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Sociológica (México)

versión On-line ISSN 2007-8358versión impresa ISSN 0187-0173

Sociológica (Méx.) vol.30 no.86 Ciudad de México sep./dic. 2015

 

Artículos

 

Geografías, interacciones sociales y recursos fragmentados en la migración internacional del centro de Veracruz

 

Geographies, Social Interactions, and Fragmented Resources in International Migration from Central Veracruz

 

Mario Pérez Monterosas

 

* Profesor-investigador del Departamento de Sociología, Universidad Autónoma Metropolitana, unidad Azcapotzalco (UAM-A). Correo electrónico: <marpezrosa@ gmail.com>.

 

Fecha de recepción: 11/12/14.
Fecha de aceptación: 17/07/15.

 

Resumen

El artículo analiza la emergencia y presencia acelerada de flujos migratorios entre el Veracruz rural y Estados Unidos en un contexto de redefinición de los mercados de trabajo, la conformación de circuitos y la forma como diversos actores crean y recrean en el tiempo las estructuras sociales de oportunidades a las que acceden. El objetivo es dar cuenta de los factores sociales que originan y sostienen la migración internacional y del papel de las redes sociales en la circulación de recursos tangibles e intangibles. La información analizada es producto del trabajo de campo en diversas comunidades rurales.

Palabras clave: interacciones sociogeográficas, redes y recursos sociales, ayudas fragmentadas, migración emergente, Veracruz, Estados Unidos.

 

Abstract

This article analyzes the emerging and growing migration between rural Veracruz and the United States in a context of the redefinition of labor markets, the establishment of circuits, and the way in which different actors create and recreate over time the social structures of opportunities they access. The aim is to look at the social factors that originate and maintain international migration as well as the role of social networks in the circulation of tangible and intangible resources. The information analyzed is the product of field work in different rural communities.

Key words: socio-geographical interactions, social networks and resources, fragmented help, emerging migration, Veracruz, United States.

 

"La multiplicación contemporánea de los espacios hace de nosotros un nuevo tipo de nómadas: en lugar de seguir líneas errantes y migratorias dentro de una extensión dada, saltamos de una red a otra, de un sistema de proximidad al siguiente. Los espacios se metamorfosean y bifurcan bajo nuestros pies, forzándose a la heterogeneidad".

Pierre Lévy (1999: 16)

 

Introducción

Este artículo tiene como contexto general el análisis de la migración internacional de diversos significados —económico, laboral y social—, que en distintos momentos se ha agudizado debido a la redefinición de la intensidad y a la composición de sus flujos, los cuales a su vez obedecen al entramado de interacciones sociales tejidas entre actores con distintos motivos y expectativas, generados al estar en relación con migrantes activos o de retorno, a partir no sólo de relaciones cara a cara, sino también virtuales, terciadas por los medios de comunicación y por formas modernas de transmisión de imágenes y mensajes.

La cuestión eje que nos guía es cómo el movimiento migratorio de mexicanos a Estados Unidos adquiere forma con las acciones individuales y colectivas, considerando que es un proceso construido socialmente y generado por diversas acciones con sentido subjetivo en un marco de intencionalidad. Este fenómeno se agudiza y perpetúa a partir de las interacciones de los sujetos, cristalizado en las redes sociales que han permitido no sólo su permanencia en las poblaciones rurales, sino también el crecimiento de los flujos con destino a Estados Unidos. La segunda parte de este documento da cuenta de las características de la migración emergente de Veracruz hacia dicho país, que es diferente de la tradicional del occidente de México; su presencia novedosa, acelerada y de composición heterogénea contribuye a la redefinición del estereotipo que teníamos del migrante internacional. En la tercera parte analizamos el papel de las interacciones sociales en un espacio geográfico rural determinado del centro de Veracruz, donde los actores se han insertado en procesos de movilidad de larga distancia y por extensas temporadas, a través de las redes sociales, familiares, de amistad y paisanaje. Finalmente damos cuenta del tipo de recursos tangibles e intangibles de que hacen uso los nuevos migrantes y de la forma cómo se hayan fragmentado o distribuido en diferentes espacios, tiempos y personas, por lo cual su acceso está sujeto a procesos de relaciones dinámicas de interacción social, negociación, exclusión y selectividad.

Metodológicamente, hemos procedido considerando como unidad de análisis los sistemas de relaciones sociales, a través de los cuales podemos explicar la forma en la cual los individuos socializan los conocimientos y recursos que permiten la formación de los flujos. El trabajo de campo fue realizado en varias comunidades rurales de los municipios ubicados en el centro-costa de Veracruz, entre 1998 y 2009, dentro de lo que hemos denominado el corredor migratorio. Los recorridos de campo tuvieron como objetivo entrevistar a migrantes de retorno o a sus familiares, para construir el proceso de génesis y desarrollo de la migración internacional emergente y el papel que las redes sociales jugaron en la definición de expectativas, en la elección del lugar de destino y en el modo como se accedió a los recursos tangibles e intangibles que facilitaron el proceso. A partir de pláticas informales con habitantes y autoridades, y de la técnica bola de nieve, identificamos a quienes podían brindarnos información valiosa sobre el tema, a nivel de individuos, de interacciones y de comunidad. De ahí que el trabajo de campo se realizara en diferentes meses y por varios días en comunidades rurales, principalmente de los municipios de Puente Nacional, La Antigua, Actopan, Landero y Coss, Colipa y Emiliano Zapata, ubicados en el centro de Veracruz.

