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Revista mexicana de sociología

On-line version ISSN 2594-0651Print version ISSN 0188-2503

Rev. Mex. Sociol vol.81 n.4 Ciudad de México Oct./Dec. 2019  Epub Nov 07, 2019

https://doi.org/10.22201/iis.01882503p.2019.4.57980 

Artículos

La Revista Mexicana de Sociología, sus conmemoraciones y la experiencia del tiempo

Revista Mexicana de Sociología: Its commemorations and the experience of time

Laura Angélica Moya López* 

Margarita Olvera Serrano** 

*Doctora en Historia por la Universidad Nacional Autónoma de México. Departamento de Sociología-Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) -Azcapotzalco. Avenida San Pablo Xalpa 180, Reynosa Tamaulipas, Azcapotzalco, 02200, Ciudad de México.

**Doctora en Historiografía por la UAM. Departamento de Sociología-Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco.


Resumen

En el 80 aniversario de la Revista Mexicana de Sociología (RMS), el proceso conmemorativo abre la oportunidad para el análisis de tres importantes problemas de investigación: la experiencia del tiempo y su significado, presentes en sus ciclos conmemorativos a lo largo del tiempo; las posibles consecuencias de discutir los orígenes de la publicación antes de 1939; y, finalmente, cómo y por qué la RMS es uno de los más importantes acervos de conocimiento (en el sentido en que Alfred Schutz los concibe) en América Latina. Estos aspectos abren importantes temas para la historia y la sociología de las ciencias sociales.

Palabras clave: conmemoraciones; acervos de conocimiento; temporalidad histórica

Abstract

On the 80th anniversary of the Revista Mexicana de Sociología (RMS), the commemorative process provides an opportunity for the analysis of three key research issues: the experience of time and its significance, present in its commemorative celebrations over time; the possible consequences of discussing the origins of the publication before 1939, and lastly, how and why the RMS is one of the most important knowledge bases (in the sense that Alfred Schutz conceptualizes it) in Latin America. These items open up important issues for the history and sociology of social sciences

Keywords: commemorations; knowledge bodies; historical timescale

La celebración de un ciclo conmemorativo es una valiosa ocasión para revalorar y dar visibilidad contemporánea a la amplia cadena intergeneracional de la que formamos parte como integrantes de las actuales instituciones y comunidades de conocimiento de las ciencias sociales en México. Los practicantes de estas disciplinas, frecuentemente inmersos en objetos acotados y especializados en registros tendencialmente sincrónicos, caminamos por rutas que nos han abierto quienes nos anteceden en el tiempo, sin reparar demasiado en que en un eje diacrónico nuestra posición no es sólo de productores de nuevos saberes, sino también de legatarios de acervos de conocimiento acumulados, sin los cuales aquéllos no serían posibles. Los calendarios fijan ciclos anuales del recuerdo en los que se inscriben prácticas conmemorativas institucionalizadas que abren la oportunidad de presentificar y actualizar estos legados, ontológicamente cerrados y concluidos, pero siempre abiertos a la interpretación por parte de contemporáneos.1 El carácter intersubjetivo, intergeneracional e intratemporal de la conmemoración exige una convocatoria a la reunión viva de la colectividad en un espacio compartido. La fuerza performativa de esta práctica radica, justamente, en que aquélla efectivamente dé lugar al encuentro cara a cara de distintas generaciones de practicantes, y que sus contenidos cumplan con la función cultural de dar a conocer lo que las comunidades de conocimiento consideran sus logros más importantes.

Una observación de segundo orden de las conmemoraciones propias de instituciones de conocimiento muestra que, como prácticas performativas, se dirigen a fijar orígenes, así como a transmitir una idea de logro y continuidad en el tiempo, a pesar de cambios y avatares.2 Asimismo, aportan elementos que se orientan a la confirmación de identidades, pertenencias intelectuales, y a la actualización de una oferta de viabilidad científica e institucional, sobre todo para las nuevas generaciones de practicantes, que serán las que enfrentarán los retos, oportunidades y efectos de la profunda transformación de las prácticas que representa la inserción de las ciencias sociales en la era digital. En este sentido, las conmemoraciones están al servicio del presente, no del pasado.

Las modalidades, ejes narrativos, contenidos y alcances epistemológicos potenciales de la rememoración de orígenes y trayectos están condicionados por el tipo de experiencia del tiempo predominante en cada presente conmemorador. Esto significa que, en los ciclos conmemorativos, por definición, se entrelazan dos mundos diferenciados y estratificados temporalmente: el de los antecesores rememorados y el de los contemporáneos que los recuerdan. En las ocasiones en que la práctica conmemorativa tiene suficiente perspectiva diacrónica, a la temporalidad de estos mundos se integra también la del mundo de los sucesores, que aún no existe, pero que se imagina y proyecta desde el presente conmemorador.3

Bajo estas consideraciones, la primera cuestión historiográfica relevante aquí sería la pregunta por la especificidad del tiempo de la conmemoración, en pleno siglo XXI, de un legado que comenzó a construirse desde las primeras décadas del siglo XX. La respuesta es compleja y no es posible exponerla en detalle aquí, pero al menos se puede señalar que la principal diferencia entre el tiempo fundacional de la Revista Mexicana de Sociología (RMS) y el que vivimos es que en las sociedades contemporáneas, tanto en el mundo de la vida como en el de la observación científica, predomina una experiencia del tiempo presentista. Es decir, un tiempo volcado sobre sí mismo, en el que el espacio de experiencia pasado se percibe como carente de potencial orientador para el presente, y en el que, por otro lado, se mantiene con el futuro una relación de duda, reserva, e incluso, de deuda anticipada.4 En este horizonte, la multiplicación geométrica de estímulos perceptivos y cognitivos de diverso signo, la aceleración y la ubicuidad de los procesos de transmisión y recepción intelectual, así como la presión de tiempo y las exigencias cognitivas y prácticas propias de las fases de especialización de nuestras ciencias, tienden a volvernos comunidades olvidadizas. Autocontenidos en un presente que pareciera extenderse, y separados por nuestras especialidades, corremos el riesgo de perder de vista los vínculos transgeneracionales que tenemos con un pasado-presente que está vivo, al menos parcialmente, en nuestros condicionamientos institucionales, objetos, tradiciones, lenguajes conceptuales, intereses temáticos, identidades intelectuales, incentivos, proyectos, expectativas y metas.

En este contexto, para nuestras instituciones y comunidades disciplinarias, los ciclos conmemorativos son vías importantes para hacer contrapeso al presentismo. Sus modalidades y contenidos pueden dar lugar a la reelaboración de una coherencia interna y de un “nosotros” que no carezca de líneas genealógicas ni esté autocontenido en el presente, capaz de reconocer su arraigo en un espacio de experiencia que, en sentido estricto, ha sido su condición de posibilidad. La conmemoración puede ser un proceso que dé lugar a una apropiación crítica de las herencias acumuladas, con el fin de integrar a nuestras prácticas y orientaciones lo que aún posee potencial heurístico para proponer agendas de investigación capaces de dar cuenta de la complejidad social contemporánea, agendas que se beneficien de los acervos de conocimiento recibidos y aumenten los rendimientos de la especialización.

Una condición indispensable para lo anterior, desde nuestro punto de vista, es una mayor autocomprensión de los itinerarios intelectuales seguidos por las ciencias sociales a nivel local, desde su institucionalización inicial, hace ya casi 100 años, hasta sus etapas contemporáneas. Toda ciencia está impregnada históricamente, más aún las histórico-sociales. Ninguna de ellas puede operar sin datos históricos, con independencia de cómo se integren a las conjeturas e hipótesis de cada especialización (Koselleck, 2013). Por ello, toda ciencia tiene que plantearse en algún momento su propia historicidad, para tratar de asegurar su continuidad transgeneracional.

Ciertamente, el sentido fundamental de las conmemoraciones es recordarnos una experiencia compartida, pero más allá de esto contienen un potencial cognoscitivo que rebasa las dimensiones subjetivas del recuerdo en común. La realización de dicho potencial puede integrar ese recuerdo a un saber específicamente histórico.5 La distancia histórica que media entre la rememoración en determinados presentes, y los acontecimientos, procesos y herencias pasadas que son su objeto, es la condición epistemológica que puede permitir una nueva comprensión del espacio de experiencia pasado, sin anular su alteridad. La conmemoración tiene lugar en un espacio de tensión en el que se entrecruzan las coordenadas del pasado con las situaciones, condiciones, oportunidades y límites de las del presente. Gracias a esta distancia, cada ciclo conmemorativo abre nuevas oportunidades de conocimiento, da lugar a nuevas preguntas, e incluso puede reparar olvidos, desconocimientos, ausencias de transmisión, o plantear ángulos de observación que aún no han sido considerados.

