Introducción
El 1º de diciembre de 1920, Álvaro Obregón, el general invicto de la Revolución mexicana, se convirtió en presidente de la República. Su llegada a la silla más codiciada por los altos grados del escalafón militar podía considerarse como un paso natural después de su destacada participación en la lucha armada desde 1912. No obstante, su triunfo requirió de una estrategia de acercamiento con los enemigos del carrancismo y otras facciones contrarrevolucionarias, pero también de conciliación y unión, aunque fuera pasajera, de su grupo de colaboradores que incluía a los miembros del PLC y a los integrantes de lo que se ha denominado como Grupo Sonora. Este artículo analiza las luchas internas de dicha agrupación en la coyuntura electoral de 1920.
Cien años después de ocurrido este proceso político, su explicación general tiene como punto de partida, casi de manera canónica, el libro de Álvaro Matute, La carrera del caudillo, en el que se analiza con base en fuentes hemerográficas el mecanismo y el desarrollo de las campañas presidenciales de los generales Pablo González y Álvaro Obregón, así como del ingeniero Ignacio Bonillas durante 1919 y 1920. Argumenta que la lucha electoral fue entre “civilistas” y “militaristas”, y pese a aceptar que la competencia por ocupar la presidencia, así como la conformación de bloques políticos fue mucho más compleja, no lo integró totalmente a su análisis (Matute 1980).
Matute no ahondó en otros factores del periodo como las aspiraciones presidenciales de otros personajes (como el general Salvador Alvarado, a quien se le suele integrar como un aguaprietista) o las estructuras partidistas u organizacionales de cada candidato. De la mano de Matute, algunos autores han realizado interpretaciones de la coyuntura electoral con base en el estudio de distintos periódicos como Excélsior,El Monitor Republicano, México Nuevo y El Heraldo de México, que les permitió mostrar la variedad de opiniones y la construcción de espacios impresos de disputa y legitimación de los grupos en pugna (Méndez 2017, 2019a, 2019b).
Otros libros que han estudiado la campaña de Obregón son los de Linda B. Hall (1985) y Pedro Castro (2009). El estudio de Hall fue uno de los primeros que analizó la campaña de Obregón y su ruptura con Carranza, así como el relevante papel que desempeñó el general Benjamín Hill. Por su parte, Castro ha revisado la vida de Obregón aunque, particularmente, este periodo es poco abordado y se apoya, principalmente, en la interpretación de Matute.
Los autores anteriores no destacan las pugnas internas en la campaña de Obregón, pero otros como Jürgen Buchenau (2013) y Pablo Serrano (2000) ofrecen pistas al respecto. El primero realizó un panorama global de la primera campaña del “manco de Santa Ana del Conde” que posibilita observar la pugna entre los miembros del PLC, Obregón y sus partidarios más cercanos. Es el único autor que la ha analizado con base en algunas fuentes primarias archivísticas. Serrano, autor de la biografía de Basilio Vadillo, aporta significativos rastros sobre la disputa interna en la campaña de Obregón. Este autor muestra, a través del personaje, la transformación de la plataforma política del caudillo entre junio de 1919 y abril de 1920 en la que el PLC perdió paulatinamente la dirección de ésta. Precisamente, sobre este partido político existen pocos trabajos, uno de ellos es el de Georgette José (2017) quien analiza sus posturas ideológicas y la lucha que la agrupación política enfrentó con Obregón, como candidato y luego como presidente, debido a su independencia de acción y a su propuesta de instaurar un régimen parlamentario en México. José Alfredo Gómez Estrada (2012) fue uno de los pocos autores que analizó los juegos políticos de distintos personajes en las décadas de 1910 a 1930; demostró la forma en que se crea una “camarilla”, así como las “lealtades divididas” que definieron, en distintas ocasiones, los rumbos políticos del país.
Dicho lo anterior, se puede afirmar que las campañas de Obregón, sus plataformas políticas y las alianzas que tejió a lo largo de 1919 y 1920, no han sido analizadas ni explicadas totalmente. Este artículo muestra la complejidad de la campaña obregonista que lejos de estar unificada, tuvo momentos de ruptura y tensión antes del asesinato del presidente Venustiano Carranza. Las aspiraciones de personajes como el general Hill han sido dejadas de lado en la mayoría de las explicaciones y se le suele ubicar como un incondicional de Obregón y, en general, del Grupo Sonora. El PLC y sus integrantes tampoco fueron un monolito que favorecía con los ojos cerrados a Obregón. Contrario a ello, muchos de sus integrantes buscaban, insistentemente, la forma de limitar el poder del caudillo. Frente a esta agrupación política, se consolidó paralelamente el Partido Revolucionario Sonorense (PRS), cuyos líderes, los generales Francisco R. Serrano y Jesús M. Garza, realizaron las gestiones y los vínculos necesarios para restar fuerza a los peleceanos. Además del PRS, personajes como el general Plutarco Elías Calles, Adolfo de la Huerta y Amado Aguirre ganaron peso en la campaña.
A diferencia de los trabajos existentes, en este texto no se analizan las campañas con base en las opiniones que sobre ellas se daban en las principales publicaciones de la época, sino en el seno del heterogéneo grupo obregonista, lleno de contradicciones y enfrentamientos entre los peleceanos y los sonorenses, representados por el PRS. Para llevar a buen puerto este objetivo se utilizaron, principalmente, expedientes encontrados en el Fondo Álvaro Obregón (FAO) y en el Archivo Plutarco Elías Calles (APEC), ambos ubicados en el Fideicomiso Archivos Plutarco Elías Calles-Fernando Torreblanca. Además de editoriales y artículos de El Universal,Excélsior,El Demócrata,El Pueblo,El Monitor Republicano y El Heraldo de México. No puede dejar de mencionarse la compilación periodística de Luis N. Ruvalcaba, Campaña política del candidato a la Presidencia de la República, 1920-1924, y los Discursos del general Álvaro Obregón publicados en 1932.
La estructura del presente texto consta de tres apartados. En el primero, se aborda la precampaña obregonista y el destape de la candidatura del caudillo. El segundo está dedicado a analizar las pugnas internas por obtener el control de la plataforma política. Finalmente, el tercero, explica la conformación del Centro Director Obregonista que significó la unión de los partidos y agrupaciones políticas que apoyaban a Obregón.
Como lo ha apuntado una historiadora, no debe olvidarse que la realización de elecciones de toda índole -particularmente las presidenciales- representa “el momento de mayor vulnerabilidad política” porque durante los prolegómenos de éstas salen a flote “todas las debilidades y fortalezas del régimen imperante, y las pugnas soterradas y durante algún tiempo contenidas entre los factores reales de poder, sobre todo los económicos y los políticos [...]” (José 2014, 213).
