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Investigación bibliotecológica

versão On-line ISSN 2448-8321versão impressa ISSN 0187-358X

Investig. bibl vol.21 no.43 Ciudad de México Jul./Dez. 2007

 

Reseñas

 

SASTRIAS, MARTHA (comp.). Caminos a la lectura. Diversas propuestas para despertar y mantener la afición por la lectura en los niños.

 

por Francisco Xavier González y Ortiz

 

Editorial Pax, México, 1997, 220 p.

 

"El qué y el cómo para que los niños lean" nos dicen en lo que podríamos llamar el subtítulo interno de este libro escrito atinadamente por diversos autores todos ellos(as) latinoamericanos y un español. En esta pluralidad, lo más natural es entonces la diversidad de los enfoques y las diferencias en las opiniones y aun en las ideas que uno podría considerar centrales. Así suele ser el reino de las humanidades, donde casi siempre "cada cabeza es un mundo". ¿Cabe alguna duda de ello? Lo milagroso es que, a pesar de eso, muchas veces estemos de acuerdo, aunque siempre con algunas diferencias en cuanto a estos acuerdos, porque indefectiblemente y en distintas proporciones, empieza cada cabeza a introducir sus conjunciones y sus disyunciones. Aquí van ambas.

Uno de estos autores resume quizá aquello en lo que creo que todos o casi todos podríamos estar de acuerdo respecto de la lectura (y también de la escritura) he aquí algunos ejemplos: "Pensamos que todas las experiencias son útiles" (p. 172), porque, digo yo, nos pueden enseñar algo, a veces incluso hasta con una sola frase o párrafo; "No pretendemos dictar recetas ni crear una metodología única" (p. 101);

...lo que busco, lo que me interesa, es que los niños que llegan a mi clase aprendan mucho sobre la vida, sobre el afecto...(p. 127); o

Los niños que se presentan por primera vez en un taller de literatura... se aprestan a copiar todo aquello que les señale el instructor. Será porque los chicos llegan al taller dispuestos a practicar un modelo didáctico semejante al que han desarrollado en la escuela. Un modelo en el que se incentiva la heteronomía, la pasividad, la ciega obediencia, la no crítica... (p.129); etcétera.

Y aquí empiezo quizá a particularizar, pues lo más rico de este libro me parecen las experiencias que se narran en todos los intentos por acercar los niños a la lectura... y después también a la escritura; y esto sucede, sobre todo, me parece a mí, en los talleres y sus similares, donde más activamente y sobre todo, más cariñosamente (un ingrediente fundamental que por desgracia no es tan común hallar en las aulas) y menos aún en las aulas de nuestras escuelas. Porque al hacer esta lectura, tenemos que ir pensando, paralelamente, en todos y cada uno de estos intentos, en nuestras escuelas y en lo que sucede, o creemos que sucede en las aulas escolares con nuestros niños(as), pues aunque sí se han realizado tales intentos, sobre todo en los últimos tiempos, no hay suficientes estudios acerca de lo que realmente sucede en estos lugares.

Creemos que hasta el momento no se ha planteado la posibilidad de investigar sistemáticamente en el aula los procesos internos de aprendizaje de la lectura ...Más bien se ha hecho hincapié en todos aquellos aspectos formales y del buen desempeño, como si esto fuera sinónimo de la esperada calidad de la enseñanza (p. 40), dice un grupo de autores conjuntos.

Recordemos que la escuela es el lugar de "trabajo" para nuestros niños, nada menos que el lugar donde éstos se siguen formando y socializando en casi todos los aspectos, incluidos, por supuesto el emocional, el afectivo y el intelectual y psíquico (que separo aquí sólo para efecto de ayudarme en el escrito), que resultan tan básicos para el resto de nuestra formación (y aun de nuestras deformaciones, tan humanas), papel que le hemos delegado a nuestros profesores y profesoras, especie de "padres y madres sustitutos" que capacita y forma el Estado pero también la sociedad y todo lo demás, incluidas por supuesto también, sus propias familias, condiciones sociales, influencias varias y muchas, que configuran eso que podríamos llamar nuestro líquido social amniótico.