A partir de la comprensión de los ciclos conmemorativos y desde la perspectiva de la historiografía y la historia de las ciencias sociales en México, consideramos la celebración del 80 aniversario de la RMS como un estímulo intelectual, epistemológico y teórico para analizar en este artículo tres manifestaciones vinculadas con la comprensión de la experiencia del tiempo que media tanto a la conmemoración como a su condición aparentemente fugaz, así como algunos efectos de largo alcance para el conocimiento histórico y sociológico de una publicación con esta perdurabilidad.

En primer término, proponemos presentar un trazo historiográfico de las conmemoraciones más relevantes de la propia Revista, con la finalidad de mostrar cómo, en el registro de estos ciclos, se observan cambios en la orientación temporal: en los orígenes de la RMS destaca una gran apertura hacia el horizonte presente-futuro y los afanes orientadores del conocimiento científico social en el México posrevolucionario. En las conmemoraciones sucesivas de los 25 o 50 años, veremos cómo las conmemoraciones marcan un sentido de acumulación, la institucionalización, la profesionalización disciplinar, así como los primeros registros de las pérdidas y olvidos de los antecesores y sus legados. Finalmente, analizaremos el reacomodo presentista de los horizontes temporales en las conmemoraciones de las últimas décadas de la RMS, entre los cuales observaremos una ausencia de espacio de experiencia y acumulación, para privilegiar los efectos de la especialización disciplinar, la mundialización del conocimiento y la estandarización de los formatos, las escrituras y procesos de visibilización de contenidos en la era digital.

Si las conmemoraciones plantean la posibilidad de fijar los puntos de partida y dirección de una revista, en el segundo apartado proponemos una redefinición de los orígenes de la RMS no en 1939, sino en 1920, cuando comienza el periodo de las aportaciones programáticas de las revistas pioneras Ethnos (1920), Revista de Ciencias Sociales (1922) y Revista Mexicana de Economía (1928), como predecesoras de la RMS. Se trata de mostrar, en el marco de la teoría de la historia, cómo la propia revista es el resultado de un proceso previo de acumulación intelectual y de espacio de experiencia antecesora que se decantó desde hace 80 años. Hay una serie de hilos conductores entre estas publicaciones que permiten identificar los legados intergeneracionales, así como las líneas de continuidad y de ruptura frente a estas publicaciones predecesoras. La comprensión de estos entrelazamientos está una vez más en la experiencia del tiempo de estas generaciones.

Finalmente, consideramos que la celebración de los 80 años de la RMS es una circunstancia que permite analizarla como un proyecto editorial colectivo que ha producido un acervo de conocimiento acumulado de manera intergeneracional, que puede y debe ser elaborado como fuente documental. Observar la Revista en su conjunto de esta manera permite la investigación y la escritura de la historia de las ciencias sociales en México, e indirectamente, de América Latina. Proponemos considerarla reflexivamente como fuente y ofrecer una perspectiva diacrónica de la que pueden surgir nuevas preguntas, líneas de investigación y, eventualmente, nuevos saberes sobre la historia de las ciencias sociales en México. Asumir a la RMS como acervo de conocimiento y fuente posibilita ampliar los ejes de observación de sus contenidos, que no son accesibles ni a la memoria ni al testimonio. En este sentido es que permite plantear temas de investigación de más largo alcance que, aunque no es posible trabajarlos en este artículo, sí posibilita analizar lo que esta perspectiva sobre la Revista implicaría, y examinar sus alcances.

Conmemoración y experiencia del tiempo en la RMS

La RMS contiene un registro de los orígenes mismos de las prácticas conmemorativas de nuestras comunidades, de sus modalidades y evolución, así como del tipo de experiencia del tiempo que las han atravesado, desde entonces hasta la actualidad.6 Observar las piezas más importantes de estos registros permite comprender algunas de las características más relevantes de cada una de las etapas de desarrollo de la propia RMS, e indirectamente, de las ciencias sociales en México.

Es el propio Lucio Mendieta y Núñez quien, al cumplirse el primer año de la RMS y de su llegada a la dirección del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS), publica un balance de ese primer tramo que, retroactivamente, marca no sólo el surgimiento de las prácticas conmemorativas institucionales de las ciencias sociales en México, sino también del registro documental de experiencias fundamentales para la historiografía de estas disciplinas a nivel local.

Esta temprana conmemoración es evidencia empírica de la gran carga de futuro que el fundador de la Revista depositaba en este medio de comunicabilidad intelectual, del potencial institucionalizador que podía aportar al desarrollo de una cultura científica escrita y publicada, así como del promisorio porvenir que vislumbró tanto para la RMS, el IIS y las ciencias sociales en México, como para el propio país (Mendieta y Núñez, 1939b). Todo esto cuando la Revista apenas contaba con un año de vida. Podemos argumentar, en este sentido, que el primer tramo de la historia de la RMS tuvo un poderoso incentivo intelectual, en el horizonte abierto por la modernidad futurista de los años cuarenta en México, en el que existió la convicción intelectual y práctico-política de que el pasado era deficitario frente al presente, y que éste lo era también en comparación con el futuro del progreso al que las nacientes ciencias sociales encaminarían al país.7 La orientación procedió, en ese periodo, de ese futuro imaginado.

La carga de porvenir que permea esta primera conmemoración se comprende en su propio horizonte. Se trata de una temprana práctica en la que, en sentido estricto, no hubo ni podía haber aún acumulación. Se buscó, sobre todo, abrir el futuro, proyectar una ruta institucionalizadora de mediano y largo plazo. El potencial orientador y la capacidad de integrar actores intelectuales, recursos materiales y simbólicos, instituciones de diversa índole, ejercicios de investigación empírica con significación práctico-política, en conjunto, dieron viabilidad al proyecto de publicación periódica encabezado por Mendieta y Núñez. El gran mérito de este líder intelectual, evaluado retrospectivamente, fue haber tenido claro que el fundamento de cualquier proyecto de ciencia social moderno pasaba necesariamente por la instauración de formas de comunicabilidad escrita, publicada. Las conmemoraciones de la RMS posteriores a 1940 pudieron, gracias a ello, celebrar ya espacios de experiencia acumulados y acumuladores, sin renunciar a la reelaboración cíclica de expectativas de futuro.

En su dilatado liderazgo al frente del IIS y de la RMS, Mendieta y Núñez fue el encargado de celebrar los incipientes acervos de conocimiento de la revista. Prácticamente en todos estos escritos (Mendieta y Núñez, 1947, 1955, 1965) reitera la confianza en el futuro, al tiempo que comunica una narrativa de logro y acumulación para cada presente conmemorativo que celebró en sus 25 años como líder institucional. Puede afirmarse, en términos retroactivos, que con estos trabajos da comienzo una incipiente historiografía de la historia de la sociología en las ciencias sociales en México, sin que haya sido en modo alguno la intención de este líder. En estos años, en paralelo, se observa un incipiente proceso de institucionalización de la conmemoración como una práctica dirigida a valorar el espacio de experiencia pasado como un punto de partida para la formación de esperas de futuro para las ciencias sociales en México, e incluso para la creación de nuevas iniciativas editoriales.8

En otras etapas, como fue el caso de los años sesenta y principios de los setenta, la conmemoración de los amplios legados intelectuales acumulados por la RMS tuvo alcances muy discretos. En el primer número de 1969, la RMS registra el cumplimiento de los 30 años de la Revista, con un número en el que hay un reconocimiento simbólico del papel de su fundador. El número abre justamente con un escrito de Mendieta y Núñez sobre los jóvenes, seguido de otros cuyos temas (los alimentos en México, estatus social y suicidio, la estructura de dominación ciudad-campo, raza y cultura en el pensamiento antropológico, etcétera) son indicador de las discontinuidades y rupturas existentes entre la generación de Mendieta y Núñez y la siguiente.9 Esto se explica, al menos en parte, porque el relevo generacional que significó el liderazgo de Pablo González Casanova en el IIS y en la RMS consumó el desprendimiento definitivo de la sociología y las ciencias sociales de la matriz jurídica, en un contexto en el que existían ya varias generaciones de egresados de las licenciaturas en Ciencias Sociales, Diplomacia, Periodismo y Ciencia Política ofrecidas por la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales desde 1951.10

