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Tópicos (México)

Print version ISSN 0188-6649

Tópicos (México)  n.45 México Dec. 2013

 

Artículos

 

El nihilismo modal frente al argumento de McFetridge a favor de la necesidad de la creencia en la necesidad*

 

José Edgar González Varela**

 

** Instituto de Investigaciones Filosóficas, UNAM. joedgova@gmail.com

 

Recibido: 28-05-2013.
Aceptado: 27-08-2013.

 

Resumen

En este trabajo examino el argumento de McFetridge (1990) a favor de la necesidad de la creencia en la necesidad. El argumento pretende establecer un dilema fatal para el "nihilista" modal, aquel que no cree que al menos alguna proposición es necesaria. Mi objetivo principal es mostrar que el dilema que presenta el argumento de McFetridge no es sólido, pues tiene una limitación muy importante con respecto al segundo de sus cuernos, el cual es el más interesante. El segundo cuerno del dilema plantea una especie de argumento trascendental: es necesario creer en la necesidad si es que vamos a ser capaces de razonar confiablemente bajo suposiciones contrafácticas. Sin embargo, este argumento asume que la suposición contrafáctica es una actividad esencial en nuestras vidas, lo cual señala, sostengo, un punto central alrededor del cual el nihilista modal intentaría reafirmar su posición. Así, pretendo mostrar que el segundo cuerno del dilema de McFetridge revela que el quid de la discusión entre creyentes y nihilistas modales debe moverse propiamente de la cuestión del rol de la creencia en la necesidad a la cuestión del rol de la suposición contrafáctica.

Palabras clave: creencia modal, necesidad lógica, nihilismo modal, suposición contrafáctica.

 

Abstract

In this paper I examine McFetridge's (1990) argument for the necessity of the belief in necessity. The argument purports to establish a fatal dilemma for the modal "nihilist", he who does not believe that at least some proposition is necessary. My main aim is to show that the dilemma that McFetridge's argument poses is not sound, since it has an important limitation, concerning specifically its second horn, which is the more interesting. The second horn poses a kind of transcendental argument: it is necessary to believe in necessity if we are going to be able to reason from counterfactual suppositions. Nevertheless, this argument assumes that counterfactual supposition is an essential activity in our lives, which signals, I claim, a central point around which the modal nihilist would try to reassert her position. Thus, I purport to show that the second horn of McFetridge's argument reveals that the focus of the debate between modal believers and nihilists should move properly from the question about the role of belief in necessity to the question about the role of counterfactual supposition.

Key Words: counterfactual supposition, logical necessity, modal belief, modal nihilism.

 

1. Introducción

Muchos de nosotros hacemos juicios de necesidad (alética y absoluta), por ejemplo, afirmamos que es necesario que 2 + 2=4; o que, en el caso de un argumento válido, es necesario que la conclusión se siga de las premisas.1 Sin embargo, ¿por qué hacemos este tipo de juicios? ¿Cuál es la utilidad o función que proporciona el creer que una proposición P es necesariamente verdadera, más allá de creer que P es verdadera? Éste es un asunto que no ha recibido la suficiente atención en la literatura contemporánea sobre la modalidad. Por el contrario, algunos han llegado a cuestionarse sobre la conveniencia de atribuir necesidad (alética y absoluta) a proposiciones. En particular, este cuestionamiento se deriva de la perplejidad sobre qué sería aquello que hace verdadera a una proposición necesaria (que se sostiene no sólo en este mundo sino en todos los mundos) y cómo podríamos llegar a conocer esto.2 Sin embargo, hay una posición aún más radical que ha sido defendida por algunos filósofos, a los cuales llamaré "nihilistas" modales en este trabajo.

El nihilista modal es aquel que no admite que alguna proposición sea necesaria. Si utilizamos el discurso de mundos posibles, podría decirse que el nihilista modal es aquel que no acepta para ninguna proposición P, que P sea el caso en todos los mundos. Es decir, para el nihilista modal no hay ninguna necesidad tan fuerte como para sostenerse en todos los mundos. Según el nihilista, incluso para las llamadas "necesidades lógicas" (como que no-(P & no-P)) hay situaciones en las que éstas fallan, por ejemplo, en mundos en donde operan leyes lógicas no-clásicas. Pueden distinguirse dos tipos de nihilistas modales, los nihilistas escépticos, que niegan que haya necesidades, y los nihilistas agnósticos, que no aceptan que haya necesidades pero tampoco lo niegan, sino que mantienen una cierta posición neutral al respecto.3 Aunque quizás podría decirse que la ortodoxia está formada por los creyentes modales, el nihilismo modal representa una tradición importante en la filosofía de la modalidad que debe ser tomada en cuenta.

Ahora bien, ¿es el nihilismo modal una posición viable? ¿O acaso hay razones persuasivas para creer en la necesidad que deberían hacer cambiar de parecer al nihilista? Éstas son preguntas centrales en la filosofía de la modalidad. Pero, desafortunadamente, no hay casi ningún intento en la literatura por responderlas. No obstante, hay un argumento bastante interesante de Ian McFetridge (1990) que podría servir para responderlas, pues el argumento tiene por objetivo mostrar, a través de un dilema que se supone fatal, que debemos creer en la necesidad de, al menos, alguna proposición.4

El argumento ha recibido cierta atención en la literatura especializada. Tanto Hale (1999) como Ahmed (2000) han presentado importantes objeciones al argumento. Sin embargo, una de las objeciones de Hale ha sido resuelta, a mi juicio, adecuadamente por él mismo. Esta objeción de Hale sostiene que el nihilista modal podría apelar a una metodología falibilista holista-pragmática de tipo quineano para escapar al segundo cuerno del dilema de McFetridge. La respuesta de Hale a esta objeción es apelar al argumento anti-Quine de Wright (1986) para eliminar esta vía de escape, pues el argumento de Wright parece mostrar que tal metodología es incoherente. La objeción de Ahmed, por su parte, señala que el dilema, si es bueno, es bueno contra todos, creyentes y nihilistas sobre la necesidad. Pero Hale (2000) ha respondido adecuadamente que sólo es bueno contra los nihilistas. Por considerarlas, así, resueltas, no voy a examinar estas objeciones de Hale y Ahmed en este trabajo.5 La segunda objeción que Hale (1999) presenta al argumento de McFetridge sostiene que el dilema que éste presenta tiene una limitación potencialmente seria, pues sólo será decisivo en contra del nihilista escéptico pero no en contra del nihilista agnóstico.

Pienso que, en cambio, esta objeción no ha sido adecuadamente respondida y, por ello, la examino con detalle en la Sec. 4.2. Allí sostengo que, si el dilema es bueno, entonces éste hace insostenible cualquier posición nihilista modal, no sólo la del escéptico, sino también la del agnóstico. Sin embargo, en la Sec. 4.3 presento una objeción distinta en contra del argumento de McFetridge, la cual, sostengo, muestra que el dilema no es inescapable. Muestro que el segundo cuerno funciona como una especie de argumento trascendental sobre la base de la asunción de que la suposición contrafáctica es una actividad esencial en nuestra vida práctica o teórica. Si bien esta asunción puede parecer plausible a muchos, sostengo que no es inatacable y que precisamente constituye un punto central con respecto al cual el nihilista modal intentaría reafirmar su posición. De este modo, intento mostrar que, frente al segundo cuerno del dilema del argumento de McFetridge, el quid de la discusión entre creyentes y nihilistas modales debe moverse propiamente de la cuestión del rol de la creencia en la necesidad al rol de la suposición contrafáctica. Antes de argumentar a favor de estas tesis en la Sec. 4, presento en la Sec. 2 la importante propuesta de McFetridge sobre la creencia en la necesidad y desarrollo y explico algunos puntos que están obscuros en dicha propuesta. Después en la Sec. 3 explico cómo funciona el argumento de McFetridge que está basado en tal propuesta.

