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Perfiles latinoamericanos

versión impresa ISSN 0188-7653

Perf. latinoam. vol.19 no.37 México ene./jun. 2011

 

Artículos

 

El Partido Acción Nacional y la democracia cristiana

 

The Acción Nacional Party and Christian Democracy

 

Tania Hernández*

 

* Doctora en Sociología Política por el Colegio de la Frontera Norte. Investigadora Titular C en la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia, Ignacio Allende, núm. 172 Tlalpan, C.P. 14000 México, D.F. Tel. 4040 5100, ext. 142 thernandez.deh@inah.gob.mx

 

Recibido el 25 de septiembre de 2009.
Aceptado el 26 de agosto de 2010.

 

Resumen

En este trabajo se propone una periodización basada en cuatro etapas que sistematizan la relación entre el Partido Acción Nacional, desde su nacimiento en 1939, y la democracia cristiana, hasta la actualidad. El análisis se centra en la influencia del desarrollo organizativo de Acción Nacional y el papel de este partido dentro del sistema político, en la redefinición de la estrategia panista respecto al movimiento democratacristiano. Planteo que la fase que he llamado de cooperación (segunda mitad de los setenta y la década de los ochenta) fue clave para que ambos actores avanzaran en el establecimiento de un vínculo formal que derivaría en la afiliación de Acción Nacional a la democracia cristiana y la definición de una clara estrategia de alianzas mutuamente beneficiosas.

Palabras clave: democracia cristiana, sistema político, partido político, Partido Acción Nacional, alianzas.

 

Abstract

This paper proposes a chronology based on four stages that systematize the relationship between the PAN, since it's birth in 1939, and christian democracy, until today. The analysis focuses on the influence of organizational development, and the role of this party within the political system, in the redefinition of the PAN's strategy regarding the christian democratic movement. I argue that the phase I have described as of cooperation (second half of the seventies and eighties), was the key moment for both actors to establish formal links, based on the PAN's affiliation to christian democracy, and the establishment of a clear strategy of mutually beneficial partnerships.

Key words: christian democracy, political system, political party, National Action Party, alliances.

 

Introducción

El interés por conocer en detalle la relación entre el Partido Acción Nacional (PAN) y la democracia cristiana (DC) es muy reciente. Esto se debe, en gran medida, a que la adhesión de dicho partido a la DC se dio en la última década del siglo XX. Si bien en el presente el PAN forma parte de la lista de los partidos democratacristianos de América Latina, su acercamiento a la DC no fue fácil. Durante varias décadas la dirigencia de Acción Nacional se negó a que su partido se afiliara al movimiento democratacristiano, y fue apenas en la década de los ochenta que hubo un proceso paulatino de acercamiento. Evidentemente, la actuación del PAN se ha definido en función del papel que ha jugado dentro del sistema político a partir de la transformación de su dinámica organizativa, y por el contexto internacional, pero ¿qué peso han tenido estos factores en su estrategia de acercamiento a la DC? y ¿qué tipo de relación se fue generando entre ambos actores a lo largo de los más de setenta años de vida de Acción Nacional?

A fin de responder estas interrogantes propongo analizar la relación entre el PAN y la DC a través de una periodización en cuatro etapas: la fase de diferenciación (1939–1949), la etapa afirmativa (décadas de los cincuenta, sesenta y primera mitad de los setenta), el periodo de cooperación (segunda mitad de los setenta y la década de los ochenta) y la etapa de asociación (a partir de los años noventa). Son dos las ideas planteadas en este trabajo. La primera es que las dos dimensiones que más han incidido en la estrategia adoptada por el PAN respecto a la DC son el cambio en su papel dentro del sistema político y la transformación de su vida organizativa, y que, de estas dos, la primera ha sido determinante. La segunda idea es que el periodo, que he denominado de cooperación, marca el punto de quiebre en la relación entre ambos actores, ya que durante esa etapa ocurrieron modificaciones importantes en el sistema político y en la dinámica interna del PAN, que posibilitaron que la DC tuviera mayor presencia en la vida política nacional y en el interior de ese partido.

En cada etapa se analiza la función opositora que jugó el PAN hasta llegar a ser un partido en el gobierno, y tres factores clave de su desarrollo organizacional: la postura que ha mantenido respecto a la movilización católica en México, el cambio en la correlación de sus fracciones internas, y los rasgos de su institucionalización.

 

La fase de diferenciación

El nacimiento y posterior desarrollo del PAN es un buen ejemplo de que los partidos políticos son, ante todo, la expresión de tensiones históricas que buscan ser resueltas en el terreno de la institucionalidad (Lipset, 2001), y cuyas alianzas políticas, tácitas o explícitas, y valores tienen origen en un cuerpo político más amplio que trasciende la vida organizativa (Lipset, 2001). La fundación de este partido, en 1939, fue el reflejo de una serie de intereses contrapuestos al nuevo pacto sobre el que se instauraba el Estado mexicano moderno, así como una prueba del resurgimiento de tensiones latentes en la sociedad, que serían dirimidas dentro del novel partido, a partir de otros marcos de referencia de la vida política.

En el contexto del gobierno de Lázaro Cárdenas (1934–1940), Acción Nacional cumplió la función de reencauzar la lucha de importantes contingentes católicos por la vía institucional. También se convirtió en aglutinador de las demandas de otros sectores, como el empresarial y, en general, de la clase media conservadora, que se oponía al modelo económico, político y social adoptado por un Estado que enarbolaba el discurso del nacionalismo revolucionario, y cuyos ideales eran llevados a la práctica por el gobierno cardenista. El PAN hacía una fuerte crítica a la idea de la estructuración de la sociedad a nombre de las masas; al papel que había asumido el Estado como rector de la economía; a la búsqueda de la institucionalización de la vida política a través del partido oficial; a la reafirmación de la educación laica y –en ese momento– al énfasis en el carácter socialista de ésta, y al cambio en la correlación de fuerzas entre los factores de la producción, en la que los obreros y campesinos cobraban mayor relevancia. También denunciaba el autoritarismo del régimen, el clientelismo político y la falta de democracia en la arena electoral.

El PAN nació como un partido moderno, entre otras cosas, por su distanciamiento de los intereses de la Iglesia católica1 y de la beligerancia de sus organizaciones frente al Estado laico. Si bien la fundación de Acción Nacional debe verse como parte del difícil proceso de reorganización de los católicos durante las primeras décadas del siglo XX–motivo por el que recibió la afiliación de católicos liberales, sociales y conservadores–, el PAN nació aceptando una regla básica de la vida política nacional: la separación entre el poder de la Iglesia y el poder del Estado. Esta situación le permitió incorporarse a la vida política bajo las reglas de una nueva institucionalidad y diferenciarse de otros partidos, como el Católico Nacional (1911–1914), que sí habían asumido plenamente los principios de la encíclica Rerum Novarum (1891), documento que alimentaba al movimiento democratacristiano en el mundo. El Partido Católico Nacional (PCN) había sido reflejo de la persistencia de una línea de tensión crítica en la sociedad mexicana de principios de siglo XX, la cual tenía su origen en el proceso de desarrollo del Estado nación centralizador, que surgía en oposición a los privilegios corporativos históricamente reconocidos a instituciones como la Iglesia (Lipset, 2001: 245). El PAN, por su parte, estaba más centrado en el debate de nuevas dimensiones temáticas (Lijphart, 1999) tales como el apoyo o rechazo al régimen político, la discusión sobre la relación entre la propiedad privada y la colectiva, y la idea en torno a la mayor o menor intervención del Estado en la economía.

