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vol.84 número2Úrsula Oswald Spring, María del Rocío Hernández Pozo y Margarita Velázquez Gutiérrez (coords.) (2020). Transformando al mundo y a México. Objetivos de Desarrollo Sostenible 2030: justicia, bienestar, igualdad y paz con perspectiva de género. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, 346 pp.Guadalupe Salmorán Villar (2021). Populismo. Historia y geografía de un concepto. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Jurídicas, 224 pp. índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
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Revista mexicana de sociología

versión On-line ISSN 2594-0651versión impresa ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.84 no.2 Ciudad de México abr./jun. 2022  Epub 09-Mayo-2022

https://doi.org/10.22201/iis.01882503p.2022.2.60287 

Reseñas críticas de libros

Marina Ariza (coord.) (2020). Las emociones en la vida social: miradas sociológicas. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales, 378 pp.

Eduardo Bericat1 

1Universidad de Sevilla, Espana

Ariza, Marina. 2020. Las emociones en la vida social: miradas sociológicas. México: Universidad Nacional Autónoma de México-Instituto de Investigaciones Sociales, 378p.


El lector que tenga la fortuna de encontrarse con este libro, Las emociones en la vida social, puede pensar que se trata de uno más de entre los muchos que hoy se escriben sobre temática emocional. Nada más lejos de la realidad. No es un volumen oportunista escrito al calor de la moda de las emociones y de los sentimientos, predominante hoy en nuestra cultura, sino el producto del riguroso trabajo académico e investigador desarrollado en los últimos años por un grupo dirigido, con buen juicio y una pertinente perspectiva científica, por Marina Ariza. La profesora Ariza es directora del Seminario Institucional Sociología de la Emociones (SISE) del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). También fue la coordinadora del primer libro producto de los trabajos de este seminario, Emociones, afectos y sociología, publicado en 2016. Esta sólida trayectoria avala la calidad de los trabajos incluidos en este segundo libro, publicado en 2020. Sin ninguna duda, el lector puede confiar plenamente en el valor de sus aportes para una sociología de las emociones que, en América Latina, todavía tiene mucho que ofrecer. Los capítulos contenidos en esta obra nos enseñan a mirar la realidad social latinoamericana desde una nueva perspectiva, la que brinda el análisis emocional de los fenómenos sociales.

El conocido como giro emocional o afectivo, que inauguró un nuevo y apasionante campo del saber al considerar que los afectos y los sentimientos sí podían y debían ser objeto de estudio de las ciencias sociales, ha servido para corregir crasos errores que lastraban nuestro modo de comprender la naturaleza humana y, por ende, nuestra inmanente sociabilidad. Las personas somos seres sentientes; la inteligencia es emocional; los afectos nos vinculan a los otros; actuamos movidos por sentimientos. Las emociones configuran el sentido de nuestras experiencias vitales. Las vivencias son el cordón umbilical que nos une al mundo. En efecto, si todos los hechos del mundo nos fueran absolutamente indiferentes, si nada de lo que acontece allí afuera, más allá de la piel, nos afectara, careceríamos de conciencia. Sin sentimientos nos sería imposible orientar y aplicar todas nuestras capacidades al florecimiento de la vida. Vivimos en las emociones, en los estados de ánimo, en los sentimientos, en los afectos y en las pasiones que animan nuestro cuerpo y nuestro espíritu día a día, minuto a minuto, segundo a segundo. Somos felices o desgraciados, amamos u odiamos, reímos o lloramos, nos divertimos o aburrimos, nos sentimos orgullosos o avergonzados, mostramos indiferencia ante el dolor de los demás o los compadecemos. Literalmente, en las emociones estamos. Pero las emociones no son simple disfrute o padecimiento, pues todas ellas, advirtiéndonos en cada contexto y momento de cuál es nuestra relación con el mundo, activan la energía del cuerpo que impulsa nuestra voluntad de hacer algo en y con el mundo, bien para mantenerlo tal cual está, bien para destruirlo, bien para cambiarlo.

Hoy las emociones se han convertido en el paradigma hegemónico a la hora de explicar infinidad de aspectos tanto de la vida personal como de la realidad social. Pero una moda científica, como cualquier otra moda, al tiempo que resulta útil para generar una nueva mirada, como la que aporta el giro afectivo a unas ciencias sociales modernas constituidas sobre la base de un racionalismo excluyente, también genera consecuencias indeseables. En el vestir, por ejemplo, la moda simplifica nuestras decisiones estéticas imponiendo un único patrón. Sin embargo, al mismo tiempo que las modas crean belleza, la destruyen, reduciendo a cero el valor socio-simbólico de todas las prendas que no se ajusten a la norma de la temporada. Además, las modas nos ofrecen soluciones prêt-à-porter que hacen innecesario el cultivo personal del gusto estético y la búsqueda de la belleza. Con los paradigmas científicos sucede algo similar. Hoy las emociones son usadas, en general por personas que carecen de la suficiente formación y competencia en el campo, como si fueran llaves maestras que lo pueden explicar todo, o como si en la realidad no hubiese otra cosa sino afectos, emociones y sentimientos. Afortunadamente, esta crítica a las modas científicas no es aplicable en absoluto a las contribuciones incluidas en este libro, fundadas en una sólida y equilibrada aproximación al tratamiento de las emociones, demostrando la madurez intelectual y académica de las investigaciones realizadas por sus autoras.