 

Las interacciones sociales en el proceso migratorio internacional

El fenómeno estudiado ha fincado una parte importante de su desarrollo en las interacciones de los agentes involucrados, quienes establecen relaciones sociales entre sí para facilitar su incorporación a los flujos migratorios. Estos vínculos se inician y maduran a través del tiempo y de la cantidad de personas inmiscuidas, dando paso a la formación de estructuras sociales que los sustentan y facilitan. En el marco explicativo, el sentido relacional y el de las acciones y las orientaciones que de los otros se toman se torna fundamental. En este sentido, Weber plantea que la relación social es la conducta plural que se presenta como recíprocamente referida, orientándose por esa reciprocidad. Consiste sola y exclusivamente en la probabilidad de que una forma determinada de conducta social, de carácter recíproco por su sentido, haya existido, exista o pueda existir y "sólo es objetivamente bilateral cuando el sentido de la acción se corresponde —según las expectativas medias de cada uno de los partícipes— en ambos" (Weber, 2002: 22).

Las relaciones de los actores funcionan teniendo como marco de referencia el espacio y el tiempo; sus acciones sociales son un acontecimiento físico, producto de la capacidad (poder) de un ser corporal, que interviene causalmente en su medio, en tanto que siempre están "ubicadas en un espacio tiempo de relaciones asimétricas de producción, de poder y de comunicación" (García, 1994: 497). Para Schütz (1962) es importante la estructura temporal de la vida diaria, porque articula lo espacio-temporal con lo social (Habermas, 1987). El mundo cotidiano es la dimensión o el entorno inmediato donde se mueve el sujeto social, dentro de su espacio y temporalidad; el centro es el sujeto mismo, no como individuo aislado sino como ente social en la gama de sus interrelaciones.

Según Berger y Luckmann (1968), la estructura espacial posee una dimensión social en virtud de que la zona de manipulación del individuo se intersecta con la de otros. Giddens habla de las geografías del espacio-tiempo, donde los individuos no sólo tienen "posturas" unos en relación con otros, sino también con los contextos de interacción social. Consideran que el enfoque y las técnicas de la geografía histórica ayudan mucho a comprender éstos, por lo que propone el concepto de sedes, entendidas como "escenarios de interacción, donde se examina de manera provechosa la naturaleza situada de las interacciones sociales y las diferentes sedes que coordinan las actividades cotidianas de los individuos" (Giddens, 1995: 26).

Las identidades sociales, y las relaciones de postura práctica asociadas con ellas, son "marcadores" en el espacio-tiempo virtual de una estructura, "se asocian con derechos normativos, obligaciones y sanciones que, en el interior de colectividades específicas, dan origen a roles" (Giddens, 1995: 308). Analizar la coordinación espaciotemporal de actividades sociales supone estudiar las características contextuales de sedes diarias y la regionalización de otras que se estiran por un espacio-tiempo.

Las redes son producto de las prácticas sociales, que al hacerse rutinarias producen "instituciones organizativas formales e informales, con diferentes estructuras de reglas y recursos, encadenando múltiples relaciones" (Velasco, 2002: 140). Éstas hacen emerger múltiples agentes sociales, los cuales enlazan a los migrantes con no migrantes, patrones y mercados de trabajo, en un entramado de vínculos sociales complementarios e interpersonales que se sostiene por un conjunto de expectativas recíprocas y de conductas prescritas. Tales redes están basadas en "lazos de parentesco, paisanaje y amistad, que se refuerzan con la interacción regular de las agrupaciones sociales" (Massey et al., 1987: 140).

Los tejidos sociales se producen por la agencia de los mismos migrantes y la configuración de nuevas relaciones proyectadas en formas de acción colectiva con fines explícitos (Velasco, 2002). Son estructuras sociales que forman un campo relacional donde están insertos múltiples vínculos individuales, familiares y de grupo, que no sólo funcionan como parte de un proceso social, sino también como lazos socioeconómicos (Zahniser, 1999), de intercambio de trabajo por salario (Mines y Massey, 1985), y están atravesados por sistemas de jerarquización y diferenciación de las relaciones sociales (Velasco, 2002; Menjívar, 2000).

Las redes sociales pueden ser definidas como un conjunto de actores fuertes y capaces unidos de manera específica por vínculos y relaciones sociales, que pueden influir en los demás para orientar sus acciones en torno a la migración. Esto lo logran mediante la socialización de avisos e información, y el desarrollo de lazos de amistad y paisanaje sostenidos en la confianza, la ayuda económica y la moral, que posibilitan la materialización eficaz de la migración laboral (Castilla et al., 2000; Zenteno, 2000; Levitt, 1998; Kearney, 1996).

Las redes han permitido estructurar la experiencia de la migración, desarrollando y socializando un "aprendizaje colectivo sobre rutas, tiempos, condiciones de empleo, peligros, riesgos, contactos, formas de comportamiento, y un conjunto de conocimientos" (Velasco, 2002: 151-152), lo que representa una "fuente importante de poder e influencia entre los diferentes actores" (Castilla et al., 2000: 222). La calidad de los lazos de solidaridad y apoyo que brindan los migrantes depende, parcialmente, de la naturaleza de la comunidad de donde son originarios y de si es rural o urbana (Yamel, 2001). Portes y Sensenbrenner (1993) consideran que las características de la comunidad de origen, y el nivel de arraigo que se tenga en ella, son de gran importancia en la elección del lugar de destino (Yáñez, 1996).

Hipotéticamente, la existencia de redes es lo más importante en el auspicio de la migración, al brindar apoyo económico, instrumental o emocional, lo que incrementa la propensión a migrar en periodos sucesivos, reduciendo los costos económicos, ampliando los beneficios y mitigando los riesgos (Yáñez, 1996; Massey et al., 1987). Además proporcionan la ayuda necesaria para combatir los tensores de tipo físico y emocional que se encuentran en la vida cotidiana del migrante y le permiten incrementar sus niveles de seguridad (Adler-Lomnitz, 1994). Al acceder a los recursos de las redes sociales, simultáneamente se imponen restricciones efectivas sobre la persecución de objetivos utilitarios personales (Portes, 1995).

