INTRODUCCIÓN
El estudio de la resiliencia ha sido objeto de numerosos estudios -particularmente en niños y adolescentes-, sin embargo, a pesar del amplio interés investigativo a la fecha no se cuenta con una definición consensuada de la misma. De acuerdo con Grotberg (2006), la resiliencia es la capacidad del ser humano para hacer frente a las adversidades de la vida, aprender de ellas, superarlas e inclusive ser transformados por estas. En la actualidad se observa una evidente influencia en el estudio de la resiliencia de la perspectiva ecológica de Bonfenbrenner (1979), dado que la mayoría de los estudios reconocen su naturaleza dinámica, en el sentido que involucra la interacción entre los procesos de riesgo y protección, tanto internos como externos del individuo, que se ponen en juego para modificar los efectos de los sucesos adversos de vida; lo cual implica un conjunto de factores intrapsíquicos (internos), sociales y culturales (externos) que posibilitan al individuo interactuar en el medio, ajustarse a los cambios y demandas de diferentes eventos de manera positiva. Por tanto, la compleja transacción entre estos es lo que permite enfrentarse a las situaciones de adversidad (González-Arratia, 2011b). Para Egeland, Carlson y Sroufe (1993), cada persona tiene un potencial para la resiliencia, pero son las interacciones entre los individuos y el ambiente las que en última instancia son las responsables de que se presenten o no respuestas resilientes (Ungar, 2010).
La investigación acerca de las características resilientes de los individuos muestra suficiente evidencia de que existe una estrecha relación con la autoestima (Salami, 2011), debido a que una mejor disposición hacia sí mismo permite una mejor adaptación del individuo al medio ambiente y poseen mayor capacidad para resistir presiones y enfrentar las situaciones que se le presenten. Al respecto, estudios en muestras de adultos mexicanos confirman que una adecuada autoestima funciona como factor protector que fortalece las expectativas de eficacia en el enfrentamiento de diversas situaciones (Palomar, 2015). Incluso se ha demostrado que la autoestima es uno de los recursos personales más consistentes y un importante factor predictor de la resiliencia infantil, lo cual se ha referido tanto en estudios trasversales como longitudinales (Benetti & Kambouropoulos, 2006; González-Arratia & Valdez, 2015b; Leiva, Pineda & Encina, 2013; Liu, Wang, Zhou & Li, 2014).
Otra variable estudiada es el afecto, que se compone del afecto positivo (AP) y afecto negativo (AN). El primero incluye estados afectivos con valencia positiva como la alegría y entusiasmo (Padrós, Soriano-Mas & Navarro, 2012) y se caracteriza porque anticipa experiencias gratificantes para el individuo, predice un buen afrontamiento de conflictos, estimula la creatividad y la motivación afiliativa; mientras que el AN se caracteriza por la tristeza y la falta de ánimo (Dufey & Fernández, 2012). Adicionalmente, representa una dimensión general del distrés y participación desagradable que incluye emociones como: disgusto, ira, culpa, miedo y nerviosismo (Sandín, et al., 1999). Específicamente, se ha documentado que experimentar emociones positivas prepara a las personas para las adversidades, puede ayudar a reducir los niveles de angustia después de eventos adversos y, por ende, se muestran más resilientes y con mejor salud (Bonanno, 2004; Fredrickson, 2001; Fredrickson & Levenson, 1998; González-Arratia & Valdez, 2015a). Estudios de carácter explicativo indican de manera consistente que el AP tiene un relevante efecto sobre la resiliencia (Hu, Zhang & Wang, 2015; Liu et al., 2014; Tugade & Fredickson, 2004). En un estudio sobre los mecanismos mediadores de la relación entre resiliencia y AP, Liu et al. (2014) y Liu, Wang & Li, (2012) concluyen que la resiliencia se correlaciona con el aumento de AP y disminución del AN ya que los individuos resilientes reportan niveles altos de afectividad positiva (Tugade & Fredickson, 2004; Tugade, Fredrickson & Feldman-Barrett, 2004).
