Introducción
La actual pandemia de Covid-19 nos ha recordado que el devenir histórico de la humanidad no puede entenderse sin hacer mención a las epidemias.1 La última gran pandemia había sido la influenza de 1918-1919, pero desde la antigüedad, mujeres y hombres han tenido que hacer frente a enfermedades epidémicas como la gran plaga de Atenas (430 a. de C.); a finales de la Edad Media, la Peste Negra entre 1347 y 1353 en Europa; tras la llegada de los españoles al Nuevo Mundo, la epidemia de viruela hacia 1519 en el actual territorio mexicano condujo a la caída de la gran Tenochtitlan, que fue seguida de muchas otras más durante la época colonial y, durante el siglo XIX, fueron recurrentes las epidemias de cólera.
La enfermedad responsable de la epidemia que acá se analiza es la viruela, enfermedad infecciosa causada por el virus variola, que se transmite de persona a persona a través del contacto cara a cara, por la inhalación de las “pequeñas gotas emanadas de las vías respiratorias de los enfermos que contienen virus desprendidos de lesiones de la mucosa bucofaríngea. Las lesiones cutáneas en descamación son el origen de los desechos cargados de virus que pasan al aire” (Valdés, 2010, p. 29). La mortalidad de la viruela generalmente fluctúa entre el 20% y 50% con una media del 30% (Valdés, 2010, p. 30) y aun cuando la persona infectada lograba recuperarse, quedaba con severas cicatrices en su rostro, cuando no ciega o con retraso mental (Cramaussel, 2008, p. 102).2
En Colombia aún son escasos los estudios sobre las epidemias desde la disciplina histórica. Es cierto que se cuenta con los trabajos de Silva (2007), Frías (1992) y Rodríguez (1999), quienes estudiaron las epidemias de viruela de 1782-83 y 1802 desde la perspectiva de la historia cultural y de la medicina; también están las investigaciones de Villamarín y Villamarín (2000), Vélez (2019) y Díaz (2006). Sin embargo, no hay para Colombia trabajos basados en fuentes cuantitativas, indispensables en historia demográfica, disciplina que impulsó la renovación de la investigación histórica en el país a finales de la década de 1960 e inicios de la de 1970, pero que por desgracia se encuentra hoy estancada (Tovar, et al, 1994, p. 21).
El presente artículo, que trata de la crisis demográfica ocurrida en Santafé en 1782-83, y que deriva de una investigación más amplia sobre el tema de las epidemias,3 pretende contribuir a la historia demográfica de Colombia. Para lo cual se recurrirá a una fuente hasta el momento poco consultada en la historiografía nacional: los registros parroquiales, principalmente los de entierros.4 Esta documentación, como señala Vejarano (1998), es la mejor para estudiar la evolución demográfica de las sociedades de antiguo régimen, marcadas por repetidas crisis demográficas (p. 8).
Para estudiar la crisis causada por la viruela de 1782-83 entre la población de Santafé, se hará especial énfasis en el impacto diferencial de la epidemia en adultos y párvulos, pues éstas son las únicas categorías de edad que se encuentran en los registros parroquiales. En el caso de los óbitos adultos, la documentación generalmente señala sus calidades y género, por lo que fue posible calcular la intensidad de la epidemia con base en estos factores. Se destaca además que, en las parroquias en las que se encontraban más lugares de sociabilidad, los adultos, en particular las mujeres, fueron los más golpeados por la epidemia.
Las Fuentes: los registros parroquiales
La historia demográfica es una disciplina que, como señala Reher (2000), se caracteriza por su interdisciplinariedad al encontrarse a medio camino entre las Ciencias Sociales y la Historia. De las primeras tomó los aportes metodológicos, enfoques analíticos y, en ocasiones, la definición de los temas objeto de investigación. Mientras que por medio de la Historia conoce el contexto en el que se generaron los documentos analizados y la explicación de los fenómenos observados (p. 17).
El empleo sistemático de los registros parroquiales permite relacionar la demografía con la historia, porque permite superar la ausencia de censos (Morin, 1972, pp. 389-390), en una etapa calificada como protoestadística por Cardoso y Pérez (1976, pp. 107-110).5 Esta fuente eclesiástica comprende los bautismos, que el demógrafo hace equivaler con los nacimientos, los enlaces nupciales en el altar o matrimonios, y los entierros que el investigador hace corresponder con las defunciones (Henry, 1983, p. 61). En cada parroquia, estos registros servían “para verificar las listas de tributarios mediante la inscripción de los recién nacidos, futuros contribuyentes, y la eliminación de los difuntos al anotarlos en los libros de bautismos y entierros respectivamente” (Morin, 1972, p. 392). Pero las partidas sacramentales y las listas de entierros también eran libros de cuentas, ya que “los escribanos anotaban los bautizos y entierros de “limosna”, así como las sumas que se debían” (Morin, 1972, p. 392).