En cualquier contexto, pero particularmente en ambientes autoritarios y, por tanto, altamente amenazantes para la oposición política, los partidos buscan manejar internamente la expresión de sus tensiones, en aras de su integración y futuro desarrollo. Un elemento fundamental, en este sentido, será el camino que siga su institucionalización, entendida ésta como el proceso mediante el cual el partido desarrolla estrategias que procuran su autonomía con relación a los grupos de interés y organizaciones que animaron su nacimiento, para convertirse en una institución legítima a largo plazo (Gunther y Hopkin, 2007: 170–175), en la que la toma de decisiones, la distribución de los incentivos políticos y el uso de sus recursos, concierne esencialmente a sus miembros.

El fundador y figura central del PAN durante muchos años, Manuel Gómez Morín, pretendía la creación de una organización política de larga vida, que lograra sobrevivir a los embates de un sistema estructurado para sostener en el poder al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Gómez Morín había sido parte de algunos gobiernos postrevolucionarios, en los que había contribuido a la construcción de importantes instituciones económicas que apuntalaban el desarrollo del México contemporáneo y, como hombre comprometido con el proceso modernizador del país, comprendía la relevancia de construir una sólida estructura institucional que soportara la vida política. En este sentido, él aspiraba a crear un partido que representara una alternativa alejada de la influencia del capitalismo salvaje y del socialismo, y cuya legitimidad no se pudiera cuestionar desde el gobierno. Para avanzar en este sentido y siendo Gómez Morín un católico liberal, tampoco estaba de acuerdo con que el PAN se adhiriese a la DC, entonces en boga. Para él, la DC representaba un proyecto político–ideológico alejado de la cultura y las expectativas de la sociedad mexicana, y su adopción –después de haber reivindicado la importancia de la laicidad– hubiese dado la falsa imagen de que el PAN era un partido confesional, que permanecía anclado en el pasado.

Aquellos que acudieron al llamado de Gómez Morín (quien encabezó al PAN entre 1939 y 1949) estuvieron de acuerdo en luchar por construir una organización que trascendiera la inmediatez de muchos partidos y las pugnas entre grupos, y que además impulsara un proceso de cambio político gradual. La vía de la institucionalidad para el PAN era fundamental para alcanzar sus objetivos de permanecer vigente dentro del sistema político y estructurar su vida interna. Gómez Morín lograría poner un límite a los ímpetus de los militantes católicos que provenían de organizaciones como Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), quienes, a pesar de haber optado por respetar las reglas del juego interno, mantenían la esperanza de redirigir el proyecto y la estrategia de su partido. La vía de la institucionalización del partido hizo posible que éste cobrara sentido e importancia por encima de los intereses de grupos específicos y, sobre todo, de aquellos estrechamente relacionados con la Iglesia católica, para entonces actor non grato dentro de la vida política. El hecho de que esta idea fuera compartida por Efraín González Luna, considerado el ideólogo de este partido, ayudó a sentar las bases del joven partido. Si bien González Luna era un católico profundamente comprometido con los planteamientos de la Rerum Novarum, también creía que, en México, los católicos debían dar la batalla en el espacio de la política partidista (González Luna, 1988).

En esa época, la DC profundizaba su condena al "capitalismo inhumano que sólo creía en la acumulación de riqueza" y al comunismo que "vulneraba las libertades individuales y sometía a los nacionalismos" en el mundo. Defendía el derecho al trabajo digno sobre el capital y pugnaba por la libertad en el orden y en la democracia dentro del concierto internacional (Aguilera de Prat, 2006: 142). Concebía, contrariamente al liberalismo clásico, un Estado activo, gestor y responsable de la justa redistribución de la riqueza. Incluso aceptaba la posibilidad de que el Estado realizara actividades productivas en áreas estratégicas para preservar el desarrollo de éstas en aras del bien común. La ideología panista, por su parte, era una mezcla de los principios de la doctrina social de la Iglesia y los valores del liberalismo político y económico, y la versión del tomismo sistematizado por Jaques Maritain le permitía desechar la noción del clericalismo político y del Estado confesional, para adoptar una visión de la sociedad que, si bien seguía ligada a la perspectiva cristiana, proponía respetar las creencias y libertades de los no cristianos, en un marco de pluralidad (Loaeza, 2000: 167–168). Aunque el PAN asumió en su doctrina los preceptos de la doctrina social de la Iglesia, en la práctica se concentró más en la defensa de los valores del liberalismo político y económico.

Acción Nacional se convirtió en una especie de tercera vía, con amplias posibilidades de captar las simpatías de un sector importante de católicos que se había quedado en la orfandad con la desaparición del PCN. Esta situación se potenciaba porque la DC en México no podía competir en el terreno de la organización político partidista. Tres situaciones que contribuían a limitar el avance del movimiento democratacristiano eran las siguientes: la primera tenía que ver con la amarga experiencia que habían vivido los grupos católicos en su confrontación con el Estado durante la guerra cristera (1926–1929), por lo que incluso los sectores más beligerantes habían optado por continuar su lucha en el marco de la vida institucional. Segunda, la mayoría de los jerarcas de la Iglesia católica nunca había asumido como propios los planteamientos de la encíclica Rerum Novarum que inspiraron a la DC. Una vez que se firmaron los arreglos de paz entre la Iglesia y el Estado mexicano (1929), la jerarquía eclesiástica se acogió al modus vivendi que promovía la coexistencia pacífica entre ambos actores. Y, tercera, la ley electoral aprobada en 1946 estableció que los partidos políticos debían hacer constar en su acta constitutiva su negativa a adoptar pactos o acuerdos que los subordinasen a una organización internacional, que los hicieran depender o los llevasen a afiliarse a partidos extranjeros. Debían adoptar una denominación propia y distinta, acorde con sus fines y programas políticos, que no podía contener alusiones de carácter religioso o racial. La limitante legal para el desarrollo específico de algún partido político vinculado con actores internacionales como la DC estaría vigente hasta la aprobación de la ley electoral de 1977, que abrió la posibilidad de que los partidos pudiesen vincularse con organizaciones extranjeras (Paoli, 1985: 56).

Ahora bien, una vez que un partido, particularmente si es de oposición, logra constituirse como tal –aunque sea a partir de una estructura mínima– habrá de destinar su energía a ganar cierto nivel de legitimidad que le permita mantenerse dentro del sistema político, mientras llega la posibilidad real de competir por el poder. Para ello, el partido podrá adoptar una o ambas de las siguientes vías: procurar la deslegitimación del régimen político vigente e impulsar la transformación de éste (Mainwairing, 2010); es decir, apuntalar un cambio sustancial del conjunto de instituciones que regulan la lucha por el poder y los valores que les dan vida, o modificar los rasgos del ejercicio del poder (Bobbio y Mateucci, 1982: 1409).

