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Perfiles latinoamericanos

versión impresa ISSN 0188-7653

Perf. latinoam. vol.13 no.28 México jul./dic. 2006

 

Artículos

 

¿Influyen los ministros de culto sobre la intención de voto?

 

Alejandro Díaz Domínguez*

 

* Licenciado en Ciencia Política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).

 

Recibido en julio de 2005.
Aceptado en enero de 2006.

 

Resumen

El presente trabajo analiza los factores religiosos que influyeron en la intención de voto de los mexicanos para las elecciones federales de 2003, pues somete a prueba la intuición generalizada sobre la supuesta influencia de los sacerdotes y predicadores en el comportamiento electoral de los ciudadanos y demuestra que no hay una influencia directa. Mediante la construcción de una metodología específica, se comprueba que dicha relación no existe, innovación que contrasta con estudios que han utilizado indicadores proxy o indirectos en el análisis de las variables religiosas. Asimismo, se demuestra que la imagen común de que los votantes del PAN son conservadores en materia religiosa es falsa.

Palabras clave: elecciones, religión, sacerdote, Iglesia, católico, evangélico, prédica, voto, México.

 

Abstract

The present article analyzes the religious factors that influenced the vote of Mexicans in the federal elections of2003, since it tests the generalized intuition about the influence that the priests and preachers allegedly have on the electoral behaviour of the citizens, showing that there is not a direct influence. Through the construction of a specific methodology it is demonstrated that no direct relation exists, when generally diverse studies utilize proxy variables for the analysis of the religious issues. Likewise, it is verified that the image generalized of the voters of the PAN as the conservatives in religious matter is false.

Key word: elections, religion, priest, Church, catholic, protestant, clerical speech, vote, Mexico.

 

Introducción1

Los informes de las quince investigaciones realizadas por las autoridades en materia religiosa durante las elecciones federales de 2003 no precisaron si realmente los ministros de culto influyeron en la preferencia por un partido político; es decir, no probaron si hubo algún efecto concreto en la intención de voto de los feligreses en tanto ciudadanos. Si bien se sancionó una indebida actuación de los ministros de culto, su influencia no se comprobó.2 Dicha comprobación es el objetivo del presente artículo, por lo que se supone relevante verificar la evidencia empírica al respecto.

La literatura sobre religión y preferencia electoral suele detallar si las variables religiosas son determinantes en la intención de voto, en la identificación partidista o en el abstencionismo. La religión asumió sin duda un papel más relevante —también en el caso mexicano—, dentro del derecho, la sociología y ahora la ciencia política. Se han utilizado numerosas herramientas desde diversas ramas del conocimiento para explicar los motivos por los que los grupos religiosos realizan actividades políticas y parecen contar con facilidades para impulsar la movilización social, y las condiciones del sistema político que les permiten llevar a cabo acciones políticas efectivas, tal como se señala en la última revisión del estado que guarda este tema (Wald, Silverman y Fridy, 2005).

Ni en el caso mexicano ni en otros muchos países de este continente, se han hallado investigaciones que documenten un efecto directo de la prédica del ministro de culto en la intención de voto de los ciudadanos en favor o en contra de un partido político; es decir, sólo se han hecho mediciones que llamaremos indirectas, centradas en la religión profesada, la asistencia a actos de cultos o posturas sobre temas morales, como se verá en la revisión de la literatura empírica.

Entre el material existente hay también diferentes análisis relativos a un momento crucial en el enfrentamiento directo entre religión y gobernantes en México: la Guerra Cristera de 1926 a 1933 (Meyer, 1973). Por otro lado, también se encuentran estudios históricos de los efectos de la Constitución de 1917 y de la legislación religiosa mexicana en la década de 1930 (Blancarte, 1992; y Gill, 1998).

Tras la reforma del artículo 130 constitucional en 1992, se regularon criterios explícitos que rigen las relaciones entre la Iglesia y el Estado, como consecuencia del principio histórico de su separación, y establecen diversas prohibiciones y limitantes en materia política y electoral, entre las que destaca la prohibición a los ministros de culto para asociarse con fines políticos o hacer proselitismo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna (Soberanes, 1998 y Gill, 1999).

