Exposición temporal: El arte de la cartografía en talavera poblana. Centro Universitario de la Cultura y de los Saberes Edificio Carolino, primer patio 4 Sur 104, Centro Histórico, Puebla, México Del 22 de mayo al 22 de septiembre 2024
Al asomarse por las puertas del magnífico edificio Carolino de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, en el Centro Histórico de la capital poblana, nos ha sorprendido el mundo de la cartografía instalado ahí, en seis salas de la planta baja y que esperaban o invitaban al visitante a adentrarse a la espacialidad construida por la cultura occidental, en una larga duración, desde la Edad Media hasta el siglo XVIII. En este amplio marco temporal, la exposición desafiaba la capacidad perceptiva del espectador, aún más, a su corporalidad o disposición física, ante la monumentalidad de los mapas presentados en los amplios, altos y señoriales salones del edificio (Figura 1). El visitante permanecía de pie y así miraba los mapas sobre grandes y rígidos paneles, no como habitualmente se pone el mapa sobre una mesa y, sentados. se gira para acercar la mirada a los detalles de la hoja del mapa.

Fuente: Héctor Mendoza Vargas, archivo de campo, 4 de julio 2024.
Figura 1 Vista de la sala 3 de la exposición, con los monumentales tableros con mapas de 1265 a 1611.
Los mapas en tableros, de varios metros de largo o de alto, fabricados con barros, esmaltes y pigmentos, se insertan en una larga tradición en la fabricación de cerámica. De modo que esta pro- puesta de mapas de gran formato no surge como elementos aislados, provienen de ámbitos talaveros, de familias, talleres y artesanos asentados en el valle de Puebla, de donde proceden sus ingredientes principales y donde el diseño gráfico caracteriza e identifica sus formas, texturas, composición y color de las piezas. La talavera atañe, al igual que los mapas, a la vida cotidiana, a la decoración, así como a las actitudes sociales.
¿Hay relación entre la talavera y los mapas? Entre ambos mundos comparten varias similitudes como los sistemas de implantación, en el caso de los mapas (el punto, la línea y las áreas) y de los elementos visuales, en el caso de la talavera (el plumeado, el valor y grosor de la línea y el contorno), el simbolismo con el cual se expresa un lenguaje visual y transmite el mundo de las emociones, los afectos y los sentimientos. Los gustos y el placer personales emergen de cada mapa o pieza de talavera, también otros elementos del contenido gráfico como la textura visual, el movimiento y el color; tienen en común, desde luego, los canales de comunicación que ponen en contacto a los mapas o a la talavera, a través de sus técnicas, ideas, creatividad e innovación con la sociedad.
¿Es posible la presencia del mapa en el ámbito del taller de la talavera?, ¿cómo lo miraron ahí los maestros artesanos?, ¿qué desafíos técnicos surgieron para los artesanos talaveros? Algo en común favorecía el tema, las habilidades en la mano de obra y el delineado de la fina talavera servían para aplicarlas en el dibujo de los diminutos detalles del mapa en los azulejos; había señales y experiencia previas, por ejemplo, en los tableros con imágenes religiosas en cerámicas vidriadas de las iglesias poblanas del siglo XVIII, faltaba transferir las formas, los estilos, el colorido y los patrones de los artesanos a la fina representación del mapa. De modo que la idea del mapa llevada a los talleres de la talavera se dio de manera natural en Talavera de la Luz, un taller abierto en la capital poblana,1 en 1996, aunado al respaldo conceptual y los cuantiosos recursos económicos de Carlos Salmán González,2 director de la empresa privada Sistemas de Información Geográfica, S. A. (SIGSA), en la Colonia del Valle de la Ciudad de México. El impulso y la emoción del proyecto dieron el paso de la fabricación de la loza vidriada al azulejo policromado, originalmente empleado para decorar las “paredes, torres, campanarios, cúpulas, cocinas, fuentes, patios, lavamanos, receptáculos para agua bendita y fuentes bautismales” (Connors, 2000, p. 125).