Los panistas de los primeros años comprendieron que el gran reto de su partido era permanecer como oposición leal (Linz, 1990: 57) a las reglas del sistema político, para sobrevivir dentro de un sistema político autoritario y de partido hegemónico (Sartori, 1980). Adoptar esta vía implicó tratar de evitar a toda costa la ruta de la confrontación por la confrontación misma, situación a la que hubiese abonado la decisión de identificarse con la DC, pero no significó renunciar a la deslegitimación del régimen, por lo que el panismo se abocó a señalar los errores del gobierno y a cuestionar el funcionamiento del régimen político vigente. A lo largo de muchos años, pero especialmente durante sus primeras décadas, Acción Nacional fue un partido centrado en la función de producir políticas alternativas (Wolinetz, 2007) a partir de la crítica a la política del gobierno. El panismo se centró en tres tipos de estrategias: a) discursivamente, su propuesta sobre la importancia de la educación cívica se volvió un punto clave, ya que se acompañaba de la denuncia de la esencia autoritaria del Estado mexicano, y de su reproducción desde el gobierno y el partido oficial hacia la sociedad, a través de la estructura corporativa y clientelar. Al mismo tiempo se insistió en la reivindicación del federalismo y particularmente de la autonomía municipal, como elemento de crítica a los abusos del poder central. b) Por otro lado, los panistas desplegaron un importante trabajo parlamentario. Entre 1946 y 1949, el primer grupo parlamentario del PAN, compuesto apenas por cuatro diputados, presentó 21 iniciativas de ley (Lujambio, 2009: 188). c) Finalmente, la dirigencia adoptó una actitud abierta a las reformas electorales, por pequeñas que éstas fuesen, y comenzó a participar activamente en ese sentido desde 1949.

 

La fase afirmativa

La etapa de mayor influencia católica en la dirigencia de Acción Nacional (1949–1972) paradójicamente derivó en una actitud afirmativa del proyecto del partido y profundizó su deslinde de la DC. Mientras que en América Latina el movimiento democratacristiano se fortalecía, como sucedió en Venezuela y Chile, países donde se nutrió de la propuesta de desarrollo lanzada por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) (Almeyda, 1986), en México, la DC no logró avanzar. Entre los años cincuenta y sesenta, fueron los gobiernos priistas los que adoptaron varios de los principales postulados cepalinos.2 El Estado utilizó el gasto público en la creación de obras de infraestructura que consolidaron al sector industrial como eje del desarrollo económico. La ampliación de la red de comunicación, transporte y electrificación, ayudó a la configuración de nuevos centros urbanos (Medina, 1994: 168–194). La burguesía nacional se fortaleció y la clase media experimentó una mejora general de sus condiciones de vida, gracias a la construcción de un fuerte aparato institucional que produjo un número importante de empleos asalariados y estables, y que atendió las demandas de educación, salud, vivienda y servicios de la población. El desarrollo industrial se produjo, sin embargo, a costa del crecimiento del campo, dando pie a una fuerte oleada migratoria que derivó en el engrosamiento de los sectores marginados de la población urbana.

En el marco de una relativa estabilidad económica, política y social, la Iglesia católica se dio a la tarea de retomar su organización frente al Estado, criticando las disparidades sociales que había generado el modelo de desarrollo. La Iglesia intentó recuperar su libertad de acción en el terreno social y político y comenzó a influir en los procesos electorales (Blancarte, 1992: 149), por lo que su relación con el PAN tomó un nuevo cariz. En el marco del ocaso del modus vivendi –que en los hechos duró de 1938 hasta finales de los años cincuenta–, la Iglesia desplegó una intensa campaña de politización de sus fieles. En 1955, con motivo de las elecciones de diputados federales, la jerarquía eclesiástica deslizó la idea de que los candidatos idóneos provenían de Acción Nacional, por lo que invitó a los católicos a que votaran sólo por las personas que respondieran mejor a sus demandas (ONIR, 1995: 1). Aunque es difícil saber hasta qué punto las victorias del PAN estuvieron relacionadas con el apoyo que le dio la jerarquía de la Iglesia, es posible pensar que esta movilización católica influyó positivamente en los resultados electorales. Un ejemplo fue que, en el proceso electoral de 1955, este partido logró ganar seis curules en la Cámara de Diputados y en algunas entidades aumentó significativamente su votación (Mabry, 1976: 174–175). La nueva estrategia de la Iglesia se vería reforzada por un documento que publicó el Episcopado Mexicano el 10 de octubre de 1956, en el que se señaló entre los deberes de los católicos: "interesarse en asuntos públicos", incluyendo, por supuesto, las elecciones. Además se decía que los católicos podían pertenecer a partidos políticos, siempre que éstos no atentaran contra los derechos de Dios y de la Iglesia (Tiempo, 1956).

Por aquellos años, los líderes de la Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), organización que había adoptado el espíritu de la Rerum Novarum y para la cual la DC era la vía a seguir, llegaron a la dirigencia nacional del PAN. Juan Gutiérrez Lascuráin (1949–1956), Alfonso Ituarte Servín (1956–1959) y José González Torres (1959–1962), intentarían dar un giro al perfil, objetivos y estrategias de su partido, tratando de acercarlo al movimiento democratacristiano. En ese contexto, en 1957, un grupo de panistas del sector juvenil –entre los que se encontraban Carlos Arriola, Manuel Rodríguez Lapuente, Hugo Gutiérrez Vega y otros más– se aventuró a promover la DC al interior de su partido. Al igual que otros grupos católicos, esos jóvenes estaban influenciados por el giro de algunos sectores de la Iglesia hacia posturas más comprometidas con las demandas populares, por lo que pensaban que era su deber tratar de que el PAN asumiera una postura más decidida a fin de ofrecer soluciones a los grandes problemas nacionales. Para ellos su partido, además de captar a las clases medias, debía sumar a sus filas a obreros y campesinos.3 Con el fin de conocer más sobre la DC y hacer un planteamiento claro al interior del PAN, esos panistas establecieron un vínculo con el movimiento democratacristiano alemán, a través de la Fundación Konrad Adenauer (KAS, por sus siglas en alemán), y viajaron a Holanda, Bélgica, Italia, Inglaterra, Austria y, por supuesto, a Alemania, para recibir algunos cursos de capacitación.

Pero la autoridad moral que tenía Manuel Gómez Morín en Acción Nacional aún era determinante, y si bien la mística cristiana y las redes sociales de esos líderes fueron importantes para sostener al PAN en esa difícil etapa, en la que los sectores de la sociedad más proclives a apoyarlo no parecían tener razones para movilizarse en oposición al gobierno, la dirigencia de ese partido optó nuevamente por deslindarse de la DC. Fue entonces cuando la elección del nuevo dirigente nacional se volvió un asunto de fundamental interés. La elección de Adolfo Christlieb Ibarrola como presidente del PAN, para el periodo 1962–1968, permitió al panismo retomar el camino de la institucionalización de su partido. Christlieb provenía de la Unión de Estudiantes Católicos (UNEC), organización cuyo proyecto original era la conquista cultural y religiosa a través del diálogo y el creciente proceso de secularización (Barranco, 1988), reconociendo el pluralismo que caracterizaba a las sociedades contemporáneas.

Christlieb compartía la visión gomezmorina, que pugnaba por conseguir que su partido fuera una institución política fuerte e independiente de los intereses de grupos específicos, como la Iglesia. Al asumir la dirigencia del PAN insistió en que lo que su partido necesitaba era deslindarse de viejos atavismos y desplegar una estrategia de diálogo permanente con el gobierno (Lujambio, 2009: 160). Christlieb justificó el rechazo a la DC argumentando que este movimiento tenía un carácter internacional y que adherirse a él implicaba una lectura errónea de las funciones de los partidos políticos. En su opinión éstos no podían desempeñar el papel que sólo podían tener los gobiernos. El orden internacional se fundaba en las relaciones entre Estados, y atribuir a los partidos funciones propias de éstos equivalía a quebrantar ese orden (Christlieb, 1963: 38). Recordando el contenido del marco legal vigente, y de acuerdo a su interpretación de las responsabilidades de los partidos, Christlieb argumentaba que los partidos podían formar opinión sobre cuestiones internas e internacionales, pero "no (podían) subordinarse en sus actividades, ni depender en su funcionamiento, de organizaciones o partidos políticos extranjeros" (Christlieb, 1963: 38).