También se ha comprobado que hay un efecto positivo directo entre el AP sobre la autoestima e inverso con el AN. Los autores sugieren que en altos niveles de AP y bajos de AN, es más probable que haya una autoestima saludable (Swickert, Hittner, Kitos & Cox- Fuenzalida, 2004). Un ejemplo de ello es la investigación de Benetti & Kambouropoulos (2006), que reportan la relación entre afecto y autoestima y demuestran que el AP no solo ejerce una influencia directa sobre la resiliencia, sino que es a través de variables mediadoras como la autoestima. Su hipótesis se comprobó en una muestra de adultos que padecen algún suceso adverso, el cual es regulado por los estados afectivos y por alta autoestima. Si bien existe información al respecto, la mayoría de estos estudios han analizado la interacción de estas variables por separado a través de estudios de tipo correlacional y en la actualidad son escasos los estudios que lo hacen en conjunto. En este mismo sentido, la literatura reporta estudios en adolescentes y adultos, llevados a cabo en otros contextos, pero no en muestras de niños mexicanos. Por lo que aún falta evidencia que permita corroborar las posibles relaciones entre las variables de interés, de tal forma que es indispensable proveer de mayor información empírica respecto a la resiliencia infantil.
En especial, esta investigación se realiza en estas edades ya que se ha observado que los niños pueden exhibir tanto vulnerabilidades como sistemas de protección en diferentes etapas y puntos de su desarrollo (Masten & Reed, 2002). De ahí que estudiar la resiliencia en esta etapa de la vida permite identificar qué es lo que los niños pueden o no hacer de acuerdo a su edad (Grotberg, 2003). Pero, sobre todo, porque es una etapa crucial de transición de la niñez a la adolescencia, que constituye en sí misma un reto para el individuo (Erikson, 1971), a la vez que es un momento de la vida de riesgo o adversidad, considerado como un riesgo de tipo normativo (Musitu & Cava, 2003). Así, en el caso de que cuando una situación por la que ha pasado el niño es transitoria y no traumática, “la resiliencia puede ser valorada con relación a la madurez adquirida y la adaptación del niño en su vida diaria” (Kern de Castro & Moreno-Jiménez, 2007).
Con base en estos referentes teóricos y empíricos, el presente trabajo pretende probar la hipótesis principal de que la autoestima es una variable mediadora de la relación entre AP y AN sobre la resiliencia en niños de educación básica. Para considerar lo anterior se optó por plantear un modelo a través de un análisis de trayectorias utilizando para ello modelos de ecuaciones estructurales.
MÉTODO
Participantes
Se trabajó con una muestra no probabilística de tipo intencional compuesta por un total de 188 niños (72 hombres, 116 mujeres) entre 9 y 12 años de edad (X = 10.59, D. E. = 0.69), todos estudiantes y que en el momento de la investigación se encontraban en 5° y 6°de educación pública básica pertenecientes a una comunidad rural próxima a la ciudad de Toluca, Estado de México. Los padres de los niños reportaron ser de nivel socioeconómico bajo.
Instrumentos de medida
Escala de afecto positivo y negativo (PANAS) (Watson et al., 1988). Se utilizó la versión validada en muestras de niños mexicanos (González-Arratia et al., 2015a), la cual se compone de dos escalas con 20 ítems en total, de los cuales 10 ítems tienen el objetivo de medir el AP y los otros 10 el AN. Los ítems describen adjetivos asociados a sentimientos y emociones habituales, con 5 opciones de respuesta que van de 1 (nada o casi nada) a 5 (muchísimo). La consistencia interna oscila entre 0.86 a 0.90 para la escala del AP, y de 0.84 a 0.87 para AN (Watson et al., 1988). En este estudio se solicitó que los niños indicaran la frecuencia de su humor durante la última semana, incluyendo hoy. La fiabilidad para AP y AN fue de 0.86 y 0.85 respectivamente.
Escala de autoestima (González-Arratia, 2011a). Consta de 25 reactivos y 4 opciones de respuesta que van de 4 (Siempre) a 1 (Nunca). Sus dimensiones son: yo, familia, fracaso, trabajo intelectual y éxito. Cuenta con el 44.72% de varianza total explicada y una consistencia interna con la fórmula alfa de Cronbach que oscila de 0.80 a 0.90 entre las dimensiones. En esta investigación se obtuvo un coeficiente alfa de 0.87.