Aquí, en uno de esos pensamientos paralelos que aparecen con la lectura, surge, dentro de mi y sin que pueda evitarlo, una incomodidad, algo que a lo que más se parece es a una culpa: pienso en los excluidos de nuestro país, sobre todo los indígenas y varias de su culturales orales, no sé cuántas son, que no poseen más que eso, su cultura oral que automáticamente los deja fuera de todos estos loables intentos. Quedan más excluidas todavía (porque ya están excluidas). Y se trata de culturas en toda la extensión de la palabra y que cuentan con todo el apoyo de la Antropología para ser así denominadas: culturas; es decir, otras maneras de ver y sentir el mundo. Es éste un pensamiento que me duele y que me atrevo a pensar que, inconscientemente, les duele a muchos más, pero que, puede fácilmente negarse o borrarse de la conciencia; quizá algunos de quienes lean esto compartan este sentimiento mío. Ya estos grupos hay que añadir el resto de los excluidos, los campesinos, los millones de pobres. Es significativo que diga esto un mexicano, uno de los países latinoamericanos con más sangre y cultura indígenas todavía presentes en nosotros, hasta en "nuestra manera de ser", sería difícil que dijera esto un argentino y quizá menos extraño que lo dijera un brasileño (sobre todo si pensamos en el Amazonas) o un guatemalteco, o un boliviano...

Muchos caminos como sucede siempre en la lectura, pero mientras transita uno a través de ella en esta selección de artículos va apareciendo un rasgo común: todos ellos intentan dejar fuera el sistema oficial de educación y su eficacia en cuanto a la lectura porque ésta ha demostrado ser pésima (tanto la eficacia como la propia lectura). Más bien, aunque con cierto disimulo, la mayoría de los autores se muestran muy críticos de los sistemas escolares, pero todos, ya sea de manera implícita y sólo unos cuantos explícitamente, dejan muy en claro que nuestros sistemas educativos no están teniendo ningún éxito, o sólo muy escaso por lo que se refiere a la lectura entre nuestra niñez, y claro, también en la escritura, que es todavía varios grados más difícil. Además, como casi todos estos autores son latinoamericanos, tenemos que colegir que la educación latinoamericana, por desgracia, comparte cuando menos algunos de estos rasgos negativos. Todos estos talleres y otros acercamientos buscan evitar el autoritarismo que reconocen como rasgo predominante en cada cultura oficial, así como la pasividad, la rigidez, la competencia para ver quién es el mejor, el sometimiento o la obediencia automática a las "reglas", y por supuesto, entrevarías cosas más, la ansiedad y el temor. Hay mucho dogmatismo y poca cultura real, y a mi me parece que poca dedicación a la metafísica, a lo invisible, a lo que está más allá de nuestras narices.

Contrariamente, más bien lo que intentan propiciar estos autores es la libertad tanto en la expresión de lo leído y/o escrito, como en el movimiento del cuerpo (bailes, danzas, juegos, canciones) y buscan acercar a los pequeños a lo creativo, el dibujo o la ilustración, lo bello, lo interesante, lo fantástico, la calidad y también pretenden desarrollar en ellos "la autonomía, la reflexión, la curiosidad y la crítica." (p. 129). Ninguna de estas enumeraciones es exhaustiva, y me parece que cuando mencionan estos aspectos negativos, los autores no se dan cuenta de que de lo que indirecta y aunque sea sesgadamente están hablando, es también de nuestras sociedades, de nuestros "defectos" de maneras de ser nuestras que son muchas veces retrógradas y que se reflejan en las escuelas y por lo que toca a la lectura. Aquí estoy extrapolando, como se hace al leer, aunque eso, insisto, pueda ser doloroso, pero la única manera de luchar contra los problemas que nos afectan es enfrentar "la realidad" como ésta es y aunque tengamos que poner la noción de realidad entre comillas, y/o sólo pensar en nuestra realidad nacional, o local.

