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Estudios sociales (Hermosillo, Son.)

versión impresa ISSN 0188-4557

Estud. soc vol.27 no.49 Hermosillo ene./jun. 2017

 

Artículos

La situación de los trabajadores rurales en Sinaloa

The situation of rural workers in Sinaloa

Florencio Posadas Segura* 

*Universidad Autónoma de Sinaloa.


Resumen:

El objetivo de este artículo es mostrar los cambios recientes operados en la fuerza de trabajo, su movilidad migratoria, así como el estado del ingreso y gasto salarial de los jornaleros rurales. La metodología aplicada para el emblemático caso de Villa Juárez, Sinaloa, prueba que la mano de obra y su movilidad se han modificado pero los obreros del campo se debaten en la miseria. Los resultados indican que las transformaciones se llevan a cabo entre jornaleros locales y migrantes empobrecidos contradiciendo estereotipos prevalecientes. Una limitación de ésta, así como de todas las investigaciones sobre el tema, consiste en la insuficiente representatividad del abigarrado mundo jornalero. Se concluye que, los cambios contradictorios se realizan en el marco de una nueva reestructuración productiva y laboral de la agricultura de punta, que está afectando especialmente a los trabajadores rurales, por lo que urge explicar sus características para el diseño de políticas públicas adecuadas, dirigidas a este olvidado sector de la sociedad.

Palabras clave: Desarrollo regional; fuerza de trabajo; migración; salarios; pobreza; trabajadores agrícolas

Abstract:

The aim of this article is to show recent changes in the workforce, their migration mobility and income status and salary expenditure of rural laborers. The methodology applied for the emblematic case of Villa Juarez, Sinaloa, proves that labor and mobility have changed but the field workers are struggling in poverty. The results indicate that the transformations are carried out between local laborers and impoverished migrants contradict prevailing stereotypes. A limitation of this and almost all researches on this subject is the insufficient representation of the variegated world journeyman. It is concluded that the contradictory changes are made within the framework of a new production and labor restructuring of agriculture tip, which is particularly affecting rural workers, making it urgent to explain its features to design adequate public policies aimed this forgotten sector of society.

Key words: Regional development; workforce; migration; poverty; wages; agricultural workers

Introducción

En el estudio sobre la situación de los trabajadores rurales, un grupo de teóricos ha recuperado una parte del análisis marxista para entender el proceso de acumulación ampliada en el marco del análisis de los tres circuitos fundamentales del capital: capital-dinero, capital-mercancía y capital-productivo. La fuerza de trabajo es la capacidad física y mental del trabajador empleada en el proceso de trabajo que junto con la materia objeto de transformación y los medios de producción, forma parte de las fuerzas productivas. La migración laboral es, en principio, fuerza de trabajo en movimiento o migración de la fuerza de trabajo. Desde esta perspectiva, en lo que corresponde a la migración de la fuerza de trabajo, en general, y al caso mexicano en particular, se considera que la internacionalización del capital ha cambiado la perspectiva de las clases sociales en el campo mexicano. La migración de la fuerza de trabajo es considerada simultáneamente como problema de circulación y producción. El aporte más significativo de la corriente marxiana contemporánea es su contribución al análisis del carácter de clase de la fuerza de trabajo internacionalizada (Besserer, 1999: 39-55; Posadas, 2015).

En ese sentido, los diversos procesos de transformación capitalista conllevan la estructuración sectorizada de un ejército activo y otro inactivo de fuerza de trabajo internacional. Las nuevas estrategias productivas y laborales del capital internacionalizado implican renovadas formas que combinan el desarrollo de los medios de producción con la reducción real de los salarios, con lo que la fuerza de trabajo internacionalizada es explotada mediante la combinación de formas absolutas y relativas. En ese contexto se inscribe también la reestructuración productiva y laboral de la agricultura mexicana de las tres últimas décadas, cuya modernización consistente en una mayor inversión proporcional de capital en medios de producción y una menor inversión correspondiente en fuerza de trabajo asalariada, modifica la división social, sexual y generacional del trabajo flexibilizado, sobre la base de clases sociales, fracciones de clase y segmentos no clasistas. Incorporando así, al proceso productivo, de manera más o menos importante, según sea el caso, de acuerdo con la estrategia laboral capitalista de la demanda de fuerza de trabajo asalariada, además de hombres jóvenes, adultos y ancianos mestizos, a los segmentos de mujeres, niños e indígenas (Alvarado, 2008; Barrón y Hernández, 2002: 40; Becerra et al., 2008; Bessemer, 1999; Granados, 2009; Monroy y Juan, 2009; Rojas, 2013; Sánchez, 2008). El reflejo concreto de la crisis capitalista en el mercado de trabajo de un sector internacionalizado de la economía agrícola, activará o desactivará la fuerza de trabajo y movilizará o inmovilizará a la población y superpoblación obrera, las fracciones de clase y los segmentos no clasistas.

Precisamente, en las zonas de agricultura capitalista desarrollada en México, como en Sinaloa, el establecimiento de normas rigurosas de calidad y seguridad de los alimentos para la horticultura con el fin de satisfacer las demandas actuales de los consumidores de los Estados Unidos, ha obligado a las empresas exportadoras a invertir en la modificación de sus procesos productivos. Dichas empresas han logrado importantes avances en la reestructuración productiva de las últimas décadas para cumplir con los estándares de calidad en el mercado más grande del mundo, pero a costa de los salarios de sus trabajadores y las condiciones de vida y de trabajo que de acuerdo con algunos estudios, se habrían vuelto cada vez más precarias (Carton y Lara, 2010; Mines, 2010; Rojas, 2013).

La reestructuración productiva y laboral en la agricultura capitalista de punta, la flexibilización de la fuerza de trabajo y los cambios en la movilidad y migración de los trabajadores, han reforzado la tendencia paradójica, por una parte, hacia la producción de una mayor riqueza agropecuaria y por otra parte, hacia el mantenimiento en la pobreza de los auténticos productores de alimentos que en la agricultura son los trabajadores asalariados. Desde principios de los ochenta y, especialmente con la neoliberalización de la economía mexicana, se ha elevado la producción y exportación de hortalizas y frutas. Un grupo de grandes productores de Sinaloa con altos niveles de escolaridad, subordinado al capital internacional y con excelentes relaciones políticas en México y Estados Unidos ha transformado al país en uno de los principales exportadores de frutas y verduras. El éxito de las empresas capitalista agro industriales de frutas y hortalizas, sobre todo del tomate mexicano en las últimas dos décadas, en su competencia con los productores de Estados Unidos y Canadá, pone de manifiesto la técnica de gestión y visión empresarial para los negocios de los innovadores exportadores mexicanos, bien organizados y subordinados al capital trasnacional.