El libro incluye análisis emocionales sobre tres ámbitos muy relevantes de la vida social. En primer lugar, trata de estados emocionales característicos de la interacción entre hombres y mujeres, particularmente del odio de género que alimenta el feminicidio, y la indignación reactiva que provoca en las mujeres esa violencia. Ambos capítulos nos muestran simultáneamente a la mujer como sujeto pasivo, objeto de enormes padecimientos, y como agente activo, sujeto que lucha por cambiar el orden patriarcal causante de sus tormentos. En segundo lugar, trata las emociones de diversas experiencias vitales en el contexto de migraciones laborales. Las densas estructuras afectivas que provoca la migración transnacional y el posterior retorno y reencuentro familiar, o aquellas que alimentan los vínculos sociales entre empleadoras y trabajadoras domésticas inmigrantes, evidencian la verdadera naturaleza humana de los fenómenos migratorios. Conocer los sentimientos de las personas migrantes nos permite comprender el verdadero alcance social y humano de los fenómenos migratorios. La tercera parte del libro incluye sendos capítulos que versan sobre la relación entre las emociones y la sociabilidad. El primero analiza la vergüenza desde la perspectiva relacional de la sociología de Georg Simmel, un sentimiento considerado por Thomas Scheff como la emoción social por antonomasia. El segundo estudia la interacción sociodigital de los jóvenes analizando el uso de los emojis, uno de los lenguajes comunicativos clave de la sociabilidad en redes sociales. Todos los trabajos incluidos en el libro ponen de manifiesto tanto la naturaleza social de las emociones como las consecuencias sociales de una determinada configuración de la afectividad.

Uno de los aspectos más destacables de Las emociones en la vida social, así como del primer volumen publicado por el seminario, titulado Emociones, afectos y sociología, estriba en que sus autoras, conociendo, asumiendo y utilizando el gran acervo teórico acumulado desde que los pioneros de la sociología de las emociones iniciaron su labor hace ahora cuatro décadas, han proyectado rigurosas investigaciones empíricas orientadas a ampliar nuestra comprensión de los fenómenos sociales mediante el análisis emocional. La comprensión de la realidad social es el único objetivo que debe alentar cualquier trabajo de sociología, por lo que el sociólogo de las emociones ha de interesarse por los sentimientos no en sí y por sí mismos, sino en tanto su análisis sirve al avance del conocimiento de la sociabilidad humana. En este sentido, mientras que, debido al desconocimiento del gran acervo teórico ya acumulado por la sociología de las emociones, muchos otros autores derrochan sus energías demostrando lo que ya ha sido demostrado previamente (redundancia académica), los trabajos incluidos en estos libros orientan el análisis emocional hacia una comprensión más profunda de la realidad social.

Ambos libros ofrecen al lector un amplio muestrario de métodos y técnicas cualitativas de investigación social sobre emociones, afectos y sentimientos. Teniendo en cuenta que el futuro de la sociología de las emociones depende de la fundamentación, el desarrollo y la consolidación de adecuadas metodologías y técnicas de investigación socioemocional, tanto cualitativas como cuantitativas, podemos afirmar que esta es otra de sus virtudes destacables. Además, es importante subrayar que las investigaciones socioemocionales, como sucede en muchas ocasiones, no pueden ya conformarse con la mera constatación de lo obvio, afirmando que las emociones están presentes en un determinado fenómeno social. Sabemos que las emociones están presentes en todos los fenómenos sociales y, por lo tanto, las investigaciones deben ir un poco más allá, revelándonos aspectos desconocidos de nuestra sociabilidad, es decir, del proceso mediante el que la interacción y la interactividad social producen sistemas institucionalmente organizados, y modos de vida que los individuos insertos en estas estructuras de interacción sistemática experimentan.