La precampaña
Con los triunfos de 1915 frente a Francisco Villa, primero en el Bajío y finalmente en Sonora, Obregón se convirtió en el militar más importante en todo el país. Por ello, en marzo de 1916, Carranza lo nombró secretario de Guerra y Marina. Después del ataque de Villa a Columbus y el inicio de la Expedición Punitiva, negoció con las tropas estadounidenses su retiro; sin embargo, estas actividades diplomáticas le resultaron “más complejas que las militares”, fue evidente que “el campo de batalla le era más propicio que la oficina ministerial” (Garciadiego 2020, 27). La insatisfacción de Carranza con la postura un tanto complaciente de Obregón hacia los estadounidenses, lo llevaron a tomar la decisión de retirar de las negociaciones a Obregón y encargarle tareas menores en la Secretaría.
Cuando Carranza ocupó la presidencia de manera constitucional en mayo de 1917, Obregón decidió no continuar en la Secretaría de Guerra, la ruptura y el alejamiento entre ambos personajes era indudable. A fines de mayo de 1917, Obregón decidió volver a su estado natal, Sonora, y dedicarse a asuntos personales; argumentó problemas de salud, situación que no era falsa, ya que los estragos de la guerra habían mermado su físico. Se alejó de la vida política e impulsó proyectos comerciales, específicamente, a la producción garbancera. Al poco tiempo, logró consolidar la Oficina Comercial Obregón que era un grupo de cooperativas dedicadas a la producción de esta leguminosa (Excélsior, 2 de mayo de 1917, 1; Garciadiego 2020, 28-29).
En su supuesto retiro, Obregón recorrió Guadalajara, Mazatlán, Guaymas, Nogales y Hermosillo. Regresó a Nogales y cruzó la frontera con el objetivo de viajar por gran parte de Estados Unidos en donde entabló distintas conversaciones con empresarios y políticos; incluso se reunió con el presidente Woodrow Wilson, quien elogió su juventud y sus logros militares (Matute 1980, 27). Aunque Obregón no estuvo en la Ciudad de México, sus partidarios se mantuvieron activos en todo momento, particularmente en las legislaturas XXVII y XXVIII, así como en distintos puestos administrativos.
El Partido Liberal Constitucionalista (PLC), fundado en octubre de 1916 por un grupo de revolucionarios encabezados por el general Pablo González para llevar a Carranza a la silla presidencial, pronto se convirtió en el principal bastión opositor del carrancismo (Ulloa 1983, 506-508). La cercanía del partido con el coahuilense fue realmente corta; la ruptura se dio cuando el licenciado Jesús Acuña dejó de ser hombre de confianza del primer jefe y renunció a la Secretaría de Gobernación, así como a la dirección del partido. Dicha situación propició que la prensa oficialista, a cargo de la Secretaría de Gobernación, tuviera relaciones tensas con el PLC (Garciadiego 2012, 269-270). Paulatinamente, Benjamín Hill Salido, sobrino de Obregón (Almada 2010, 750), se volvió la cabeza del grupo y uno de los personajes más importantes de la política mexicana.
Durante los primeros meses de 1919, los obregonistas, los sonorenses y los peleceanos impulsaron la candidatura del general y fortalecieron sus redes políticas; debido a ello, Carranza trató de dividir a los sonorenses desde distintos frentes, el más importante fue incluir al gobernador de Sonora, Plutarco Elías Calles, en su gabinete como secretario de Industria, Comercio y Trabajo en sustitución del ingeniero Alberto J. Pani. Asimismo, la gubernatura del estado quedó en manos de Adolfo de la Huerta, quien derrotó en las elecciones al candidato apoyado por el gobierno federal, el general Ignacio L. Pesqueira (Macías 1995, 257). El partido que había impulsado su candidatura era el Revolucionario Sonorense; la fuerza política más importante a principios de 1919 en Sonora. Estuvo constituido por muchos revolucionarios como el general Francisco R. Serrano, Jesús M. Garza, Luis L. León, Luis G. Monzón, Juan de Dios Bojórquez y varios diputados locales. Su fecha exacta de fundación es difícil de rastrear, pero es muy probable que surgiera a finales de 1918 (De la Cruz 2012, 158-159). A principios de 1919, el partido convocó a realizar una convención para lanzar la candidatura de De la Huerta, muchos clubes y agrupaciones políticas aceptaron adherirse a este Comité Organizador de Campaña. Esto significó un primer experimento de Centro Director, ya que el PRS se convirtió en “una institución rectora que agrupó a varios clubes menores que por igual apostaban y hacían propaganda electoral no sólo para su candidato, sino también para otros miembros que aspiraban a cargos de elección popular en diferentes regiones de la entidad” (De la Cruz 2012, 162).
Obregón era el candidato natural para suceder a Carranza, los otros presidenciables no eran del todo claros. Hasta 1918, el general Pablo González aparecía como el favorito para sucederlo, o al menos eso creía el divisionario. La realidad distó mucho de aquella fantasía gonzalina, ya que el presidente se mostró inclinado desde un inicio por apoyar a un civil y no a un militar. La decisión del presidente “era a todas luces prematura, pues la principal institución política era entonces el Ejército Nacional, la única con redes, presencia y organización a todo lo largo y ancho del país” (Garciadiego 2020, 28).
Además, el general González se había desacreditado por el asesinato en abril de 1919 de Emiliano Zapata; su actitud complaciente con Estados Unidos; y los rumores de la banda del automóvil gris. El método para terminar con el caudillo del sur había sido comentado ampliamente en la prensa nacional, excepto por El Universal, “en forma tan desfavorable para el gobierno y para Don Pablo González en especial que parece que le ha resultado contraproducente”. No había, según Hill, “un individuo en esta metrópoli” que no tuviera algún “reproche agrio con motivo de la forma, del lazo, de la trampa que se tendió a Emiliano Zapata para poderlo matar […]”.1 De ahí que, si antes de “la hazaña de Chinameca” González tenía al menos un quince por ciento de probabilidades a su favor, en ese momento, apenas, era alrededor del cinco por ciento.
De forma paralela, Carranza fomentó la creación de un grupo político denominado Liga de Solidaridad Nacional, creada desde Gobernación y encabezada por Manuel Aguirre Berlanga. Su meta era crear un partido más fuerte que el desprestigiado PLN. No obstante, dicha agrupación solamente quedó en el tintero, ya que no consolidó ningún proyecto o, al menos, es posible suponerlo debido a las escasas fuentes que existen al respecto. Es probable que Aguirre Berlanga intentara usarla como plataforma política dadas sus aspiraciones presidencialistas.2 Las pugnas al interior del carrancismo fueron irreconciliables.
Mientras tanto, Hill aprovechó las redes regionales del PLC e impulsó la propaganda favorable a la candidatura de Obregón en casi todos los estados de la república con excepción del estado de Sonora, donde no había “querido meter mano para no lastimar susceptibilidades”.3 Desde este momento, Hill, miembro del Grupo Sonora, mostró su distanciamiento con los sonorenses y la campaña que éstos planeaban para impulsar a Obregón a la silla presidencial. Este aspecto es fundamental para comprender el desarrollo de la campaña obregonista y la reorientación que se dio en febrero de 1920 como se analizará más adelante. En pocas palabras, el bloque obregonista no era homogéneo, tenía fisuras e intereses dispares.
