Introducción1
Existe abundante literatura sobre los determinantes políticos, institucionales, socioeconómicos, sociodemográficos e incluso genéticos de la participación electoral (Goerres, 2007; Blais, 2008; Blais & Loewen, 2011; Blais & Rubenson, 2013; Fowler & Dawes, 2008, entre muchos otros). La mayoría coincide en que el ciclo de vida de las personas -medido por la edad- tiene un efecto sistemático: los jóvenes participan menos que los adultos. Otros han señalado que si bien la edad es un factor relevante, más lo es la generación política a la que pertenecen los votantes (Miller & Shanks, 1996; Wass, 2007; Bhatti & Hansen, 2012; Persson, Wass & Oscarsson, 2013). Las crisis económicas, los quiebres democráticos o el fin de los autoritarismos, se constituyen en coyunturas que separan a un grupo de votantes de otro. Así, una generación es entendida como un conjunto de personas que comparte experiencias comunes, muchas veces marcadas por hitos políticos o económicos. Ejemplo de ello es lo que Miller & Shanks (1996) estudian en Estados Unidos separando las generaciones pre-New Deal y post-New Deal, lo que hace Blais et al. (2004) en Canadá con el estudio de las generaciones previas y posteriores (baby-boom) a la guerra fría, y lo que realiza Wass (2007) para el caso de Finlandia.
La literatura ha examinado el efecto de la edad y de la generación política sobre la participación electoral. Metodológica y teóricamente, la edad y la generación miden aspectos distintos. Mientras la edad corresponde al ciclo de vida de las personas, la generación, como señalamos, obedece a un grupo que fue sometido a una coyuntura histórica. Cuando ambas variables son incidentes en el volumen de participación, entonces no solo hay diferencias entre una generación y otra, sino también dentro de las propias generaciones. Es decir, existe un grupo que vota más que otro y dentro de ese grupo, por ejemplo, votan más los adultos que los jóvenes. En cambio, si el efecto solo es generacional, entonces las diferencias en términos de volumen de participación serán entre generaciones, pero no dentro de las generaciones según la edad de los votantes. Finalmente, si el efecto es solo del ciclo de vida, la edad tendría un impacto curvilíneo sobre la predisposición a votar, sin distinguir entre el volumen de participación de una generación y otra.
Este tipo de estudios ha sido más abundante en democracias industrializadas avanzadas como Finlandia (Wass, 2007), Canadá (Blais et al., 2004), Gran Bretaña, Dinamarca, Alemania, Holanda, Noruega, Suecia (Gallego, 2009; Bhatti & Hansen, 2012; Blais & Rubenson, 2013; Persson, Wass & Oscarsson, 2013) y Estados Unidos (Lyons & Alexander, 2000). Menos común ha sido el análisis de la participación desde las generaciones políticas en América Latina. Las características de estos países, a nuestro juicio, hacen de la región un buen campo para el estudio del tema. La mayoría experimentó quiebres democráticos en las décadas de los sesenta y los setenta y, luego de algunos años, transiciones a la democracia. Así, existen al menos tres generaciones políticas: los que votaron previo a los golpes de Estado, los que no votaron previo al golpe pero que sí tenían edad para votar en el plebiscito sucesorio o en las primeras elecciones abiertas y competitivas, y los que no votaron en ninguna de aquellas instancias.
¿Qué ha estado ausente en la literatura? Si bien existe cierto consenso respecto a que los países con voto voluntario presentan tasas inferiores de participación en comparación con aquellos con voto obligatorio, menos espacio se ha dado al estudio del efecto generacional en los casos que han cambiado de régimen electoral. Chile se constituye en un muy buen laboratorio, pues en 2012 entró en vigencia el régimen de inscripción automática y voto voluntario en reemplazo del régimen de inscripción voluntaria y voto obligatorio. En este contexto, surgen las siguientes preguntas: ¿existen cambios en la predisposición a votar de las generaciones políticas comparando un régimen de voto obligatorio con otro de voto voluntario?, ¿cómo interactúa el efecto generacional con el efecto del ciclo de vida de las personas bajo estos dos regímenes electorales?, ¿dónde están las diferencias más significativas al comparar la predisposición a votar de una generación y otra?
El texto se divide en cuatro grandes secciones. La primera identifica los principales enfoques teóricos en el estudio de la participación, puntualizando en el efecto del ciclo de vida y de las generaciones políticas. La segunda muestra la metodología utilizada. La tercera corresponde a la sección de análisis de datos, donde mostramos la evidencia descriptiva y algunos modelos estadísticos multivariados. La cuarta parte ofrece las principales conclusiones.
Teoría
Existen al menos tres grandes enfoques para el estudio de la participación. En el primero, están quienes la explican en función de variables institucionales como el régimen electoral, el sistema electoral, la magnitud de distrito y el calendario electoral, entre otras. En el segundo, están quienes la explican en función de las características socioeconómicas y sociodemográficas de los votantes. El tercero la analiza desde el contexto en el que se desenvuelven los individuos, en especial, la generación política a la que pertenecen.
Dentro del enfoque institucional se ha sugerido que la participación es sustancialmente mayor en los países que implementan el voto obligatorio en comparación con los que tienen voto voluntario (Jackman, 1987; Mackerras & Mcallister, 1999; Blais & Aarts, 2005; Gallego, 2010). Esto siempre y cuando exista un sistema creíble de sanciones pecuniarias o legales para quienes no participen. Asociado al tipo de voto (obligatorio/voluntario), también está la inscripción en los registros electorales. Cuando la inscripción es automática, se anulan los costos de los ciudadanos para quedar registrados en el padrón (Powell, 1986). No sucede lo mismo en sistemas de inscripción voluntaria, donde el simple acto administrativo o burocrático implica un alza en los costos para los potenciales electores (Navia, 2004). Asociado a estas variedades de regímenes electorales está el sistema electoral. Powell (1986) y Jackman (1987) plantean que los sistemas proporcionales de alta magnitud de distrito estimulan la participación debido a que existe más oferta de candidatos y los partidos se movilizan para conseguir apoyo electoral. De igual manera, Jackman (1987) plantea que el unicameralismo aumenta la participación electoral, dado que el electorado percibe que su voto es más decisivo cuando el poder se divide solo en una y no en dos cámaras.
