La historia mínima de la globalización temprana de Bernd Hausberger ofrece una reflexión de amplio aliento sobre las condiciones que hicieron posible el proceso de expansión e integración de diferentes regiones del mundo desde el siglo XVI. A diferencia de la mayoría de la historiografía que se enmarca dentro de la historia global, que se ocupa fundamentalmente del mundo anglosajón y en cierta medida de China, el autor se da a la tarea de mostrar, desde una perspectiva latinoamericana, “una historia multipolar, en la que ni Occidente ni China dominaban el desarrollo, aunque hayan sido las regiones más ricas o activas”, persiguiendo como aporte principal de la obra “matizar el enfoque de la investigación sobre la globalización temprana” (p. 11).
El autor define a la globalización como “el proceso de construcción de un amplio entramado de relaciones de diversa índole que en su conjunto cubrían el globo y asume que tal proceso se inició en el siglo XVI”. La temporalidad propuesta como punto de partida no excluye que con anterioridad se hayan establecido contactos entre diferentes regiones, pero la entrada del continente americano a la dinámica global, en el siglo XVI, permitió una circulación más integrada y a mayor escala de los intercambios comerciales, así, Hausberger entiende a la historia global como una “historia de la integración, diferenciación y vinculación de espacios”.
La obra es una versión revisada del libro Die Verknüpfung der Welt, publicado en Austria como parte de una serie editorial sobre historia global en la que Hausberger ha colaborado con otros autores.1 En este sentido, es importante señalar que el libro es el resultado de un profundo trabajo de inmersión y diálogo entre el autor e historiadores inscritos en distintas regiones del mundo que abrevan de diversas historiografías, de esta manera, permitiéndole ofrecer una visión amplia, informada y con bibliografía de vanguardia sobre el tema en cuestión.
El volumen está dividido en un prólogo, siete capítulos y una sección de consideraciones finales. En el primer capítulo, denominado “historia global y globalización”, el autor reflexiona sobre la diferencia entre historia global e historia de la globalización. Entiende a la primera como aquella que se interesa en las “relaciones, interacciones e interdependencias suprarregionales y transfronterizas de todo tipo que se han dado a lo largo de los siglos y a escala global” (p. 15). Por otro lado, considera que, en términos generales, el término globalización se aplica “al desarrollo actual que empieza, para la mayoría de los científicos sociales, en la segunda mitad del siglo XX” (p. 15), por lo tanto, teniendo un alcance mucho más reducido que el de la historia global.
En el segundo apartado, titulado “periodizaciones de la historia global”, Hausberger, problematiza el concepto “path dependence”, el cual sostiene que “considera los fenómenos de larga duración y, en específico, destaca que desarrollos pasados, a pesar de las condiciones en que ocurrieron, cambiaron o desaparecieron, dejaron su impronta en desarrollos posteriores, los cuales no pueden entenderse sin atender su trayectoria” (p. 15).
En este tenor, sustenta que si bien no se debe perder de vista la perspectiva historicista de los procesos en cuestión, “no desecha que hayan ocurrido cambios puntuales o importantes que puedan servir para estructurar el continuo histórico en periodos o épocas” (p. 21).
Uno de los principales problemas al hablar de historia global es su periodización, es decir, ¿cómo establecer periodos o cortes temporales en consenso que no entren en conflicto con las diversas historias nacionales y regionales? En este apartado, el autor nos ofrece un análisis sugerente sobre los problemas, propuestas y perspectivas que dialogan al momento de intentar establecer cortes temporales que sean adecuados para abordar la historia global, para lo cual hace un recuento, de manera retrospectiva, partiendo del siglo XIX al XVI (con algunos antecedentes de éste), de los procesos que considera como globalizadores.
En el tercer capítulo, denominado “cosmografía y conocimiento del mundo”, reflexiona sobre la transformación de los conocimientos geográficos a partir de la expansión e intensificación de los intercambios en el ámbito global. Sostiene que el incremento en los conocimientos del espacio dio lugar a la aparición de representaciones de la tierra mucho más precisas, que provocaron la emergencia de una concepción del mundo global, así “en el siglo XVI se estableció una idea realista del globo, de su tamaño y de la distribución de los continentes, a partir de las experiencias de los navegantes” (p. 39).
En el cuarto apartado, denominado “imperios y estados”, Hausberger parte de la propuesta de Herfried Münkler, quien considera a los imperios como creadores y garantes de extensas configuraciones de orden que, hacia 1800, ocupaban el 55 % de la superficie de la tierra, y que fueron actores centrales en el proceso de globalización temprana. Estos amplios conjuntos son abordados por el autor como “aglomeraciones heterogéneas y débilmente centralizadas de regiones, pueblos y etnias atados al centro por diferentes grados de dependencia” (p. 53).
En el quinto capítulo, titulado “religión y misión”, analiza la expansión de las religiones universalistas, las cuales, al igual que los imperios, generaron una dinámica propia de expansión, para lo cual colaboraron estrechamente con los imperios (p. 89).
En el sexto capítulo, denominado “expansión mercantil y división global del trabajo”, que es el más extenso de la obra, el autor revisa el papel que el comercio lejano, especialmente el marítimo, tuvo en la formación de las redes y vínculos analizados en la obra.
En el séptimo y último capítulo, titulado “los actores sociales en movimiento”, Hausberger indaga sobre la “agencia social” de las personas en la temporalidad estudiada, a partir de movimientos migratorios, que si bien fueron menores que los ocurridos hacia el siglo XIX o XX, esta movilidad de personas, dentro de un contexto de interconexión a nivel global, configuró una sociedad multicultural. El autor propone que esta conectividad no sólo permitió el desplazamiento de personas de un lugar a otro, sino que amplió el margen de acción de determinados individuos.
El análisis del profesor Hausberger permite dimensionar la complejidad que implicó el proceso de globalización temprana desde una perspectiva espacial. De entre los múltiples aciertos de la obra, cabe señalar que realiza una reflexión de largo aliento sobre los elementos inherentes al fenómeno de la globalización y, por otro, ofrece al lector un ejercicio de profundo análisis historiográfico desde esta nueva subdisciplina o enfoque de investigación.
Así, este nuevo volumen de la colección Historia Mínima de El Colegio de México, se convierte en un texto de gran relevancia para el estudio, desde una perspectiva más amplia, compleja y problematizada, de los fenómenos globales que incidieron en la configuración del mundo a partir del siglo XVI, la cual, como el autor sostiene, “contribuye a nuestro entendimiento de los procesos históricos al prestar atención a las relaciones, redes, e interacciones que rebasan las fronteras habituales entre Estados, naciones, culturas y civilizaciones” (p. 16).
En una época en la que nos enfrentamos a nuevos escenarios y una reconfiguración geopolítica del mundo, la Historia Mínima de la Globalización Temprana es un texto pertinente y de gran ayuda para abordar las problemáticas de nuestra sociedad contemporánea.
Podemos ubicar a la obra dentro de un amplio movimiento historiográfico, emprendido por autores de primera línea, que buscan entender su práctica desde una perspectiva a gran escala, de dar una explicación de mayor amplitud y aliento a los problemas historiográficos que lo han ocupado a lo largo de su trayectoria. La obra es uno de los primeros aportes que desde Latinoamérica se ofrecen para comprender la dinámica del mundo globalizado, región que ha sido marginada, por no decir olvidada, por la historia global.
Considero que la obra del profesor Hausberger cumple con creces su intención de servir de estímulo para pensar la historia de una manera no tradicional, que trascienda los espacios regionales de los Estados nacionales, y que permita que los investigadores latinoamericanos inserten su práctica en un circuito mucho más amplio.