Hill mantuvo al tanto a Obregón sobre nuevos pactos con algunos anticarrancistas de Guerrero y Michoacán, así como con los zapatistas, los hermanos Gutiérrez (Luis y Eulalio) y el general Luis Caballero. Además aseguró que en el curso del año tendrían el apoyo de “todos los levantados en armas en contra del gobierno, con excepción, sin duda, de Félix Díaz y demás”, con los que “por ningún motivo”, podían pactar.4 Junto a los anticarrancistas, el clero católico, a pesar de todo, se mostró ligeramente inclinado a apoyar a Obregón, pues “abominaba” la candidatura de González.
El 31 de mayo de 1919, Obregón informó a Hill los últimos preparativos antes de dar a conocer su manifiesto -escrito con “absoluta independencia de criterio” y apegado a la “verdad”- que sería publicado en Sonora y en Sinaloa el seis de junio y al día siguiente sería leído en un mitin. Obregón insistió a Hill que cuando recibiera su manifiesto lo pasara a la prensa de la capital de inmediato, ya que no debía perderse “un solo momento”. El documento debía inundar las páginas de gran parte de los diarios del país el seis de junio.
El caudillo subrayó la necesidad de nombrar a un grupo de representantes en la capital del país para impulsar la formación del Gran Partido Liberal formado por sus más distinguidos colaboradores. Hill debía elegir entre Rafael Zubaran Capmany, José Inés Novelo, Herminio Pérez Abreu, Roque Estrada, Alberto M. González y Basilio Vadillo. Además, mostrando que estaba por encima de cualquier agrupación política aseveró que si el PLC decidía formar la nueva organización que indicaba su manifiesto, debería lanzar un documento adhiriéndose completamente al suyo y patrocinar, de inmediato, “los trabajos preliminares para la verificación de los mítines en los distritos electorales donde deban ser designados los miembros de las mesas directivas y de las personas que deban quedar al frente del Partido Liberal”.
En caso de aceptar dicha propuesta, Obregón consideraba necesario que la Mesa Directiva del Gran Partido Liberal quedara integrada por “civiles de reconocido prestigio” para que no se les juzgara por “militaristas”. Si el PLC decidía hacer suyo el manifiesto obregonista no era necesario que se nombraran tres representantes suyos, ya que el propio presidente del partido llevaría a cabo los trabajos preliminares al convocar mítines en los distritos electorales del Distrito Federal que definirían a los integrantes de la Mesa Directiva del Gran Partido Liberal en el que quedaría integrado el propio PLC.
Finalmente, proponía el cambio de nombre del PLC debido a que en el pasado se había desprestigiado en los estados debido al “ataque ministerial”, además de tener, prácticamente, el mismo nombre que el partido que tenía en mente. Aunque, en realidad, debía tratarse de una confederación de agrupaciones políticas. De dicha forma, Obregón marcó de inmediato su recelo hacia cualquier partido político.
El destape y la lucha por la hegemonía de la campaña (junio de 1919-enero de 1920)
“Hoy fue leído en esta Villa [el] Manifiesto en que defino mi actitud política”, de esa forma Obregón informó de inmediato a Hill sobre su “destape” como el candidato opositor.5 El 1º de junio de 1919 en Nogales, Sonora, se hizo público un documento que selló la ruptura entre Carranza y Obregón, ya que no respetó la tregua electoral a la que había llamado el presidente de la república desde enero del mismo año.
En el “Manifiesto de la Resaca”,6 como se le llamó al documento, Obregón hablaba sobre “el camino del deber” en medio de la “incertidumbre” que vivía México; analizó la crisis que atravesaba el gobierno en turno, que podría provocar la reaparición de un candidato “neo-conservador” (Obregón 1976, 317-318; Alessio 1946, 227). El caudillo aseveró que el Partido Liberal había fracasado porque no se había logrado depurar al ejército; éste era a los ojos del caudillo, el principal problema “moral”. Paralelamente, entre las múltiples dificultades políticas, la más preocupante era la inexistencia del sufragio libre; cuando dicha dificultad se solucionara podría comenzar la reconstrucción del país. El general aseguraba que el error que repetían los mandatarios era creer adecuado para el país “crear un sucesor a quien entregarle el poder” para que concluyera su obra (Obregón 1932, 328).
Debido a la debilidad de las agrupaciones políticas, Obregón rechazó ser postulado por algún partido o asociación y llamó a organizar el Gran Partido Liberal del que aceptaría ser el candidato. En pocas palabras, el candidato, y posiblemente futuro presidente se colocaría por encima de todos los partidos, no al revés.
Uno de los primeros telegramas que recibió Obregón sobre su manifiesto fue el del general Plutarco Elías Calles, quien acababa de desembarcar en Mazatlán, Sinaloa, después de viajar a la capital del país para rendir protesta como secretario de Industria, Comercio y Trabajo del gabinete carrancista. Calles aseguró encontrar dicho documento “de todo” su gusto y agregó: “Tengo la absoluta seguridad de que producirá magnífico efecto en todo el país, pues este manifiesto se sale de lo vulgar”. Agregó, además, la necesidad de platicar en persona con él lo más pronto posible.7 Por su parte, Obregón agradeció su mensaje y afirmó que en su siguiente viaje al norte haría una escala para saludarlo y charlar en vivo.
Por esos mismos días, se rumoró la posibilidad de que el embajador de México en Washington, el ingeniero agrónomo Ignacio Bonillas, exsecretario de Estado de Carranza y bróker fronterizo durante la lucha contra Huerta, sería el candidato que apoyaría el Ejecutivo Federal. Obregón tenía una relación muy cercana con este personaje, quien había apoyado su negocio de garbanzo en Sonora, eran compadres y se visitaban frecuentemente en Sonora.8
Un día después de dar a conocer su manifiesto, Obregón envió una carta a Bonillas, en la que lo puso al tanto de su destape como candidato presidencial. Aseguró que los acontecimientos políticos se habían “precipitado de forma espontánea” y sin consultarlo en distintos estados, como Sonora y Sinaloa, habían lanzado su candidatura; situación similar a la ocurrida en Veracruz, Michoacán y Chiapas. Por ello, se había visto obligado a definir el camino que seguiría en la contienda política y a escribir un manifiesto que había sido leído públicamente y enviado a la capital y a todas las entidades del país para después ser distribuido en la prensa estadounidense para su difusión en el país vecino del norte. Obregón señaló que el documento contenía algunas verdades “amargas”, pero era imposible “darle otra forma sin haber adulterado la verdad”. Lo invitaba a secundar el manifiesto con la frase “estoy seguro que todos los hombres de buena intención que no han manchado sus manos ni su conciencia, estarán conmigo”. Finalizaba la carta con un cariñoso saludo a toda su familia, particularmente a sus ahijados.9
A pesar de que Obregón había decidido no aceptar que lo postulara ningún partido político, el PLC trató a toda costa de convertirse en la base política que lo impulsaría a la presidencia en diciembre de 1920. Roque Estrada, un revolucionario de los primeros días, consiguió recursos económicos y fortaleció el apoyo a Obregón entre los miembros del partido (Excélsior, 5, 6, 8, 10, 16 y 20 de junio de 1919; El Universal, 9, 10 y 16 de junio de 1920). El 17 de julio de 1919, la plana mayor de dicha agrupación política dio a conocer que su candidato presidencial sería Obregón (El Universal, 17 y 18 de julio de 1919, 1; Hall 1985, 200; Serrano 2000, 177).
