Como homenaje y permanente recuerdo de quienes fuimos sus estudiantes, continuando su legado, en conmemoración de su aniversario luctuoso, el día 4 de abril.
Para acercarse a conocer al Doc. Rico (Fig. 1), como cariñosamente lo llamábamos muchos de sus estudiantes, hay que remontarnos a la historia del legendario buque “RMS Queen Elizabeth”, que fue en su tiempo el trasatlántico más grande del mundo e icónico en la Segunda Guerra Mundial, por transportar tropas de aliados entre Southampton (Reino Unido) y Nueva York (Estados Unidos de América). Este era un barco de origen escocés, como la mamá del Doc., donde a finales de los años 40 del siglo XX, se dio cita una historia de amor que desembocaría en el nacimiento del Doc. Víctor Rico-Gray. Él narraba, con la elocuencia de sus grandes ojos azules, que fue justo ahí como se conocieron sus padres. Su padre, Carmelo Rico Belestá, médico de origen español, quien viajaba a América como refugiado del régimen franquista se enfermó durante su travesía y fue atendido por una enfermera y capitana del ejército de nacionalidad escocesa Thomasina Gray Wikilson, su mamá. Fue amor a primera vista. Una vez que se vieron quedaron flechados, contaba el Doc. En su voz se denotaba, al expresar lo anterior, el amor y respeto que sentía hacía sus padres, como diciendo “así debe ser una historia de amor, una donde las posibilidades de encuentro son ínfimas, pero aun así se dan”. Una aventura, en la cual sólo los valientes, como sus padres, estarían dispuestos a dejarlo todo por su ser amado y comenzar en un país desconocido como México, en el que había que criar a dos hijos que serían la mezcla no de dos, sino de tres culturas. Así que de esa manera empezó esta historia.
El Dr. Víctor Rico-Gray nació el 11 de junio de 1951 en la Cd. de México, pero vivió su infancia al lado de su hermana en la Huasteca Potosina. Siempre evocaba esos primeros pasos en la región de Ciudad Valles, San Luis Potosí. Posteriormente, regresó a la capital para estudiar la Licenciatura en Biología en la Universidad Nacional Autónoma de México (1979). Tras concluirla, se inició como botánico trabajando de asistente de investigación en el Proyecto Flora de Veracruz del INIREB (Instituto Nacional de Investigaciones sobre Recursos Bióticos). Fue investigador y director del Centro de Recursos Bióticos de la Península de Yucatán (1980-1982; Fig. 2), hasta que decidió irse a los Estados Unidos de América a estudiar un posgrado. Sin embargo, antes de poder realizar ese sueño, la vida le tendría una prueba muy grande, que sin lugar a duda marcó definitivamente su destino.
Justo antes de viajar a la Universidad de Tulane, ubicada en Nueva Orleans, EUA, y yendo rumbo a la casa de sus padres en Ciudad Valles, San Luis Potosí, tuvo un percance en la carretera. Su auto chocó con una vaca que se atravesó en el camino, resultando auto y vaca calcinados. Milagrosamente él salió ileso, pero perdió todas sus posesiones, sólo le quedó la ropa que llevaba puesta. Eso implicó nuevamente el trámite de todos sus documentos oficiales para poder irse al extranjero. Situación similar a la que vivieron sus padres, pues en esta etapa de su vida, el Doc. dejó todo atrás y debió comenzar desde cero después de este accidente automovilístico. Finalmente, sí llegó a su destino, aunque prácticamente sin dinero y como él decía “con una mano adelante y otra atrás”. En esa circunstancia, le ayudaron con alojamiento en un garaje unos amigos del “Tío Thien” (como se referían cariñosamente al Dr. Leonard Thien, quien fue su director y mentor de doctorado). Esta historia la conocíamos como "la anécdota de la vaca"; él la compartía con varios amigos y estudiantes cercanos y se notaba que, a partir de allí, su entereza y espíritu ante la vida no fueron los mismos, y que inclusive lo fortalecieron.
Realizó sus estudios de Maestría (1984) y Doctorado en Ciencias en la Universidad de Tulane (1987), estudiando las interacciones planta-hormiga en la orquídea Schomburgkia ahora llamada Myrmecophila tibicinis. Estas orquídeas tienen pseudobulbos huecos que se convierten en el hogar de las hormigas, que a su vez protegen a las plantas de los herbívoros (Fig. 3).
