Heródoto presenta en su obra un conjunto de discursos directos, los cuales cumplen una función dramática en la trama del relato. Estos discursos han sido estudiados por su valor como piezas retóricas, pero fueron dejados de lado por parte de los historiadores debido a su carácter “ficcional”. El diálogo entre Jerjes y Demarato forma parte de este conjunto de discursos.2 El diálogo es introducido por Heródoto en el marco del relato sobre las “Guerras Médicas” (libros VI-IX), el mismo se lleva a cabo en el momento previo a la expedición que los persas preparan contra los griegos. El diálogo se origina a partir de una solicitud de Jerjes, rey de Persia, a Demarato, ex rey espartano exiliado en Persia. En ese diálogo Demarato desarrolla un argumento a favor de la supremacía del νόμος, lo cual en el contexto del siglo V a. C. se puede enmarcar en el debate en torno a la antítesis νόμος-φύσις.3 Muchos especialistas han considerado que la representación del νόμος como un elemento positivo y favorable como explicación de la supremacía de los griegos, debe entenderse como un argumento con un “aire familiar sofístico”.4 En este sentido, la argumentación atribuida a Protágoras de Abdera en torno al nómos como motor del progreso humano, la cual es transmitida por Platón en el “mito de Prometeo”, junto con su modelo argumentativo denominado “discursos dobles” y las posiciones epistemológicas caracterizadas como “relativistas”, suelen ser consideradas como la fuente de dicho “aire sofístico”.5 Rosalind Thomas ha matizado y renovado esta posición, ella considera que el vínculo entre Heródoto y la sofística es producto del ambiente intelectual de su época,6 y que el diálogo debe ser comprendido en el marco del debate entre νόμος y φύσις desarrollado en el siglo v a. C. Para sostener su interpretación ella argumenta que Heródoto y los sofistas habían estado conectados por un vínculo de “influencia”.
En este artículo me propongo mostrar que el discurso herodoteo opera como “acto de intervención intelectual” en el marco del debate νόμος-φύσις desarrollado en el siglo v. Para ello sugiero que en el diálogo de Jerjes y Demarato se encuentra una recepción del debate νόμος-φύσις, ante lo cual Heródoto se posiciona de manera antagónica con respecto a Protágoras, puesto que él interviene en este debate como un intelectual activo de su época. Por consiguiente, este no actúa como mero “reproductor” de ideas, sino que su exposición del diálogo es una toma de posición ante el debate φύσις-νόμος. Para ello me propongo analizar los pasajes mediante los cuales, considero, el historiador de Halicarnaso introduce elementos de este debate, así como algunas de las estrategias discursivas que le permiten alejarse de ciertas posiciones políticas, algunas de ellas atribuidas por la tradición a Protágoras de Abdera.
Los conceptos del debate: φύσις-νόμος
El diálogo entre Jerjes y Demarato es introducido por Heródoto en 7.101-104, en el marco del relato sobre las “Guerras Médicas” (libros VI-IX). El discurso se lleva a cabo en el momento previo a la expedición que los persas preparan contra los griegos. En este pasaje Jerjes, rey de Persia, le solicita su consejo a Demarato, ex rey espartano exiliado en Persia quien opera como informante. Este diálogo gira en torno a la caracterización de los griegos y los persas. En este, Demarato establece la supremacía del νόμος como virtud de los griegos, ante lo cual Jerjes lo increpa y cuestiona sus argumentos. El pasaje ha sido interpretado por parte de la crítica especializada como un diálogo construido a partir de elementos “sofísticos”, principalmente articulados bajo la antítesis entre φύσις y νόμος.7
El diálogo inicia cuando Jerjes solicita a Demarato que defina la identidad del griego en tanto su enemigo: “Ahora, dime <sc. Demarato> si los griegos tomarían las armas (χεῖρας) y me ofrecerían batalla”.8 Ante dicha solicitud Demarato realiza una caracterización de los griegos: en ellos prima la sabiduría (σοφία) y la ley (νόμος). Pero también describe a los espartanos: ellos no aceptarían la esclavitud, combatirán con Jerjes y no les importará el número de hombres que los ataquen.9 Como respuesta a la caracterización de Demarato, Jerjes objeta estos puntos apelando a distintas ventajas de los persas: superioridad física,10 superioridad en número11 y gobierno de un solo hombre.12 Demarato responde con un alegato respecto de la supremacía del νόμος como ventaja de los griegos,13 ante lo cual Jerjes da por concluido el diálogo: “Jerjes tomó sus palabras a risa y no dio ninguna muestra de enojo, sino que, de modo benigno, le indicó que se retirara”.14