Aunque los registros parroquiales existen desde el siglo XVI en América, luego de que el Concilio de Trento ordenara llevar el registro de los bautismos, matrimonios y entierros, los párrocos no siempre los llevaron acuciosamente. Estos libros no fueron documentos organizados con un propósito histórico, sino que resultaban de las prescripciones de una institución administrativa que “no era consciente de la utilidad que podía tener entintar el papel” (Morin, 1972, p. 397). Las series, en particular las de entierros, presentan a menudo enormes vacíos, como notables subregistros de párvulos6 (Henry, 1983, p. 63) y, durante coyunturas de gran sobremortalidad, los párrocos no lograban asentar las partidas de entierros de todos los óbitos.7 Otras veces el cura enfermaba o no levantaba el registro de inmediato y olvidaba asentarlo en el libro correspondiente (Henry, 1983, p. 62). Las omisiones también podían ocurrir cuando los padres consideraban innecesario llevar a bautizar a su vástago o cuando el cura consideraba poco útil registrar el bautismo si el niño moría al poco tiempo de haber nacido (Henry, 1983, p. 62). El correcto manejo de los libros parroquiales dependía casi exclusivamente de la voluntad del párroco, aun cuando los obispos vigilaban periódicamente estos libros durante las visitas parroquiales de las jurisdicciones a su cargo.8
Otro de los problemas al que se enfrenta el investigador interesado en estudiar las crisis demográficas, por lo menos en la Santafé, es que los libros de entierros de todas las parroquias de la ciudad son tardíos en comparación con los libros de bautismos -los cuales se abrían casi al mismo tiempo en que se erigía la parroquia-, lo cual representa un obstáculo casi infranqueable al momento de estudiar crisis anteriores al siglo XVIII. Así, la parroquia Las Nieves fue la primera de las cuatro parroquias de la ciudad en contar con un libro de entierros, en 1683, mientras que el libro de bautismos más antiguo data de 1596. En Santa Bárbara, los entierros se empezaron a registrar en 1710, los bautismos desde 1648. En San Victorino se consignan entierros desde 1726 y los bautismos a partir de 1601. En La Catedral se asentaron sepelios desde 1742, mientras que el primer libro de bautismos se abrió en 1566.
La información proporcionada por los registros parroquiales permite construir curvas de entierros que muestran, entre otras, la crisis demográfica de 1782-1783. Fueron elaboradas con base en el método de agregación anónima, en el que los óbitos no pasan de ser simples cifras con el objeto de analizar la evolución de los hechos vitales en el largo plazo (Reher, 2000, p. 36).
En los registros de entierros generalmente no se consigna la causa de la muerte, por lo que se desconoce el origen de las crisis demográficas. Sin embargo, con el apoyo de otras fuentes aparece a menudo la naturaleza de la epidemia que provocó un alza brusca de los entierros. Así se sabe que el periodo de sobremortalidad de 1782-1783 se debió a la viruela.9
Para estimar el impacto demográfico de las epidemias, se separarán los entierros de adultos y párvulos, antes de distinguir las calidades de los óbitos. Las enfermedades más recurrentes en el periodo colonial, como el sarampión y la viruela, ya eran de tipo infantil;10 mientras que otras como el tabardillo -tifo exantemático- eran propias de la edad adulta.11 Por esta razón, para conocer la naturaleza de las epidemias hay que tomar en cuenta los grupos de edad. Por otra parte, durante el siglo XVIII, buena parte de la población indígena había adquirido la resistencia biológica que ya tenían los españoles y negros al llegar a América, por lo que las epidemias debían afectar a todas las calidades por igual.
Santafé, sus parroquias y su población
Santafé, fundada el 6 de agosto de 1538, señala Cobo (2015), inicialmente formó parte de la jurisdicción de la Diócesis de Santa Marta, aunque a medida que empezó a atraer inmigrantes españoles y a crecer en importancia, llamó la atención de las autoridades eclesiásticas. En una Cédula de febrero de 1549, el rey reconoció que Santafé era el lugar más conveniente para que se asentara el Obispo, pues era el lugar más poblado del Nuevo Reino de Granada, razón por la cual en abril de 1553 el príncipe Felipe solicitó al Papa que la iglesia catedral de Santa Marta y del Nuevo Reino se trasladara a Santafé. La respuesta, que llegó en forma de bula el 22 de marzo de 1564, no solo concedía el traslado de la catedral a Santafé, sino que también la promovía a arquidiócesis (pp. 39-40).
Fueron cuatro las parroquias que constituyeron la división eclesiástica y territorial de Santafé entre 1598 y 1774 (Castillo, 2014, p. 188). La primera de ellas, La Catedral, se erigió en 1564. El crecimiento demográfico de la ciudad obligó a que en 1585 se erigieran dos más, Las Nieves, que daba cuenta de la expansión de la ciudad varias manzanas hacia el norte, y Santa Bárbara, que reconocía la ampliación de la ciudad hacia el sur (Mejía, 2012, p. 259). Santafé también creció hacia el occidente, pues en esa dirección se conectaba con Honda, principal puerto fluvial al interior de la Nueva Granada, razón por la cual en 1598 se creó la parroquia de San Victorino (Mejía, 2012, p. 260).
En la parroquia La Catedral se asentaron la mayor parte de vecinos procedentes de España y se ubicaron las principales instituciones coloniales -Audiencia, Cabildo, Casa de Moneda, cárcel, entre otras- (Castillo, 2014, p. 188), las cuales, lógicamente eran administradas por la población procedente de España.12 En Santa Bárbara se asentó originalmente población indígena, pues a esta parroquia fueron adscritos los indios del pueblo de Teusaquillo, ubicado en lo que actualmente se conoce como la plaza del Chorro de Quevedo (Mejía, 2012, p. 259).13Las Nieves acogió con frecuencia a mestizos e indígenas, mientras que San Victorino fue el lugar predilecto de comerciantes y artesanos (Castillo, 2014, 188). Los comerciantes en su mayoría eran de origen español, aunque se avecindaban en ciudades como Santafé, Cartagena, Mompox, Tunja o Popayán, las cuales rápidamente se convirtieron en centros nodales del comercio neogranadino (Colmenares, 1982, p. 269).14 En cuanto a los oficios artesanales, éstos eran ejercidos, por lo menos en el ámbito urbano, por los mestizos (Colmenares, 1983, p. 430), aunque al parecer, también por indios (Turbay, 2012, p. 56).