Escala de resiliencia (González-Arratia, 2011b). Es un instrumento de autoinforme para niños y adolescentes que mide factores específicos de la resiliencia basada en los postulados de Grotberg (2006), organizados en tres categorías: yo tengo (apoyo), yo soy y estoy (atañe al desarrollo de fortaleza psíquica), yo puedo (remite a la adquisición de habilidades sociales). Consta de 32 ítems con un formato de respuesta tipo Likert de cinco puntos (el valor 1 indica nunca y el 5 siempre). Con una varianza total explicada de 40.33% y una consistencia interna de alfa de Cronbach total alta (α = 0.91). Las dimensiones son: Factores protectores internos (FPI). Mide habilidades para la solución de problemas y corresponde a la categoría yo soy-yo estoy (α = 0.80, 14 ítems). Factores protectores externos (FPE). Evalúa la posibilidad de contar con apoyo de la familia y/o personas significativas para el individuo en la categoría yo tengo (α = 0.73, 11 ítems). Factor empatía (FE). Se refiere a comportamiento altruista y prosocial, para la categoría yo puedo (α = 0.78, 7 ítems) (González- Arratia & Valdez, 2012). En el caso de la presente investigación se obtuvo una confiabilidad de 0.89.
Procedimiento
Previa autorización de la institución y del consentimiento informado por parte de los padres, todos los participantes completaron las tres escalas en una sesión en un tiempo aproximado de 45 min, las cuales se llevaron a cabo en los salones de clase y en horarios académicos de manera voluntaria y anónima. Todos los participantes fueron informados de la confidencialidad de los datos y objetivos de investigación, siguiendo los estándares éticos que indica la Asociación Americana de Psicología (2002) y fueron atendidas las dudas que surgieron en el momento de aplicación por parte de los autores de la investigación.
Análisis de datos
Se llevaron a cabo análisis descriptivos en donde se obtuvieron medidas de tendencia central y de dispersión, se hizo un análisis de correlación producto momento de Pearson para determinar la relación entre las variables de interés, así como el cálculo de fiabilidad de las puntuaciones por medio de la fórmula alfa de Cronbach en todas las escalas utilizadas. Posteriormente se sometió a prueba el modelo a través de un análisis de trayectorias para evaluar la contribución causal directa, indirecta y total de las variables usando para ello un modelo de ecuaciones estructurales. Para evaluar e identificar el modelo se utilizaron distintos indicadores de bondad de ajuste, uno de ellos fue χ2 que compaa el modelo teórico con el modelo saturado y se espera sea no significativo (p > 0.05), χ2/df con valores menores a 3 suelen considerarse como indicador de ajuste aceptable, de ajuste absoluto (RMR, por sus siglas en inglés) cuanto más pequeño mejor, el índice de bondad de ajuste (GF, por sus siglas en inglés) debe ser superior a 0.95 lo que indica un buen ajuste a los datos. El residuo cuadrático medio de aproximación (RMSEA, por sus siglas en inglés) con un valor entre 0, 06 - 0, 08 o menos indicaría un ajuste razonable a los datos e índice de ajuste comparativo (CFI, por sus siglas en inglés) mayor a 0.95 es considerado adecuado cuando el tamaño de la muestra es pequeño. Para todo esto se utilizó el programa SPSS y AMOS versión 20.
RESULTADOS
En la tabla 1 se reportan datos descriptivos (media X y desviación estándar [D. E.]) de los puntajes totales de todas las escalas y cada una de las dimensiones que indican una media mayor en la dimensión FPE de resiliencia, la dimensión yo de autoestima y AP; mientras que las medias más bajas son para la dimensión empatía, éxito y AN.