Un elemento que también contribuía a que el PAN se distanciara de la DC, particularmente de la latinoamericana, era la crítica que Manuel Gómez Morín hacía de las principales tesis económicas de la CEPAL que –como se mencionó– habían llegado a influir en la política del gobierno mexicano y que en algunos países sudamericanos alimentaban a la DC. El cuestionamiento de los partidarios del liberalismo económico y la ortodoxia financiera –como Gómez Morín–4 se centraba en dos aspectos: en la consolidación del papel del Estado como promotor del desarrollo y en la aplicación del modelo de sustitución de importaciones, al que consideraban el origen del desequilibrio interno, y el generador del papel subordinado del sector primario–exportador. El líder del PAN insistía en que la economía mexicana requería de una acción de fondo que significara una "verdadera organización agraria" y apoyo técnico y financiero a la pequeña propiedad (Wilkie y Monzón, 1978: 78–79), y proponía un plan de industrialización que, además de evitar las importaciones de bienes suntuarios y la salida de divisas, incentivara la inversión de capital extranjero incluso en el campo (Wilkie y Monzón, 1978: 78–79).

Desde el inicio de la década de los sesenta, Gómez Morín y Christlieb comenzaron a ver la posibilidad real de que su partido cosechara los frutos del esfuerzo de muchos años. Después de la salida de la mayoría de los jóvenes panistas promotores de la DC, a principios de esa década, en el PAN se fue consolidando lo que es propiamente la primera fase de su proyecto de institucionalización. Dos factores que ayudaron al nuevo presidente de Acción Nacional a restablecer la unidad interna y a consolidar al PAN dentro del sistema político, fueron: el primero, la adopción de una parte de los preceptos establecidos por el Concilio Vaticano II realizado entre 1962 y 1965, en el que la Iglesia católica hizo un replanteamiento de su papel en la sociedad. Si bien el documento conciliar Gaudium et Spes (Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual) sostenía que los cristianos estaban "comprometidos con la transformación de las estructuras y las instituciones de los pueblos", también reconocía la diversidad social y política que caracterizaba al mundo contemporáneo, por lo que invitaba a la feligresía a participar en ese nuevo escenario plural. Esta idea ayudó a Adolfo Christlieb a promover un proyecto político enfocado a que la militancia refrendara su compromiso con los valores de la democracia liberal y el pluralismo político. El segundo factor fue la participación activa en la reforma electoral de 1963 que introdujo la figura de los diputados de partido, utilizada por el dirigente del PAN como un instrumento legal para generar mayores incentivos en la militancia panista. Para Christlieb, los diputados de partido eran una compensación que, sin embargo, no debía conformar al PAN, por lo que el siguiente paso era "buscar mayorías en los distritos y en el Congreso [con el fin de] tomar decisiones de poder y no solamente emitir opiniones de minoría..." (Christlieb, 1965: 106). Si bien el PAN había participado en reformas electorales previas, fue Christlieb quien puso un énfasis definitivo en una línea de acción política que privilegiaba la interlocución con el gobierno, pero sin dejar de cuestionar y deslegitimar al régimen político, al denunciar la falta de transparencia en los comicios y de democracia. Dos casos emblemáticos en este sentido fueron los procesos electorales de Mérida, Yucatán, en 1967, y de Tijuana y Mexicali, en Baja California, en 1968. Particularmente en esta última entidad el PAN había ganado en legitimidad por su historia en la defensa del voto y, sobre todo, a raíz de su triunfo no reconocido en las elecciones para gobernador de 1959 (Hernández, 2001). Con relación a este proceso, Christlieb se pronunció con firmeza, documentando el fraude y apoyando al panismo en su movilización frente al gobierno (Christlieb, 1968).

A pesar de la decisión que tomó en ese momento la dirigencia de Acción Nacional respecto al movimiento democratacristiano, varios de sus militantes nunca dejaron de atender el desarrollo de aquél en América Latina, por lo que en los años siguientes algunos de ellos fueron a Venezuela y Chile para recibir cursos de capacitación, sin que esto implicara un vínculo orgánico entre el PAN y la DC. Pero durante esta etapa el partido optó por su fortalecimiento y se fue consolidando como oposición leal. La dirigencia panista mostró que en su interior había un acuerdo respecto a sus normas de comportamiento y las estructuras organizativas básicas que daban vida a su partido, al mismo tiempo que reafirmó el proyecto político de Acción Nacional. Los líderes panistas que siguieron a Christlieb Ibarrola, continuaron por la vía del desarrollo institucional, y se propusieron proteger al PAN de las presiones ejercidas por los sectores católicos estrechamente vinculados con la Iglesia y sus organizaciones de laicos, así como de aquellos que, actuando bajo el influjo de una segunda oleada democratacristiana, pretendieron acercar al PAN a este movimiento internacional.

 

La cooperación

A mediados de 1972, la dirigencia panista, entonces encabezada por Manuel González Hinojosa, reconoció que el PAN atravesaba por una crisis resultante del resurgimiento de un debate histórico entre la postura participacionista y la abstencionista. A pesar de que la actuación del PAN y su estrategia de interlocución con el gobierno le habían producido beneficios importantes, como el aumento de su representación en el Congreso y el reconocimiento de algunos triunfos a nivel municipal, aquel viejo dilema seguía presente. Los abstencionistas insistían en que, al participar en las elecciones, su partido legitimaba la inequidad del régimen político y corría el riesgo de perder legitimidad como partido de oposición. Por su parte, los participacionistas pensaban que era correcto expresar el sentir ciudadano y paralelamente producir modificaciones a la normatividad vigente a través de las urnas. Esta última postura se fortaleció cuando en 1972 llegó a la dirigencia del PAN José Ángel Conchello, un hombre vinculado con los empresarios regiomontanos, quien comenzó a establecer alianzas con varios dirigentes regionales tratando de convertir a su partido en una organización capaz de obtener cada vez más triunfos electorales. En el Consejo Nacional realizado en febrero de 1973, los participacionistas lograron generar los acuerdos necesarios para impulsar al PAN en el terreno electoral, apuntalando su proceso de institucionalización en los siguientes sentidos: a) ampliando, renovando y reforzando los comités estatales, b) capacitando a los dirigentes regionales y c) realizando círculos de estudio para dirigentes nacionales e intermedios (Reveles, 2003: 74–75).

Sin embargo, la confrontación entre abstencionistas y participacionistas se reavivó ante la disyuntiva de presentar o no candidato presidencial para el proceso electoral de 1976 (Reynoso, 2007). El 25 de enero de ese año, durante el mandato de Efraín González Morfín, se realizó una convención extraordinaria en la que afloraron dos grandes fracciones: la doctrinaria, que insistía en volver a los valores originales de su partido, y la pragmática, que defendía la estrategia de avanzar electoralmente aprovechando los espacios que se abrieran dentro del sistema político. Después de una reñida votación en la que ninguno de los precandidatos –Salvador Rosas Magallón y Pablo Emilio Madero, postulados por dichas corrientes, respectivamente– obtuvo más de las dos terceras partes de los votos, la convención decidió participar en las elecciones federales sólo con candidatos a diputados y senadores, pero no presentar candidato a presidente de la república. Este conflicto fue el detonador para que, en 1978, un grupo de panistas encabezado por el presidente del PAN, González Morfín, dejaran su partido. González Morfín representaba al movimiento solidarista que, intentando recuperar los preceptos esenciales de la doctrina social de la Iglesia y las tesis del humanismo político, criticó el pragmatismo de algunos líderes de su partido. González Mofín cuestionó la aceptación de la reforma electoral de 1977 por parte de la mayoría de los panistas, especialmente de la figura de representación proporcional y el financiamiento público, con los cuales –en su opinión– el gobierno pretendía "conformar a los partidos políticos con su situación de permanentes minorías" y "acabar con la oposición independiente". Acción Nacional aprovechó ambas modificaciones, aunque la cuestión del financiamiento fue aceptada parcialmente, y también supo capitalizar otro cambio importante de dicha reforma con el que se aceptaba que los partidos políticos nacionales podían relacionarse con actores políticos internacionales, siempre que mantuvieran su independencia.

