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Argumentos (México, D.F.)

versión impresa ISSN 0187-5795

Argumentos (Méx.) vol.24 no.66 Ciudad de México may./ago. 2011

 

Dossier. Ciudades y políticas urbanas

 

Fortificaciones habitacionales en México. De la violencia dominante a la violencia dominadora

 

Liliana López Levi

 

Resumen

Uno de los principales problemas en México es el de la inseguridad pública y la violencia, que en los últimos años se ha incrementado considerablemente. El miedo que ello genera, produce ciertos imaginarios, que simbólicamente se traducen en diversos espacios urbanos, de los cuales, me interesa destacar el caso de los fraccionamientos cerrados, donde los promotores inmobiliarios han hecho un exitoso uso de la situación para vender vivienda fortificada. El estudio parte de la teoría de los imaginarios urbanos para analizar la forma en que la producción de un espacio habitacional hermético hace que la violencia dominante, que percibe el citadino mexicano en su entorno, se convierta en una violencia dominadora que reduce su calidad como ciudadano.

Palabras clave: violencia dominante, violencia dominadora, imaginarios urbanos, segregación espacial, fraccionamientos cerrados.

 

Abstract

One of the main problems in Mexico, which has increased considerably during the last years, is public insecurity and violence. The fear that it creates, produces certain imaginaries, which are symbolically reflected in different urban spaces, of which, I emphasize on the case of gated communities, where developers have made a successful use of the situation to sell fortified residence. The analysis of the production of closed living space is based on the theory of urban imaginaries and it is used to point out the way that violence becomes a dominating force that reduces the quality of citizenship of Mexico City's inhabitants.

Key words: prevailing violence, dominating violence, urban imaginaries, spatial segregation, gated communities.

 

INTRODUCCIÓN

Cuando uno se acerca a los residentes de los fraccionamientos cerrados para preguntarles el motivo por el cual viven en un espacio cerrado, la respuesta más recurrente es la seguridad. A veces, incluso, señalan que es obvio. Lo anterior también destaca constantemente en la publicidad con la que los promotores ofrecen estos lugares y, si observamos la estructura, forma y el paisaje de dichos desarrollos inmobiliarios, hay múltiples elementos que hacen eco de lo anterior.

Por su parte, las noticias en los medios de comunicación y las estadísticas publicadas sobre criminalidad o percepción ciudadana de la inseguridad nos dicen que la inseguridad es una de las principales preocupaciones de la sociedad mexicana. Tanto en televisión, como en radio, periódicos, revistas, así como en las entrevistas con los habitantes de dichos espacios, la inseguridad se encuentra asociada principalmente con la criminalidad y la violencia que se practica en los lugares públicos. Casi no se menciona la violencia doméstica ni se hace referencia a las injusticias del capitalismo o a la posibilidad de un desastre. Como si la criminalidad y la ilegalidad fuesen algo externo a los habitantes de las comunidades cercadas.

A falta de políticas públicas efectivas por parte del gobierno para resolver el problema de criminalidad y narcotráfico en las ciudades, una de las estrategias de la población ante la violencia dominante es vivir en fraccionamientos cerrados; y aunque existen testimonios de actos ilícitos al interior de dichos lugares, los residentes, en general, valoran positivamente la solución. De manera tal que es cada vez más común el modelo de producción inmobiliaria habitacional que contiene bardas perimetrales, alambradas, sistemas de alarmas, elementos para el control de acceso y algunas incluso aprovechan los rasgos topográficos para construir el aislamiento.

En el contexto de la sociedad que inicia la segunda década del siglo XXI en México, los fraccionamientos cerrados son el correlativo material del imaginario del binomio seguridad/inseguridad, del miedo a la criminalidad y la necesidad de protección. Son la mejor solución que han encontrado ciertos sectores urbanos que tienen acceso a ellos, y sin embargo, están lejos de ser el lugar ideal que ofrece el discurso inmobiliario.

Con base en lo anterior, el presente trabajo se avoca al análisis del papel que adquieren la violencia, el miedo y la inseguridad pública en la conformación de un espacio residencial cerrado, así como la forma en que se estructuran las relaciones y se favorecen ciertas prácticas sociales que van más allá de la autoprotección.

Desde el punto de vista teórico se retoma las discusiones de diversos autores sobre los imaginarios urbanos,1 la cultura del miedo2 y los fraccionamientos cerrados,3 para analizar las producciones materiales y simbólicas en torno a la criminalidad, así como sus consecuencias en las relaciones sociales y en el espacio urbano; para el caso los barrios fortificados en ciudades mexicanas.

Desde el punto de vista empírico, la reflexión se apoya en el trabajo de campo realizado para diversos proyectos desarrollados en los últimos cinco años, donde se ha estudiado el papel del miedo y el consumo en la conformación del espacio social en fraccionamientos cerrados de Tijuana, Nogales, Hermosillo y la Ciudad de México.4 En estos casos, el levantamiento de información incluyó la observación y registro de las características físicas de los fraccionamientos cerrados analizados y de su contexto urbano. Para ello, se elaboraron fichas de observación y se efectuó un registro fotográfico que diera cuenta de elementos tales como el tamaño, localización, los nombres, la presencia o ausencia de accesos monumentales, los elementos de seguridad tales como bardas, casetas, policías, alarmas, infraestructura interna, entre otras. Además se realizaron entrevistas y pláticas con los residentes. Otros testimonios provienen de notas periodísticas. Y para analizar el discurso que subyace a la producción de este tipo de espacios, se revisó la publicidad de los promotores difundida a partir de anuncios espectaculares, anuncios en revistas y periódicos, internet, folletos y trípticos de los fraccionamientos.