Aquí arriba, como se hace en muchas partes del texto, se entremezclan tanto la lectura como la escritura, que aunque son conceptos siempre cercanos resultan muy diferentes y la lectura suele preceder en la mayoría de los casos a la escritura, que es ciertamente más difícil. La escritura precisa un conocimiento ya del lenguaje y su manejo oral. Cosa que tienen ya casi todos los niños, más generalmente un contacto ya también con el lenguaje escrito, aunque sólo sea como escuchas u oyentes, pero luego hace falta que venga lo más importante, su necesidad de expresión, su querer o necesitar expresar algo. Es aquí donde este libro se extiende más, en darles a los niños la oportunidad (pero aquí más bien está abordado como algo extra escolar) de expresarse por escrito, y por eso aquí las menciones son casi todas respecto de aulas que no son las escolares, sino, precisamente, los talleres, esos lugares especiales a los que por fortuna no alcanza la rigidez de las aulas oficiales: "Los niños no son creativos en el aula; son creativos cuando juegan" dice alguien por ahí; se los alienta sin condenar lo que escriban y no se los corrige o se hace la corrección sin coartar las ideas y la libertad de decir.

Es en este ámbito de confrontación entre el aula escolar oficial y esos otros lugares que son representados aquí por esas aulas de los talleres donde puede desplegarse la enorme creatividad infantil donde —me parece— las cosas se nos confunden y queremos forzar, en las escuelas "oficiales", este proceso para que el aprendiz pueda mostrar lo que sabe o lo que ha aprendido, y donde se busca que lo haga todo de una manera ordenada y coherente, y además que sea clara o que se entienda para poder ser evaluado o calificado, y además es algo que tiene que aprender rápido y bien, y un largo y tortuoso etcétera. —Y la lectura? pues es siempre hecha a marchas forzadas y con muy pocos alicientes, como ya ni siquiera se esfuerza nadie en mostrar aquí.

Es en esto, parecen sin embargo decir todos los participantes en este libro, donde fallan las escuelas, o los sistemas escolares, o la sociedad, como educadores o educadoras. Una de estas maestras hace una cita (de Pierre Gamarra) que dice:

La lectura comienza antes que el aprendizaje sistemático de la misma por muchas razones. No pueden leerse los libros si no se ha comenzado a leer el mundo circundante... (p 126).

Aquí introduzco una noción que ha empezado a surgir en mi por diversas lecturas, y es que me parece posible que nuestra cultura mexicana, sobre todo en las poblaciones menos favorecidas, se apoye mucho y sobre todo en la oralidad y en nuestra pésima televisión y descuide así la lectura y la escritura, lo que también podría explicar, en una mínima parte, el porqué de los desastrosos resultados que hemos obtenido en las mediciones internacionales sobre lectura.

Otro de estos maestros mencionaba (me parece que obviamente con base en lo que le sucedió a él en un aula escolar oficial) lo siguiente

Sí, soy responsable de cada uno de esos niños que pasó por mis manos y partió de mi sin esa herramienta para la vida, que es el decir, el expresar, el entrar en contacto con el otro y participar en el mundo de manera auténtica y creativa.

Este pobre maestro refleja, entre líneas, la intención de todos nuestros sistemas educativos, intención en la mayor parte de los casos fallida, pero ciertamente se muestra cargado de culpas y responsabilidades que no sólo le competen a él (quien es sólo un eslabón de la cadena) sino a toda la sociedad; también tienen todo que ver aquí las familias involucradas y por supuesto el Estado y muchas de sus instancias, y las políticas de tal Estado (o la ausencia de éstas) aplicadas a través, eso parece que sí, de lo que ha sido denominado (creo que por Althusser) como "uno de los aparatos ideológicos de Estado", es decir la escuela.

Así, el problema de la educación es, como casi todos, colectivo, de cada colectividad, y aunque aquí son muchas, casi toda Latinoamérica, son también muchas las cosas que se comparten, y estas cosas son más bien problemas. Ciertamente es difícil localizar con alguna precisión quiénes son los más directamente responsables de la educación. Se diría, quizá demasiado rápidamente, que los mayormente responsables son quienes planean los sistemas educativos; es decir, los encargados de planear tales sistemas, pero ¿quiénes son esos personajes misteriosos? —dónde están? Obviamente los responsables de todo este lío no son los Secretarios de Educación ni tampoco todos los intelectuales que se mueven alrededor de todo lo que tiene que ver con la educación por lo que toca a la lectura y quizá la escritura. Más bien, como también se ha dicho (Marx me parece, pero podría ser de nuevo Althusser, sin que esto tenga ninguna importancia por tratarse de un conocimiento ya común, ya socializado) "la ideología", que es aquí lo involucrado, "es invisible" y por eso no se ve, no se sabe bien quién la crea o la mueve.

