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Investigación bibliotecológica

versão On-line ISSN 2448-8321versão impressa ISSN 0187-358X

Investig. bibl vol.37 no.95 Ciudad de México Abr./Jun. 2023  Epub 27-Maio-2024

https://doi.org/10.22201/iibi.24488321xe.2023.95.58745 

Artículos

Indicios y presencias de gabinetes de curiosidades en bibliotecas novohispanas

Clues and presence of Cabinets of Curiosities within the libraries of New Spain

Isaac Becerra Ramírez* 

* Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas y de la Información, Universidad Nacional Autónoma de México, México. isaacbr@iibi.unam.mx.


Resumen

La costumbre de coleccionar objetos se remonta a las épocas más antiguas de la humanidad. Sin embargo, el origen de los museos occidentales se suele ver en el studiolo de las bibliotecas humanistas de la Italia del siglo XV. Más tarde, el studiolo se transformaría en los "gabinetes" que llegaron a América, estando, algunos de ellos, dentro de las bibliotecas virreinales. Similares a los gabinetes europeos, más no iguales, los gabinetes novohispanos tuvieron sus singularidades regionales al estar expuestas, dentro de ellos, las antigüedades mexicanas en lugar de las grecorromanas que se acostumbraba coleccionar en el Viejo Mundo.

Palabras clave: Gabinetes Novohispanos; Historia de las Bibliotecas Novohispanas; Bibliotecas y Museos

Abstract

The custom of collecting objects goes back to the most ancient times of humanity. However, the origin of Western museums can often be seen in the studiolo of the humanist libraries of 15th century Italy. Later, these studiolo would become the "cabinets of curiosities" that arrived in our America, being some of them, within our viceroyalty libraries. Similar to the European cabinets, but not the same, the New Spanish cabinets had their regional singularities as Mexican antiquities were exhibited inside them instead of the Greco-Roman ones that were used to collect in the Old World.

Keywords: cabinets in New Spain; Libraries History in the New Spain; Libraries and Museums

Introducción

A pesar de que los gabinetes son los antecedentes directos de los museos actuales, se trata de un tema hasta ahora poco estudiado y que apenas ha ido cobrando impulso en años recientes con publicaciones que en su mayoría se encuentran en inglés, italiano, alemán y francés. Sin embargo, existe poca literatura en español. Si bien existen pocos estudios históricos realizados en español, son casi inexistentes los estudios que traten sobre los gabinetes americanos, de los cuales, uno trata sobre las noticias contenidas en la Gazeta de México del Real Gabinete de la Nueva España (Constantino Ortíz 2015), mientras que los demás presentan tan sólo datos aislados, por no ser los gabinetes el tema central de investigación (Flores Clair 2000). Asimismo, el trabajo pionero sobre gabinetes novohispanos es el de Miguel Ángel Fernández (Fernández 1987) quien, a falta de fuentes, aborda magistralmente lo poco conocido hasta ese entonces, enfocándose en la historia de los museos sin hablar de su relación con las bibliotecas. El presente estudio surge del descubrimiento de la noticia sobre la intención fallida del Cabildo Catedral Metropolitano de México por colocar la Piedra del Sol dentro del gabinete de la Biblioteca Pública que estaba por construirse en sus terrenos, noticia que detonó el interés por conocer cómo es que estas piezas eran colocadas dentro de las bibliotecas. Es así como el estudio de la historia de las bibliotecas virreinales aún resulta ser un campo de investigación prácticamente virgen y fecundo para los investigadores, siendo actualmente poco estudiada la relación entre gabinetes y bibliotecas de la Nueva España. La intención del presente artículo es ofrecer un breve bosquejo histórico que explique la razón de estar dichas colecciones dentro de las bibliotecas novohispanas y brindar indicios de la formación de gabinetes dentro de nuestras bibliotecas, para incentivar su estudio.

Breve historia de los gabinetes

Se tiende a pensar que el origen de los museos occidentales se encuentra en el studiolo renacentista que se creó dentro de las bibliotecas italianas de muchos nobles humanistas. Sin embargo, como demuestra Miguel Ángel Fernández, el afán del hombre por coleccionar objetos es universal y se remonta a las culturas más antiguas de la humanidad (Fernández 1987, 15-22).