Otros análisis jurídicos estudian las implicaciones legales y reglamentarias de cara al proceso administrativo a cargo de la Secretaría de Gobernación (Saldaña, 2003 y 2005). Las restricciones no impidieron que las cartas o exhortos pastorales católicos en materia electoral siguieran difundiéndose con especial énfasis en 2003, pues dichos documentos datan al menos de 1981 (Soriano, 1999).

Con motivo de las elecciones de julio de 2003, obispos y sacerdotes católicos publicaron documentos con criterios orientadores. Algunos de ellos causaron polémica porque su contenido podía interpretarse como una velada inducción al voto en contra de algunas posiciones u opciones políticas.

En un ambiente de franca competencia partidista y desinterés ciudadano, la Instrucción Pastoral "Un católico vota así", circulada por el Obispo de Querétaro a finales de abril, causó particular polémica. Las reacciones fueron diversas, desde la defensa asumida por los decanos de la propia diócesis queretana a principios de mayo de ese año, hasta el debate público sobre la trascendencia política del escrito (Díaz Domínguez, 2003), y, finalmente, una demanda penal.

Pero éste no fue el único documento emitido por el clero, ni tampoco el único acusado de violar presuntamente las leyes electorales mexicanas; hubo una docena de comunicados más, como se muestra en el Cuadro 1.

El presente trabajo analiza los factores religiosos que influyeron en la intención de voto de los mexicanos en las elecciones federales de 2003, con la intención de poner a prueba la creencia generalizada sobre la supuesta influencia de los sacerdotes y los predicadores en el comportamiento electoral de los ciudadanos. ¿Es cierto que influyen en la preferencia política?

Esta exposición prueba en forma directa, mediante la construcción de una metodología específica, que esa relación no existe, en un contexto donde los diversos estudios para el análisis de las variables religiosas utilizan generalmente indicadores proxy o indirectos. A continuación se analiza la literatura empírica para conformar un marco explicativo sólido que permita operar el modelo que prueba la inexistencia de dicha influencia.

 

Revisión de la literatura empírica

En las elecciones presidenciales mexicanas de 1988, se observó que las bases católicas dividieron su voto entre el candidato del PRI y el candidato del Frente Democrático Nacional (Zavala, 1991). Este trabajo detalla la atribución de factores sociales para explicar la votación por el PRI en 1988, y destaca variables como las personas de escasos recursos, la población rural, el número de analfabetos y el porcentaje de católicos.

Quizá la imposibilidad de obtener información de la práctica religiosa por distrito explique que este rubro no suela analizarse en estudios con datos agregados. Sin embargo, entre los realizados con datos individuales destaca particularmente un análisis econométrico de 1980 a 1994 que muestra el creciente impacto de la ortodoxia religiosa en la conducta política de los ciudadanos de Estados Unidos. Para ello, se examinan las religiones y el grado de ortodoxia, cuyo valor explicativo es mayor que el de los propios credos; y se utilizan cuatro variables de control: opiniones sobre la política social del gobierno; racismo y acción afirmativa; defensa y relaciones exteriores; y temas culturales (aborto, oración en las escuelas públicas, derechos de la mujer y homosexualidad).

Así, la participación política estadounidense se divide en dos campos: el secular y el religioso; este último se distingue por contar con miembros de un gran compromiso religioso y que prefieren el Partido Republicano, mientras que su contraparte liberal opta por los demócratas.

Si bien la importancia política de los credos persiste, se propone una nueva línea de conflicto que cruza a las diversas iglesias: el grado de ortodoxia y el compromiso religioso. Dicha línea adquiere en los últimos años una importancia política mucho mayor que las tradicionales divisiones entre protestantes históricos, carismáticos, católicos y judíos. Esta nueva distinción permite explicar por qué el Partido Demócrata cuenta con apoyo protestante, apoyo que ha sido bastión tradicional del Partido Republicano.

Una de las conclusiones sugiere, finalmente, que las orientaciones religiosas de los electores ortodoxos son un filtro parcial para decidir la postura del votante respecto a los partidos y los candidatos (Layman, 1997).