El éxito, sin embargo, de los productores y agroexportadores mexicanos subsumidos al capital trasnacional, ha contribuido a la generación de riqueza y pobreza en uno y otro polo de la estructura social como han demostrado diversos escritores (Carton y Lara, 2010; Mines, 2010; Rojas, 2013). La industria agroexportadora ha realizado en los últimos años una gran inversión de capital proporcionalmente mayor en medios de producción y tecnología y menor en fuerza de trabajo asalariada, con el correspondiente aumento de los índices de productividad y de la ganancia empresarial, por un lado, y la disminución del empleo y el salario, por el otro. El resultado ha sido que, lejos de subir los niveles de vida del conjunto de los trabajadores agrícolas asalariados sin los cuales no sería posible la producción de esta riqueza, estos han disminuido manteniendo la situación de pobreza de los trabajadores rurales. A grandes rasgos, el perfil sociodemográfico, laboral y salarial de los jornaleros agrícolas, en los últimos años había mostrado una serie de tendencias significativas:

  • a) La fuerza de trabajo o Población Económicamente Activa (PEA) ocupada como trabajadores asalariados del campo, especialmente los no calificados, en Sinaloa, después de haber llegado a su máximo nivel histórico en el 2000, descendía drásticamente en el 2010 en cifras absolutas y relativas. La excepción fueron los asalariados calificados (profesionistas y técnicos) que ascendieron significativamente en números absolutos y relativos en 2010, como lo muestra el Cuadro1.

Fuente: INEGI, 2001, 2011.

Cuadro 1 Asalariados rurales (Sinaloa) 

  • b) Con relación al sexo de los asalariados rurales, se operaba una masculinización, pues en 1990, en Sinaloa, ocho de cada diez fueron hombres y dos de cada diez eran mujeres. Para el 2010, por cada diez asalariados rurales, nueve eran hombres y una mujer, como se ilustra en el Cuadro 2.

Fuente: INEGI, 1991, 2011.

Cuadro 2 Asalariados rurales. División por sexo (Sinaloa) 

  • c) En concordancia con la edad de los trabajadores agrícolas, se daba un proceso de envejecimiento, ya que en 1990, la PEA ocupada en Sinaloa, de 15 a 34 años (joven) constituía 60% del total, la de 35 a 59 años (adulta) 35% y la de 60 años y más (adultos mayores) 5%; en 2010, los jóvenes representaban 45%, adultos 48% y adultos mayores 7%, respectivamente (INEGI, 1991, 2011).

  • d) Por lo que tiene que ver con la estructura de la familia trabajadora agrícola, desde principios de siglo se habían consolidado los grupos de trabajo familiar. En 2002, del total de jornaleros agrícolas, 6% eran hombres solos y 94% formaban parte de grupos familiares, con un promedio de 2.75 jornaleros cada una de ellas y 4.6 personas por familia, para un total de 111,071 personas (Sedesol, 2002).

  • e) Con respecto al idioma de los trabajadores agrícolas asalariados, la información censal indica que predominaba el español y una presencia notable de lenguas indígenas. En 2010, en Sinaloa, menos del 1% de sus habitantes hablaba un idioma indígena (mayo, náhuatl, tarahumara, mixteco y zapoteco) y de éstos, casi todos fueron bilingües indígena/español y medio punto porcentual monolingües indígenas. En Guerrero, de donde procedían la mayoría de los trabajadores agrícolas de otros estados, 15% de la población hablaban indígena (náhuatl, mixteco, tlapaneco, amuzgo y zapoteco) y de ellos, 69% eran bilingües indígena/español y 31% monolingües/indígenas (INEGI, 2011).

  • f) Con relación a la educación de los trabajadores agrícolas que laboraban en Sinaloa, a pesar del elevado analfabetismo y la baja escolaridad la tendencia apuntaba hacia la reducción de los que no sabían leer ni escribir y el aumento de los que cursaban educación formal. En 2010, en los municipios, tanto norteños como sureños que tradicionalmente habían abastecido de más mano de obra asalariada migrante a Sinaloa, se presentaban los siguientes datos de la población de 15 años y más: en Sinaloa de Leyva, Sinaloa, 12% de analfabetismo y 7 grados de escolaridad, en el norte del país. En Chilapa, Guerrero, 32% de analfabetas y 5 grados de escolaridad, en el sur de México (INEGI, 2011).

  • g) Sobre el lugar de nacimiento de los jornaleros, al finalizar el siglo XX, entre los estados que aportaron a Sinaloa más mano de obra migrante externa, predominaba el sur del país. Guerrero ocupaba el primer lugar con 44%, seguido de Oaxaca con 36%. Pero, entre los que aportaban más jornaleros agrícolas locales, Sinaloa ocupaba el primer lugar, con 65%, seguido por Oaxaca con 15%. Los asalariados del Sur (Guerrero, Oaxaca y Veracruz), representaban 62%; los del Norte (Sinaloa, Durango, Zacatecas, Michoa-cán y Chihuahua), constituían 34% y los del Centro (Guanajuato y Puebla) 4% (Domínguez, 2012; Sedesol, 1997).

  • h) Con respecto al tiempo de trabajo anual de los trabajadores agrícolas, desde finales del siglo XX predominaban los que laboraban la mayor parte del año, encabezados por los sinaloenses. El tiempo de trabajo anual de los jornaleros de Sinaloa fue de 7 a 12 meses para 76% y de 6 meses y menos para 24%. Los que arribaban de Oaxaca, era de 7 a 12 meses para 53% y de seis meses y menos para 47%. En el caso de los que llegaban de Guerrero fue de 7 a 12 meses para 42% y de seis meses y menos para 58% (Sedesol, 1997).

  • i) Con relación al ingreso salarial entre los trabajadores en general, los datos registraba una recuperación entre 2000 y 2010, pues en el estrato inferior, integrado por los que tenían ingresos desde cero hasta 3SM, se operaba una reducción tanto a nivel nacional como estatal. En tanto que el estrato intermedio, formado por los que recibían más de 3 y hasta 5SM y el estrato superior, conformado por quienes obtenían más de 5SM, se incrementaban, como se observa en el Cuadro 3.

Fuente: INEGI, 2001, 2011.

Cuadro 3 Trabajadores. Ingreso en salarios mínimos (porcentajes) 2000-2010 

Aunque se ha puesto el acento en las investigaciones sobre la situación en que se encuentran los segmentos más vulnerables de los trabajadores agrícolas, especialmente los migrantes e indígenas (Carton y Lara, 2004), se requiere también una visión integral de la problemática de los trabajadores agrícolas asalariados. Los especialistas han estudiado diversos temas, tales como fuerza de trabajo, migración, contratación, trabajo, vivienda, salud, educación y pobreza, relacionados con la circunstancia en que se encuentran los trabajadores agrícolas asalariados, enfatizando las condiciones de los sectores más vulnerables, sumando a los migrantes e indígenas, las mujeres y los menores de edad. Pero, se requiere también actualizar el estado en que se encuentra la situación del conjunto de trabajadores agrícolas asalariados en el sector de la agricultura capitalista más desarrollada, con la finalidad de formular posibles soluciones integrales a una problemática que con el paso de los años lejos de aminorar se mantiene igual o peor.