 

IMAGINARIOS URBANOS, VIOLENCIA DOMINANTE E INSEGURIDAD PÚBLICA

En la actualidad, uno de los problemas que más afectan y preocupan a la población mexicana se relaciona con la violencia y la inseguridad. Por lo general, el ciudadano le teme más al narcotráfico, la delincuencia organizada y la criminalidad que a la pobreza, el desempleo o el neoliberalismo. Gobiernos federales y locales han hecho de la ''guerra contra el narcotráfico'' una de sus banderas y los medios de comunicación utilizan gran parte de sus espacios para divulgar noticias que giran en torno a capos, cárteles de la droga, balaceras, enfrentamientos, muertes, extorsiones, levantamientos y secuestros.

Para responder, interpretar, rechazar o asimilar a la violencia que parece dominar la esfera nacional, la gente construye imaginarios sociales, que después serán la base de sus prácticas y representaciones en torno al fenómeno. De acuerdo con la teoría de los imaginarios sociales,5 cada sujeto se enfrenta a su realidad, la percibe, la decodifica y conforma un registro mental, a partir del cual realiza diversas acciones u omisiones. Lo que vemos, escuchamos, sentimos, olemos y probamos es información que se estructura en nuestro cerebro, que adquiere un orden, y en función de ello generamos explicaciones del mundo para transformarlo, asimilarlo, darle significado y por lo tanto sentido.

El fenómeno de la violencia y la criminalidad en México queda reflejado en cifras oficiales, en las noticias de los medios, en las estadísticas de instituciones académicas, de organizaciones no gubernamentales y de empresas de elaboración de encuestas.

De acuerdo con el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI), 92.6% de sus encuestados6 se entera sobre cuestiones de inseguridad a partir de noticieros de televisión, 35% se entera por la radio y 39.6% mediante la prensa; 73% ve o escucha con mucha frecuencia los noticieros y 64% considera que los medios hablan demasiado sobre inseguridad. Asimismo, afirma que 13-1% de los hogares de la República Mexicana tenían al menos una persona que fue víctima de un delito. En particular destaca el Distrito Federal como el que más casos presentó, con 22 800 delitos por cada 10 000 habitantes, seguido por Sonora, Coahuila, Aguascalientes, Baja California y el Estado de México.

Por su parte, el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) reporta que en promedio, 65% de la población nacional se siente insegura en su entidad, sin embargo destacan el Distrito Federal, Chihuahua, Durango, Sinaloa y Nuevo León, donde la cifra es mayor al 80 por ciento.7

A nivel de los ciudadanos, los imaginarios sobre el fenómeno también vienen de las experiencias personales, de las de sus conocidos o de las personas de su entorno. Cualitativamente hablando, es importante lo que la gente constantemente oye en su medio, en la radio, mira en la televisión y lee en los periódicos, en internet, en semanarios y revistas.

Es difícil tener un diagnóstico real de la situación debido a la frecuencia con la que no se denuncian los actos delictivos ante las autoridades, sin embargo, más allá de los números, habría que enfatizar en el hecho de que se trata de experiencias humanas que dejan huellas muy profundas. Cada vez que ocurre un suceso violento afecta a las víctimas, a los testigos y la gente de su círculo social. Todos ellos quedan marcados durante mucho tiempo. En términos emocionales y psicológicos las estadísticas pierden importancia frente a lo vivido y lo sentido.

Los imaginarios, pasan de ser personales a ser sociales, a partir de las formas en que se expresan, a partir de lo simbólico, con palabras, con gestos, con movimientos corporales, con actitudes, con el arte, con las prácticas cotidianas y con el paisaje. Es así como, en el caso de la ciudad, se convierten en objetos, en formas de organización, en relaciones sociales, en medios de articulación o segregación. Las estructuras urbanas son un imaginario representado a la vez que un medio de comunicación.

El miedo y la inseguridad son sentimientos que se traducen en paisaje; quedan reflejados en los edificios, las calles, la organización del espacio, en los diversos objetos materiales y su disposición, en la actitud de la gente, en la propaganda y en la publicidad, es decir, en cualquier forma que funja como expresión de la sociedad, que sea susceptible a ser interpretada. Ejemplos de lo anterior son los edificios herméticos que semejan búnkers, como los de los centros comerciales, donde el deseo de seguridad y el control llevan al encierro. La inseguridad también queda plasmada en los letreros espectaculares que muestran fotos de delincuentes y ofrecen recompensa por ellos, así como en la propaganda de partidos políticos que prometen enfrentar la situación. Entre las imágenes urbanas de la inseguridad y el miedo podemos evocar a una calle obscura y sola, a los parques abandonados, los alambres de púas, los letreros que avisan que hay alarmas, los enrejados eléctricos o la protección de alguna compañía de seguridad. También se puede percibir en ciertas formas de relación social, por ejemplo, entre los citadinos y los policías o entre los mismos ciudadanos, que se miran con desconfianza unos a otros. Los imaginarios, si bien se originan en el mundo de las ideas, tienen su relevancia a partir de que se plasman y se convierten en organización social, en sistemas culturales y en nuestro caso en territorio urbano.

 

FORTIFICACIONES HABITACIONALES

El fraccionamiento cerrado es una estructura habitacional que, aunque tiene antecedentes decimonónicos,8 es característico del espacio urbano de las últimas décadas del siglo XX y primera del XXI, ya que se ha extendido a lo largo y ancho del planeta, con múltiples ejemplos en las ciudades europeas, americanas, asiáticas, africanas y de Oceanía.

Se trata del modelo de desarrollo habitacional muy exitoso,9 tanto para las periferias, como en la parte más densa o antigua de la ciudad; uno que se aprecia igual en las colonias más exclusivas como en los barrios de clase media. México no escapa al patrón internacional. El modelo se ha extendido en prácticamente toda la República. La cantidad de fraccionamientos cerrados crece exponencialmente y cubre una amplia gama de sectores socioeconómicos. Aunque en un inicio eran desarrollos inmobiliarios para las élites, empresas tales como Geo, Ara, Frisa y Urbi se sumaron al gran negocio que implicaba la masificación del fenómeno orientado a los sectores populares y a las periferias urbanas.