Los museos empezaron siendo templos de las musas en la antigua Grecia para que los intelectuales, por intermediación de la oración, obtuvieran la inspiración divina para realizar sus trabajos (Escolar Sobrino 1990, 51-54). La primera evolución del concepto "museo" se produjo en el Egipto helenizado, cuando los Ptolomeos decidieron crear el Museo de Alejandría como un centro de investigación que acogiera a eruditos que pudieran ayudar a dicha dinastía, sirviendo así la famosa Biblioteca de Alejandría como un apoyo a los intelectuales de dicha institución. Cabe destacar que dicho museo, además de ser un centro de investigación, contaba con su propia biblioteca y poseía también un jardín botánico, un observatorio, un zoológico y un cuarto con instrumentos científicos, convirtiéndose en el antecedente directo de la relación entre bibliotecas y colecciones científicas en Occidente (Fernández 1987, 15). Más tarde, Roma heredaría el gusto bibliófilo y coleccionista de la antigua Grecia, cuyo mejor ejemplo nos lo brinda la biblioteca de César Augusto, que resguardaba dentro de ella objetos extraños como cabezas de fieras, huesos de dinosaurios, celadas, armas pertenecientes a héroes, etcétera (Páez de Castro 2014, 86).

Durante la época medieval, el coleccionismo se limitó a los objetos de culto resguardados dentro de las iglesias llamados thesaurus, tesoros que estaban prácticamente constituidos con reliquias de santos y que se exponían en los altares de las iglesias para su veneración, mas no en las bibliotecas. No obstante, acaecía algunas veces que dichos thesaurus contenían objetos exóticos al margen de la religión, como es el caso del lagarto de la Catedral de Sevilla o el de la cuadriga griega perteneciente al tesauro de la Basílica de San Marcos en Venecia.

Es con la llegada de la época renacentista que los nobles humanistas italianos van a habilitar un espacio destinado al estudio y a la lectura vinculado con sus bibliotecas; lugar que, a pesar de estar íntimamente relacionado con la biblioteca, se construiría de tal forma que constituyese un espacio separado y cerrado a donde el señor de la casa pudiera retirarse para concentrarse en sus actividades intelectuales sin distracción alguna. Este espacio recibirá el nombre de studiolo y su definición se encuentra en la obra I libri della famiglia, de León Battista Alberti, en donde se lo describe como "un pequeño espacio dedicado al estudio y a la guarda y conservación de aquellos objetos especiales para su poseedor, por cuanto que representaban el reflejo de la memoria y del paso del tiempo" (Salas Álvarez 2018). El studiolo va a ser el antecedente directo de los "gabinetes de las curiosidades" manieristas y barrocos (Paolucci 2020, 10), y dentro de ellos se podían encontrar colecciones exóticas reunidas por los señores del palacio como: piezas arqueológicas, mineralógicas, artefactos de oro, joyas, camafeos, pinturas, esculturas, instrumentos científicos y musicales, armas, libros y piezas disecadas de los reinos vegetal y animal.

Un buen ejemplo es el studiolo de Federico da Montefeltro para su palacio de Urbino, debido a su privilegiada ubicación que manifiesta el vínculo con la biblioteca del palacio, y también porque demuestra cómo debieron de ser los armarios que resguardaban los objetos con la bella decoración de sus paredes de madera taraceada. A este respecto, en su obra Vida de los hombres ilustres del siglo XV, Vespasiano da Bisticci describe de la siguiente manera el studiolo de Montefeltro:

Más allá de la Biblioteca, existe un pequeño cuarto reservado para el estudio [...] con sillas de madera con reposabrazos y una mesa en el centro, todo su trabajo de incrustación y taracea [...]; la superficie está dividida en nichos cuadrados, cada uno contiene el retrato de un famoso escritor que proviene del pasado o del presente. (Paolucci 2020, 10).

El studiolo demuestra un incipiente orden racional dependiente de los gustos del dueño del palacio, cuyo mejor ejemplo nos lo brinda el studiolo (stanzino) florentino perteneciente a Francesco I de Médici, en donde se encuentran nichos-armarios incrustados en sus paredes, donde se colocaban las piezas de coleccionismo ordenadamente según su temática, teniendo cada nicho, como puerta, una hermosa pintura que brinda la clasificación temática (Vitzthum 1969, 6). Asimismo, este modelo de studiolo (estudio-museo) migró hacia otras partes de Europa perviviendo durante el siglo XVI. En Praga, Rodolfo II construyó un estudio (Schreibstüblein o Schreibstuben) que contenía tanto libros como colecciones museísticas y que estaba separado de la biblioteca, pero interrelacionado con ella y con la Kunstkammer de su castillo (Fornasiero y Zlatohlávkóva 2020, 239).

El studiolo era una pieza aparte de la biblioteca, pero dependiente de ésta, y generalmente junto a ella, y con un acceso que daba hacia la habitación de dormir del dueño. Sería lo que hoy en día llamaríamos tener un "estudio" personal como lugar ideal para encerrarse, concentrarse y poder realizar trabajos. Es durante el siglo XVI que el studiolo se transformó en los "gabinetes de las curiosidades" adquiriendo distintos nombres según el país en que se formasen: en Italia, gabinetto; en Francia, cabinet des merveilles; en Inglaterra, cabinet of curiosities; en Alemania Kunstkammer o Wunderkammer; y en España, gabinete.

