplo, entre marzo de 2007 y mayo de 2008, el precio de los productos lácteos se incrementó 80%; la soya, 87%, y el trigo, 130%. La crisis alimentaria de 2008 provocó un aumento de 100 millones en el número de pobres en el mundo (BM, 2008). Después de una aparente estabilidad, los precios volvieron a repuntar en el segundo trimestre de 2009 (maíz, 10.8%; soya, 35%, y trigo, 12.7%) debido a factores críticos como la especulación en los mercados de futuros de granos y la demanda de empresas productoras de biocombustible. Se estima la existencia de más de 1 000 millones de personas al borde de la muerte por hambre (FAO, 2009). Un signo más del desprecio del capital sobre la vida humana.

El modelo de agricultura basada en las corporaciones agroindustriales ha generado grandes excedentes ofertados mundialmente a bajo costo. De manera que los pequeños productores locales del mundo periférico resultan incapaces de competir. Los acuerdos de comercio internacional, como el Acuerdo sobre Agricultura de la OMC, mercantilizan la producción y limitan el acceso a los alimentos (Bello, 2008a).

Para las grandes corporaciones, la crisis alimentaria es fuente de enormes ganancias: en el rubro de comercialización de granos se benefician Cargill y ADM; en semillas y plaguicidas, Syngenta y Monsanto, y en fertilizantes, Potash Corp y Yara (GRAIN, 2009). La cadena agroalimentaria está controlada en todos y cada uno de sus tramos por corporaciones transnacionales que acceden a grandes beneficios debido al modelo agroindustrial liberalizado y desregularizado. Las grandes corporaciones comerciales absorben a las cadenas pequeñas de países subdesarrollados. Este monopolio controla y determina los patrones de consumo y comercialización. En 2006, la segunda empresa más grande del mundo por volumen de ventas fue Wal-Mart, y en la lista de las 50 mayores empresas mundiales se encontraban también, por orden de facturación, Carrefour, Tesco, Kroger, Royal Ahold y Costco (Vivas, 2008).

 

Crisis de subsistencia

El aumento de los precios de alimentos básicos como arroz, maíz y trigo representa una seria amenaza para la subsistencia de millones de personas en la periferia. Para la ONU, dicha alza obedece a factores como malas cosechas, bajas reservas, incremento del precio del petróleo, mayor demanda de biocombustibles, menor apoyo a la agricultura y especulación financiera; sin embargo, omite las causas estructurales, que amén de estar en el trasfondo de la crisis, abonan a la destrucción de modos de vida, trabajo y subsistencia de amplios sectores sociales que mantienen y protegen la biodiversidad, los cultivos, las semillas, la autonomía alimentaria y formas de distribución no mercantilizadas (Mattié, 2008; Bartra, 2003).

La crisis de subsistencia muestra distintos rostros del peligro que afronta la vida humana, sobre todo en la periferia. Según cifras de la FAO para 2007, dentro del rango de pobreza se ubicaban 4 750 millones de personas en el mundo: casi la mitad de la población mundial. Más de 2 800 millones de personas en el mundo sobreviven con menos de dos dólares al día, y 1 200 millones de personas lo hacen con un dólar o menos al día (PNUD, 2003). Del mismo modo, la ONU estima que al menos mueren unas 50 000 personas al día en el mundo a causa de la pobreza extrema (El universal, 19/IX/07).

Pese a que los organismos internacionales reconocen en sus informes sobre recursos hídricos que el mundo dispone de una gran abundancia de agua dulce como para satisfacer las necesidades humanas, también se admite que existe un reparto desigual del vital líquido16. Entre otros factores, se arguye la gestión deficiente, la escasez de recursos y los cambios medioambientales, pero no se toman en cuenta factores cruciales como la privatización del agua y su control geopolítico. En el diagnóstico se admite que 1 100 millones de personas, uno de cada cinco habitantes del planeta, no tiene acceso al agua potable y que unos 2 600 millones (40%) no dispone de sistema de saneamiento básico (UNESCO, 2006). La falta de acceso al agua potable y a instalaciones sanitarias higiénicas deriva en muertes, que se calculan en 1.6 millones de personas al año. La baja calidad del agua es una de las principales causas de las deplorables condiciones de vida y de severos problemas de salud. En 2002, las enfermedades diarreicas y el paludismo acabaron con la vida de 3.1 millones de seres humanos; 90% de los fallecidos eran niños menores de cinco años. Se ha estimado que cada año se podría salvar la vida de 1.6 millones de personas si se les ofreciera la posibilidad de acceder a abastecimientos de agua potable e instalaciones sanitarias e higiénicas. Además de la falta de acceso, existen problemas graves por la contaminación y privatización del agua, debido al desmesurado afán del lucro de las grandes corporaciones multinacionales (Shiva, 2007)17.