 

2. Creencia en la necesidad

McFetridge (1990) es consciente de que un buen argumento a favor de la necesidad de la creencia en la necesidad (en particular de un tipo específico de necesidad, la necesidad lógica, que es la que le interesa) debe partir de una propuesta clara sobre qué es aquello que está involucrado esencialmente en la creencia en la necesidad (lógica). Sólo así podría establecerse que eso que hacemos cuando creemos en la necesidad lógica es, contra el nihilista modal, algo indispensable para nosotros.6 Así pues, McFetridge comienza su discusión con la siguiente propuesta sobre la creencia en la necesidad lógica, restringida, en particular, al caso que a McFetridge le parece más importante en la lógica, el de creer que una regla de inferencia preserva necesariamente la verdad:

Por tanto, deseo sugerir que tratemos como la manifestación de la creencia de que un modo de inferencia preserva necesariamente la verdad, la disposición para emplear ese modo de inferencia al razonar desde absolutamente cualquier conjunto de suposiciones. Tal disposición evidencia la creencia de que, sin importar qué otra cosa fuera el caso, las inferencias preservarían la verdad. (McFetridge 1990, 153)7

La idea de McFetridge es, entonces, que tal condición de manifestación de la creencia en la necesidad es el rasgo esencial distintivo de ésta, pues permite distinguir adecuadamente entre la manera en que tratamos aquellos principios lógicos que son necesarios absolutamente, y la manera en que tratamos otros principios o modos de inferencia, tales como las leyes de la naturaleza, que no lo son. En efecto, tanto McFetridge (1990) como Hale (1999), quien defiende la propuesta de McFetridge, asumen que típicamente se considera que las leyes de la naturaleza no se sostienen bajo cualquier suposición que estamos dispuestos a aceptar. Por ejemplo, aunque es una ley de la naturaleza que nada viaja más allá de la velocidad de la luz, bien podemos intentar razonar partiendo de la suposición, perfectamente coherente, de que las leyes de la naturaleza podrían haber sido diferentes y permitir que hubiera partículas que viajaran a una velocidad superior a la de la luz, y, en ese caso, ya no estaríamos dispuestos a aplicar la mencionada ley de la naturaleza como principio de inferencia. Sin embargo, y he aquí el punto de contraste, según Hale y McFetridge, no hay ninguna suposición bajo la cual no estaríamos también dispuestos a usar una regla lógica como modo de inferencia válido. Así, el punto de partida central del argumento de McFetridge es la identificación de la siguiente condición de manifestación de la creencia en la necesidad lógica, la cual, parece asumirse en el argumento, es una condición suficiente (y necesaria) para creer propiamente, o con justificación, que una regla de inferencia preserva necesariamente la verdad:

(D) X cree que R preserva necesariamente la verdad, si y sólo si, para toda suposición s, X está dispuesto a usar R al razonar desde s.

La propuesta de McFetridge, como tal, necesita evidentemente de varias aclaraciones y suplementaciones para ser viable. A continuación propongo tres suplementaciones a esta propuesta.8

En primer lugar, debemos observar que la propuesta de McFetridge, aunque ni él ni Hale lo hayan planeado así explícitamente, puede extenderse para cubrir no sólo el caso de la creencia sobre la necesaria preservación de la verdad por parte de una regla de inferencia, sino también el caso más amplio de creer en la necesidad de cualquier proposición dada. Una extensión natural podría ser la siguiente:

(D1) X cree que P es necesaria, si y sólo si, para toda suposición s, X está dispuesto a añadir P como premisa al razonar desde s.

La idea es que, así como a las reglas que preservan necesariamente la verdad se les toma como disponibles para usarse bajo el conjunto universal de suposiciones, a las proposiciones que se consideran como necesarias se les toma como premisas disponibles bajo el conjunto universal de suposiciones. De hecho, (D1) podría verse como la versión más general de la idea de McFetridge, pues, como Hale (1999) ha apuntado, la creencia en la necesidad aplicada a reglas puede verse como un caso particular de la creencia en la necesidad de una proposición. Para cualquier regla R que deriva conclusiones de tipo C al razonar desde premisas de tipo P, la creencia de que R preserva necesariamente la verdad puede tomarse como equivalente a la creencia de que el condicional (P → C) es necesario.

En segundo lugar, es preciso distinguir, al menos, entre dos tipos de suposiciones que pueden hacerse en contextos inferenciales. Por un lado, tenemos lo que podría llamarse "suposición actual", suposición-A, y por otro "suposición contrafáctica", suposición-C. El término "suposición" es ambiguo entre acto y contenido, en este trabajo debe entenderse que el término refiere al acto. De acuerdo con esto, la suposición-A es el acto inferencial de suponer-como-actual (como de hecho siendo el caso) que P, mientras que la suposición-C es el acto inferencial de suponer-como-contrafáctico que P. La distinción se manifiesta en muchos lenguajes naturales a través de ciertos rasgos sintácticos de las oraciones que son el contenido de la suposición. Así, la suposición-A se ve manifestada mediante el uso del modo indicativo y el uso de los tiempos pasado, presente y futuro (no-condicionales). Por ejemplo, todas las siguientes suposiciones serían casos de suposiciones-A: supongamos que Frege era un robot; supongamos que Elvis está todavía vivo; supongamos que se descubrirá la fuente de la eterna juventud. En todos estos casos, el uso de suposición-A puede señalarse explícitamente mediante el empleo del término "de hecho": supongamos que, de hecho, Frege era un robot; supongamos que, de hecho, Elvis está todavía vivo, etc. Por su parte, la suposición-C es señalada principalmente por el uso del modo subjuntivo (y por tiempos condicionales). Así, las siguientes suposiciones serían casos de suposición-C: supongamos que Frege hubiera sido un robot; supongamos que Elvis estuviera todavía vivo; supongamos que fuera a descubrirse la fuente de la eterna juventud. De nuevo, el uso de suposición-C puede ser explícitamente indicado mediante el contraste con lo que parece ser una suposición-A: supongamos que Frege hubiera sido un robot, aunque, de hecho, no lo era; sea o no que Elvis esté todavía vivo, supongamos que estuviera todavía vivo; supongamos que fuera a descubrirse la fuente de la eterna juventud, aunque, de hecho, las leyes de la naturaleza existentes lo impiden.9

Algo que puede contribuir a esclarecer un poco más la distinción es el contraste entre los diferentes propósitos inferenciales para los que se pueden emplear estas dos suposiciones. Al hacer una suposición-A de que P hacemos abstracción de qué es aquello que creemos con respecto al mundo, si es un mundo en el que P o es un mundo en el que no-P. Sea que creamos que P, que creamos que no-P o que seamos agnósticos sobre P, parece que podemos al menos comenzar a suponer que P es de hecho el caso, con el fin de establecer cómo son de hecho las cosas, dado que el mundo actual, el mundo que de hecho existe, es un mundo en el que P. Así, por ejemplo, una suposición-A es aquella en la que, dejando de lado nuestra creencia sobre si Oswald, de hecho, mató o no a Kennedy, suponemos que, de hecho, Oswald no mató a Kennedy. Podríamos realizar este tipo de suposición-A, por ejemplo, por dos razones. En primer lugar, podríamos hacer la suposición-A de que Oswald no mató a Kennedy con el fin de, razonando por reductio, confirmar que Oswald de hecho mató a Kennedy. O podríamos realizar tal suposición-A con el fin de intentar descubrir evidencias de que, de hecho, alguien más mató a Kennedy. Por su parte, la suposición-C se da, como he explicado, generalmente dentro del contexto de alguna suposición-A y, frecuentemente, en contraste con ésta. Por ejemplo, podemos A-suponer que, de hecho, Oswald mató a Kennedy, pero C-suponer que Oswald no hubiera matado a Kennedy. Esto puede hacerse con el fin de establecer qué hubiera pasado en tal caso, por ejemplo, que Lyndon Baines Johnson no habría sido presidente de los Estados Unidos, pero no, al parecer, con el fin de establecer algo sobre el mundo que de hecho existe, por ejemplo, que Lyndon Baines Johnson no fue, de hecho, presidente de los Estados Unidos.