En el caso mexicano los modelos de Layman se utilizaron de inmediato, y se obtuvo evidencia empírica (con base en cuatro encuestas nacionales: las Mundiales de Valores de 1990, 1996 y 1997, así como la encuesta sobre las Relaciones Iglesia—Estado de 1990), en relación a la importancia de la denominación confesional, la religiosidad y la moral como determinantes de la intención de voto en los tres principales partidos de México. A estos modelos se les agregaron con éxito variables de control —sociales, racionales y de identificación partidista—, para medir los índices de religiosidad y de moral. A principios de la década de 1990 el PAN resultó ser el principal beneficiado por tales variables, mientras que, al término del periodo, el partido más favorecido era el PRI (Díaz Domínguez, 1998).

Un estudio particularmente relevante del caso mexicano se centró en la Encuesta Mundial de Valores de 1996, —que también utilizó los índices de religiosidad y valores morales—, y mostró que una gran religiosidad beneficiaba más al PRI que al PAN. Por su parte, el PRD obtenía mayores dividendos en electores de moral liberal (Moreno y Magaloni, 2003).

Se han elaborado otros modelos para medir la participación electoral con base en una muestra de 80 países, donde el porcentaje de católicos se correlaciona de manera estadísticamente significativa con la asistencia a las urnas (Radcliff, Loveland, Sikkink y Myers, 2001). Asimismo, en Estados Unidos se ha investigado el comportamiento electoral de los católicos en el último medio siglo (Leege, 2000), además de las diferencias entre hombres y mujeres por la frecuencia de su asistencia a la Iglesia y los exitosos índices de religiosidad, valores morales y actitudes culturales (Kaufmann, 2002).

En cuanto a la sorpresa que produjo el que alrededor de una quinta parte de los electores en Estados Unidos votaran por el candidato Bush en 2004 con base en valores morales, se realizaron distintos análisis con base en encuestas levantadas en el área de Detroit, Michigan en 2000, y se concluyó que, si bien los valores morales no son definitivos en el resultado electoral, en lo futuro podrían influir más (Baker, 2005). Hubo también hallazgos sobre la importancia de las denominaciones, las creencias y las prácticas religiosas como destacadas variables que explican la intención de voto en la elección presidencial de 2004, e incluso sobrepasan el peso específico de algunas de carácter sociodemográfico (Guth, Kellstedt, Smidt y Green, 2005).

Por su parte, otras investigaciones evalúan la importancia de la denominación confesional específica —y el país de origen en el caso de los inmigrantes latinoamericanos— en Estados Unidos, con objeto de explicar la intención de voto y la simpatía partidista (Kelly y Kelly, 2002); o bien entre los votantes latinos, para argumentar sobre la relevancia de distinguir las preferencias electorales entre católicos o evangélicos (Lee y Pachon, 2005).

También se han creado modelos —además de los de Layman—, para medir la religiosidad en el electorado a partir de dos variables: 1) si se considera a la religión como una guía en la vida cotidiana; y 2) si se asiste a los oficios al menos una vez a la semana; estos instrumentos han surgido para analizar la influencia del alto nivel de religiosidad en las preferencias por el Partido Republicano en EE. UU. (Knuckey, 1999).

De igual forma deben citarse los efectos en Estados Unidos de temas morales como el aborto y los derechos de las mujeres y los homosexuales; particularmente entre los activistas republicanos y demócratas, donde la polarización es mayor: los primeros resultan más conservadores a lo largo de los veinte años que se analizan (1972 a 1992), mientras que los segundos resultan más liberales y tienen una perspectiva religiosa cada vez más moderna (Layman, 1999).

Por último, destacan los estudios nacionales que incluyen a diversos países de América Latina y muestran que en ciertos casos el papel activo de la Iglesia Católica ha influido en los procesos democratizadores (Hagopian, 2005).

 

Fuente de los datos

Existe quizá por vez primera en México una medición específica relativa a la influencia directa de los ministros de culto, gracias a la casa encuestadora Parametria S.A. de C.V., que incluyó en su cuestionario de la encuesta ómnibus de noviembre de 2003 las preguntas necesarias para hacer esta investigación.3

El levantamiento citado incluyó diez preguntas sobre aspectos religiosos, entre las que están la denominación religiosa (católica o evangélica); el grado de asistencia a la iglesia; y la confianza en los sacerdotes, los pastores y la Iglesia Católica. Asimismo, se preguntó si el entrevistado estaba de acuerdo con la legalización del aborto y los matrimonios entre personas del mismo sexo, y si admitía que se establecieran zonas específicas para la prostitución. El cuestionario preguntaba, por un lado, si el ciudadano había escuchado a algún sacerdote hablar de política y, por otro, si había escuchado a algún sacerdote hablar en favor de un partido político.