Se observa aquí la pérdida de significación conceptual y práctico-política -para esa generación- del legado de los sociólogos-abogados a los que se deben la fundación y la institucionalización inicial y, en consecuencia, el rechazo de lo acumulado por la comunidad liderada por Mendieta y Núñez.11 Si estos legados fueron vistos como carentes de relevancia, es comprensible que, en esos años, su celebración no tuviese mayores incentivos. Por otra parte, hay que recordar que los años sesenta fueron un periodo atravesado por una efervescencia intelectual y práctica que llevó a dar prioridad a proyectos de ciencia social que buscaron la transformación de las realidades sociales. Fueron el producto de los procesos de modernización local por los que tanto apostó la generación de Mendieta y Núñez, bajo un diagnóstico negativo sobre sus consecuencias no deseadas.12

Si la etapa inicial de la institucionalización de las ciencias sociales fue parte de la historia efectual13 de la Revolución Mexicana, la fase de consolidación de finales de los años cincuenta y sesenta del siglo pasado tuvo lugar en el contexto de la escisión entre la oferta de futuro procedente de aquélla y la realidad de sus consecuencias sociales. No obstante lo anterior, la RMS mantuvo íntegra su vitalidad intelectual como forma y medio de comunicabilidad para las ciencias sociales de la época, como puede observarse tanto en el proyecto de reestructuración del IIS y de la RMS emprendido por González Casanova como en el tipo de objetos, temas, procesos de recepción/transmisión y lenguajes conceptuales que caracterizan el tipo de acumulación intelectual que registró y estimuló la Revista en esos años.

Fue hasta los comienzos de la etapa de profesionalización cuando la RMS tuvo la profundidad diacrónica suficiente para conmemorar desde una distancia temporal, intelectual y crítica, que permitió un reconocimiento ponderado de los acervos de conocimiento acumulados.14 Uno de los resultados más notables y duraderos de ello fue el número conmemorativo de los 50 años de la Revista . En él no sólo se reconoce el pasado/ presente de la RMS y del IIS, sino que se extrae todo el valor heurístico que contienen potencialmente los ciclos conmemorativos como nuevas oportunidades de conocimiento, como se argumentó al principio de este trabajo. Este número es pionero en la investigación empírica del pasado disciplinar, en el sentido de que no sólo publicó valiosos balances de lo logrado en distintos campos de conocimiento, también se identificaron y reconocieron sus alcances y límites, así como las rutas intelectuales recorridas en ese medio siglo por nuestras disciplinas. En otras palabras, del ciclo conmemorativo de 1989 surgió una agenda de investigación que llevaba ya el trazo cognitivo que permitió que, en los años siguientes, la historia de la sociología y las ciencias sociales se convirtieran en un objeto de conocimiento en sí mismo.

Las conmemoraciones posteriores tuvieron otros horizontes temporales y, en consecuencia, características y alcances distintos. En el número especial con el que la RMS celebró 70 años de publicación continua vemos ya las marcas de las preocupaciones de una etapa en la que las ciencias sociales, a partir de los logros profesionalizadores de las décadas anteriores, se encuentran frente a los desafíos, las posibilidades y los cuestionamientos que representa la especialización creciente, contra el telón de fondo de una profunda transformación de las formas de comunicabilidad, de transmisión y de recepción del conocimiento producto de la era digital. En ese número se reflexionó no tanto sobre lo acumulado, sino sobre el estatus contemporáneo de las ciencias sociales en un contexto de mundialización, especialización y estandarización, así como sobre objetos de investigación acotados: las convergencias entre disciplinas, las políticas públicas y las ciencias sociales en México, las ciencias sociales en el siglo XXI, la utilidad de la investigación social para actores no académicos, entre otros. El resultado es un número que es indicador historiográfico del tipo de cambios que experimentaban comunidades y disciplinas en México desde los años noventa y, simultáneamente, un mapa de ruta para discusiones futuras.

En la conmemoración de los 75 años de la RMS, en 2014, el producto más importante fue la publicación de un suplemento con trabajos derivados de una serie de discusiones en las que se tematizó el estatus de la Revista, y en general el de las revistas especializadas de las ciencias sociales, en términos de cuantificación de consultas, visibilidad, accesibilidad, estandarización, evaluación, así como una reflexión sobre sus alcances y significación en la actualidad. Es decir, la preocupación se dirige a reflexionar sobre las transformaciones de las formas de comunicabilidad que llevan a la coexistencia de los formatos impresos con los digitales, así como a las exigencias prácticas que se desprenden de ello para las revistas especializadas de nuestras ciencias. Por ejemplo, en este número aparecen escritos que llaman a pensar si los autores buscan citas o lectores ; si la RMS debiera jerarquizar y redefinir sus orientaciones editoriales, en un contexto donde ha crecido geométricamente el número de artículos publicados; si las revistas especializadas de las ciencias sociales pueden integrar producción, calidad y difusión en el contexto del siglo XXI, entre otras cuestiones.15

Desde un punto de vista historiográfico, vemos aquí una ronda de discusión en la RMS sobre la profunda transformación de las prácticas intelectuales que ha traído consigo la era digital; esta discusión tematiza y busca responder a preocupaciones centrales en una época atravesada por la aceleración, por la presión de tiempo y por el presentismo. Si en las conmemoraciones tempranas de la revista, y en las correspondientes a la etapa de consolidación de los años sesenta, se observa una experiencia del tiempo de corte futurista (si bien con distintos contenidos, orientaciones teóricas y prácticas), en las adscritas a las últimas dos décadas, las modalidades y los temas relevantes llevan la impronta de la experiencia del tiempo presentista a la que hicimos alusión en la parte introductoria.

Este apretado examen de las principales rondas conmemorativas de la RMS muestra los rendimientos cognitivos que se han extraído de ellas. Su valor radica en que han logrado articular una memoria institucional selectiva, que ha buscado en la rememoración institucional orientaciones y perspectivas de futuro. En paralelo, desde el punto de vista de la investigación de la historia de las ciencias sociales, muestran, por una parte, el valor heurístico de la memoria como colaboradora del discurso específicamente histórico, y por otra parte, las formas en que la propia Revista se convierte en un objeto de observación de segundo orden, para la historia de las ciencias sociales y la sociología del conocimiento en México.

Hacia una redefinición de los orígenes de la RMS. El legado de las revistas pioneras

Los ciclos conmemorativos permiten hacer presente lo ausente y recolocar los orígenes de un conjunto de legados y tradiciones intelectuales en la circunstancia contemporánea. En un régimen de historicidad presentista como el dominante en nuestra época, y ante el déficit de experiencia del pasado y de sentido de acumulación, proponemos recolocar con mayor densidad el espacio de experiencia de la RMS, mostrando que sus orígenes se remontan a un periodo anterior a 1939 y apuntando las consecuencias que tiene esta reconsideración temporal. La investigación del universo de las revistas pioneras de las ciencias sociales en México muestra que la historia efectual de la RMS no comienza en 1939, sino en 1920, cuando Manuel Gamio fundó la revista Ethnos , continúa con la publicación de la Revista de Ciencias Sociales en 1922, a iniciativa de Daniel Cosío Villegas, y con el legado de la Revista Mexicana de Economía, fundada en 1928 por un prestigiado grupo de intelectuales, entre los que destacan Jesús Silva Herzog y Eduardo Villaseñor.16

Lo anterior significa que el pasado/presente de la RMS integra espacios de experiencia y expectativas correspondientes a múltiples presentes, cada uno con sus propios pasados y futuros. La complejidad de esta dimensión puede entenderse si la representamos mentalmente como una línea muy amplia en el tiempo, que abarca muchos presentes contemporáneos, y en la que cada uno tiene su propia vinculación con un pasado (de los predecesores) y con un futuro (de los sucesores). Así, por ejemplo, nuestras actuales comunidades e instituciones serían parte del futuro imaginado por Mendieta y Núñez en el presente de 1939, en independencia de sus orientaciones y agendas intelectuales. Es decir, somos sus sucesores. Pero, a su vez, Mendieta y Núñez tuvo sus predecesores, recibió un espacio de experiencia que fue su punto de partida para desempeñar su papel como líder constructor de instituciones. Nadie, en ningún presente, innova a partir de cero. La innovación siempre descansa en estructuras de repetibilidad de la experiencia, sin las cuales sería imposible.17 Esta perspectiva permite entender que la comunidad intelectual que dio forma a la RMS en su etapa fundacional fue también heredera y beneficiaria de acervos de conocimiento previos, además de antecesora de muchas de las publicaciones surgidas posteriormente en México.

