En esta obra se reúnen algunos de los trabajos más significativos de la autora en el ámbito de las mujeres, la dinámica sociocultural de las comunidades indígenas, el cambio ambiental, así como la importancia de poner a la cultura en el primer plano de la reflexión sobre las relaciones humanas y entre los países del mundo.
Tuve la oportunidad de estar presente en la ceremonia de inauguración del Congreso Internacional de Ciencias Antropológicas y Etnológicas (CICAE) en México, en 1993, del cual Lourdes Arizpe fue presidenta y, por tanto, su principal organizadora. Además de haber impulsado que el tema central del congreso fuera "Las dimensiones culturales del cambio global", con lo cual buscó insertar a la antropología en la discusión sobre los procesos ambientales y sociopolíticos actuales, aún me acuerdo de la frase con la que comenzó su discurso inaugural frente a miles de antropólogos (no exagero, en ese congreso participaron aproximadamente cinco mil antropólogos entre colegas nacionales e internacionales), la cual fue (o al menos así la recuerdo): "La antropología es ciencia y también es conciencia", y puedo afirmar que ella ha sido personal y profesionalmente con gruente con ese enunciado. En su labor como antropóloga no ha tratado -como sostiene Rodolfo Stavenhagen en la presentación de este libro- de "salvaguardar" las tradiciones y expresiones culturales, en esa práctica de museo que caracteriza el desempeño de muchos de nuestros colegas, sino que ha ido más allá: ha buscado insertarlas en el mundo contemporáneo y promoverlas para sustentar la defensa de los derechos humanos, así como en contra de la discriminación y el racismo y, yo añadiría, otorgándoles sentidos diferentes con el propósito de que sean impulsoras de nuevas relaciones entre individuos, sociedades y naciones.
Lo anterior queda en evidencia a partir de la introducción escrita por la doctora Margarita Velázquez, en la cual retrata a grandes pinceladas algunas de las actividades realizadas por Lourdes, las cuales nos permiten ubicar los trabajos que integran el libro que aquí nos reúne, en el contexto de lo que ha sido su prolífica y significativa trayectoria como científica e impulsora del sector cultural en los ámbitos nacional e internacional. Entre ellas puede mencionarse el importante papel que han tenido sus reflexiones sobre las mujeres y, en particular, las mujeres indígenas, para impulsar lo que actualmente se ha consolidado como estudios de género. Además, hay que decirlo desde ahora, su contribución al movimiento feminista dio lugar a una revista como Fem, y, cuando fue asesora de diversas instituciones gubernamentales, a la posibilidad de imprimirle sentido de género a los programas para la mujer campesina e indígena. El texto "El feminismo: del grito de los años setenta a las estrategias del siglo XXI", incluido en la presente obra, ha sido uno de los trabajos más interesantes y sugerentes que he leído acerca de la historia del feminismo en México, escrito con agudeza crítica y autocrítica, y donde las vivencias, pero sustancialmente las acciones de Lourdes, dan sentido tanto al título del libro, Vivir para crear historia, como al artículo que lleva el mismo.
El año pasado se celebraron 40 años del Centro de Estudios Sociológicos y 30 años del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer -el piem- de El Colegio de México, y habiendo yo asistido a la ceremonia realizada, recuerdo que los diversos participantes en las mesas hicieron frecuente referencia a la destacada contribución de Lourdes para impulsar la reflexión teórica al respecto y para que el tema se consolidara en esa institución y en otras como la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad Autónoma Metropolitana.
Desde los setenta hasta hoy, Lourdes se ha caracterizado por buscar nuevos temas y preguntas para imprimir un aire fresco a los marcos de reflexión sobre los problemas contemporáneos, aire necesario para replantearse el papel de la cultura en el mundo actual. Ella ha mostrado que la antropología mexicana tiene mucho que decir en el plano internacional y ha traído al medio nacional discusiones de avanzada en torno a cuestiones como cambio climático, cuando ese tema apenas comenzaba a ser tratado por unos cuantos, e impulsado investigación en el país, a partir de los debates internacionales sobre población y desarrollo social. En este contexto, la obra que se analiza compila un conjunto de artículos o capítulos de libro divididos por su autora en cuatro secciones, en cada una se despliegan algunos de los planteamientos más interesantes que ella ha elaborado acerca del desarrollo social y la sustentabilidad, la migración y la interacción cultural, el género y el desarrollo y los indígenas y el pluralismo cultural.