El segundo bloque de variables que explica la participación son las socioeconómicas y sociodemográficas. Uno de los puntos que ha generado más debate corresponde al sesgo de clase en la participación. Es decir, que vote en mayor volumen la gente de estratos altos en comparación con la de estratos bajos (Blais et al., 2004; Avery & Peffley, 2005; Corvalán & Cox, 2013; Contreras & Morales, 2014; Contreras, Joignant & Morales, 2016). Según Mackerras & McAllister (1999), una forma adecuada para corregir el sesgo de clase es la institución del voto obligatorio. Si hay sanciones fuertes por no votar, entonces los pobres tendrán que participar. Otro camino, siguiendo a Gallego (2010) y Anderson & Beramendi (2012), es la fuerza electoral de los partidos de izquierda. En los países con partidos de izquierda fuertes y con voto voluntario, la participación no está determinada por la condición socioeconómica de los votantes, porque tales partidos tienen como núcleo de apoyo a los sindicatos y a los sectores obreros; por tanto, son capaces de movilizar al mundo popular. En este mismo debate, para América Latina destaca el trabajo de Contreras et al. (2016), quienes sostienen que si bien el sesgo de clase existe bajo un régimen de voto voluntario, es dependiente del volumen de competencia electoral. A mayor competencia, menor será el sesgo de clase.
Dentro de este enfoque sobresale el efecto de la edad o ciclo de vida, subrayando el desencanto juvenil por participar en las elecciones. De esto hay evidencia para América Latina (Silva, 2011), África (Resnick & Casale, 2011), Europa (Goerres, 2007; Konzelmann, Wagner & Rattinger 2012; Walczak, Van Der Brugm & De Vries, 2012) y Canadá (Blais et al., 2004; Blais & Loewen, 2011). En Chile, Corvalán & Cox (2013) han demostrado que estas diferencias en la participación según la edad están fuertemente determinadas por el nivel de ingresos de las personas. Así, los jóvenes de estratos bajos participan sustancialmente menos que los de estratos más elevados. La literatura, además, reconoce que el efecto del ciclo de vida no es perfectamente lineal, sino curvilíneo. Lo que se debe a que las personas de edad más avanzada comienzan a reducir sus niveles de participación como producto de enfermedades o problemas para trasladarse a los locales de votación (Wass, 2007; Bhatti & Hansen, 2012).
El tercer enfoque, que es el más relevante para nuestro trabajo, es el que mide el efecto de las generaciones sobre la participación electoral. Lyons & Alexander (2000) analizan las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 1952 a 1996. Para medir el efecto generacional dividen la muestra en dos. La primera generación corresponde a personas que nacieron antes de 1932 y la denominan del “New Deal”. La segunda corresponde a personas que nacieron después de 1932 y la denominan “Post-New Deal”. Los autores encuentran que las personas que nacieron antes de 1932 tienen un 8% más de probabilidad de votar que los que nacieron después de 1932.
Un estudio similar realizaron Blais et al. (2004) en Canadá considerando nueve elecciones entre 1968 y 2000. Identificaron cuatro generaciones. La primera corresponde a quienes nacieron antes de 1945, los pre-baby-boomers. La segunda agrupa a quienes nacieron entre 1945 y 1959, los baby-boomers. La tercera son los post-baby-boomers y está compuesta por aquellos que nacieron en la década de 1960. Por último, la cuarta son quienes nacieron en la década de 1970. Los hallazgos indican que el reemplazo generacional explica la caída en la participación electoral. El estudio concluye que a idéntica edad la participación es tres puntos más baja en la generación del baby-boomers respecto de los pre-baby-boomers.
En un trabajo posterior, Wass (2007) -basándose en el caso de Finlandia entre 1975 y 2003- sostiene que las experiencias de las generaciones tienen un impacto fuerte y duradero sobre las orientaciones políticas y la participación electoral. Propone cinco generaciones. La de la guerra y la miseria que son los nacidos antes de 1919. La de la reconstrucción que son los que nacieron entre 1920 y 1939. La de la transformación, conformada por las personas que nacieron entre 1940 y 1959. La del suburbano, personas nacidas entre 1960 y 1969. Y la de la elección individual, integrada por personas nacidas desde 1970. Wass (2007) plantea que la baja participación de los jóvenes no sería un fenómeno pasajero causado por la falta de experiencia y la integración política. Más bien, correspondería a una característica permanente de estas cohortes, cuyos procesos de socialización se dieron en un contexto de desmovilización política.
En la misma línea, Bhatti & Hansen (2012), estudiando las elecciones de once países europeos entre 1989 y 2010, proponen cinco generaciones. La primera es la generación preguerra, nacidos antes de 1945. La segunda es la baby-boomer, nacidos entre 1945 y 1959. La tercera es de los sesenta, nacidos entre 1960 y 1969. La cuarta es la del setenta, nacidos entre 1970 y 1979. La última son los nacidos desde 1980. Dichos autores concluyen que las mujeres votan menos que los hombres en las primeras generaciones, efecto que se anula en las generaciones más jóvenes. En coincidencia con otros estudios, muestran que las generaciones posteriores al baby-boomer votan sustancialmente menos que las anteriores del baby-boomer y de la preguerra. Por último, y muy importante para nuestro trabajo, plantean que los efectos generacionales son casi nulos para los países que tienen voto obligatorio.
Para el caso de Chile existe una amplia literatura sobre generaciones y participación electoral en Chile (Carlin, 2006; Toro, 2008; Corvalán & Cox, 2013; Contreras & Navia, 2013). Toda coincide en que la generación que votó en el plebiscito sucesorio de 1988 participa más que las generaciones más jóvenes (Morales & Rubilar, 2017). Toro (2008) identifica tres generaciones. La primera la componen jóvenes de 18 a 29 años. La segunda corresponde a adultos de entre 30 y 37 años que no alcanzaron a participar en el plebiscito. La tercera son adultos de 38 años y más que tenían edad para votar en el plebiscito. Toro (2008) concluye que las generaciones más jóvenes son más liberales que las antecesoras, y que la que participó en el plebiscito tiene mayor confianza en las instituciones y otorga mayor legitimidad a la democracia.
Corvalán & Cox (2013), entre tanto, comparan las generaciones más jóvenes con las que tenían edad para votar en las últimas elecciones previas a la caída de la democracia, y con la que votó en el plebiscito de 1988. Concluyen, nuevamente, que las generaciones jóvenes se inscribían sustancialmente menos en comparación con el resto bajo el régimen de inscripción voluntaria y voto obligatorio. Adicionalmente, subrayan un significativo sesgo de clase en la inscripción, mostrando que los jóvenes de estratos bajos acudían a esta significativamente menos que los jóvenes de estratos altos.
En una línea similar, Contreras & Navia (2013) construyen dos generaciones. La primera constituida por quienes tenían edad para votar en el plebiscito de 1988. La segunda, por quienes cumplieron 18 años después del plebiscito. Concluyen que la primera presenta tasas más altas de inscripción en los registros electorales en contraste con la segunda. Adicionalmente, encuentran que la educación no es una variable significativa para explicar la inscripción de quienes tenían edad para votar en 1988 (gran parte de los ciudadanos ya lo estaba), pero sí en la segunda generación. Acá, a mayor educación, mayor probabilidad de votar.