En lo que respecta al argumento sobre “la supremacía del νόμος”, éste gira en torno a la especificidad de la noción griega de νόμος a diferencia de la del bárbaro. Heródoto pone de manifiesto que en el nivel terminológico ambos utilizan la misma palabra, mientras que en el nivel conceptual se representan cosas distintas. Por ello, Demarato cumple la función discursiva de “traducir” el concepto y hacerlo comprensible para el rey de Persia; esta estrategia discursiva, por tanto, no es una refutación de los argumentos de Jerjes, sino un desplazamiento conceptual.15 En su primera intervención Demarato había establecido la ἀρετή (“excelencia”) como valor: “en Grecia la pobreza es natural (σύντροφος),16 mientras que la excelencia (ἀρετή) es adquirida,… y con su ejercicio <sc. de la ἀρετή> los griegos se defienden de la pobreza y el despotismo”.17
En su argumento la adquisición de la ἀρετή opera como elemento que permite a los griegos superar su condición natural. Mientras que, ante la burla y la refutación de Jerjes,18 Demarato se propone clarificar en qué sentido el νόμος es, entre los griegos, el garante de su ἀρετή. Para transmitir esta idea, Heródoto, a través del discurso atribuido al personaje de Demarato establece el significado de dos términos clave para entender el lugar de νόμος: ἐλευθερία y δεσπότης.
Ἐλευθερία es entendida por Jerjes como una individualidad no sujeta a un líder (ἀνειμένοι δὲ ἐς τὸ ἐλεύθερον);19 mientras que para Demarato, en cambio, ésta solo es posible a través de la sumisión al νόμος, por lo cual solo la legalidad política instituida por la ley permitiría a los hombres ser libres. Jerjes define este tipo de libertad como “libertinaje” y “anarquía” ya que nadie gobierna; sin embargo, de acuerdo con el argumento del espartano; este tipo de libertad evade tal acusación, ya que el νόμος actúa como δεσπότης. El νόμος, entonces, opera como unidad bajo la cual se agrupan los individuos -i. e., como elemento de cohesión social- y que les permite superar su condición natural -i. e., en tanto garante de la excelencia (ἀρετή) guerrera de los espartanos. En el argumento de Demarato se puede observar una respuesta a la objeción de Jerjes; sin embargo, el argumento no refuta las afirmaciones del rey de Persia, sino que aclara los términos (ἐλευθερία, δεσπότης) que permiten afirmar y, por tanto, comprender correctamente la supremacía del νόμος sostenida por Demarato.
Basado en sus estudios sobre los discursos directos en las Historias, Albrecht Dihle argumentó que se pueden discernir argumentos de dos tipos distintos. El primero se relaciona con la “etnografía jónica” y lo hacen quienes afirman la influencia del ambiente en el desarrollo del individuo (como se expresa en el tratado hipocrático Sobre los aires, aguas y lugares).20 Los segundos son los argumentos “sofísticos”, según los cuales el νόμος ejerce una fuerza que opera sobre la pólis en su conjunto. Dihle considera que el diálogo entre Jerjes y Demarato -un diálogo donde se expone la superioridad del νόμος- revela que Heródoto adopta una posición sofística.21 Sin embargo, Thomas discute la distinción que hace Dihle entre un argumento etnográfico-jónico y uno sofista, en tanto considera que, si bien en Heródoto hay un vínculo entre el medioambiente y el carácter de los pueblos, este vínculo no tiene la misma fuerza explicativa que en el tratado hipocrático, sino que aparece silenciado y de modo ambiguo.22 Sin embargo, ella afirma que la oposición entre νόμος y φύσις se puede encontrar en Heródoto, porque en su esquema narrativo el νόμος explica todo.23 Esta posición, según ella, había alineado a Heródoto con los sofistas, quienes no solo consideran que estos conceptos son contradictorios entre sí, sino que también sostienen que uno es superior al otro. Para Thomas este diálogo se inscribe en el universo intelectual del debate sofístico, de modo que el recurso a argumentos “naturales” por