Los niños del mundo subdesarrollado representan el segmento de la población más vulnerable. Unos 75 millones de niños no cursan la educación primaria porque comienzan a trabajar a una edad temprana: 218 millones de niños de entre cuatro y 15 años trabajan en el mundo; más de 50% lo hacen en las peores condiciones, como esclavos o en actividades ilícitas (OIT, 2009). Asimismo, 12 millones de niños mueren todos los años a causa de enfermedades curables como malaria, diarrea, sarampión o neumonía. Hay 115 millones de niños sin acceso a la educación y hacen falta 18 millones de profesores en todo el mundo. Y no sólo los niños, uno de cada cinco adultos —es decir, unos 774 millones de personas— es analfabeto.

 

Crisis energética

El control geoestratégico de los principales abastos energéticos del mundo ha conocido la militarización unilateral de las relaciones internacionales aderezadas por justificaciones retóricas en contra del terrorismo para encubrir guerras de conquista, cuyo "daño colateral" es la destrucción de población y su civilización. Además, el control oligopólico de los mercados de consumo convierte a los energéticos en una mercancía volátil expuesta a ataques especulativos que castiga, sobre todo, a los países subdesarrollados dependientes de los energéticos, ya sea porque se especializan en su producción y exportación o porque, al carecer de ellos, dependen de su importación. Pero también la sobreexplotación de los abastos y el consumo desmedido de energéticos están asociados a la crisis ambiental.

Diversos analistas anuncian el final de la era de petróleo barato (peak oil). Desde que en 2008 se alcanzó un precio récord del petróleo, la mayoría de los países y compañías petroleras intentaron incrementar la producción, pero sólo 14 de los 54 países productores de petróleo todavía están aumentando la extracción de crudo, mientras que 30 países han pasado definitivamente su cenit de producción, y los restantes 10 parece que atraviesan una meseta de producción o comienzan el declive de la misma (Ghanta, 2009). Según esta percepción, muchos países, incluyendo a los Estados Unidos, alcanzaron su tope de producción desde hace décadas.

 

Deterioro ambiental

El consumo de recursos naturales en el sistema capitalista mundial es desigual: el 20% de la población mundial, concentrada en los países centrales del norte, consume 80% de los recursos naturales (Dierckxsens, 2009b). La transferencia permanente de recursos de la periferia al centro constituye otra muestra de la subvención a la acumulación centralizada. La dinámica de saqueo ecológico por parte de corporaciones transnacionales aflora como consecuencia nefasta de la sobreexplotación de recursos naturales bajo el espectro del intercambio ecológico desigual, derivado de la exportación de recursos naturales baratos —por ejemplo, madera, minerales, petróleo y especies exóticas— sin que se tome en cuenta su agotamiento y perennidad, además del deterioro del agua, aire y tierra, y de la misma población, es decir, el saldo se advierte como contaminación, envenenamiento y muerte (Vega, 2006). La situación se agrava si consideramos efectos ambientales degradantes como el cambio climático global, que supone el posible aumento de la temperatura en un rango de 1.5° y 4.5° C, derivado de la concentración de gases invernadero, como el dióxido de carbono, metano, óxidos nitrosos y clorofluorocarbonos. Entre los efectos inmediatos se señala la modificación de lluvias y del nivel del mar. Pero más allá de su análisis como un problema técnico derivado de los desorbitados patrones de consumo de la sociedad industrial, conviene tener presente que, en el fondo, el capitalismo representa una fuerza que destruye en un santiamén aquello que la naturaleza ha demorado millones de años en construir, y la situación empeora si tomamos en cuenta que la mayor reserva de recursos naturales se encuentra en el mundo subdesarrollado y es belicosamente disputada por los países dominantes.

