La literatura comparada sobre la organización de los partidos políticos en América Latina es relativamente limitada. Contrariamente al gran volumen de publicaciones sobre los sistemas de partidos y los análisis de elecciones, las enfocadas en los partidos políticos y su estructura interna son más bien escasas. El nuevo libro deLaura Wills-Otero , Latin American Traditional Parties, 1978-2006. Electoral Trajectories and Internal Party Politics, se inserta en esta “agenda organizacional emergente”,1 como la denomina Aníbal Pérez-Liñán en el prefacio. El trabajo es resultado de la tesis doctoral que la autora defendió en la Universidad de Pittsburgh.2
Se trata de una contribución fundamental para el estudio comparado de los partidos políticos a nivel regional. En ese sentido, se demuestra claramente la necesidad y la utilidad de las variables partidistas para la explicación de otros fenómenos políticos (Došek, 2015a). El argumento principal sostiene que la organización interna de los partidos determina su rendimiento electoral y, en particular, su capacidad de adaptación en tiempos de crisis. Wills-Otero evidencia cómo los partidos con estructuras internas descentralizadas en términos de mayor horizontalidad y con mayores niveles de democracia interna están mejor preparados para enfrentar condiciones externas adversas. Esto se debe a su mayor flexibilidad y capacidad de renovación que ofrecen los liderazgos alternativos en tiempos de crisis.3
Tras la introducción, la obra se divide en cuatro capítulos sustantivos y cierra con unas breves conclusiones. La introducción delimita el periodo (1978-2006) y el objeto de estudio, esto es, los partidos tradicionales. La autora define a estos últimos como aquellos que estaban presentes al momento de la transición a la democracia en cada país (o existían en 1978), participaron en las primeras elecciones democráticas y lograron ganar al menos una vez la presidencia, o consiguieron al menos 15% de las bancas legislativas en dos elecciones sucesivas. En el periodo analizado, estos criterios le entregan a la autora 48 partidos.
El texto busca explicar precisamente los diferentes resultados -desaparición, supervivencia o fortalecimiento- de estos partidos políticos tradicionales en un contexto de crisis económica, institucional y social en la región. Para ello, en el capítulo uno, la autora revisa las explicaciones existentes en la literatura y examina la influencia de las condiciones económicas, los escándalos políticos y las configuraciones institucionales (en particular, los sistemas electorales) sobre el desempeño de los partidos políticos tradicionales. El punto central es que estos efectos varían dependiendo de la estructura interna del partido y, por ende, se hace necesario tomarla como variable interviniente en la explicación del desempeño de los partidos tradicionales.
Para desentrañar esta relación, la autora se enfoca en el concepto de la organización interna de los partidos políticos en el capítulo dos. El concepto adquiere dos dimensiones que, posteriormente, forman una tipología de 5x5, esto es, 25 tipos de organización interna de partidos en términos teóricos. Por un lado, la dimensión de “estructura interna” varía entre vertical (jerárquica) y horizontal y tiene que ver con la concentración/distribución del poder y la relación interna entre los miembros del partido. En las estructuras más horizontales el poder es más descentralizado entre diferentes niveles del partido, lo cual le da a los partidos una mayor flexibilidad y capacidad de renovación de liderazgos. Por otro lado, la dimensión de “democracia interna” va de muy baja a muy alta, dependiendo del procedimiento para seleccionar los candidatos y del nivel de participación de los militantes y los electores. Nuevamente, una mayor democracia interna permite mayor movilidad y liderazgos alternativos, lo cual posibilita que los partidos se adapten más fácilmente. La información para la codificación de los partidos proviene de múltiples fuentes, incluyendo las encuestas a las élites, los documentos partidistas, la literatura secundaria o las entrevistas a expertos.