Debido a que integran este volumen 41 textos, es evidente que por tiempo y consideración a ustedes no haremos referencia a ellos en particular; en todo caso, me será fácil interesarlos en la obra comentada porque, no cabe duda, resume aportaciones centrales de la autora a la reflexión antropológica en torno a los procesos sociales contemporáneos. Por ello, realizaré una reflexión general sobre los cuatro temas en que Lourdes ha conjuntado el material, el cual abarca desde los años setenta hasta la actualidad.
En cuanto al desarrollo social y la sustentabilidad social y cultural, los planteamientos de Lourdes han sido siempre originales y sugestivos. Por ejemplo, define la sustentabilidad social como "la capacidad de una sociedad de formar ciudadanos aptos para el trabajo, el conocimiento, la participación política y la convivencia social" (p. 83). Ante la violencia que vive el país, y la implantación de políticas neoliberales que desplazan a la mayoría de la población, Lourdes sostiene que el punto central es que México no es una economía, es una sociedad, y afirma que como tal requiere de una política de desarrollo integral donde sea posible reconstruir al Estado mexicano para que éste pueda "servir a todos los mexicanos, sin favoritismos políticos ni religiosos, considerando como actores principales del desarrollo a todas las empresas económicas y sociales y no solo a las que acumulan privilegios económicos" (p. 87). "Se requiere reconstruir una visión de justicia e igualdad que se oponga a los intereses particulares, a la imposición por la ausencia de canales políticos de negociación, a la discriminación disfrazada de doctrina religiosa, a los abusos por la indefensión en que se coloca a los indígenas, a las mujeres y a los jóvenes. Este cambio de visión y de políticas de desarrollo podría restaurar un cambio negociado hacia el futuro" (p. 89). Hay entonces que cambiar el punto de partida del pensamiento en torno al desarrollo y buscar una política integral donde lo económico y lo social estén integrados y lleve a los actores del desarrollo a negociar un desarrollo compartido. Atender solamente a las actividades económicas, apunta Lourdes, "provoca el desmoronamiento del tejido social" (p. 103), y llama la atención sobre el hecho de que mientras la economía se globaliza, las instituciones políticas, sociales y culturales se delimitan cada vez más y su acoplamiento al cambio es lento y desfasado. Debe buscarse crear una política social que sea un proyecto de sociedad y, por lo tanto, un proyecto de nuestro futuro de todos quienes estamos "entretejidos en redes sociales, culturales, económicas y políticas" (p. 117). Con base en estas consideraciones acerca del desarrollo es que Lourdes elabora la noción de convivialidad, donde pretende conjuntar la posibilidad de vivir juntos de manera positiva e interactiva, y la capacidad de quienes lo hacen de generar y mantener dicha convivencia. Porque, asevera, "la sustentabilidad: la satisfacción de las necesidades humanas en conjunto con la conservación y protección del ambiente natural para las generaciones futuras no puede lograrse más que en la paz y la cooperación de los seres humanos" (p. 120). La sustentabilidad cultural y social, señala Lourdes, han sido consideradas como aspectos colaterales al desarrollo económico, y los efectos de ello se manifiestan en la creación de un mundo cada vez más polarizado y desigual. Es desde el principio de la sustentabilidad que ella reflexiona sobre los derechos humanos, a los cuales vincula con el desarrollo económico, el avance democrático y la libertad cultural (p. 108). Por ello destaca las tensiones e incongruencias entre las políticas gubernamentales y el "discurso de los gobiernos a favor de los derechos humanos y civiles" (p. 109).
Con referencia a la migración y la interacción cultural, encontramos diversos artículos que discurren sobre los efectos culturales de la migración a Estados Unidos y, por tanto, de los procesos de identidad cultural asociados a ella. A la vez, muestran que la biculturalidad no es el problema más importante al que se enfrentan los migrantes, sino la miseria, la violencia y el racismo. Asimismo profundizan en cómo la migración es también un proceso que enriquece a la cultura mexicana y le imprime nuevos contenidos modificando las redes sociales entre las familias y las comunidades.