Se destacan estos aspectos de las parroquias de la ciudad y sus vecinos, en la medida que podrían ayudar a identificar qué sectores sociales resultaron más afectados por la epidemia. Aunque, a diferencia de lo que ocurría en los siglos XVI y XVII, para la segunda mitad del siglo XVIII la segregación racial por parroquias ya no era tan rígida, pues la Nueva Granada durante este periodo vivió un intenso proceso de mestizaje del cual el visitador Verdugo y Oquendo ya daba cuenta en 1757 (Jaramillo, 1965, p. 26). De hecho, según el padrón de 1778, en Santafé, de una población total de 16,002 habitantes, los blancos componían el 46.8%; los libres de todos los colores -mestizos y negros libres- el 34.8%; los indios el 9.5%;15 los esclavos el 4.4% y el estado eclesiástico el 4.2% (Tovar et al., 1994, pp. 286-289). Además un 60.2% de su población era femenina (Vargas, 1990, p. 26).
Según Vargas (1990), con la instrucción de 1774 dictada por el virrey Guirior y la realización de una reforma urbana se sobrepuso la sectorización parroquial, que hasta ese momento había existido, por una civil. A partir de ese momento la ciudad se dividió en cuatro cuarteles y ocho barrios. El cuartel La Catedral se dividió en cuatro barrios: La Catedral, El Príncipe, El Palacio y San Jorge. Las Nieves en dos: Las Nieves Oriental y Las Nieves Occidental (p. 30). Santa Bárbara y San Victorino adquirieron la doble denominación de cuarteles y barrios (mapa 1).
Fuente: Elaborado por Daniela Carrasco Orellana a partir de Institutos Geográficos Iberoamericanos (1791) y Werner Stangl (2021)
Con la reorganización de la ciudad también nació la necesidad de tener claridad sobre la cantidad de población a gobernar. Es así como durante el último cuarto del siglo XVIII, se adelantaron una serie de padrones de población que buscaron cubrir dicho vacío. El primero de ellos, realizado en 1778, arrojó que la capital contaba con una población total de 16,002 habs. Un segundo padrón, llevado a cabo un año después, indicaba que la población total de Santafé era de 16,420 habs. El padrón de 1793 señalaba que la población de la ciudad era de 18,174 habs.; mientras que el de 1800 arrojaba que Santafé contaba con 21,464 habs. (Vargas, 1990, p. 13) (Cuadro I).
Año | No. de Habs. | Crecimiento anual | Índice |
---|---|---|---|
1778 | 16,002 | 100 | |
1779 | 16,420 | 2.6 | 102.6 |
1782 | 17,741 | 2.6 | 105.2 |
1793 | 18,174 | 0.2 | 105.4 |
1800 | 21,464 | 2.4 | 107.8 |
Fuente: Elaborado por el autor a partir de Vargas (1990, p. 13).
De los censos realizados en 1778 y 1779 se puede concluir que la población de Santafé creció a una tasa del 2.6%. Suponiendo que la población creció al mismo ritmo hasta 1782, año en que llega la epidemia de viruela, se obtiene que la población de Santafé sería de alrededor de 17,700 habs. De ser cierta esta cifra, el impacto demográfico de la epidemia de viruela en la ciudad fue de tal magnitud que, entre 1782 y 1793, su población creció a un ritmo anual del 0.2%.
Aunque no contamos con datos sobre la población por parroquia durante el año de la crisis, apoyándonos en la proporción poblacional parroquial que Vargas (1990, p. 31) ofrece con base en el padrón de 1793, para 1782, La Catedral, que en 1793 agrupaba el 40% de la población de la ciudad, contaría con alrededor de 7,100 habs.; seguida por Las Nieves (30%) con aproximadamente 5,300 habs.; mientras que Santa Bárbara y San Victorino, que se distribuirían equitativamente el restante 30% de la población, contarían cada una con 2,660 habs.
La epidemia y sus efectos sobre la mortalidad
La epidemia de viruela que atacó Santafé entre diciembre 1782 y marzo de 1783 fue la más terrible epidemia que padeció su población durante la segunda mitad del siglo XVIII, después de sufrir otras tres epidemias de importancia en 1744-45 (sarampión), 1756-57 (viruela) y 1764 (viruela o sarampión). En 1796 se registró una sobremortalidad de la que se desconoce su causa (gráfica 1).
Fuente: Elaboradopor el autor con base en Archivo Histórico de la Catedral Primada de Bogotá (AHCPB), Libros de Entierros 1 y 2. Biblioteca del Instituto Colombiano de Antropología e Historia-Documento parroquiales de Bogotá (ICANH- DPB), Parroquia Las Nieves (PN), Libro N° 1 de defunciones, 1683-1807, Libro Cuarto; Parroquia Santa Bárbara (PSB), Partidas de Entierros 1732, Partidas de Entierros 1788. Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Bogotá AHAB, Parroquia San Victorino (PSV), Libros de Entierros 1 y 2, Libro único entierros de párvulos, 1762-1824.
La epidemia que llegó a Santafé en 1782 tuvo su origen en la costa este de los actuales Estados Unidos en 1775, adquirió proporciones epidémicas en 1777 en el marco de la guerra de Independencia y se propagó por las rutas marítimas a todo el continente americano (Cramaussel, 2010, p. 14). Sobre la llegada de esta enfermedad a Santafé, en su pastoral del 20 de noviembre de 1782, el entonces arzobispo y virrey de la Nueva Granada, Antonio Caballero y Góngora, informaba que la viruela que ya había desolado a Santa Marta y Cartagena, ahora amenazaba a los habitantes de la capital del virreinato.16
Los efectos de la epidemia se hicieron sentir en Santafé durante las últimas dos semanas de 1782 cuando los entierros aumentaron y se mantuvieron altos durante enero y febrero (gráficas 2 y 3). Los entierros aumentaron durante la misma semana, la 52, en todas las parroquias, aunque en San Victorino se registra un ligero aumento una semana antes (ver Anexos), comportamiento que cobra sentido cuando se considera que San Victorino era la puerta de entrada a la ciudad desde el puerto de Honda, el cual conectaba a la ciudad con Santa Marta y Cartagena.