A partir de procesos conocidos como el esmaltado, la decoración y las adaptaciones técnicas, como el control de calor en el horno y la espera de largas horas, llegaron los resultados, varias docenas de azulejos policromados formaron la imagen del mapa, hasta completarlo y, entonces, se dispusieron de forma vertical, a manera de panel, para el disfrute y la admiración. El visitante se dio cuenta, entre sala y sala, que el “mapa archiva los conocimientos del grupo humano; si éste convierte su propia historia en objeto de reflexión, el mapa memoriza de una u otra forma esta historia” (Zumthor, 1994, p. 305).
Esta exposición ha presentado 29 tableros de la colección de Salmán González, con mapas que abarcaban una larga duración, que identificamos y ordenamos en tres periodos, principalmente de la cultura occidental: el primero, el mundo medieval y la escolástica (salas 1 y 2), luego el Renacimiento y la época moderna (salas 3 y 4) y termina con el racionalismo europeo y la ciudad antigua y barroca (salas 5 y 6) (Tabla 1).
Tabla 1 Mapas en talavera poblana: la exposición en el edificio Carolino.
Salas de
exhibición |
Número de
tableros/mapas |
Títulos y temporalidades |
1 | 4 | 1) Dios trazando el mundo (1220), 2) Planisferio de Ptolomeo (siglo II), 3) Planisferio de Copérnico (siglo XVI) y 4) Mapamundi del beato de Liébana (siglo VIII) |
2 | 3 | 1) Códice Mendoza (1540), 2) Cuahutinchan (siglo II y XVI) y 3) Tabla Peuntingeriana (fragmento IX y X, siglo XIII) |
3 | 6 | 1) Magna Orbis Terrarum Nova (1604), 2) Faicte a Arqves (1550), 3) Novissima AC Exactissima Totius Orbis (1611), 4) Carta Marina (1539), 5) Mapa del mundo catalán (ca. 1450) y 6) Mapamundi del Salterio (1265) |
4 | 6 | 1) Planisferio de Waldseemüller (1507). 2) Nova et Exacta Totius Orbis Terrarum (1608), 3) Nova Totius Orbis Mappa (1611), 4) Atlas Lopo-Homem-Reineis (1519), 5) Mapamundi Borgiano (siglo XV), 6) Orbis Terrarum (1592) |
5 | 5 | 1) América (1776), 2) Mapa geográfico de América Septentrional (1768), 3) America Septentrionalis (1636), 4) Americae Sive Novi Orbis (1573) y 5) America quarta pars orbis (1673) |
6 | 5 | 1) Biombo de la Conquista de México y la muy noble y leal Ciudad de México (fines del siglo XVII), 2) México Tenochtitlán (1556), 3) Mapa de México-Tenochtitlán [mapa de Uppsala] (hacia 1550), 4) Nobilísima ciudad de Puebla (1754) y 5) Mapa de Cortés (1524) |
Fuente: Elaboración propia.
A continuación, examinamos algunas características de los tres grupos de la Tabla 1 que, de acuerdo con las perspectivas y “el conjunto de su contexto, el mapa funciona como como un holograma: cada uno de sus puntos contiene información del todo” (Zumthor, 1994, p. 305).
1) El mundo medieval y la escolástica, representado por siete paneles, Zumthor (1994, pp. 305 y 307), señala: “la mayor parte de los mapas medievales antes de 1400 repiten a diestro y siniestro las lecciones de la Biblia y de los autores antiguos. Uniendo lugares dispersos, el mapa articula en una globalidad los espacios, articula el allá y el aquí, proyecta un itinerario y lo baliza: reniega implícitamente de la vida errante, cuestiona el espíritu, como también el cuerpo, nómada. Toma partido de la estabilidad. La gran época de la cartografía premoderna, desde el siglo XIII hasta el XV, es la misma de la racionalidad escolástica. Su superficie, necesariamente reducida, incluye un límite que forma un marco [y] se limita a la zona habitada, al ecumene, -aproximadamente desde Islandia hasta el Sahara y desde Irlanda hasta Irán- al que se suele dar forma circular, rodeado de un Río Océano infranqueable. Estas formas y otras, herederas, sirven a partir del siglo VI, para la transmisión de contenidos fuertemente cristianizados. Isidoro de Sevilla hace triunfar en Occidente por muchos siglos el plano circular que abarca los tres continentes -plano de origen plano y pagano, que se irá cargando de valores místicos.” (Figura 2).