Esta distinción es crucial para entender y evaluar la propuesta de McFetridge, pues él sólo habla indistintamente de "suposiciones". En este punto, la distinción permite aclarar que el dominio del cuantificador universal en (D1) debe consistir primariamente de suposiciones-C y no sólo de suposiciones-A (aunque se le debe asignar también un rol distinto a la suposición-A), si es que la propuesta de McFetridge puede aspirar a ofrecer una condición necesaria y suficiente para la creencia en la necesidad absoluta como tal. El caso que establece que (D1) no ofrece una condición necesaria para la creencia en la necesidad absoluta es el caso de la necesidad a posteriori (Kripke 1980). Sea o no que los argumentos a favor de la existencia de la necesidad absoluta a posteriori sean decisivos, una explicación de la creencia en la necesidad absoluta debería poder acomodar, para ser neutral, el caso de la creencia en la necesidad absoluta a posteriori. Sin embargo, es claro que (D1) no puede acomodar, por ejemplo, el caso de la creencia en la necesidad a posteriori de que el agua es H2O. En efecto, parece que incluso un kripkeano tiene que aceptar que hay tanto suposiciones-A como suposiciones-C bajo las cuales no estaría dispuesto a añadir como premisa que el agua es H2O. Por ejemplo, bajo la suposición-A de que resulta que el agua es de hecho XYZ, o incluso bajo la suposición-C de que el agua hubiera sido XYZ. Para explicar adecuadamente la sensibilidad kripkeana es necesario asignar a la suposición-C y a la suposición-A roles distintos dentro de (D1). El kripkeano estará dispuesto a añadir la proposición de que el agua es H2O como premisa al razonar bajo cualquier suposición-C sólo bajo el contexto de la suposición-A de que el agua es, de hecho, H2O. En efecto, pues si el kripkeano hiciera más bien la suposición-A de que el agua es, de hecho, XYZ, entonces bajo esta suposición ya no estaría dispuesto a añadir como premisa al razonar bajo cualquier suposición-C la proposición de que el agua es H2O. La idea es, pues, que el compromiso con la necesidad de que el agua es H2O sólo puede ser asumida bajo la suposición-A de que el agua es, de hecho, H2O.10 Sin embargo, además de estos dos roles para la suposición-A y la suposición-C, es necesario asignar un rol a la creencia no-modal de que P. En efecto, el compromiso del Kripkeano con la necesidad de la constitución química del agua es condicional: bajo la suposición-A de que el agua tiene de hecho tal constitución, cualquiera que ésta sea (H2O o XYZ), él se comprometerá con la necesidad de que el agua tiene esa composición. Así, para ir más allá de la creencia condicional en la necesidad se requiere añadir a (D1) la creencia no-modal de que el agua es H2O. El kripkeano cree que es necesario que el agua es H2O porque cree que el agua es H2O y, bajo la suposición-A de que el agua es H2O, está dispuesto a añadir la proposición de que el agua es H2O al razonar desde cualquier suposición-C.

Por otra parte, la distinción entre suposiciones-A y suposiciones-C sirve también para mostrar que (D1) no puede ofrecer una condición suficiente para la creencia en la necesidad absoluta a menos que se especifique apropiadamente qué tipo de suposiciones están en el dominio del cuantificador universal en (D1). Mi propuesta es que dentro de este dominio deben estar primariamente suposiciones-C, y no sólo suposiciones-A. La razón es, simplemente, que tener la disposición de emplear una regla R, o más generalmente, de añadir como premisa una proposición P bajo cualquier suposición-A, no es una condición suficiente para la creencia en la necesidad. El caso que establece esto es el llamado "contingente a priori" (Kripke 1980), el cual surge, principalmente, al fijar la referencia de ciertos términos. Por ejemplo, la referencia de "metro" se fijó con ayuda del metro patrón M, una cierta barra de metal, pues se estableció que 1 metro equivale a la longitud que, de hecho, tiene M. Una tesis central de Kripke es que es posible averiguar a priori que M mide 1 metro, pues no necesitamos examinar la longitud de M para verificar esto, ya que sabemos que algo mide 1 metro cuando tiene la longitud que de hecho tiene M, cualquiera que ésta sea. Sin embargo, es contingente que M mida un metro, pues bien hubiera podido ser que M hubiera tenido una longitud distinta de la que de hecho tiene. Ahora bien, una manera de explicar esto a la luz de (D1), y de la distinción entre suposiciones A y C, es que creemos a priori que M mide 1 metro porque estamos dispuestos a añadir que M mide 1 metro al razonar desde cualquier suposición-A. Sin importar qué altura supongamos que de hecho M tiene, estamos dispuestos a añadir a esa suposición que M mide 1 metro. Sin embargo, no creemos que sea necesario que M mide 1 metro precisamente porque hay algunas suposiciones-C bajo las cuales no estamos dispuestos a añadir que M mide 1 metro; por ejemplo, bajo la suposición-C enteramente plausible de que M hubiera tenido el doble de longitud de la que de hecho tiene. Por ello, nuestro compromiso con la necesidad de P se genera sólo si estamos dispuestos a añadir P al razonar desde cualquier suposición-C.

Así, con base en estas consideraciones se puede proponer una versión más adecuada de la condición de manifestación de McFetridge que tenga aplicación para la creencia en la necesidad absoluta como tal; la cual permitiría abarcar tanto los casos de creencia en la necesidad a priori como los de creencia en la necesidad a posteriori, y al mismo tiempo permitiría excluir a los casos de creencia en lo contingente a priori:

(D2) X cree que P es necesaria, si y sólo si, X cree que P, y para toda suposición-C s, X, bajo la suposición-A de que P, está dispuesto a añadir P como premisa al razonar desde s.

En lo que sigue, cuando no sea absolutamente esencial realizar la distinción entre suposiciones-A y suposiciones-C no la haré, y sólo hablaré en general de suposiciones (para facilitar la exposición). La forma general del argumento de McFetridge puede entenderse inicialmente sin la distinción, pero tal distinción será crucial para evaluar el argumento, y a ella volveremos en la Sec. 4.

En tercer lugar, es claro que podemos suponer que cualquier proposición es el caso, de otra manera sería difícil ver como funcionaría el razonamiento por reductio en el reino de lo a priori. Así, la propuesta de McFetridge, aún modificada como en (D2), podría parecer obviamente inadecuada, pues, bajo la suposición-C de que P & no-P, ¿podríamos estar dispuestos a emplear el principio de no-contradicción PNC (que no-(P & no-P)) para razonar desde esta suposición? La respuesta parece negativa. Así, parece que ni siquiera el lógico clásico podría formar propiamente la creencia de que PNC preserva necesariamente la verdad, si aceptamos la propuesta de McFetridge. Sin embargo, es necesario advertir que la noción clave detrás de la idea de McFetridge debe ser no la de simplemente suponer un contenido en cualquier contexto argumentativo, sino la de ser capaz de sostener una suposición S con el objeto de razonar a partir de S con miras a establecer lo que es verdadero. Para ser capaz de sostener una suposición S es necesario razonar a partir de S siguiendo las normas básicas que permiten razonar a partir de suposiciones. Una norma crucial al razonar desde una suposición S sería, propongo, el evitar la explosión, es decir, el evitar que toda proposición sea verdadera desde S. Así, X no es capaz de sostener la suposición S si considera que toda proposición es verdadera desde S. De este modo, el lógico clásico no es capaz de sostener la suposición-C de que P & no-P, pues esa suposición es eminentemente explosiva para él, ya que considera que de ella se sigue cualquier cosa. Así, si la propuesta de McFetridge se suplementa de esta manera, es claro que, de acuerdo con ésta, el lógico clásico cree que es necesario que no-(P & no-P), pues que no-(P & no-P) es una premisa que él está dispuesto a añadir al razonar desde cualquier suposición-C que él es capaz de sostener. Esta limitación a suposiciones que uno es capaz de sostener es, entonces, importante, y debe introducirse de la siguiente manera:

(D2)* X cree que P es necesaria, si y sólo si, X cree que P, y para toda suposición-C s, tal que X es capaz de sostener la suposición-A de que P y es capaz de sostener la suposición-C de que s, X está dispuesto a añadir P como premisa al razonar desde s.