Los términos suelen utilizarse y entremezclarse indiscriminadamente, como museo o gabinetto en Italia. Confusión similar resulta con el término castellano "gabinete". En la Nueva España dicho término se refería tanto a un gabinete de curiosidades como a una habitación u oficina de una persona, que no necesariamente poseía colecciones. Es así como en el Archivo General de la Nación podemos encontrar planos de viviendas en donde el término "gabinete" denota el estudio-oficina de alguna persona y no un cuarto de las curiosidades (AGN. 1814. Tierras, vol. 2957, exp. 162, f. 2). Asimismo, también podemos encontrar el uso del término "gabinete" pensándolo ya como una colección de objetos, confundiéndose y siendo utilizado conjuntamente con el término "museo". Esto lo demuestra un plano de la ampliación de la Casa de Moneda que reza lo siguiente: "Plano y proyecto de una nueva oficina para la talla de troqueles de la Real Casa de Moneda, Academia de Dibujo, Gabinete o Museo de Medallas, Láminas, Bustos, etc. [...]" (AGN. 1779. Casa de Moneda, vol. 355, exp. 5, f. 105) y cuyo traslado [copia certificada] en Sevilla omite la palabra "museo": "Copia del plano y proyecto de una nueva oficina para la talla de troqueles de la Real Casa de Moneda, Academia de Dibujo, Gabinete de Medallas, Láminas, Bustos, etc. [...]" (AGI. 1779. MP-México, 770). Por otra parte, en la Gaceta de México también se suele utilizar indiscriminadamente los términos "gabinete" y "museo" para referirse a la institución fundada por Longinos (Valdés 1790, 68-71).

Si bien el studiolo no desapareció completamente en el siglo XVI, quedando algunos sencillamente como un estudio dentro del palacio que se complementaba con la biblioteca y los recién creados gabinetes (Fornasiero y Zlatohlávkóva 2020), las curiosidades que se resguardaban dentro del studiolo poco a poco fueron saliendo de ese espacio para pasar a conformar los gabinetes de las curiosidades. Los gabinetes también estarán vinculados a la biblioteca del señor del palacio, aunque estando algunos fuera de la biblioteca, como un complemento de ella, mientras que otros se formarán dentro de las bibliotecas por ser el lugar más propicio para el estudio de dichos objetos, característica principal que los diferenciarán del studiolo.

El principio guía que movió a la creación de estos gabinetes como el origen de nuestro concepto actual de museo fue "el deseo de comprender el espectáculo brillante de la historia y del mundo a través del orden sistemático de los objetos, del arte y del conocimiento" (Paolucci 2020, 14). Es así como van a surgir los primeros tratados de clasificación de las colecciones de dichos gabinetes: Theatrum sapientiae [1565] de Samuel Quiccheberg (Bolaños 1997, 59) y Civitas Solis [1602] de Tommaso Campanella (Paolucci 2020, 9). En otras palabras, como menciona Henrique Florez, los museos o gabinetes servían para conocer y estudiar el mundo sin tener que viajar a lejanas regiones (Florez 1754, 8-9). Partiendo de esto, se podría decir que un gabinete es una estancia o un mueble que resguarda de manera didáctica colecciones de diversa índole con la finalidad de comprender el mundo sin salir de casa. Los gabinetes serán un fenómeno occidental muy relacionado con las bibliotecas, que abarcará desde el siglo XVI hasta principios del siglo XIX; debido a ello, serán el germen de la investigación científica, y su inclusión dentro de las bibliotecas también se podrá ver reflejada en los tratados sobre bibliotecas.

Gabinetes novohispanos

Si bien en la vieja Europa manierista, los gabinetes contenían objetos naturales y arqueológicos americanos, no hay constancia de la existencia de este tipo de colecciones en la América española del siglo XVI, por la sencilla razón de que poco y casi nada conocemos del ámbito cultural americano durante dicho periodo. Sin embargo, esto no resulta ser un argumento válido para negar la existencia de gabinetes renacentistas americanos, por haber escasos estudios sobre bibliotecas virreinales del siglo XVI. No obstante, existen algunos indicios.

En primer lugar, el capitán Gonzalo Fernández de Oviedo poseía una biblioteca personal en la isla La Española que utilizó para escribir su Historia General y Natural de las Indias, Islas y Tierra Firme del Mar Océano. Asimismo, Fernández de Oviedo cuenta que muchos viajeros pasaban por su residencia de Santo Domingo con la finalidad de entregarle objetos y animales disecados provenientes de otras regiones de la vasta América para que le sirvieran de apoyo en la escritura de su obra (Fernández de Oviedo 1851, 213). Es debido a ello, que no sería de extrañar que el capitán haya formado, junto con su biblioteca, un gabinete de historia natural y mineral.