Fuente: Elaborado por el autor con base en AHCPB, Libros de Entierros 2. ICANH- DPB, PN, Libro N° 1 de defunciones, 1683-1807; PSB, Partidas de Entierros 1732. AHAB, PSV, Libros de Entierros 2; Libro único entierros de párvulos, 1762-1824.
Fuente: Elaborado por el autor con base en AHCPB, Libros de Entierros 2. ICANH- DPB, PN, Libro N° 1 de defunciones, 1683-1807; PSB, Partidas de Entierros 1732. AHAB, PSV, Libros de Entierros 2; Libro único entierros de párvulos, 1762-1824.
En 1783 se registraron 697 entierros en Santafé. En los primeros tres meses se asentaron el 77.3% del total de sepulturas de ese año. Durante la epidemia, desde diciembre de 1782 hasta marzo de 1783 se registraron 611 entierros,17 que correspondían al 62% del total de los entierros de este bienio. Los párvulos muertos durante la epidemia suman el 37% (229) del total. La gráfica 4, en la que se desglosan los entierros por mes, se puede evidenciar que en los meses de enero y febrero de 1783 se registraron 239 y 223 entierros respectivamente.
Fuente: Elaborado por el autor con base en AHCPB, Libro de Entierros 2. ICANH- DPB, PN, Libro N° 1 de defunciones, 1683-1807; PSB, Partidas de Entierros 1732. AHAB, PSV, Libros de Entierros 2; Libro único entierros de párvulos, 1762-1824.
Aparentemente, la población adulta de la ciudad fue la que más se vio afectada por los embates de la epidemia por lo que se podría dudar de la presencia de la viruela, que solía ser una enfermedad de tipo infantil. Sin embargo, este patrón no fue común a todas las parroquias. En San Victorino (gráfica 5) y Santa Bárbara (gráfica 6) se pone de manifiesto que los párvulos fueron el grupo de edad más vulnerable. Durante los cuatro meses de la crisis, San Victorino registró un total de 159 entierros, de los cuales, los párvulos representaron 66% del total. En Santa Bárbara se registraron 119 entierros durante los meses de la epidemia, donde los párvulos representaron el 53% del total.
Fuente: Elaborada por el autor a partir de AHAB, PSV, Libro 2 de Entierros, 1775-1814; Libro único entierros de párvulos, 1762-1824.
Silva (2007) señala que hay versiones como las del virrey Caballero y Góngora y José M. Caballero que llegaron a especular con que el saldo de víctimas mortales que dejó esta epidemia rondó entre los 3,000 y 7,000 muertos (p. 47).18 Aunque Silva pone en duda estas cifras por el tamaño de la población de Santafé, que para ese momento era de algo más de 17,000 habitantes, tal número de óbitos no es del todo descabellado, más cuando es tan notorio el subregistro de párvulos durante esta epidemia en parroquias como Las Nieves (gráfica 7) y La Catedral (gráficas 8) en las que sobresalieron los entierros de adultos, los cuales, sin duda, aumentaron a causa de la viruela. En La Catedral se registraron 283 entierros durante los cuatro meses de la crisis, de los cuales, el 81% pertenecían a el grupo de edad adulto. En Las Nieves, apenas se registraron 55 entierros, donde los adultos representaron el 82%.19
Oliver (2010) ha señalado para la ciudad de Guadalajara, en la Nueva España, que los registros parroquiales presentan un subregistro de casi el 50% (p. 55). Suponiendo que esta proporción aplicara también para Santafé, y que pudiéramos adicionar el 50% de los registros obtenidos para las parroquias en las que fue obvio el subregistro -Las Nieves y La Catedral- se obtendrían 173 entierros adicionales a las 612 que registraron los libros parroquiales de la ciudad. 785 entierros -alrededor del 4.5% de la población de la ciudad- seguramente sigue siendo una cifra muy tímida tratándose de la viruela, más cuando se consideran otros datos registrados en la Nueva España. Camacho (2010) señala que en Valladolid de Michoacán, una ciudad de alrededor de 17,000 habitantes en 1793, se registraron 1,264 defunciones (7.4% de la población) durante los tres primeros meses de 1780 a causa de la epidemia de viruela (p. 100). En la Ciudad de México, una ciudad de poco más de 104,000 habitantes, se registraron alrededor de 14,000 occisos (Cramaussel, 2010, p. 14); es decir, poco más del 13% de la población. En pueblos cercanos como Bogotá -actual Funza-, que en 1778 contaba con una población de alrededor de 680 personas, los muertos pasaron de 36 en 1782 a 136 en 1783, y en Chía, de 383 entierros registrados en 1783, 351 fueron víctimas de la viruela (Villamarín & Villamarín, 2000, p. 149).
La epidemia que asoló a Santafé a inicios 1783 puede considerarse como una crisis demográfica según los criterios propuestos por Pescador (1992, pp. 90-92), dado que el total de defunciones superó el total de nacimientos: en 1783 se registraron 415 bautismos y 697 entierros. Además, los entierros se cuadruplicaron respecto al promedio de entierros de los dos años anteriores.20 Pescador (1992) también señala que en las crisis demográficas las concepciones se reducían a un tercio (pp. 90-92), pero este no parece haber sido el caso en Santafé ya que entre 1771 y 1782 el promedio anual de bautizos fue de 510, aunque fue evidente el descenso de la natalidad en el año de la crisis (gráfica 9).