Como un primer ejemplo del buen hacer de las autoras del libro, puede comentarse el excelente trabajo de Mariana Ramos sobre el uso juvenil de los emojis y la interacción sociodigital. De este trabajo quisiera resaltar la trascendencia sociológica de su descubrimiento, que emerge del análisis combinado de dos dimensiones. Por un lado, del contraste entre la experiencia real y la expresión social de una emoción y, por otro, de la intensidad con la que sentimos y expresamos las emociones en un contexto de interacción cara a cara, o en uno de interacción digital. Su análisis muestra que, aunque en las interacciones cara a cara sentimos nuestras emociones con mayor intensidad, tendemos a expresarlas con moderación. A la inversa, aunque en nuestras interacciones digitales experimentamos realmente una menor carga emocional, tendemos a expresar las emociones con gran intensidad. En un mundo que camina hacia una profunda desmaterialización y virtualización de las relaciones sociales, la elevada intensidad de nuestras comunicaciones emocionales digitales puede tener consecuencias muy importantes, como queda demostrado, por ejemplo, en la altísima carga emocional de la comunicación política en nuestras redes sociales, habitualmente sobrecargadas de ruido y furia.

Un segundo ejemplo de buen hacer, entre otros muchos contenidos en el libro, es el trabajo de Angélica Ospina-Escobar sobre las emociones que gobiernan la socialización en varones que se inyectan drogas. Más allá de la experiencia fisiológica de placer que procura el consumo de drogas, los jóvenes varones se acercan al grupo juvenil de consumidores de su barrio y se integran en él porque esa experiencia grupal les ofrece autoestima, estatus, energía emocional y dignidad que les son negados fuera de él. “Fuera del grupo imperan el aburrimiento, la incertidumbre, el estigma, la discriminación y la desafiliación”. Mediante el uso de drogas, estos jóvenes varones conjuran “a través del abandono de sí, el miedo, la ira y la incertidumbre que generan la precariedad y las violencias de sus contextos familiares y barriales” (p. 145). Pero la autora advierte que estas estrategias de búsqueda del respeto resultan fallidas porque, ante la falta de otras experiencias positivas viables, la dependencia de los jóvenes con respecto al grupo intensifica su consumo de sustancias adictivas, condenándolos en muchas ocasiones a un proceso autodestructivo carente de ilusión y de esperanza.

Finalmente, me gustaría resaltar otra gran virtud de ambos libros, así como del Seminario Institucional celebrado a lo largo de estos últimos años. Sus aportaciones se enmarcan estrictamente en el desarrollo de una Sociología de las Emociones. Tal como ponen de manifiesto la profesora Olga Sabido, en un artículo de la revista Sociológica, titulado “El cuerpo y la afectividad como objetos de estudio en América Latina”, y la profesora Marina Ariza, en un artículo de la Annual Review of Sociology, titulado “La Sociología de las Emociones en América Latina”, el estudio social de las emociones en esta región surgió, de la mano de la antropología y de la filosofía, como un ámbito estrechamente vinculado al estudio del cuerpo. Así, gran parte de la sociología de las emociones se ha desarrollado bajo la rúbrica del cuerpo, creando una suerte de indefinición disciplinar que no ha contribuido positivamente a su desarrollo. Aunque sostengo que las emociones son la conciencia del cuerpo, niego que la sociología del cuerpo y la de las emociones sean una y la misma cosa. Entre otros motivos, porque los intereses, las perspectivas y los objetivos de la sociología de las emociones son considerablemente más amplios y no se no ciñen exclusivamente al estudio del cuerpo. También, porque las emociones constituyen, junto a las ideas y los valores, uno de los tres componentes básicos de la cultura, de la conciencia y de la comunicación humana. Las emociones son cultura, pertenecen al núcleo central de la subjetividad humana, y su configuración social trasciende los límites del cuerpo.

En suma, los lectores de este volumen podrán comprobar por sí mismos que se ofrecen interesantes análisis sobre cómo multitud de emociones, sean la rabia, la humillación, el odio, la indignación, el respeto, la autoestima, la ansiedad, el amor, la vergüenza, la nostalgia u otras, operan integradas en la naturaleza y en la dinámica de nuestra vida social. También podrán comprobar la calidad y la precisión de su prosa, accesible a cualquier persona interesada en el tema.

Es cierto que el libro podría haber dedicado una mayor atención a emociones consideradas como positivas; podría haber incluido más investigaciones basadas en metodologías y técnicas cuantitativas; podría haber tratado con mayor amplitud las emociones suscitadas por relaciones virtuales y parasociales, es decir, aquellas que emergen sin mediar la interacción cara a cara; y, sobre todo, podría haber incorporado trabajos de estudiosos e investigadores varones, eludiendo así el estereotipo que asigna el mundo de las emociones al universo femenino. Ninguna de estas posibles críticas afecta en absoluto el valor de las aportaciones que esta publicación incluye. Como la propia trayectoria del SISE del IIS demuestra, la ciencia constituye una empresa colectiva que se proyecta en el tiempo. Por tanto, cabe esperar que las sucesivas entregas de este magnífico grupo podrán atender con mayor intensidad y detalle estos y otros muchos aspectos que pudiéramos echar hoy en falta.

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