Aunque (D2)* es, considero, la versión más promisoria y general de la condición de manifestación de la creencia en la necesidad absoluta de McFetridge, en la exposición y discusión inicial del argumento de McFetridge (en las Sec. 3, 4.1 y 4.2) voy a utilizar la formulación (D), únicamente con el fin de facilitar la exposición. Pues, el argumento de McFetridge se puede entender tolerablemente bien, al menos de manera inicial, apelando sólo a (D). Sin embargo, para entender más a fondo el argumento y evaluar, en particular, la solidez del segundo cuerno del dilema que presenta, será necesario leer el argumento a la luz de (D2)*, en particular, a la luz de la distinción entre suposición-A y suposición-C, lo cual haremos en la Sec. 4.3.

 

3. El argumento de McFetridge

El argumento de McFetridge comienza a partir de la identificación de la condición (D) como una condición de manifestación de la creencia en la necesidad lógica (la cual se asume como una condición necesaria y suficiente de tal creencia):

(D) X cree que R preserva necesariamente la verdad, si y sólo si, para toda suposición s, X está dispuesto a emplear R al razonar desde s.

El siguiente paso del argumento consiste en sostener que la disposición presentada en (D) "evidencia" la creencia en la siguiente tesis (C). La idea de McFetridge es, probablemente, que X tiene la disposición enunciada en (D), si y sólo si, X cree que (C):

(C) ∃R [∀s (R preserva la verdad al razonar desde s)]

Ahora bien, McFetridge no argumenta explícitamente este punto, pero parece pensar que (C) nos dice exactamente en qué consiste el contenido de la creencia de que al menos algunas reglas preservan necesariamente la verdad. Esto es, creer que (C) es precisamente creer que (N), y por ende, creer que (C) es una condición suficiente (y necesaria) para creer que (N):

(N) ∃R ⅀(R preserva la verdad)

Así, si el argumento logra mostrar que es necesario creer que (C), entonces habrá conseguido su objetivo, pues habrá mostrado que es necesario creer en la necesidad, es decir, creer que (N).

La estrategia que sigue el argumento de McFetridge en este punto es ofrecer una refutación de la negación de (C). Esto es, una refutación de la siguiente tesis del nihilista modal:

(E) ∀R [∃s (R falla en preservar la verdad bajo s)]

El punto crucial del argumento de McFetridge, es que, según éste, la creencia en (E) sufre de un dilema fatal. El nihilista que sostiene (E), o bien,

(a) identifica y enuncia, para alguna R que el creyente cree necesaria, alguna s bajo la cual R no preserva la verdad,

o,

(b) sostiene que, aunque para toda R hay tal s, no va a identificarla ni a enunciarla.

Según McFetridge, el cuerno (a) es fatal para el nihilista porque quien abraza (a) automáticamente hace que su tesis (E) sea falsa. Si, para alguna R que el creyente cree necesaria, el nihilista identifica y formula una suposición s* bajo la cual R no preserva la verdad, entonces podemos formular una nueva regla R*, "aplica R bajo la suposición de que no-s*", la cual sería un contraejemplo a (E), pues sería un caso de una regla que preservaría necesariamente la verdad.11

Pero el segundo cuerno del dilema (b) también es, según McFetridge, letal en contra de la posición nihilista. La razón aquí es que la aceptación conjunta de (E) y (b) haría imposible que el nihilista razonara bajo suposiciones: "seríamos incapaces de razonar en absoluto desde suposiciones" (1990, 154). McFetridge argumenta a favor de esta conclusión de la siguiente manera, sosteniendo que (E) y (b) generan un regreso fatal:

(i) Para cualquier regla R y para cualquier suposición s, para estar justificados en usar R para razonar desde s debemos determinar si es que podemos confiar en R al razonar desde s. (Sup.)

(ii) Para determinar la confiabilidad de R bajo s debemos determinar si es que R preservaría la verdad, si fuera el caso que s. (Sup.).

(iii) Así, para determinar si R es confiable bajo s debemos hacer algún razonamiento desde s. (De (i) y (ii))

(iv) O bien (a) usamos R para realizar este razonamiento o (β) usamos una regla diferente R*. (Sup.)

(v) (α) falla, pues R no puede ser usada dado que su confiabilidad está en disputa. (Sup.)

(vi) Pero (β) falla también, pues, para estar justificado en usar R* para razonar desde s debemos determinar si R* es confiable para razonar desde s. No obstante, eso requeriría determinar si R* preservaría la verdad, si s fuera el caso, lo cual requeriría algún razonamiento desde s y alguna regla para realizarlo. Y así sucesivamente. (De (i), (ii) y (iv).)12

De acuerdo con McFetridge, esto consigue la deseada refutación de (E) y (b), y muestra que (C) debe ser aceptada, y por ende, que debemos creer que algunas reglas de inferencia preservan necesariamente la verdad, (N). Pues, (a) y (b) son las únicas opciones que el nihilista tiene para sostener (E). Pero (a) lo compromete con negar (E) y (b) hace que el nihilista sea incapaz de razonar justificadamente bajo suposiciones, lo cual, se supone, es una desventaja fatal.

 

4. Evaluación del argumento

El argumento de McFetridge es muy ingenioso, pero da lugar a varias dudas. La discusión se ha centrado exclusivamente en el cuerno (b), que parece ser, en efecto, el más interesante. En primer lugar voy a exponer brevemente la objeción de Ahmed (2000), quien sigue una ruta distinta a la mía para cuestionar la solidez del dilema del argumento. No obstante, explico por qué me parece que la respuesta que Hale (2000) da a Ahmed es satisfactoria. Posteriormente voy a discutir con más detalle (4.2) la objeción del agnóstico, introducida por Hale (1999), según la cual el dilema de McFetridge tiene una importante limitación. Voy a argumentar que el dilema no tiene realmente tal limitación. Sin embargo, a pesar de que el argumento de McFetridge no tiene ninguno de los problemas señalados por Ahmed y Hale, en (4.3) voy a presentar una objeción distinta al argumento, según la cual, el cuerno (b) no es sólido y, por ende, el argumento no lo es tampoco.

(4.1) La objeción de Ahmed

Como mencioné en la introducción, Hale (1999) presenta una objeción (con respuesta incluida) al argumento de McFetridge que no voy a discutir aquí, pues la respuesta de Hale me parece satisfactoria. Ahmed (2000) propone otra objeción al argumento en su réplica a Hale (1999). Aunque creo que Hale (2000) responde adecuadamente a la objeción de Ahmed, será útil revisar esta última para entender mejor el argumento de McFetridge.

Ahmed sostiene que el argumento falla porque el cuerno (b) del dilema no es sólido. Según Ahmed, el regreso al infinito que (b) argumenta, si se presenta, se presenta para todos y no sólo para el nihilista modal que sostiene (E). Es decir, nada en el argumento de (b) permite pensar que el problema que éste detecta es específico del nihilista. Pues, parece que todos tenemos que determinar, al razonar justificadamente desde una suposición s mediante una regla R, que s es confiable bajo s (es decir (i)). Pero, ¿cómo podríamos evitar entonces el regreso? ¿Qué regla podríamos usar para efectuar este razonamiento desde s?

Hale (2000) responde a esta objeción de Ahmed. Según Hale, el regreso se presenta sólo para el nihilista, y no para el creyente sobre la necesidad, porque este último puede, a diferencia del primero, rechazar legítimamente la premisa (ii). La razón es que el creyente, para determinar si R es confiable para razonar desde s1, no tiene que determinar mediante un razonamiento si R preservaría la verdad si fuera el caso que s1, pues de hecho cree justificadamente que R preserva la verdad desde cualquier s y, a fortiori, desde s1. ¿Cómo es que el creyente llega a tener tal creencia justificada? Ésta es una buena pregunta, pero responderla en detalle está fuera del alcance de este trabajo. El punto crucial de la defensa de Hale, sin embargo, parece bueno. La idea detrás de la respuesta de Hale parece ser que aquel que cree justificadamente que R preserva necesariamente la verdad, es decir, que R preserva la verdad al razonar desde cualquier suposición, no llega a esta creencia por inducción. Es decir, no llega a esta creencia universal a partir del examen de casos particulares de suposiciones. Si así fuera, el dilema sería fatal entonces para el creyente también. Más bien, la justificación de la creencia de que R preserva la verdad bajo cualquier suposición debe ser obtenida directamente a partir del examen de la forma lógica que R representa y de los conceptos involucrados. Así pues, la creencia justificada en la necesidad de R que tiene el creyente no es propiamente producto de un proceso inferencial a partir de suposiciones particulares y, por ende, éste puede determinar la confiabilidad de R bajo cualquier suposición s sin ningún razonamiento desde s. Es decir, el creyente puede legítimamente rechazar la premisa (ii) del cuerno (b), como sostiene Hale, y evitar el regreso. Dado que el nihilista no puede evitar el regreso de la misma forma, el cuerno (b) es sólo fatal para él, concluye, acertadamente, Hale.