La pregunta se me ha hecho demasiado grande y no puedo responderla, pero me parece importante plantearla de todos modos. En principio, creo yo, la responsabilidad y las culpas, en el caso de que las hubiera serían, de alguna y muchas maneras, de todos, de nuestra sociedad. Yo, sinceramente, creo que no deberíamos buscar culpables y quizá ni siquiera a los directamente responsables porque creo que no los hay, más bien lo que tendríamos que pensar, y rápido, serían las soluciones.

Y aquí volvemos con el libro reseñado, éste es una fracción, o hasta un grano de arena si se quiere, de lo que puede y tendría que constituirse en parte de las respuestas, que tienen que ser múltiples, como lo es también este libro, y dispares, como también son las diversas expresiones incluidas en esta obra. Pienso que no hay ninguna precisión respecto de lo que necesitamos hacer para que cuando menos nuestros pequeños lean más, creo que escribir es otro cantar y que empezaría a remediarse, aunque fuera sólo a nivel de grano de arena, en la medida en que nuestros niños leyeran más, mucho más y mejor. Este libro no es ninguna obra maestra, pero no sólo necesitamos obras maestras para salir de la barranca en la que nos encontramos en cuanto a la lectura (y muchas otras cosas más). Necesitamos aprovechar todos estos intentos de ayuda, todas las ayudas que podamos acopiar, sobre todo las provenientes de la investigación, para intentar aumentar el nivel de lectura de nuestra población infantil.

También, en la medida en la que podamos precisar y enfocar finamente el problema, tendremos o tendríamos parte de la respuesta. Entre otras cosas, si nuestros pequeños tuvieran resueltas sus necesidades básicas, podrían ponerle más atención a sus necesidades de lectura, esto también es algo que no debemos olvidar.

Termino con una última crítica que no puedo evitar porque resalta de nuevo algo desagradable: el hecho de que este libro, y muchos otros que he leído sobre este tema (por supuesto con también muchas excepciones) parezca enfocarse principalmente en un sólo estrato de nuestra población, que sería nada menos que el de muchos modos el más favorecido, y tomara poco en cuenta nuestras mayorías, ésas que son precisamente las excluidas de modo casi natural por el estado de cosas. Justamente de aquellos que menos gozan de este enorme beneficio y herramienta cultural que es la lectura (y la escritura) y quienes se encuentran atrapados en la desigualdad y la pobreza. Quienes más que nadie tienen una verdadera necesidad imperiosa de la lectura son estas mayorías que son fácilmente más atraídas por otros medios, sobre todo la televisión. Y todos conocemos lo que es la televisión en nuestro país, y quizá, como nos muestra este libro respecto del autoritarismo, muy probablemente sea también así la televisión en esos países hermanos de América Latina.

Tampoco hay en todo el libro ninguna mención a las dificultades que enfrentan nuestras poblaciones indígenas en relación con la lectura, problema que presenta muchas aristas y que también necesita más investigación. Quisiera mencionar a este propósito el loable trabajo que ha hecho el lingüista (lexicógrafo) Luis Fernando Lara a propósito de las culturas orales, a las cuales, cuando menos a una, las ha enseñado a confeccionar ellos mismos sus propios diccionarios, con lo que se integran, o empiezan a hacerlo, a la cultura escrita, que tiene respecto de la cultura oral muchas e importantes diferencias, entre las principales, su arraigo a una historia y a materiales orales que sólo son así transmitidos, lo cual los limita mucho en cuanto al número de palabras que conocen, por ejemplo. Por último, tampoco se diferencia entre las escuelas particulares o privadas y las oficiales, ni se hace ninguna mención en absoluto de esta bi–partición que se vuelve cada vez más notoria entre nosotros. También en algún momento, me parece, habría que establecer esta diferencia y sus razones y todo lo demás... a través, naturalmente de la investigación.

Los marginados encuentran cada vez más y más brechas de todo tipo: digital, de alfabetización y económicas y sociales y etcétera, como ya hemos dicho. Y estas brechas parecen estar incrementándose en lugar de disminuirse, y en esa medida representan un enorme y difícil problema que debemos enfrentar, un problema múltiple que más vale empezar a resolver con todas las capacidades que seamos capaces de desplegar.

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