X | D. E. | ||
---|---|---|---|
Resiliencia | Puntaje total resiliencia | 132.37 | 18.37 |
FPI | 4.16 | 0.69 | |
FPE | 4.22 | 0.56 | |
FE | 3.95 | 0.68 | |
Autoestima | Puntaje total autoestima | 51.72 | 4.49 |
Yo | 2.57 | 0.38 | |
Familia | 2.61 | 0 .41 | |
Fracaso | 2.43 | -45 | |
Afectos | Trabajo intelectual | 2.39 | 0.37 |
Éxito | 2.32 | 0 .44 | |
Afecto Positivo | 30.94 | 8.87 | |
Afecto Negativo | 20.59 | 7.69 |
Fuente: Elaboración propia.
Respecto a las correlaciones entre las variables son consideradas de bajas a moderadas y estadísticamente significativas, ya que el puntaje total de resiliencia correlaciona de forma positiva con autoestima (r = 0.59, p ≤ 0.001) y AP (r = 0.48, p ≤ 0.001), pero no con el AN, en el caso de la autoestima está positivamente asociada con AP e inversa con AN; por dimensiones se hallaron correlaciones en el sentido esperado que son de bajas a moderadas, excepto entre AN y las dimensiones de resiliencia. Como una medida del tamaño del efecto se obtuvo r 2 . En el caso de la variable resiliencia y autoestima es de r 2 = 0.34, mientras que resiliencia con AP, es r 2 = 0.23, lo cual es considerado un efecto de mediano a grande (tabla 1). Para una comprensión clara de la representación de las relaciones teóricas bajo estudio los resultados del análisis de trayectorias se presentan en la figura 1.
Se puso a prueba el modelo de trayectorias en el que se incorporaron cuatro variables. Las variables se constituyeron a partir de los puntajes derivados de las dimensiones de resiliencia y autoestima, respectivamente, así como los puntajes totales de AP y AN. En el modelo resultante se observan las relaciones directas e indirectas con la resiliencia. Los estadísticos de bondad de ajuste señalaron que resultó ser un modelo saturado basado en df = 0, p ≤ 0.001 y los índices de ajuste fue de 1.0, puesto que existe igual número de observaciones que parámetros y hay una solución única, resultan irrelevantes reportar otros índices de ajuste, de tal forma que el nivel de ajuste no se puede evaluar y el modelo no se puede generalizar. En resumen, la trayectoria indica que hay un bajo efecto directo significativo de AN sobre resiliencia (0.006), pero elefecto indirecto a través de autoestima se incrementa sobre la resiliencia (-0.268); mientras que el AP tiene un moderado efecto significativo positivo sobre la resiliencia (0.284), dicho efecto se incrementa debido al efecto mediador de la autoestima (0.464). En la figura 1 se muestran los valores estandarizados que explican el 48% de la varianza.
DISCUSIÓN
Este estudio investigó la relación entre AP-AN y resiliencia y el efecto mediador de la autoestima en una muestra de niños, cuyas edades resultan ser importantes debido a su transición a la adolescencia. Los resultados obtenidos de correlación muestran que existe relación estadísticamente significativa entre las dimensiones de las escalas de resiliencia con el AP y AN con las dimensiones de autoestima (Swickert, et al., 2004), que concuerdan con los estudios realizados en México por González-Arratia & Valdez (2015b) y Palomar (2015) e incluso en otros contextos como China (Liu et al., 2012) y Australia (Benetti & Kambouropoulos, 2006). Por lo que los hallazgos del presente estudio proveen soporte sobre la relación de estas variables independientemente de la edad y cultura, sin embargo, se requiere continuar analizando la conexión entre las variables a fin de tener resultados consistentes.