El argumento explicativo del libro procede en dos partes. Primero, en el capítulo tres la autora muestra, en un análisis comparado de N pequeña de cuatro partidos basado en los sistemas de similares (Przeworski & Teune, 1970), que los partidos colombianos (Liberal y Conservador) estaban mejor preparados para enfrentar las condiciones externas adversas que los partidos venezolanos (Acción Democrática y Comité de Organización Política Electoral Independiente). Como consecuencia, los partidos colombianos pudieron sobrevivir, pese al surgimiento de nuevos partidos, mientras que los venezolanos prácticamente desaparecieron. Estas trayectorias diferenciadas se deben a que los partidos colombianos eran más descentralizados, con estructuras menos verticales, con mayor renovación de sus liderazgos y mayores niveles de democracia interna, con más poder y autonomía en los niveles subnacionales de los partidos.
El cuarto y último capítulo pone a prueba el argumento esbozado anteriormente sobre la importancia de la organización interna en un análisis cuantitativo, empleando la regresión multinivel y todos los casos de partidos tradicionales. Se toma al porcentaje de votos para elecciones legislativas en la cámara baja como variable dependiente. Controlando por otras variables independientes que representan las explicaciones alternativas, los modelos efectivamente muestran que los partidos más horizontales y más democráticos internamente pierden significativamente menos votos que los más verticales, con mayor concentración de poder en las manos de las élites y menos democracia interna.
La principal contribución del libro radica en la explicación de las trayectorias de los partidos políticos tradicionales en la región basada en factores partidistas. De esta manera, el argumento está a mitad del camino entre las explicaciones más estructuralistas y las más de agencia política de los propios actores. Esto permite encontrar explicaciones que permiten captar las diferencias en el desempeño de los partidos dentro de los respectivos países, pero al mismo tiempo no resignarse a la búsqueda de patrones más generales y evitar caer en explicaciones demasiado voluntaristas. En términos generales, Wills-Otero ofrece explicaciones alternativas a la crisis de los partidos y sistema de partidos en la región que se centran en los sistemas (Morgan, 2011; Seawright, 2012; Roberts, 2015) o que se basan en la dilución de las marcas partidistas (Lupu, 2016).4
El otro gran aporte del libro tiene que ver con la operacionalización del concepto de organización interna y con la codificación de los casos latinoamericanos. Efectivamente, desde el trabajo pionero de Alcántara & Freidenberg (2001), se trata de un mayor esfuerzo comparativo de comprender el funcionamiento de los partidos latinoamericanos por adentro, en dos dimensiones diferentes. La codificación de los casos no solo es valiosa en sí misma para el trabajo de la autora, sino que también podrá ser utilizada en las futuras investigaciones que busquen explicar diversas cuestiones relacionadas con las campañas electorales, estrategias partidistas, reformas electorales, coaliciones multinivel o representación política de las mujeres.
El libro también tiene algunas limitaciones y, ciertamente como subraya la propia autora en las conclusiones, deja muchos temas para la investigación futura. Tal vez la mayor cuestión pendiente no es en términos sustantivos, sino en el ambiente conceptual y relacionado con la literatura comparada sobre la organización interna de los partidos. Tal como el trabajo hace el mayor aporte en términos de operacionalización del concepto de estructura interna y codificación de los casos latinoamericanos de partidos tradicionales, el libro se hubiera beneficiado de un mayor diálogo con la literatura sobre la organización multinivel de los partidos políticos (Deschouwer, 2003, 2006; Van Biezen & Hopkin, 2006).
Esta literatura relativamente nueva en la ciencia política europea ofrece un marco teórico y analítico precisamente para comprender cómo está distribuido el poder dentro de los partidos y cómo se organizan estos entre los niveles del sistema de partidos y del sistema político en general. De esta manera, los partidos son considerados cada vez más como “estratarquías” o “federaciones” (Eldersveld, 1964; Carty, 2004; Bolleyer, 2011), más que jerarquías, o son analizados desde la perspectiva de la “integración vertical” (Fabre, 2010; Thorlakson, 2011). En ambas versiones, se pone énfasis en entender dónde está radicado el poder dentro de los partidos y cuánta autonomía tienen las unidades subnacionales de los partidos políticos o, en términos más generales, cuál es la relación vertical entre los niveles dentro de los partidos. Asimismo, la selección de los candidatos nacionales es solo una de las dimensiones importantes para analizar dentro de los partidos. Por tanto, ubicar el concepto de la organización interna en una discusión más amplia permitiría un mayor diálogo y justificar mejor por qué se eligieron justamente las dos dimensiones que aborda el texto.