Por primera vez, se utilizaron para el caso mexicano variables directas, como las últimas dos preguntas. En las encuestas anteriores siempre se habían usado preguntas religiosas indirectas. Considérense las Encuestas Mundiales de Valores de 1981, 1990, 1996—97 y 2000 para México, levantadas por las casas encuestadoras MORI de México, CEOP y ARCOP respectivamente; la Encuesta sobre las Relaciones Iglesia—Estado de 1990, realizada también por MORI de México; las encuestas telefónicas sobre la relación Iglesia—Estado de julio de 2000 y la relativa a la visita papal de enero de 1999 levantadas por la Presidencia de la República; las tres encuestas patrocinadas por el Grupo Financiero Banamex—Accival, Primera, Segunda y Tercera Encuesta Nacional de Valores de los Mexicanos de 1981, 1987 y 1995, y la de Religiosidad, posturas morales y creencias de los mexicanos a cargo de IPSOS—BIMSA de abril de 2005.

Estas encuestas utilizaron baterías específicas sobre la religión del entrevistado; mediciones sobre la religiosidad con base en la frecuencia de la asistencia al culto; temas morales como las opiniones sobre el aborto, la eutanasia, el divorcio, la prostitución, y los métodos anticonceptivos; actitudes frente a tareas de la Iglesia, así como la prédica sobre valores, el compromiso con los pobres, las labores educativas, la postulación de ministros a cargos públicos y las opiniones sobre el Estado laico, entre otras variables, por lo que constituyen —para efectos del presente estudio—, instrumentos con indicadores indirectos.4 De ahí que se procediera a construir baterías de preguntas específicas para operar variables directas.

El peso específico de las variables de la encuesta ómnibus de noviembre de 2003 se detalla en el Anexo. Cabe mencionar que en las 1 198 entrevistas realizadas, hubo más de dos centenas de preguntas sin respuesta o datos perdidos para determinadas variables relevantes.5

Las preguntas sin respuesta representaron el 19,37% del total, por lo que su valor se estimó con un método de imputación múltiple conforme a King, Honaker, Joseph y Scheve (2001): los datos perdidos se estiman a partir de los datos observados mediante el paquete computacional "Amelia" en su versión para Windows.6 La base de datos por imputar incluyó todas las variables analizadas, tuvieran o no datos perdidos, con objeto de mejorar la estimación de la imputación múltiple. Una vez imputados los datos, se aplicaron dos herramientas estadísticas: el análisis de factores y la regresión logística multinomial, para construir los índices en materia religiosa primero, y para probar el efecto de dichos índices en la intención de voto, después.

 

Metodología

Las dimensiones de lo religioso. Acotamos lo religioso excluyendo las expresiones propias de las multitudes en deportes, fiestas cívicas o culto a los héroes.7 Suponemos que hay distinciones empíricas entre lo que se cree, lo que se piensa y lo que se escucha en cada credo. Lo que se cree se define por el dogma o la doctrina, y lo que se piensa, por lo que se acepta o se rechaza moralmente; lo que se escucha se refiere al discurso de cada Iglesia sobre temas políticos, fundamentalmente en términos de elecciones.

Sin duda estas dimensiones se relacionan: por ejemplo, si uno cree en la vida como don otorgado por Dios y escucha que su Iglesia condena los atentados contra la vida misma, es posible que rechace el aborto. Sin embargo, si uno cree en los dogmas pero valora que una parte de su Iglesia parece tomar una posición política "legitimando" a un actor con el que uno no simpatiza, no habrá posiblemente influencia religiosa en su preferencia política.8 Como hemos visto en la revisión de algunos casos, suponer que existen varias dimensiones permite diferenciar el entramado religioso y enriquecer el análisis.9

Con el fin de valorar si la teoría sobre las dimensiones de lo religioso persistía, se hizo un ejercicio de análisis factorial con nueve variables. Las codificaciones para cada una se detallan en el Anexo.

