El turismo es un tema de gran actualidad, y en las últimas décadas se ha convertido en una de las principales actividades económicas en diversos países del mundo que ofrecen al viajero increíbles lugares naturales, culturales, históricos, arqueológicos, que lo aleja de su rutina diaria y le permite disfrutar de un tiempo de ocio.
El estudio del turismo se puede abordar desde diversas perspectivas, una de ellas es la geografía del turismo, disciplina emergente en México que ha despertado interés entre geógrafos y otros científicos sociales para explicar la problemática social, económica, cultural o ambiental en relación con la actividad turística (Hiernaux, 2010). Siguiendo esta línea de investigación, Atlántida Coll-Hurtado, experta en temas de geografía económica, publica su libro Espacio y ocio: el turismo en México, y contribuye así a ampliar la gama de estudios sobre el turismo con un enfoque geográfico.
El libro se divide en tres partes. La primera la integran dos capítulos, en los cuales la autora discute algunas cuestiones teóricas sobre el espacio-ocio, así como una explicación sobre la pertinencia del enfoque geográfico para abordarlo. Para Coll-Hurtado el turismo es “multifacético”, hay diversas definiciones que se pueden utilizar, dependiendo del tipo de viaje que emprenda una persona, pero “el turista o viajero se desplaza desde su lugar de origen hacia un destino distinto, cercano o lejano” (p. 21).
Para la autora, turismo y geografía son un “binomio indisoluble”, en la medida en que el turismo, al igual que el espacio, se refiere a personas y lugares (p. 11). Al crearse o desarrollarse un centro turístico, se requiere de infraestructura y de servicios para ofrecer a los visitantes, lo que implica una transformación del espacio donde se construyen nuevos hoteles, centros comerciales, se introducen medios de comunicación y de transporte. Además, la actividad turística promueve el desplazamiento de poblaciones de y hacia estos sitios, creando así una fuerte circulación tanto de turistas como de personas que se emplean en la atención a los visitantes. Todos estos aspectos tienen una expresión espacial.
En la segunda parte, con tres capítulos, la autora se adentra de lleno al tema del turismo en México. El tercer capítulo discute los principales actores del turismo: 1) el Estado mexicano; 2) FONATUR y 3) el capital privado. En el primer caso, el Estado es un actor primordial porque implementa políticas públicas de promoción del turismo. Sin embargo, las acciones llevadas a cabo para lograrlo han sido determinadas por los periodos presidenciales, que imprimen su estilo a la actividad “creando o desapareciendo organismos estatales, impulsando la construcción de nuevos destinos, modificando leyes” (p. 53). Tras analizar las políticas públicas sexenales (presentadas, de manera resumida, en los cuadros de las páginas 54 a 56), Coll-Hurtado advierte que no hay continuidad en los planes de desarrollo de un sexenio a otro y que en todas las etapas predomina un discurso optimista que ve al turismo como fuente de creación de empleos y el desarrollo regional.
El otro agente fundamental en la consolidación del turismo en México es el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (FONATUR), constituido en 1971 con el objetivo de promover el desarrollo de proyectos turísticos. A través del FONATUR se creó el programa de Centros Integralmente Planeados (CIP), formándose así los destinos Cancún, Ixtapa-Zihuatanejo, San José del Cabo, Loreto y Huatulco, que con el tiempo se consolidaron como modelo territorial de enclave. Es decir, que la inversión en los centros turísticos no repercute en la región y sólo son prioritarios los fines mercantiles y financieros del propio enclave (p. 60) (Dávila, 2014).
Un tercer actor del turismo mexicano es el capital privado, “responsable de la inversión, la promoción, la operación y el funcionamiento de la actividad turística” (p. 63). Entre las empresas privadas que invierten en centros turísticos encontramos las cadenas hoteleras nacionales y extranjeras (muchas de las cuales son cadenas trasnacionales que ofrecen paquetes “all inclusive”), las compañías operadoras de turismo, los restaurantes, los transportes (entre ellas los cruceros, que tienen poca derrama en los puertos que visitan).
Ahora bien ¿cuáles son los destinos turísticos en México? Este es el tema del cuarto capítulo de la obra. Los recursos turísticos del país son los atractivos naturales (volcanes, montañas, ríos, playas; véase el mapa de la p. 70) y culturales (sitios arqueológicos, pueblos y ciudades antiguas, pueblos indígenas; véase el mapa de la p. 72). Los principales aspectos que la autora resalta en esta parte son el origen y las características de los CIP (pp. 75-80), el proyecto de la escalera náutica (pp. 80-84) y la promoción de los “pueblos mágicos” (pp. 84-87).
En el quinto capítulo se propone una categorización del turismo en México partir de tres variables de alto contenido geográfico: 1) viajeros, turistas y cruceristas; 2) infraestructura de acogida; 3) empleo en actividad turística. La autora enfatiza que el movimiento del turismo internacional se ha incrementado drásticamente desde 1950 a la fecha, tanto a nivel mundial como en México. Mediante el análisis de los datos disponibles, observa que el turismo nacional (Ciudad de México, Jalisco, Veracruz y Guerrero) es mayor que el internacional. Y ocurre en dos sitios que se han convertido en enclaves: Cancún y Los Cabos.
En lo que se refiere a la variable de infraestructura de acogida, Coll-Hurtado analiza el número de cuartos de hotel que se ofrecen en el país. Los datos se presentan en cinco mapas mediante los cuales es posible distinguir rápidamente el im pacto que la actividad turística ha tenido sobre el espacio mexicano en el periodo de 1985 a 2014. La última variable que examina la autora es la del empleo en la actividad turística: con la llegada de grandes capitales a los centros turísticos surgen nuevos empleos, tales como el comercio, el transporte, los servicios personales, las comunicaciones (p. 108).
La última parte del libro se compone de un solo capítulo, a manera de conclusión, donde Coll-Hurtado discute los “claroscuros” del turismo en México. Si bien se reconoce como una actividad económica que promueve el desarrollo y la generación de empleos, la realidad es que se ha favorecido el turismo masivo internacional en los destinos de sol y playa, y se ha priorizado el mercado estadounidense. Esto ha generado una ocupación desequilibrada del territorio, la dependencia de un solo mercado, y la fragilidad o vulnerabilidad ocasionada por factores externos como la inseguridad, la violencia, los desastres naturales, que pueden afectar fuertemente el desarrollo turístico. Además, han surgido enclaves lineales (pp. 123-127), sin articulación con su región aledaña, y ha ocurrido una segregación espacial al interior de los sitios turísticos, donde la zona hotelera o turística se encuentra separada de los sitios de vivienda.
Con estas y otras reflexiones termina Coll-Hurtado su libro, una obra que revela la complejidad del fenómeno turístico y enfatiza la importancia de entenderlo como una actividad esencialmente espacial, ya que implica una fuerte movilidad de personas, transforma los paisajes donde se establecen sitios turísticos y modifica las relaciones hombre-naturaleza. Cualquiera que lea este texto quedará convencido de que, efectivamente, turismo y espacio geográfico difícilmente se pueden disociar. Así lo demuestra la autora en este texto ágil y ameno, de fácil lectura, acompañado de tablas, gráficas, mapas, anexos y una extensa bibliografía, que lo mismo podrá interesar a los estudiosos de la economía como a los de la sociedad, la geografía y la cultura.