Las redes sociales están estructuradas de tal forma que no son homogéneas ni armónicas, sino dinámicas, y se redefinen en el tiempo a partir de las múltiples relaciones que en ellas se tejen, fincadas en la solidaridad, el parentesco, la amistad o el interés. Adquieren diferentes características mientras atraviesan por procesos de formación, consolidación, fragmentación o disolución, dependiendo de la calidad y cantidad de sus miembros. Ello conforma su dimensión y madurez, su grado de acceso o restricción a los recursos escasos que requieren los nuevos migrantes.

Las relaciones interpersonales entre migrantes con "diferentes potencialidades y características, y la manera como están socialmente conectados, permiten el desarrollo de redes sociales con diferentes funciones y niveles de arraigamiento" (Zahniser, 1999: 16-17; Menjívar, 2000; Phillips y Massey, 2000). Las redes se conforman, maduran y se desintegran en diferentes lapsos, algunas son de breve duración y ordinarias; no son de la misma naturaleza ni tienen la misma utilidad para todos, su instrumentalidad varía en función del tiempo y el espacio en que tienen influencia. En un primer momento pueden estar constituidas por relaciones familiares o de paisanaje, y posteriormente se expanden hasta abarcar al grupo étnico; mientras unas se van consolidando otras pueden perder importancia, como el caso de las redes de intermediarios o de coyotaje en momentos de implementación de políticas de cierre de la frontera.

 

La migración internacional emergente en el centro de Veracruz

La acelerada migración internacional en la conformación de los flujos de finales de la década del noventa del siglo pasado se hace evidente cuando se compara con los patrones tradicionales del occidente de México, que requirieron de una mayor cantidad de años para su desarrollo. En el caso de los tarascos, la fase pionera exigió de las décadas de 1940 y 1950, mientras que la fase de "movimiento de masas" contempló los años sesenta y setenta (Kemper, 1987). En contraste, las nuevas migraciones de finales del siglo XX se desarrollaron en menos de diez años. Los estados emergentes ganan peso a las regiones tradicionales, aunque con redes migratorias más difusas que los expulsores históricos, como en el caso de los veracruzanos que llegan sin ayuda a Los Ángeles, con un capital social muy pobre y a empleos mal remunerados (Ibarra, 2003).

A lo largo del siglo XX Veracruz fue perdiendo gradualmente su importancia como estado receptor de inmigrantes nacionales y extranjeros, para convertirse en expulsor; primero por migraciones intraestatales y nacionales de jornaleros agrícolas a la frontera norte, y finalmente por la migración de origen urbano y rural con destino a Estados Unidos (Anguiano, 2005; Mestries, 2006).

La década de 1990 destaca como una de las más importantes en la expulsión de veracruzanos a Estados Unidos, debido a la aparición y el desarrollo de flujos densos, de composición heterogénea y de conformación acelerada (Pérez, 2013), al igual que ha ocurrido en otros estados del país que consideramos emergentes o de nueva participación en la migración internacional, como Hidalgo, Chiapas, Tabasco y Morelos, entre otros. En 1996, "la región sureste de México, conformada por los estados de Tabasco, Chiapas, Campeche, Veracruz, Yucatán y Quintana Roo, contribuyó con apenas el dos por ciento de la migración total a los Estados Unidos" (sre, 1997: 23); sin embargo, entre los años 1995 y 2000 Veracruz aportó el 4.8 por ciento, cifra equivalente a 76,587 veracruzanos, el 1.1 por ciento de la población total del estado en el año 2000, cuando ocupó el sexto lugar, después de Jalisco, Michoacán, Guanajuato, Estado de México y Distrito Federal (Pérez, 2013).

Se calcula que para 2002, en un acumulado de los años anteriores, aproximadamente un millón de veracruzanos se había ido a Estados Unidos, lo cual representa el 12.5 por ciento del total de la población de la entidad, dato que la ubica en el cuarto lugar entre los estados expulsores de migrantes al vecino país del norte, después de Oaxaca, Estado de México y Puebla (Consejo Estatal de Población-Veracruz, 2002; González, 2006). Lo anterior implica un cambio y contribución importante si consideramos que en 1997 ocupaba el lugar número treinta dentro de la lista, lo que ofrece elementos para pensar en la aceleración y masificación del fenómeno.

Hacia 2009 Veracruz sobresalió como una entidad con gran potencial agrícola, ubicándose a nivel nacional como el primer productor de chayote, caña de azúcar, naranja, piña, limón y papaya; en segundo o tercer lugar como productor de sandía, arroz, tabaco, café y plátano (INEGI, 2010). En 2010, el 38.9 por ciento de la población vivía en localidades menores a 2,499 habitantes, el 13.5 por ciento se ocupaba en el sector primario, el 23.9 por ciento en el secundario y el 61.9 por ciento en el terciario (INEGI, 2010).

Entre los años 1995 y 2000 se registró una migración promedio en el estado de 55 mil personas por año, de las cuales el 65 por ciento se desplazó hacia algún destino nacional y el 35 por ciento restante a Estados Unidos (CONAPO, 2001). En 1995 había 1,896 veracruzanos viviendo en el extranjero; 5,136 en 2000; y una década después la cifra se había incrementado de manera significativa hasta alcanzar 59,385, situación que deja ver la importancia social y económica que la reciente migración a Estados Unidos representa para los veracruzanos (Pérez, 2013).

Ante la situación de intensa movilidad poblacional el gobierno del estado de Veracruz ha realizado diferentes acciones: en 2007 se fomentó el arraigo a las comunidades de origen a través del programa "Quédate aquí", que contempla proyectos de engorda de aves, cerdos y ovinos, y que benefició a 2,984 jóvenes y mujeres entre 2007 y 2010 (Herrera, 2010).