La pérdida de biodiversidad representa uno de los grandes problemas del deterioro ambiental. En sus causales se destaca: 1) la destrucción de hábitats naturales, como bosques tropicales; 2) la fragmentación del hábitat de numerosas especies terrestres por el trazado de campos de cultivo, urbanización, carreteras y autopistas; y 3) campos con pobre vida silvestre, el "desierto verde", debido a la agricultura industrial basada en fertilizantes y pesticidas (Frers, 2008). Entre 1990 y 2005, los bosques disminuyeron en un 3%, con una media anual de 0.2%. La pérdida neta de bosques, que actualmente ocupan 4 000 millones de hectáreas —30% de la superficie terrestre—, es de 20 000 hectáreas al día (FAO, 2007). Considerando el número de especies por área y la pérdida de bosques tropicales (un tercio en las últimas cuatro décadas), se calcula que se extinguen 50 000 especies por año, lo cual representa 10 000 veces la tasa natural de extinción. De persistir esta tendencia, podrían desaparecer dos tercios de las especies para finales del presente siglo (Frers, 2008). La extinción masiva de especies es un problema severo: más de 16 306 especies de animales y plantas están en peligro de extinción, entre ellas la cuarta parte de los mamíferos. Son ya 869 las especies que están extintas o extintas en estado silvestre; la cifra asciende a 1 159 si se suman las 290 especies en peligro crítico de extinción clasificadas como posiblemente extintas. En total, por lo menos 16 928 especies están amenazadas de extinción (Vié, Milton y Stuart, 2009).

La destrucción de vidas también alcanza a la humanidad, según la Organización Mundial de la Salud, el deterioro del medio ambiente produce cada año la muerte de 13 millones de personas, unas 200 000 de ellas a causa del cambio climático. Además de que las enfermedades infecciosas tienen una incidencia 15 veces mayor en los países subdesarrollados que en los desarrollados, esta proporción sube hasta 100 veces en las enfermedades diarreicas. Se estima que 25% de la carga global de enfermedades sobreviene de la degradación paulatina del medio ambiente.

Los organismos internacionales suelen hacer estimaciones sobre los diversos efectos del desastre ambiental y descansan la explicación de sus causas en problemas de orden técnico, desechando las relaciones sociales de producción capitalista. La devastación del medio ambiente proviene de la incesante y descontrolada competencia por maximizar las ganancias capitalistas, que conduce a la destrucción de la base natural del metabolismo social, el medio ambiente y a la insustentabilidad social expresada como desempleo, subempleo y migración (Foladori, 2007). Los recursos naturales que se extraen de la litosfera y crecientemente de la biosfera se explotan como elementos aislados y no como componentes de un ecosistema; además, los costos de producción de los recursos naturales se consideran sólo como costos de extracción, lo cual desprecia la reproducción a largo plazo de la naturaleza (Mora, 2009). En suma, se registra un preocupante proceso de deterioro ambiental, pérdida de biodiversidad y fenómenos alarmantes como el calentamiento global, todos como expresiones directas e indirectas de la deificación del mercado como agente del desarrollo y la privatización de los recursos como cemento de la sociedad capitalista.

 

Migración forzada y dependencia de remesas

Enormes contingentes de población se vuelven innecesarios o desechables para las necesidades de valorización del capital. El desempleo, la pobreza y la miseria son el caldo de cultivo para que afloren fenómenos como la economía informal, el incremento de actividades ilícitas como el narcotráfico y la criminalidad, la efervescencia de la violencia social y la expansión de las migraciones. Las migraciones internacionales asumen la careta de forzadas debido a la degradación socioeconómica provocada por la neoliberalización de la periferia y apuntalada por la demanda creciente de fuerza de trabajo barata en los países centrales (Delgado y Márquez, 2008; Márquez, 2009).