En 1920, 19 años antes de que Mendieta y Núñez se convirtiera en el líder de la institucionalización de las ciencias sociales en su fase inicial, su maestro y mentor Manuel Gamio fundó la revista Ethnos, dirigida a llamar la atención sobre la necesidad de que México se diera a la tarea de producir un saber sobre amplias franjas de grupos sociales que estaban pendientes de investigación científica (Ethnos, 1920: 2). La dirección de esta publicación mensual quedó a cargo del propio Gamio, junto con un consejo redactor del que formaba parte el prestigiado lingüista Pablo González Casanova. En la introducción que abrió el primer número de Ethnos, se afirma algo que fue parte de la justificación del proyecto con el que Mendieta y Núñez reorganizó el IIS en 1939, esto es, que la mayoría de los mexicanos formaban parte de grupos que eran desconocidos empíricamente y que, sin duda, ello representaba un obstáculo para que los gobiernos surgidos de la Revolución Mexicana impulsaran su evolución y su incorporación a la vida nacional. Así, en sus primeros y discontinuos números, Ethnos se propuso llegar a los gobiernos de los estados, prensa, organizaciones científicas y filantrópicas, poniendo especial atención en el “problema indígena”.18

El interés explícito de Ethnos fue abiertamente utilitario y práctico, orientado a promover investigaciones empíricas sobre los grupos indígenas, con la finalidad práctico-política de integrarlos a una nacionalidad coherente. Gamio consideraba que sin integración/homogeneización de los indígenas, serían imposibles la patria, la nación y el progreso mismo. Estos conceptos colectivos operaron aquí como categorías de acción orientadas al futuro, en el sentido de que fueron indicador de una experiencia del tiempo en la que el pasado se consideró deficitario, y la orientación para ese presente procedía del futuro del progreso. Se buscaba que en un futuro cercano México llegara, como sociedad, al progreso que era ya experiencia presente y acumulada en Europa y Estados Unidos. En este sentido, puede afirmarse que Ethnos fue una publicación que sólo se entiende en las coordenadas de la modernidad futurista que se estaba gestando en esos años, y que daría sentido, contenido y pertinencia a las ciencias sociales en sus etapas de institucionalización inicial en las que fueron concebidas, sobre todo la economía y la sociología, como ciencias de estado.

Ethnos publicó artículos cortos sobre una variedad de temas de corte antropológico y etnográfico en los que no es posible abundar aquí. Lo relevante para entender esta publicación como antecesora de la RMS es, sobre todo, el discurso escrito como herramienta para promover la formación de espacios de investigación social en el país; los artículos programáticos como registros de expectativas y de proyectos, así como fundamento de la estructura interna de la revista misma; la relevancia del liderazgo unipersonal y vertical como herramienta para dar viabilidad a este proyecto editorial, así como la cuestión indígena como eje y justificación de los primeros esfuerzos de descripción empírica de la antropología, entendida como parte de la matriz intelectual de la que se desprenderán, posteriormente, las ciencias sociales en nuestro país.19

Si junto a lo anterior tomamos en cuenta que Mendieta y Núñez tuvo como maestro y mentor a Gamio desde sus años de juventud, que esta influencia lo encaminó hacia el derecho agrario desde sus años de estudiante de la Escuela Nacional de Jurisprudencia (ENJ), que en esta revista publicó sus primeros artículos sobre los indígenas, y que en 1925 fue su último editor, es posible afirmar que el modelo de comunicabilidad intelectual, de liderazgo, las temáticas consideradas relevantes y la idea de que había que producir un saber útil para el país que dieron forma y contenido a la RMS en sus primeros años, proceden de esta publicación (Mendieta y Núñez, 1925a, 1925b).

En 1922, apenas dos años después de que Ethnos publicara su primer número, en la influyente escuela en la que Mendieta y Núñez se convirtió en abogado, la ENJ de la Universidad Nacional, otro líder constructor de instituciones, Daniel Cosío Villegas, fundaba la Revista de Ciencias Sociales (RCS). Esta publicación fue patrocinada por las autoridades de la ENJ, bajo la dirección del propio Cosío Villegas y un grupo redactor integrado por estudiantes y catedráticos de esta escuela. La RCS concentró sus esfuerzos en crear un clima intelectual favorable para estudiar la realidad mexicana en aspectos fundamentales que estaban pendientes, al menos, de una primera descripción empírica: medios geográficos, raza, características y distribución de la población, división del trabajo, educación, entre los más importantes. La relevancia de este esfuerzo editorial sólo puede quedar clara a los ojos de nuestra época si tomamos en consideración la profundidad del desconocimiento que se tenía, hacia las primeras décadas del siglo XX, de los procesos y estructuras económicas y sociales del país. Un primer saber empírico sobre ellos era crucial para un país que experimentaba procesos de cambio económico y político acelerados, en un contexto en el que estaba pendiente también la reparación de una socialidad resquebrajada por la lucha armada.

La revista dirigida por Cosío Villegas buscó que la opinión pública y, en particular, los gobiernos en turno cobraran plena conciencia de la necesidad de generar “con tenacidad patriótica” un saber sobre lo propio, alejado de la abstracción generalizante (Caso, 1922: 1). Al mismo tiempo, la RCS se propuso contribuir al reconocimiento de que uno de los problemas fundamentales que enfrentaba este tipo de investigaciones era asegurar el acceso al conocimiento acumulado por las ciencias sociales en Europa y Estados Unidos. Líderes fundadores como Cosío Villegas tenían muy claro que las ciencias que buscaban promover en México no tenían por qué comenzar de cero. Existían acervos intelectuales formados y consolidados, sobre todo por la economía y la sociología, en los países en los que estas disciplinas contaban ya con una trayectoria reconocida como instituciones de conocimiento duraderas.

Por ello, la RCS dio lugar a la difusión de información de obras, autores y tradiciones que, posteriormente, comenzaron a ser recibidos, traducidos y leídos en México. En este sentido debe entenderse, por ejemplo, la colaboración de Cosío Villegas en el primer número, orientada a aportar a los abogados mexicanos con sensibilidad social una bibliografía especializada, en la que figuraban obras de Giddings, Rousseau, Durkheim, Spencer, Tarde, Ward, Bouglé, entre otros autores relevantes de la época.20 La RCS publicó en su primer año escritos breves sobre el sistema constitucional, la psicología del movimiento obrero, el subsuelo, las reformas al código civil, todos ellos abordados en un registro predominantemente juridicista. Sin embargo, un análisis de estos textos muestra ya esbozos de análisis social que llevarían, en los lustros siguientes, al desprendimiento definitivo de la economía y la sociología de la matriz del derecho, para encaminarse en la ruta que las llevaría a convertirse en ciencias formalmente independientes con un cobijo institucional propio.

La vida de la RCS estuvo cruzada por avatares financieros y prácticos constantes, por lo que la publicación de cada número representó grandes dificultades; su último número salió a la luz en 1933. A pesar de su breve y atribulada trayectoria, su posición como antecesora de la RMS es firme. La RCS promovió constantemente la idea de que era necesario extender con la mayor rapidez posible el campo de las investigaciones relativas a las condiciones sociales, económicas, criminológicas y jurídicas del país, con el fin de obtener un conocimiento racional coherente, dirigido sistemáticamente a su mejora. En este sentido, una de sus principales aportaciones, no sólo a la RMS, sino a las revistas periódicas que surgieron pocos lustros después que ésta, fue la idea de que el conocimiento tenía que ser especializado, no generalizante, si pretendía tener utilidad para el progreso del país. Su carácter programático radica, en buena medida, en esta proyección de futuro.