Un segundo indicio de la formación de gabinetes americanos durante el siglo XVI lo brinda la biblioteca del Colegio de San Pablo, fundado en la Ciudad de México por Fray Alonso de la Veracruz en 1575, cuya colección incluía diversas piezas de gabinete (mapas, astrolabios, relojes y otros instrumentos científicos) por tratarse del lugar más adecuado para su estudio. Es así como el cronista Juan de Grijalva brinda la siguiente descripción de esta biblioteca:

Puso en el Collegio N. P. M. [Fray Alonso] una insigne librería [...]. Adornó la librería con Mapas, Planisferios, y al fin de todos aquellos instrumentos que sirven a las Artes liberales. Con que quedó la cosa más lustre y de mayorprecio del Reyno. (Osorio Romero 1986, 39).

Analizando esta noticia, se puede constatar que esta biblioteca renacentista novohispana poseía características similares al proyecto que Juan Páez de Castro propuso a Felipe II para crear la Biblioteca del Escorial, en donde Páez sugiere que el segundo cuarto de la biblioteca albergue todos los mapas y las cartas de marear, junto con los globos, instrumentos de astrología y matemáticas, relojes, espejos de extraños efectos, así como antigüedades, máquinas, fósiles y colecciones de historia natural. Sin embargo, no menciona en ningún momento la palabra "gabinete" (Páez de Castro 2014, 97-101), a pesar de ser un término que ya estaba en pleno uso en la España del siglo XVI (Bolaños 1997, 72-73).

Al parecer, este mismo modelo de biblioteca-gabinete continuó en el siglo XVII, pues Gabriel Naudé expone en su tratado que los libros de una biblioteca se podrían conseguir a través de donaciones de amigos, relatando el caso de un conocido suyo que con dicho método logró juntar, con poco dinero, una gran colección para su gabinete que incluía medallas, pinturas, estatuas y camafeos, apareciendo ya el término cabinet. Sin embargo, más adelante, Naudé sugerirá que la biblioteca incluya en su colección piezas similares para su adorno sin volver a mencionar la palabra "gabinete" (Naudé 2008, 165-166, 196-197). En este contexto, la Biblioteca Palafoxiana fue dotada con objetos propios de un gabinete al momento de su fundación como biblioteca pública:

[...] hemos adquirido y juntado una librería [...] que al presente tenemos en sus estantes con su rejería de alambre y otras curiosidades a ella destinadas [...] Dos globos (celeste y terrestre) de a vara y media de alto; una piedra imán armada, un espejo de quemar de acero, una caja aforrada de terciopelo negro de Castilla, llena de instrumentos matemáticos y compases con dos pantómetras y una esfera pequeña adentro y dos astrolabios de pesar el sol, una balestilla para mirar la estrella... los mapas y cartas de marear y demás instrumentos y pinturas fijas que, a nuestra elección, pusiéramos en la dicha librería. (Fernández Esquivel 2011, 145-146).

Por otra parte, existen también indicios de gabinetes formados dentro de algunas bibliotecas particulares, cuyo mejor ejemplo nos lo brindan la biblioteca de Sor Juana Inés de la Cruz y también la de Carlos de Sigüenza y Góngora. De la primera, se sabe que su celda, además de ser resguardo de sus preciados libros, contenía también mapas, instrumentos científicos y musicales (Frías 1983, 271). En cuanto a la biblioteca de Sigüenza y Góngora, se conoce, a través de su testamento, que donó su acervo a la biblioteca del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, junto con algunos mapas indígenas y otros objetos de gabinete:

[...] he conseguido diferentes libros, o Mapas originales de los antiguos Indios Mexicanos [...] Y para que estén seguros [...] mando que en algún estante o mesa o lugar donde su paternidad mandare se haga un cajón de cedro de la Havana muy curioso con su llave [...] y que juntamente se guarde en dicho cajón un pedazo de quijada y en ella una muela de elefante [realmente Mamut] que se sacó pocos años ha, de la obra del desagüe de Huehuetoca, porque creo que es de los que se ahogaron en el tiempo de el dilubio. [...] Así mismo mando se les entregue [...] un estuche de instrumentos mathemáticos hecho en Flandes [...] para adorno y complemento de dicha librería. Y juntamente un anteojo de larga vista de quatro vidrios [...]. El qual se conservará y guardará en dicha librería en el cajón que he mandado se haga en ella a mi costa para conservar otras alhajas [...]. (Osorio Romero 1986, 56-57).

Si bien la poca información que poseemos de los siglos XVI y XVII novohispanos hacen que ignoremos la existencia del vocablo gabinete durante dicho periodo en nuestro contexto americano, no es el caso respecto al siglo XVIII, en el que abundan noticias de formación de gabinetes dentro de las bibliotecas novohispanas.