Desde la orientación teórica e histórica esbozada anteriormente, el problema a investigar consiste en determinar la situación de la fuerza de trabajo, su movilidad migratoria y los niveles de ingreso y gasto de los asalariados rurales en Sinaloa. La presente investigación, busca dar respuesta a las siguientes cuestiones sobre asalariados agrícolas: ¿Cuáles son las características elementales sociodemográficas de la fuerza de trabajo agrícola? ¿Cómo se movilizan y mi-gran los trabajadores del campo? ¿Cuáles son sus salarios y gasto alimenticio? En este artículo de investigación, partimos de la hipótesis de que las singularidades de la fuerza de trabajo de los trabajadores agrícolas y su movimiento migratorio se han modificado, mientras que su situación económica se mantiene en la miseria.

En consecuencia, el objetivo de este trabajo es demostrar los cambios en la estructura de la fuerza de trabajo y el movimiento migratorio, así como la situación de empobrecimiento que viven los obreros rurales, mediante el trabajo de campo en Villa Juárez, Sinaloa.

Metodología

La presente indagación sobre la situación de los trabajadores asalariados del campo, migrantes y locales, en Villa Benito Juárez (VBJ), Sinaloa, incluye investigación de gabinete y de campo. Abarca fases diferentes de investigación bibliográfica, hemerográfica, documental y/o archivo, diseño, prueba y aplicación de encuestas y entrevistas. Desde la perspectiva metodológica confi-guracionista (De la Garza, 2012; Retamozo, 2011), básicamente se realizó investigación empírica en la sindicatura de VBJ, Navolato. Eso implicó trabajo de campo en campamentos y colonias, albergues y cuarterías habitadas por jornaleros, el uso de cuaderno de campo, aplicación de una encuesta semia-bierta y entrevistas con guion semiestructurado y final abierto con batería de preguntas a los protagonistas centrales de la problemática.

En el caso de la encuesta, el método operacional de campo consistió, fundamentalmente, en cuestionar directamente a los jornaleros agrícolas seleccionados como muestra representativa, estratificada y al azar, con la finalidad de recabar la información más apegada a la realidad en estudio. Para tal efecto, se contó con el diseño de una encuesta semiabierta, que tomó en cuenta el planteamiento teórico y conceptual (fuerza de trabajo, migración, salario, etcétera) y su operacionalización en variables a investigar divididos en once apartados (identificación, patrón migratorio, mercados de trabajo, contratación, seguridad laboral, discriminación, apoyo en lugar de origen, educación, salud, vivienda y alimentación) de los cuales, en este trabajo solamente se presentan una serie de indicadores relacionados con las características básicas sociodemográficas de la fuerza de trabajo, movilidad e ingreso de los asalariados del campo, tales como tamaño, edad, sexo, estructura familiar, educación, idioma, tiempo de trabajo, lugar de nacimiento, procedencia, niveles de ingreso salarial y gasto.

Dada una población de 24,152 habitantes (Cota, 2012) sin considerar migrantes temporales y alrededor de 20,000 trabajadores agrícolas locales y migrantes en VBJ, el tamaño de la muestra de trabajadores encuestados de 96, se decidió de acuerdo a la siguiente fórmula, indicada para estimar proporciones y porcentajes en poblaciones finitas (Holguín y Hayasi, 1997: 216-217):

n=Z2PQe2

En donde para el caso de VBJ: n= 20,000; P= 0.5; Q= 0.5; Z= 1.96; e= 0.1; n0= 3 84 x 0 25 = 0 96/0 01=96; Nivel de confianza: 95%; precisión o error máximo: 10%

Además, consultando las tablas de "Límites y precisión de confidencia especificados para cantidades muestrales cuando la muestra se da en porcentajes" (Yamane, 1994: 743), en la que se observa que para un tamaño de población de 20,000 hasta infinito casos, el tamaño de la muestra deben ser de cien casos, se determinó en la cantidad de cien el tamaño de la muestra de trabajadores agrícolas encuestados en VBJ.

En la zona de estudio, los campamentos de trabajadores agrícolas encuesta-dos se distribuyen en empresas agrícolas grandes, medianas y pequeñas, en consonancia con la clasificación de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, para tales efectos. No obstante, de acuerdo con los objetivos de la investigación, las encuestas se aplicaron tomando como criterio básico la magnitud estimada previamente de la situación que viven los asalariados agrícolas. A saber, empresas donde sus condiciones son buenas y empresas donde sus condiciones son malas de acuerdo con una clasificación de la Sedesol (López, 2005).1 Así mismo, la muestra se aplicó entre trabajadores locales y migrantes; hombres y mujeres; indígenas y no indígenas; jóvenes, adultos y adultos mayores.

Entre enero y febrero del 2012, el equipo de encuestadores aplicó un total de cien cuestionarios a trabajadores agrícolas en las zonas urbana y rural de VBJ. En la zona rural, se encuestaron trabajadores en cuatro campos de empresas hortícolas, seleccionadas como "buenas" y "malas" por el nivel de respeto a los derechos laborales, sociales y humanos de sus trabajadores. En la zona urbana, se en-cuestaron trabajadores en cinco colonias, atendiendo los siguientes criterios: a) trabajadores que tenían mejores viviendas; b) trabajadores con más antigüedad; c) trabajadores migrantes; d) trabajadores indígenas; e) trabajadores encuestados en plaza pública. En resumen, los cien cuestionarios se aplicaron entre trabajadores de doce empresas agrícolas y más de diez colonias, cuarterías, albergues y campamentos de trabajadores agrícolas. Los cuestionarios fueron distribuidos en VBJ, en el corazón del Valle de Culiacán, aproximadamente en partes iguales, tanto en la zona rural, donde predominan los trabajadores migrantes, como en la zona urbana, donde prevalecen los trabajadores locales.

Resultados

  1. En la Encuesta de Trabajadores Agrícolas 2012 y con base en un total de cien jornaleros y jornaleras agrícolas cuestionados en VBJ, por lo que se relaciona con la división sexual del trabajo, 64 fueron hombres y 36 mujeres, con un claro predominio masculino.

  2. Por lo que se refiere a la división del trabajo por grupos de edad, 39 eran jóvenes de 15 a 34 años; 51 adultos de 35 y hasta 59 años y 10 adultos mayores de 60 años y más. El promedio de edad fue de 39 años y el resultado revela una prevalencia adulta.