La tercera publicación pionera que, junto con las dos anteriores, conforma el grupo de revistas periódicas directamente predecesoras de la RMS, es la Revista Mexicana de Economía (RME), de gran influencia a pesar de su vida efímera, que abarcó únicamente el año de 1928. Ubicada también en el horizonte de los primeros efectos societales y proyectos derivados de los primeros regímenes revolucionarios, la RME nace bajo el propósito, también, de crear y extender un ambiente intelectual y político en el que fuese posible el reconocimiento de la necesidad de investigar científicamente los problemas económicos y sociales del México posrevolucionario. Esta publicación tuvo su condición de posibilidad en el Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas (IMIE), surgido a iniciativa de Alfons Goldschmidt, y del que fue órgano informativo.21

Colaboraron en esta institución personajes como Jesús Silva Herzog, Antonio Espinosa de los Monteros, Eduardo Villaseñor, Manuel Gómez Morín y muchos otros importantes promotores de la ciencia económica en México. La RME se funda bajo la dirección de Silva Herzog, con la intención de dar lugar a la producción de un conocimiento experto, informado empíricamente y deslindado de la improvisación y la falta de cálculo. Silva Herzog, como Gamio y Cosío Villegas, estaba convencido de que la inmensa mayoría de los problemas que la sociedad mexicana había tenido a lo largo de su historia, incluida la Revolución de 1910, se debían a un desconocimiento de la realidad económica, a la ausencia de un saber científico sobre las condiciones reales del pueblo . En el primer número de la RME, Silva Herzog afirmó que los errores que se habían cometido en el país desde 1821 tenían su origen en el desconocimiento empírico de la realidad de México. Destacó la importancia de que la economía se convirtiera en un campo capaz de producir un saber racional que contribuyera a la solución de los principales problemas de la nación: una producción agrícola insuficiente y magra, por una parte, y el problema de la elevación del indio, por otra.

A diferencia de las otras revistas pioneras, la RME contó con un formato más profesional, combinó escritos breves con colaboraciones amplias que abordaban en profundidad temas acotados como el ejido, la reforma agraria, la industria, la lucha mundial por el petróleo, banca, moneda, o el problema de la colonización de zonas nuevas y el indio (Villaseñor, 1928). La RME buscó, de esta forma, avanzar en la construcción de una economía científica moderna útil para el progreso del país y la formación de una nación homogénea.22 Cosío Villegas aportó, como había hecho en la RCS, la identificación de acervos de conocimiento textuales, bibliografías, reseñas y traducciones que facilitaron, posteriormente, la creación de la carrera de economía, así como la formación de publicaciones de mayor alcance, como El Trimestre Económico (1934).

En general, la RME se enfocó en la publicación de estudios sobre los problemas económicos de México que era urgente solucionar, y paralelamente, en difundir la lectura de obras económicas, con la expectativa de despertar mayor interés por esta clase de estudios (Silva Herzog, 1928). La construcción del futuro de México requería de un conocimiento integral de las relaciones económicas, de un saber concreto y local acumulable, pero referido obligadamente a las contribuciones de la ciencia económica a nivel internacional. En este sentido, la influencia de Alfons Goldschmidt favoreció transferencias internacionales de conocimiento, que se pusieron al servicio de la producción de un saber sobre la especificidad de estructuras y procesos económicos de la sociedad mexicana de la época.

Lo efímero de esta publicación se debe en buena medida a que sus fundadores estaban llamados a ser hombres de acción, constructores de instituciones y formadores de varias generaciones de profesionistas. No obstante, en un fin de década particularmente complejo en México, lograron en sólo un año que la RME contribuyera a dar paso al reconocimiento de la importancia de un conocimiento especializado y situado de lo propio, al enriquecimiento de las listas bibliográficas, al impulso a las traducciones, y a la consecuente recepción y transmisión internacional de saberes para el desarrollo de las ciencias sociales a nivel local, como disciplinas y como profesiones universitarias.

La RME difundió la convicción de que el conocimiento especializado era imprescindible para explicar la complejidad de los procesos económicos en marcha, en México y en el mundo. A juicio de sus editores, un saber experto de este tipo estaba llamado a desentrañar estos procesos, con todas las consecuencias prácticas que ello implicaba para el proyecto de modernización de las estructuras económicas que se había puesto en marcha desde los años veinte en México. La aportación principal de la RME fue, en este sentido, de corte programático, tanto en el ámbito de la economía como campo de conocimiento especializado, como en el relativo a sus vínculos con el poder público, que fueron su condición de posibilidad y justificación práctico-política.

La RMS como acervo de conocimiento y como fuente

Analizar la RMS como acervo de conocimiento acumulado abre un campo de investigación cuyo punto de partida es comprender que, a lo largo de 80 años, la Revista es un patrimonio intersubjetivo que procede no sólo de la experiencia directa de los integrantes de una comunidad disciplinaria, sino también de la socialización intelectual, de la recepción de legados, y de una relación cultural y simbólica con los predecesores. A esto se suma, en cada presente, un vínculo con los contemporáneos que comparten un tiempo y un espacio sociohistórico, y una relación hipotética con sus sucesores (Schutz, 1972). En este sentido, la RMS como acervo de conocimiento contiene tanto una experiencia intrageneracional acumulada, como la que procede de los propios trayectos biográficos de los actores contemporáneos en sus situaciones. La triple temporalidad que permea la RMS permite entender por qué integra como acervo de conocimiento mapas del mundo diferenciados, correspondientes a distintos tiempos, generaciones, proyectos y tradiciones. Ya hemos analizado en qué sentido la RMS es heredera de publicaciones antecesoras. Toca ahora referirnos a la forma en que su perdurabilidad en el tiempo permite además observar su potencial como un acervo para la observación sociológica, tanto en una dimensión temporal diacrónica como sincrónica. Es con estas coordenadas que podemos integrar dichas temporalidades y pasados, más allá de un recuento histórico.

Recordemos que en 1939 el IIS cumplía 10 años de existencia formal y estaba por finalizar el ciclo de directores rotativos que había caracterizado este primer tramo de su historia, para dar paso a una fase de institucionalización inicial que tuvo como eje, como es bien sabido, la investigación de los grupos indígenas del país en un registro de observación abiertamente deudor de la etnografía y de la antropología cultivadas por Gamio. El personaje que tuvo a su cargo la dirección del IIS en esta etapa, y cuyo liderazgo se prolongaría hasta 1965, fue el abogado Lucio Mendieta y Núñez (1895-1988), egresado de la ENJ, experto en derecho agrario, discípulo de Gamio desde sus años de estudiante en la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) y cercanísimo colaborador suyo, tanto en la Dirección General de Antropología como en Ethnos.

La llegada de Mendieta y Núñez significó para el IIS el inicio de su consolidación como una institución de conocimiento capaz de producir un primer saber sobre estructuras y procesos de la sociedad mexicana, desconocidos empíricamente hasta entonces. En este sentido, una de sus grandes aportaciones fue haber dado al IIS una estructura organizativa y un proyecto propios, con lo que dieron comienzo los primeros esbozos de lo que podían y debían ser la sociología y las ciencias sociales, en el contexto normativo surgido del triunfo de la Revolución Mexicana.23 La fundación de la RMS en 1939 constituyó otra contribución fundamental para la institucionalización de estas ciencias como disciplinas autónomas formalmente reconocidas en nuestro país.24 Con ello, Mendieta y Núñez como líder institucional, el IIS y la RMS definieron para las nacientes ciencias sociales de la época lo que, junto con Michel de Certeau (1987), podemos enunciar como el espacio de lo pensable.

La condición escrituraria de la RMS la convirtió, desde sus inicios, en un potente medio de institucionalización de las ciencias sociales en el país, al aportar a sus contenidos una capacidad diacrónica de transmisión y de recepción de la que carece el discurso oral. Su publicación ininterrumpida, por otra parte, le permitió soltar las amarras de la intencionalidad de su fundador, para convertirse en una institución de conocimiento en sí misma, en paralelo a la consolidación institucional de estas disciplinas en México hacia mediados de los años sesenta.25 Para entonces, la RMS contaba ya con una trayectoria continua de publicación de 25 años y su reconocimiento, tanto nacional como regional, estaba fuera de duda. Había pasado ya de ser una publicación programática, articuladora de un proyecto institucionalizador de las ciencias sociales en México, a un proceso de conversión en institución de conocimiento.26 Desde entonces hasta la actualidad, la RMS ha consolidado y actualizado continuamente su estatuto como estructura duradera de comunicabilidad intelectual.