Las variables analizadas fueron:

a. Frecuencia de asistencia a la Iglesia, con cinco grados: quien nunca asiste, quien asiste una vez al año, una vez al mes, una vez por semana, y más de una vez por semana.

b. El nivel de confianza en la Iglesia Católica, con cuatro opciones: ninguna, algo, poca, y mucha.

c. El nivel de confianza en los sacerdotes, también con cuatro opciones: ninguna, algo, poca, y mucha.

d. El nivel de confianza en los pastores, con las mismas cuatro opciones: ninguna, algo, poca, y mucha.

e. El acuerdo o desacuerdo con la legalización del aborto, con dos opciones: de acuerdo, y en desacuerdo.

f. El acuerdo o desacuerdo con la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo, con las mismas dos opciones de la variable anterior.

g. El acuerdo o desacuerdo con que se establezcan áreas para la prostitución, con las mismas opciones de la variable (e): de acuerdo, y en desacuerdo.

h. Si el entrevistado había escuchado al sacerdote hablar de política, con dos opciones: sí lo ha escuchado, y no lo ha escuchado.

i. Si el entrevistado había escuchado al sacerdote hablar a favor de un partido político, con las mismas dos opciones de la variable anterior.

Se hizo un análisis factorial con el método de componentes principales sin rotación con estas nueve variables, a fin de conocer la proporción de la explicación de la varianza de uno o varios grupos de variables, y obtener conjuntos de variables que expliquen lo mismo. Lo anterior permite señalar, por ejemplo, que la variable (a), frecuencia de asistencia a la Iglesia es "compañera de explicación" de la variable (c), nivel de confianza en la Iglesia, porque ambas, junto con otro par de preguntas, miden como un todo lo que hemos denominado "religiosidad" y presenta, estadísticamente, diferencias sustanciales frente a los conjuntos restantes (Kim y Mueller, 1978).

Los resultados del análisis factorial se presentan en el Cuadro 2, donde se aprecian tres componentes, las variables de cada uno de ellos y el porcentaje de varianza explicada. La asistencia a la Iglesia y las tres preguntas sobre el nivel de confianza se agrupan en un solo componente al que se llamó "religiosidad", ya que los otros factores presentan valores mucho menores.

Otra agrupación específica —que constituye un hallazgo en la literatura empírica mexicana— se halla en las preguntas sobre las características políticas de la prédica de los sacerdotes; obsérvese que en los otros factores dichas preguntas presentan valores negativos. Este módulo se denominó "Iglesia política".

Por último, se confirma el módulo de "moralidad", distinto del de "religiosidad" por los signos negativos, y diferente del de Iglesia política por los valores bajos. Este análisis revela que, en el caso mexicano, se conservan las dimensiones ya estudiadas de "religiosidad" y "valores morales".

En resumen, se hallaron tres grandes rubros dentro del entendido religioso mexicano de 2003.

a. La "religiosidad", que implica acudir a los oficios, confiar en los sacerdotes, en los pastores y en la Iglesia Católica. Esta dimensión ya se había documentado para México (Díaz Domínguez, 1998; y Moreno y Magaloni, 2003).

b. La "moralidad", compuesta de asuntos tales como las opiniones en favor de la legalización del aborto y de los matrimonios entre personas del mismo sexo, y en apoyo del establecimiento de zonas específicas para la prostitución. Este rubro también se había reportado ya para el caso mexicano (Díaz Domínguez, 1998; y Moreno y Magaloni, 2003).

c. La "Iglesia política", conformada por quienes han escuchado a sacerdotes o a pastores hablar de política y por quienes han escuchado a algún ministro de culto hablar en favor de un partido político. En el caso mexicano la existencia de este rubro implica un hallazgo.

El modelo de regresión logística multinomial. Una vez conocidos los componentes de cada dimensión religiosa, las variables "compañeras de explicación" se sumaron sin ponderar para conformar tres índices e incluirlos en una regresión logística multinomial, junto con dos denominaciones: católicos y evangélicos, además de las variables de control de carácter sociológico y de simpatía o identificación partidista, que explican típicamente la mayor parte de la preferencia política en otros países entre los que México no es la excepción (Moreno, 2003). La variable por explicar fue la preferencia por el PRI, que acumuló 260 observaciones, por el PAN con 274 casos y por el PRD con 225 entrevistas, lo que suma 759 casos en un total de 1 198 entrevistas (véase el Anexo).