Fuente: Elaborado por el autor con base en AHCPB, Libros de Entierros 1 y 2; Libros de Bautismos de Españoles 9, 10, 11, 12, 13, 14, 15, 16, 17 y 18; Libros de Bautismos de Indios y Negros 12, 13, 14, 15, 16 y 17. ICANH- DPB, PN, Libro N° 1 de defunciones, 1683-1807, Libro Cuarto; Libro de bautismos de Negros y mulatos, 1776-1804; Libro Sexto; PSB, Partidas de Entierros 1732, Partidas de Entierros 1788, Índice de Bautismos. AHAB, PSV, Libros de Entierros 1 y 2; Libro único entierros de párvulos, 1762-1824; Libros de Bautismos 6, 7, 8, 9, 10 y 11.
Hasta 1783 era prácticamente inexistente una política de higiene en la Nueva Granada, por lo cual eran prácticamente dos las maniobras de acción con las que contaba la administración virreinal para hacer frente a la viruela:21 los degredos22 y las rogativas públicas para intentar aminorar la ira divina,23 cuando no para soportar con estoicismo una muerte inminente, como lo dejó asentado Caballero y Góngora en su pastoral del noviembre de 1782.24
Sin embargo, los estragos que causaba la viruela obligaron a Caballero a replantear su actitud idealista, dando en su lugar apoyo a las iniciativas de J. C. Mutis para controlar la epidemia a través de la inoculación (Frías, 1992, p. 42). El virrey permitió que bajo la supervisión de Mutis, se publicara la transcripción de un Método general para curar las viruelas (Hernández de Alba, 1983, pp. 195-198), así como unas Instrucciones para la práctica de la inoculación (Hernández de Alba, 1983, pp. 189-194). Estas últimas tenían el propósito universalizar la práctica de la inoculación entre la población, y así suplir la escasez médicos en Santafé.25 El Método era un complemento de las Instrucciones, que tenía como principal objetivo evitar las consecuencias negativas que podían producir una mala práctica de la inoculación. También buscaba la erradicación de algunas prácticas comunes al momento de atender la viruela -el consumo de bebidas cálidas y alcohólicas, propiciar fuertes sudores producto de un excesivo abrigo y una escasa renovación del aire-, pues violentaban la naturaleza de la enfermedad en el deseo de hacer brotar con mayor velocidad las viruelas (Hernández de Alba, 1983, p. 195).
A inicios de 1783 fueron inoculados cerca de mil personas, de los cuales, al parecer, solo fallecieron dos (Frías, 1992, p. 86). La inoculación, lamentablemente, se inició cuando la enfermedad ya se había propagado, con lo cual, la medida solo intentó controlar el impacto de la epidemia más que prevenirla. A una conclusión similar llegó Magaña (2013, p. 297) para el caso de la epidemia de viruela en Nueva España de 1778-1782.
El cálculo de la intensidad
Para calcular la intensidad de la epidemia se hará uso del factor multiplicador, que observa por cuánto se multiplicó la mortalidad durante el año de crisis demográfica en relación con los años anteriores (Cramaussel & Torres, 2017, p. 26). Sin embargo, para no alterar el resultado en razón de la frecuencia de las crisis, se toman en cuenta unos pocos años considerados normales o únicamente el año previo a la crisis que se busca estudiar (Cramaussel & Torres, 2017, p. 26).
Es precisamente la flexibilidad del factor multiplicador lo que nos ha persuadido a usarlo en detrimento de métodos como el índice de Dupâquier y el de Del Panta y Livi Bacci.26 Por un lado, porque el cálculo de la intensidad de una crisis a través del factor multiplicador no necesariamente tiene que calcularse con base en el año calendario (Cramaussel & Torres, 2017, p. 26), como es el caso de la crisis que acá se estudia. Por otro lado, porque métodos como el de Dupâquier dificultan su aplicación en poblaciones americanas ya que obliga a tomar cifras de entierros de los diez años previos a la epidemia, en los que pueden aparecer sobremortalidades que alterarían su resultado.
Dado que esta epidemia comenzó en diciembre 1782 y terminó en marzo 1783, el cálculo de la intensidad en el año de la crisis no podía realizarse con base en el año calendario sin excluir los entierros del primer mes. Es por ello que el año de la crisis se calculó con base en los entierros registrados entre diciembre de 1782 y noviembre de 1783 (cuadro II, columna 3). Esta misma modificación al calendario aplica para el cálculo del promedio de entierros de los dos años anteriores a la crisis -desde diciembre de 1780 a noviembre de 1782-, que se toman como referencia para el cálculo de la intensidad (columna 2). La columna 4 recoge los resultados del cálculo de la intensidad de la epidemia de 1782-1783 en Santafé y sus parroquias.
Lugar (I) |
Prom. Dic 1780 - Nov. 1781 - Dic.
1781 - Nov. 1782 (2) |
Dic. 1782 - Nov. 1783 (3) |
FM 1783 (4) |
Promedio Dic. 1780 - Nov. 1781 - Dic
1781 - Nov. 1782 (5) |
Dic. 1782 - Nov. 1783 (6) |
FM 1783 (7) |
|||
A | P | A | P | A | P | ||||
Santafé | 193 | 760 | 3.9 | 149 | 44 | 545 | 215 | 3.7 | 4.9 |
La Catedral | 82.5 | 352 | 4.3 | 67.5 | 15 | 299 | 53 | 4.4 | 3.5 |
Las Nieves | 56.5 | 85 | 1.5 | 49.5 | 7 | 75 | 10 | 1.5 | 1.4 |
Sta. Bárbara | 24 | 135 | 5.6 | 17 | 7 | 71 | 64 | 4.2 | 9.1 |
San Victorino | 30 | 188 | 6.3 | 15 | 15 | 100 | 88 | 6.7 | 5.9 |
A= Adultos; P=Párvulos; FM= Factor multiplicador. Fuente: Elaborado por el autor a partir de AHCPB, Libro de Entierros 2. ICANH-DPB, PN, Libro N° 1 de defunciones, 1683-1807; PSB, Partidas de Entierros 1732. AHAB, PSV, Libro de Entierros 2; Libro único entierros de párvulos, 1762-1824.