Por último, Contreras & Morales (2014) estudian el efecto de la inscripción automática y el voto voluntario en Chile en 2012. Comparan la generación que tenía edad para votar en el plebiscito con el resto. Afirman que la generación plebiscito vota más que las generaciones más jóvenes, pero que con el voto voluntario esa brecha de participación se redujo significativamente, pues mientras estaba inscrita en más de un 90% en los registros electorales previo al cambio de régimen, al entrar en vigencia el voto voluntario la predisposición a votar se redujo al 60%, pero mantuvo una ventaja de veinte puntos respecto de las generaciones más jóvenes.
La Figura 1 sintetiza algunos enfoques teóricos para el análisis de la participación. En el institucional, por ejemplo, sobresalen los estudios relativos a los costos por ir o no ir a votar, que están sujetos al tipo de régimen electoral (voto obligatorio o voluntario), las sanciones por no asistir a votar, la existencia o no de transporte gratuito para el día de las elecciones, entre otros. Al mismo tiempo, suele estudiarse el efecto de la competencia política sobre la participación, variable que depende -entre otras cosas- del tipo de sistema electoral (mayoritario, proporcional o mixto), e incluso del sistema político en términos del tamaño de las legislaturas y su carácter bicameral o unicameral. En cuanto a las variables socioeconómicas y sociodemográficas destacan los estudios sobre el sesgo de clase y el efecto del ciclo de vida de las personas en la participación electoral. Por último, destacamos los trabajos sobre las variaciones de la participación en función del denominado efecto de periodo -es decir, ciclos de alta o baja participación- y del efecto generacional.
De acuerdo a la teoría citada, sugerimos las siguientes hipótesis:
H1: las generaciones con mayor carga de traumas tienen mayor predisposición a votar que el resto. En el caso de Chile, la generación golpe de Estado debiese votar más que las otras generaciones dado que sus miembros comparten experiencias de dos importantes eventos: el golpe de Estado de 1973 y el plebiscito sucesorio de 1988.
H2: bajo el régimen de inscripción automática y voto voluntario, la generación golpe de Estado aumenta su ventaja sobre el resto en cuanto a predisposición a votar, debido a que parte de las nuevas generaciones que se inscribieron en los registros electorales dejan de votar con voto voluntario. En cambio, la generación golpe de Estado sigue votando a tasas similares independiente del cambio al régimen electoral.
H3: el efecto del ciclo de vida sobre la predisposición a votar es más significativo bajo el régimen de voto obligatorio en comparación con el de voto voluntario. Esto porque como las generaciones más jóvenes tienen menos interés por la política, no se inscriben en los registros y entonces votan menos. Bajo el régimen de voto voluntario, esos jóvenes siguen votando menos, pero se añaden adultos que, estando inscritos, dejan de participar, lo que reduce el efecto de la edad sobre la participación: los jóvenes mantienen el desinterés, y a este grupo se suman adultos que sí votaban bajo el régimen de voto obligatorio.
Distinguimos el efecto de la generación y del ciclo de vida (edad) sobre la participación electoral. Para ello, se presentan tres gráficas con el efecto que teóricamente tienen estas variables de manera aislada y conjunta. En la Gráfica 1 se observa el efecto del ciclo de vida sobre la probabilidad de votar, advirtiéndose -como fue señalado más arriba- un efecto curvilíneo. Es decir, a mayor edad, mayor probabilidad de votar, pero esta se reduce entre los más ancianos. En la Gráfica 2, se muestra el efecto generacional -pero no del ciclo de vida- sobre la predisposición de votar. Acá se advierten dos generaciones con distintos niveles de predisposición a votar, pero sin un efecto curvilíneo de la edad. Por último, en la Gráfica 3 se muestra el efecto de ambas variables -generación y ciclo de vida- sobre la predisposición a votar. Hay dos generaciones con niveles distintos de participación y, además, con un efecto curvilíneo de la edad.
Lo que se hace más abajo es traducir estos posibles resultados en modelos estadísticos, comparando lo que ocurre bajo un régimen de inscripción voluntaria y voto obligatorio, con otro de inscripción automática y voto voluntario.
Metodología
Las encuestas del Centro de Estudios Públicos (CEP) se realizan regularmente tres veces al año. Acá estudiamos las encuestas preelectorales desde 1999 a 2013. La muestra -que en general bordea las 1500 personas- se extrae tomando como universo a la población urbana y rural de 18 años y más, representativa del cien por ciento del país. El CEP pone a disposición pública todas sus bases de datos, por lo que es posible realizar investigación científica a partir de la evidencia reportada.
La variable dependiente corresponde a si los entrevistados estaban o no inscritos en los registros electorales, y su predisposición a votar. Para los comicios de 1999, 2005 y 2009, la encuesta pregunta fundamentalmente por la inscripción en los registros, mientras que en 2013 lo hace por la participación. Dado que entre 1999 y 2009 hubo un régimen de inscripción voluntaria y voto obligatorio, es comprensible que el CEP solo preguntara por la inscripción. En cambio, cuando se transita al voto voluntario y la inscripción automática -donde todos los ciudadanos de 18 años y más están inscritos automáticamente- la pregunta adecuada corresponde a la predisposición a votar.
La variable independiente central corresponde a la generación a la que pertenece cada individuo. A diferencia de los estudios citados, en este análisis se construyeron cuatro generaciones. La primera, denominada aquí generación golpe de Estado, son las personas que al momento del golpe de Estado (1973) tenían 18 años o más. La segunda son las personas con menos de 18 años al momento del golpe, pero que tenían edad para votar en el plebiscito de 1988; aquí se le ha llamado generación plebiscito. La tercera son las personas que no tenían edad para votar en 1988 pero sí posteriormente. Estas personas fueron socializadas en un contexto de progresivo avance en la consolidación democrática, por lo que se le ha nombrado generación democracia. Por último, la cuarta se constituye de las personas que tenían al menos 18 años en 2005, año de la elección de la primera mujer presidenta de Chile, Michelle Bachelet, lo que también puede ser considerado como un hito histórico. Se denomina generación Bachelet. La Tabla 1 muestra los intervalos de edad para cada generación según el año de la elección.
Año | Generación golpe de Estado | Generación plebiscito | Generación democracia | Generación Bachelet |
1999 | 42 años y más | 29-41 | 18-28 | - |
2005 | 48 años y más | 35-47 | 22-34 | 18-21 |
2009 | 52 años y más | 39-51 | 26-38 | 18-25 |
2013 | 56 años y más | 43-55 | 30-42 | 18-29 |
Fuente: Elaboración propia.
Se incluye un conjunto de variables de control. La primera corresponde al ciclo de vida de las personas, que se mide con la edad. La segunda es el nivel socioeconómico, lo que ayuda a determinar la existencia de un sesgo de clase en la participación electoral. El resto se refiere al nivel educacional, sexo, zona de residencia (región metropolitana versus regiones), religión e identificación ideológica en la escala izquierda-derecha.