Los ejemplos de ciudades que se amurallan se multiplican y abarcan desde las grandes áreas metropolitanas como la Ciudad de México,10 Guadalajara, Toluca y Puebla,11 a ciudades de la frontera norte como Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez12 y ciudades medias como Hermosillo,13 Mérida14 y Culiacán,15 entre otras.

La violencia dominante en México, aquella percibida por sus habitantes, reflejada en los medios y en las estadísticas, es exitosamente aprovechada por los empresarios para vender productos, servicios o espacios urbanos. A partir de la inseguridad se justifica la segregación de espacios inmobiliarios y, por ende, de grupos sociales, se estimula el control, la privatización y el encierro de las actividades cotidianas y se fortalece la idea de que el espacio público urbano es peligroso.

La proliferación de los barrios herméticos puede explicarse, en términos económicos, por las grandes ganancias que ha demostrado generar y, en términos culturales, a que responde a imaginarios sociales asociados a la percepción de la criminalidad y al deseo de estatus, confort, seguridad y plusvalía. Entre los elementos que Roitman16 identifica como relevantes en la conformación de barrios cerrados destacan ''el aumento del crimen, el miedo a la violencia y el sentimiento de vulnerabilidad'', aunque también señala que:

Distintos autores han estudiado las diversas causas del surgimiento de los barrios cerrados en todo el mundo. Entre las principales pueden citarse las siguientes: el aumento de la inseguridad y la violencia urbana y la incapacidad del Estado para asegurar ciertos servicios considerados básicos, como es la seguridad ciudadana; la progresiva desaparición en la ciudad del sentimiento de comunidad; el aumento de la desigualdad social y el acrecentamiento de la brecha entre pobres y ricos, sumado al deseo de lograr estatus y cierta homogeneidad social por parte de algunos grupos sociales; el deseo de mayor contacto con la naturaleza o de un ''estilo de vida diferente'' y el impulso, por parte de los desarrolladores urbanos, de una nueva ''moda'' urbana, influenciada por el ''American way of life''.

Los vecindarios defensivos están conformados de manera tal que el aislamiento es físicamente concreto y con ello se favorece la idea de protección ante intrusos identificados con un sector de la población indeseado. Simbólicamente marcan un espacio exclusivo, en el cual, no cualquiera es bienvenido. Son barreras sociales, económicas y culturales en favor de los consumidores, que cuentan con la imagen apropiada. El miedo queda constantemente expresado en la multiplicación de muros y rejas, en los vigilantes de la entrada y las casetas de control.

El resultado son un conjunto de desarrollos inmobiliarios de autosegregación. Lugares que por su organización, se oponen a la noción de lo público. Sus áreas comunes no son para todos los ciudadanos que viven y transitan por la ciudad, sino que se trata, como lo afirma Janochka,17 de un bien de club, es decir, una propiedad compartida por el grupo selecto de residentes, que de manera colectiva y exclusiva tienen un contrato de pertenencia sobre dicho espacio.

Tanto los habitantes de los fraccionamientos cerrados, como sus diseñadores y autoridades locales los consideran una alternativa de protección, para reducir la vulnerabilidad ante una posible amenaza. ¿Qué tipo de amenaza? Aquella que en el imaginario colectivo dominante se encuentra depositada en un grupos social externo a la comunidad y que por su imagen, situación o actividades desempeñadas se perciben como seres peligrosos.

Los fraccionamientos cerrados hacen la distinción entre adentro y afuera, tanto en su configuración espacial, como en el discurso que se maneja en torno a ellos. La imagen que presenta Murillo18 da cuenta de ello, cuando afirma que ''los culiacanenses tienen miedo, mucho miedo. Viven una psicosis colectiva. Ya no hallan cómo protegerse y están optando por enclaustrarse en fraccionamientos privados, convertidos éstos en los últimos siete años en el producto mejor vendido contra la inseguridad pública''.

Al interior del fraccionamiento se encuentran los vecinos, los miembros de la comunidad; en cambio afuera están los otros, los delincuentes, aquellos de quienes hay que protegerse. Los ciudadanos se convierten, entonces, en individuos para quienes el nivel socioeconómico y la capacidad monetaria es relevante, no sólo porque les identifica como parte de un grupo social, sino porque a partir de ello pueden tener una imagen confiable y pertenecer a quienes pueden comprar su propia seguridad; como si la inseguridad y el crimen no fueran parte del mundo de aquellos que viven dentro de los barrios fortificados, sino de la ciudad externa y amenazante de la que hay que protegerse a partir de muros y barreras; como si los narcotraficantes no vivieran al interior, como si ahí no hubiera violencia intrafamiliar, como si los automovilistas neuróticos y agresivos no entraran, como si nadie abusara del prójimo y no existieran los conflictos entre vecinos.

Diversos casos de estudio muestran que el miedo se deposita en una alteridad que engloba a personas tales como los inmigrantes, los indocumentados que están en las ciudades fronterizas en espera de pasar ilegalmente a Estados Unidos,19 en los narcotraficantes, en los polleros o traficantes de indocumentados,20 en los jóvenes, particularmente si portan tatuajes o el pelo de cierta forma,21 en los trabajadores de los mismos fraccionamientos cerrados, como jardineros o empleadas domésticas,22 en los habitantes de las colonias vecinas o en los ocupantes de ciertos espacios urbanos que han sido estereotipados.23

La publicidad que se produce en torno a los fraccionamientos cerrados es otro elemento que nos da la pauta de la forma en que se maneja el miedo. Es muy común encontrar la palabra seguridad en los lemas de dichos desarrollos inmobiliarios. Como ejemplos podemos citar algunos casos en varias ciudades de la República. En Tijuana, tenemos ''Exclusividad, seguridad, calidad'', ''Seguridad, tranquilidad, plusvalía, en San Agustín Residencial'', ''Disfruta la comodidad, exclusividad y seguridad que te ofrece la nueva Privada Imperia'', ''Buscas seguridad y confort para tu familia? En... Residencial Juárez II... lo encontrarás''; un anuncio espectacular de una cerrada en Puebla dice ''Ven a vivir a un fraccionamiento seguro, con terrenos blindados''; otro espectacular en Hermosillo dice ''Conocemos el valor de la seguridad''; El Castaño, otro espacio fortificado en Metepec, Toluca, muestra un niño triste que se asoma a la ventana, a través de las persianas. Paradójicamente el texto dice ''Vivir encerrado no es vivir''.