Debido a que en El Universal se aseguró que Obregón había desconocido completamente al PLC, el caudillo le hizo saber a Hill que podía declarar en su nombre que nunca había realizado tal cosa, solamente consideraba que tenía que reorganizar su plataforma política. En los siguientes días, Novelo y Juan Zubaran se reunieron con Obregón en Sonora para confirmar que en el PLC solamente tenía aliados y, posteriormente, estos tres conferenciaron con Calles en Hermosillo antes de que éste partiera de vuelta a la capital del país para hacerse cargo de la Secretaría de Industria, Comercio y Trabajo.10 Es sumamente probable que en estas reuniones se tensara más la relación entre los sonorenses y los peleceanos.
Paralelamente, a mediados de julio de 1919, los miembros del PLC discutieron los criterios para iniciar la campaña obregonista. En una reunión, se decidió crear el periódico El Monitor Republicano (Méndez 2019, 118). Su fundación se realizó con base en una propuesta realizada casi un año antes por Basilio Vadillo, quien consideraba que se necesitaba un impreso que “representara públicamente las posturas obregonistas ante la difícil, compleja y enfrentada opinión pública que tenía como únicas fuentes informativas a periódicos como El Universal,Excélsior,El Heraldo de México”, este último era propiedad del general Salvador Alvarado, quien lejos de apoyar a Obregón trató de crear una plataforma política propia que lo llevara a la presidencia (Serrano 2000, 179). La prensa gobiernista había propiciado la desaparición de El Pueblo, debido a las pugnas internas del gabinete y se había quedado únicamente con El Demócrata. El 21 de julio se lanzó el primer tiraje de El Monitor Republicano con el financiamiento de los peleceanos y, en particular, del general Benjamín Hill (Matute 1985, 51), quien también fundó la Compañía Impresora Nacional S. A. para su publicación, cuyas imprentas fueron ubicadas en las instalaciones de El Nacional (21 de noviembre de 1916, 1).11 Basilio Vadillo asumió la dirección del nuevo órgano propagandístico.12 Es fundamental mencionar que la ley electoral señalaba que tenían que publicarse al menos once números de un periódico dos meses antes de que se celebraran las elecciones primarias y “mientras tenían lugar las definitivas” (José 1992, 31).
Desde marzo de 1919, Hill había mostrado inquietud por la posibilidad de que el PRS buscara convertirse en un partido nacional que invadiera el campo de acción del PLC.13 Situación que reflejó la disputa por los liderazgos dentro de la campaña del caudillo. Hill informaba a Obregón que la tendencia del PRS por fundar sucursales o clubes en toda la república -previamente controlados por el PLC- provocaban un “desconcierto” entre los correligionarios del obregonismo y, “fundado en la realidad de los hechos”, pedía a Obregón que interpusiera “su valiosa influencia para evitar la continuación de esos procedimientos del PRS”.14 Además del PRS, Hill insistió en la “actitud maquiavélica” de Alvarado y El Heraldo de México, que cada vez se mostraba más belicoso contra su campaña.15
Después de varias semanas sin responder lo relativo al PRS, Obregón escribió a Hill una carta que le informaba que había platicado extensamente con el general Jesús M. Garza, quien le dijo que la acción de dicho Partido en el resto de la república no tenía “por objeto fundar agrupaciones adheridas a él”, sino que únicamente se encaminaría a realizar la propaganda para que se iniciaran trabajos en favor de la misma candidatura, “no siendo el ánimo del PRS fundar nuevas agrupaciones en el resto del país”, pues su nombre determinaba claramente que era un partido local. Obregón agregó que se pondría en contacto con el general Serrano para que procurara tener comunicación cercana con Hill con el fin de que los trabajos que realizaran tuvieran “mejor armonía” con los que desarrollaba el PLC. Finalmente, afirmaba que a fin de mes llegaría a la capital del país para “poner a fin a las pequeñas disensiones que pudieran presentarse por falta de mejor inteligencia entre los encargados de la propaganda”.16 Por esos mismos días, Hill le informó a Obregón que su compadre Bonillas había aceptado su candidatura que sería impulsada por los gobernadores de los estados.17
Resultaba evidente, en diferentes cartas, que Hill rechazaba que el PLC perdiera el control de la campaña y rechazaba discretamente que el PRS tuviera el mismo número de representantes cuando el PLC era el que había hecho todo desde muchos meses antes.18 Al mismo tiempo, De la Huerta alertó a Obregón de las opiniones que se difundían en El Monitor Republicano cuyos dueños y redactores se especializaban en “dar palos de ciego” e interpretaban incorrectamente el ambiente político atacando excesivamente al presidente. Aseguraba que coincidían con él, en este punto, el resto de los obregonistas avecinados en el norte. Por ello, le pedía que interviniera en el periódico para cambiar la línea editorial. Obregón afirmó no poder ordenar a los líderes peleceanos el cese de estos ataques y que sólo reconvenía a algunos de sus integrantes con los que tenía mayor cercanía. Destacó que Carranza nunca había evitado que sus amigos personales lo atacaran en la prensa, en la tribuna y “en cuantas formas pudieron”. Por lo que, continuaba Obregón, el presidente vería “cuán difícil” era, para él, “evitar que algunos atacaran con más o menos rudeza al gobierno”.19
Obregón se puso en contacto de inmediato con Hill para informarle que había leído con detenimiento cada uno de los números del periódico peleceano y señaló que “un tono menos tirante” contra el Ejecutivo Federal daría mejores resultados, pues era “preferible que los ataques los iniciara la prensa oficial para justificar con ello la acción del PLC”. Además, debía considerarse una “suavización de tono”, pues existían muchos elementos revolucionarios “que al ver una labor en abierta pugna con el Sr. Carranza se abstendrían de tomar una participación activa en la lucha.20
Además, era una inconsistencia “terrible”, según Obregón, combatir la autoridad que ellos mismos habían apoyado en 1917 para que ocupara la silla presidencial. “Muy justo y hasta patriótico”, aseveraba Obregón, era señalar a Carranza sus errores, pero “en una forma mesurada”, que llevara siempre “el reflejo de la sinceridad y del deseo legítimo” por consolidar “la buena marcha de nuestro Gobierno”. Finalizaba asegurando que no tenían derecho alguno para prejuzgar al “Jefe”, como llamaban a Carranza, para suponerlo hostil a los trabajos de su campaña, “parcial a la candidatura de González o generador de la idea del llamado candidato civilista”; llamaba a espera su “posición oficial” y confiaba, entre líneas, la posibilidad de que apoyara su candidatura.21