Una vez que la postura participacionista se afianzó dentro del PAN, la dirigencia retomó el camino de la institucionalización. Un paso importante fue que, a partir de 1978, durante la presidencia de Abel Vicencio Tovar, Carlos Castillo Peraza se hizo cargo del Instituto de Capacitación que, en 1979, se convirtió en el Instituto de Estudios y Capacitación. El periodo encabezado por Vicencio Tovar constituye la segunda fase del desarrollo institucional del PAN (Reveles, 2003), y en dicho proceso Castillo Peraza fue pieza clave. Entre 1965 y 1968 él había participado activamente en Vanguardias de Yucatán, grupo de jóvenes de la ACJM, y más tarde fue dirigente nacional de esta última (1968–1971). Aunque su formación ideológica estaba más cerca de quienes en 1978 habían salido del PAN, también conocía las mieles del triunfo, ya que en 1967 había participado activamente en la campaña de Víctor Correa Rachó para presidente municipal de Mérida, en la que el panismo había denunciado fraude electoral. Castillo Peraza era un estudioso de Jacques Maritain y Emmanuel Mournier –pensadores católicos que fueron clave en la reflexión postconciliar– y durante su estadía en Frizburgo había sido alumno de Arthur Friodolin Utz, autor de La concepción cristiana de la democracia pluralista (Lujambio, 2009: 312). Castillo Peraza comprendía la importancia de lograr una mayor penetración ideológica y territorial, para lo que era necesario consolidar la formación de los cuadros panistas y renovar la propuesta programática de su partido, motivo por el que renovó y fue estrechando la relación que a fines de los años cincuenta algunos panistas habían establecido con la Konrad Adenauer.

La búsqueda de apoyos internacionales del panismo no sólo se dio con relación a la DC alemana o latinoamericana, con las que había tenido cierto acercamiento durante los años cincuenta y sesenta, sino también con los actores de la derecha estadounidense. Algunos empresarios norteños y viejos militantes panistas, como Norberto Corella Gilsamaniego, intentaron estrechar el vínculo que ya mantenían con importantes líderes del Partido Republicano de Estados Unidos, desde entonces interesado en la construcción de una gran alianza continental con grupos de derecha, en su intento por controlar –en la medida de lo posible– la transición democrática y la restauración de las élites de gobierno en varios países de América Latina.5 La nueva actitud de un sector importante de empresarios panistas se observaría con claridad en 1986, durante la campaña para gobernador de Sinaloa de Manuel J. Clouthier, así como en su campaña por la presidencia de la república, en 1988. Alentado por el avance del movimiento antidictatorial en Chile y Filipinas, Clouthier se lanzó a las calles en lo que denominó "una cruzada contra la dictadura del gobierno mexicano", llamando a la resistencia civil pacífica como una forma de protesta ante el autoritarismo del régimen político y la falta de democracia.

El pontificado de Juan Pablo II, que inició en octubre de 1978, consolidó a los grupos conservadores al frente de la Santa Sede y fue el inicio de una fuerte estrategia de recuperación de espacios de poder en el continente americano. Ese fue el marco en el que, durante la década de los ochenta, se expresó en México un mayor activismo político de ciertos sectores de la jerarquía eclesiástica y un acercamiento más claro con Acción Nacional. A mediados de esa década, algunos obispos norteños hicieron severas críticas al funcionamiento del sistema político y a la situación económica del país, que para entonces ya había vivido dos grandes crisis, la de 1976 y la de 1982. En 1986, las elecciones locales en Chihuahua fueron el escenario propicio para que los dirigentes de la Iglesia en esa entidad se manifestaran a favor de la suspensión del culto como protesta por la falta de limpieza en las elecciones. Ante esa situación, en diciembre de ese año el Congreso de la Unión aprobó cambios importantes al Código Federal Electoral, con el fin de frenar el intento de los líderes católicos por inducir el voto o fomentar la abstención (Canto y Pastor, 1991: 65). La reacción de los obispos no se hizo esperar y, en marzo de 1987, varios de ellos firmaron el documento denominado "Dimensión política de la fe" y unos meses más tarde impulsaron una campaña que pretendía "orientar a la ciudadanía para que analizara los programas políticos y la calidad moral de los candidatos". La cercanía entre el PAN y la jerarquía católica llegó a tal punto que, ese mismo año, varios diputados federales panistas expresaron públicamente su apoyo a las demandas históricas de modificación de los artículos 3º y 130 de la Constitución, por lo que presentaron una iniciativa de ley en este sentido (Canto y Pastor, 1991: 66).

Pero también comenzó a ser más visible la relación de cooperación que Acción Nacional establecía con la DC alemana, por lo que participó como anfitrión de algunas de sus reuniones. Este acercamiento se vio favorecido cuando Carlos Castillo Peraza llegó a la Secretaría de Relaciones Internacionales del Comité Ejecutivo Nacional de su partido. Desde esa posición buscó el acercamiento con los partidos democratacristianos de América Latina y de algunos países de Europa. En 1981, Castillo asistió como observador al X Congreso de la Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA) en Caracas, Venezuela (Lujambio, 2009: 347); en 1982, viajó a Alemania con Alberto Ling Altamirano para hacer contacto con los líderes de la Fundación Konrad Adenauer (la cual había establecido una oficina en México desde mediados de los setenta) y con el Partido Demócrata Cristiano alemán, y un año más tarde participó en la Semana de los Intelectuales Católicos Latinoamericanos, en Bogotá, Colombia.

El avance electoral del PAN se dio en el marco de un país profundamente afectado por las crisis económicas y el cambio del modelo de desarrollo. Del esquema de un Estado de corte nacionalista, con amplia participación en la economía, un partido hegemónico con un alto grado de intermediación social y una sociedad corporativizada, se pasaba a un Estado neoliberal, que dejaba buena parte de la economía a las fuerzas del mercado; el partido oficial comenzaba a tener serias dificultades para reproducir sus esquemas de dominación política y la sociedad era cada vez más independiente y participativa. La elección presidencial de 1988 marcó un parteaguas en su vida interna y en su papel dentro del sistema político. A pesar del apoyo que brindó el panista Manuel J. Clouthier al candidato de la izquierda, Cuauhtémoc Cárdenas, quien denunció el fraude electoral en su contra, la dirigencia panista optó por la moderación de su discurso y con ello contribuyó a crear el ambiente de legitimidad que necesitaba el candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari. Ya desde mediados de esa década, el PAN había mejorado sus niveles de votación en diferentes estados del país, por lo que cada vez era más clara su fuerza tras años de lucha opositora, pero sin duda, después de esos comicios su progreso político–electoral fue contundente. En 1989 logró que su triunfo en las elecciones para gobernador de Baja California fuera reconocido; en 1990 jugó un papel central en la elaboración del contenido de la reforma electoral; en 1991, después de un controvertido proceso electoral que derivó en las llamadas concertacesiones, un panista asumió en forma interina la gubernatura de Guanajuato, y en 1993 el PAN volvió a ser clave en la elaboración de una nueva reforma electoral.