(4.2) Agnosticismo vs. escepticismo modal

Hale (1999) presenta otra objeción al argumento de McFetridge, pero esta vez la respuesta que él da a esta objeción me parece insatisfactoria. Por ello voy a examinar en esta sección esta objeción.

Como hemos visto, el argumento de McFetridge a favor de la necesidad de creer en la necesidad lógica sigue la estrategia de refutar la posición nihilista que rechaza que haya necesidad lógica, es decir, la posición nihilista escéptica. Por esta razón, Hale (1999, 30) sostiene que el argumento parece tener una limitación potencialmente seria, pues parecería fracasar en mostrar que la posición de todo nihilista modal es insostenible y, por ende, fallaría en mostrar que debemos creer en la necesidad lógica. En efecto, según Hale, el argumento no parece atacar una posición intermedia, que Hale denomina "agnosticismo", entre la creencia en la necesidad y la negación de la necesidad. Ésta es la posición que en este trabajo he llamado "nihilismo agnóstico modal". El nihilista agnóstico sería alguien que no cree en la necesidad lógica, esto es, no acepta (C), pero tampoco niega que haya necesidad lógica, esto es, no acepta tampoco la tesis nihilista escéptica (E), refutada por el argumento de McFetridge. Sin comprometerse con ninguno de estos extremos, el agnóstico simplemente asume una posición neutral que, según Hale, si fuera coherente, sería invulnerable frente al argumento de McFetridge y reduciría grandemente su impacto.

Hale intenta remediar esta aparente limitación del argumento, poniendo en cuestión, brevemente, la coherencia del agnosticismo modal. Según Hale, el agnosticismo modal puede tomar dos formas principales: (v) una puede derivarse de la indecisión sobre si rechazar o creer en la necesidad lógica y (w) la otra puede originarse en una sospecha sobre la inteligibilidad de las nociones modales. Contra (v) Hale argumenta simplemente que la refutación de (E) debería eliminar la indecisión del agnóstico. Con respecto a (w), Hale reconoce que una respuesta completa a este tipo de agnosticismo requeriría mucho más de lo que es capaz de hacer en este contexto, por lo cual intenta solamente esbozar una estrategia inicial para hacer frente al agnóstico. La estrategia consiste en cuestionar la credibilidad de la afirmación del agnóstico de que las nociones modales son ininteligibles, pues, como Hale sostiene, casi todos parecemos entender suficientemente las oraciones modales. Frente a este hecho, Hale sostiene, el agnóstico tendría que hacer mucho más para convencernos de que este aparente entendimiento es ilusorio.

Me parece que las respuestas de Hale a (v) y (w) son, en general, efectivas.13 Sin embargo, puede ser que estas opciones no agoten todas las formas relevantes que el nihilismo agnóstico sobre la necesidad puede tomar. En particular, hay una forma de nihilismo agnóstico especialmente importante en este contexto, diferente de (v) y (w). Este tipo de agnóstico, que podría considerarse que emerge de la obra de Quine y Wright,14 cuestiona nuestro involucramiento con el juicio modal con base en su falta de aparente función o rol en nuestro pensamiento teórico o práctico. Este tipo de agnóstico ni afirmaría que hay necesidades ni negaría que las hay, sino que cuestionaría la función misma de juzgar modalmente. Como este tipo de agnóstico considera que entiende perfectamente las oraciones modales, y sólo cuestiona más bien la motivación para practicar el juicio modal, no se ajusta a la forma (w). Y como su posición no resulta tampoco de una mera indecisión, tampoco se ajusta a la forma (v). Así, las críticas de Hale a (v) y (w) no lo tocan. Por ende, si esta posición nihilista agnóstica fuera coherente, parecería limitar seriamente el alcance del argumento de McFetridge.

Sin embargo, me parece que el argumento de McFetridge no tiene la limitación señalada por Hale, pues éste es ya suficiente para atacar a todos los tipos de nihilismo sobre la necesidad, en particular, al nihilismo agnóstico cauteloso basado en la función del juicio modal. Si suponemos que el dilema presentado por el argumento de McFetridge es sólido, y muestra que el nihilismo escéptico es insostenible, entonces también es fatal en contra del nihilismo agnóstico. En efecto, el argumento de McFetridge mostraría no sólo que si niegas que hay reglas de inferencia que necesariamente preservan la verdad, terminarás siendo incapaz de razonar justificadamente a partir de suposiciones (debido al regreso al infinito discutido), sino una conclusión más fuerte: que esta aparente fatal consecuencia se produciría si es que (por cualquier razón, por rechazo o agnosticismo) no crees, de hecho, que hay tales reglas. Pues, según el argumento de McFetridge (y como vimos en (4.1)), parece que la única manera de detener el regreso, y de esta manera ser capaz de estar justificado en usar una regla de inferencia para razonar desde una suposición dada s*, es el creer justificadamente que hay al menos una regla de inferencia R que preserva la verdad al razonar desde cualquier suposición s, ya que es sólo en ese caso que no tenemos que asegurarnos de la confiabilidad de R bajo s* mediante la realización de un razonamiento bajo s*, que es lo que desata el regreso. Ahora bien, razonar justificadamente desde suposiciones parece ser, supone el argumento, esencial para una vida práctica y teórica efectiva. Si esto es correcto, puede considerarse entonces que el argumento de McFetridge ataca especial y directamente al tercer tipo de nihilista agnóstico y, en general, a cualquier tipo de nihilista agnóstico sobre la necesidad, sin importar sus motivaciones, pues el argumento, si es sólido, muestra no sólo que el rechazo nihilista de la creencia en necesidad (E) es incoherente, sino también que la abstención nihilista neutral por agnosticismo, aunque quizás no estrictamente incoherente, es una posición insostenible a causa de las consecuencias desastrosas que traería a nuestra vida teórica y práctica.15 Por esta razón, creo que el argumento de McFetridge a favor de la necesidad de la creencia en la necesidad no sufre de la limitación identificada por Hale: si es bueno, es bueno contra cualquier tipo de nihilismo modal.

(4.3) El argumento de McFetridge bloqueado: nihilismo sobre la necesidad y sobre la suposición contrafáctica.

Así pues, el argumento de McFetridge a favor de la necesidad de la creencia en la necesidad lógica no sufre de las dificultades señaladas por Ahmed (2000) y Hale (1999). Sin embargo, creo que, como mostraré a continuación, el argumento presenta una limitación muy importante, específicamente en cuanto al cuerno (b) del dilema (el cual es el cuerno más interesante), la cual debe restringir su impacto. Es decir, el dilema de McFetridge no es sólido, aunque concedo que el cuerno (a) puede ser efectivo, el cuerno (b) no es inescapable.

El problema que McFetridge presenta a través del cuerno (b) de su dilema es que alguien que niega que haya reglas que preserven la verdad al razonar bajo toda suposición terminará siendo incapaz de razonar justificadamente bajo suposiciones. La razón de esta consecuente incapacidad es que, a menos que un sujeto X acepte que hay al menos una regla R que preserva la verdad al razonar bajo absolutamente todas las suposiciones que X admite, X se verá envuelto en un regreso al infinito al intentar razonar justificadamente desde cualquier suposición s1. Pues, para intentar razonar justificadamente desde s1 usando una regla R será necesario que determine si R al razonar desde s1 es confiable, es decir, si R preserva la verdad al razonar desde s1. Pero, para determinar esto no puede usar R misma, pues su confiablidad bajo s1 está sub judice. Ni puede usar otra regla R* sin tener que cumplir con el mismo requisito de determinar si R* es confiable al razonar desde s1, lo cual desata el regreso al infinito. Así, el regreso sólo puede ser detenido si X cree que R (o R*) preserva la verdad al razonar desde cualquier suposición s y, a fortiori, desde s1, pues de esta manera no se tiene que determinar la confiabilidad de R bajo s1 mediante algún razonamiento, que es lo que genera el regreso. Y dicha creencia, McFetridge argumenta, es equivalente a la creencia de que R (o R*) preserva necesariamente la verdad.