El crecimiento más reciente de la migración internacional va de sur a norte. Según la ONU, el total de migrantes en el mundo (definidos como aquellas personas que viven fuera de su país de nacimiento por más de un año) era de cerca de 100 millones en 1980, de los cuales 47.7 millones se ubicaban en países desarrollados, frente a 52.1 millones en países subdesarrollados. Para 2006, de un total cercano a 190 millones de migrantes, 61 millones habían realizado traslados de sur a sur, 53 millones de norte a norte, 14 millones de norte a sur y 62 millones de sur a norte. La cifra de migrantes laborales que se desplazan del sur al norte y el volumen de las remesas que envían a sus países de origen han experimentado un crecimiento sin precedentes en todo el mundo18. La cantidad de migrantes ha superado el doble de su magnitud en los últimos 25 años, alcanzando una marca histórica de 190 millones en 2005. Una proporción creciente de éstos son migrantes laborales que se trasladan del sur al norte.

Mediante la migración forzada, los países subdesarrollados están transfiriendo fuerza de trabajo barata junto con sus costos de reproducción social, que aunados a la contribución directa de los migrantes en los países de destino en materia de producción, consumo y pago de impuestos, configuran una subvención a la acumulación de los países desarrollados que no se compensa, en modo alguno, con las remesas que envían los migrantes a sus dependientes económicos para cubrir los mínimos de subsistencia familiar (Delgado, Márquez y Rodríguez, 2009).

 

Despolitización y control político

Un andamiaje de poder transnacional aglutina a corporaciones transnacionales, estados imperiales, organismos internacionales y partidos políticos en torno al neoliberalismo. No obstante, hoy se registra una crisis institucional, vista como una pérdida de legitimidad de las instituciones neoliberales, estatales y financieras. Sin embargo, la concentración de poder ha sido tan contundente que ha desmantelado proyectos y agentes políticos que podrían encarnar la alternativa y el cambio social. En la actualidad, no hay un agente colectivo alternativo al gran capital y sus intereses19. La estrategia de despolitización de la sociedad, con la figura del ciudadano mínimo, reserva como único canal de participación, bajo la democracia formal, el ejercicio del voto, es decir, se concede a los ciudadanos la prerrogativa de votar por candidatos que previamente han sido elegidos por las élites económicas y políticas para que ejerzan formalmente el papel de la representación popular, pero bajo la observancia y directriz de la oligarquía. Existen pocos ejemplos de democracia participativa que contemplen la participación directa de la población en el derrotero nacional a través de mecanismos como revocación de mandato, plebiscito y referéndum.

 

Crisis cultural

El pensamiento único representado por la ideología neoliberal se ha inoculado en la sociedad como sentido común, con el respaldo de los medios masivos de comunicación, dominados por instancias empresariales monopólicas, plegadas al neoliberalismo. Ante el agravamiento de las desigualdades sociales, predomina una sensación de desánimo y apatía y, en menor medida, de resistencia y rebelión. Se menosprecia la cultura como espacio de crítica, creación y educación, para reducirla a su mínima expresión, como entretenimiento banal y desinformación20. El Estado neoliberal está interesado en desmantelar el sistema de educación pública con el doble propósito de abrir nuevos espacios de valorización, en este caso mediante la privatización de la educación, y de generar una ciudadanía conformista y enajenada, con un perfil técnico acorde a las necesidades del capital. Incluso ahora se designa al egresado como capital humano, y con ello se reduce la vida humana a un simple recurso a disposición del capital, una pura y simple mercancía.

Actualmente son ocho las corporaciones transnacionales que rigen los medios en el mundo, y sólo unas 50 llegan a participar en el mercado global. Todas han potencializado su capital y su capacidad mediante alguna fusión; las principales son: AOL Time Warner, Viacom, Sony, News Corporation, Vivendi Universal, Disney, Bertelsmann y Liberty Media. La hegemonía cultural estadounidense queda plasmada en el predominio del cine al estilo de Hollywood, el consumo masivo y desechable, el individualismo egoísta y la apatía ciudadana. Además existe una gran concentración en la comercialización de los llamados bienes culturales: los Estados Unidos, Reino Unido y China acaparan el 40%, mientras que 117 países se distribuye el 60% (Báez, 2008).