Fuente: Héctor Mendoza Vargas, archivo de campo: 4 de julio 2024.
Figura 2 Tablero con mapa del Beato de Liébana, [España], siglo VIII, sala 1.
Y añade (Zumthor, 1994, p. 316): “Durante siglos (hasta el siglo XIII, y a veces mucho después), la utilidad del mapa fue principalmente ilustrar la Revelación bíblica y rendir homenaje de la Tierra a la voluntad divina. Por eso el espacio universal […] se reducía al ecumene: a la porción de la Tierra en la que se encuentra el Hombre, objeto de la Redención. Entre los diferentes tipos de mapas medievales, la diferencia es más semántica que formal. La representación tiende menos a una veracidad absoluta que a una utilidad particular, relativa a una situación”. Algo sucedió en “el siglo XIII, el mapa deja de ser un objeto extremadamente raro y más o menos sacralizado. Su uso se extiende, al mismo tiempo que la idea, todavía confusa, de su utilidad práctica. Aquí y allá van surgiendo, a través de las convenciones, rasgos representativos de la realidad espacial empírica”.
2) El Renacimiento y la época moderna, en este grupo de doce tableros con mapas se miraron los tiempos de ruptura y de alteración de la estabilidad. Schlögel (2007, p. 86), señala: “En tiempos de rupturas históricas se muestran en forma únicamente más concentrada y reconocible a simple vista algo que rige en general: que grandes transformaciones históricas, nuevos descubrimientos, formación de Estados y derrumbamientos de imperios, grandes conquistas y enfrentamientos militares, que des- pliegue de cultura y civilización o desarrollos a largo plazo como el de la propia Tierra, todos -sedimentan- y cuajan en la reproducción cartográfica”. Este autor coloca en el siglo XVI uno de los momentos del boom cartográfico de Europa, la llegada de un nuevo mundo que había que dibujar, las largas travesías por el Atlántico, la figura de Colón y sus viajes “harían desechar la vieja imagen del mundo y desataría una oleada de nuevos mapas” (Schlögel, 2007, p. 87).
Ahí inició una genealogía cartográfica, desde el mapa de Juan de la Cosa, de 1500, hasta los tres viajes del James Cook en el Pacífico, en la segunda mitad del siglo XVIII. En este amplio arco temporal, Schlögel (2007, p. 87), también sitúa el auge del libro de mapas, una nueva tecnología geográfica ha nacido: el atlas geográfico, una invención de la mano de Ortelius, de Mercator, de Hondius y de Janssonius, de Blaeu y de Visscher. Los cambios que registraron en este lapso de tiempo y su actualización nos indican que los “mapas tienen su propio ritmo de decadencia y envejecimiento” (Schlögel, 2007, p. 90).
3) El racionalismo europeo y la ciudad antigua y barroca, esta parte final de la exposición tuvo cinco tableros con mapas, en cada sala. En la sala 5, hay una larga temporalidad, los mapas presentan los cambios en la representación, desde 1573 hasta 1776, hay una idea de aproximarse de lo general a lo particular, de la América completa o de conjunto, para pasar a la América del norte y mirar, final- mente, el mapa de Nueva España de José Antonio de Alzate (1768), con las longitudes geográficas a partir del meridiano de la Isla de Hierro y algunos arreglos en la costa del Pacífico, California, el Golfo de México, desde Veracruz hasta la Florida. Estos mapas, bajo la mirada de Schlögel (2007, p. 91), muestran el tránsito de un orden espacial a otro, por ejemplo, la Baja California modifica su figura de una isla, así como el desplazamiento de los bar- cos europeos, primero navegaban en el Atlántico, después, atraviesan el Océano Pacífico con la plata y las especies en sus bodegas.