Para la dirigencia del PAN, la doctrina y la ideología habían pasado a un segundo plano y el pragmatismo se había convertido en el eje de su actuación. Acción Nacional se consolidó como una oposición funcional para el proceso de transición política, particularmente para el cambio de partido en el gobierno(Hernández, 2009). Este partido se convirtió en la única oposición que mantenía una estrecha interlocución con el gobierno y que era capaz de concretar acuerdos fundamentales para su causa. La propuesta panista, históricamente enfocada a la defensa de los principios del liberalismo económico tales como la iniciativa privada, el mercado y la mínima intervención estatal, coincidía plenamente con el gobierno neoliberal encabezado por Carlos Salinas de Gortari. De manera que Acción Nacional mantuvo un tono menos aguerrido en sus críticas hacia el gobierno, y comenzó a producir un discurso de cambio centrado en la reivindicación de su historia opositora y en su capacidad de ejercer el gobierno en varias entidades. Acorde a su naturaleza reformista, dicho cambio realmente significaba contribuir a la renovación de algunas prácticas del sistema político.

En ese marco de triunfos electorales, se presentó una nueva crisis interna que estaba directamente ligada a la lucha por el control del partido entre las fracciones internas y a la redefinición de su proyecto político, pero que mantenía cierto paralelismo con el conflicto en torno a la DC de fines de los años cincuenta. En 1991 nació el llamado Foro Doctrinario y Democrático (FDYD), integrado por personajes importantes dentro de la estructura del PAN. José Ángel Conchello, José González Torres, Pablo Emilio Madero, Bernardo Bátiz y Jesús González Schmall, entre otros, se unieron para criticar la alianza que había establecido la dirigencia panista con el gobierno de Salinas de Gortari, la búsqueda de un acercamiento con Estados Unidos y el excesivo centralismo con el que se tomaban las decisiones internas. Los foristas retomaban la idea de recuperar los objetivos fundacionales del PAN y, en especial, los principios de la doctrina social de la Iglesia. González Torres, Bátiz y Schmall incluso demandaban el rescate de las propuestas democratacristianas y la idea de la justicia social planteada por Efraín González Morfín.6

Ante la imposibilidad de ser escuchados dentro de su partido, y después de haber perdido en dos ocasiones la oportunidad de reformar sus estatutos, la mayoría de los foristas dejó Acción Nacional en 1992. En una carta conjunta de renuncia, argumentaron que el PAN ya no era "el partido de inspiración humanista que defendía los derechos de los ciudadanos contra los abusos de la autoridad, y que se oponía con independencia al régimen; ya no era aquél que movía voluntades con ideas, con principios y programas propios, inspirados en su doctrina".7 Por el contrario, consideraban que su partido era "prosalinista, proliberal y pragmático". En su opinión, ese PAN "limitaba su participación prácticamente al rescate de la democracia y al juego de los partidos, pero había olvidado la lucha por las causas de fondo". Si bien estaban de acuerdo en que se "luchara por la democracia formal", el PAN también "debía comprometerse con una mejor distribución de la riqueza, justicia social y oportunidad para todos de trabajar, estudiar y poder participar en la propiedad de las empresas".8 Estos planteamientos hicieron que varios miembros del Foro llegaran a coincidir con las propuestas del entonces líder de la izquierda y miembro del Partido de la Revolución Democrática (PRD), Cuauhtémoc Cárdenas, quien en 1994 fue apoyado por una amplia coalición de grupos y movimientos, entre los que participaron algunos foristas, en su contienda por la Presidencia de la República.

Acción Nacional estaba en la ruta de la contienda por el poder desde las regiones. Para entonces ya había asumido de forma abierta importantes alianzas con ciertos grupos de la Iglesia católica y del empresariado que, con distintas intensidades, habían apuntalado su lucha durante su historia como partido de oposición. Ahora el PAN también se proponía avanzar en la definición de nuevas alianzas allende las fronteras, que dieran sustento a una tercera etapa en su proceso de institucionalización basada en la internacionalización del partido. La posibilidad de disputar mayores espacios de poder a nivel local, estatal y en el Congreso de la Unión, empezó a alimentar poderosamente la expectativa del panismo de llegar a competir por la Presidencia de la República.

 

La asociación

Desde el inicio de los años noventa, la DC experimentó cambios importantes en el ámbito internacional. En América Latina, la DC dejó de pugnar por una tercera vía de carácter social y se convirtió en aliada de Estados Unidos, en oposición a los gobiernos de centro–izquierda que comenzaron a proliferar como contrapeso al avance del neoliberalismo. Los seguidores de la ODCA y la Democracia Cristiana Internacional (DCI) afirmaban que su objetivo era crear "una nueva alternativa política para el siglo XXI ", por lo que pretendían mostrarse como una fuerza capaz de responder a los desafíos de la globalización. La gran contradicción del movimiento democratacristiano es que, si bien en su discurso mantiene conceptos cristianos fundamentales como el bien común, la persona humana, el solidarismo y la subsidiariedad, en los hechos ha adoptado la ideología neoliberal que privilegia la lógica del mercado por encima de cualquier otra cosa. Para protegerse de las críticas sobre la desigualdad social que produce el neoliberalismo, la DC ha defendido la idea de "la dimensión humana de la mundialización económica" o, lo que es lo mismo, una "economía con rostro humano".

En México, durante los años noventa, la relación entre el PAN y la Iglesia católica estaba prácticamente resuelta. Además de que algunos obispos norteños apoyaban abiertamente a los candidatos panistas, Acción Nacional también se atrevió a mostrar sin tapujos su solidaridad con la alta jerarquía eclesiástica cuando, en 1992, este partido vio con buenos ojos la reforma de varios artículos constitucionales que la élite de la Iglesia negoció con el presidente Carlos Salinas de Gortari. Los apoyos entre el PAN y la Iglesia católica eran tolerados en el marco de la liberalización de la vida política y en nombre de la modernización enarbolada por el gobierno.

Por otro lado, la posibilidad de acercarse a la DC había dejado de ser un factor de deslegitimación para el PAN, y en cambio fue asumida como parte importante de un proceso de internacionalización que el partido necesitaba impulsar de forma inmediata. El PAN se afilió a la DC en 1998, durante la presidencia de Felipe Calderón Hinojosa (1996–1999). Calderón, quien continuó con el trabajo de su mentor, Carlos Castillo Peraza, impulsó una nueva fase del proceso de institucionalización de su partido, privilegiando los lazos que tenía el PAN con la DC alemana. Desde 1993, la Fundación Rafael Preciado Hernández había contribuido a estrechar los nexos con la Konrad Adenauer, pues tenía como tarea la formación de los principales cuadros de Acción Nacional. La fundación panista había sido creada por Castillo Peraza como una estructura no partidaria, pero Felipe Calderón la incorporó orgánicamente a su partido en 1996. El acercamiento a la Konrad Adenauer permitió al PAN nutrirse de una nueva discusión sobre el papel de los partidos políticos, así como renovar su ideología y propuesta política, adoptando algunos de los planteamientos que hacía la agrupación alemana sobre temas tales como la reforma fiscal, la descentralización, la educación y el desarrollo de la pequeña y mediana empresa (Loaeza, 2004: 16).