La mayoría de los ciudadanos recurre a la televisión como medio de información y entretenimiento (Roura, 2009). Los grandes medios electrónicos están comandados por empresas monopólicas que tergiversan, ocultan y malean la información importante para la sociedad, en cambio ofrecen un abanico de programas banales como lacrimógenas telenovelas, reality shows, monetarizados encuentros deportivos, insufribles películas, machacones videos musicales y noticiarios manipulados y amarillistas que poco o nada le dicen al impávido telespectador de su realidad inmediata y de los grandes problemas que afronta la humanidad. Esta estrategia mediática ha configurado un ciudadano teledirigido por las élites políticas, como homo videns (Sartori, 1998). En contraste, descienden los índices de lectura de libros, periódicos y revistas, en tanto que los libros y artículos académicos son comidilla exclusiva de especialistas, por lo que están alejados del gran público.

 

Conclusión

La dinámica del capitalismo neoliberal representa una vorágine destructora de capital, población, naturaleza, infraestructura, cultura y conocimiento. Su objetivo primordial es maximizar las ganancias de los grandes capitales transnacionales, para lo cual promueve la estrategia del mercado total, la explotación de fuerza de trabajo barata, la depredación ambiental, la financiarización de la economía y la militarización de las relaciones internacionales. La insustentabilidad de la mayoría de la población se expresa en desempleo y subempleo, migración forzada, pobreza, hambre y muerte. La crisis general del sistema capitalista mundial no sólo refleja una crisis del sistema financiero conectada a una crisis de sobreproducción, sino que representa una crisis del modelo civilizatorio que, más allá de mostrar diversos rostros truculentos, pone en predicamento la vida humana en distintos ámbitos de la Tierra y anuncia una fractura en el proceso de metabolismo social humanidad-naturaleza. No se trata de cargar con tintes apocalípticos el análisis de nuestra compleja realidad mexicana y mundial, la intención es advertir la encrucijada que nos plantea la crisis civilizatoria: o seguimos consintiendo los intereses del capital con toda su avalancha depredadora o planteamos alternativas sociales para garantizar la reproducción de la vida. La disyuntiva no es despreciable si tomamos en cuenta que la fractura metabólica impone desafíos inéditos al desarrollo del capitalismo en términos de los peligros que afronta la reproducción social y las condiciones biológicas para la producción.

 

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Notas

1 Estas exorbitantes ganancias proceden de una extenuante explotación del trabajo inmediato, la privatización de fondos de pensiones, la transferencia de capital al centro, el pago de deuda externa y la compra de bonos y dólares con reservas de los Estados Unidos, además de la sobreexplotación de recursos naturales (Caputo, 2009).

2 Las principales empresas transnacionales tienen su sede en la tríada de los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón: General Electric, Vodafone Group PLC, General Motors, British Petroleum Company, Royal Dutch, Exxon Mobil, Toyota Motors y Ford Motor (UNCTAD, 2007).

3 Bajo esa previsión, los Estados Unidos se contraerán 1.6%; la zona euro, 2%, y Japón, 2.6%. El crecimiento para las economías emergentes caerá tres puntos, de 6.75% a 3.75%; China, 6.7%, y la India, 5.1%. Mientras que para América Latina se pronostica un 1.1% debido a la caída en la demanda de sus exportaciones y el colapso de los precios de las materias primas. Por ejemplo, se prevé que el barril de petróleo se venderá a 50 dólares en promedio este año, frente a los 68 dólares de su pronóstico anterior, lo que afectará a Venezuela, Ecuador y México.

4 Los programas de rescate de estas grandes corporaciones han sido multimillonarios. Empero, se condiciona el otorgamiento de recursos, como en el caso de la industria automotriz, a la aplicación de políticas de innovación tecnológica y competitividad laboral, lo cual significa flexibilizar las relaciones laborales e instaurar una política de salarios competitivos, es decir, disminuir salarios o desplazar operaciones a regiones de bajos salarios.

5 En tanto que la OCDE pronostica más de 57 millones de personas desempleadas, frente a los 37.2 millones que había al término de 2008, lo cual representaría 9.9% de desempleo mundial para 2010 (Arteaga, 2009). En los Estados Unidos ya se ha registrado la tasa de desempleo más alta en los últimos 26 años, al alcanzar 9.5% en junio de 2009 (AP, 2009a). En tanto que la tasa de desempleo de la zona euro se registra en su peor nivel en una década al situarse en 9.5% en mayo de 2009 (AP, 2009b). Por si fuera poco, la OCDE estima una caída de 23% en el valor de los fondos de pensiones durante 2008, la consecuente caída en el ingreso de jubilados y un aumento de su pobreza (Arteaga, 2009).