Uno de los grandes logros de Mendieta y Núñez y de la comunidad intelectual que agregó bajo su liderazgo, fue desbrozar el camino para pasar del discurso oral propio de la cátedra, caracterizado por la fugacidad, la inmediatez y la limitación, a una situación común entre hablante y oyente en un presente determinado, a su fijación escrituraria y, con ello, comenzar a formar y acumular acervos de conocimiento propios, con capacidad de transmisión más allá de las coordenadas temporales de su enunciación original. Esto introdujo una relación pasado/presente de la que carece la palabra viva, puesto que la fijación por la escritura, en principio, garantiza su preservación a través del tiempo.27 A diferencia del discurso oral, cuyos destinatarios son específicos y situados, el discurso escrito, impreso, publicado y conservado, tiene una autonomía que lo abre a la recepción por parte de lectores indeterminados, así como a la interrogación en tiempos y espacios posteriores a los del presente de su enunciación primera (Ricoeur, 2001; Iser, 1987). Dicho en breve, la fundación de la RMS contribuyó a sentar las bases para el paso de la cultura oral, típica de la cátedra, a una incipiente cultura escrita, publicada, materialmente resguardada y, en consecuencia, con potencial acumulador. Con ello se sumó a una corriente de fructíferos esfuerzos previos en el campo editorial, como la fundación de El Trimestre Económico y el Fondo de Cultura Económica, en 1934.28

Es justamente esta trayectoria de la RMS, entendida como empresa intelectual colectiva, la que constituye un espacio de experiencia acumulado que contiene algunas de las improntas materiales más importantes de todas las etapas por las que han pasado la sociología y las ciencias sociales en México. Desde las fases de institucionalización inicial y de consolidación, pasando por las correspondientes a la profesionalización de finales de los años setenta y la década de los ochenta, hasta llegar a las actuales, definidas por una hiperespecialización creciente. Historiográficamente, el registro escriturario completo de la revista constituye un acervo de conocimiento integrado diacrónicamente que es registro de múltiples experiencias, acontecimientos y procesos, tanto intelectuales como práctico-políticos, que pueden ser actualizados gracias a la fijación por la escritura.

Como acervo de conocimiento, la RMS ha aportado un conjunto de saberes teóricos y prácticos acerca del mundo social, que en distintos periodos ha operado como un mapa intelectual proveedor de orientaciones temáticas, teóricas, conceptuales, empíricas y normativas a las comunidades de practicantes de las ciencias sociales en México. Como universo escriturario que ha traspasado distintos tiempos, esta revista tiene el estatuto de legado procedente, fundamentalmente, del mundo de los predecesores.29 Contiene los efectos y las consecuencias del actuar, pensar, investigar, recibir, escribir y publicar de personas que ya no existen y que, en sus presentes, fueron contemporáneas con sus propios sistemas de expectativas y criterios de relevancia, así como con su propia forma de articular presente, pasado y futuro. Como legado contenido en una publicación periódica, la RMS es un universo escriturario acotado, unívoco y empíricamente manejable para el observador. Para que éste pueda formularle preguntas que rebasen lo que es posible conocer sincrónicamente, es necesaria una reflexión sobre su estatus de huella material que llega al presente, así como sobre la operación historiográfica implicada en la conversión de la huella en indicio y fuente para la investigación del pasado disciplinar.

Amplias porciones de los acervos de conocimiento, en general, se objetivan en marcas materiales, signos, sistemas de conceptos y lenguajes. En sentido estricto, esto constituye el entramado fundamental de los horizontes intelectuales que organizan el modo como los integrantes de una comunidad disciplinar comprenden sus mundos y situaciones cognitivas, así como la forma en que elaboran expectativas que los proyectan al futuro. Las acciones derivadas de ello dejan efectos a lo largo del tiempo, en independencia de si coinciden, o no, con lo proyectado. Algunos efectos se diluyen diacrónicamente y no dejan marca material; otros dan lugar a objetivaciones materiales.30 Los efectos sin marca son empíricamente inaccesibles a la observación, a diferencia de los que sí la tienen. Es claro que la RMS es un valiosísimo caso de historia efectual que, por definición, ha producido y produce huellas materiales de acciones, acontecimientos y procesos.31 La estructura de organización serial y cronológica de todos los textos publicados por la revista da a estas huellas el estatus de universo escriturario acotado, a diferencia, por ejemplo, de libros, colecciones y otro tipo de publicaciones.

Los pasos de los líderes y practicantes de las ciencias sociales en México a lo largo de prácticamente un siglo han dejado múltiples huellas: instituciones, condiciones, reglas y procedimientos, obras, libros, artículos, notas, informes, listas bibliográficas, reseñas, colecciones, archivos, planes y programas de estudio, edificaciones, placas conmemorativas, etcétera. En conjunto, estas huellas serían lo que ha sido preservado de su pasado, pero no su historia. Para que un segmento de esa experiencia pasada pueda adquirir el rango de historia escrita y comunicada, para que los acontecimientos implicados en ese pasado puedan conocerse como hechos históricos, es necesario un observador que, en un presente posterior, formule preguntas que transformen las huellas en indicios. En otras palabras, se requiere de una operación historiográfica que seleccione/excluya determinadas huellas, para convertirlas en documentos significativos que serán la base empírica para la reconstrucción que posibilitará que un tramo de la experiencia pasada se reconstruya como historia escrita para el presente (Ricoeur, 1999a; De Certeau, 1987).

Bajo este planteamiento, un agregado de información amplio, sin duda es una huella, pero no un indicio. Para que lo sea, es necesario un observador que introduzca una jerarquía en ese agregado, para distinguir lo que es significativo y lo que no lo es, en función de determinadas preguntas. Las huellas, jerarquizadas también, se vuelven indicios sólo desde la distancia temporal, puesto que ésta introduce una diferencia que permite identificar la alteridad del pasado y contrastarlo con el presente, al tiempo que muestra la brecha que con el paso del tiempo separa la intencionalidad de acciones y proyectos de sus consecuencias. Esto supone un proceso de elaboración conceptual y metodológico que validará determinadas huellas, como fuente para la investigación del pasado, con el fin de actualizarlo y representarlo como historia escrita, narrada y comunicada. Hay que señalar que la noción de fuente puede dar lugar a equívocos, puesto que metafóricamente se refiere a un flujo o torrente del que se puede tomar directamente algo, por ejemplo, un “hecho”. No es éste el sentido que imputamos aquí a esta noción, sino el de construcción selectiva del observador, producto de la intermediación entre pasado y presente, es decir, de la distancia histórica. Esto significa que la elaboración conceptual es una herramienta obligada para la investigación empírica, sin la cual es imposible que un acontecimiento pasado, por ejemplo, se construya como hecho histórico.32 En todo caso, la fuente debe ser interrogada para que pueda decirnos algo del pasado. No siempre nos puede comunicar lo que queremos saber, pero siempre impone límites a lo que es posible decir de ella. Como advierte Reinhart Koselleck (2013), la fuente tiene derecho de veto.

Como acervo de conocimiento y como fuente, la RMS es un universo textual integrado por artículos, reseñas, listas bibliográficas, pero también por documentos y textos dirigidos a dar a conocer a los lectores proyectos, reuniones, congresos nacionales e internacionales, exposiciones, asociaciones, relevos institucionales, nuevas escuelas, convocatorias, etcétera. Agrupamos aquí genéricamente bajo el rubro “artículo” a los textos que han sido, desde los comienzos de la revista hasta la actualidad, la columna vertebral o estructura interna como universo escriturario. Su jerarquía frente a los escritos que complementan cada uno de sus números nunca ha sido puesta en duda, en independencia de que se trate de descripciones acotadas, escrituras programáticas, ensayos políticos, trabajos de recepción de teorías y conceptos, o del artículo científico estandarizado predominante en la actualidad. Sin embargo, si bien el eje principal de la RMS ha sido y sigue siendo los artículos, el conjunto de los escritos publicados contiene sedimentadas experiencias pasadas en las que se pueden investigar dimensiones específicas de la evolución de las ciencias sociales, que aportan elementos para ampliar la autocomprensión de los itinerarios intelectuales, prácticas, proyectos, rupturas y continuidades que atraviesan estos 80 años.

Como herencia intelectual, la RMS integra distintas capas, estratos de experiencia y efectos, con diversas densidades y profundidades temporales. En este sentido, por ejemplo, los aportes de los años cuarenta corresponderían a sedimentaciones ubicadas en niveles profundos de la historia efectual de esta publicación, mientras que los contenidos de las fases de profesionalización y especialización de los últimos 30 años lo serían de sus “capas” más recientes. La multiplicidad de estos estratos de experiencia posibilita introducir ejes de comparación que no es posible hacer con publicaciones de menor alcance temporal, por ejemplo, las revistas especializadas surgidas en los años ochenta, legatarias de la RMS.