Desde el 30 de septiembre de 1919, los representantes de los partidos Cooperatista Nacional, Liberal Nacionalista, Socialista de Yucatán y Revolucionario Sonorense escribieron una carta al PLC para que se procediera “inmediatamente” a la unificación de los partidos que residían en la capital del país o que tuvieran alguna representación. Se nombraría un Comité General Ejecutivo integrado por tres representantes de cada grupo, dicho Comité quedaría facultado para proceder a la unificación de todos los Partidos y Clubes Obregonistas del resto de la República. El documento lo firmaba por el PLN, Juan Manuel Álvarez del Castillo; por el Partido Revolucionario Sonorense, Jesús M. Garza; por el PSY, Edmundo Bolio; y por el Partido Cooperatista Nacional, Jorge Prieto Laurens.22 Hill de inmediato informó a Obregón que se oponía a la forma de organización que proponían estas agrupaciones debido a que se tenía que actuar para evitar la “desobregonización” del país que estaba impulsando el gobierno federal en toda la república.23
A mediados de octubre, Prieto Laurens había informado a Obregón que solamente un “reducido número” de miembros del partido no apoyaba su candidatura. En realidad, el Cooperatista se había dividido entre los tres candidatos que figuraban en ese momento: los regidores Luis Coyula y Fernando Saldaña eran alvaradistas, Eduardo F. Islas, por su parte, era gonzalista. Obregón, sabía que Prieto era una pieza de ajedrez fundamental en su campaña política y confiaba plenamente en la disposición que había mostrado en apoyarlo desde mediados de aquel 1919.24 El joven líder cooperatista aseguró que, una vez consolidado el triunfo de su partido en distintos ayuntamientos del Distrito Federal, utilizaría todo su poder político y económico para apoyarlo en su camino a la presidencia.25 Incluso, en la reorganización de su campaña, Obregón acercó a Prieto Laurens con Calles, quien por esos días llegó a la capital del país para unirse al gabinete carrancista.26
El PRS, específicamente los generales Serrano y Garza, fue clave para consolidar la alianza con el Cooperatista y acercarlo con las otras agrupaciones obregonistas para hacer frente al PLC. Esta influencia tuvo impacto en el Congreso de la Unión, ya que algunos partidarios que no querían pertenecer al Liberal Nacionalista decidieron unirse al Cooperatista. Este partido se convirtió en un contrapeso en los momentos previos a la realización de la Convención Nacional, en espera del arribo del caudillo para que terminara con todas las diferencias entre sus partidarios; situación que agradeció, en distintas ocasiones, el propio Obregón.27
Debido a que era riesgoso para la campaña de Obregón depositar toda la responsabilidad y el manejo de la campaña al PLC, el grupo más cercano al sonorense, varios de sus miembros del PRS, paulatinamente, tomó las riendas de la campaña, entre ellos se encontraban Calles, el senador Amado Aguirre, el general Enrique Estrada, el gobernador de Sonora Adolfo de la Huerta, el general Francisco R. Serrano, el diputado Juan de Dios Bojórquez y el licenciado Miguel Alessio Robles.
Desde Querétaro, Calles envió una carta a Obregón el 14 de octubre de 1919. En ésta lo alertaba, como ya lo había realizado De la Huerta, de la forma en que el PLC estaba llevando a cabo la campaña en la capital del país: “De seguir actuando este partido, que está apoyado por Hill, en la forma que lo está haciendo, iremos al desastre, y esto sucederá, porque los buenos revolucionarios no podrán estar en el seno de este partido, e irán formando agrupaciones pequeñas que no tendrán cohesión necesaria, y muchos otros tal vez deserten de nuestro lado”. Le pedía que llegara cuanto antes a la Ciudad de México para buscar un posible acuerdo con Venustiano Carranza y calmar los ánimos de sus seguidores capitalinos,
pero si este no sucede pronto, y se sigue insultando y atacando al Jefe, por los que se llaman nuestros partidarios, día a día, hora a hora, y en todas partes, en la tribuna, en el Parlamento y en la prensa, es lógico concederle el derecho de defensa, que pierda él toda serenidad que debe tener en este caso porque es humano y tome resoluciones que pueden ser perjudiciales altamente, no sólo para nuestros partidos, sino para el país en general.
Obregón contestó afirmativamente a la misiva de Calles y entendió la posible molestia de Carranza por los ataques a los que se enfrentaba.
En mi viaje a esa Capital, tengo esperanzas de influir en el ánimo de los principales líderes del PLC para ver si se consigue moderar esas hostilidades; pero nada podré conseguir, seguramente, si en el Gobierno no predomina un deseo igual al mío y pone de su parte lo que en mi concepto está siendo el principal escollo para alcanzar éxito en la labor de concordia que estoy desarrollando (Méndez 2020, 183).
El PLC podía ocasionar enfrentamientos innecesarios durante la campaña, pues el accionar belicoso del partido distaba del ideal obregonista de llevar a cabo la unión de los diversos grupos anticarrancistas dispersos en el país y en Estados Unidos, entre los que destacaban los miembros de la Unión Liberal Revolucionaria, los zapatistas, los exconvencionistas, los felicistas y los pelecistas; tampoco se podía descartar la posibilidad de la adhesión de algunos carrancistas inconformes, unión que se dificultaría si el PLC no dejaba de atacar a Carranza.
El 23 de octubre de 1919, inició oficialmente la primera gira de Obregón. Recorrería Guaymas, Navojoa, Culiacán, Mazatlán, Acaponeta, Manzanillo, Colima, Ciudad Guzmán, Guadalajara y terminaría en la Ciudad de México; recorrido muy parecido al que había llevado a cabo seis años antes con el ejército del noroeste en el contexto de la lucha contra el general Victoriano Huerta. El 28 de octubre, después de despedirse del pueblo de Nogales, el recorrido inició formalmente (El Monitor Republicano, 28 y 29 de octubre de 1919, 1). En esta primera fase, Obregón aseguraba -como lo había asentado en su manifiesto del 1º de junio- que para resolver todo lo que afectaba al país, lo primero que se debía remediar era la libertad del sufragio, razón por la que Madero se había levantado en armas diez años atrás. Mientras el pueblo mexicano no eligiera a sus mandatarios, no se podría resolver nada (Obregón 1932, 70).