Resultados
En 1988 se realizó un plebiscito sucesorio en Chile de cuyo resultado dependía la continuidad del general Pinochet como presidente de la república. Para esos comicios estaban inscritos en los registros electorales alrededor de 7.4 millones de individuos. De ese total, votó casi el 98% (Morales & Rubilar, 2017). Al año siguiente, en las primeras elecciones presidenciales libres desde 1973, el volumen de inscritos ascendió a cerca de 7.6 millones, del cual votó poco más del 92%. Si se toma como base a toda la población en edad de votar -que en 1989 casi alcanzaba los 8.5 millones- la participación bordeó el 84%. La Gráfica 4 muestra la evolución de la participación tomando siempre como base el total de la población en edad de votar. Se advierte un claro “efecto de periodo” en la primera parte de los noventa con una participación que superó el 80%. Al finalizar la década, esa participación ya había caído en casi diez puntos porcentuales, para descender al 59% en los comicios de 2009. Hasta 2011 el régimen fue de inscripción voluntaria y voto obligatorio. Estas cifras variaron significativamente con la introducción de la inscripción automática y el voto voluntario en 2012. Si en 2009 la cifra de inscritos en los registros era de casi 8.3 millones, en 2013 alcanzó 13.6 millones. En las elecciones presidenciales de 2013 con voto voluntario la participación se redujo al 49% en la primera vuelta y al 42% en la segunda (Morales & Contreras, 2017).
La Tabla 2 detalla la participación en las elecciones presidenciales desde 1999 hasta 2013. Se muestra el volumen de votos válidos, blancos, nulos y el total emitido. También se muestra el porcentaje de participación, que se calcula como la porción que representan los votos emitidos en función del total de población habilitada para votar. Luego indicamos el porcentaje de participación que pronosticaron las encuestas del CEP, ya sea mediante la pregunta de si la persona está o no inscrita en los registros electorales, o si irá o no a votar en las próximas elecciones. Dado que desde 1989 hasta 2009 rigió la inscripción voluntaria y el voto obligatorio, las encuestas preguntaban por la condición electoral del encuestado. Es decir, si estaba o no inscrito. El hecho de estar inscrito hacía muy probable que ese individuo efectivamente votara. Desde 2013, con voto voluntario se eliminó la pregunta sobre inscripción para introducir otra sobre la predisposición a votar.
Tipo de elección | Año | Población de 18 años o más (PEV) | Votos válidos | Votos nulos | Votos blancos | Total de votos | Participación (%) | Participación según CEP (%) | Diferencia participación real y según encuesta |
Presidencial 1 vuelta | 1999 | 10 126 098 | 7 055 128 | 56 991 | 159 465 | 7 271 584 | 71.8 | 83.6 | 11.8 |
Presidencial 2 vuelta | 1999 | 10 126 098 | 7 178 727 | 44 675 | 103 351 | 7 326 753 | 72.4 | - | - |
Presidencial 1 vuelta | 2005 | 11 322 769 | 6 942 041 | 84 752 | 180 485 | 7 207 278 | 63.7 | 71.5 | 7.8 |
Presidencial 2 vuelta | 2005 | 11 322 769 | 6 959 413 | 47 960 | 154 972 | 7 162 345 | 63.3 | - | - |
Presidencial 1 vuelta | 2009 | 12 180 403 | 6 977 544 | 86 172 | 200 420 | 7 264 136 | 59.6 | 72.6 | 13.0 |
Presidencial 2 vuelta | 2009 | 12 180 403 | 6 958 972 | 54 909 | 189 490 | 7 203 371 | 59.1 | - | - |
Presidencial 1 vuelta | 2013 | 13 573 143 | 6 585 808 | 66 935 | 46 268 | 6 699 011 | 49.4 | 52.9 | 3.5 |
Presidencial 2 vuelta | 2013 | 13 573 143 | 5 582 270 | 82 916 | 32 565 | 5 697 751 | 42,0 | - | - |
Fuente: Elaboración propia con datos de www.servel.cl y encuesta CEP.
La última columna de la Tabla 2 muestra la diferencia entre la participación electoral y la predicción del CEP. En 1999 hay una diferencia de casi doce puntos. Mientras la participación en esas elecciones alcanzó el 71.8%, la encuesta pronosticó un 83.6%. Seguramente en este resultado incidió la “deseabilidad social” en la respuesta (votar es normativamente “bueno” y por ello existió sobredeclaración), y el hecho de que algunos inscritos decidieran no votar, asumiendo las posibles sanciones por no hacerlo. Esta diferencia se estrecha para las elecciones de 2005 y vuelve a crecer para las de 2009, ambas organizadas bajo el régimen de voto obligatorio. Sin embargo, en 2013 las diferencias entre la participación y el pronóstico del CEP se estrechan. Probablemente, la ausencia de constreñimientos para votar produjo un efecto de respuestas más sinceras por parte de los encuestados.
Respecto de las generaciones políticas que anunciamos, la Tabla 3 identifica el número y porcentaje que cada grupo generacional representa en las encuestas preelectorales desde 1999 hasta 2013. En 1999 el grupo mayoritario corresponde a la generación golpe de Estado que alcanza casi la mitad del total, bajando posteriormente a alrededor de un tercio de la muestra. La plebiscito promedia alrededor del 27%, mientras que la generación democracia lo hace en algo más del 24%. La más pequeña, la más joven, es la Bachelet que naturalmente no tiene casos para los comicios de 1999, sino que solo de 2005 en adelante, donde alcanza 9.3%, pasando a 18.5% en 2009 y a 17.3% en 2013.
Año | Generación golpe de Estado | Generación plebiscito | Generación democracia | Generación Bachelet |
1999 | (49.1%) | 451 (30%) | 314 (20.9%) | 0 (0%) |
2005 | 513 (34.1%) | 419 (27.8%) | 433 (28.8%) | 140 (9.3%) |
2009 | 443 (29.4%) | 373 (24.8%) | 410 (27.3%) | 279 (18.5%) |
2013 | 533 (37.1%) | 373 (26%) | 282 (19.6%) | 249 (17.3%) |
Fuente: Elaboración propia con datos de las encuestas CEP, 1999-2013.
Para el análisis de los datos de las encuestas procedemos de la siguiente forma. En una primera etapa mostramos los resultados descriptivos, analizando las tasas declaradas de inscripción en los registros electorales o la predisposición a votar según cada generación política. Subrayamos que en las encuestas de 1999, 2005 y 2009 el CEP pregunta sobre inscripción en los registros, y que en 2013 lo hace por participación. En una segunda etapa, especificamos algunos modelos de regresión probit a fin de evaluar la magnitud del efecto generacional junto a una serie de variables de control.