6 Desde esta perspectiva, no se pretende en modo alguno caracterizar de manera dicotómica o maniquea el desarrollo del capitalismo, sino que se trata de expresar la complejidad de la diferenciación espacial y social entre regiones, países y clases. Lo anterior permite la identificación de niveles jerárquicos entre, por ejemplo, países centrales, donde los Estados Unidos detentan la posición dominante. El centro del sistema se apropia de excedentes económicos y recursos naturales y humanos de las regiones periféricas. Entre centro y periferia se establecen relaciones de dominación, explotación e intercambio desigual cuya intensidad ha variado históricamente según los sucesivos periodos de colonización, poscolonización e imperialismo.

7 El intercambio desigual entre centro y periferia se ha profundizado bajo los auspicios de la nueva división internacional del trabajo. No obstante, conviene señalar que no todo se explica por el dominio del monopolio, sino que también es importante considerar la emergencia de una burguesía nacional periférica con capacidad de acumulación, que puede incluso competir en el mercado mundial y exportar capitales.

Esto nos remite a la idea de que el desarrollo desigual encuentra su principal explicación en las dinámicas de explotación laboral, y no sólo en la idea de que el centro explota a la periferia (Astarita, 2009). Además de los mecanismos anteriores hay otros mecanismos de transferencia que dan cuenta del modo de acumulación instaurado en la periferia. Uno muy importante se refiere a la transferencia de recursos del Estado al capital asentado en el país, tanto extranjero como nacional (Petras, 2005). Adicionalmente, en términos de la distribución de la riqueza social, podemos hablar de la transferencia de los sectores asalariados a la burguesía, la cual, cuando es excesiva, pone en predicamento la demanda masiva, vulnera el fondo social de acumulación y puede generar una crisis de valorización (Osorio, 2004).

8 Para Baran (1957), además del comercio exterior desigual, la transferencia de excedente operada por la IED a través de remesas de utilidades, intereses y regalías daba cuenta de relaciones de dominación y dependencia entre países desarrollados y subdesarrollados. Mientras que los países centrales eran principalmente exportadores de capital, los periféricos eran importadores de capital y exportadores de excedente. Dicho argumento tiene plena vigencia.

9 En México se otorgan patentes sobre genes, modificación genética, semillas y plantas a las grandes corporaciones transnacionales, en detrimento del derecho de los productores de resguardar semilla para el siguiente ciclo agrícola.

10 El stock de ALC aumentó 155%, seguido por África y Asia, con un crecimiento de 145% y 152%, respectivamente. México pasó de aportar 3% del stock mundial de migrantes calificados en 1990 a un 5.2% en 2007. No obstante, acontece un proceso de degradación laboral impresionante: casi dos terceras partes de los inmigrantes calificados procedentes de ALC residentes en los Estados Unidos entre 2005 y 2007 se encontraban en segmentos laborales que no correspondían a sus conocimientos y habilidades. Esta fuerza de trabajo calificada no es aprovechada ni por el país de origen ni por el de destino.

11 La reincorporación de los países otrora integrantes de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y sus países periféricos, además de grandes naciones como China y la India, a la fuerza laboral del capitalismo mundial, ha provocado que la población económicamente activa se incremente de 1 460 millones a 3 000 millones de personas (Robinson, 2008).

12 El desempleo estructural marca la tónica en la neoliberalización y se acentúa durante la crisis sistémica. Según la OIT, en 2007 había en el mundo 190 millones de desempleados, en tanto que 50% de la población activa mundial, unos 1 300 millones de personas, está subempleada o trabaja en condiciones precarias. La OIT considera que a finales de 2009 podría haber hasta 239 millones de desempleados en el mundo (El universal, 29/V/09). Para 2000, 75% de los 150 millones de personas desempleadas en todo el mundo carecía de la protección de un seguro de desempleo (OIT, 2000). La inseguridad laboral se ha impuesto como una medida para apalancar la estrategia de reestructuración capitalista.