  3. Los trabajadores agrícolas que formaban parte de un grupo familiar (casados, en unión libre o eran solteros y solteras viviendo en familia) representaban 96%, mientras que, los trabajadores solos constituían cuatro por ciento, con dominancia grupal.

  4. Todos los trabajadores del campo hablaban el español como lengua común o idioma puente. Se registraron 17% de indígenas y 83% no indígenas con predominio del idioma español.

  5. Se encontró un nivel de analfabetismo de 18%. La escolaridad fue de cuarto grado de primaria. Los niveles de analfabetismo entre los jornaleros agrícolas de 15 años y más, migrantes o indígenas, eran mayores y los de escolaridad menores, con relación a los indicadores de los trabajadores agrícolas en general. El resultado denota elevado analfabetismo y baja escolaridad.

  6. Se registró que 28 trabajadores agrícolas habían nacido en el estado de Sinaloa; 21 en Guerrero; 13 en Oaxaca; 13 en Durango; nueve en San Luís Potosí; seis en Veracruz; tres en Zacatecas; dos en Hidalgo y uno en Chiapas, uno en Chihuahua, uno en Jalisco, uno en Nayarit y uno en Puebla, respectivamente, con prevalencia de los trabajadores nativos de Sinaloa y Guerrero.

  7. Con relación al lugar en donde habían laborado la temporada pasada: 38 trabajadores agrícolas provenían del mismo estado de Sinaloa; 16 de Guerrero; 11 de Durango; 10 de Oaxaca; ocho de San Luis Potosí; siete de Veracruz; dos de Chihuahua; dos de Hidalgo; tres de Zacatecas; uno de Guanajuato; uno de Jalisco y uno de Puebla, con predominio de Sinaloa y Guerrero.

  8. Con respecto al lugar donde trabajarían la siguiente temporada, se captó que 55 asalariados del campo se quedarían en la zona del Valle de Culiacán para buscar donde trabajar; 32 regresarían a laborar a sus lugares de origen; dos, buscarían trabajo en Hermosillo, Sonora; dos en Chihuahua; uno en Baja California, uno en Puebla; uno no trabajaría y seis no respondieron. El resultado revela el dominio de Sinaloa

  9. Por lo que respecta al lugar donde vivían, se anotó que 59 trabajadores eran locales con residencia permanente en VBJ y 41 migrantes con residencia temporal. Los primeros, divididos en 28 trabajadores nacidos en Sinaloa y 31 asalariados nativos de otros estados. Los segundos, fraccionados en 33 migrantes pendulares que van y vienen exclusivamente a su territorio de origen o de procedencia y residencia principal y ocho migrantes circulares que laboran y residen en diversos estados. El resultado proyecta la prevalencia de los trabajadores locales de origen externo de Guerrero y Oaxaca e interno de los valles centrales de Sinaloa, así como la presencia significativa de migrantes pendulares de Guerrero y circulares de Oaxaca.

Por una parte, 28 obreros agrícolas locales nacidos en Sinaloa, se localizaban asentados en la sindicatura de VBJ, para lo cual, históricamente habían trazado los siguientes movimientos migratorios intermunicipales y regionales antes de inmigrar en VBJ: 12, emigraron desde el municipio de Culiacán; cinco de diversos puntos de Navolato; tres a partir de Badiraguato; dos comenzando con Angostura; uno iniciando en Concordia; uno desde Mocorito; uno a partir de Guasave; uno saliendo de Ahome; uno partiendo de Sinaloa de Leyva; uno desde Salvador Alvarado (ver Mapa 1). En términos regionales, 86% había nacido en la región Centro (Culiacán, Navolato, Badiraguato, Mocorito, Angostura y Salvador Alvarado); 11% en la Norte (Guasave, Sinaloa de Leyva y Ahome) y 3% en la Sur (Concordia) (UAS, 2013).2 Desde otra perspectiva regional, 82% era nativo de Los Valles (Culiacán, Navolato, Angostura, Guasave, Ahome, Salvador Alvarado y Mocorito) y 18% de Los Altos (Badiraguato, Concordia y Sinaloa de Leyva).

Fuente: INEGI, 2010.

Mapa 1 Trabajadores agrícolas locales inrernos 

Así mismo, 31 asalariados del campo locales nacidos en otros estados, históricamente habían establecido los siguientes movimientos migratorios para inmigrar en VBJ: ocho emigraron desde Guerrero3 (Tlapa (M), Ahuacuotzingo (C), Chilapa (C), Tlacoachistlahuaca (CCH), Coyuca de Benítez (CG), El Dormido Santiago); ocho de Oaxaca4 (Tlaxiaco (M), Juxtlahuaca (M), Huajuapan (M), Putla (M), Ejutla de Crespo (VC), Juchitán (I)); seis a partir de Durango5 (Gómez Palacio (SD), Tamazula (Q), Cuencamé (SD), Mezquital (Q); cuatro comenzando en Veracruz6 (Tezonapa (GM); tres, iniciando en San Luis Potosí7 (Rayón (M), Matlapa (H), Tancanhuitz (H)); uno principiando en Hidalgo8 (Tenexco (SA); uno desde Nayarit (San Juan) (ver Mapa 2).

Fuente: INEGI, 2010.

Mapa 2 Trabajadores agrícolas locales externos 

Por otra parre, 31 jornaleros agrícolas migranres pendulares residían en forma temporal en VBJ como lugar de destino, migrando de ida y vuelta desde los siguienres lugares de origen donde tenían su principal lugar de residencia: 13 de Guerrero (Chilapa (C), Tlapa (M), Ahuacuotzingo (C), Igualapa (CCH), Aroyac (CG); seis desde Durango (Mezquital (S), Canatlán (V); cuatro partiendo de San Luis Potosí (Tamazunchale (H), Matlapa (H); tres iniciando en Zacatecas (Miguel Auza); dos comenzando en Oaxaca (Tuxtepec (P); dos partiendo de Veracruz (Tres Valles (GM); uno desde Hidalgo (Chapulhuacán); otro a partir de Jalisco, uno más comenzando por Puebla (San Salvador) (ver Mapa 3).

Fuente: INEGI, 2010.

Mapa 3 Trabajadores agrícolas migrantes pendulares 

Así también, los jornaleros agrícolas migrantes circulares residían de manera temporal en VBJ y en diversos lugares de origen y destino: dos jornaleros agrícolas de Oaxaca (Miahuatlán (SS) y Tuxtepec (P) migraban por la ruta Oaxaca-VBJ-Chihuahua y Oaxaca-VBJ-Veracruz, respectivamente; otro de San Luis Potosí (San Antonio (H) se movía entre San Luis Potosí-VBJ-Baja California y uno más andaba por SLP-VBJ-Puebla; uno de Durango recorría la ruta Durango-VBJ-Sonora- Chihuahua; otro de Chiapas (Villa Corso) cubría Chiapas-VBJ-Sonora-Chihuahua y uno más de Chihuahua, circulaba por Chi-huahua-VBJ-Oaxaca (ver Mapa 4).