De las columnas 5 a la 7 se consigna la intensidad de la crisis, discriminando entre los entierros de adultos y párvulos. En la columna 5 se recogen el promedio de entierros por grupo de edad de los dos años anteriores a la crisis; en la 6 los entierros del año de la crisis, y en la 7 se recogen los resultados del cálculo de la intensidad de la epidemia.
Durante esta epidemia, se obtuvo para la ciudad de Santafé un factor multiplicador (en adelante FM) de 3.9; es decir, que los entierros en la ciudad en el año de la crisis casi se cuadruplicaron respecto al promedio de entierros registrados entre diciembre de 1780 y noviembre de 1782. Al discriminar por grupos de edad, destaca que los entierros de los párvulos se multiplicaron por 4.9, mientras que las muertes de adultos lo hicieron por 3.7, con lo cual se confirma que se trató de una enfermedad infantil. A excepción de Las Nieves, en cada una de las parroquias de la ciudad el FM varió entre 4 y 7. No obstante, en Las Nieves se constata un obvio subregistro, del cual se podría creer, incluso, que sus vecinos no padecieron la epidemia puesto que su FM fue de apenas 1.5.
En La Catedral, donde se obtuvo un FM de 4.3, sorprende que los entierros de los adultos (4.4) se multiplicaran por encima de los entierros de los párvulos (3.5), más cuando se trata de una enfermedad infantil. Un comportamiento idéntico se presentó en San Victorino -la parroquia más afectada por la epidemia, con un FM de 6.3-, donde los adultos (6.7) también resultaron más golpeados que los párvulos (5.9). En Santa Bárbara -la segunda parroquia más damnificada por la viruela, con un FM de 5.6- los resultados del cálculo de la intensidad difirieron de los de La Catedral y San Victorino, pues en aquella los sepelios de párvulos se multiplicaron por 9.1 y los de los adultos por 4.2.
Dado el carácter infantil de la viruela, vale la pena tratar de explicar por qué -más allá del subregistro- la epidemia de 1782-83 fue mucho más letal entre los adultos de La Catedral y San Victorino. En la primera se ubicaban los principales espacios de sociabilidad de la población adulta -chicherías y las plazas de mercado-, que seguramente jugaron un papel central en la dispersión de la viruela. Vargas (1990) señala que la Plaza Mayor, ubicada en La Catedral, era el lugar más concurrido en días de mercado -viernes y sábados-; además, a su alrededor se localizaban un importante número de chicherías (p. 279).
Los resultados obtenidos para La Catedral también pueden analizarse desde una perspectiva socioeconómica. En esta parroquia residían las familias más prestantes e ilustradas de la ciudad, buena parte de sus calles estaban empedradas, sus vecinos contaban con mejores condiciones de salubridad y mayor acceso a medios de subsistencia; sin embargo, estas aparentes ventajas no evitaron que su población, en especial la adulta, se viera gravemente afectada por la epidemia. Esta situación corrobora la teoría de Livi-Bacci (1990), quien cuestiona la relación mecánica que se ha establecido entre nutrición y mortalidad como clave para explicar las tendencias de la mortalidad en sociedades de antiguo régimen (pp. 103-109). Ahora bien, aunque es claro que la viruela atacaba por igual a todas las personas, el comer mejor y recibir abrigo, sí podía ayudar a la recuperación de una mayor cantidad de afectados por la enfermedad, así como evitar posibles consecuencias secundarias (Cramaussel, 2010, p. 19).
En el caso de San Victorino pudo ser determinante el hecho de que por esta parroquia se entraba a la ciudad desde el puerto de Honda,27 por lo tanto era paso obligado de todo comerciante y forastero contagiado que se dirigiera a la capital. Y dado que las enfermedades adquirían proporciones epidémicas a través de las rutas comerciales esta parroquia era sumamente vulnerable a los efectos de cualquier epidemia proveniente de la costa norte del virreinato.
Se constata que la epidemia en Santafé fue letal entre los adultos de ambos sexos. Los entierros de mujeres en el año de la crisis se multiplicaron por 3.8, los de los hombres lo hicieron por 3.4 (cuadro III). En todos los casos -excepto en Las Nieves donde hemos advertido el subregistro del que adolece su documentación eclesiástica- las mujeres fueron más vulnerables a la epidemia que los hombres. En La Catedral los entierros de las mujeres se multiplicaron por 4.7 y los de los hombres por 4; en Santa Bárbara por 4.8 y 3.1 y en San Victorino por 7.2 y 6.3. En La Catedral y Santa Bárbara muchas mujeres se dedicaban a atender chicherías y ocupaban puestos en el mercado, es probable que también fueran más piadosas y por lo tanto asistieran con más devoción a las iglesias, todos éstos, factores que las hacía más propensas al contagio.