El modelo europeo de formar gabinetes dentro de las bibliotecas pervivió hasta el siglo XIX, y muchos de los gabinetes novohispanos ilustrados, al igual que en Europa, resguardaban colecciones de medallas con la finalidad de ayudar a los usuarios a realizar estudios históricos a través de ellas. Tal es el caso de la biblioteca personal del obispo de Yucatán Antonio Caballero y Góngora, librería que conocemos gracias a un inventario que se elaboró en 1776. Cosa curiosa de este inventario es encontrar que su biblioteca personal viajó a América en 67 cajones de diversos tamaños: 38 con libros, siete con pinturas y relieves, uno con marcos dorados para pinturas, otro con su colección de numismática y 20 con objetos diversos. Siendo así que 28 cajones correspondían al gabinete de su biblioteca, aunque la palabra "gabinete" tampoco aparece mencionada (Pascacio Guillén 2021).

Si bien es inexistente el vocablo "gabinete" en la colección del obispo, de la misma forma que ocurre con las bibliotecas antes mencionadas, sí considero que se trataba de gabinetes, puesto que su contenido correspondía a los gabinetes europeos, y también porque el concepto y el vocablo "gabinete" ya era utilizado en España desde el siglo XVI (Bolaños 1997, 73). Asimismo, la Biblioteca Turriana poseía también idénticas colecciones que sus fundadores donaron a su iglesia Catedral con la finalidad explícita de formar un gabinete dentro de la biblioteca pública que pensaban fundar. Es así como dentro de la cláusula segunda de la memoria testamentaria del Doctor Luis Antonio de Torres Tuñón, se expresa lo siguiente:

[...] Lego también para el adorno de dicha librería diez y siete nobles pinturas de las Artes, y todas las medallas, que tuviere de oro, plata y cobre para que le sirvan de principio a un gabinete. (Becerra Ramírez 2016, 64).

Es así como queda demostrado que todo este tipo de colecciones, que quedaban resguardadas dentro de las bibliotecas novohispanas, constituían verdaderos gabinetes, cuya temática dependía de los gustos del dueño de cada biblioteca. Volviendo al gabinete que se pretendía formar dentro de la Biblioteca Pública de Catedral, al no estar aún construido ni acondicionado el edificio que custodiara el legado de los Torres, las medallas pasaron a resguardarse dentro del archivo de la Catedral mientras se consolidaba la fundación de dicha biblioteca, aumentándose su colección con un juego de las medallas que el Cabildo Catedral Metropolitano de México ordenó fabricar en 1814 con motivo de la restitución al trono de Fernando VII. No obstante, el gabinete nunca llegó a formarse y dichas medallas terminaron perdiéndose (Becerra Ramírez 2016, 74-75).

Otro dato relacionado con el proyecto fallido de formar un gabinete para la Biblioteca Pública de Catedral se encuentra con relación a la Piedra del Sol, puesto que al aceptar el Cabildo Catedral la donación que el virrey Revillagigedo le hizo de dicho "calendario" para "adornar su atrio", los capitulares pensaron que el mejor lugar para resguardar dicha pieza de la antigüedad mexicana sería dentro de la biblioteca que estaba por construirse:

[...] considerándose ser ciertamente digno de aprecio este monumento de la antigüedad [...], se acordó: [...] que se traiga a la Yglesia, y por quanto se trató dónde ha de quedar dicho Calendario para lo sucesivo, y se dijo que sería bueno en la librería que está para fabricarse; [...] se determinó, que dichos señores proporcionen el sitio donde por ahora haya de estar, con atención a que se ha de colocar en dicha Librería. (ACCMM 1791, 159).

Este proyecto arquitectónico nunca fraguó debido a la falta de presupuesto, ocasionando que se acondicionara la planta alta de las oficinas del cabildo para albergar la Biblioteca Pública de Catedral, y, al no caber la Piedra del Sol dentro de dichas oficinas, terminó dicho Calendario Mexicano adornando el campanario poniente (Becerra Ramírez 2016, 71-73). Es así como, ya en 1823, el Cabildo Catedral Metropolitano de México informó a Lucas Alamán sobre la inexistencia de un gabinete dentro de su biblioteca pública, debido a que el político había pedido un informe del estado de la biblioteca:

[...] me manda Su Alteza Serenísima prevenga a Vuestra Señoría que [...] informe de los depósitos de libros y manuscritos que comprende la Biblioteca de esta Santa Iglesia Metropolitana, de sus máquinas y demás instrumentos y de los monumentos preciosos de la antigüedad que la enriquecen [...]. (Becerra Ramírez 2016, 139).

A lo cual se le contestó por parte de Catedral:

[...] En cuanto a máquinas, instrumentos y monumentos antiguos, no hay algunos, pues habiendo cesado desde el año de 813 los réditos, no han podido invertirse la mitad de éstos en la adquisición prevenida por los fundadores de este establecimiento que lo fueron los beneméritos Doctores Don Luis y Don Cayetano de Torres [...]. (Becerra Ramírez 2016, 139).