Fuente: INEGI, 2010.

Mapa 4 Trabajadores agrícolas migrantes circulares 

  • j. Con relación al tiempo de trabajo anual en Sinaloa, se registró que 36 obreros agrícolas habían laborado menos de 7 meses y 64 entre 7 y 12 meses. De ellos, 11% de Sinaloa habían laborado la menor parte y 89% la mayor parte del año; 31% de Oaxaca, se habían ocupado menos de siete meses y 69% entre siete y 12 meses; 43% de Guerrero habían trabajado la menor parte del año y 57% la mayor parte (ver Cuadro 4). Desde el punto de vista étnico, 100% de los obreros agrícolas zapotecos habían trabajado la mayor parte del año; 60% de los mixtecos de Guerrero y Oaxaca habían laborado entre siete y 12 meses y 40%, menos de siete meses; 50% de los huastecos de San Luís Potosí trabajó la mayor parte y 50%, la menor parte. En contraste, 60% de los náhuatl de San Luís Potosí y Guerrero laboró menos de siete meses y 40% de los nahuas de Hidalgo y Oaxaca entre 7 y 12 meses al año. Así mismo, 100% de los tlapanecos de Guerrero laboraron la menor parte del año. El resultado arroja un predominio de los asalariados rurales que laboran la mayor parte del año, especialmente los sinaloenses y zapotecos.

Fuente: Encuesta de Trabajadores Agrícolas 2012.

Cuadro 4 Asalariados rurales. Tiempo de trabajo anual (Sinaloa) 

  • k. Con respecto al ingreso salarial mensual, familiar o individual, según fuera el caso, y considerando el salario mínimo de la Región "C" de la república mexicana, donde se encontraba Sinaloa en 2012, igual a $59.90 por jornada de trabajo de ocho horas diarias, se encontró que 84 trabajadores agrícolas recibían, por concepto de pago salarial, entre 1 y menos de 3 Salarios Mínimos Mensuales (SMM); 13 trabajadores percibían entre 3 y menos de 5 SMM y tres trabajadores captaban entre 5 y menos de 6 SMM, con prevalencia de los que reciben menos de 3 SMM.

Fuente: Encuesta de Trabajadores Agrícolas 2012.

Cuadro 5 Asalariados rurales. Ingreso en salarios mínimos 

  • l. Con relación al costo de la canasta alimentaria mensual, familiar o individual, 97 trabajadores agrícolas gastaban en alimentos menos de 3 SMM; tres trabajadores sufragaban entre 3 y menos de 5 SMM, con predominio casi total de quienes gastan menos de 3 SMM.

Discusión

Con el proceso de modernización de las empresas, diversos autores han señalado que, hasta el 2000, el sector hortícola que emplea una gran cantidad de mano de obra, había aumentado la superficie cosechada y la productividad, incrementando la producción, el valor de la producción y la fuerza de trabajo utilizada (Carton y Lara, 2004, 2010). Sin embargo, en Sinaloa, aunque subieron los rendimientos, la producción y el valor de la producción, también bajaron las superficies de cultivo y disminuyeron los jornaleros agrícolas en 28%, desde mediados de la década de los noventa y los trabajadores asalariados rurales en 40%, a partir del 2000, con la notable excepción de los asalariados calificados (profesionistas y técnicos) que subieron 60%. En esas condiciones, la modernización productiva de las última décadas se habría sustentado en una mayor inversión proporcional de capital en medios de producción y una menor inversión en fuerza de trabajo asalariada sustituida por maquinaria y tecnología de punta, así como la elevación de los métodos de explotación absoluta y relativa de la fuerza de trabajo asalariada calificada y no calificada (Becerra et al., 2008; INEGI, 1991, 2001, 2011; Mines, 2010; Posadas, 2012; Sedesol, 1997, 2002).

En el interior de los asalariados rurales en Sinaloa, entre 1990 y 2010, los datos oficiales registraron una marcada tendencia hacia la masculinización de la fuerza de trabajo. No obstante, en Sinaloa, los porcentajes se mantuvieron en equilibrio, pues a mediados de la década pasada los trabajadores sólo constituían una ligera mayoría por encima de las trabajadoras. Entre los jornaleros y jornaleras agrícolas migrantes indígenas tlapanecas se había alcanzado la paridad hombre/mujer; ello señalaba una especie de contra tendencia hacia la feminización. Por lo anterior, la proporción de dos por uno entre trabajadores y trabajadoras, en la Encuesta de Trabajadores Agrícolas 2012, sería razonable, pues aunque las cifras históricas, entre obreros y obreras agrícolas, indican proporciones que confirmarían la masculinización, para Sinaloa, entre los jornaleros y jornaleras agrícolas ocupados en labores tales como siembra y cosecha, particularmente migrantes y especialmente indígenas de Guerrero, las proporciones apuntan al equilibrio, de acuerdo con los propios datos oficiales (INEGI, 1991, 2001, 2011; Sedesol, 1997, 2001, 2002, 2008, 2010).

En concordancia con la edad de los trabajadores agrícolas, y tomando en cuenta el peso específico de la Población Económicamente Activa Ocupada, tanto en Sinaloa como en Guerrero, entre 1990 y 2010, se registraba la misma tendencia hacia el envejecimiento de la mano de obra asalariada rural. En 2012, por cada diez asalariados agrícolas, cuatro eran jóvenes y seis adultos y ancianos, evidenciando el proceso de maduración y envejecimiento de la población trabajadora local, así como la importación de jornaleros agrícolas migrantes jóvenes. Además, se confirmaba claramente el empleo de fuerza de trabajo asalariada interna o externa de Sinaloa. Lo predominante era la edad adulta y masculina en el caso de los trabajadores locales y prevalentemente joven de hombres y mujeres en condiciones de equilibrio, especialmente migrante y particularmente indígena náhuatl y tlapaneca originaria de Guerrero. Esto es sin exceptuar la fuerza de trabajo infantil, con lo que se delineaba la tendencia prevaleciente y una especie de contra tendencia complementaria (Barrón y Hernández, 2002; INEGI, 1991, 2001, 2011; Lara, 2010; Monroy y Juan, 2009; Sedesol, 1997, 2001, 2008, 2010).