Asimismo, el capítulo tres que analiza los cuatro casos -los partidos políticos en Colombia y Venezuela- dedica en realidad relativamente poco espacio al estudio de la organización interna de los propios partidos. La autora describe sobre todo la estructura interna y la democracia interna recibe un tratamiento mucho más limitado, sobre todo en el caso de los partidos colombianos. A su vez, el análisis de la primera dimensión está basado predominantemente en la revisión de los estatutos partidarios y literatura secundaria.5 Las entrevistas con los líderes partidistas casi no están utilizadas y no se incluyen tampoco los capítulos sobre Colombia y Venezuela del volumen colectivo de Roncagliolo & Meléndez (2007), uno de los pocos aportes sobre la organización interna de los partidos en la región andina. Una lectura más compleja, enfocada más en la dimensión informal hubiera enriquecido el volumen y hubiera permitido entender mejor cómo una organización más horizontal y más democrática internamente permite una mejor adaptación al contexto socioeconómico cambiante.
La perspectiva de Wills-Otero sobre los partidos políticos latinoamericanos es novedosa, pero deja algunas cuestiones pendientes para futuras investigaciones. Primero, la organización interna es tomada como la principal variable independiente (interviniente) del estudio. Sin embargo, queda la pregunta sobre por qué algunos partidos se han conformado como más o menos centralizados y democráticos (aunque hay un esbozo de la trayectoria histórica en la parte cualitativa del libro sobre los partidos colombianos y venezolanos). En otras palabras, se abre mucho espacio para investigaciones comparadas que expliquen las diferencias en la organización interna, en particular en la dimensión de la estructura.
Segundo, la organización interna es analizada como una constante en el tiempo y la autora argumenta que parece haber pocos cambios. Sin embargo, este supuesto debería ser puesto a prueba empíricamente. La escasez de la información y de los datos al respecto es tal vez el problema más importante. Tercero, queda pendiente discutir la posibilidad de aplicar el marco analítico que propone la autora a los demás partidos políticos en la región. Cabría evaluar en qué medida es posible analizar la estructura y la democracia interna en partidos como el Movimiento al Socialismo boliviano, el Alianza país ecuatoriano, el Partido Socialista Unido de Venezuela o el Centro Democrático del expresidente colombiano Álvaro Uribe. En otras palabras, valdría la pena indagar teóricamente sobre qué tan universal es el marco analítico propuesto y empíricamente si existen algunas diferencias más generales entre los partidos tradicionales y los nuevos partidos desafiantes (Freidenberg & Suárez-Cao, 2014).
Finalmente, el libro representa un mayor avance en la comprensión de las dinámicas internas de los partidos políticos en la región y su importancia para el desempeño electoral de los mismos. En términos prácticos, las implicaciones (normativas) del argumento central de la obra para los actores políticos tienen que ver con la importancia de la presencia de los partidos políticos en diferentes niveles del sistemas de partidos (Došek, 2015b) que ofrece oportunidades para los liderazgos alternativos, la autonomía de ellos y también la necesidad de democracia interna en los partidos que, a su vez, permite acomodar las posibles tensiones entre los liderazgos a través de procedimientos de selección de candidaturas democráticos. En fin, se trataría de partidos con estrategias organizativas (con)federales o descentralizadas (Hepburn & Detterbeck, 2013). Por último, es de esperar que el texto sea traducido pronto al castellano para facilitar su divulgación en la región, dada la importancia de los hallazgos de Wills-Otero, y que motive a nuevas investigaciones sobre la agenda pendiente.