Contrario a las promesas de los publicistas y las esperanzas de los residentes de los fraccionamientos cerrados, diversos autores como Blakely y Snyder, Svampa, Caldeira, Roitman24 muestran que el discurso y noción de seguridad que se construye en torno a las gated communities, las urbanizaciones privadas y los condominios fechados, como se les llama en Estados Unidos, Argentina y Brasil, respectivamente, no evita el problema ni garantiza la utopía.

Las cifras sobre criminalidad en México no se presentan en forma tal que se pueda identificar-diagnosticar la magnitud de la inseguridad adentro y afuera de los fraccionamientos cerrados, sin embargo, testimonios de vecinos de dichos espacios cerrados nos permiten corroborar que, aunque se perciben menos vulnerables, no están exentos de problemas. Lo anterior se manifiesta en anécdotas de robos, riesgos e inseguridad en fraccionamientos cerrados que pueden encontrarse en notas periodísticas,25 en cartas a las autoridades, en entrevistas con los residentes, en artículos de investigación y reportes de estudios de caso. Muchos estudios muestran que la seguridad es relativa, que existe mayor protección en los barrios de clases altas que en los de las clases medias y populares, pero que ello no es garantía de nada. Ningún lugar está exento.26

En Nogales, Sonora, habitantes de los fraccionamientos El Riviera y El Paseo se quejaron de las respectivas unidades habitacional vecinas, desde donde son agredidos. De ahí se han saltado a robarles, incluso varias veces, sin que la policía les ayude. Les dicen que para hacer algo tienen que encontrar al ladrón in fraganti. En otro conjunto de viviendas de la misma ciudad, llamado Casablanca, cuentan que levantaron más el muro que rodea la colonia porque desde afuera les avientan piedras.27 Además de los casos anteriores, Jaime Espinoza28 ubica los barrios cerrados de Casa Blanca, Las Californias, Los Girasoles, Real del Arco, Los Tres Tesoros y Retorno del Sol en zonas de incidencia delictiva.

En el caso de Tijuana, Baja California, García Ochoa,29 a partir de una entrevista al investigador de la Universidad de Sonora, Jesús Enríquez, afirma que a pesar de que Tijuana se convirtió desde hace años en una ciudad de muros, ''no logra la seguridad pública que demanda, ya que por más rejas que instala en puertas y ventas, e incluso contar con fraccionamientos cerrados, sigue el graffiti, el robo y los secuestros''. Asimismo, señala que los residentes de los fraccionamientos cerrados ''con todos los implementos de seguridad supuestamente, reconocieron que no han detenido el delito, que hasta sus puertas con sofisticada tecnología de seguridad el secuestrador ha llegado e incluso, mientras duermen... les roban lo que pueden y de milagro amanecen''. El mismo Enríquez30 señala, además, que:

En las ciudades fronterizas, particularmente Tijuana, donde los fraccionamientos cerrados de interés social están conformados por miles de viviendas, la inseguridad es significativa y los residentes entrevistados declaran haber sido víctimas de algún delito o saber de alguien, además de acuerdo con datos del municipio contenidos en el Plan de Desarrollo Urbano de Tijuana de 2003, el sector de Las Villas conformado como ya hemos dicho por fraccionamientos cerrados en su mayoría, es considerado como inseguro.

Asimismo se puede citar una carta31 escrita por vecinos del fraccionamiento Santa Fe en octubre de 2004 dirigida a las autoridades municipales, donde se menciona ''una serie de robos a casa habitación, robos de vehículos y pandillerismo que se han suscitado en nuestro fraccionamiento a escasos diez meses de que se hizo entrega de nuestras viviendas''.

En Ciudad Juárez, Enríquez32 reporta el caso donde los mismos guardias privados del Fraccionamiento San Pablo robaron una vivienda y asesinaron a dos residentes.

En Hermosillo, Sonora, ciudad donde los ciudadanos se preocupan menos por la delincuencia que en los casos apenas citados, el Diario Primera Plana reporta el robo e inseguridad al interior de un fraccionamiento cerrado, específicamente para el caso de Montecarlo.33

En Querétaro, el diario El rotativo reporta el robo al interior del fraccionamiento San Gil, donde ''existe una escrupulosa vigilancia, con cámaras de circuito cerrado y revisión minuciosa a los visitantes y sus vehículos'', a pesar de lo cual, ''residentes del lujoso fraccionamiento, aseguraron a este medio que no es la primera vez que se cometen robos en las residencias''.34

En la Zona Metropolitana de la Ciudad de México, vecinos del fraccionamiento Urbi Villa del Real en Tecámac35 también afirman que han sufrido robos y agresiones de habitantes de las colonias vecinas e incluso que en las escuelas al interior del fraccionamiento hay venta de drogas.

También hay ejemplos para los espacios de las élites. Según Cruz Tijerina36 en Tijuana ''algunos miembros del crimen organizado poseen o rentan casas de seguridad en los onerosos fraccionamientos ubicados en las inmediaciones de la carretera de cuota'', es decir, en aquellos que van paralelos a la costa y que suelen ser cerrados. Enríquez37 también señala que ''la existencia de barreras físicas, favorece que los narcotraficantes tomen al fraccionamiento cerrado de nivel medio y alto como el lugar idóneo para vivir. Por el contrario, los narcotraficantes se ven favorecidos por las restricciones y el control para vivir con tranquilidad y no ser molestados por las instituciones de seguridad públicas o por los mismos narcotraficantes rivales''.