En 2010, el entonces gobernador Fidel Herrera creó un programa de repatriación de migrantes veracruzanos que se hallaban en la frontera norte —los denominados Juarochos— con la idea de apoyar en el traslado a sus comunidades a quienes, por motivos electorales o de desplazamiento forzado, radicaban en Ciudad Juárez, Reynosa y Tijuana principalmente. En dicho programa se inscribieron cientos de hombres y familias completas, que deseaban regresar a sus lugares de origen en Veracruz, aun cuando el escenario laboral en el que se insertarían fuera muy complejo e incierto y no les cumplieran las promesas de ayuda económica y empleo.

En el Plan Veracruzano de Desarrollo 2011-2016 los migrantes aparecen mencionados varias veces en el eje "un mejor futuro para todos", donde se habla de "diseñar una política integral de atención a migrantes veracruzanos y a sus familias que impulse el desarrollo de sus comunidades y municipios de origen" y se expresa el propósito de fortalecer la relación del gobierno con las comunidades de veracruzanos en el exterior. En el eje "de la familia", se apunta la intención de fortalecerlos al ser considerados como grupo vulnerable. Si bien estos hombres y mujeres móviles son el objetivo de algunas acciones del gobierno del estado, no existe una política pública o cuando menos un programa que los y las atienda de manera integral.

La región central de Veracruz tiene una conformación poblacional diversa en grupos sociales, actividades agrícolas y cultivos, tipos de trabajo rural y urbano que realizan los hombres y mujeres del campo, lo cual se refleja en las estrategias de reproducción y de movilización de recursos, disponibles o escasos, de que hacen uso para experimentar el reciente, emergente y acelerado proceso de migración a Estados Unidos. Este fenómeno se apoya en redes sociales, en actores que están en constante movilidad social y espacial de maneras diversas y complejas, en tiempos y momentos también diversos, y se sostiene a partir de interacciones sociales y recursos tangibles e intangibles valiosos, mismos que se ponen en juego para reducir los costos y riesgos de los movimientos internacionales migratorios.

La diversidad de las comunidades rurales y sus contextos socio espaciales se refleja no sólo en los múltiples lugares de origen y de destino que eligen, temporal o definitivamente, o en la variedad de mercados laborales en donde se insertan, sino también en las de las heterogéneas fuentes de recursos o ayudas a las que acceden, las cuales además se ubican en espacios geográficos extendidos por México y Estados Unidos, y entre redes familiares, de amistad y de paisanaje, presentando grados de solidaridad cambiantes y variados. Ello caracteriza la fragmentación y multilocalización de los recursos y las ayudas que facilitan la migración a Estados Unidos.

A continuación analizaremos las dinámicas de movilidad espacial, las interacciones y redes sociales, y la circulación de recursos dispersos en actores y geografías, que a manera de ayuda permiten la formación y funcionamiento cambiante de los circuitos en el corredor migratorio, tomando para ello como sustento los hallazgos del trabajo de campo realizado.

 

El corredor migratorio en Veracruz central

Lo que denominamos corredor migratorio 1 es un conglomerado de municipios ubicados en la región central del estado, que van desde la montaña hasta la costa, y está conformado por 19 municipios donde el fenómeno migratorio internacional se ha propagado de manera acelerada, reciente y con flujos de composición heterogénea, desde principios de la década de 1990. Los municipios que lo integran se localizan en tierras altas, de montaña, ligados a la producción de café y de maíz; y en las llanuras costeras, donde la ganadería, el cultivo de cítricos y caña de azúcar tienen importancia relevante.

Para el análisis y mejor comprensión de las dinámicas sociales y de movilidad internacional que tienen lugar de anclaje-contexto en ese espacio geográfico, hemos dividido el corredor en dos partes: la norte, que comprende los catorce municipios serranos siguientes: Acatlán, Actopan, Alto Lucero, Coacoatzintla, Colipa, Chiconquiaco, Jilotepec, Juchique de Ferrer, Landero y Coss, Miahuatlán, Misantla, Naolinco, Tepetlán y Yecuatla; y la parte sur, compuesta por los ubicados en las tierras bajas: Úrsulo Galván, La Antigua, Emiliano Zapata, Puente Nacional y Paso de Ovejas.

Durante los noventa, en doce de los catorce municipios ubicados en la parte norte, los migrantes tenían como destino único en el país vecino el estado de Illinois, y en particular la ciudad de Chicago; mientras que los migrantes de Jilotepec, Actopan y los municipios del sur —Úrsulo Galván, Emiliano Zapata, Puente Nacional, La Antigua y Paso de Ovejas— se dirigían a múltiples y cambiantes destinos, conformando un patrón de dispersión y a la vez de concentración en un par de estados ubicados en la costa este de la Unión Americana (Mapa 1).

De los 19 municipios que conforman el corredor, once mostraron un crecimiento demográfico negativo entre los años 1986 y 2000, pasando en su conjunto de 253,305 habitantes a 213,252, lo que implica un faltante de 40,052 personas. El comportamiento de la población entre 1990 y 2000 fue más o menos estable, con un crecimiento menor pero positivo, salvo en los municipios de Actopan, Alto Lucero, Yecuatla, Landero y Coss y Úrsulo Galván, que tuvieron un crecimiento negativo (Gobierno de Veracruz, 1988; INEGI, 2000 y 2010).

Para 2010 se registraron cambios importantes en el grado migratorio de los municipios: Acatlán pasó de categoría media a baja; Miahuatlán, Jilotepec y Naolinco, de baja a media. Se mantuvieron en nivel medio Colipa, Tepetlán, Actopan, Úrsulo Galván y Puente Nacional. Yecuatla sostuvo el grado alto. Juchique de Ferrer pasó de medio a alto. Llama la atención el caso del municipio de Chiconquiaco, que saltó de la categoría de muy baja a alta. Landero y Coss descendió de muy alta a media. La Antigua conservó el grado de muy bajo. Sólo cinco presentaron un cambio ascendente (INEGI, 2010).