La Tabla 4 refleja la composición del padrón electoral. Por ejemplo, en 1999 el 56.8% de los inscritos correspondía a la golpe de Estado, en tanto que el 10.3% a la generación democracia. Para 2009 estos valores cambian. La golpe de Estado agrupa el 38.8% de los inscritos, y la generación democracia, el 22% del padrón. La Bachelet no figura para 1999, pues son personas que carecían de edad para votar.
Generación golpe de Estado |
Generación 2 plebiscito |
Generación 3 democracia |
Generación 4 Bachelet |
Total | |
1999 | |||||
No inscrito | 25 (10.1%) | 37 (15%) | 185 (74.9%) | 0 (0%) | 247 (100%) |
Inscrito | 714 (56.8%) | 414 (32.9%) | 129 (10.3%) | 0 (0%) | 1257 (100%) |
Total | 739 (49.1%) | 451 (30%) | 314 (20.9%) | 0 (0%) | 1504 (100%) |
2005 | |||||
No inscrito | 17 (4.6%) | 31 (8.3%) | 210 (56.5%) | 114 (30.6%) | 372 (100%) |
Inscrito | 496 (43.8%) | 388 (34.2%) | 223 (19.7%) | 26 (2.3%) | 1133 (100%) |
Total | 513 (34.1%) | 419 (27.8%) | 433 (28.8%) | 140 (9.3%) | 1505 (100%) |
2009 | |||||
No inscrito | 19 (4.6%) | 25 (6.1%) | 169 (40.9%) | 200 (48.4%) | 413 (100%) |
Inscrito | 424 (38.8%) | 349 (31.9%) | 241 (22%) | 79 (7.3%) | 1093 (100%) |
Total | 443 (29.4%) | 374 (24.8%) | 410 (27.2%) | 279 (18.6%) | 1506 (100%) |
2013 | |||||
No irá a votar | 206 (30.4%) | 165 (24.4%) | 156 (23%) | 150 (22.2%) | 677 (100%) |
Irá a votar | 327 (43%) | 208 (27.4%) | 126 (16.6%) | 99 (13%) | 760 (100%) |
Total | 533 (37.1%) | 373 (26%) | 282 (19.6%) | 249 (17.3%) | 1437 (100%) |
Fuente: Elaboración propia con datos de las encuestas CEP, 1999-2013.
La Gráfica 5 tiene una lectura diferente. Los datos indican el porcentaje de inscritos o de votantes por generación. Por ejemplo, para 1999 la golpe de Estado declaró estar inscrita en un 94.7%, cifra similar a la plebiscito que alcanza 91.8%. En la generación democracia, por su parte, el volumen de inscritos es ostensiblemente menor, de 41.1%. Para 2013, con inscripción automática y voto voluntario, la predisposición a votar desciende en casi todas las generaciones. La golpe de Estado declaró ir a votar en un 61.4%, y la plebiscito lo hizo en un 55.8%. Estos porcentajes caen al 44.7% en la generación democracia y al 39.8% en la Bachelet. Esta evidencia apunta en la dirección teórica esperada: las generaciones más antiguas y que han sido sometidas a un más alto volumen de traumas, votan más que el resto. Sin embargo, tal evidencia descriptiva no permite arribar a interpretaciones concluyentes, pues aún no se procede a un control estadístico adecuado. En lo que sigue, se elabora una serie de modelos cuyo objetivo es medir el efecto de las generaciones políticas sobre la inscripción en los registros o sobre la predisposición a votar.
Para este análisis se ha construido una serie de modelos de regresión probit para medir el efecto de las generaciones políticas sobre la inscripción en los registros electorales o en la participación según sea el caso. La especificación de estos modelos sigue la estrategia propuesta por Wass (2007: p. 655) en su estudio sobre Finlandia en el cual mide el efecto generacional, el efecto del ciclo de vida y el del periodo electoral de manera simultánea. En la misma línea, se toma como referencia el trabajo algo más reciente de Bhatti & Hansen (2012) donde se estudia un mayor volumen de democracias europeas, y con una especificación estadística muy similar a la que se utiliza aquí.
La inscripción y la participación operan como variables dependientes. Se ha recodificado en valor 1 a quienes están inscritos o declaran ir a votar, y con 0 al resto de las categorías. Las variables independientes son las siguientes:
Sexo (0=Mujer/1=Hombre).
Edad (medida en años cumplidos al momento de la encuesta y como indicador de ciclo de vida).
Edad al cuadrado como mecanismo para evaluar el efecto curvilíneao del ciclo de vida.
Generación golpe de Estado (0=Resto de las generaciones/1=Generación golpe de Estado).
Generación plebiscito (0=Resto de las generaciones/1=Generación plebiscito).
Generación democracia (0=Resto de las generaciones/1=Generación democracia).
Nivel socioeconómico (1=E/5=ABC1)
Nivel educacional (1=Sin estudios/9=Estudios de posgrado)
Religión (0=Resto/1=Católica).
Identificación en la escala ideológica izquierda-derecha (0=No identificados/1=Identificados)
Finalmente, en un segundo modelo se agrega la variable generaciones donde 1 corresponde a la golpe de Estado y 4 a la Bachelet. Para los modelos de 1999 el valor máximo corresponde a la generación democracia, pues las personas de la Bachelet aún no tenían edad para votar.
Las Tablas 5 y 6 muestran los modelos de regresión probit para 1999 y 2005, y 2009 y 2013, respectivamente. Los modelos se especifican de acuerdo a las variables señaladas, incluyendo algunos términos de interacción a fin de evaluar combinadamente el efecto generacional y el del ciclo de vida. El modelo 1 corresponde a la especificación básica, siguiendo las recomendaciones de Wass (2007) y de Bhatti & Hansen (2012). En esa propuesta se añaden variables de control más las medidas asociadas al ciclo de vida (edad y la cuadrática de edad) y las generaciones políticas. En el modelo 2 se hace un ejercicio similar, pero sumando en una sola categoría generación golpe de Estado y generación plebiscito. La idea es evaluar la distancia entre las más antiguas y la emergente generación democracia. El tercer modelo adiciona un término de interacción entre la variable que suma ambas generaciones (golpe de Estado y plebiscito) y la edad. La finalidad es probar si existe un efecto combinado de la generación y del ciclo de vida siguiendo los diagramas mostrados en el apartado metodológico. El modelo 4 vuelve a la especificación original del modelo 1, pero incorporando un término de interacción entre cada generación y la edad. Este modelo ayudará a determinar si hay diferencias entre las generaciones, y si dentro de estas existe algún efecto de la edad. Por cierto, todos los modelos fueron evaluados según la posible multicolinealidad en la estructura de las variables independientes.