Lugar | Prom. Dic. 1780 - Nov. 1781 - Dic. 1781 - Nov. 1782 | Dic. 1782 - Nov. 1783 | FM | |||
H | M | H | M | H | M | |
Santafé | 59.5 | 89 | 203 | 337 | 3.4 | 3.8 |
La Catedral | 24.5 | 43 | 98 | 201 | 4 | 4.7 |
Las Nieves | 20 | 29.5 | 36 | 39 | 1.8 | 1.3 |
San Victorino | 7 | 7.5 | 44 | 54 | 6.3 | 7.2 |
Santa Bárbara | 8 | 9 | 25 | 43 | 3.1 | 4.8 |
H= hombres; M=Mujeres; FM= Factor multiplicador. Fuente: Elaborado por el autor a partir de AHCPB, Libro de Entierros 2. ICANH-DPB, PN, Libro N° 1 de defunciones, 1683-1807; PSB, Partidas de Entierros 1732. AHAB, PSV, Libro de Entierros 2; Libro único entierros de párvulos, 1762-1824.
Al parecer, fue el sector más joven de la población adulta el más damnificado por la epidemia de viruela, pues el 52.8% de la población adulta fallecida durante dicho evento era soltera, y en su mayoría, seguramente, próxima a contraer nupcias (gráfica 10). Este resultado se podría explicar en razón de que habían pasado 25 años desde la última epidemia de viruela, la de 1756-57,28 lo cual hacía que no solo los párvulos, sino también los adultos más jóvenes, no estuvieran inmunizados contra la enfermedad. Lo cual significó, entre otras cosas, una pérdida considerable de población trabajadora.
Fuente: Elaborado por el autor a partir de AHCPB, Libro de Entierros 2. ICANH-DPB, PN, Libro N° 1 de defunciones, 1683-1807; PSB, Partidas de Entierros 1732. AHAB, PSV, Libro de Entierros 2; Libro único entierros de párvulos, 1762-1824.
Suponiendo que luego de la epidemia la población de la ciudad creciera a un ritmo del 0.2% anual (véase el cuadro 2), ello equivaldría a que para 1783 la ciudad contaba con una población de alrededor de 17,780 habitantes. Si se toma la información proporcionada por los registros parroquiales, según la cual en Santafé se registró un total de 697 entierros en dicho año, ello equivaldría a una Tasa Bruta de Mortalidad (TBM) de 39 por mil. Este guarismo adquiere relevancia si se le compara con las TBM registradas en los cinco años previos, donde la TBM más próxima a la registrada en 1783 fue la de 1782, que fue de 15 por mil. La TBM por sector parroquial arroja que no necesariamente las parroquias más pobladas fueron las más afectadas por la epidemia, pues fue San Victorino, parroquia que sirvió como puerta de entrada de la enfermedad, la que obtuvo la mayor TBM (66.4 por mil), seguida por La Catedral y Santa Bárbara con 46 por mil cada una (cuadro IV).
Año | Población Santafé29 | Entierros por año | TBM | población parroquias30 | ELC | TBM LC | ELN | TBM LN | ESV | TBM SV | ESB | TBM SB | |||
Catedral | Nieves | San Victorino | Santa Bárbara | ||||||||||||
1778 | 16002 | 208 | 12.8 | 6400.8 | 4800.6 | 2400.3 | 2400.3 | 82 | 12.8 | 63 | 13.1 | 36 | 15 | 27 | 11.2 |
1779 | 16420 | 205 | 12.4 | 6568 | 4926 | 2463 | 2463 | 91 | 13.9 | 52 | 10.6 | 33 | 13.4 | 29 | 11.8 |
1780 | 16849 | 150 | 8.8 | 6739.6 | 5054.7 | 2527.3 | 2527.3 | 60 | 8.9 | 50 | 9.9 | 25 | 9.9 | 15 | 5.9 |
1781 | 17289 | 174 | 10.4 | 6915.6 | 5186.7 | 2593.4 | 2593.4 | 72 | 10.4 | 60 | 11.6 | 23 | 8.9 | 19 | 7.3 |
1782 | 17741 | 275 | 15.4 | 7096.3 | 5322.2 | 2661.1 | 2661.1 | 121 | 17.1 | 66 | 12.4 | 48 | 18 | 40 | 15 |
1783 | 17780 | 697 | 39.3 | 7111.8 | 5333.9 | 2666.9 | 2666.9 | 325 | 45.7 | 72 | 13.5 | 177 | 66.4 | 123 | 46.1 |
ELC=Entierros La Catedral; ELN=Entierros Las Nieves; ESV=Entierros San Victorino; ESB=Entierros Santa Bárbara. Fuente: Elaborado por el autor a partir de Vargas (1990, p. 13). AHCPB, Libro de Entierros 2. ICANH-DPB, PN, Libro N° 1 de defunciones, 1683-1807; PSB, Partidas de Entierros 1788. AHAB, PSV, Libro de Entierros 2; Libro único entierros de párvulos, 1762-1824.
En Santafé la calidad más afectada durante la crisis epidémica fue la de los indios. Sus entierros se multiplicaron 11.7, resultando especialmente afectadas las mujeres, cuyos sepelios se multiplicaron por 16; los hombres de la misma calidad también resultaron gravemente afectados, con un FM de 8.5. Los entierros de esclavos se multiplicaron por 6.8, aunque dentro de este sector poblacional los más afectados fueron los hombres, pues mientras que sus entierros se multiplicaron por 14, los de las mujeres esclavas se sextuplicaron. Un comportamiento casi idéntico se presentó entre los sectores de los ‘criados’ y el que conformaban ‘libres, mulatos, negros y pardos’. Entre los criados hombres, se obtuvo un FM de 14, mientras que entre las mujeres fue de 8. En el segundo sector poblacional, el FM de los hombres fue de 10 y el de las mujeres de 4. La población restante, de la cual no se especifica la calidad en los registros, pero de la que se puede inferir que es blanca y mestiza,31 pues era la que agrupaba la mayor parte de la población de la ciudad, fue la menos afectada por la epidemia, pues sus entierros, en comparación con las demás calidades, apenas se triplicaron (3.1). De lo que se deduce que las poblaciones que se pueden considerar como sometidas social y económicamente, por razones que desconocemos, fueron las más vulnerables a la que epidemia (cuadro V).