Es preciso advertir que el argumento de McFetridge a través del cuerno (b) es una especie de argumento trascendental a favor de la creencia en la necesidad. Los argumentos trascendentales son argumentos que intentan refutar posiciones escépticas sobre alguna cuestión en particular, por ejemplo, sobre la existencia del mundo externo. Los argumentos trascendentales se basan, en general, en dos premisas para intentar refutar la posición escéptica relevante, digamos escepticismo sobre B. La primer premisa (o conjunto de premisas, pues puede ser más de una) es una "premisa de incontrovertibilidad", la cual pretende establecer un punto de partida A que se presume que el escéptico sobre B acepta; una tesis que señala, generalmente, una actividad o práctica que todos (incluido el escéptico) de hecho realizamos o debemos realizar. La segunda premisa es la premisa propiamente trascendental, la cual sostiene que B es una condición necesaria para la posibilidad de A. De esta manera, el argumento intenta mostrar que el escéptico tiene que aceptar B para que A sea posible. Un ejemplo de este tipo de argumentos trascendentales es el argumento de inspiración kantiana de Strawson (1966, 97-112) en contra del escéptico sobre la existencia de objetos externos (independientes del sujeto). En términos muy resumidos, la premisa de incontrovertibilidad en este argumento es una premisa que apela al hecho de que todo sujeto es auto-consciente. La premisa trascendental del argumento sostiene, por su parte, que la existencia de objetos externos es condición necesaria de la posibilidad de la auto-consciencia. El argumento concluye, así, con base en estas dos premisas la existencia de objetos externos.

Que el argumento del cuerno (b) del dilema de McFetridge puede concebirse apropiadamente como un argumento trascendental puede apreciarse a partir de la siguiente reconstrucción:

1. Premisa de Incontrovertibilidad: Todos realizamos (o debemos realizar) razonamientos confiables a partir de suposiciones.

2. Premisa Trascendental: Para que sea posible realizar razonamientos confiables a partir de suposiciones es necesario que creamos que al menos algunas reglas lógicas preservan la verdad al razonar bajo cualquier suposición.

3. Conclusión: Es necesario creer que al menos algunas reglas lógicas preservan la verdad al razonar bajo cualquier suposición.

Y, por supuesto, McFetridge piensa que la conclusión del argumento equivale a la tesis de que es necesario creer que al menos algunas reglas lógicas preservan necesariamente la verdad, en virtud de su propuesta sobre en qué consiste creer en la necesidad de una regla.

Ahora bien, como frente a todo argumento trascendental, el escéptico o nihilista modal parece tener dos opciones principales para resistir este argumento: rechazar la premisa de incontrovertibilidad o rechazar la premisa trascendental.16 A primera vista ninguna de estas dos opciones parece muy plausible para el nihilista modal. Rechazar la premisa trascendental 2, como hemos visto, no parece una opción viable pues parece que el creer que alguna regla R preserva la verdad al razonar desde cualquier suposición es una condición necesaria para la posibilidad del razonamiento confiable a partir de suposiciones (pues es lo único que evita el regreso introducido por (b)). Y rechazar la premisa de incontrovertibilidad 1 tampoco parece viable, pues razonar desde suposiciones parece ser en efecto una actividad esencial para nuestra vida teórica y práctica. Sin embargo, me parece que hay una opción viable no advertida para el nihilista modal, la cual consiste en aceptar una versión de las premisas 1 y 2 (y de la conclusión 3) que es compatible con el nihilismo modal, al tiempo que se rechaza la versión de las premisas 1 y 2 que se requiere para aceptar que debemos creer que algunas reglas son necesarias. En otras palabras, el nihilista modal puede legítimamente escapar de ser refutado al aceptar una versión más débil del argumento trascendental de McFetridge que no es suficiente para sostener que debemos creer que algunas reglas preservan necesariamente la verdad.

Como hemos visto, la premisa de incontrovertibilidad apela al razonamiento (confiable) a partir de suposiciones, a que realizamos este tipo de razonamientos y que, de hecho, es indispensable realizarlo en nuestra vida práctica o teórica. Sin embargo, ¿de qué tipo de suposiciones estamos hablando? En este punto debemos recordar la discusión de la Sec. 2 sobre dos tipos de suposiciones. Aunque esta distinción no es notada en la literatura sobre el argumento, hay una distinción natural entre suposiciones actuales, suposiciones-A, y suposiciones contrafácticas, suposiciones-C. Es decir, entre la suposición-como-actual (como siendo de hecho el caso) que P y la suposición-como-contrafáctica que P. O, de otro modo, entre la suposición de que es (o fue, o será), de hecho, el caso que P y la suposición de que hubiera sido (o fuera o habría de ser) el caso que P. El fundamento de esta distinción en este contexto, como hemos visto, es que sólo mediante ésta es posible obtener una condición de manifestación de la creencia en la necesidad absoluta que aspire a ser necesaria y suficiente, como (D2)* aspira a serlo. Pero, una vez que se introduce esta distinción, el argumento trascendental de McFetridge sólo podría funcionar de la siguiente manera. El argumento sostendría que para que un sujeto X sea capaz de razonar confiablemente bajo cualquier suposición s que X suele hacer es necesario que X acepte que hay al menos una regla R que preserva la verdad bajo absolutamente todas las suposiciones que X hace, pues sólo así X no se tiene que detener a examinar si R preserva la verdad bajo s. Es claro que, en el caso del creyente en la necesidad y del nihilista modal que McFetridge parece tener en mente, las suposiciones en cuestión serían tanto suposiciones-A como suposiciones-C. Es decir, la actividad esencial que la premisa de incontrovertibilidad asume que todos debemos realizar es la de razonar confiablemente desde suposiciones A y desde suposiciones-C, pues el argumento habla indistintamente de "suposiciones", y es claro que casi todos hacemos los dos tipos de suposiciones distinguidos.

Consecuentemente, la premisa trascendental sostendría que para realizar esto es necesario aceptar que alguna regla preserva la verdad bajo toda suposición, tanto suposición-C como suposición-A. Esto último tiene que ser así, pues, de otro modo, si en el rango de las suposiciones bajo las cuales X acepta que R preserva la verdad no se incluyen todas las suposiciones que X hace, tanto suposiciones-C como suposiciones-A, habría algunas suposiciones bajo las cuales no estaría determinado que R preserva la verdad, y, por ende, X tendría que examinar si la suposición a la que se enfrenta cuando intenta razonar confiablemente, pertenece al conjunto de suposiciones bajo el cual R es confiable o no. La conclusión del argumento, leído de esta manera, llevaría a sostener que es necesario creer que al menos alguna regla lógica preserva la verdad al razonar desde cualquier suposición (tanto suposiciones-A como suposiciones-C), lo cual, plausiblemente permitiría concluir que al menos alguna regla preserva necesariamente la verdad.

La introducción de esta distinción bastante natural entre suposiciones actuales y suposiciones contrafácticas permite aclarar así el argumento de McFetridge, pero al mismo tiempo permite mostrar que existe una vía de escape disponible para el nihilista modal. Esta vía de escape está disponible sólo para un tipo de nihilista modal que sea nihilista no sólo sobre la necesidad absoluta sino también sobre la suposición contrafáctica, al cual podríamos denominar "nihilista modal quineano" (Quine 1951, 30; 1960, 222-3). Este tipo de nihilista se negaría aceptar que hay alguna regla que preserve la verdad necesariamente, pero también se negaría a realizar en absoluto suposiciones contrafácticas, suposiciones sobre lo que hubiera sido el caso. Todas las suposiciones que el nihilista modal quineano realiza son suposiciones actuales, suposiciones sobre lo que de hecho es el caso, suposiciones sobre el mundo que, de hecho, existe. El punto crucial de mi objeción al argumento trascendental de McFetridge es que este tipo de nihilista quineano puede aceptar tanto la premisa de incontrovertibilidad como la premisa trascendental del argumento, en una versión plausible y legítima para él, sin por ello aceptar la conclusión de que debemos creer que al menos alguna regla preserva necesariamente la verdad. La premisa de incontrovertibilidad podría aceptarla el nihilista quineano aceptando que, en efecto, es una actividad esencial el razonar confiablemente bajo suposiciones, en específico, bajo suposiciones actuales. Y el nihilista quineano podría aceptar también la premisa trascendental de que es necesario para razonar confiablemente bajo suposiciones aceptar que hay alguna regla que preserva la verdad al razonar desde absolutamente toda suposición. Pues las únicas suposiciones que el nihilista quineano admite, y en las que incurre, son suposiciones actuales. Por ello, para él, la frase "toda suposición" y "toda suposición actual" resultan ser equivalentes. Si esto es así, entonces la premisa de incontrovertibilidad y la premisa trascendental del argumento de McFetridge sólo comprometen al nihilista quineano con la tesis de que hay al menos una regla que preserva la verdad al razonar bajo toda suposición actual.