Desde el ámbito de las artes, la problemática de la inseguridad pública y la criminalidad queda reflejada y cuestionada en la película mexicana La Zona, dirigida por Rodrigo Plá,38 donde se muestra a una sociedad contemporánea, preocupada por la seguridad, la impunidad, desconfiada de las autoridades, enganchada en la corrupción y que no logra expulsar del ámbito de un fraccionamiento privado a la violencia urbana.

Sin embargo, e independientemente del sector social al que pertenecen, los habitantes de los barrios fortificados suelen sentir que el modelo hermético es bueno. Están convencidos de que el encierro y sus dispositivos de seguridad son positivos, que les otorgan una vida más tranquila, que son menos vulnerables que en las colonias abiertas de la ciudad.39 Lo anterior nos lleva a afirmar que si bien, la construcción, proliferación y multiplicación de fraccionamientos cerrados no logra eliminar la criminalidad, sí reduce los miedos.

 

FRACCIONAMIENTOS SOCIALES

En términos de la lógica de consumo en la cual se insertan los fraccionamientos cerrados, la violencia vende, la inseguridad es un buen negocio. La necesidad de protección se ha convertido en un productor de ganancias para los empresarios que se dedican a fabricar alarmas, objetos blindados, películas antiasaltos, alambradas; a vender seguros, a construir bardas, a ofrecer servicios de vigilancia y en el caso que nos ocupa a edificar y promover desarrollos habitacionales herméticos.

En términos generales, los investigadores que se han ocupado del problema de los barrios cerrados coinciden en que el fenómeno desarticula, segrega la ciudad, genera mayor exclusión y polariza a sus habitantes. Aunque se promueve la participación de los residentes como condóminos, dentro de un microespacio social, la población entra en una lógica en la cual las soluciones se generan individualmente o a partir de pequeños grupos. La idea del interés común pierde fuerza, queda relegada frente a las necesidades personales, y la comunidad se convierte en una simulación. El residente se aleja del resto de la ciudad, que en muchos casos es tan grande como inabarcable, pero que debiera construirse en torno a uniones, en lugar de fraccionar.

El sujeto aislado pierde su capacidad de resistencia, se convierte en víctima, tanto del delito como del consumo. En lugar de ser un individuo capaz de trasformar su entorno, se vuelve insensible a lo que ocurre fuera de los muros de su espacio residencial, como si quienes formaran parte del resto de la ciudad no tuviesen nada que ver con él.

Divide y vencerás, dice un refrán popular. La segregación espacial y el abandono de lo público dificultan la comunicación entre los miembros de una sociedad y, por ende, dejan más desprotegidos a los citadinos, que en lugar de unirse para luchar por sus intereses, desconfían unos de otros, buscan soluciones individuales, ceden sus derechos sobre la ciudad.

Un grupo de ciudadanos divididos, aislados, desarticulados y desvinculados son débiles; una sociedad encerrada, que no sale de su casa, del centro comercial, de su barrio privado, del coche, una persona que cree que la ciudad que le presentan los medios es la real, favorece la puesta en marcha de políticas en donde se sacrifican las libertades individuales, en aras de una anhelada seguridad. En este sentido y retomando a Abilio Vergara,40 podemos afirmar que ''el imaginario social se muestra como un factor efectivo de control de la vida colectiva e individual, es decir un factor de ejercicio del poder''.

Los fraccionamientos cerrados se establecen como territorios semiautónomos, donde la ruptura de los vínculos no se da sólo entre los ciudadanos, sino entre éstos y sus representantes o gobernantes. Como consecuencia, las autoridades locales se desentienden de la dotación de servicios y de la gestión del lugar.

En este sentido, se trata de un nuevo estilo de gobernabilidad y de nuevas formas de control de la vida cotidiana, emanados no ya desde el Estado, sino desde los mismos individuos. Según Lang y Danielsen (1997), una de las paradojas de los barrios cerrados es que ellos promueven no sólo la desregulación por parte del Estado sino que, por otra parte, impulsan la hiperregulación dentro de los límites del barrio. Esto último genera algunos problemas internos en cuanto las reglas no sólo se refieren al diseño de las viviendas y al entorno, sino también al comportamiento individual y social esperado dentro del barrio. Por otra parte, el control sobre el cumplimiento de normas de convivencia y edificación se ve reforzado en algunos casos mediante la creación de tribunales de faltas, conformados por los mismos residentes, que sancionan las infracciones cometidas.41

En términos políticos, una ciudadanía plena se construye a partir de una comunidad con vínculos sociales estructurados y eficientes, ya sea entre sí, como con sus autoridades, de manera tal que permitan una adecuada participación y representación. En este sentido, los problemas de inseguridad merman la capacidad de la población para unirse y organizarse. Pues además del aislamiento social, el miedo genera más violencia y es un elemento que sirve para legitimar políticas de control y regulación, ya sea por parte del aparato estatal, como por las compañías privadas o por un grupo de personas que toma el asunto en sus manos, en aras de una mayor tranquilidad. Cuanto mayor es la preocupación por la inseguridad, mayor es la disposición de los ciudadanos a someterse a mecanismos de dominio.

Para abordar y resolver los múltiples problemas de la ciudad contemporánea, no se necesitan más muros, sino fortalecer las relaciones sociales. El espacio urbano se conforma a partir de sus actores y de las relaciones que éstos establecen entre sí, de sus acciones y omisiones, de la forma en que se vinculan con lo material y lo intangible, de los imaginarios que producen y de los símbolos que derivan de ellos.