1999 | 2005 | |||||||
Modelo 1 | Modelo 2 | Modelo 3 | Modelo 4 | Modelo 1 | Modelo 2 | Modelo 3 | Modelo 4 | |
Género | -0.0124 | -0.0149 | -0.00658 | -0.00679 | 0.0263 | 0.0284 | 0.0322 | 0.0352 |
(0.0962) | (0.0960) | (0.0969) | (0.0969) | (0.0885) | (0.0884) | (0.0887) | (0.0890) | |
Edad | 0.181*** | 0.148*** | 0.175*** | 0.168*** | 0.161*** | 0.161*** | 0.105*** | -0.0523 |
(0.0295) | (0.0259) | (0.0303) | (0.0527) | (0.0275) | (0.0195) | (0.0300) | (0.134) | |
Edad al cuadrado | -0.00138*** | -0.00121*** | -2.42e-05 | 0.000131 | -0.00109*** | -0.00119*** | 0.000224 | 0.00320* |
(0.000273) | (0.000256) | (0.000427) | (0.00103) | (0.000253) | (0.000187) | (0.000528) | (0.00190) | |
Nivel socioeconómico | 0.0284 | 0.0199 | 0.0446 | 0.0446 | 0.0631 | 0.0632 | 0.0675 | 0.0657 |
(0.0639) | (0.0636) | (0.0647) | (0.0647) | (0.0656) | (0.0653) | (0.0658) | (0.0662) | |
Nivel educacional | 0.00646 | 0.00534 | -0.00213 | -0.00257 | 0.0830 | 0.0847 | 0.0812 | 0.0861 |
(0.0342) | (0.0342) | (0.0344) | (0.0345) | (0.0533) | (0.0529) | (0.0531) | (0.0541) | |
Zona de residencia | -0.106 | -0.0993 | -0.105 | -0.104 | -0.212** | -0.208** | -0.214** | -0.216** |
(0.0998) | (0.0997) | (0.100) | (0.100) | (0.0908) | (0.0907) | (0.0909) | (0.0914) | |
Identificación ideológica | 0.548*** | 0.555*** | 0.519*** | 0.519*** | 0.189** | 0.196** | 0.185* | 0.198** |
(0.0995) | (0.0993) | (0.100) | (0.100) | (0.0947) | (0.0945) | (0.0950) | (0.0955) | |
Religión | 0.168 | 0.158 | 0.192* | 0.192* | -0.0326 | -0.0355 | -0.0402 | -0.0424 |
(0.104) | (0.104) | (0.105) | (0.105) | (0.0942) | (0.0941) | (0.0944) | (0.0948) | |
Generación golpe de Estado | -0.0645 | 5.371* | -0.0671 | 13.53** | ||||
(0.346) | (2.891) | (0.438) | (6.438) | |||||
Generación plebiscito | 0.518** | 5.078*** | 0.362 | 6.522* | ||||
(0.203) | (1.199) | (0.325) | (3.402) | |||||
Generación democracia | 0.0274 | 0.103 | ||||||
(0.194) | (2.361) | |||||||
Generación golpe o plebiscito | 0.705*** | 4.858*** | 0.360** | 4.131*** | ||||
(0.189) | (0.921) | (0.167) | (1.146) | |||||
Generación golpe de Estado*Edad | -0.163** | -0.318* | ||||||
(0.0759) | (0.191) | |||||||
Generación plebiscito*Edad | -0.158*** | -0.176 | ||||||
(0.0410) | (0.141) | |||||||
Generación golpe o plebiscito*Edad | -0.150*** | -0.105*** | ||||||
(0.0322) | (0.0313) | |||||||
Generación democracia*Edad | -0.00146 | |||||||
(0.118) | ||||||||
Constante | -4.121*** | -3.424*** | -4.699*** | -4.618*** | -4.078*** | -3.993*** | -3.532*** | -1.581 |
(0.586) | (0.512) | (0.620) | (0.787) | (0.514) | (0.440) | (0.512) | (2.295) | |
Pseudo R cuadrado | 0.4 | 0.4 | 0.41 | 0.41 | 0.38 | 0.38 | 0.38 | 0.38 |
Observaciones | 1449 | 1449 | 1449 | 1449 | 1,485 | 1,485 | 1,485 | 1,485 |
Notas: Errores estándar entre paréntesis. *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1.
Fuente: Elaboración propia con datos de las encuestas CEP 1999 y 2005.
2009 | 2013 | |||||||
Modelo 1 | Modelo 2 | Modelo 3 | Modelo 4 | Modelo 1 | Modelo 2 | Modelo 3 | Modelo 4 | |
Género | -0.000538 | -0.00911 | -0.00785 | 0.00247 | -0.0611 | -0.0637 | -0.0622 | -0.0554 |
(0.0867) | (0.0864) | (0.0864) | (0.0869) | (0.0706) | (0.0705) | (0.0707) | (0.0709) | |
Edad | 0.207*** | 0.160*** | 0.139*** | 0.204*** | 0.0181 | 0.0191 | -0.00132 | -0.0122 |
(0.0283) | (0.0163) | (0.0252) | (0.0615) | (0.0205) | (0.0205) | (0.0221) | (0.0239) | |
Edad al cuadrado | -0.00151*** | -0.00123*** | -0.000798* | -0.00115 | -2.49e-05 | -3.76e-05 | 5.39e-05 | 0.000118 |
(0.000235) | (0.000151) | (0.000418) | (0.000911) | (0.000231) | (0.000230) | (0.000242) | (0.000250) | |
Nivel socioeconómico | 0.345*** | 0.346*** | 0.344*** | 0.334*** | 0.0713 | 0.0851 | 0.0814 | 0.0727 |
(0.0648) | (0.0648) | (0.0648) | (0.0651) | (0.0572) | (0.0568) | (0.0568) | (0.0575) | |
Nivel educacional | 0.0464* | 0.0466* | 0.0469* | 0.0567** | -0.00670 | -0.0176 | -0.0176 | -0.00947 |
(0.0274) | (0.0274) | (0.0273) | (0.0281) | (0.0227) | (0.0221) | (0.0221) | (0.0229) | |
Zona de residencia | -0.192** | -0.190** | -0.191** | -0.198** | -0.0347 | -0.0256 | -0.0162 | -0.0262 |
(0.0900) | (0.0897) | (0.0897) | (0.0902) | (0.0749) | (0.0747) | (0.0750) | (0.0758) | |
Identificación ideológica | 0.154* | 0.161* | 0.166* | 0.164* | 0.736*** | 0.744*** | 0.745*** | 0.731*** |
(0.0878) | (0.0874) | (0.0875) | (0.0880) | (0.0719) | (0.0717) | (0.0719) | (0.0725) | |
Religión | 0.0288 | 0.0362 | 0.0374 | 0.0328 | 0.0521 | 0.0571 | 0.0413 | 0.0342 |
(0.0887) | (0.0884) | (0.0884) | (0.0888) | (0.0746) | (0.0742) | (0.0745) | (0.0750) | |
Generación golpe de Estado | -0.613 | -0.366 | 0.647*** | -0.233 | ||||
(0.459) | (3.880) | (0.110) | (0.468) | |||||
Generación plebiscito | -0.158 | -1.077 | 0.470*** | -1.279*** | ||||
(0.339) | (2.099) | (0.104) | (0.472) | |||||
Generación democracia | -0.415** | -2.149* | 0.123 | -0.434 | ||||
(0.197) | (1.167) | (0.0994) | (0.481) | |||||
Generación golpe o plebiscito | 0.464*** | 1.766 | 0.486*** | -0.593* | ||||
(0.164) | (1.185) | (0.0778) | (0.336) | |||||
Generación golpe de Estado*Edad | -0.0466 | 0.0200* | ||||||
(0.0694) | (0.0105) | |||||||
Generación plebiscito*Edad | -0.0249 | 0.0406*** | ||||||
(0.0422) | (0.0107) | |||||||
Generación golpe o plebiscito*Edad | -0.0321 | 0.0251*** | ||||||
(0.0289) | (0.00760) | |||||||
Generación democracia*Edad | -0.0724 | 0.0126 | ||||||
(0.0477) | (0.0109) | |||||||
Constante | -5.575*** | -4.763*** | -4.527*** | -4.127*** | -1.531*** | -1.488*** | -0.768 | -0.475 |
(0.552) | (0.395) | (0.452) | (0.950) | (0.487) | (0.484) | (0.541) | (0.611) | |
Pseudo R cuadrado | 0.38 | 0.38 | 0.38 | 0.38 | 0.1 | 0.1 | 0.1 | 0.1 |
Observaciones | 1500 | 1500 | 1500 | 1500 | 1410 | 1410 | 1410 | 1410 |
Notas: Errores estándar entre paréntesis. *** p<0.01, ** p<0.05, * p<0.1.