Noticia de gran relevancia, porque muestra el interés del nacionalismo criollo por poner dentro de las bibliotecas novohispanas colecciones de la antigüedad mexicana en lugar de las grecorromanas que se estilaban en la vieja Europa.

Dentro de este contexto, la Real y Pontificia Universidad de México intentó también formar un gabinete de antigüedades mexicanas dentro de su biblioteca pública, siendo su inicio, el Museo Indiano de Lorenzo Boturini que se conformaba con una colección de mapas y documentos prehispánicos. Sin embargo, éste carecía de antigüedades de tipo escultórico. Es así como se entiende que más tarde Francisco Javier Clavijero hiciera una denuncia pública para que el Claustro universitario se interesara en formar un museo de antigüedades mexicanas ante la inexistencia de dichas colecciones dentro de la biblioteca universitaria (Fernández 1987, 82). Sin embargo, dicha denuncia no surtió efecto puesto que, para el año de 1803, el Virrey Marquina reportaba que la universidad "no tiene gabinete y su biblioteca está escasa de buenas obras modernas" (Thompson 1970, 90); tiempo después, el Museo Nacional sería creado dentro de las instalaciones universitarias, por iniciativa de Lucas Alamán (Fernández 1987, 119).

Lejos de la vetusta universidad creada por la Casa de Habsburgo, Carlos III llevará a cabo una renovación de la educación novohispana creando instituciones de educación científica que contarán con sus respectivas bibliotecas y gabinetes públicos, esto con la finalidad de "mejorar la instrucción y felicidad pública" de un imperio que estaba en decadencia. Siendo una característica de estas instituciones que los gabinetes saldrán de las bibliotecas colocándose en un cuarto aparte. Sin embargo, la relación entre la biblioteca y el gabinete perdurará, pues los gabinetes se ubicarán a un lado inmediato de la biblioteca, como un complemento didáctico de ésta. Es así como se crea el Gabinete de Historia Natural por obra de José Longinos Martínez con la finalidad de instruir al público capitalino en dicha ciencia. Institución que, además de contar con colecciones de la historia natural novohispana, poseía también una importante colección mineralógica, conteniendo su colección dentro de 24 estanterías que se encontraban en la calle de Plateros #89. Además, el primer estante resguardaba preciosos libros de Historia Natural, Botánica, Química, Física, Anatomía, Mineralogía, Matemáticas, etc.; libros que conformaban la biblioteca pública del gabinete y que se encontraba dentro de dicha institución (Constantino 2015, 10; Valdés 1790, 68-71).

Otra institución científica ilustrada novohispana fue el jardín botánico creado por Carlos III dentro de Palacio Nacional que fue una institución científica de verdadera vocación pública, puesto que toda persona podía recurrir a ella para obtener alguna planta que le sirviera para su curación y también para asistir a los diversos cursos públicos que se impartían dentro de sus aulas (Zamudio 2002, 22-27). Asimismo, el jardín botánico mexicano poseía también una importante biblioteca pública como lo demuestra el plano que realizó Miguel Constanzó (AGI. 1789. MP-MÉXICO, 419) junto con un gabinete especializado en las ciencias botánicas. Cabe mencionar que existe también otro plano de este mismo arquitecto que contiene otro plan para formar un segundo jardín botánico que tuviera su respectiva biblioteca y su gabinete, dentro de la casa de Ignacio Castera en el bosque de Chapultepec (AGI. 1789. MP-MÉXICO, 417).

La Academia de San Carlos se fundó por la necesidad de que la Nueva España contara con personal especializado en el grabado de moneda. En su proyecto de fundación, antes que la biblioteca, se proyectó que esta institución incluyera un gabinete de medallas, láminas, bustos, etc. (AGN.1779. Casa de Moneda, vol. 355, exp. 5, f. 105; AGI. 1779. MP-México, 770). Para ello, se recurrió a ampliar la Casa de Moneda colocando a la Academia, con sus dos cuartos que constituyeron su gabinete inicial, en el entresuelo de lo que fue la Armería del Palacio Virreinal. Esto fue debido a que se experimentó un gran sismo que destruyó la Armería y el evento se aprovechó para ampliar las instalaciones de la Casa de Moneda y colocar ahí los inicios de la Academia de Dibujo por no poseer Jerónimo Antonio Gil un lugar decente en donde hospedarse (AGN, Casa de Moneda, vol. 355). Al parecer, las obras se realizaron en consonacia con que Jerónimo Antonio Gil trajo consigo, en 1778, las primeras piezas del gabinete, embaladas en 24 cajas, junto con los primeros libros de la Academia (Báez Macías 2008, 23); "ochenta dibujos de cabezas, manos y pies; otros dibujos de antiguos bajorelieves; ocho modelos de bajorelieves, doce cabezas y bustos de yeso; seis estatuas pequeñas y la colección completa de monedas de azufre de Grecia y Roma" (Fernández 1987, 77). Según María Eugenia Castro González, la colección de medallas se adquirió de la Academia de San Fernando con el nombre de "gabinete de medallas de Grecia y Roma" (Castro González 2023).