Finalmente, señalaríamos que problematizar a la RMS como acervo de conocimiento y fuente implica comprender cómo su pasado/presente atraviesa un arco temporal muy amplio que involucra múltiples etapas de desarrollo y registros de experiencia disciplinar e interdisciplinar; permite distinguir los proyectos cognitivos y las experiencias del tiempo que orientaron a cada generación. Abre la posibilidad de identificar los intereses temáticos, tradiciones y lenguajes conceptuales de diverso signo y analizar las distintas modalidades de construcción del discurso científico. Con este tipo de observación de segundo orden de la Revista también se podrían conocer los liderazgos diferenciados, el papel de los editores y criterios editoriales variados. Permite conocer relaciones, continuidades y rupturas intergeneracionales, y sus respectivos legados intelectuales. Asimismo, el concepto de acervo de conocimiento abre un panorama de investigación para distinguir la pluralidad de autorías, adscripciones institucionales y nacionalidades, así como los tipos de relación con demandas extradisciplinarias relativas al diseño de la política científica. La consideración de la RMS en este registro abre la posibilidad de conocer la evolución de los formatos, los soportes materiales y las escrituras en nuestras disciplinas. Finalmente, abre la oportunidad de dar seguimiento a los procesos de acumulación, transmisión y recepción como prácticas intelectuales rutinarias que atraviesan de principio a fin la historia efectual de las ciencias sociales en México.33

Conclusiones

La conmemoración del 80 aniversario de la RMS a lo largo de 2019 nos convoca a recolocar un conjunto de legados intelectuales y experiencia especializada en el campo de las ciencias sociales, a los que hemos denominado como acervo de conocimiento. Hemos explicado en qué sentido esta denominación conceptual y una mirada diacrónica de la publicación permiten observar una cadena de sucesión y trasmisión intergeneracional de conocimiento que comunica en muchos sentidos la manera como comprendemos y hacemos sociología y ciencias sociales. Asimismo, conceptuar a la Revista como fuente (documental) significa, en el marco de una conmemoración, reconocernos en la cosecha de los antecesores y abrir rutas de investigación pertinentes para la historia de estas disciplinas en México y América Latina. Nuestro énfasis ha sido exponer cómo la definición de este campo de investigación, la fijación retrospectiva de los orígenes, o el análisis de los ciclos conmemorativos de la RMS, se comprenden mejor a la luz de la experiencia del tiempo. Lo anterior se refiere no sólo a la percepción generacional del mismo, sino al acomodo que, sobre los horizontes pasado y futuro, se realiza en cada presente histórico de los actores.

A partir de este horizonte de comprensión y en una época presentista, marcada por la aceleración y la fugacidad, la mundialización y la hiperespecialización del conocimiento observables en la era digital, las conmemoraciones abren un espacio para la reflexión sobre la manera en que nos posicionamos en una cadena significativa de sucesión generacional, en nuestra calidad de contemporáneos y posibles sucesores. Nos reconocemos como discípulos, interlocutores, recuperadores de ideas y legados de un autor o una tradición, identificamos rupturas y discontinuidades, o nos definimos como posibles innovadores. Es a la luz de alguna de estas vertientes que interrogamos e interpretamos nuestro presente. Al analizar los procesos conmemorativos de la RMS es pertinente señalar que “actualizamos y reconocemos la experiencia pasada, racionalizamos las iniciativas del presente y se delinean expectativas para las generaciones contemporáneas y por venir, legitimando así los esfuerzos diacrónicos de las instituciones sociológicas” (Moya López y Olvera Serrano, 2013).

Analizar las conmemoraciones a la luz de la experiencia del tiempo y de la conformación de los acervos de conocimiento acumulados en la RMS permite, finalmente, fijar un lugar de memoria para formular preguntas sociológicas desde el presente. Es en este orden de vinculación con el pasado de nuestras disciplinas en México donde proponemos pasar de la publicación acumulada de ejemplares a su tratamiento como fuente y documento. En ese registro valdría la pena rastrear la forma en que hemos elaborado en las ciencias sociales, y en particular en la sociología, las novedades de la interacción cotidiana, así como algunas estructuras de repetición dominantes. Podríamos conocer en qué medida los conceptos se convierten en anclajes en cuya construcción se define y fija temporalmente algo que en sí está en constante cambio: nuestra experiencia de los fenómenos sociales. Podríamos conocer cómo establecemos nuestros vínculos entre las tradiciones intelectuales heredadas y las nuevas experiencias, a la hora de formular conceptos que resulten significativos. Estas y otras muchas cuestiones son las que, en realidad, nos permiten hacer contemporáneo el patrimonio y los legados de la Revista Mexicana de Sociología.

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1Sobre la conmemoración como una de las modalidades de relación con el pasado, distinta, por ejemplo, de la historia, el olvido y/o la ausencia de transmisión, pueden verse: Nora, 1989; Ricoeur, 2008; Moya López y Olvera Serrano, 2012.

2Entre las conmemoraciones recientes más importantes, aunque no las únicas, de las ciencias sociales en México, destacan los 60 años de la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, en 2015; en ese año se celebraron también los 75 años del Instituto de Investigaciones Sociales; los 50 años de la publicación de 7 tesis equivocadas sobre América Latina y de La democracia en México (de Rodolfo Stavenhagen y Pablo González Casanova, respectivamente); en 2016 la revista Estudios Sociológicos, del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México celebró su número 100; Sociológica (UAM-A), sus primeros 30 años. En 2019 se suman a la conmemoración de los 80 años de la RMS, la de los 50 años del inicio de la primera época de Acta Sociológica y la de los 100 números de Estudios Demográficos y Urbanos, de El Colegio de México.

3Sobre la estratificación temporal del mundo social, las referencias obligadas son: Schutz, 1972; Ricoeur, 1999a.

4Seguimos aquí la noción de presentismo planteada por François Hartog. Para este autor, el presentismo es un régimen de historicidad en el que la orientación ya no procede del futuro (del progreso o del desarrollo), como en la primera modernidad, pero tampoco del pasado, que, frente a la aceleración de los cambios, ve mermada su capacidad de generar esperas de futuro. En su lugar, se impone un presente que se desvincula tanto del espacio de experiencia pasado como del futuro, extendiéndose hacia atrás y adelante. La aceleración, la presión perceptiva, el recorte de los plazos de adaptación a los cambios y la duda sobre la continuidad pasado-presente-futuro serían indicadores de presentismo como la experiencia de la temporalidad tiempo predominante en las modernidades tardías. Por experiencia del tiempo entendemos el modo en que los actores perciben e integran las relaciones pasado-presente-futuro en sus orientaciones, proyectos y esperas de futuro, independientemente de que tengan conciencia de ello o no, en sus mundos vitales. Ver Hartog, 2007; Koselleck, 2001. Sobre los debates al respecto, ver Gumbrecht, 2010; Safransky, 2013; Rüsen, 2013, y Han, 2016.

5Seguimos aquí la posición de Ricoeur (2008) sobre las relaciones entre historia y memoria. Para este autor, se requieren mutuamente; con ello se deslinda de posturas como la de Nora (1989), quien ve en la memoria un obstáculo epistemológico para producir un saber histórico. Para Ricoeur, en cambio, la memoria es depositaria de la función de representancia, la garantía del haber sido de un pasado ausente, pero actualizable a través de la representación escrituraria.

6A esta primera contribución se agregarían con el paso del tiempo los trabajos de González Navarro, (1970), Arguedas y Loyo (1978), Camacho et al. (1979); el número conmemorativo de la RMS de 1989 y el aporte de Loyo, Guadarrama y Weissberg (1990), por mencionar únicamente los más relevantes y anteriores al periodo de profesionalización, en el que la investigación de la historia de las ciencias sociales logró convertirse en un objeto de investigación por derecho propio, más allá de los ciclos conmemorativos.

7Progreso, junto con revolución y nación, fueron tres de las categorías políticas de acción que enunciaron y fijaron lingüísticamente la experiencia histórico-social de las primeras décadas de los regímenes posrevolucionarios. Este grupo de conceptos se caracteriza por abrir esperas de futuro optimistas y, en paralelo, por deslindarse de un pasado considerado como deficitario.

8Un ejemplo notable es la creación de la revista Ciencias Políticas y Sociales, que se funda en vísperas de la celebración del primer quinquenio de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales (ENCPYS), en 1955.

9En la sección bibliográfica de este número se publicó un recuento de los primeros 100 números de la revista.

10Es pertinente recordar que Lucio Mendieta y Núñez tuvo a su cargo la elaboración de los primeros Planes y Programas de Estudio de estas carreras y que, cuando Pablo González Casanova llega a la dirección de la ENCPYS en 1957, uno de sus primeros proyectos fue su modificación, que culmina en 1959. Por lo tanto, en 1969 había ya varias generaciones de egresados formados en ellos.

11Sobre este relevo y la ronda de ausencias de recepción, olvidos y desconocimientos que implicó, puede verse Olvera Serrano, 2017.