Después de varios meses de estar preparando su arribo a la capital del país “para imprimir un carácter más uniforme a la campaña” y para conferenciar ampliamente con Carranza para saber a qué tenían que atenerse,28 Obregón llegó a la capital del país el domingo 23 de noviembre por Buenavista. En honor a Obregón se organizaron discursos y un desfile integrado por sus partidarios (El Monitor Republicano, 22-24 de noviembre de 1919, 1; El Heraldo de México, 21 y 24 de noviembre de 1919, 1). Dos días después, el sonorense encabezó una asamblea para fijar las coordenadas que debía seguir su campaña dada la presión que comenzaba a ejercer el gobierno. En dicha reunión, se planteó, por primera vez, la conformación de un organismo denominado Centro Director Obregonista. Su fundación se pospuso para febrero del siguiente año dada la crisis propiciada por las elecciones de regidores del ayuntamiento de la Ciudad de México (la fracción cooperatista-obregonista había perdido frente al grupo de Luis Coyula y Fernando Saldaña Galván, inclinados por el arribo de Bonillas a la silla presidencial (El Monitor Republicano, 16 de diciembre de 1919, 3).
La Gran Convención Nacional y la formación del Centro Director de la Campaña Obregonista
La Gran Convención Nacional, ideada por el presidente del partido, José Inés Novelo, fue otro de los puntos más relevantes que se trataron durante esos días entre los peleceanos. Su realización estaba planeada para el primero de enero de 1920 y a ella asistirían todas las agrupaciones políticas que apoyaban la candidatura de Obregón.29
La convocatoria para su realización fue publicada el 24 de octubre de 1919. Su conformación y funcionamiento se regiría por quince puntos. En primer lugar, se asentó que podrían asistir las agrupaciones políticas de “cualquier denominación” (clubes, partidos sociedades o comités) existentes en el país hasta la fecha en que se llevara a cabo la convención y que hubieran postulado a Obregón como candidato; cada una estaría representada por un delegado.
Los objetivos de las sesiones de la Convención serían: a) discutir y aprobar un programa de gobierno; y b) nombrar un Comité Ejecutivo Nacional de la Convención, compuesto de quince miembros, de entre los delegados residentes de la capital del país o que estuvieran de acuerdo en mudarse a ella. Dicho Comité tendría como tarea reglamentar y conformar comités y subcomités en cada estado de la república para “provocar la mayor intensidad en la propaganda electoral y de unificar […] los procedimientos que deben emplearse en dicha propaganda”.
Finalmente, una vez que se aprobara el programa de gobierno, la mesa directiva nombraría una comisión para darlo a conocer al candidato presidencial, quien debía aprobarlo o rechazarlo con sus respectivas observaciones en un plazo de cinco días. La mesa directiva discutiría las anotaciones y críticas del candidato y se lo devolverían para que diera sus impresiones finales. En caso de que persistiera la inconformidad del candidato, la Convención publicaría en los principales diarios del país el programa aprobado y concedería un plazo de quince días a los ciudadanos que aspiraran a la presidencia de la República, y que manifestaran por escrito su conformidad con dicho programa. Finalmente, la Convención reanudaría sus labores para discutir la personalidad de los nuevos candidatos (El Monitor Republicano, 24 de octubre de 1919, 1, 7). El PLC demostró una notable independencia que comenzó a impacientar a los obregonistas, el partido consideraba la posibilidad de estar por encima del candidato y no al revés, como Obregón lo tenía contemplado.
Paralelamente, el PLC reorganizó y amplió su núcleo directivo. El 1º de noviembre de 1919, se dio a conocer la nueva mesa directiva del PLC; estuvo integrada por un presidente, José Inés Novelo; dos secretarios, Eduardo Neri y Rafael Lara; dos prosecretarios, Rafael Ramos Pedrueza y Aurelio Manrique Jr.; un tesorero, el doctor Andrés G. Castro; doce vocales y las comisiones especiales de Hacienda, Propaganda, Investigación y Estadística, Comisión Consultiva y Prensa. La nueva organización era amplia, 60 miembros, que permite observar la multiplicación de las tareas dentro del partido para apoyar la candidatura obregonista. La comisión especial que más incrementó su número fue la de propaganda, liderada por el general Hill. Además a ella, se habían integrado como vocales diversos elementos obreros independientes, pues no formaban parte del grupo cromista. Finalmente, el 16 de noviembre de 1919, la junta directiva comenzó a sesionar (El Monitor Republicano, 1 y 15 de noviembre de 1919, 1).
En enero de 1920, mientras Pablo González e Ignacio Bonillas apenas iniciarían sus campañas políticas, los obregonistas fortalecieron la propaganda de su candidato y comenzaron los preparativos de la Convención Nacional del PLC (El Heraldo de México, 16 de enero de 1920, 1, 12). La mesa directiva estuvo compuesta de la siguiente forma: presidente, Roque Estrada; vicepresidentes, Eduardo Neri y Flavio Bórquez; secretarios, Rafael Martínez de Escobar, Aurelio Manrique, diputado Rafael Saucedo y Luis Sánchez Pontón. Obregón regresó a la Ciudad de México el 23 de enero de 1920, proveniente de Guadalajara, para asistir a la “Gran Convención” (El Monitor Republicano, 23 y 24 de enero de 1920, 1, 4).
El dos de febrero de 1920, iniciaron las sesiones de la Convención en el Hotel St. Francis. El resultado de las sesiones que se realizaron entre el tres y el nueve de febrero fue la creación del CDECAO (Centro Director Electoral Candidatura Álvaro Obregón) que definió oficialmente la plataforma de la candidatura presidencial de Obregón bajo una organización más depurada (Aguirre 1985, 305-306; León 1987, 76-77). El objetivo del nuevo órgano era fortalecer el vínculo entre los diversos partidos y clubes obregonistas para unificar al movimiento y establecer un programa de gobierno.30
El CDECAO tuvo comisiones de propaganda en toda la República, las que debían organizar centros directores estatales para unir a los partidos y clubes obregonistas dispersos en las entidades, y “en las que debían coincidir las personalidades políticas más destacadas para propagar el programa de gobierno y actuar contra los adversarios gonzalistas y bonillistas” (Serrano 2000, 187). El Centro utilizó la organización propagandista llevada a cabo desde finales de 1919; también significó la consolidación de partidos como el Laborista Mexicano, “brazo político de la CROM” y liderado por Morones; el Socialista de Yucatán, de Carrillo Puerto; de un grupo del Nacional Cooperatista, encabezado por Jorge Prieto Laurens; y el Revolucionario Sonorense encabezado por Francisco R. Serrano.
Obregón y sus hombres más cercanos entendían a la perfección que dar independencia a los partidos hubiera sido un grave error, de ahí que buscaran crear un centro aglutinador de todas las agrupaciones que lo apoyaban. De llevarse a cabo, Obregón conseguiría conformar el Gran Partido del que habló en su manifiesto del 1º de junio de 1919. No se comprometió con ningún partido, pero pudo fortalecer alianzas políticas. Obregón quería unificar a partir de sí mismo las diferentes fuerzas que habitaban el ambiente político.