 

El norte del corredor

La parte norte del corredor migratorio está integrada por catorce municipios que se caracterizan por estar en geografías altamente accidentadas, destinadas al cultivo del café y del maíz, y en menor medida al ganado y la caña de azúcar. Sus habitantes solían estar habituados al trabajo en actividades relacionadas con el campo y a vivir la mayor parte del tiempo ligados a su tierra y a sus familias; algunos mantenían la economía campesina vendiendo el producto de su trabajo en las poblaciones vecinas y como jornaleros agrícolas en épocas de cosecha del café. Su participación en migraciones de corta distancia y por periodos breves era común, no sólo entre los jefes del hogar, sino también en el caso de mujeres, niños y personas adultas.

En algunas de estas poblaciones se presentaron flujos con destino a las ciudades de México, Xalapa, Veracruz, Campeche y Cancún, motivados por las condiciones estructurales que imperaban tanto en el lugar de origen como en el de destino. Hubo algunos hombres a quienes contrataron en la planta nucleoeléctrica de Laguna Verde, donde se ofrecían buenos salarios y cursos de capacitación, hecho que resultaba atractivo para la población de la región.

La crisis en los precios internacionales del café, registrada a finales de la década de los ochenta, rompió el equilibrio de la economía campesina y trajo consigo la pérdida de la oferta de trabajo, lo que aceleró los procesos de migración nacional e incluso internacional: cientos de hombres solos y jóvenes empezaron a abandonar el campo para recorrer largas distancias hasta encontrar el lugar idóneo donde permanecer por varios años.

Los procesos migratorios presentaron cambios importantes: su flujo dejó de ser familiar y regional para volverse masculino e internacional; hubo transformaciones relacionadas con los elevados costos humanos y económicos que se tenían que cubrir y con sus efectos en los tejidos sociales, que se hacían más evidentes a nivel familiar. Para finales del siglo pasado los cambios se aceleraron con la participación nuevamente de las mujeres y niños, quienes establecieron gradualmente su residencia en Estados Unidos.

La migración aceleró el proceso de redefinición de las expectativas y formas de vida de los miembros del medio rural —lo habitaran o no—, pues la presencia virtual de quienes se encuentran en Estados Unidos es determinante para quienes permanecen en las comunidades de origen en México. El ir y venir entre ambos países permitió a algunos hombres pasar de campesinos a migrantes y, en casos excepcionales, adquirir los conocimientos necesarios para convertirse después en coyotes locales y regionales, teniendo un peso específico en los lugares donde ofrecían sus servicios.

Los coyotes locales tuvieron mucho éxito, pues ante el desconocimiento de las rutas migratorias y las formas de internarse a Estados Unidos de los futuros migrantes, y por el hecho de ser aquéllos conocidos entre la población, brindaban mayor seguridad a sus clientes. En un primer momento el coyote al que recurrían los migrantes de los municipios de la parte norte del corredor era un hombre que vivía u operaba desde Miahuatlán, quien por la experiencia y rapidez con que los cruzaba la frontera pronto adquirió prestigio y fue denominado con el mote de El Mero Tigre; sin embargo, con el paso del tiempo y el incremento del capital humano y cultural respecto de la migración, otros coyotes de municipios como Landero y Coss o Naolinco adquirieron su propia fama y clientela por brindar facilidades de pago a sus paisanos. Así, los primeros se vieron desplazados por otros coyotes locales, quienes también poseían la infraestructura necesaria para mover a la gente desde los lugares de origen a la frontera y entregarla con menos riesgo en Estados Unidos.

La inserción de cada vez más hombres a los flujos migratorios internacionales, el transcurso del tiempo y la acumulación de capital humano y social permitió la formación de redes basadas en vínculos familiares, de compadrazgo y de paisanaje que facilitaron el desarrollo del fenómeno. Entre estos grupos sociales se interactuaba de manera constante, se fortalecían los lazos de solidaridad y se compartían recursos sociales y económicos de composición diversa, dependiendo del tiempo que se llevara incursionando en la migración, de la movilidad de quienes integraban las redes y de si estaban insertos en interacciones sociales más o menos consistentes en los diferentes escenarios geográficos.

Los lugares a los que se dirigen los migrantes de estos municipios han ido cambiando. Al principio ciertos sitios cobran una importancia que se pierde meses o años después; pueden ir al oeste y luego asentarse más tiempo en la parte este del país. Desde finales de los ochenta y hasta el día de hoy siguen yendo a los destinos tradicionales de la migración mexicana: California, Texas e Illinois —Chicago, De Kalb, Cobden—, aunque nuevos destinos secundarios han cobrado fuerza recientemente —Michigan, Arkansas, Wisconsin y Nueva York—, reflejo de la movilidad de los hombres que van en busca de mejores condiciones de trabajo, salarios más altos y de la certidumbre que no encuentran en los estados fronterizos de la Unión Americana, aunque en ellos habite más gente que habla su mismo idioma.

Estos migrantes han dejado atrás las actividades del campo, ligadas al trabajo de la tierra, para realizar las propias de las áreas urbanas en fábricas, tiendas, restaurantes tradicionales y de comida rápida.

Sus destinos se definen parcialmente en función del lugar donde esté anclado el nodo de la red con la que establecen contacto o de la cual forman parte. Así, es más probable que quien utiliza las redes de Landero y Coss vaya a Chicago, y quien lo haga en Colipa o Yecuatla encuentre mejores condiciones para ir a Illinois, Michigan o —más recientemente— a Indiana y Wisconsin. Un caso interesante es el que encontramos en El Chico, municipio de Emiliano Zapata cercano a la ciudad de Xalapa, donde varios hombres han ido a Chicago en últimas fechas, justamente porque utilizaron redes familiares ancladas en Landero y Coss, lo que hace muy evidente que origen es destino, aunque siempre puedan encontrarse excepciones. El proceso migratorio es tan heterogéneo que en un mismo centro de población se pueden hallar no sólo quienes se dirigen a diferentes destinos en Estados Unidos, sino diversas formas de insertarse en los flujos y de modalidades de cruzar la frontera.