La regresión logística multinomial usa como variable dependiente una medida categórica con más de dos valores, lo que permite comparar en un mismo análisis las variables que influyen a favor o en contra de la preferencia por el PRI, el PAN o el PRD. Este tipo de estimación toma una de las categorías analizadas como base de comparación de los coeficientes, en este caso la preferencia por el PRI.

El modelo incluye cinco grupos de variables: a) la identificación o simpatía partidista para cada uno de los tres partidos analizados; b) los tres índices en materia religiosa: la religiosidad, la moralidad y la Iglesia política; c) siete variables sociales, que fueron la edad, el género (mujer), el nivel de escolaridad, y el nivel de ingresos, además de tres condiciones: campesino, desempleado e indígena; d) una variable de información política, que se refiere a si el entrevistado ve las noticias por televisión; y e) dos variables de denominaciones: católicos y evangélicos.

A continuación se presentan las hipótesis de trabajo relativas a cada variable. Se supondrá que la simpatía por cada uno de los partidos incluidos en el modelo tendrá un efecto positivo en la preferencia política, es decir, que quien se identifique con el PRI por ejemplo, tendrá mayores probabilidades de elegir dicha opción política (Moreno, 2003).

Respecto al índice de religiosidad, se estima que tal vez no tenga mayores efectos en 2003, pues ha perdido fuerza explicativa desde 1997 (Díaz Domínguez, 1998). Sobre la moralidad, se supondrá que los electores liberales tendrán una probabilidad mayor de preferir al PAN y al PRD, mientras que los ciudadanos conservadores optarán por el PRI (Díaz Domínguez, 1998; y Moreno y Magaloni, 2003). Respecto al índice "Iglesia política" se estima que no afectará la intención de voto, puesto que las mediciones indirectas no han permitido inferir que lo que se cree y lo que se piensa impliquen automáticamente una valoración positiva de lo que se escucha. De aquí que se espere que la medición directa confirme este supuesto.

Respecto a las variables sociales, hay una mayor probabilidad de apoyo al PRI por parte de ciudadanos con más edad, como se ha visto típicamente en México (Molinar y Vergara, 1996), y de las mujeres de bajos ingresos y escasa escolaridad. Se estima que los jóvenes apoyarán al PAN, mientras que los hombres al PRD y una mayor escolaridad beneficiará al PAN (Moreno, 2003). Respecto a las tres condiciones, los campesinos optarán por el PRI en virtud del llamado "voto verde", mientras que los desempleados e indígenas apoyarán principalmente al PRD y al PRI. (Moreno, 2003; y Molinar y Vergara, 1996). Finalmente, quienes se informan por la televisión preferirán al PAN y los evangélicos al PRI, como lo han hecho tradicionalmente cuando son participativos.

En el Cuadro 3 se muestran los coeficientes obtenidos, los respectivos errores estándar y la significatividad estadística de cada variable. Debe precisarse que al servir el PRI como categoría base del análisis, los signos negativos indican un mayor apoyo al PRI, mientras que los coeficientes positivos significan un mayor apoyo al partido con el que se compara, es decir, en el primer contraste los signos positivos benefician al PAN y en el segundo al PRD.

Las variables de simpatía o identificación partidista explican la preferencia por cada uno de los tres partidos analizados, pues los coeficientes resultan significativos en los tres casos. Para cada una de las variables estadísticamente significativas se calculó, conforme a Kmenta (1990), la predicción de probabilidades en la variable dependiente (intención de voto) según se modifiquen los valores de cada una de las variables explicativas relevantes.10

Como se aprecia en la Gráfica 1, quienes simpatizan con el PRI tienen el 74% de probabilidades de votar por el propio PRI, mientras que quienes simpatizan con el PAN tienen el 79% de probabilidades de votar por este instituto político y quienes se identifican con el PRD tienen el 82% de probabilidades de votar por este último partido.