Este fue el inicio de una sólida línea de investigación que fue muy productiva, tanto en hallazgos científicos, con aportes relevantes a ese campo del conocimiento, como en formación de recursos humanos a los que enseñó conocimientos e independencia de criterio. Fue pilar en estudios de interacciones planta-hormiga y redes de interacciones en México. A su regreso a México, fue investigador del INIREB (1985-1988) y trabajó en el Centro de Ecología de la UNAM (1989-1991). Posteriormente, se trasladó al Instituto de Ecología, A.C. (INECOL, 1991) en Xalapa, Veracruz, donde fungió como jefe del Departamento de Ecología Vegetal (1994-2000) y Coordinador del Posgrado en Ecología y Manejo de Recursos Naturales (2000) (Fig. 4). A partir de febrero de 2011, se integró como investigador titular al Instituto de Neuroetología de la Universidad Veracruzana, colaborando en el Posgrado en Neuroetología (2011-2021).
Desde 1978 inició su fructífera producción científica, publicando más de 170 artículos con más de 8000 citas. Preocupado porque los estudiantes tuvieran acceso a la literatura científica, realizó la revisión técnica de la traducción del libro “The Coevolutionary Process” (John N. Thompson, 1994) al español (El Proceso Coevolutivo, Fondo de Cultura Económica, 2003). Al lado de sus colegas, Paulo S. Oliveira y Wesley Dáttilo, publicó dos libros que son fundamentales en el estudio sobre interacciones planta-hormiga: “Ecology and Evolution of Ant-Plant Interactions” (University of Chicago Press, 2007) y “Ecological Networks in the Tropics: An Integrative Overview of Species Interactions from Some of the Most Species-Rich Habitats on Earth” (Springer, 2018). Además, fue autor de 19 capítulos de libros científicos. En su labor de docencia, impartió más de 100 cursos en diferentes universidades e instituciones científicas de México (Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad Autónoma de Yucatán, Universidad de las Américas-Puebla, Universidad Autónoma de Estado de Hidalgo, Universidad Veracruzana, entre otras) y del extranjero, incluyendo los Estados Unidos de América (University of Tulane), Costa Rica (Organization for Tropical Studies, Universidad de Costa Rica), Brasil (Universidade Estadual de Campinas) y España (Universidad de Alicante). Esto lo llevó a colaborar con un sinnúmero de investigadores alrededor del mundo. Organizó reuniones científicas internacionales y participó en más de 100 congresos nacionales e internacionales (Fig. 5).
Como muchos de los descendientes de refugiados españoles, el Doc. tenía un gran gusto por todo lo relacionado con España. Cuando veía bailes folklóricos mexicanos (como los de Yucatán y Veracruz), siempre decía que todo eso, más que herencia cultural mexicana, era auténticamente español, y comentaba que en regiones de España eran similares los atuendos y los zapateados. Amaba la comida española, como la paella valenciana (su favorita), los arroces, el jamón serrano de bellota, cortes de carne, pimientos de piquillo, quesos y vinos tintos maduros, y platillos españoles con pescado o mariscos. En sus viajes a España, no se perdía de su tienda favorita “El corte inglés” donde su pasión era comprar discos. La herencia cultural española la compartió con su amada familia.
Los numerosos y perdurables vínculos académicos con colegas españoles lo mantenían cercano a sus orígenes. Frecuentemente viajaba a Alicante para colaborar en el posgrado del Centro Iberoamericano de la Biodiversidad (CIBIO), donde impartía clases como profesor invitado y codirigía tesis de alumnos vinculados al INECOL, llegando a fungir como coordinador científico de la Unidad de Ecosistemas Tropicales y Subtropicales del CIBIO. Esta interacción permitió que cada año entre siete y diez investigadores del INECOL participaran en actividades del posgrado y CIBIO (Fig. 6). Entre sus colegas españoles más cercanos y con quienes colaboró en numerosas aportaciones académicas se encontraban Eduardo Galante Patiño, María Ángeles Marcos, Estefanía Micó, Pedro Jordano y Carlos Herrera.
Si bien su vínculo con España era muy fuerte, podríamos decir que era un notable ciudadano del mundo. Su pasión por los Rolling Stones (independientemente de su gran gusto musical), reflejaba su afinidad -vía materna- por el Reino Unido. Como buen y asiduo viajero, le encantaba ir a los Estados Unidos de América, y departir con sus grandes amigos y colegas, del calibre del “Tío Thien”, John Thompson y Suzanne Koptur. En Brasil, tenía grandes arraigos y colaboradores académicos como Paulo Oliveira y Paulo Guimarães, y no podía faltar su visita a algún rodizio, a comer deliciosos cortes de carne como la picanha. Asimismo, disfrutaba ir a Yucatán, México, a colaborar con su amigo y colega Víctor Parra y disfrutar en Mérida de una champola de mamey en la “Nevería Colón”.