Calidad | Prom. Dic. 1780 - Nov. 1781 - Dic. 1781 - Nov. 1782 | Dic. 1782 - Nov. 1783 | FM 1783 | Promedio Dic 1780 - Nov. 1781 - Dic. 1781 - Nov 1782 | Dic. 1782 - Nov. 1783 | FM 1783 | |||
H | M | H | M | H | M | ||||
Blancos y Mestizos | 132.5 | 405 | 3.1 | 55.5 | 77 | 160 | 245 | 2.9 | 3.2 |
Indios | 3.5 | 41 | 11.7 | 2 | 1.5 | 17 | 24 | 8.5 | 16 |
Esclavos | 8.5 | 58 | 6.8 | 1 | 7.5 | 14 | 44 | 14 | 5.9 |
Criados | 3 | 27 | 9 | 0.5 | 2.5 | 7 | 20 | 14 | 8 |
Libres, Negros, Mulatos, Pardos | 1.5 | 9 | 6 | 0.5 | 1 | 5 | 4 | 10 | 4 |
Fuente: Elaborado por el autor a partir de AHCPB, Libro de Entierros 2. ICANH-DPB, PN, Libro N° 1 de defunciones, 1683-1807; PSB, Partidas de Entierros 1732. AHAB, PSV, Libro de Entierros 2; Libro único entierros de párvulos, 1762-1824.
Durante el año de la crisis, La Catedral agrupó el 95% de la población esclava adulta registrada en los libros de entierros de la ciudad, Santa Bárbara el 3.4% y Las Nieves el 1.7% restante. En cuanto a la población india, el 44% de sus entierros fueron registrados en La Catedral;32 el 46% en San Victorino y el restante 10% en Santa Bárbara. Estos guarismos, también pueden servir como evidencia empírica del cambio o relajación en la segregación racial parroquial establecida en la segunda mitad del siglo XVI.
En La Catedral el 76.4% de la población esclava enterrada eran mujeres; una distribución similar se presenta en el caso de la población indígena, pues el 72.2% correspondía al mismo género. En San Victorino, que como se anotó agrupaba el mayor porcentaje de la población indígena enterrada en la ciudad durante el año de la crisis, presento una distribución de entierros por género más homogénea ya que las mujeres componían el 52.6% y los hombres el 47.4%.
En La Catedral también se concentró la mayor parte de la fuerza de trabajo esclava enterrada en la ciudad, 93% del total. Por su parte, en San Victorino se enterró la mayor proporción de población indígena masculina, el 53% del total; La Catedral el 29.4% y Las Nieves el restante 17.6%.
Conclusiones
A través de los registros parroquiales se logró fechar con exactitud la estacionalidad de la epidemia de viruela de 1782-83 en Santafé. Desde la historia demográfica, se comprende mejor el lugar que ocuparon las epidemias en el antiguo régimen y las consecuencias que pudieron provocar. Su intensidad se pudo estimar por medio del factor multiplicador, a través del cual, se calculó su incidencia diferencial por grupos de edad, género y calidad. Se demostró que los párvulos fueron el grupo de edad más golpeado y que las mujeres se vieron más afectadas que los hombres por la viruela. En el caso de los adultos, según la calidad, fueron los indios y en menor medida los negros, las calidades más damnificadas.
En parroquias como La Catedral, los adultos sufrieron con mayor fuerza los embates de la viruela, a pesar de que ésta era ya de carácter infantil. En ella se ubicaban los principales espacios de sociabilidad -chicherías, plazas de mercado, iglesias- a las que concurrían sobre todo los adultos. En estos lugares, los vecinos de la ciudad se contagiaron y contribuyeron a la propagación de la enfermedad.
Los entierros en algunas parroquias se cuadruplicaron durante el año de la crisis, como sucedió en La Catedral. En otras, como en Santa Bárbara, los entierros de párvulos se multiplicaron por 9. Y es que a pesar de que la viruela golpeaba a todas las personas por igual, la población avecindada en La Catedral, contaba con condiciones materiales de vida más favorables -mejores viviendas y posibilidades alimenticias- para afrontar el evento epidémico. Por lo tanto, factores ajenos a la misma enfermedad la hacían más letal en unos sectores que en otros.
El subregistro de párvulos en los libros parroquiales, fenómeno recurrente en las crisis epidémicas, fue evidente en las parroquias más pobladas de la ciudad, La Catedral y Las Nieves, probablemente por el descuido de sus respectivos párrocos. Durante los meses de la epidemia se calcularon 612 entierros en la ciudad, y se llegó a la cifra de 785 suponiendo que se presentó un subregistro del 50% tanto en La Catedral, como en Las Nieves. Esta última cifra está lejos de las 3,000 a 7,000 de J. M. Caballero, e incluso de las 1,200 de Valladolid de Michoacán, por lo que seguramente el subregistro en Santafé fue superior al 50%. Así las cosas, es probable que la ciudad haya superado las mil víctimas mortales por cuenta de la viruela.
Fue un acierto estudiar los efectos de la epidemia por parroquia. La organización espacial influyó en la mayor vulnerabilidad de la población de San Victorino a la epidemia, ya que era la puerta de entrada a la ciudad desde Honda. Esta situación podría explicar por qué esta parroquia registró el factor multiplicador y la TBT más altos.