Con relación a la modalidad de la fuerza de trabajo, individual o colectiva, en Sinaloa, entre 1993 y 2002, nueve de cada diez jornaleros agrícolas se organizaban en grupo familiar, lo que se consolidó como tendencia. En 20012, como expresión de esa propensión hacia la cooperación, prácticamente todos los jornaleros y jornaleras se organizaban en grupo familiar. Esta organización expresa, básicamente, la insuficiencia del salario del jefe o jefa de familia para acceder a los medios de subsistencia y la necesidad imperiosa de incorporar al trabajo asalariado otro miembro del grupo familiar como estrategia de sobrevivencia, reproduciéndose a sí mismos junto con la fuerza de trabajo familiar requerida por la producción capitalista. En la agricultura moderna, el capital paga salarios por debajo de su valor y el grupo familiar decide incorporar la fuerza de trabajo de mujeres, menores de edad y ancianos para tratar de completar el salario faltante y adquirir la canasta mínima de subsistencia y la canasta obrera indispensable. En ese contexto operan los esfuerzos por desincorporar la utilización de la mano de obra infantil, por decisión de las trasnacionales que subordinan la producción de exportación, paradójicamente presionadas por ciertos estratos de la sociedad civil de los Estados Unidos, que reclama Empresas Socialmente Responsables y Libres de Trabajo Infantil (Lara, 2010; Mines, 2010; Monroy y Juan, 2009; Sedesol, 2002, 2010).

Durante el periodo 1993-2004, en Sinaloa, los jornaleros agrícolas que hablaban en primer lugar un idioma indígena disminuyeron. Mientas que, los que tenían como primer idioma el español, aumentaron delineando una tendencia hacia el predominio del idioma español. Para 2010, en Sinaloa, el porcentaje de población indígena era menor a uno y en Guerrero constituían la séptima parte. En 2012, por cada diez asalariados rurales, ocho hablaban únicamente el español y dos, además del español un idioma indígena. Los resultados obtenidos son congruentes con la directriz hacia la reducción de los jornaleros indígenas a la luz de los datos censales y de encuestas especializadas. No obstante debiera considerarse que entre los jornaleros agrícolas, especialmente migrantes, existe un porcentaje mayor de indígenas, fundamentalmente del sur del país (Carton y Lara, 2004; Granados, 2009; INEGI, 2011; Sánchez, 2008; Sedesol, 1997, 2001, 2008, 2010).

Por lo que se relaciona con la calificación o capacitación de la fuerza de trabajo, en Sinaloa, en las últimas dos décadas la tasa de analfabetismo de los jornaleros agrícolas mostraba un descenso y la de escolaridad un ascenso. Los jornaleros agrícolas de Sinaloa bajaron su índice de analfabetismo y subieron el de escolaridad. Las mismas tendencias aunque en menor medida se manifestaban entre los jornaleros agrícolas de Guerrero. En la Encuesta de Trabajadores Agrícolas 2012, por cada diez jornaleros agrícolas, dos eran analfabetas, por arriba de la media nacional, de Sinaloa y Guerrero de donde eran originarios la mayoría de los trabajadores agrícolas de otros estados. La escolaridad fue cuatro grados, por abajo del promedio nacional, Sinaloa y Guerrero. Además, los niveles de analfabetismo entre los trabajadores agrícolas de 15 años y más, migrantes o indígenas eran mayores y los de escolaridad menores, con relación a los indicadores de los trabajadores agrícolas en general. A pesar de la tendencia general hacia la caída del analfabetismo y alza de la escolaridad, persistían niveles muy altos de analfabetismo absoluto entre la población trabajadora mayor de 15 años y analfabetismo funcional de los que cursaron estudios formales, pero que prácticamente no sabían leer ni escribir. Aun con la modernización y reestructuración de la agricultura y con excepción del reducido contingente de asalariados agrícolas calificados, el grueso de la fuerza de trabajo contratada solamente requería escalas reducidas de calificación o capacitación y a los empleadores y autoridades parecía no interesar la educación de los trabajadores rurales (Becerra et al., 2008; INEGI, 2011; Mines, 2010; Pérez, 2007; Sedesol, 1997, 2007, 2010).

Hacia finales del siglo pasado, entre los estados que aportaron a Sinaloa más asalariados rurales migrantes externos figuraba Guerrero. En cambio, la mayoría de los trabajadores locales eran sinaloenses y en general los estados del sur del país predominaban sobre los del norte. En 2012, concurrían en Sinaloa jornaleros agrícolas nativos de 13 estados. Por cada diez asalariados del campo, seis eran del Norte de México (Sinaloa, Durango, San Luis Potosí, Zacatecas, Jalisco, Nayarit y Chihuahua) y cuatro del sur (Guerrero, Oaxaca, Veracruz y Chiapas) o del centro (Hidalgo y Puebla). Durante las últimas dos décadas, los jornaleros agrícolas originarios de Sinaloa subieron respecto del total de asalariados del campo. En cambio, los de Guerrero y Oaxaca bajaron. Con referencia a los jornaleros agrícolas migrantes, los de Guerrero y Oaxaca también cayeron. Con relación a los jornaleros agrícolas locales, los de Sinaloa y Oaxaca bajaron. Por Regiones, los jornaleros agrícolas del norte del país ascendieron; los del sur bajaron y los del centro se mantuvieron. Aunque con menor peso específico, Sinaloa y Guerrero se mantenían al frente de los jornaleros rurales locales y migrantes, respectivamente. Evidentemente, la tendencia se había invertido y el norte prevalecía entre el conjunto de trabajadores agrícolas que laboraban tanto en el campo como en los empaques de las empresas agrícolas. Sin embargo, se advertía una presencia muy importante de trabajadores originarios del sur de México, lo que reducía ligeramente la tradicional representación del centro del país. Por ello, se estarían rompiendo ciertos lugares comunes que todavía atribuyen al sur del país y a la región de Los Altos en Sinaloa, un lugar predominante en el abastecimiento de mano de obra a la región de Los Valles (Carton y Lara, 2010, 2004; Domínguez, 2012; Mines, 2010; Rojas, 2013; Sedesol, 1997).

En 2012, por cada diez jornaleros rurales, cuatro habían trabajado la temporada anterior y cinco se quedarían la temporada siguiente en Sinaloa, tres regresarían a otros estados de origen y dos continuarían migrando en otros estados del noroeste del país, ello configuró la tendencia prevaleciente hacia el asentamiento de los obreros agrícolas locales, complementada con la migración de los jornaleros pendulares y circulares.