Esta estrategia de construcción de alianzas externas, que la dirigencia panista había privilegiado desde la segunda mitad de la década de los setenta, fue apuntalada cuando Acción Nacional estableció nexos con la vertiente española de la DC, a través del Partido Popular (PP) y especialmente de José María Aznar, quien ganó las elecciones presidenciales en España en 1996. Tanto la vertiente alemana como la española de la DC son expresiones de un complejo y heterogéneo movimiento político, cuya interacción con el PAN también parece tener rasgos y énfasis distintos. El vínculo con la DC española cobraría mayor relevancia en Acción Nacional desde el momento en el que varios miembros de la ultraderecha de este partido, como Luis Felipe Bravo Mena y Manuel Espino Barrientos, ocuparon los principales cargos del Comité Ejecutivo Nacional (Hernández, 2005). Bravo Mena fue presidente del PAN por dos periodos (1999–2002 y 2002–2005) y Espino primero fue Secretario General (2002–2004) y luego presidente nacional del PAN (2005–2008). En 2001, José María Aznar, entonces ex presidente del gobierno español, fue nombrado dirigente de la DCI y Bravo Mena se sumó al comité ejecutivo de dicha organización como uno de los quince vicepresidentes, entre los que estaban representantes de Brasil, Francia, Italia, Argentina y Alemania. La inclusión de Bravo Mena en la DCI contribuiría a la posterior candidatura de Manuel Espino a la presidencia de la ODCA.

La apertura política que vivió México, y el proceso de construcción de una amplia coalición de derecha entre los años ochenta y noventa, crearon las condiciones propicias para el ascenso del PAN al gobierno federal en el año 2000 (Hernández, 2009). El profundo descrédito de los gobiernos priistas pareció concentrarse durante la administración de Ernesto Zedillo (1994–2000). El ambiente de su sexenio, caracterizado por el error de diciembre de 1994, y la fuerte crisis económica de 1995, el clima de inseguridad, el deterioro del nivel de vida de la mayoría de la población y la violencia política, contribuyeron a crear una urgente necesidad social de pasar, lo más pronto posible, a otro estado de cosas. En ese contexto, el discurso del entonces candidato presidencial del PAN, Vicente Fox Quesada, supo transmitir una expectativa de transformación. El panista decía tener la intención de construir el "gobierno del cambio", un cambio que, sin embargo, tenía distintos significados para los diferentes sectores sociales. Para un amplio espectro de electores, que no necesariamente se identificaban con el ideario panista, el triunfo de Fox implicaba terminar con la hegemonía priista y avanzar hacia un reparto más equilibrado del poder. Para los grupos católicos, el éxito del panista simbolizaba la recuperación de su espacio en la vida social después de una larga y difícil confrontación con el Estado liberal. Para los empresarios, el triunfo de Vicente Fox representaba la reivindicación de su sector como actor en el cambio político y social y, por supuesto, la posibilidad de consolidar el poder que ya tenían dentro del gobierno neoliberal. Incluso para la tecnocracia priista el que Fox ganara las elecciones tenía un atractivo especial. Al reconocer su triunfo mostrarían a sus adversarios que el PRI no era un partido que se oponía a la transición democrática y dejaría en manos de un hombre con visión gerencial la administración de un proyecto económico con el que coincidía.

El triunfo del PAN no sólo generó estas expectativas en los actores nacionales, también abrió la posibilidad de una mayor capacidad de acción para la DC en México. Mientras que durante muchos años la DC alemana se había abocado a la consolidación de su influencia ideológica y programática en el PAN, la DC española encontró dos nichos importantes para su actuación: la esfera de la asesoría electoral a los candidatos panistas y su desarrollo en el terreno de las inversiones. En cuanto al primer punto, es importante destacar que los ataques del PAN contra el candidato de izquierda Andrés Manuel López Obrador, durante la campaña electoral de 2006 en la que contendió por la presidencia de la república contra Felipe Calderón, fueron ideados por Antonio Solá, asesor del PP y de José María Aznar. La transmisión en las principales cadenas televisivas de un spot en el que se calificaba a López Obrador como "un peligro para México" fue un momento clave en la estrategia de desprestigio en contra del candidato perredista. Este mensaje, junto con otros en los que se afirmaba que si el postulante de izquierda llegaba a la Presidencia de la República afectaría el patrimonio familiar de los mexicanos y llevaría al país hacia el socialismo, lograron infundir el miedo entre los sectores conservadores de la sociedad mexicana.

Esta serie de ataques se dio después de que Vicente Fox fallara en su intento por desaforar a López Obrador como jefe de gobierno del Distrito Federal, y de que este último denunciase varias irregularidades en el uso del padrón electoral, por parte de Hildebrando S.A. Esta empresa que estaba presidida por Diego Hildebrando Zavala Gómez del Campo, cuñado del entonces candidato panista, había producido un sistema de registro de información de los electores para el Instituto Federal Electoral.9 La actitud beligerante que mantuvo Fox hacia López Obrador, claramente vulneraba la naciente normalidad democrática por la que su partido había luchado durante muchos años. Incluso un informe realizado por la Konrad Adenauer y la consultora Polilat.com, en el que se evalúa el Índice de Desarrollo Democrático de América Latina 2007, llegó a resaltar que "la falta de pericia del presidente Vicente Fox, su intolerancia hacia sus adversarios políticos y la falta de cumplimiento de sus compromisos a favor de la transición democrática, hundieron a México en un grave retroceso".10

Mientras esto sucedía en el terreno electoral, durante los sexenios de Fox y de Calderón se fortalecieron las inversiones en México de grupos financieros españoles como Santander–Serfin, cuyos dueños han financiado a varias organizaciones de ultraderecha en América Latina,11 y de empresas como Unión Fenosa, dedicada a la producción de energía eléctrica, cuyos socios están vinculados con líderes políticos del PP.12 En marzo de 2007, ya durante el gobierno de Felipe Calderón, en la página de la Presidencia de la República se anunció la decisión del presidente de Unión Fenosa–México, Jaime de la Rosa, quien mostraba interés por acrecentar las inversiones en las áreas de producción de electricidad y gas natural; el grupo intentaría adjudicarse el proyecto de construcción de la regasificadora de Manzanillo, en el que competirían con empresas como Shell y RePSOL. Días más tarde, la Comisión Federal de Electricidad adjudicó el contrato para la construcción y operación en México de una central de ciclo combinado, denominada Norte I, ubicada en el estado de Durango,13 a Unión Fenosa, un proyecto que comenzó a desarrollarse en 2008 y cuya operación comercial inició en enero de 2010. Actualmente, el negocio de Unión Fenosa–México está compuesto por tres centrales de ciclo combinado en Hermosillo, Tuxpan y Naco–Nogales. Unión Fenosa opera en México en régimen de Productor Externo de Energía y tiene un contrato de venta de energía con la Comisión Federal de Electricidad mexicana por un periodo inicial de 25 años.14

Ahora bien, la defensa del gobierno de Estados Unidos, que tanto Manuel Espino como Vicente Fox asumieron desde la dirigencia del PAN y el gobierno de la República, respectivamente, frente a los gobiernos de Cuba y Venezuela, les permitiría ganarse mayores apoyos rumbo a la presidencia de la ODCA15 y la DCI. Pero dentro del PAN, la elección de Manuel Espino Barrientos como presidente de la ODCA, para el periodo 2006–2009, tuvo como telón de fondo un fuerte conflicto producto de la disputa por la candidatura presidencial hacia 2006 y por el control del partido. Esta nueva tensión interna sería encarnada por la fracción más tradicional del panismo cercana a Calderón y la ultraderecha encabezada por Espino. Desde la dirigencia de Acción Nacional y desde el gobierno federal, Espino y Fox habían apoyado la precandidatura del ex secretario de Gobernación, Santiago Creel Miranda, quien contendía contra Felipe Calderón por la nominación panista. Y aunque aquellos habían conseguido que una parte de los panistas de la estructura de su partido y del gobierno favorecieran a Creel, Calderón había terminado por imponerse como el candidato presidencial, gracias al apoyo de los viejos militantes. El nombramiento como presidente de la ODCA le dio a Espino un escaparate de mayor alcance y profundizó el conflicto con Calderón y su grupo, toda vez que el ex dirigente panista tenía un nuevo espacio desde donde ejercer su crítica contra el gobierno y el PAN. De hecho, la presidencia de la ODCA en México se asentó en el edificio de Acción Nacional en la ciudad de México.