De los tres índices en materia religiosa, sólo el de moralidad fue significativo, por lo que se concluye que los electores más liberales optan por el PAN y el PRD, mientras que los más conservadores prefieren al PRI, como se aprecia en la Gráfica 2. Lo anterior coincide con los hallazgos previos ya citados, lo que permite suponer que esta tendencia se ha mantenido en los últimos años. Para 2003 en particular, los electores conservadores presentan el 36% de probabilidades de preferir al PRI, mientras que los liberales sólo tienen el 20% de probabilidades de optar por este partido; es decir, el PRI pierde 16 puntos en el espectro que va de los electores conservadores a los liberales. Mientras tanto, el PAN y el PRD elevan en ocho puntos la probabilidad de ser preferidos si se considera a los ciudadanos con una moral liberal.

Si bien el coeficiente de religiosidad no es significativo, su signo es positivo y, por consiguiente, beneficia al PAN y al PRD. El coeficiente de Iglesia política (variable que tampoco es significativa), es positivo en el primer contraste, es decir, a favor del PAN, y negativo en el segundo, es decir, para provecho del PRI.

Por su parte, el género destaca entre las variables sociales: en comparación con los hombres, las mujeres elevan en nueve puntos la probabilidad de votar por el PRI y reducen, por el contrario, en 12 puntos la probabilidad de votar por el PRD, como se ve en la Gráfica 3. En resumen, las mujeres optan más por el PRI y los hombres más por el PRD, tal como la literatura lo ha reportado.

La Gráfica 4 muestra que respecto a otras ocupaciones, el PRI pierde 10 puntos de probabilidad de ser preferido por los desempleados, el PAN pierde un 27%, y la probabilidad de votar por el PRD aumenta en 36 puntos. Es decir que este sector prefiere al PRD y rechaza al PAN y al PRI, en ese orden. Una explicación nacional sería que rechazan a quienes ya han sido gobernantes para explorar otra alternativa.

En la Gráfica 5 se muestra el caso de los campesinos, que confirma el apoyo priísta, pues el PRI logra captar un extra del 26%, mientras que el PAN pierde un 21% y el PRD un 6%, tal como lo ha venido documentando la literatura sobre el voto rural. (Molinar y Vergara, 1996)

Quienes ven noticias por televisión prefieren al PAN con un incremento de probabilidades del 12% comparado con quienes se informan por otros medios. De hecho, el PRI pierde 14 puntos con los ciudadanos que utilizan la televisión como medio informativo, según vemos en la Gráfica 6. Lo anterior se presenta desde 2000 (Moreno, 2003).

Finalmente, de las dos denominaciones incluidas sólo hay evidencia estadística de los evangélicos, quienes prefieren al PRI con un 28% adicional en relación con otros credos y optan por el PRD en un 8% extra frente a otras denominaciones. En relación con otras confesiones, los evangélicos reducen la probabilidad de voto por el PAN en un 37%, como se muestra en la Gráfica 7. Estos cambios en las probabilidades evidencian que no hay una preferencia política única por credo, lo que confirma el hallazgo de que los electores que profesan una misma fe no tienen preferencias electorales monolíticas (Díaz Domínguez, 1998).

 

Conclusiones

Más que extraer conclusiones de todo lo dicho, plantearé algunos puntos relevantes a partir de la evidencia obtenida:

a. Las dimensiones de "religiosidad" y "moralidad" se mantienen sin modificación en el electorado mexicano (desde las primeras mediciones en 1990).

b. Se encontró una dimensión de carácter político en la interacción de los ministros de culto y los ciudadanos, cuya existencia sólo se suponía, a ésta se le podría denominar "Iglesia política".

c. No hay evidencia estadística del efecto de la prédica política en la intención de voto mediante la construcción de indicadores directos.

d. La idea—ambiente de que el PAN es el partido preferido de los electores católicos profundamente religiosos y moralmente conservadores carece de sustento sólido, pues no se halló sustento estadístico que la fundamente, ni se obtuvo tampoco evidencia de la influencia de la "religiosidad" en la preferencia por este partido; en cambio, se halló que son las personas de moral liberal quienes tienen mayores probabilidades de optar por el PAN y por el PRD.

e. La "moralidad" resulta nuevamente una dimensión con poder explicativo en el voto por los tres partidos analizados: los electores de moral conservadora prefieren al PRI, mientras que ciudadanos liberales apoyan más al PAN y al PRD.