En la sala 6 había un giro en la escala de representación, con tres tableros con mapas de la ciudad antigua o de México-Tenochtitlán y dos dedicados a la ciudad barroca, la Ciudad de México y Puebla, la anfitriona. Estos mapas desafiaron al visitante y lo asombraron. Por una parte, la ciudad antigua, con el sitio fundacional, los tlatoani y los señoríos, a la vez que los rasgos naturales del valle de México con sus lagos y ríos; por otra, el muro con un espectacular tablero con una de las caras del biombo de estrado con el mapa de la “muy noble y leal Ciudad de México” de finales del siglo XVII,3 en el ángulo inferior izquierdo, una cartela señala 70 sitios del mapa, predomina la jerarquía de las estructuras religiosas y, hasta el final de la lista, se informa de los lugares del poder político y la vida social, como el palacio virreinal (número 55), los caños (57), las calzadas (58), los volcanes (59), la alameda (65), las
escuelas (66), el camposanto (68), el rastro (69) y Chapultepec (70). Este mapa registra el dominio de la fidelidad y devoción católica en los espacios públicos de la capital novohispana, una influencia de larga duración del poder de la iglesia en la vida social, política y económica por la cantidad y pro- piedad de iglesias y conventos (Figura 3).

Fuente: Héctor Mendoza Vargas, archivo de campo: 4 de julio 2024.
Figura 3 El tablero con el espectacular mapa de la Ciudad de México, fines del siglo XVII, sala 6.
Connors (2000, p. 125), señala dos usos para los tableros de azulejos: los decorativos y los didácticos, los mapas de esta exposición se adaptan a estos criterios. En el plano de la decoración, los mapas en talavera poblana entran en el mundo de las artes decorativas, de la vida cotidiana, en los entornos domésticos; sin embargo, por su monumentalidad, se sitúan en el mundo institucional o empresarial, al quedar instalados en entornos laborales o profesionales, estos mapas de gran formato tienen la capacidad de crear atmósferas y sensibilidades asociadas a la visión, la misión y los objetivos de comunidades sociales, económicas y políticas a diferentes escalas de su actuación. Por su parte, los usos didácticos de estos tableros con mapas en talavera resultan novedosos al situar a la persona de pie frente a la imagen. Por esto, se insertan entre las opciones de la educación para la geografía e historia, al crear entornos alternativos que activan ciertas estrategias para examinar el espacio global en algunos mapas de la exposición. Conrad (2017, p. 109), sugiere, primeramente, fijarse en los grandes océanos, esto nos permite ver la interacción y la comunicación, las grandes distancias, el visitante se da cuenta que los grandes mares “permitieron establecer contactos e interconexiones más allá de la fronteras políticas y culturales” (p. 110), con lo que “Europa se vio afectada por las conexiones con otras partes del mundo” (p.111), luego, en estos mapas no hay “territorialidades fijas”, sino que abren la mirada para seguir la “pista de las personas, las ideas y los procesos hasta donde nos conduzcan” (p. 112), en tercer lugar, la reconfiguración del poder y el espacio en redes, al analizar la “interconexión en la que la transferencia de bienes, información y personas se produce entre los puntos o nodos del interior de una red” (p. 114-115) y, finalmente, la posibilidad de percatarse, en los detalles del mapa, de la “interacción entre los procesos globales y sus manifestaciones locales” (p. 119). Por esto, estos mapas en ambientes escolares o de la museografía juegan un papel central, como elementos pedagógicos que articulan numerosas ideas y variables con las que se analiza y comprende la vida humana en la superficie terrestre, en otras palabras, estos mapas desafían las formas habitar el mundo.