 

El sur del corredor

La parte sur del corredor comprende cinco municipios —Úrsulo Galván, Emiliano Zapata, La Antigua, Paso de Ovejas y Puente Nacional— que se ubican geográficamente en las tierras bajas, entre las montañas de menor altura y las llanuras costeras, donde se cultivan caña de azúcar, papaya, maíz, pastos; y se desarrollan actividades ganaderas. Sus habitantes desde hace más de medio siglo redujeron su dependencia de la tierra y el trabajo rural local, e incursionaron en el mercado de trabajo asalariado rural y urbano.

El sector campesino del sur del corredor es muy heterogéneo, dinámico y versátil al participar en procesos migratorios diversos: de ida y vuelta, por periodos cortos tanto en la ciudad como en el campo. Interactúan constantemente en áreas rurales más dinámicas y comunicadas, llevando a cabo una amplia gama de labores productivas en las que se desempeñan en calidad de obreros, albañiles, electricistas, empleados y jornaleros agrícolas, en lugares de la región como los ingenios La Gloria y El Modelo, en la planta de Laguna Verde y en las ciudades de Xalapa, Veracruz y Cardel.

Los jefes de hogar y los jóvenes estuvieron inmersos en una serie de sucesivas migraciones que se fueron redefiniendo a lo largo del tiempo debido a conductas institucionales, situación que retuvo su incorporación a la migración internacional en un momento más temprano. Para finales de los años noventa el fin del trabajo en la planta nucleoeléctrica de Laguna Verde, la contracción del mercado regional de trabajo, la caída de los precios en los productos del campo y los bajos salarios que les ofrecían en sus nuevos empleos los llevó a la búsqueda de nuevas alternativas laborales, y se incorporaron a los flujos de migración internacional.

Durante la década de 1990 se presentaron procesos de interacción social, interesantes por el dinamismo alcanzado, el cual se reflejó en la organización social informal de los procesos de desplazamiento a Estados Unidos a través de la formación de redes sociales que posteriormente devinieron redes migratorias, al disponer de una cantidad de recursos específicos y valiosos que circulan entre diversos grupos.

Las redes mostraron cierta fragilidad desde el inicio de su formación; sin embargo, algunas cuentan con actores dinámicos y aceleradores de la migración, aunque en un principio las de mayor valía en la socialización e inclusión de los migrantes fueron las de tipo familiar y de compadrazgo; y luego las de amistad y de paisanaje. Las que muestran mayor densidad, por pequeñas que sean, son las que involucran a varios actores en tiempos cortos, a diferencia de las difusas, que por la limitada cantidad y calidad de recursos que poseen sólo permiten migrar a unos cuantos de sus integrantes.

Algunos de los vínculos que permiten la movilidad de los migrantes tienen una duración limitada, pues se rompen o concluyen una vez que llegan a Estados Unidos, situación que no permite la acumulación de capital social ni el desarrollo permanente de la migración. Otra situación que hace más endeble a ésta es la participación de aquellos hombres que, por carecer de redes, emprenden el viaje sin compañía y con información limitada, incrementando los costos y los riesgos que deben de cubrir.

Los actores de la parte sur del corredor están vinculados con diversas redes que tienen diferentes potenciales; se presentan relaciones sociales menos solidarias y de reciprocidad, por lo que muchos de los futuros migrantes tienen que recurrir a las agencias de empleo o de enganche que operan en el puerto de Veracruz2 o en las ciudades fronterizas de los estados de Baja California, Tamaulipas y Sonora. A diferencia de la parte norte del corredor, en estos municipios no existen coyotes regionales, hecho que coloca a los migrantes en una situación de mayor vulnerabilidad y exposición a engaños por parte de las redes de traficantes fronterizas.

En el sur del corredor —a diferencia del norte cuyos migrantes se dirigen mayoritariamente a Illinois— identificamos una gran diversidad de destinos migratorios, diferentes a los que los mexicanos del occidente de la República han recurrido de manera tradicional, y que se ubican en la parte este de la Unión Americana (Mapa 2). La intensa interacción social y geográfica que mantienen los desplazados a esta región propicia la existencia de diversos vínculos y redes sociales anclados en comunidades y municipios, los cuales envían una parte considerable de su población a múltiples ciudades estadounidenses.

Los estados a los que se dirigen son: Arizona, California, Nueva York, Carolina del Sur, Carolina del Norte, Pensilvania, Arkansas, Michigan, Indiana, Washington D. C., Maryland, Utah, Georgia, Oklahoma, Colorado, Texas e Illinois. La importancia en su recurrencia depende del municipio o comunidad en cuestión, pero es evidente la fragmentación y variedad de las redes, comparadas con las del norte donde una parte importante de municipios envía a su población a Illinois.

A pesar de esta amplia y diversa ramificación es posible encontrar una o dos comunidades que envían migrantes a un solo lugar de destino,3 aunque éste puede cambiar con el tiempo, la maduración del fenómeno y las condiciones estructurales del sitio al que se dirigen.

De la parte norte de Alto Lucero migran al estado de Illinois —quizá por vínculos establecidos con el vecino poblado de Juchique de Ferrer, Veracruz—, en contraste con el resto de los pueblos ubicados al sur del municipio, que presentan una gran diversidad de destinos migratorios —como Texas, Iowa, Michigan e Indiana—, patrón similar al que se presenta al sur del corredor.