Fuente: Elaboración propia con datos de las encuestas CEP 2009 y 2013.
En términos generales, los modelos alcanzan una fuerza explicativa sustancialmente mayor a los hallazgos de Wass (2007) y Bhatti & Hansen (2012). Al menos de 1999 a 2009, los pseudo R cuadrados se mueven entre un máximo de 0.41 y un mínimo de 0.38. En 2013, y con la introducción del voto voluntario, esa capacidad explicativa se reduce a 0.1, el valor que sistemáticamente se obtiene para el estudio de las democracias europeas.
La interpretación global de los datos indica que el efecto generacional sobre la participación se deprime con el paso de los años. Para 1999, y casi independiente de la especificación estadística del modelo, los resultados muestran que las generaciones más antiguas se inscribían más que las jóvenes. Sin embargo, y al menos para esta elección, no hay suficiente evidencia para decretar que la golpe de Estado se haya inscrito más en los registros electorales que la plebiscito. Esto puede explicarse porque el plebiscito fue un evento más cercano que marcó la recuperación democrática. El hecho de votar en ese plebiscito permitió el tránsito desde el autoritarismo. En cambio, la caída de la democracia en 1973 no se explica directamente por la participación electoral o por la abstención, sino por un contexto de alta polarización política y por la pérdida de neutralidad del poder judicial y de las fuerzas armadas (Valenzuela, 1978).
Este primer hallazgo, que discute con nuestra primera hipótesis y con la teoría referenciada más arriba, convive con un fuerte efecto del ciclo de vida. Tanto la edad como su cuadrática tienen el comportamiento esperado, mostrando un efecto curvilíneo sobre la inscripción en los registros electorales. Los coeficientes no varían significativamente con independencia de la especificación del modelo. En efecto, la tasa de inscripción crece con la edad y disminuye entre los ciudadanos más veteranos.
Para 2005 -aún con inscripción voluntaria y voto obligatorio- sobrevive el efecto generacional y parcialmente el del ciclo de vida. La generación golpe de Estado aumenta su ventaja sobre la plebiscito. Para 2009 se producen algunos cambios.
El primero es que el efecto de la edad retoma su carácter curvilíneo, aunque en el último modelo parezca ser solamente lineal. En segundo lugar, no se advierten diferencias muy significativas entre las generaciones más antiguas y la Bachelet, aunque en el modelo que suma a las antiguas (golpe de Estado y plebiscito) se observan diferencias. Estas corren a favor de esas generaciones, pero con un coeficiente cada vez más deprimido. En tercer lugar, se advierte que la generación democracia -es decir, los que no estuvieron expuestos a ninguna coyuntura política decisiva- tiene menor probabilidad de inscribirse en los registros electorales en comparación con el resto.
Estamos conscientes de que estas interpretaciones contradicen la evidencia descriptiva mostrada más arriba. En esa evidencia descriptiva las generaciones antiguas se inscribían o votaban sustantivamente más que el resto. El efecto parecía ser lineal. Sin embargo, con la modelación estadística se somete dicha evidencia descriptiva a un control más exhaustivo. Al hacer esa operación, lo que sobrevive como predictor central es el ciclo de vida de las personas. Claro está que en 1999 la generación golpe de Estado y la plebiscito se inscribían o votaban más que el resto, pero asimismo resulta esclarecedor que esas diferencias se debiliten con el paso de los años. Lo que define con mayor fuerza la participación electoral definitivamente es la edad. Si bien los traumas históricos parecen relevantes en un inicio, su efecto decae aceleradamente elección tras elección. Tanto así, que al ejecutar un modelo estadístico con una base agregada para todos los años (N=5866), el efecto generacional aparece muy debilitado en comparación con el efecto del ciclo de vida. Incluso en una modelación controlada según el año de la encuesta, el efecto generacional prácticamente desaparece.
¿Qué sucedió con el cambio de régimen electoral? Como señalamos ya, el volumen de participación decreció sustantivamente, pero eso mismo sucedió con la composición de esa participación. La fuerza explicativa de los modelos estadísticos para 2013 es mucho más baja respecto a años anteriores, tanto así que el ciclo de vida deja de ser un predictor robusto. En relación con el efecto de las generaciones políticas, el modelo básico (modelo 1) arroja diferencias significativas entre las generaciones más antiguas y las más jóvenes. Este efecto reaparece luego de algunos años. En el modelo 2, la variable que suma las generaciones golpe de Estado y plebiscito exhibe un coeficiente positivo y significativo, mostrando así que ambas participan más que el resto. En el modelo 3, el coeficiente de esta variable es negativo, pero el término de interacción entre esa variable y la edad es positivo. Esto quiere decir que si bien es posible que la generación golpe de Estado y la plebiscito arranquen desde una constante inferior al resto, al aumentar la edad también crece rápidamente la predisposición de votar. Algo similar sucede con la generación plebiscito en el modelo 4. El coeficiente es negativo, pero la interacción es positiva.