Antes de finalizar febrero, el CDECAO emitió su primera circular por órdenes directas de Obregón, con la rúbrica del presidente, Fernando Iglesias Calderón. En ésta se establecieron los seis objetivos principales del Centro: 1) fomentar la propaganda obregonista en las regiones del país en las que aún no existiera o estuviera “mal atendida”; 2) intensificar la propaganda en las zonas en que era insuficiente; 3) ayudar económicamente a los partidos que apoyaban al Centro; 4) organizar y unificar las candidaturas de diputados y senadores, de acuerdo con las directivas de los partidos que hagan la postulación, para evitar que haya varios candidatos obregonistas al mismo puesto; 5) “ser lazo de unión” entre las agrupaciones obregonistas; y 6) obtener de todos los partidos y clubes obregonistas, nacionales y locales, “información general de sus trabajos, así como de sus zonas de dominio o influencia”, no sólo para intervenir en futuras dificultades, sino para evitar que se atacaran y perjudicaran entre sí los partidarios de Obregón. Dicha circular fue enviada a todos los jefes de clubes o partidos que apoyaban a Obregón.31
Dentro del CDECAO, la participación de diputados y senadores del PLC fue esencial para que Obregón ganara peso en el Congreso. Distintos representantes de ambas Cámaras tuvieron puestos importantes en el Centro, basta citar a Amado Aguirre, Cutberto Hidalgo, José J. Reynoso y José I. Lugo. La inclusión de estos miembros del Congreso de la Unión en el CDECAO permite comprender la forma en que Obregón comenzó a ganar mayor fortaleza en el Legislativo en la etapa decisiva de la coyuntura electoral (Hall 1985, 200).
No obstante, la plana mayor del PLC dio argumentos para que Obregón confiara todavía menos en los partidos políticos, pues afirmaron que la creación del CDECAO era un paso hacia el régimen parlamentario. En pocas palabras, para los peleceanos, el Ejecutivo Federal tenía que guiarse por los postulados del Legislativo (El Monitor Republicano, 10 de marzo de 1920, 1). El partido y Hill mostraban una vez más una independencia de acción que, sin lugar a dudas, no era del agrado del caudillo.
A la formación del CDECAO, la antecedieron las renuncias del gabinete carrancista del general Plutarco Elías Calles, entonces secretario de Industria, Comercio y Trabajo, y del general e ingeniero Amado Aguirre, subsecretario de Agricultura y Fomento. Ambos ocuparon la vicepresidencia del Centro Director. No obstante la decisión del primero de dejar su cargo databa de semanas atrás, incluso Obregón le escribió un telegrama, el 31 de enero, en el que aseguró que formaría parte del comité que agruparía a todos los partidos políticos que lo apoyaban.32
De inmediato, la correspondencia entre Obregón y Calles se incrementó, el primero mantuvo al tanto al segundo del éxito de su campaña y subrayaba encontrar “gran civismo” en las localidades que visitaba. Contrario a ello, Calles informó a Obregón de posibles atentados contra su vida durante el desarrollo de su campaña y le recomendaba que tomara las precauciones necesarias (Méndez 2020, 93).
Con la misma carta, Calles envío a Obregón una copia del manifiesto que el CDECAO publicaría, en breve, en los distintos diarios del país para que fuera conocido en toda la república. Es importante mencionar el destacado papel que empezó a desempeñar Calles una vez que abandonó el gabinete de Carranza. Un ejemplo de ello fue que el CDECAO no había encontrado un domicilio adecuado para llevar a cabo sus trabajos, por ello, durante las primeras semanas la sede fue la propia casa de Calles ubicada en Jalapa núm. 50.33 Calles se mostró optimista con la creación del CDECAO, ya que consideraba que organizaría correctamente la campaña obregonista en todos los estados, pues los partidos regionales estaban decididos a acatar sus disposiciones y ello daría “gran fuerza a la propaganda” (Méndez 2020, 93).
A finales de febrero, como vicepresidente del Centro, Calles, por invitación de los principales líderes obreros, se dirigió a Zacatecas -situación que informó de inmediato a Obregón para saber si podían encontrarse, cuestión que no se concretó ya que el candidato presidencial todavía se recuperaba de la influenza-, lugar que había visitado a finales de 1919 y donde había logrado algunas alianzas con los principales mineros de la entidad, para concurrir a la convención laborista, donde estuvo cerca de Luis N. Morones y de Fernando Rodarte, a quien había tratado en las resolución de las huelgas de Orizaba. Se trataba del fortalecimiento del pacto con los obreros que había tenido como resultado la creación del Partido Laborista, brazo político de la CROM, resultado de la firma de un pacto secreto entre Obregón y Morones en agosto del mismo año que incluía la promesa de crear una Secretaría del Trabajo (El Monitor Republicano, 30 de enero de 1920, 3; Carr 1976, II, 188-189).
El gobierno de Carranza incrementó sus ataques contra los obregonistas. El acecho y ataques en contra de obregonistas fue una constante durante el primer trimestre de 1920, iniciando con los incidentes de San Luis Potosí. El gobernador de la entidad, Severino Martínez, disolvió una manifestación en la capital de la entidad y la policía golpeó a los obregonistas (El Monitor Republicano, 14, 15 y 20 de febrero de 1920, 1). Sin embargo, la llegada de Bonillas a la Ciudad de México, el 21 de marzo, significó el momento más complejo para los partidarios del caudillo (El Monitor Republicano, 21 de marzo de 1920, 1). El resultado fue un grupo de obregonistas detenidos, cerca de setenta, entre los que destacaban cinco diputados de la XXVIII Legislatura: Basilio Vadillo, Ezequiel Ríos Landeros, Martín Barragán, Francisco Reyes y Enrique Meza. Además de los hermanos Alessio Robles, Vito y Miguel, y varios militares (Valenzuela y Chaverri 1921, 141; Matute 1980, 75).
Los obregonistas exigieron al gobernador del Distrito Federal, Manuel Rueda Magro, la liberación de los detenidos. El mismo Obregón se comunicó con Carranza para que se dejara en libertad a sus simpatizantes, pero el presidente hizo caso omiso a la demanda del sonorense. Finalmente, los detenidos fueron puestos en libertad debido a la presión del Legislativo (El Universal, 26 y 27 de marzo de 1920, 1).
Un par de días más tarde, el sonorense envió una carta a Carranza en la que denunció las persecuciones que habían enfrentado sus partidarios, sobre todo, en el Distrito Federal. Carranza contestó y rechazó que se estuvieran llevando a cabo ese tipo de acciones contra sus correligionarios; su objetivo era relacionar a toda costa al movimiento obregonista con crímenes e intentos de revueltas para desacreditarlo (El Monitor Republicano, 26 de marzo de 1920, 1).