 

Los recursos como ayuda en los circuitos migratorios internacionales

La diversidad de vínculos, redes sociales y migratorias de que dispusieron los habitantes del corredor migratorio se reflejó en la amplia gama de formas de obtener la ayuda necesaria para incorporarse a los flujos internacionales. El hecho de que estén insertos en un complejo sistema de redes diferentes, traslapadas y de densidad cambiante a través del tiempo, les permite participar en ellas de múltiples formas, y por lo tanto acceder a una amplia variedad de recursos sociales y económicos estratégicos. Las relaciones sociales están fragmentadas, dispersas y segregadas, debido a lo cual en ocasiones el acceso a los recursos se da a través de procesos de negociación mediados por la selectividad, la inclusión y la exclusión entre actores sociales ubicados en diversos escenarios geográficos regionales, nacionales e internacionales (Cuadro 1).

La importancia de este tipo de redes radica en la movilidad de recursos escasos, pero estratégicos, de actores ubicados entre México y Estados Unidos, y que son determinantes para que se concrete el acto migratorio. Aunque una vez que los migrantes se encuentran en Estados Unidos, conforman redes sociales con el fin de movilizar los recursos necesarios para su reproducción social y laboral durante su estancia en dicho país.

El hecho de que los migrantes requieran de otros tipos de ayuda o montos económicos significativos hacen que la entrada a dichas redes esté cruzada por un proceso de selección, inclusión y exclusión, normado por la solidaridad y la reciprocidad entre sus miembros, que son parte también del grupo familiar, nuclear y ampliado, o con vínculos de compadrazgo, paisanaje y amistad. También se presenta el caso de quienes no son parte de ninguno de estos grupos o redes, pero que a través de una relación puenteada con quien sí forma parte de ellos, o de un hecho ocasional, logran acceder a algún tipo de ayuda o recurso.

Por ello, las redes sustentadas en relaciones familiares y de compadrazgo, con el paso del tiempo y el aumento de la confianza mostrada por quienes quieren acceder a recursos escasos, se abren para abarcar otras redes, como las de paisanaje y amistad. Presentan un nivel importante de organización, son dinámicas y aceleradoras del proceso migratorio selectivo.

El dar y obtener ayuda es un intercambio creado cotidianamente, a través de mecanismos personales o mediados por puentes —directos o virtuales— ubicados en diferentes posiciones dentro de las redes y no está libre de conflictos ni es completamente solidario y armónico. En las redes sociales migratorias de diferente densidad y antigüedad, situadas en diversos lugares, protagonizadas e integradas por familiares, amigos, paisanos, compadres, conocidos y "alguien que lo necesitaba", están incrustados los recursos que circulan a manera de ayuda y ofrecen beneficios emocionales, instrumentales y materiales.

El proceso de solicitar y brindar ayuda en la migración internacional emergente presenta diferencias debidas al carácter social de la selectividad y la exclusión, y a la alta variabilidad en la circulación de los recursos, lo cual depende de las estrategias sociales de cooperación que los migrantes adopten para movilizar las ayudas fragmentadas y los recursos distribuidos desproporcionadamente (Long, 2001). Si bien los favores que se ofrecen al interior de las redes pueden ser pequeños, son extremadamente importantes.

La ayuda puede ser de tipo material —cuando se brinda dinero para la realización del viaje a la frontera y para cubrir el costo del coyote— o la que se ofrece mientras el recién llegado se inserta al mercado de trabajo, la cual posiblemente consista en aportar un espacio habitacional para establecer la residencia temporal o de largo plazo en Estados Unidos, así como vestido y sustento mientras se empieza a obtener un ingreso.

La ayuda de la migración circula de manera desigual entre los integrantes de las redes sociales, familiares, de paisanaje y de compadrazgo, pero su fortaleza radica en la similitud de intereses de sus miembros y en lo que Lazarfeld y Merton (1954) llaman homophily, definida como la asociación entre individuos con características similares. Se trata de redes egocentradas, alimentadas por lazos fuertes, que incluyen en su interior actores que las multiplican de manera acelerada entre un grupo social limitado en número y de acuerdo con relaciones específicas, impidiendo el acceso a unos y abriéndolo a otros (Gurack y Caces, 1998). Tales redes presentan limitaciones y pierden densidad cuando se insertan parientes o personas con quienes se guarda menor cercanía, como paisanos y amigos distantes (Wilson, 1998), por ello acceden a otras redes para allegarse recursos.

Los recursos que circulan por las redes migratorias están distribuidos en diferentes cantidades y calidades, y son movilizados por individuos y grupos ubicados en diversos escenarios geográficos y temporales, situación que influye de manera importante en la cantidad de personas que brindan la ayuda o la ponen a disposición de quienes la reciben, dependiendo de sus características personales y del vínculo de amistad, familiar o de paisanaje que se ha tejido entre ellos. El acceso a los recursos depende del tipo de red que se utiliza, de su fortaleza, estructuración y antigüedad, así como de lo cerrado o abierto de la disposición para hacer circular la ayuda, lo que deviene en la fortaleza o no del proceso migratorio entre sus miembros o los candidatos a migrar.

La ubicación geográfica de los actores que brindan apoyo puede ser el lugar de origen, el de destino e intermedios, por lo que las ayudas accesibles se sitúan en diferentes actores y escenarios, entre los que puede o no existir algún vínculo. Hay migrantes que se marchan haciendo uso de recursos sociales distintos de aquellos de los que reciben ayuda monetaria.

En la migración emergente existen quienes requieren de una ayuda fundamental, como el dinero para pagar al coyote, y recurren a redes migratorias, ya que las sociales no poseen tal cantidad de recursos. Sin embargo, quienes cuentan con experiencia previa de trabajo y tienen planes de insertarse en la migración internacional, cuentan con un porcentaje de los recursos económicos,4 y sólo precisarán conseguir un lugar de arribo.

Debido a que las redes están cambiando todo el tiempo (Menjívar, 2000), los recursos que movilizan también varían: en determinados momentos vínculos débiles pueden convertirse en fuertes o en nodos importantes de una red y ofrecer una cantidad mayor de ayuda y de mejor calidad que en otro tiempo.