Las colecciones de San Carlos siempre estuvieron íntimamente relacionadas con la biblioteca, por su carácter didáctico, tal como lo demuestran unas fotos publicadas, en donde se pueden contemplar colecciones de pintura y estatuas dentro de la biblioteca (Fuentes Rojas 2015, 29-31). Asimismo, Lorena Sarahí Sánchez Tovar comenta que existen en su fondo talones de préstamos a domicilio de usuarios que sacaban libros junto con medallas, y que, según un inventario encontrado por ella que data de diciembre de 1786, los libros se resguardaban en el segundo estante de la tercera sala, junto con dibujos, estampas, medallas de cobre y azufre, entre otras piezas de gabinete; lo que me lleva a pensar, por el momento, que durante los primeros diez años que estuvo la Academia dentro de la Casa de Moneda, la biblioteca se encontraba dentro del gabinete, como en el caso de Longino (Sánchez Tovar 2023).

También existe el caso del Real Seminario de Minería, que llegó a formar un laboratorio y dos gabinetes para la educación de sus estudiantes:

un viajero europeo se sorprendería de encontrar en el interior del país, hacia los confines de la California, jóvenes mexicanos que raciocinan sobre la descomposición del agua en la operación de la amalgamación al aire libre. La Escuela de Minas tiene un laboratorio químico, una colección geológica clasificada según el sistema de Werner, y un gabinete de física, en el cual no sólo se hallan preciosos instrumentos Ramsden, Adams, Le Noir y Luis Berthoud, sino también modelos ejecutados en la misma capital con la mayor exactitud, y de las mejores maderas del país [...]. (Humboldt 2014, 81).

Sin embargo, ninguna de las tres instancias se encontró dentro de la biblioteca de dicho colegio. A pesar de esto, el inicio de las colecciones del Real Colegio de Minería tendría el mismo origen que el de su biblioteca: en las bibliotecas de Joaquín Velázquez de León y de Juan Eugenio Santelices Pablo.

En su proyecto para fundar el Colegio Metálico, en 1778 Joaquín Velázquez de León pidió al Tribunal de Minería que se le desembolsaran mil pesos con la finalidad de comprar libros e instrumentos para el colegio que se proyectaba realizar, enseres que nunca llegó a entregar en vida a la institución que fundó. No obstante, en 1786 el Tribunal de Minería reclamará la biblioteca e instrumentos científicos de su primer director a su heredero y albacea, Manuel Velázquez de León, debido a que en 1779 su padre había pedido un préstamo de 4 mil pesos de su institución hipotecando los bienes que correspondían a dichos libros e instrumentos. Es así como en 1786 Manuel le franquearía al secretario del Tribunal la pieza de la librería de su padre para levantar el inventario de dichos libros e instrumentos, y poder llevarlos al Tribunal de Minería (Flores Clair 2000, 87; AHPM 1786, caja 25, doc. 19).

En cuanto al gabinete de Mineralogía, éste tuvo su inicio con algunas piezas mineralógicas que el director Fausto de Elhuyar había adquirido de Europa y con la compra de parte del gabinete del fiscal del Tribunal de Minería, Juan Eugenio Santelizes Pablo. En su afán nacionalista, este último reunió una valiosa biblioteca que incluía un importante gabinete y que deseaba depositar a su muerte en el Real Seminario de Minería, quizás para mejorar la instrucción pública de sus connacionales. Sin embargo, al parecer sus ideas nacionalistas ilustradas chocaron con el hermetismo científico de Fausto Elhuyar, puesto que en 1793 el fiscal vendió en vida parte de su biblioteca al director, quien sólo tomó los libros más selectos de la librería de Santelizes (Flores Clair 2000, 89). Cabe destacar que entre el lote de libros de Santelizes adquiridos por Elhuyar se encontraban algunos libros relacionados con gabinetes, como el Gabinete de Historia Natural de Dávila (AHPM. 1793. caja 67, doc. 13).

