Al amparo de la cultura textual y oral, la geografía ha dejado la cultura visual, que se ha olvidado con el paso del tiempo. Las nuevas generaciones de universitarios, inquietas y abiertas, piden nuevos formatos y estilos de aprendizajes, en buena medida, por el acceso y el dominio que tienen en sus vidas las pantallas y dispositivos que crean inmediatez y tendencias en sus formas de mirar el mundo, de ahí que un libro dirigido al trabajo de campo y al diseño de información resulta de particular interés como parte de las ideas, los contenidos y los nuevos rumbos pedagógicos que esperan a la geografía.
Sheila Pontis es una académica difícil de definir, con una personalidad cautivadora, sobre todo, pertenece al mundo del diseño de la información y ha enseñado en varias universidad de los Estados Unidos y de Europa, adonde lleva sus ideas sobre los datos e información y su papel en los proyectos de investigación, con esta experiencia de varios años, ha detectado la dificultad para contar con técnicas y orientar las prácticas de campo de tipo cualitativo como parte del desarrollo de habilidades profesionales de visualización.
Este libro1 define el diseño de información como “la práctica dedicada a facilitar la comprensión y ayudar a las personas a alcanzar sus objetivos a partir de la traducción2 de información y datos en bruto o desorganizados en formas que puedan ser rápidamente percibidas, comprendidas, procesadas, utilizadas [y] tiene como objetivo mejorar la comprensión (por ejemplo, de una situación, un concepto, un espacio, un lugar, un periodo, una cantidad o un fenómeno) para una audiencia determinada” (Pontis, 2022, p. 36). La autora propone a los lectores “diseñar una comunicación clara en cualquier soporte, desde el papel hasta en dispositivos digitales y en exhibiciones” (p. 36).
El libro se divide en cuatro partes, con un total de once capítulos que se distribuyen en apartados que parten de conceptos y definiciones (capítulo 1) y de comprender la investigación cualitativa (capítulo 2), para pasar a preguntar ¿qué es la investigación de campo? (capítulo 3). Con este inicio, la autora sigue con las fases básicas sobre cómo planear y diseñar un estudio de campo (capítulo 4), que incluye la recopilación de datos, a nivel exploratorio (capítulo 5) y para estudios evaluativos (capítulo 6); sigue un capítulo largo y crítico (de casi 60 páginas) para dar sentido a los datos de campo (capítulo 7). Hasta aquí el libro abre los temas y un conjunto de elementos, técnicas y métodos que intervienen o sugieren caminos a la investigación cualitativa. Hay dos capítulos que requieren más atención. En el capítulo 3 se indica: “la investigación de campo abarca muchas técnicas y métodos específicos, pero todos examinan de cerca a las personas en su entorno. Esto significa que los estudios se realicen en entornos naturales: el investigador va al lugar donde viven los participantes o donde analizan un diseño como, por ejemplo, sus casas o lugares de trabajo.3 El trabajo de campo permite un contacto directo y personal con los participantes y las situaciones estudiadas.4 El concepto de “hacer trabajo de campo” se ha ampliado, con el uso de internet y las redes sociales […] que ayudan a hacer preguntas y observar a las personas sin estar físicamente en el mismo lugar” (p. 93).
Con estos elementos, pasamos al capítulo 7, donde la autora indica que dar sentido a la información implica muchas tareas. He aquí algunas: dar algún tipo de orden a los datos, distinguir los datos relevantes de los irrelevantes, identificar patrones significativos y encontrar una manera de comunicar lo que estos revelaron los datos (p. 242). Si bien no existe una receta o una forma única para realizar estas tareas, la autora recomienda la siguiente consideración: “primero hay que familiarizarse con los datos, después buscar categorías de análisis y generar significado al final” (p. 242).
Con el auxilio de cuadros, fotografías y mapas mentales, la autora lleva al lector/a por los temas de la comunicación de hallazgos, es decir, cómo comunicar todo el estudio o partes clave (capítulo 8), para pasar a comprender los hallazgos y hacerlos tangibles (capítulo 9). Para la autora, las técnicas y métodos expuestos en las páginas del libro tienen la virtud de que “pueden adaptarse y aplicarse con distintas intensidades, desde sesiones únicas con un puñado de participantes hasta proyectos de investigación más amplios con muchos de ellos” (p. 350). Y sobre la duración del trabajo de campo, en el capítulo 10, señala: “Pequeños estudios de un día de duración pueden proporcionar la información que necesitas y pueden ser tan útiles como los estudios que duren cuatro semanas. Ambos pueden proporcionar datos interesantes y reveladores sobre la vida y el comportamiento de las personas” (p. 350). La autora deja ver, en este mismo breve capítulo, la forma de organizar del trabajo de campo: “es posible que prefieras trabajar solo o con el equipo, con algunos de los miembros trabajando en paralelo, reuniéndose a diario, o dos o tres veces por semana, para compartir observaciones, ideas y hallazgos preliminares obtenidos a lo largo del estudio, o simplemente juntándose para discutir el análisis (p. 350). El cuadro 10.1 (pp. 352-353), es una síntesis que ayuda a planificar el trabajo de campo, donde recomienda fijarse en los plazos estimados y los recursos en cada paso.
Uno de los temas clave que más interés tiene para nuestra lectura en el conjunto de ideas y propuestas de Pontis, se refiere a las visualizaciones (pp. 297-305). En el capítulo 7 expone: “El desafío de visualizar datos cualitativos es crear gráficos que mantengan la riqueza del texto, sus significados y emociones, sin simplificar demasiado, ni tergiversar los datos. En esta etapa, las visualizaciones deben respaldar el proceso, no hacerlo más difícil. No tienen que verse “bonitas” y no es necesario un software sofisticado para crearlas, ya que su función es sólo ayudar a dar sentido a los datos. Estas visualizaciones no son infografías. Ésta es una distinción importante de las visualizaciones creadas para comunicar los hallazgos” (p. 297). Para respaldar el análisis hay varias visualizaciones como el retrato, gráficos de barra y de línea, diagramas, diagramas de flujo, líneas de tiempo, procesos y recorridos, maquetas, dibujos, videos o collages.
De particular interés son los mapas conceptuales, mapas mentales y mapas de empatía. Los mapas se presentan tanto en las etapas iniciales como finales de la investigación; al principio, guían la exploración, la planificación y la recopilación de datos, es decir, el mapa juega un papel clave en la comprensión del problema y su abordaje por medio de la incorporación de otros materiales, a veces adheridos a un muro donde el equipo mira la propuesta, así como la organización y análisis de los datos (p. 117). Luego se presenta como un elemento integrador de los datos que, ordenados por los miembros del equipo, presentan los códigos que “reflejan los pensamientos, sentimientos y emociones que cada uno de los diferentes grupos de la población […] tiene sobre un problema o una situación” (p. 282). El libro cierra con el capítulo 11, donde la autora presenta cinco casos de estudio con la aplicación del diseño de información (p. 355).
La autora ha participado, con Nora Morales y Jacob Ortega, en la traducción del inglés para resolver el desafío de “preservar la precisión [lingüística]” de la versión del libro en español. Este libro de Pontis, finalmente, conduce por nuevos caminos a la geografía, actualiza las ideas y ofrece una variedad de formas del trabajo de campo, a la vez que estimula la creatividad y ordena los contenidos de una forma atractiva en una edición bien cuidada. Todo esto está presente en esta edición mexicana del libro de Pontis.