Durante los últimos días de marzo, Obregón se dirigió a Tampico, pero hizo una parada en el pueblo Doña Cecilia, lugar que se encontraba “prácticamente en estado de sitio”, y de inmediato los obregonistas tuvieron problemas con el jefe de la policía, Orozco, hombre que seguía órdenes del general Francisco Murguía, un carrancista de cepa (El Monitor Republicano, 2 de abril de 1920, 1). Después del discurso que Obregón realizó en el lugar, Emilio Portes Gil, Aurelio Manrique Jr., Rafael Martínez de Escobar y Manlio Fabio Altamirano fueron detenidos por la policía; Obregón fue protegido por sus partidarios aunque no fue aprehendido. Poco después, Jorge Prieto Laurens y el candidato sonorense se dirigieron a la cárcel para revisar la situación en que se encontraban sus compañeros (Hall 1985, 217). Los obregonistas se mantuvieron en el lugar un breve lapso, pues encargó a Jesús M. Garza y a Emilio Portes Gil resolvieran el asunto (Prieto Laurens 1968, 84-85). En un telegrama, Trinidad W. Flores aseguraba a los peleceanos que Obregón se encontraba en una región peligrosa por lo que era necesario que dejara la zona y se trasladara al centro del país (Matute 1985, 138).
El cuatro de abril en Monterrey, Nuevo León, finalizó la primera campaña obregonista. La razón: un citatorio para declarar sobre “el caso Roberto F. Cejudo”, personaje vinculado con Félix Díaz y quien supuestamente mantenía comunicación con Obregón para preparar una rebelión contra el gobierno (Matute 1980, 75; El Monitor Republicano, 4 de abril de 1920, 1). Ese mismo día, Obregón ofreció un discurso en el que afirmó que enfrentaría el juicio relacionado con el contrarrevolucionario Cejudo, criticó a los periódicos gobiernistas que injuriaban “al candidato del pueblo”, pero aseveró que el “fallo de la justicia” le sería favorable y continuaría su campaña rumbo a la presidencia (Vasconcelos 1920, 98).
En su viaje a la capital del país y gracias a la intervención de Jorge Prieto Laurens y otros cooperatistas como Jacinto B. Treviño, Obregón se reunió con Pablo González; juntos sellaron la ruptura con Carranza. El caudillo, antes de ser procesado, huyó de forma novelesca hacia Guerrero, gracias al apoyo del ferrocarrilero, Margarito González. Al mismo tiempo, Hill y otros peleceanos, quienes comenzaban a quedarse solos en la Ciudad de México, lograron sellar la alianza con los zapatistas, fundamental para los meses posteriores.
Paralelamente, desde el 27 de febrero, Calles escribió a Obregón para ponerlo al tanto de los planes que preparaba Carranza, a una carta adjuntó un intercambio epistolar entre los generales Manuel M. Diéguez, jefe de operaciones del Pacífico, y Juan José Ríos, jefe de operaciones en Sonora -quien había sustituido al finalizar 1919 al general Juan Torres S., un declarado obregonista-, donde se preparaba el envío de tres mil hombres al mando de Diéguez y la imposición de Cesáreo G. Soriano en la gubernatura de Sonora cuando se ocupara la plaza de Hermosillo (Valenzuela y Chaverri 1921, 84). La correspondencia de Ríos y Diéguez vislumbraba el inminente inicio de una nueva “guerra civil”.34 Calles aseguraba a Obregón haber obtenido la información “por casualidad y por un rasgo de audacia de un amigo” y se la enviaba a través del doctor y senador Cutberto Hidalgo. Debido al contenido de los mensajes, Calles consideró necesario viajar a Sonora una vez que asistiera a la convención laborista.35
Al finalizar marzo, al mismo tiempo que se desarrollaba el intercambio epistolar entre De la Huerta y Carranza sobre el río Sonora y el posible conflicto si se enviaban tropas a Sonora para pacificar a los yaquis, Calles ya sin ningún cargo oficial se dirigió a su estado natal para apoyar a De la Huerta (Méndez 2020, 95). Desde ese momento, el exsecretario de Industria, Comercio y Trabajo comenzó los preparativos para iniciar una nueva rebelión, la de Agua Prieta que estalló definitivamente el 23 de abril de 1920.
Ambos grupos, los peleceanos y los sonorenses, fueron aliados coyunturalmente. La llegada de Obregón a la silla presidencial demostró lo facturada que había nacido aquella plataforma política.
Conclusiones
En diciembre de 1921, solamente un año después del ascenso de Obregón a la presidencia, el PLC rompió definitivamente con el caudillo y el Grupo Sonora. Como se ha observado en este artículo dicha situación era algo inminente, ya que el vínculo con Obregón era precario, muy frágil, debido a los distintos intereses políticos de ambas partes. Esto se debió, en gran medida, a la naturaleza de los partidos y agrupaciones políticas de la época, su influencia y margen de acción dependían de los caudillos, de los hombres fuertes, por lo que se creaban alianzas y coaliciones coyunturales para llevar a éstos a la silla presidencial.
Mucho se ha escrito sobre la década revolucionaria y el arribo del Grupo Sonora al poder en junio de 1920 y el posterior inicio de la presidencia de Obregón en diciembre del mismo año. No obstante, hemos prestado poca atención a las pugnas internas del obregonismo en su primera campaña presidencial. El hilo conductor de este análisis ha sido justamente la división frente a la cohesión del naciente Grupo Sonora; es decir, la compleja relación entre las fuerzas centrípetas y centrífugas durante la primera campaña electoral obregonista.
Como se ha escrito, el triunfo sonorense se debió a la heterogénea red política compuesta, principalmente, por los peleceanos y los sonorenses; que se disputaron, en todo momento, el liderazgo de la campaña. Sin embargo, cada uno de estos grupos desempeñó tareas muy precisas entre 1919-1920, que es posible analizar en retrospectiva. Los peleceanos impulsaron la ruptura con Carranza y acercaron a Obregón con distintos grupos contrarrevolucionarios dispersos en el país. Los sonorenses, a través del Partido Revolucionario Sonorense -subestimado por la historiografía debido a su carácter regional- y para restar poder al incómodo PLC, crearon vínculos con otras agrupaciones políticas menores como el Partido Nacional Cooperatista, el Partido Socialista de Yucatán y, sobre todo, con los obreros organizados de la CROM, quienes desde finales de 1919 crearon el Partido Laborista Mexicano, brazo político de la confederación para apoyar a Obregón. En dicho vínculo, Plutarco Elías Calles (secretario de Industria, Comercio y Trabajo de mayo de 1919 a febrero de 1920) fue fundamental, debido a que se acercó al sector obrero, particularmente en Veracruz, y terminó exitosamente con una serie de huelgas en fábricas textiles, al tiempo que realizaba propaganda favorable al obregonismo.
Si el PLC aceleró la ruptura política con Carranza, fue el grupo de sonorenses, encabezados por el gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, y el general Plutarco Elías Calles, quienes transformaron dicha fractura en una rebelión armada contra su antiguo jefe. Este grupo fue el que inició la última revuelta triunfante en la historia mexicana: la de Agua Prieta en abril de 1920.