Literalmente, el apoyo también puede ofrecerse en paquete, cuando a través del acceso a una sola red densa los migrantes obtienen el cien por ciento de los recursos que se requieren para migrar: información, dinero, lugar de recepción y un puesto de trabajo (Cuadro 2). Quienes obtienen ayudas fragmentadas es porque hicieron uso de una diversidad de redes difusas o vínculos mediante los cuales sólo lograron acceder a cincuenta por ciento de la ayuda; el porcentaje restante lo obtienen a través de otras redes, y acceden a información por medio de una regional y a dinero a través de otra con nodos multisituados en el sitio de origen, en el de destino en Estados Unidos y en espacios geográficos intermedios. Se presenta el caso de quienes han tenido que recurrir a más de dos redes con el fin de obtener la totalidad de los recursos que requieren para dar inicio a su proyecto migratorio internacional.

 

Conclusiones

La migración internacional en Veracruz se presenta de manera importante entre 1990 y 2010, compuesta por flujos heterogéneos: hombres jóvenes y adultos, mujeres y niños. En tan sólo una década el fenómeno emergió de manera acelerada, involucrando a una parte considerable de la población en edad productiva y trastocando los más finos tejidos sociales. La nueva migración ha llevado a los veracruzanos no sólo a los sitios tradicionales de destino en Estados Unidos, sino también a diversas entidades nuevas, compuestas por poca población latina y donde se emplean principalmente en el medio urbano. El fenómeno muestra patrones tanto de dispersión como de concentración, aunque en general se puede apreciar una constante movilidad de los migrantes una vez que están en la Unión Americana, debida quizás a que como pioneros buscan el lugar más adecuado para establecerse y emplearse, mejores condiciones de empleo y salarios, y sitios donde obtener más fácilmente papeles de identificación o licencias de conducir que reduzcan los niveles de incertidumbre al ser detenidos por el Departamento de Inmigración. En ese proceso acumulan y hacen uso del capital social y humano migratorio que, en esta nueva etapa de la migración internacional, les ofrece más certezas.

Las interacciones sociales entre hombres y mujeres del medio rural veracruzano se han intensificado debido a la presencia de la migración México-Estados Unidos y al retorno de los migrantes cargados con un equipaje sociocultural, gracias al cual es viable encontrar la ayuda que facilite su inserción en los flujos migratorios, sea a través del dinero para pagar el viaje a la frontera norte o el costo del coyote que los ingrese a tierras estadounidenses, sea una casa donde llegar o una recomendación en el mercado laboral.

La presencia acelerada de la migración internacional generó una dinámica intensa de interacción social entre hombres y mujeres ubicados en diferentes geografías nacionales —el sitio donde se nació o se residía— e internacionales —los lugares de destino incierto y desconocido, pero anhelado y con intenciones de ser alcanzado por los veracruzanos que vivían el sueño de migrar.

Las relaciones de solidaridad y reciprocidad que alimentan los migrantes y los no migrantes del centro de Veracruz, permiten el acceso a recursos tangibles e intangibles que se hallan fragmentados en diversas geografías, personas y tiempos.

A las condiciones generadas por el marco normativo de la migración habría que agregar el capital social negativo derivado de la pertenencia o participación en las redes sociales, el cual se expresa a través de la exclusión de extraños, la restricción a la libertad individual y las normas excesivas sobre integrantes del grupo.

Las redes sociales no son totalmente armónicas ni explican en su totalidad los procesos migratorios internacionales. Presentan desajustes, son selectivas y excluyentes; ello genera disfunción entre sus miembros. Sin embargo, han sido un factor importante en la gestación y desarrollo de la migración internacional en un estado que, desde hace un par de décadas, ha contribuido a conformar flujos importantes.

La incorporación de nuevas regiones de origen y destino de la migración México-Estados Unidos y la participación de actores sociales organizados en redes migratorias han traído consigo cambios significativos, que se captan y se aprecian de manera diferenciada de acuerdo con la perspectiva del análisis y con los instrumentos de medición empleados por los investigadores. La inserción y redefinición de los nuevos actores de la migración desde los años noventa ha dado lugar a recientes discusiones y regionalizaciones, pero también nos conduce a replantear los acuerdos para hacer frente a una realidad dinámica y cambiante.

 

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Notas

1 Lo entendemos como espacio sociogeográfico en el que se ha ido expandiendo la migración internacional como una estrategia de sobrevivencia, una opción a las deterioradas condiciones económicas locales, o bien como aventura o invitación de algún migrante de retorno o desde el otro lado de la frontera. El corredor es el "espacio apropiado mítica, social, política o materialmente por un grupo social que se distingue de sus vecinos por sus prácticas espaciales" (Bonneimaison [1986], apud Hoffmann y Salmerón, 1997: 23).

2 Algunas de estas redes de traficantes que operan como "agencias de transporte" o "de viaje", son sucursales de las casas matrices que se ubican en estados mexicanos de amplia tradición migratoria; es el caso de la Agencia de Promociones Turísticas, que tiene su matriz en el estado de Guanajuato, misma que compra lugares en los vuelos que salen del puerto de Veracruz rumbo a la frontera norte para trasladar a los migrantes que se dirigen a Estados Unidos. Ofrecen sus servicios a través de la prensa regional.

3 De acuerdo con la información obtenida en diversos municipios del centro de Veracruz, encontramos que La Antigua tiene cuando menos seis destinos principales, pero la mayor parte de los migrantes se dirige a Nueva York. En Puente Nacional hay un promedio de cinco destinos; sin embargo Carolina del Norte y Nueva York son los más antiguos y de mayor recurrencia. En el municipio de Paso de Ovejas sus habitantes migran a California, Arizona e Illinois (Méndez, 2001).

4 Quienes no cuentan con ahorros o con las redes que les brinden apoyo económico venderán alguna propiedad o empeñarán una fracción de tierra para acelerar el proceso migratorio.

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