Aun siendo un gran viajero, fue de costumbres y arraigos asentados en Coatepec (Veracruz, México), lugar cómodo y tranquilo, donde disfrutó y compartió sus mejores años con su esposa Mónica Palacios Ríos y su amado hijo Alex Rico Palacios. Ahí, sólo o en familia, frecuentaba su restaurant de siempre “Los Arcos de Belén” o “El Andaluz” y también el acogedor restaurante del Hotel Posada San Jerónimo. Además, él tenía gran afinidad a los felinos, por lo que siempre tuvo a sus queridos gatos quienes inclusive fueron parte de su familia. La primera y más longeva fue Rasta, luego otros más, como Jazz, Reggae, Quikie…; los quiso a todos. La estabilidad que le daba la pequeña ciudad la compartió con amigos (como su incondicional, José G. García-Franco) y muchos estudiantes; hacía reuniones caseras con su familia y amistades, particularmente cuando recibía colegas extranjeros visitantes.
Regresando a la parte académica, fue un notable botánico, que además investigó no sólo las interacciones planta-hormiga, sino que su interés en la ecología de diferentes sistemas biológicos lo llevó a estudiar interacciones en primates, aves, arañas, mariposas, abejas, hongos, y hasta en cícadas. Dirigió más de 40 tesis de nivel licenciatura y posgrado y, participó en más de 100 comités tutoriales de estudiantes de posgrado. Tuvo el talento de organizar y planificar, creando un ambiente académico constructivo y colaborativo en todas las instituciones donde estuvo para dejarlas funcionando como un reloj (en perfecta marcha), como diría su colega y gran amigo Jorge López Portillo. Durante su coordinación del Posgrado en el INECOL, preocupado por el desarrollo integral de los estudiantes implementó una actividad cultural, en la que quincenalmente, cada viernes, los estudiantes podían convivir con los investigadores en un ambiente social agradable y amenizado por música en vivo dentro del recinto. Fue sin duda un innovador que dejaba huella donde quiera que estuviera.
Amó la música, especialmente el jazz, blues, rock, reggae y como se dijo líneas arriba: sus infaltables Rolling Stones. Gracias a esta afinidad, casi siempre lo veías portar una camiseta alusiva a la banda. Era un asiduo asistente al Festival de Jazz en New Orleans, y también se aventaba sus palomazos tocando la batería como hobby, ya fuera en el estudio de su casa o donde el ambiente lo llevara a ello.
Obtuvo diferentes distinciones internacionales, incluyendo premios en los Estados Unidos de América (Award in Tropical Botany / The Garden Club of America, 1985; Miembro New York Academy of Science, New York, 1994) y Cuba (Congreso Latinoamericano de Botánica, 1990), y en España fue reconocido como Investigador Honorífico del CIBIO Universidad de Alicante (2014). Recibió el Premio Arte, Ciencia y Luz por la dirección de la mejor tesis doctoral (Universidad Veracruzana 2016, 2017, 2019). Perteneció a diferentes sociedades científicas (Botanical Society of America, The New York Academic Society, Association for Tropical Biology and Conservation, Academia Mexicana de Ciencias, Sociedad Botánica de México). Además de obtener el reconocimiento del Sistema Nacional de Investigadores como Nivel III (a partir del 2015). Sus últimas investigaciones se enfocaron en el estudio de redes de interacción planta-insecto en general y planta-hormiga en particular, siendo un visionario en este campo y trayendo estas investigaciones a México (Figs. 7, 8).
Todos estos números sobre la trayectoria del Doc. son -como alguna vez dijo una de sus estudiantes refiriéndose a los parámetros de las redes de interacción- absolutamente “áridos”. Los números de las redes sólo toman valor cuando tomamos en cuenta su sentido biológico: que un enlace entre dos nodos es un intercambio de servicios y recompensas entre especies, y como decía el Doc. “no son en buena onda”. Igualmente, la trayectoria académica del Doc. sólo toma sentido al considerar su gran calidad humana. Cada artículo, congreso, capítulo de libro, curso y demás representan seres humanos: estudiantes, colegas, amigos, familia, que él apoyó y en los que el Doc., como gran visionario, vio algún potencial.
“Apoyo incondicional, un faro en la oscuridad, protección bajo su ala, un liberador de mentes, paciencia para el que habla mucho, paciencia para el que habla poco, una cara amiga en un país extraño, un embajador de México, memorables charlas en un café, en un parque, o en un lago, una profesión, un trabajo o incluso 35 años de hermosa coincidencia, gracias al Doc.”, son sólo algunos de los comentarios que las personas que conocieron al Doc. externaron en su memorial. Las virtudes de Víctor Rico-Gray vivirán en todos aquellos seres humanos que contribuyó a formar y en las numerosas vidas que tocó.
Este recuento es en memoria del Doc., hecho con los pedacitos de amor de aquellos que lo conocimos, y está dedicado a lo que él más amo en la vida, sus raíces y su semilla: su familia.