 

CONCLUSIONES

La sociedad contemporánea ha transitado durante las últimas décadas, en forma creciente, hacia el encierro. La promoción del mismo, en términos habitacionales, hace eco de los imaginarios de la inseguridad, la criminalidad y la delincuencia, comunes a muchas ciudades del mundo, pero que en México se han convertido en una de las preocupaciones centrales de la población; situación retomada por los medios de comunicación locales y por los inversionistas inmobiliarios para su beneficio.

En el caso de una sociedad dominada por el miedo, la angustia, la desconfianza por el otro; en un medio capitalista donde se exalta el individualismo, donde cada quien debe ver por sí mismo y por su familia; donde la sociedad de consumo permea todo ámbito de la vida social; donde se desconfía de las autoridades y los sistemas públicos de seguridad; en ese contexto, el modelo residencial fortificado se presenta como la mejor opción al problema. Como consecuencia, a lo largo y ancho de la ciudad, se producen y reproducen en forma masiva: muros, rejas y bardas que desarticulan la conectividad territorial y segregan el espacio urbano, justificando su existencia en la protección y la seguridad.

Se crea un territorio urbano donde el miedo es la base de la vida cotidiana y que se ha materializado en objetos y espacios que denotan rupturas en la organización social. Todo ello dificulta los vínculos sociales, paraliza a los habitantes de las ciudades y los hace alejarse de sus espacios públicos, encerrarse, aislarse y perder interés en participar activamente en la resolución de sus problemas comunes y en la vida de su ciudad, más allá de su entorno inmediato. El imaginario en torno a la criminalidad y la inseguridad, pasa de ser una preocupación sobre la realidad urbana a ser un imaginario que conspira contra de ciertos principios de la polis, en términos de que se construye una ciudad fragmentada, anticomunitaria, intolerante, desarticulada y que, no por ello, deja de ser insegura. Es decir, se genera y reproduce una urbe en la cual los sujetos no trascienden sus intereses individuales para aportarle algo a la sociedad en la que viven, en donde los ciudadanos no tienen el poder de generar espacios más justos y que les permitan desarrollar una vida cotidiana más plena.

Cuando la población deja de tener la posibilidad de opinar en asuntos relevantes, pierde la opción de gestionar el espacio que va más allá de su cuadra, controlar su transitar por la ciudad, valorarlo positivamente, utilizar los espacios urbanos, apegarse, arraigarse y apropiarse de su territorio; de actuar sobre él para transformarlo en algo más amable y sensato, entonces pierde parte de su condición como ciudadano. Se inhibe el ejercicio de sus derechos civiles; deja de asumirse como parte de una comunidad con habilidades políticas, capacidades y recursos para enfrentar los problemas sociales y transformar la realidad.

A partir de lo anterior, se concluye que la violencia dominante en México, que produce el miedo, que lleva a la gente a buscar seguridad en los fraccionamientos cerrados, que los justifica como un espacio deseable, se convierte en un instrumento de dominación, ya que el espacio resultante se opone a ciertos valores de la democracia y libertad de los que los ciudadanos se sienten partícipes. Desde el momento en que se rompe con la ciudad, que se desarticula el lugar, que aleja a su gente de los espacios comunes, de los lugares públicos, de la posibilidad de interactuar, de comunicarse, de ponerse de acuerdo, de intercambiar opiniones, preocupaciones y posibles soluciones, entonces se convierte en una violencia dominadora.

 

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NOTAS

1 Cornelius Castoriadis, La institución imaginaria de la sociedad, Tusquets, España, 1983; Gillbert Durand, La imaginación simbólica, Amorrortu, Buenos Aires, 1968; y Las estructuras antropológicas del imaginario, Fondo de Cultura Económica, México, 2006; Armando Silva, Imaginarios urbanos. Bogota y Sao Paolo: cultura y comunicación urbana en América Latina, Tercer Mundo, Colombia, 1992.

2 Frank Furedi, Culture of fear, Continuum, Londres/Nueva York, 2002, p. 205; Barry Glassner, The Culture of fear, Basic Books, Nueva York, 1999, p. 282; Mike Davis, Ecology of fear, Vintage Books, Random House. Inc., Nueva York, 1998, p. 484.

3 Mike Davis, City of Quartz, Vintage Books. Random House Inc., Nueva York, 1992, p. 462; Luis Felipe Cab rales (coord.), Latinoamérica: países abiertos, ciudades cerradas, Universidad de Guadalajara/ Unesco, Guadalajara, 2002, p. 619; Teresa Caldeira, Ciudad de muros, Gedisa, Barcelona, 2007; Sonia Roitman, ''Barrios cerrados y segregación social urbana'', Scripta Nova.Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, vol. VII, núm. 146(118), Universidad de Barcelona, Barcelona, 1 de agosto de 2003, fecha de consulta: 12 de noviembre de 2008; Jesús. A. Enríquez, ''Ciudades de muros. Los fraccionamientos cerrados en la frontera noroeste de México'', Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, vol. XI, núm. 230, Universidad de Barcelona, Barcelona, 15 de enero de 2007 [http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-230.htm], fecha de consulta: 12 de diciembre de 2008.