Los artículos son ejemplo de la profundidad analítica con la que la autora ha abordado la cuestión de la organización familiar y la estrategia migrante, desde una perspectiva histórica y organizacional. En consecuencia, trata y resuelve algunas de las incógnitas relacionadas con la comprensión del proceso migratorio en el contexto de la dinámica familiar y la lógica de la economía campesina, lo que ahora conocemos como la migración por relevos, cuya naturaleza ha sido posible entender gracias a las aportaciones de Lour des a la lógica de migración campesina y mostrándonos que "a partir de la estrategia familiar de relevos, los campesinos están recuperando recursos a través de la migración para continuar manteniendo una empresa agraria ya incosteable, y así asegurar su reproducción social. Esta estrategia se lleva a cabo con base en una reproducción ampliada de hijos hijas trabajadores. La migración contribuye entonces a la persis tencia de las familias campesinas buscando con ello resistir la destrucción de su modo de vida" (p. 346). También nos ofrece varios estudios vinculados con la migración indígena estacional a la Ciudad de México, explicando que difícilmente los indígenas se integran a la vida urbana, a menos que obtengan un trabajo permanente y remunerado de calidad. Por lo general, "el interés en la Ciudad es el de obtener los mayores ingresos posibles en el tiempo más corto. Este tipo de trabajo son usualmente el de albañil, estibador o machetero en los mercados, vendedor ambulante o limosnero" (p. 383).
Respecto a género y desarrollo, uno de los principales problemas que Lourdes plantea es el relacionado con el deterioro de la situación de las mujeres pobres y el despla zamiento de aquellas pertenecientes a la clase media en un entorno donde la discriminación y la violencia son frecuentes y se precisa efectuar acciones a favor de las mujeres con una perspectiva tanto histórica como de la dinámica social imperante, ante la necesidad de encontrar formas creativas de alcanzar su libertad y de comprender la masculinidad en sus dimensiones biogenéticas y sociales, donde las convicciones para construir un mundo mejor sean la guía que marque el rumbo a seguir.
En este tema se despliegan los trabajos de Lourdes acerca del efecto de la migración sobre las mujeres, el empleo precario en la agroindustria, la organización socioeconómica campesina y el papel de la mujer en ella, así como el trabajo informal en la Ciudad de México y su efecto en las mujeres y el subdesarrollo. Para la autora, el tema de hoy no es el aborto, sino la urgencia nacional frente al incremento, precisamente, de los feminicidios, secuestros, drogadicción, criminalidad, tráfico de personas, migraciones llenas de vio lencias y prostitución forzada; en suma, del desquiciamiento de la sociedad mexicana que está exhibiendo, como nunca, familias disfuncionales; debemos integrarnos a la discusión internacional donde ya no se debaten las fallas del mercado, ahora se delibera sobre cómo detener el deslizamiento hacia efectos negativos irreversibles en las siguientes generaciones, los cuales pueden contribuir a perpetuar un círculo vicioso de desastres sociales como los que vive el país continuamente (p. 460).
En torno a la última cuestión, indígenas y pluralismo cultural, realiza una muy sugerente consideración acerca de lo indígena en el marco de la economía campesina, un análisis sobre la marginación de los campesinos indígenas y los elementos contextuales que propician esa situación, a la vez que contempla los aspectos culturales que pueden reproducir la marginación como decisión de conservar la cultura. Asimismo aporta elementos para complejizar la relación entre economía, sociedad y cultura.
Finalmente, otra de las riquezas del libro estriba en que los textos incluidos están dirigidos a muy diversos interlocutores: integrantes de organizaciones internacionales, académicos, funcionarios gubernamentales, por citar algunos. Así, no puede considerarse un texto académico en el sentido soporífero de la palabra, sino un conjunto de reflexiones de una destacada intelectual mexicana que ha buscado interlocución con múltiples actores sociales, políticos y académicos. En este aspecto, es una clara muestra de cómo Lourdes ha procurado, mediante su contribución a muy variados espacios de reflexión sobre lo social y lo cultural, no sólo difundir ciencia sino, y principalmente, generar conciencia.