En 20012, por cada diez trabajadores asalariados rurales, seis eran obreros agrícolas locales: tres nacidos en otros estados y tres en Sinaloa con residencia oficial en VBJ y prevalencia norteña. Además, cuatro eran jornaleros agrícolas migratorios: tres pendulares con predominio sureño y uno migrante circular con dominancia compartida norte/sur. De acuerdo con la estrategia laboral capitalista se estaría asegurando, en primer lugar, fuerza de trabajo local, nacida en otros estados o en Sinaloa y en segundo lugar, mano de obra migrante, originaria de otros estados, tanto pendular como circular, temporal o permanente. La inexistencia o disminución, a partir de la década de los noventa, de la migración interna rural-rural del norte, sur y Los Altos hacia Los Valles centrales de Sinaloa, probablemente tendría, entre otras, las siguientes causas: 1) las actividades económicas ilegales se han incrementado, reditúan mayores ingresos y operan como alternativa a la migración; 2) la migración de retorno se incrusta en la producción de marihuana, amapola y drogas sintéticas; 3) la migración forzada de los desplazados por la violencia criminal se dirige a las ciudades en busca de actividades económicas no rurales y subsidios gubernamentales; 4) la migración voluntaria parte a otros estados o países. Por todo ello, también se estarían poniendo en duda estereotipos que siguen atribuyendo un lugar predominante a los trabajadores migratorios con relación a los locales, la región sur frente al norte de México y Los Altos contra Los Valles, en la oferta de fuerza de trabajo asalariada a las empresas hortícolas enclavadas en los Valles de Sinaloa (Carton y Lara, 2010, 2004; Domínguez, 2012; Mines, 2010; Rojas, 2013; Sedesol, 1997, 2010).

Desde fines del siglo pasado la mayoría de los asalariados rurales en Sinaloa trabajaban la mayor parte del año. En 2012, la tendencia había avanzado aún más pues dos terceras partes de todos los asalariados rurales laboraban la mayor parte del año. Por cada diez jornaleros agrícolas, nueve sinaloenses, siete oaxaqueños y seis guerrerenses, diez zapotecos, seis mixtecos y cinco huastecos trabajaron la mayor parte del año. En contrapartida, por cada diez jornaleros, cuatro náhuatl y diez tlapanecos trabajaron la menor parte del año (Sedesol, 1997, 2010). Desde la estrategia laboral empresarial, se reforzaba la tendencia hacia un mayor tiempo de trabajo anual y la prioridad la tenían los asalariados agrícolas de Sinaloa, Oaxaca y Guerrero. Con relación a los indígenas, el orden de preferencia patronal colocaba en primer lugar, a los jornaleros zapotecos y mixtecos; enseguida, huastecos y por último, nahuas y tlapanecos. Los que trabajaban la mayor parte del año configuraban una especie de ejército activo de la clase obrera agrícola. Los que laboraban la menor parte, conformaban un género de la sobrepoblación relativa a los medios de producción. El capital decidía en función de sus propias necesidades, quienes, cómo, dónde, cuándo y por qué entrarían en el proceso de restructuración laboral (Besserer, 1999: 39-55; Posadas, 2015).

Durante el periodo 2000-2010, los trabajadores asalariados, en general, que ganaban menos de tres SMM en México y Sinaloa disminuyeron y, en cambio, los asalariados que obtenían más de tres SMM aumentaron. No obstante, la Encuesta de Trabajadores Agrícolas 2012, registró que por cada veinte integrantes de la clase obrera agrícola, 17 percibían menos de tres SMM y tres entre tres y menos de seis SMM. En Sinaloa, los trabajadores agrícolas asalariados dibujaban una pirámide más ensanchada en la base y aguda en el vértice, que la ilustrada por los trabajadores asalariados del campo y la ciudad, a escala nacional y estatal. El trabajador agrícola promedio obtenía $144.00 diarios. Pero, en el fondo, el asalariado agrícola recibía $72.00 diarios y en la cúspide $329, esto es, cuatro veces y media más. Ciertamente, no se registraron casos de jornaleros o jornaleras sin ingresos salariales ni con ingresos menores de un SMM. Con base en el trabajo constante del jefe o jefa de la familia obrera, conformada por cuatro o cinco miembros, integraban al trabajo asalariado alrededor de dos de sus componentes. La situación de los trabajadores agrícolas asalariados en Sinaloa era muy grave (Lozano et al., 2013).9 La inmensa mayoría de los trabajadores agrícolas y sus familias con ingresos menores a tres SMM estaban imposibilitados de adquirir la canasta alimentaria básica (tortilla, pan blanco, leche, frijol, huevo y bistec de res, entre otros) y la totalidad impedidos de hacerse de la canasta obrera indispensable, pues ninguno recibía ingresos mayores a seis SMM e indiscutiblemente constituían los estratos sociales de asalariados mexicanos con más pobres ingresos salariales (Alvarado, 2008; Boltvinik, 2015; Escalante et al., 2007; INEGI, 2001, 2011; Rojas, 2013; Sedesol, 2010).

En 2012, prácticamente todos los asalariados rurales gastaban menos de tres SMM en alimentos y solamente una ínfima minoría entre tres y menos de cinco SMM. El trabajador agrícola individual o en grupo familiar gastaba diariamente por término medio $92.00 en comestibles. No obstante, en la base de la pirámide obrera agrícola se encontraban los que gastaban $30.00 diarios en víveres y en la cima, los que destinaban $289. El centenar de trabajadores agrícolas ganaba diariamente un promedio de $14,400 por concepto de salarios y gastaba $9,200 en provisiones. Los que tenían ingresos salariales más bajos destinaban 47% al consumo alimentario y los que obtenían altos salarios reservaban 88%. En promedio, 64% de los ingresos salariales del trabajador agrícola colectivo eran destinados al consumo de subsistencias, un porcentaje bastante elevado como se ha documentado ampliamente en investigaciones especializadas (Posadas, 2011).

A pesar de estar impedidos para adquirir la canasta alimentaria básica o la canasta obrera indispensable, jornaleros y jornaleras destinaban dos terceras partes de sus ingresos salariales exclusivamente para mal alimentarse y la tercera parte era destinada al ahorro forzoso, no tanto para satisfacer sus insatisfechas necesidades básicas de vestido, vivienda, salud, educación y transporte, sino para tener una reserva con la cual alimentarse, hacer frente al resto de sus necesidades y agregar gastos agropecuarios, bienes e instrumentos de trabajo y pago de deudas, en condiciones todavía más precarias, en los tiempos en que no trabajaban a lo largo del año (UOM, 2013).10 Ni siquiera con la suma de la fuerza de trabajo del grupo familiar, podían reunir el salario imprescindible para acceder a los medios de consumos necesarios para reponer en las mismas condiciones la fuerza de trabajo, indispensable en la producción y reproducción de los trabajadores agrícolas asalariados junto con su familia, como garantía de la reproducción del propio sistema. Cuando trabajaban y obtenían ingresos salariales su situación era mala y cuando no trabajan era peor.