4 Véase Liliana López Levi, ''Nogales, ciudad y frontera: el sentido del encierro'', Imaginales, Revista de Investigación Social, núm. 2, julio-diciembre, 2005, Universidad de Sonora, México, pp. 55-79; Liliana López, Eloy Méndez e Isabel Rodríguez, ''Simulación: vecindarios defensivos, dispositivo ambivalente de seguridad'', Revista Ciudades, núm. 69, Red Nacional de Investigación Urbana, México, 2006, pp. Al-Al; Liliana López Levi, ''Tijuana: imaginarios globales: fortificaciones locales'', revista Sociológica, núm. 66, enero-abril, 2008, año 23, UAM-Azcapotzalco, pp. 121-153; Liliana López Levi, ''Los imaginarios metropolitanos y el sentido del encierro. El caso de Sonora, México'', Territorios metropolitanos, año 2, núm. 2, junio, 2009, PUEM, UAM-Xochimilco, México; Liliana López Levi, ''Utopías y distopías residenciales en México'', Atelié Geográfico, revista electrónica, UFG-IESA, vol. 2, núm. 3, Instituto de Estudos Sócio Ambientais, Universidade Federal de Goiás, Brasil, 2008 [http://revistas.ufg.br/index.php/atelie/article/viewFile/3900/3584]; Alejandra Cazal Ferreira y Liliana López Levi, ''Fraccionamientos cerrados y el imaginario de la naturaleza'', en Eloy Méndez (coord.), Arquitecturas de la globalizacíón, Universidad de Sonora, Universidad Autónoma de Madrid, Universidad Autónoma de Baja California, Universidad Autónoma de San Luis Potosí, Universidad Autónoma de Nuevo León e Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, 2007, pp. 279-290.

5 Cornelius Castoriadis, La institución imaginaria de la sociedad, op. cit.; Gillbert Durand, La imaginación simbólica, op. cit.; Gillbert Durand, Las estructuras antropológicas del imaginario, op. cit.; Armando Silva, Imaginarios urbanos..., op. cit.

6 La encuesta fue dirigida a población de 18 años y más, residente en la República Mexicana, ''con el objetivo de obtener información estadística que permita estimar las características del delito, así como conocer los entornos propicios a la victimización y frecuencia de estos fenómenos''. Su muestra fue de 71 370 y el levantamiento se hizo del 9 al 27 de marzo de 2009, tomando como periodo de referencia a todo el 2008. La representatividad es urbana y rural, para las 32 entidades federativas, pero con una sobremuestra en 16 zonas urbanas (ICESI, 2009).

7 INEGI, Séptima Encuesta Nacional sobre Inseguridad (ENSI, 2010). Tabulados básicos [http://www.inegi.org.mx/est/contenidos/espanol/sistemas/sisnav/default.aspx?proy=ensi&edi=0000&ent=00], fecha de consulta: 16 de enero de 2011, INEGI, México.

8 Luis Felipe Cabrales (coord.), ''Privatización de la ciudad'', Revista Ciudades, núm. 59, Red Nacional de Investigación Urbana, 2003, p. 58.

9 Véanse, por ejemplo, los trabajos de Glenda Yanez, ''Estilos de vida y arquitectura de consumo. Las formas y los modos de la distinción en los fraccionamientos cerrados de la ciudad de Hermosillo'', en Eloy Méndez Sáinz (coord.), Arquitectura sin riesgo. Vivienda y urbanismo de comunidades cercadas, Plaza y Valdés, Universidad de Sonora, Universidad Autónoma de Sinaloa y Universidad Autónoma de Madrid, 2007, pp. 291-333; de Jesús A. Enríquez, ''Ciudades de muros...'', op. cit.; así como de Sonia Roitman, ''Barrios cerrados...'', op. cit.; Carmen Murillo, ''Ciudad amurallada; fraccionamientos privados, la industria del miedo'', Río Doce, 27 de agosto de 2007 [http://www.urge.gob.mx/cms/content.asp?company=100&proc=news&procid=3457], fecha de consulta: 11 de enero de 2009.

10 Ángela Giglia, ''Privatización del espacio, autosegregación y participación ciudadana en la Ciudad de México: el caso de las calles cerradas en la zona de Coapa (Tlalpan, Distrito Federal)'', Trace. Revista del Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos, diciembre, 2002 [http://www.uam-antropologia.info/articulos/giglia_art02.pdf.], fecha de consulta: 24 de octubre de 2008; Alfonso Valenzuela, ''El origen del miedo: enclaves urbanos y seguridad pública en la Ciudad de México'', Imaginales, Revista de Investigación Social, núm. 2, julio-diciembre, Universidad de Sonora, México, 2005, pp. 157-172.

11 Luis Felipe Cabrales et al., Latinoamérica: países abiertos..., op. cit.

12 Eloy Méndez e Isabel Rodríguez, ''Comunidades cercadas en la frontera México-Estados Unidos'', Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, vol. VIII, núm. 171, Universidad de Barcelona, Barcelona, 15 de agosto de 2004 [http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-171.htm], fecha de consulta: 5 de septiembre de 2008; Jesús A. Enríquez, ''Islas de seguridad y distinción dentro del caos. Los fraccionamientos cerrados en Tijuana y Nogales'', Imaginales, Revista de Investigación Social, núm. 2, julio-diciembre, 2005, Universidad de Sonora, México, pp. 111-142; Liliana López Levi, ''Nogales, ciudad y frontera: el sentido del encierro'', Imaginales, Revista de Investigación Social, núm. 2, julio-diciembre, 2005, Universidad de Sonora, México, pp. 55-89; Jaime Espinoza Muñiz, ''Los lados oscuros del buen vivir. Análisis de los procesos de estructuración de la vida cotidiana a partir del relato en los fraccionamientos cerrados de la ciudad de Nogales'', tesis de Maestría en Ciencias Sociales, El Colegio de Sonora, México, 2006 [http://www.topofilia.net/tmespinoza.pdf], fecha de consulta: 29 de octubre de 2008.

13 Glenda Yanez, ''Estilos de vida...'', op. cit.; Liliana López, ''Los imaginarios metropolitanos y el sentido del encierro...'', op. cit.

14 Fredy Aguilar, ''Representaciones de la inseguridad y violencia entre los habitantes del fraccionamiento Residencial Pinos del Norte, Merida Yucatán'' Polis, vol. 7, núm. 20, Universidad Bolivariana. Chile, 2008, pp. 19-32 [http://www.scielo.cl/pdf/polis/v7n20/art02.pdf], fecha de consulta: 12 de enero de 2009.