13 En América Latina, los trabajadores del sector informal, referido a aquellos que carecen de seguridad social, representaban 52.5% entre 1990 y 1994, cifra que subió a 54% entre 1995 y 1999 y a 57% entre 2000 y 2007. Paralelamente, las cifras para México se situaron en 55.5%, 59.4% y 50.1%, respectivamente (González y EFE, 9/IV/09).

14 El trabajo forzoso adopta diversas formas, incluyendo la servidumbre por deudas, el tráfico y otras formas de esclavitud moderna. Las víctimas son los más débiles. Mujeres y niñas son obligadas a prostituirse, los migrantes son atrapados en esquemas de servidumbre por deudas, y los trabajadores son retenidos en talleres o granjas explotadoras en forma ilegal con escasa o ninguna compensación (Andrees y Belser, 2009).

15 Los ataques especulativos son demoledores en términos sociales si consideramos que, como estima el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), por cada aumento de 1% en el costo de los alimentos básicos, alrededor de 16 millones de personas padecen inseguridad alimentaria (Holtz-Giménez, 2007). Como correlato, se esparce el fantasma del hambre en el mundo.

16 Apenas 2.5% del agua en el planeta es dulce: 68.7% está en los glaciares y es prácticamente inaccesible; 30.1% está en el subsuelo y sólo un 0.4% proviene de la superficie (lagos, ríos, arroyos) y la atmósfera. Entre 25% y 40% del agua potable que se consume proviene del subsuelo. La ONU estima que se requerirá, para 2030, un 55% más de alimentos para la subsistencia de la población mundial, lo que también incrementará la demanda de agua para siembra, que actualmente representa 70% del agua dulce destinada al consumo humano.

17 La privatización del agua tiene muchas expresiones, tanto en el campo como en la ciudad (Ribeiro, 2005): a) la privatización de territorios y biorregiones por grandes corporaciones interesadas en monopolizar abundantes masas de agua para usos industriales o comerciales; b) la construcción de represas, hidrovías y desviación de ríos para abastecer zonas industriales, agroindustriales y urbanas; c) la contaminación de fuentes de agua por industrias mineras, petroleras, papeleras, eléctricas, además de agrotóxicos de la agricultura industrial y otras industrias sucias; d) la concesión de redes de distribución de agua potable municipal y plantas purificadoras; e) la explotación de fuentes de agua por embotelladoras multinacionales como Coca-Cola, Pepsico, Nestlé y Danone; f) el monopolio tecnológico de industrias para extraer el agua más profunda o purificarla. Estas formas privatizadoras cancelan o encarecen el acceso al agua para la mayoría de la población.

18 El flujo de remesas del norte al sur ha crecido aún más: de 48 000 millones de dólares en 1995 a 199 000 millones de dólares en 2006. Si se incluyen los canales informales no registrados, la cifra se incrementaría un 50% o más, haciendo que el tamaño de las remesas sea mayor que los flujos de IED y que supere en más del doble la ayuda oficial para los países en desarrollo.

19 El neoliberalismo ha promovido la destrucción de sujetos sociales, pero al mismo tiempo ha incitado la conformación de movimientos sociales que expresan posiciones de resistencia y rebelión. Por ejemplo, el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional en México o el Foro Social Mundial y Vía Campesina en el ámbito internacional. Sin embargo, no existe aún un agente colectivo capaz de hacer contrapeso al gran capital y sus instituciones afines.

20 La mayoría de los ciudadanos recurre a la televisión como medio de información y entretenimiento (Roura, 2009). Los grandes medios electrónicos están comandados por empresas monopólicas que tergiversan, ocultan y malean la información importante para la sociedad, en cambio ofrecen un abanico de programas banales como lacrimógenas telenovelas, reality shows, monetarizados encuentros deportivos, insufribles películas, machacones videos musicales y noticiarios manipulados y amarillistas que poco o nada le dicen al impávido telespectador de su realidad inmediata y de los grandes problemas que afronta la humanidad. Esta estrategia mediática ha configurado un ciudadano teledirigido por las élites políticas, como homo videns (Sartori, 1998). En contraste, descienden los índices de lectura de libros, periódicos y revistas, en tanto que los libros y artículos académicos son comidilla exclusiva de especialistas, por lo que están alejados del gran público.

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