Sin embargo, como vimos en la Sec. 2, este compromiso es insuficiente para generar un compromiso con la necesidad absoluta. El caso que muestra esto es el de lo contingente a priori. Por ejemplo, la creencia de que el metro patrón mide 1 metro. Pues, en este caso, la creencia es a priori precisamente porque estamos dispuestos a añadir como premisa que el metro patrón mide 1 metro al razonar desde cualquier suposición actual. Sin importar qué altura supongamos que de hecho el metro patrón tiene, estamos dispuestos a añadir a esa suposición-A que el metro patrón mide 1 metro. Pero esta disposición con respecto al rango universal de las suposiciones-A es insuficiente para generar creencia en la necesidad de que el metro patrón mida 1 metro, pues en este caso creemos precisamente que es absolutamente contingente que el metro patrón mida 1 metro, pues hay suposiciones-C al razonar bajo las cuales no estaríamos dispuestos a añadir esta proposición como premisa: en específico, bajo la suposición-C de que el metro patrón hubiera tenido una longitud mayor de la que tiene en el mundo actual (leyendo "actual" rígidamente para designar este mundo). En virtud de esta brecha entre estar dispuesto a aceptar una regla o proposición al razonar bajo cualquier suposición-A y aceptar que una regla o proposición es absolutamente necesaria, el nihilista quineano puede aceptar el argumento trascendental de McFetridge, en la única versión legítima para él, sin ser refutado. El único compromiso que el argumento parece generar para un nihilista modal quineano es con la necesidad de la creencia a priori, pero no con la necesidad de la creencia en la necesidad absoluta.17,18

De este modo, el cuestionamiento del argumento trascendental de McFetridge a favor de la necesidad de la creencia en la necesidad absoluta, por parte del nihilista modal, requiere tomar necesariamente la forma de un cuestionamiento de nuestro involucramiento en el razonamiento desde suposiciones-C, suposiciones contrafácticas. Pues, de otro modo, si el nihilista modal acepta la legitimidad de las suposiciones-A y las suposiciones-C, entonces ya no puede aceptar que hay una regla que preserva la verdad bajo todas las suposiciones que él admite, sin aceptar, ipso facto, que hay una regla que preserva necesariamente la verdad. Pero, ¿cuáles serían las bases de este escepticismo o nihilismo sobre el razonamiento desde suposiciones contrafácticas? La vía más promisoria para el nihilista modal sería la de cuestionar la función, rol o beneficio del razonamiento desde suposiciones-C, por encima, o aparte, de la que pueda tener el razonar desde suposiciones-A. Es decir, el nihilista modal sostendrá que es suficiente para llevar una vida práctica y teórica efectiva el razonar desde suposiciones-A, de manera que el razonar desde suposiciones-C no es en absoluto necesario. En primer lugar, el nihilista modal puede apelar inicialmente a algunas de las consideraciones que esbozamos en la Sec. 2 con respecto a que el razonamiento desde suposiciones-A parece tener una función clara en nuestras vidas, mientras que el razonar desde suposiciones-C no parece tenerla. En efecto, parece haber una historia clara sobre cómo el razonar desde suposiciones-A afecta nuestro pensamiento sobre el mundo. Si suponemos que Oswald, de hecho, no mató a Kennedy, quizás este razonamiento podría en varios pasos llevarnos a confirmar, por reductio, nuestra creencia de que Oswald de hecho sí mató a Kennedy, o llevarnos a descubrir que alguien más mató de hecho a Kennedy. Pero el intentar razonar a partir de la suposición-C de que Oswald no hubiera matado a Kennedy, bajo la suposición que de hecho Oswald mató a Kennedy, no parece tener una función tan clara como la que tiene el razonamiento precedente. No nos permite concluir nada, inmediatamente, sobre el mundo en que de hecho vivimos. Por ejemplo, no nos permite concluir que Lyndon Baines Johnson no fue entonces, de hecho, presidente de los Estados Unidos, sino cuando mucho que Lyndon Baines Johnson no habría sido presidente de los Estados Unidos.

En segundo lugar, se debe reconocer que muchos19 creen que el razonamiento a partir de suposiciones contrafácticas tiene ciertos beneficios prácticos en la guía de nuestra conducta que lo hacen indispensable. Por ejemplo, supongamos que alguien, Martín, viaja en autobús y pese a las recomendaciones del personal del mismo no se abrocha el cinturón de seguridad. Desafortunadamente, el autobús choca con otro y Martín sufre heridas graves al salir disparado de su asiento. Tras recuperarse Martín razona del siguiente modo: "si me hubiera abrochado el cinturón de seguridad, habría sufrido heridas menos graves en el choque". Con base en este razonamiento, Martín guía ahora su conducta futura y prudentemente nunca más ha viajado en ningún vehículo motorizado sin abrocharse el cinturón de seguridad. De este modo, el razonamiento por suposición-C parece tener un beneficio importante para la guía de la conducta: Martín viaja de manera más segura gracias a que piensa contrafácticamente de esa manera. Sin embargo, no me parece que esta línea de defensa del razonamiento a partir de suposiciones contrafácticas sea inatacable. Creo que el nihilista modal podría resistirla de la siguiente manera. El nihilista modal debería conceder, por supuesto, que si el razonamiento a partir de suposiciones-C es indispensable para la guía de nuestra conducta de la manera que se sostiene, entonces todos deberíamos en efecto realizar tal tipo de razonamiento. Sin embargo, el nihilista modal intentaría, con plausibilidad, rechazar la tesis de que este tipo de razonamiento es indispensable para ello. El nihilista modal podría argumentar que para guiar nuestra conducta del modo descrito tan sólo se requiere razonar a partir de suposiciones-A, pero no a partir de suposiciones-C. La estrategia más promisoria para el nihilista modal sería la de reinterpretar a todo razonamiento contrafáctico como una formulación retrospectiva de un razonamiento indicativo, basado en suposiciones-A, sobre el futuro. Por ejemplo, el razonamiento contrafáctico que Martín tiene tras el accidente, "si me hubiera abrochado el cinturón de seguridad, habría sufrido heridas menos graves en el choque", puede tomarse apropiadamente como la formulación retrospectiva, tras el accidente, de un razonamiento indicativo, basado en suposiciones-A, sobre el futuro: "si me abrocho el cinturón de seguridad, sufriré heridas menos graves en un choque". Y este razonamiento indicativo parece ser tan efectivo para guiar nuestra conducta como parece serlo el razonamiento contrafáctico.

Por supuesto, estas breves consideraciones no son suficientes para establecer un nihilismo modal sobre la suposición-C, es decir, un nihilismo que proponga evitar que hagamos suposiciones-C dado su escaso rol teórico o práctico. Sin embargo, al menos sí hacen mínimamente plausible a tal nihilismo y muestran que el nihilista sobre la creencia en la necesidad tiene en el rechazo de la suposición contrafáctica una vía de escape prima facie viable al argumento trascendental de McFetridge. Así, estas consideraciones cuando menos consiguen señalar la dirección que debería tomar el debate entre creyentes y nihilistas sobre la necesidad frente al cuerno (b) del dilema de McFetridge, es decir, el argumento trascendental de McFetridge (que es el principal argumento que contiene su dilema). La sugerencia es que frente al resultado del cuerno (b), la disputa nihilista vs. creyente sobre la función de la creencia en la necesidad debe moverse hacia una disputa sobre la función del razonamiento contrafáctico. El razonamiento contrafáctico debe ser, pues, el foco último del nihilismo modal.20

 

Referencias

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Notas

* Quisiera agradecer los comentarios de dos árbitros anónimos de esta revista. Además quisiera agradecer el generoso apoyo del Proyecto PAPIIT IA400412-2: Epistemología y metafísica de la modalidad, de la DGAPA (UNAM), el cual ha sido muy importante para la elaboración de este trabajo.