Cabe resaltar que las elecciones presidenciales de 2006 representan una nueva oportunidad de plantear estos temas y de hacer análisis similares en las elecciones locales, legislativas y municipales de cada entidad federativa.

La futura agenda de investigación podría aclarar:

a. Si la dimensión "Iglesia política" persiste en el plano federal y en los diferentes ámbitos estatales.

b. Mediante indicadores directos, si la prédica influye en la preferencia política de los electores en las entidades federativas. Las realidades locales podrían arrojar resultados diferentes de los de esta investigación.

c. Si en las entidades federativas los electores conservadores prefieren al PRI y los electores liberales optan por el PAN y el PRD.

Finalmente, el conflicto de lo religioso en la sociedad mexicana podría estudiarse en su relación empírica con la preferencia política; podría diseccionarse en distintas dimensiones para así aumentar el potencial explicativo del modelo propuesto mediante diversas técnicas estadísticas.

Este esquema muestra que la ruptura política que lo religioso supone no sólo es verificable, sino que sus efectos pueden calcularse en términos políticos. En dicha ruptura la preferencia política se centra en la expresión religiosa, directamente por los portavoces del credo con presunta influencia en la intención de voto. Para este último punto no existe evidencia empírica; su análisis mediante indicadores directos permitirá suponer, quizá en un futuro no lejano, que lo religioso no entraña en el fondo un uso instrumental de la democracia.

 

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Notas

1 Agradezco los comentarios de dos dictaminadores anónimos, aunque la responsabilidad de lo aquí expresado es enteramente mía.

2 Hubo quince denuncias ante la Secretaría de Gobernación por documentos pastorales, declaraciones en medios de comunicación y por actividades dentro de los templos por parte de ministros de culto, presumiblemente en favor o en contra de candidatos y partidos políticos. En cinco casos se enviaron extrañamientos a los responsables: al obispo de Aguascalientes, a sacerdotes de Guadalajara, Aguascalientes y el Estado de México, así como a un pastor de la Iglesia Pentecostal en Chiapas (Secretaría de Gobernación, 2003).

3 Agradezco en especial a su Director Asociado, Francisco Abundis, (Candidato a Doctor en Ciencia Política, Universidad de Connecticut) la revisión de la propuesta de baterías que le hice llegar, así como su piloteo e inclusión dentro del ómnibus citado.

4 En diversos estudios se alude al problema que existe para compilar datos sobre estos temas. Un ejemplo de ello que incluye propuestas de solución con datos agregados se halla en Fox y Sandler (2003).

5 En el caso de la pregunta sobre el grado de confianza en la Iglesia Católica, existían 23 casos perdidos; para el grado de confianza en los sacerdotes eran 35 observaciones; la confianza en los pastores tuvo 117 entrevistas sin respuesta. Adicionalmente, el nivel de ingreso presentó 232 casos sin respuesta, mientras que la escolaridad tuvo nueve datos perdidos. En el anexo se muestran los datos ya imputados.

6 Dicho paquete y su Manual del usuario se encuentran disponibles en http://gking.harvard.edu.

7 Estas expresiones tan caras a Durkheim, no revisten propiamente un sentido religioso porque carecen de vínculos específicos con lo sagrado.

8 Un ejemplo puede ser las elecciones presidenciales de 1988 en México (Blancarte, 1992).

9 Un análisis que presente tales distinciones, permitirá conocer otras variables que expliquen el comportamiento político en términos religiosos, sobre todo si la variable tradicionalmente utilizada, (grado de asistencia a la Iglesia) en ocasiones carece de fuerza explicativa. Por ejemplo, Domínguez y McCann (1995) encontraron que el PAN no era un partido de votantes con alta religiosidad, porque la variable de asistencia a la Iglesia no resultó estadísticamente relevante, lo anterior en contra de los hallazgos de Díaz Domínguez (1998) donde la religiosidad (como un índice compuesto de 7 variables) sí resultó relevante en 1990.

10 La predicción de probabilidades se obtuvo de multiplicar los coeficientes obtenidos de la regresión por el valor promedio de cada una de las variables y por el valor que tome la variable a graficar, es decir, dicha predicción se realiza caeteris paribus, aplicando la fórmula correspondiente cuando la categoría de referencia es el 1 (en este caso es el PRI). Para más detalles: Kmenta (1990).

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