12La democracia en México, de Pablo González Casanova (1965), puede considerarse la obra que condensa tanto el deslinde del legado de la generación de Mendieta y Núñez, como un diagnóstico sobre los grandes e irresueltos problemas del país, así como una redefinición de lo que debían ser las ciencias sociales en el contexto de mediados de los años sesenta.

13Seguimos aquí el planteamiento hermenéutico de Gadamer (1987) sobre la conciencia histórico-efectual, entendida como un espacio histórico en el que los procesos, acontecimientos y experiencias acumuladas en el pasado continúan operando en el presente a través de sus efectos, condicionando los proyectos y las esperas de futuro de los actores. Esto supone el reconocimiento de la triple temporalidad que atraviesa el mundo histórico-social.

14Entendemos la distancia temporal en el sentido propuesto por Gadamer (1987, 2000) en su reflexión sobre la conciencia histórica como un saber sobre la diferencia entre el propio tiempo y los tiempos pasados. Esta conciencia es la que permite al observador/intérprete identificar y asumir la distancia que lo separa de lo observado, no como un obstáculo epistemológico, sino como la condición de la comprensión dialógica de las tradiciones recibidas.

15Debemos señalar aquí, a pesar de que aún no hay distancia temporal de por medio, que el número conmemorativo de 2019 está llamado a tener un estatuto equivalente al del número conmemorativo de 1989 de la RMS, así como al número con el que, en 1984, la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales celebró la mudanza de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales a sus nuevas instalaciones, en el que publica documentos fundamentales para la reconstrucción de la historia de esta Facultad. Lo anterior se deriva de la gran similitud que tuvo al integrar críticamente un balance actualizado de la Revista, junto con información sobre los contenidos de distintos ciclos conmemorativos, testimonios de editores y participantes de procesos editoriales, así como anexos sobre directores, autores, temas y adscripciones institucionales.

16Dejamos aquí de lado el examen de las publicaciones que, a su vez, son antecesoras de estas revistas pioneras y que se ubican entre finales del siglo XIX y principios del XX; entre las más importantes, la Revista Positiva. También dejamos fuera del universo de análisis revistas que fueron relevantes y que son anteriores a la RMS, pero de menor alcance programático para las ciencias sociales, como Criminalia (1933).

17La dialéctica repetibilidad/innovación puede observarse, por ejemplo, cuando la generación de González Casanova rompió con la generación fundadora de la RMS, e innovó temática, conceptual, normativa y epistemológicamente, pero integrando la estructura de repetibilidad duradera aportada por la revista como medio y forma de la comunicabilidad intelectual. Lo mismo puede decirse de la modificación de los planes y programas de estudio de la ENCPYS que tuvo lugar hacia finales de la década de los años cincuenta del siglo pasado. En ambos casos coexisten creativamente, como lo ha conceptuado Koselleck (2012), tradición e innovación.

18Esta dimensión normativa de Ethnos quedó enunciada con toda claridad hacia finales de 1922 y comienzos de 1923, cuando apareció el primer número del primer volumen de su segunda época, que se publicó bajo el nombre Ethnos. Revista Dedicada al Estudio y Mejoramiento de la Población Indígena de México.

19La jurisprudencia y la criminología fueron los otros elementos de dicha matriz.

20Ver Cosío Villegas, 1922. Es importante señalar que este autor fue el responsable de la cátedra de Sociología Mexicana, como sucesor de Carlos Pereyra y Antonio Caso en la ENJ. Asimismo, la perspectiva de Cosío Villegas sobre las ciencias sociales se vio influida por el legado de obras monumentales y temáticas como México: su evolución social (1900-1902).

21Intelectual alemán, socialista, judío, profesor de la Universidad de Leipzig. José Vasconcelos lo conoce en Argentina y lo invita a México. Fue profesor de Jesús Silva Herzog a principios de los años veinte y, junto con Fritz Bach, líder intelectual relevante de la institucionalización de la economía como profesión universitaria en México e introductor, como señala López de la Parra (2009), del estudio de la economía política marxista en la Universidad Nacional en los años veinte.

22Los economistas de la época, al igual que los antropólogos, etnógrafos y abogados-sociólogos, estaban convencidos de que la integración de los indígenas a la nación era una condición indispensable para el progreso de México (Villaseñor, 1928). Un indicador de la importancia que daban a esta cuestión es el hecho de que, de 27 artículos publicados por la RME en su único año de vida, nueve se ocuparon de distintos aspectos de los indígenas y de la cuestión agraria.

23Ver Mendieta y Núñez, 1939a. Sobre la afinidad de la idea de Mendieta y Núñez sobre la investigación de los indígenas con la propuesta por Gamio: Mendieta y Núñez, 1925a. Sobre las características de este tramo fundacional es obligada la revisión de los trabajos de Arguedas y Loyo (1978), Sefchovich (1989), Loyo, Guadarrama y Weissberg (1990), Castañeda (1990), Andrade, Leal y Girola (1995) . Sobre los aportes de Gamio siguen siendo de gran utilidad Mendieta y Núñez (1961), González Navarro (1970) y Urías Horcasitas (2002).

24La conquista del estatus de profesiones universitarias habría de esperar el egreso de las primeras generaciones formadas en la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional, fundada en 1951 a partir de un proyecto desarrollado también por Mendieta y Núñez.

25Consideramos que esta fase se alcanza cuando las ciencias sociales se desprenden, en definitiva, de la matriz del derecho y de los abogados-sociólogos a los que se debe la institucionalización inicial de las ciencias sociales en México, entre ellos Mendieta y Núñez. Esta comunidad fue desplazada por las primeras generaciones de egresados de la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, liderados por González Casanova, quien sustituye al fundador de la RMS en la dirección del IIS y de la RMS. En diciembre de 1965 se publica el último número en el que Mendieta y Núñez figura como su director. El primer número de 1966 estaría ya a cargo de González Casanova (Olvera Serrano, 2017).

26Este proyecto integró a sus expectativas, en 1942, la construcción de una comunidad latinoamericana de practicantes. El tipo de proyección de futuro, la comprensión del carácter crucial de la cultura escrita, de la formación de una sociabilidad intelectual moderna, del carácter imprescindible de las transferencias internacionales de conocimiento, de la necesidad de contar con un saber empírico sobre lo propio, así como de que éste tuviera significación práctico-política para la sociedad, en particular para el poder público, dan cuenta de la visión que animó el proyecto de futuro de este líder institucional y del profundo alcance y perdurabilidad de sus efectos institucionales. Ver Mendieta y Núñez, 1942.

27Esto representa el crucial paso de las cosas dichas a las cosas escritas (Moya López y Olvera Serrano, 2016a).

28Al respecto puede consultarse Moya López, 2007.

29Fundamental, pero no exclusivamente. Están integradas también a este acervo las aportaciones de varias generaciones de actores contemporáneos vivos que, como tales, comparten el mismo tiempo sociohistórico. Ver Schutz, 1972.

30Dejamos de lado aquí el problema historiográfico de la destrucción intencional de huellas, por ser ajeno a la trayectoria de la RMS.

31El discurso escrito, editado, publicado y preservado es la evidencia empírica de ello, independientemente de que dicha materialidad sea la del impreso o la digital.

32Un planteamiento más amplio sobre estas cuestiones puede verse en Moya López y Olvera Serrano, 2016a. Su uso en el análisis de la trayectoria completa de una revista surgida en los años de la profesionalización puede verse en Moya López y Olvera Serrano, 2016b.

33Entre las revistas especializada que se acercan a las posibilidades historiográficas que tiene la RMS para la investigación y la escritura de la historia de las ciencias sociales en México destacan la Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, que nació como órgano informativo de la entonces Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales, bajo el nombre Ciencias Políticas y Sociales (1955); El Trimestre Económico (1934); Cuadernos Americanos (1942); Revista de Investigación Económica (1941), de la Facultad de Economía de la UNAM, debida a la iniciativa de Silva Herzog; Foro Internacional (1960), fundada por Cosío Villegas en El Colegio de México, así como Demografía y Economía (1967), antecesora de Estudios Demográficos y Urbanos, también de El Colegio de México.

Recibido: 30 de Abril de 2019; Aprobado: 12 de Junio de 2019

Temas de especialización: teoría sociológica clásica e historia conceptual, pensamiento sociológico en México, exilio español y procesos de recepción científico social y memorias sociales y usos del pasado: historia, memoria y olvido.

Temas de especialización: teorías interpretativas de la sociología y de la historiografía, historia de la sociología y las ciencias sociales en México, procesos de recepción e historia y cambio conceptual, memoria, prácticas conmemorativas y experiencia del tiempo.

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