15 Sylvia Rodríguez, ''La Primavera: expansión de Culiacán en suelo privado'', en Eloy Méndez (coord.), Arquitectura sin riesgo..., op. cit., pp. 269-290.

16 Sonia Roitman, ''Barrios cerrados y...'', op. cit.

17 Michael Janochka, ''Discursos de inseguridad y la ciudad cerrada: mitos, realidades, barreras y fronteras de un producto inmobiliario 'perfecto''', Imaginales. Revista de Investigación Social, núm. 2, julio-diciembre, Universidad de Sonora, México, 2005, pp. 11-35.

18 Murillo Carmen, ''Ciudad amurallada...'', op. cit.

19 Liliana López, ''Nogales, ciudad y frontera...'', op. cit., p. 72; Jesús A. Enríquez, ''Ciudades de muros...'', op. cit.

20 Jaime Espinoza, ''Los lados oscuros del buen vivir...'', op. cit.

21 Fredy Aguilar, ''Representaciones de la inseguridad...'', op. cit., pp. 24-26.

22 Fredy Aguilar, ''Representaciones de la inseguridad...'', op. cit., pp. 24-26; Jesús A. Enríquez, ''Ciudades de muros...'', op. cit.

23 Liliana López, ''Nogales, ciudad y frontera...'', op. cit., pp. 71-73; Fredy Aguilar, ''Representaciones de la inseguridad...'', op. cit., pp. 26-27.

24 Edward Blakely y Maria Gail Zinder, Fortress America. Gated communities in the united states, Brooklings Institution Press, Washington, D.C./Lincoln Institute of Land Policy, Cambridge, Massachusetts, 1999, p. IX; Maristella Svampa, ''Fragmentación espacial y procesos de integración social 'hacia arriba'. Socialización, sociabilidad y ciudadanía'', Espiral. Estudios sobre Estado y Sociedad, vol. 11, núm. 31, septiembre-diciembre, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara, México, 2004, p. 62, Teresa Caldeira, Ciudad de muros, op. cit., pp. 332-339, Sonia Roitman, ''Barrios cerrados y...'', op. cit.

25 Véanse, por ejemplo, Martín García Chavero, ''Burlan vigilancia en San Gil. Asaltan con violencia residencia, en zona exclusiva de Querétaro'', Rotativo de Querétaro, Sábado 16 de agosto de 2008 [http://rotativo.com.mx/sanjuanrio/asaltan_con_violencia_residencia_en_zona_exclusiva_de_queretaro/290,21,7893], fecha de consulta: 10 de enero de 2009; Fernando Navarro y Sergio García, ''Estallan vecinos contra Constructora Urbi'', Diario Primera Plana, 24 de noviembre de 2006 [http://www.primera-plana.com.mx/?c=128&a=2132], fecha de consulta: 26 de enero de 2008; Sonia García Ochoa, ''Tijuana, sin lograr seguridad pública que demanda: Jesús Ángel Enríquez'', El Sol de Tijuana, 15 de octubre de 2008 [http://www.oem.com.mx/elsoldetijuana/notas/n891544.htm], fecha de consulta: 10 de enero de 2009 y Carmen Murillo, ''Ciudad amurallada...'', op. cit.

26 Véanse, por ejemplo, los trabajos de Liliana López, ''Nogales, ciudad y frontera...'', op. cit., y ''Tijuana: imaginarios globales: fortificaciones locales'', revista Sociológica, año 23, núm. 66, enero-abril, UAM-Azcapotzalco, México, 2008, pp. 121-153; Jesús. A. Enríquez, ''Ciudades de muros...'', op. cit.; Jaime Espinoza, ''Los lados oscuros del buen vivir...'', op. cit.

27 Entrevistas realizadas en febrero-marzo de 2005, en el marco del proyecto ''Comunidades cercadas: estudio de una arquitectura y urbanismo alternativos a la luz de la experiencia de la frontera Norte de México (1980-2003)'', El Colegio de Sonora.

28 Jaime Espinoza, ''Los lados oscuros del buen vivir...'', op. cit., p. 90.

29 Sonia García Ochoa, ''Tijuana, sin lograr seguridad pública que demanda: Jesús Ángel Enríquez'', El Sol de Tijuana, 15 de octubre de 2008 [http://www.oem.com.mx/elsoldetijuana/notas/n891544.htm], fecha de consulta: 10 de enero de 2009.

30 Jesús Enríquez, ''Ciudades de muros...'', op. cit.

31 Carta de los vecinos de Santa Fe, segunda y tercera sección, dirigida al subdirector de control urbano de Tijuana, ingeniero Bernabé Esquer Peraza, el 6 de octubre de 2004. Archivo del municipio de Tijuana.

32 Jesús Enríquez, ''Ciudades de muros...'', op. cit.

33 Fernando Navarro y Sergio García, ''Estallan vecinos contra...'', op. cit.

34 Martín García Chavero (2008) ''Burlan vigilancia en San Gil...'', op. cit.

35 Entrevistas con residentes realizadas en octubre de 2007.

36 Néstor Cruz Tijerina, ''Rosarito: refugio de narcos'', Zeta, núm. 1742, 17 al 23 de agosto de 2007, Tijuana [http://www.zetatijuana.com/html/EdcionesAnteriores/Edicion1742/Principal.html].

37 Jesús Enríquez, ''Ciudades de muros...'', op. cit.

38 Rodrigo Plá, La Zona, Alta Films, España-México, 2007.

39 Liliana López, ''Nogales, ciudad y frontera...'', op. cit., pp. 77-78; Jesús Enríquez, ''Ciudades de muros...'', op. cit.; Teresa Caldeira, Ciudad de muros, op. cit., p. 334.

40 Abilio Vergara, Imaginarios: horizontes plurales, Conaculta/INAH/BUAP, México, 2001.

41 Sonia Roitman, ''Barrios cerrados y segregación...'', op. cit.

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