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 | 8 | 9 | 10 | 11 | 12 | |
Puntaje total resiliencia | 1 | |||||||||||
FPI | 0.91 | 1 | ||||||||||
FPE | 0.87 | 0.67 | 1 | |||||||||
FE | 0.82 | 0.64 | 0.65 | 1 | ||||||||
Puntaje total autoestima | 0.59** | 0.49 | 0.57 | 0.50 | 1 | |||||||
Yo | 0.55 | 0.47 | 0.49 | 0.50 | 0.78 | 1 | ||||||
Familia | 0.44 | 0.34 | 0.45 | 0.42 | 0.82 | 0.61 | 1 | |||||
Fracaso | - 0.18 | - 0.14 | -0.21 | - 0.17 | - 0.74 | - 0.45 | - 0.47 | 1 | ||||
Trabajo Intelectual | 0.52 | 0.41 | 0.54 | 0.43 | 0.64 | 0.54 | 0.43 | - 0.51 | 1 | |||
Éxito | 0.42 | 0.36 | 0.45 | 0.30 | 0.71 | 0.44 | 0.44 | 0.51 | 0.36 | 1 | ||
Afecto Positivo | 0.48** | 0.41 | 0.48 | 0.36 | 0 .47** | 0.37 | 0.36 | - 0.29 | 0.36 | 0.45 | 1 | |
Afecto negativo | --- | --- | --- | --- | -0.26** | - 0.20 | - 0.18 | 0.31 | --- | - 0.21 | --- | 1 |
** p ≤ 0.001.
Fuente: Elaboración propia.
Adicionalmente, los datos obtenidos sugieren que la autoestima mediatiza las relaciones entre AP y resiliencia (González-Arratia, et al., 2015a; Greco, Morelato, & Ison, 2006), es decir, en la medida que el individuo experimente mayor afectividad positiva, más favorable será su autoestima, por lo que se comprueba el efecto de las experiencias afectivas sobre la autoestima y que a su vez pueden ser predictores más próximos de la resiliencia (Fredickson, 2009; Villegas, 2012). También es necesario resaltar que en este estudio, en particular el AN, muestra un bajo efecto indirecto sobre la resiliencia, pero sí lo muestra sobre la autoestima, lo cual posiblemente estaría indicando que el AN solo está directamente asociado a la autoestima, debido a que un elevado AN constituye un elemento común en la presencia de otras variables como son la ansiedad y la depresión (Sandín, 2002). Sin embargo, se requiere de continuar el estudio de la afectividad a fin de dilucidar estas interrogantes, lo cual implicaría la inclusión de estas variables en un modelo integral de la resiliencia.
La principal conclusión a la que se llega es que la autoestima constituye un factor mediador entre el AP y la resiliencia en niños, ya que el efecto tanto de AP como AN es significativo solo a través de la autoestima. Sin embargo, los resultados de la presente apoyan parcialmente la hipótesis debido a que se obtuvo un modelo que implica una serie de importantes restricciones, por esta razón es necesario continuar especificando el modelo a fin de contar con mayor evidencia respecto al rol del AP sobre la resiliencia, y si la autoestima la incrementa e incluso verificar el efecto diferencial de los afectos positivo y negativo. Cabe señalar que estos resultados deben ser tomados con cautela, ya que se trata de un estudio transversal y es necesario también probar las posibles diferencias según la edad y sexo; al mismo tiempo se reconocen algunas limitaciones de esta investigación. Entre las limitaciones, señalamos las siguientes: Primero, se requiere replicar el estudio en una muestra diversificada y en condición de riesgo previamente identificado, tomando en cuenta que estos hallazgos no se pueden generalizar. Segundo, es importante considerar que tanto las características individuales como las relaciones contextuales contribuyen y aumentan la probabilidad de comportamientos de adaptación frente a los riesgos sin menoscabo del propio desarrollo. Si bien en la presente investigación se analizan solo variables de nivel individual, es necesario continuar con la inclusión de variables que interactúan a través de varios niveles en el ambiente como la familia y la comunidad, ya que estas podrían ser relevantes en la explicación global de la resiliencia. Asimismo, es posible que existan otros modelos diferentes que también se ajusten a los datos en el sentido de que un modelo nunca es cierto totalmente o nunca es verdadero, ya que los modelos son representaciones de la realidad, por lo que “el modelo exacto correcto nunca es conocido” (Méndez, 2003; Abad, Olea, Ponsoda & García, 2011), así que sería indispensable contrastar este modelo con niños en diferentes circunstancias para corroborar la secuencia de estas variables. Finalmente, se requiere continuar con mayor investigación para un trabajo en intervención considerando el papel de la autoestima sobre la resiliencia infantil.