Manuel Espino haría un intenso cabildeo para apuntalar la candidatura de Fox a la presidencia de la DCI, en contra de la candidata peruana Lourdes Flores. Respaldado por los lazos que mantiene con los partidos chilenos Unión Democrática Independiente y Renovación Nacional, ambos ligados a Augusto Pinochet, el nuevo dirigente de la ODCA consiguió el apoyo para la candidatura de Fox, a pesar de las fracturas que provocó esa campaña tanto en Latinoamérica como en Europa. La solución acordada al interior de la DC fue que Pier Ferdinando Casini, candidato de los democratacristianos europeos y presidente interino en sustitución de José María Aznar, del PP español, desde enero de 2006, asumiera con Vicente Fox la copresidencia de la DCI. El nuevo cargo de Fox, que inició en 2007, le permitió iniciar uno de sus principales proyectos personales, el Centro Fox, un espacio que pretende atender las necesidades de capacitación del panismo de forma independiente a la estructura de Acción Nacional.

Para fines de los noventa y durante los primeros años del nuevo siglo, la modificación del papel del PAN dentro del sistema político y la transformación de su vida interna, que iniciaron desde la segunda mitad de los años setenta, hicieron posible la asociación con la DC, apoyada en alianzas mutuamente beneficiosas. El ascenso electoral y del ejercicio de gobierno del PAN en varios estados, y a nivel nacional, provocó una fuerte confrontación de sus fracciones internas por el control de su partido y vulneró la institucionalidad partidista. En ese contexto, las alianzas con actores externos han de resultado un arma de doble filo para el PAN, mientras que le aportan aspectos positivos para su renovación como opción política, también introducen nuevos elementos de tensión en la lucha por el poder.

 

Comentarios finales

El PAN inició el siglo XXI aliado con la DC, a la cual sus fundadores nunca quisieron adherirse; dicho acercamiento se dio en un contexto radicalmente distinto. Las nuevas reglas de la competencia política, el escenario de alta competitividad electoral, el nuevo papel que este partido fue asumiendo dentro del sistema político y los rasgos de su desarrollo organizacional, lo llevaron a privilegiar la construcción de nuevas alianzas nacionales e internacionales. En este contexto, el afianzamiento de un vínculo con la DC dejó de ser un problema y pasó a ser un apoyo valioso, para apuntalar tanto a la estructura partidista como al gobierno emanado de Acción Nacional.

A primera vista, sin embargo, los simpatizantes de la DC al interior del PAN no parecen integrar una fracción cohesionada y con el poder suficiente como para modificar de forma radical el proyecto político de su partido. Quienes se han apropiado del membrete democratacristiano como una plataforma de promoción política personal, se encuentran en abierta confrontación con aquellos que la han considerado como una estructura de apoyo permanente para la renovación ideológica y programática del PAN. Si bien en los últimos años el proceso de institucionalización de Acción Nacional ha apuntado cada vez más a su internacionalización, por lo que se ha privilegiado la alianza con la DC, hasta el momento, y a pesar de la relación orgánica que tienen actualmente ambos actores, no es claro que en el PAN se esté procesando una reflexión político–ideológica de largo plazo, que conlleve a una propuesta alternativa a la que hasta ahora ha sido su estrategia de desarrollo institucional.

Evidentemente quedan muchas preguntas sin responder. Hasta aquí he propuesto una forma de analizar el tipo de relación que se fue construyendo entre el PAN y la DC, en el curso del siglo pasado. Sin embargo, a la luz de los acontecimientos más recientes es posible plantear las siguientes cuestiones: ¿qué peso real tendrá la DC en el desarrollo futuro del PAN? ¿Qué diferencias y similitudes existen entre las vertientes de la DC que se expresan en Acción Nacional? ¿Qué sector de la DC habrá de prevalecer y quiénes la representan dentro del PAN? ¿Cómo incide el interés por los negocios en la redefinición del vínculo entre el PAN y la DC? Estas y otras interrogantes, que son clave para avanzar en el análisis de la relación futura entre ambos actores, habrán de ser respondidas en trabajos posteriores.

 

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Notas

1 Todas las alusiones a Iglesia son específicamente a la católica.

2 Sobre las propuestas de la CEPAL y su aplicación en México, véase: Isaac Enríquez Pérez, La transformación de las concepciones sobre el proceso de desarrollo de las políticas públicas mexicanas, disponible en <http://www.eumed.net/libros/index/html>.

3 Entrevista con Carlos Arriola, 4 de mayo de 2009, México, D.F.

4 Gómez Morín fue Subsecretario de Hacienda, presidente del Consejo de Administración del Banco de México, miembro de la Comisión de Organización del Banco Nacional Hipotecario Urbano y de Obras Públicas. Además diseñó la primera Ley de Crédito Agrícola.

5 Véase de William I. Robinson, La promoción de la anti–democracia: Proyecto de la élite transnacional, disponible en <http://www.alainet.org/active/27803 & lang=es>.

6 Entrevista a Jesús González Schmall, Excélsior, 23 de octubre de 1992.

7 Entrevista a Bernardo Bátiz, 28 de abril de 2009, México, D.F.

8 Entrevista a Bernardo Bátiz, 28 de abril de 2009, México, D.F.

9 "PRD documenta que Hildebrando usó datos privilegiados", El Universal, 20 de junio de 2000. Posteriormente se supo que el gobierno federal había asignado varios contratos a dicha empresa sin que éstos fuesen correctamente licitados. Algunos socios españoles de la empresa Hildebrando estaban vinculados al PP, entre ellos Javier Pastrana Thamez y José Luis Neri Becerril. Ambos tienen nexos con el también español Joaquín Moya–Angeler Cabrera, ex directivo de la transnacional IBM e inversionista del sector turístico, con quien Vicente Fox se entrevistó en mayo de 2002, para invitarlo a invertir en México en negocios de ese ramo. José Daniel Fierro, La corrupción del partido mexicano PAN tiene un capítulo español, disponible en <http://www.rebelion.org/noticia.php?id=34425>.

10 Véase la nota de Elizabeth Velasco, "En 2006 Fox violó la democracia: Fundación Konrad Adenauer", La Jornada, 24 de mayo de 2009.

11 Respecto a la credencialización de la UAP con Banco Santander–Serfin, disponible en <http://www.foromexicanodelacultura.org/node/765>.

12 Marc Gavalda, Las empresas españolas recolonizan América Latina, disponible en <http:www.diagonalperiodico.net/slip.php?article=1211>.

13 Disponible en <http://www.salacomunicacion.unionfenosa.es/view_object.html?obj=3772,c,19113>.

14 Disponible en <http://www.salacomunicacion.unionfenosa.es/view_object.html?obj=3772,c,19216>.

15 Según Carlos Fazio, "Espino fue apoyado en su candidatura para la ODCA por cuatro grupos anticastristas de Miami: el Movimiento Cristiano Liberación, el Proyecto Demócrata Cubano, el Partido Demócrata Cristiano Cuba (en el exilio) y el Directorio Democrático Cubano (DDC), con los que pactó desplegar una campaña de desestabilización en Cuba", disponible en <http://www.rebelion.org.noticia.php?id=5488>.

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