Conclusiones

Los objetivos del presente artículo consistieron en comprobar los cambios operados en la fuerza de trabajo, la movilidad migratoria y los niveles de ingreso salarial y gasto alimentario de los asalariados rurales en Sinaloa. Los resultados captados en la ETA 2012, en VBJ, se caracterizan por la prevalencia de la fuerza de trabajo agrícola adulta, masculina y en grupo familiar; predominan el uso del idioma español por encima del indígena, elevados indicadores de analfabetismo y bajos índices de escolaridad; prevalecen los trabajadores locales por arriba de los migrantes y el tiempo de trabajo la mayor parte del año; dominan los bajos salarios y consumo alimenticio, así como el ahorro obligado entre los trabajadores asalariados del campo. Los resultados obtenidos demuestran que la composición de la fuerza de trabajo y su dinámica migratoria se han modificado, mientras que la situación de empobrecimiento que viven los obreros rurales no ha cambiado e incluso ha empeorado en los últimos años.

Un resultado inesperado de la investigación realizada ha sido la disminución o inexistencia de migración interna de las regiones norte, sur y Los Altos de Sinaloa hacia el Valle de Culiacán. La ETA 2012 tiene una mayor cobertura de trabajadores locales y migrantes en relación al conjunto de los trabajadores agrícolas. No obstante, una investigación más exhaustiva y representativa, debería tomar en cuenta también a los trabajadores locales que cotidianamente se trasladan de ida y vuelta a las empresas agrícolas, desde puntos más alejados de residencia en ejidos, comunidades, pueblos y ciudades, tales como Navolato, Costa Rica, El Dorado y Culiacán.

En el presente artículo de investigación, se arriba a la conclusión de que las modificaciones que se llevan a cabo en la estructura y movilidad de la fuerza de trabajo, así como la situación económica que viven los trabajadores rurales, se plasma en el marco de una profunda e inédita reestructuración empresarial, productiva y laboral. La agricultura capitalista de punta reduce superficies de cultivo y opera sobre la base de una mayor inversión de capital en medios de producción y tecnología y una menor inversión en fuerza de trabajo asalariada (Mines, 2010; Posadas, 2012), convenientemente dosificada y segmentada de acuerdo con la estrategia laboral de la empresa capitalista: mano de obra local y migrante, temporal y permanente, nativa y foránea, colectiva e individual, masculina y femenina, no calificada y calificada, no indígena e indígena, adulta y joven.

Quizás el mayor descubrimiento y la mayor conclusión, con base en los resultados de la investigación empírica y su análisis comparativo, haya sido que los cambios en la estructura de la fuerza de trabajo, su movilidad y el empobrecimiento de los trabajadores agrícola, se realizan principalmente entre trabajadores locales, y de manera secundaria, entre migrantes pendulares y circulares, en condiciones de una migración interna prácticamente inexistente, contradiciendo una serie de estereotipos prevalecientes. Lo anterior se explicaría también por un cambio en la estrategia laboral capitalista que estaría privilegiando, en primer lugar, una fuente segura de fuerza de trabajo asalariada local y en segundo lugar, una mano de obra complementaria de carácter migrante, tanto pendular como circular, temporal o permanente. Una nueva reestructuración en el siglo XXI de la agricultura capitalista de corte neoliberal iniciada en la penúltimas década del siglo pasado, está teniendo importantes repercusiones sobre los trabajadores, empresarios y el gobierno, por lo que es de interés investigar las características principales de esta nueva etapa, para el diseño de políticas adecuadas en la sociedad civil y el Estado. Este artículo pretende hacer una contribución sigificativa al estudio de la nueva situación que viven los trabajadores agrícolas, auténticos productores de la riqueza que paradójicamente escapa de sus manos.

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1Entrevista con Arturo López Ruiz, Coordinador Estatal en Sinaloa del Programa Nacional de Jornaleros Agrícolas (Pronjag), Culiacán, Sinaloa, 27 de agosto de 2005.

2Zona Norte. Está integrada por los municipios de Ahóme, El Fuerte, Choix, Guasave y Sinaloa. Zona Centro. Se encuentran los municipios de Angostura, Salvador Avarado, Mocorito, Badiraguato, Navolato y Culiacán. Zona Sur. Comprende los municipios de Elota, Cosalá, San Ignacio, Mazatlán, Concordia, El Rosario y Escuinapa (UAS, 2013) <http://www.uasnet.mx/centro/profesional/emvz/geograf.htm>

3Regiones de Guerrero: Montaña (M); Centro (C); Costa Chica (CCH); Costa Grande (CG).

4Regiones de Oaxaca: Mixteca (M); Sierra Sur (SS); Valles Centrales (VC); Istmo (I); Papaloapan (P).

5Regiones de Durango: Semidesierto (SD); Los Valles (V); Sierra (S); Las Quebradas (Q).

6Regiones de Veracruz: Huasteca (H); Totonaca (T);) Centro Norte (CN); Centro (C); Grandes Montañas (GM); Sotavento (S); De Las Selvas (LS).

7Regiones de San Luís Potosí: Altiplano (A); Centro (C); Media (M); Huasteca (H).

8Regiones de Hidalgo: Huasteca (H); Sierra Alta (SA); Sierra Baja (SB); Sierra Gorda (SG); Sierra de Tenango (ST); Valle de Tulancingo (VT); Comarca Minera (CM; Altiplanicie Pulquera (AP); Cuenca de México (CM); Valle del Mezquital (VM).

9De acuerdo con el IIEc.UNAM, el salario mínimo de diciembre de 1987 y hasta 2012 acumuló una pérdida de 82.36% en su poder de compra; actualmente se requerirían más de seis minisalarios para adquirir una canasta obrera indispensable (Lozano et al., 2013) <http://www.jornada.unam.mx/2013/05/17/sociedad/041n2soc>

10Entre diciembre de 1994 y finales de 2012, el costo de una canasta básica de consumo calculada por la Universidad Obrera de México aumentó 582.4%, al pasar de $56.3 a 384.4 por día. En ese mismo periodo, el salario mínimo, actualmente de $64.76, aumentó 308.19% en términos nominales, es decir, sin descontar el desgaste por inflación. /Algunos de los productos que conforman esa canasta básica han registrado, en el lapso de referencia, incrementos mayores a mil por ciento, como es el caso de la tortilla, cuyo precio aumentó mil 364%. En tanto, el del pan blanco, se incrementó 980%; leche, 611%; frijol, 623%; huevo, 862%; y bistec de res, 412% (UOM, 2013) <http://www.jornada.unam.mx/2013/06/15/eco-nomia/022n1eco?partner=rss>

Recibido: Agosto de 2016; Aprobado: Noviembre de 2016

Dirección para correspondencia: posadas@uas.edu.mx. Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales. Josefa Ortiz de Domínguez s/n Ciudad Universitaria, Culiacan, Sinaloa, México. C. P. 80040 Tel. 667 7133803

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