1 Una necesidad alética es aquella que valida la siguiente inferencia (usando el operador de necesidad '⅀'): (⅀P → P), es decir, aquella en el que el conjunto de todos los mundos donde se da P incluye al mundo actual. Una necesidad de tipo x, ⅀x, es absoluta cuando es una necesidad tan fuerte como cualquier otra, es decir, cuando para cualquier otro tipo de necesidad ⅀y: (⅀xP →⅀yP); de otra manera, no hay ningún tipo de posibilidad según la cual no-P sea posible, ningún mundo posible genuino en donde se dé no-P. A partir de ahora cuando hable de necesidad me referiré invariablemente a la necesidad absoluta y alética.

2 Esto es lo que Dummett (1959) llama el "doble problema de la necesidad".

3 El nihilismo modal escéptico ha sido defendido explícitamente por: Mortensen (1989), Nozick (2001), Yagisawa (2010, 155), Quine (1951) y es sugerido por algunas cosas que dice Priest (2005, 15-20). El nihilismo modal agnóstico no es una posición tan popular, pero puede derivarse de Quine (1969); y, principalmente, la posición del "Hombre Cauteloso" de Wright (1980, 1986 y 1989) puede ser considerada como una especie de nihilismo agnóstico.

4 Estrictamente, intenta mostrar que debemos creer que algunas reglas de inferencia preservan necesariamente la verdad, pero este resultado puede tomarse como equivalente al resultado mencionado, como muestro más adelante.

5 Aunque en la sección 4.1 sí explico brevemente la objeción de Ahmed y la respuesta de Hale, pues son importantes para entender el argumento.

6 Esta idea de McFetridge se deriva de su crítica al argumento anti-Quine de Wright (1986), el cual pretendía establecer también la necesidad de la creencia en la necesidad. El argumento de Wright falla, según McFetridge, porque no consigue identificar qué es aquello involucrado en la creencia en necesidad, y confunde por ende, la creencia a priori de que P con la creencia de que P es necesaria.

7 Todas las traducciones del inglés en este trabajo son mías.

8 Las siguientes suplementaciones a la propuesta de McFetridge están basadas en Divers y González Varela (2013) en donde se defiende con más detalle la versión modificada de la condición de McFetridge (D2)* que propongo más adelante.

9 La distinción entre suponer como actual y suponer como contrafáctico es usual en la literatura sobre bi-dimensionalismo. Cfr., por ejemplo: Chalmers (2002) y Stalnaker (2001). Sin embargo, esta distinción pretende ser usada aquí de manera neutral y mínima, sin adquirir un compromiso con algunas tesis características del bi-dimensionalismo (ni con su negación), como que la distinción debe ser explicada en términos del contenido semántico de las oraciones, o que la distinción señala dos tipos de contenido (intensión primara vs. intensión secundaria) y dos tipos correspondientes de posibilidad. La distinción, como se usa en este trabajo, pretende ser sólo una distinción entre actos inferenciales, distinción que es explicada mínimamente por criterios sintácticos.

10 Ésta es una idea que comparten tanto Kripke (1980, p. 112) como los bi-dimensionalistas Chalmers (2002) y Stalnaker (2001).

11 El escéptico podría querer defenderse protestando que el argumento asume aquí que s* es la única suposición bajo la cual falla R. Sin embargo, no se necesita tal suposición, pues, es el escéptico quien tendría que decirnos si s* es la única suposición derrotadora. Si piensa que hay otras suposiciones derrotadoras, entonces, o nos dice cuáles son éstas, en cuyo caso podríamos construir nuevas reglas semejantes a R* que incluyeran las negaciones de estas suposiciones, o, si rehúsa decirlas, se mueve entonces al segundo cuerno del dilema.

12 La reconstrucción del argumento es mía. (McFetridge 1990, 153-4).

13 Aunque con respecto a (v) es preciso señalar que puede cuestionarse que, en general, no es válido concluir que, cuando alguien no sostiene ni P ni no-P, si se muestra que P es insostenible no por eso uno es forzado a aceptar que no-P. Cuando P es: "hay exactamente 10 millones de peces en el Océano Pacífico pero yo no creo que haya exactamente 10 millones de peces en el Océano Pacífico", puede mostrarse que P es incoherente, pero no por ello alguien se ve forzado a admitir: "si hay exactamente 10 millones de peces en el Océano Pacífico, entonces yo creo que hay exactamente 10 millones de peces en el Océano Pacífico". Pero, la segunda es la negación de P en lógica clásica.

14 Véase, por ejemplo, Quine (1969, 336; 1953, 168) y, además, Divers (2007), quien enfatiza que tal preocupación con la función debería ser la preocupación central post-quineana con respecto a la necesidad (en particular la necesidad de re). Pero, especialmente, la posición del "Hombre Cauteloso" imaginado por Wright (1980, 1986 y 1989) parece ser la de un nihilista agnóstico que no cuestiona ninguna de las tesis señaladas por Hale sino que asume una posición de neutralidad entre creencia en la necesidad y negación de la creencia en la necesidad, por razones quineanas de función. Véase también Hale (1989), quien sostiene precisamente que la posición del Hombre Cauteloso es la de una especie de neutralidad filosófica entre creencia modal y negación de la creencia modal.

15 Sin duda que algo más tendrá que decírsele al agnóstico que duda de la inteligibilidad de las nociones modales, muy probablemente siguiendo la estrategia de Hale. Lo que he querido argumentar aquí es simplemente que el argumento de McFetridge ataca ya también a esta clase de agnóstico porque, si es bueno, muestra que no creer en la necesidad (sea por rechazo o por abstención) despoja a cualquiera de un beneficio aparentemente central en nuestra vida teórica y práctica.

16 Otra opción es, por supuesto, rechazar como inválida la inferencia a la conclusión 3 a partir de 1 y 2. Pero no voy a considerar esta opción, pues me parecen más interesantes (más plausibles) las respuestas que conceden la validez del argumento trascendental, pero disputan su solidez, es decir, la verdad de alguna de las premisas.

17 Así, en cierto sentido, el argumento de McFetridge no corrige suficientemente el problema que se proponía corregir en el argumento de Wright (1986), el de eliminar la brecha entre la necesidad de la creencia a priori y la necesidad de la creencia en la necesidad (véase nota 6).

18 Es digno de notar que el nihilista modal quineano que distingo aquí no tiene por qué comprometerse, como Quine, con el rechazo de lo a priori. Por ello, el resultado de la necesidad de lo a priori que tendría que aceptar frente al argumento de McFetridge no tiene por qué ser una refutación de su posición, la cual es eminentemente dirigida sólo hacia la modalidad.

19 Williamson (2007), Kment (2006), y Kroedel (2012).

20 Esta tesis es sugerida en Divers y González Varela (2013), pero sin que se muestre su relación con el argumento de McFetridge. Hay otros autores que intentan explicar la modalidad (y/o el conocimiento modal) en términos de contrafácticos, los ya citados Williamson (2007), Kment (2006) y Kroedel (2012). Ellos no señalan explícitamente la posibilidad de esta conexión entre nihilismo sobre la necesidad y nihilismo sobre contrafácticos, en vista del tipo de explicación que defienden. Probablemente es posible trasladar la sugerencia sobre esta conexión entre dos nihilismos modales al marco teórico que estos autores utilizan, con los cambios pertinentes. De ser así, la sugerencia en cuestión tiene un alcance mayor que el de la teoría particular de McFetridge sobre la creencia en la necesidad y su argumento trascendental basado en ésta.

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