Esta acción no impidió que, a la muerte del fiscal, éste estipulara dentro de su testamento que se vendiera su gabinete de historia natural, no donándolo, debido a sus enormes deudas y dándole prioridad al Colegio de Minería con un precio preferencial, tentadora oferta que probablemente no obtuvo en un principio el apoyo por parte del ilustre científico vascongado. En una carta de 1794, José María Santelizes, sobrino y albacea del difunto fiscal del Tribunal de Minería, recurrió al virrey Revillagigedo haciendo un exhorto recriminatorio a dicha corporación y expresando los servicios prestados por su tío para la formación del cuerpo de mineros. Asimismo, se expresa en esta carta el deseo de su tío de que su gabinete se convirtiera en un "gabinete público", poniéndoselo en el Real Colegio de Minería para que "cualquiera que tenga inclinación a instruirse, podrá ocurrir allí, sin que se le cierren las puertas para ello" (AHPM. 1794. caja 71, doc. 17, 3), argumentando que su compra por algún particular privaría al público y a los estudiantes de las luces que había costado tanto tiempo reunir al fiscal. Por último, expresó también una crítica velada a la política de Elhuyar por adquirir gabinetes mineralógicos europeos, puesto que sus minerales no eran los mismos que había en estas tierras, siendo el gabinete de su tío uno de los más completos en cuanto a los minerales propios de la Nueva España, colección que era más importante para el colegio que una europea, puesto que se trataba de la formación de expertos en la explotación de minas novohispanas, y cuya reconstitución, desde cero, representaría un gran gasto para el Tribunal.

Los argumentos de José María fueron tan acertados, que el mismo virrey envió un oficio al Tribunal de Minería recomendándole tomar alguna decisión sobre un asunto que él no veía fuera de lugar. Es así como Fausto de Elhuyar decidió por fin examinar dicho gabinete comprando los muebles de los seis estantes junto con las cuatro pinturas en forma de árbol que explicaban la clasificación de Carlos Linneo de los tres reinos. Sin embargo, en cuanto al contenido del gabinete, Elhuyar tan sólo compró gran parte de las piezas constituidas por la parte mineralógica, devolviéndole al albacea todo lo perteneciente al reino animal y las pocas medallas (AHPM. 1794. caja 71, doc. 17). Es así como se fundó el gabinete de mineralogía del Colegio de Minería, que más tarde sería aumentado, pero que ya no estaría propiamente dentro de la biblioteca de dicha institución.

Por último, en cuanto a las colecciones particulares, por el momento tan sólo se tiene noticia de la existencia de once gabinetes de historia natural formados dentro de la Ciudad de México a finales del siglo XVIII, gracias a una noticia de la Gaceta de México (de los cuales ya vimos el de Santelizes): los de Ramón de Posada, Fiscal de Real Hacienda; Bernardo Bonavia y Zapata, Intendente Corregidor de México; Francisco Fernández de Córdoba, Superintendente de la Real Casa de Moneda; Miguel Páez de la Cadena, Superintendente y Juez privativo de la Real Aduana; Juan Navarro y Madrid, Director General de Rentas Reales de Alcabalas y Pulques; Joseph de Florez, Teniente Coronel de los Reales Ejércitos; Fausto de Elhuyar; Juan de Santelizes Pablo; Joseph Antonio de Alzate y Ramírez; Francisco Javier Sarría, Director de la Real Lotería; y Joaquín de los Ríos. (Valdés 1790, 154; Constantino Ortiz 2015, 12-13).

Conclusión

El origen de los museos occidentales se encuentra en el studiolo y gabinetes que se formaron en las bibliotecas de los eruditos renacentistas. Sin embargo, debe remontarse a la antigua Roma la costumbre de recolectar objetos para ser estudiados dentro de las bibliotecas. Asimismo, los gabinetes contaron con diversos aparatos científicos, objetos exóticos y diversas colecciones de historia natural, puesto que constituían una representación del mundo universal en donde, a través de ellos, el estudioso podía conocer diversas regiones del planeta sin haber viajado aún a ellas. Es así como, con el descubrimiento de América, los europeos colocaron los objetos del Nuevo Mundo dentro de los gabinetes en su curiosidad por desentrañar los misterios encerrados más allá de los mares. En el caso de las bibliotecas virreinales hispanoamericanas, esta costumbre llegó en el siglo XVI y perduró hasta el siglo XVIII, teniendo los gabinetes americanos ciertas peculiaridades regionales que los diferenciaban de los europeos. Aunque hoy en día existen pocas investigaciones que traten sobre la formación de gabinetes hispanoamericanos, sí existen abundantes indicios que pueden servir para iniciar con su estudio, cuya principal importancia radica en que se trata del surgimiento de nuestros museos actuales dentro de las bibliotecas durante el desarrollo de la ciencia en el mundo occidental.

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Para citar este texto: Becerra Ramírez, Isaac. 2023. "Indicios y presencias de gabinetes de curiosidades en bibliotecas novohispanas". Investigación Bibliotecológica: archivonomía, bibliotecología e información 37 (95): 105-120. http://dx.doi.org/10.22201/iibi.24488321xe.2023.95.58745.

Recibido: 16 de Diciembre de 2022; Aprobado: 20 de Abril de 2023

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