Estos resultados llevan a las siguientes conclusiones. Primero, que los determinantes de participación cambian sustantivamente al comparar un régimen de voto obligatorio con otro de carácter voluntario. Segundo, que con voto voluntario reemerge el efecto generacional, y desaparece el efecto del ciclo de vida. Tercero, que con voto voluntario se deprime la capacidad explicativa de los modelos, por lo que las conclusiones deben ser tomadas con extrema precaución. Cuarto, que estos resultados avanzan en una dirección distinta a lo que hasta ahora ha subrayado la teoría. No necesariamente la acumulación de “traumas” produce un aumento de la participación, al menos en el contexto de voto obligatorio. Quinto, las hipótesis enunciadas más arriba, y que se desprenden de la teoría disponible, no se respaldan plenamente con esta evidencia. Si bien es cierto que en 1999 las generaciones más antiguas participaban más que las nuevas, este efecto se deprime rápidamente en las siguientes elecciones, aunque con la implementación del voto voluntario reemergen algunas diferencias, mostrando que las generaciones antiguas votan más que las nuevas. Algo similar sucede con las hipótesis 2 y 3. Nuestra expectativa era que las diferencias generacionales se agudizarían en el contexto de la inscripción automática y el voto voluntario. Si bien, como fue señalado, reemergen diversas diferencias, las generaciones antiguas son particularmente sensibles a la edad. En el modelo 4, por ejemplo, se advierte que la plebiscito participaría menos que la Bachelet, pero el término de interacción indica que aquella va aumentando las probabilidades de participar en la medida en que se eleva la edad de los encuestados. En el caso de la generación golpe de Estado, el modelo no muestra diferencias significativas con la Bachelet, pero sí lo hace el término de interacción, indicando que si bien ambas participarían a niveles similares, la golpe de Estado aumenta la probabilidad de participar según aumente la edad de los electores.
Como complemento a estos resultados, se han construido varias simulaciones estadísticas basadas en los modelos ya detallados y, específicamente, en el modelo 4 de cada elección. La Gráfica 6 muestra la probabilidad de estar inscrito en los registros electorales para personas que pertenecían a la generación golpe de Estado y que en 1999 tenían entre 43 y 54 años. Idéntico tramo etario se ha considerado para personas de la plebiscito en la medición de 2013. La idea es comparar personas de idéntica edad, pero en periodos distintos. El tramo de 43 a 54 años no es una decisión arbitraria. Corresponde al hecho de que ambas generaciones (golpe de Estado y plebiscito) coinciden en la edad solo en este intervalo. Las diferencias son evidentes. Mientras la golpe de Estado alcanza una probabilidad promedio de 0.9, la plebiscito promedia 0.55. Ciertamente, hay un cambio de contexto y de régimen electoral, pero las edades se mantienen idénticas. Algo similar se ha hecho en la Gráfica 7, donde se compara la plebiscito en 1999 y la generación democracia en 2005. Nuevamente, se hace para igual edad. En este caso, en un tramo de 29 a 34 años. Se advierten probabilidades de participación similares en ambos grupos a los 29 años, pero la brecha aumenta en favor de la plebiscito al incrementarse la edad. Finalmente, en la Gráfica 8 se compara el grupo de 18 a 28 años de la generación democracia medida en 1999 y la Bachelet medida en 2013. No deja de sorprender que esta última, la más joven, tenga mayores probabilidades de participación que la primera. Tal como ya se argumentó, la generación democracia no fue sometida a ningún evento político relevante en términos de coyuntura o fractura histórica. No tenían edad para votar en el plebiscito y, por cierto, tampoco lo hicieron para el golpe de Estado. En cambio, la Bachelet sí presenció el triunfo de una mujer en la elección presidencial de 2005. Mientras la probabilidad de participación en la generación democracia es cercana al 0.15, en la Bachelet es de 0.6. Estas diferencias se explican por las barreras burocráticas que imponía el régimen electoral de inscripción voluntaria y voto obligatorio. Los jóvenes -bajo este régimen- representaban al 7% del padrón, y cuando la entrada en vigencia de la inscripción automática y el voto voluntario, esa representación creció a 26%.
Conclusiones
A diferencia de Canadá, Estados Unidos y de algunas democracias europeas, en Chile el efecto generacional sobre la participación electoral ha tenido una corta vida, al menos en el contexto de inscripción voluntaria y voto obligatorio. Con el voto voluntario reapareció dicho efecto, pero con menor magnitud en comparación con la medición de 1999.
Si bien estos resultados no responden a la teoría predominante que explica el efecto generacional sobre la participación electoral en democracias industrializadas avanzadas, esto puede deberse a que se trata de un país latinoamericano de ingreso medio cuya dictadura recién concluyó en 1990. Probablemente observemos resultados similares en otros países de la región, donde se producen variaciones no solo en el tipo de régimen electoral, sino también en los niveles de desarrollo humano y en los de calidad de la democracia.
En este sentido, parece razonable avanzar en una nueva teoría para explicar el efecto generacional sobre la participación electoral en democracias emergentes. América Latina es un buen laboratorio. La mayoría de sus países experimentó quiebres democráticos entre los cincuenta y los setenta, y transiciones a la democracia algunos años después. En consecuencia, es posible identificar, al menos, tres generaciones políticas, quedando pendiente la respuesta en torno a si distintos formatos institucionales y distintos niveles de desarrollo económico afectan el impacto de las generaciones sobre la participación electoral.
En términos metodológicos, la introducción del voto voluntario en Chile en 2012 hace pensar en una situación experimental. Dado que las reglas de participación cambiaron, era esperable una modificación en los patrones tradicionalmente útiles para explicar la asistencia a las urnas. Como se ha constatado en el artículo, el voto voluntario hace de la participación un evento más aleatorio. Con la inscripción voluntaria y el voto obligatorio la participación era más predecible. Sabíamos que la edad, la generación política, la identificación ideológica e incluso el ingreso económico de los personas eran útiles para estimar la participación. El voto voluntario debilitó esos predictores, lo que se refleja en la caída de la fuerza explicativa de los modelos estadísticos. Una teoría que intente comprender las variaciones de la participación en contextos de voto voluntario, debiese considerar las variables tradicionales, pero añadiendo fuentes de datos más sofisticadas. Por ejemplo, y para el caso de Chile, sería útil conocer el número de antiguos inscritos que dejaron de votar, y el número de nuevos electores que participaron al nivel más desagregado posible.
Este artículo avanza en una explicación longitudinal de la participación electoral, combinando el efecto de ciclo de vida de los votantes y el efecto de las generaciones políticas. Con esto pretendemos reexaminar las tesis más popularizadas en torno a la participación electoral en Chile, donde muchas veces la literatura suele enfocarse en la edad de los votantes y no en los hitos históricos que van marcando a las generaciones políticas.