parte de Jerjes (superioridad física de los persas, el miedo como factor de autosuperación), así como la centralidad del νόμος en el argumento de Demarato (la superioridad de la ley entre los griegos, la ἀρετή como factor de autosuperación), reproducen argumentos que circularon en dicho ambiente intelectual.24 Por ello, respecto de la cuestión de la afiliación intelectual y la influencia, Thomas, al igual que Dihle, considera que Heródoto estuvo influenciado por el pensamiento sofístico.25 Para ambos comentaristas el énfasis del análisis está puesto en el contenido de los discursos, de modo que la “influencia” radica en la reproducción de alguna tesis sostenida anteriormente por otro autor. Para el caso de Heródoto muchos especialistas han visto una filiación principalmente con Protágoras.26
Si bien en el argumento sobre la supremacía del νόμος se puede observar la utilización de términos asociados con ciertas posiciones de intelectuales del siglo V (νόμος, φύσις, σοφία, ἀρετή, ἀληθεία, δόξα), también se observa una clara estrategia de resemantización de los conceptos respecto de éstos. Ello pone en evidencia que estos términos remiten a “conceptos problemáticos” cuyos significados, en ese contexto, están siendo discutidos. No obstante, en el relato se pueden observar elementos del debate φύσις-νόμος, pero ello no implica que Heródoto sea un mero reproductor de tesis sostenidas en su tiempo. El historiador de Halicarnaso, al igual que el resto de los intelectuales del siglo V, no es un “espectador” de ideas, sino que forma parte de un ambiente en el que estas ideas son discutidas.27
Explicaciones como las de Dihle y Thomas, así como aquellas que siguen este tipo de modelo explicativo, se encuentran en una aproximación típica de la “historia de las ideas”: la explicación por influencia. Este tipo de explicación asume que las “ideas” son entidades que se pueden transmitir de un período a otro o de un autor a otro y que se mantienen idénticas en el tiempo. El concepto de “influencia”, ya sea que esté basado en una epistemología positivista o historicista, funciona en ambos casos como un elemento que da unidad a la idea. Este concepto presupone que una idea C ejerce influencia sobre la idea E si y solo si la idea C produce un efecto sobre la idea E. La concepción de “influencia” como “producción” se basa tanto en un modelo de antropomorfización de las relaciones de causación,28 así como en la noción de conservación.29 Esto se debe a que las ideas son consideradas como un “estado de cosas”, es decir, asociadas con características que perduran en el tiempo. Este tipo de modelo actúa como una explicación causal, que durante el siglo XIX -en el contexto del surgimiento del naturalismo en las ciencias sociales- fue crucial para el establecimiento de la historia como una disciplina científica. Sin embargo, esto presupone una cierta concepción fisicalista de la causalidad histórica en la medida en que requiere un contacto (ya sea leyendo un trabajo, conociendo sus ideas, compartiendo espacios intelectuales comunes, etc.) y en muchos casos, a falta de otras evidencias, se le toma como un elemento determinante para establecer la continuidad y prolongación de la misma “idea” de un pensador a otro. El contacto, a su vez, implica un cierto compromiso ontológico, ya que funciona como un elemento que permanece idéntico a sí mismo a pesar de los cambios y, por esta razón, sirve para explicar tanto la coherencia como la unidad de las ideas. Este tipo de explicaciones presenta algunos problemas, por un lado, atribuye la carga explicativa de la influencia a algún vínculo o contacto físico que opera como factor necesario y suficiente para la explicación; por otro lado, atribuye a las ideas ciertas propiedades que son reconstruidas a posteriori.
Este tipo de explicaciones, por un lado, utiliza una lógica que se puede inscribir en el dominio de las explicaciones por cobertura legal, puesto que se asume como premisa una ley de causalidad por influencia que vale para todo tipo de ideas, se pone como condición inicial algún tipo de contacto entre los agentes y se concluye la influencia de unos sobre otros. Sin embargo, en el campo de la explicación histórica, tal como lo ha mostrado Clayton Roberts, este tipo de explicaciones presenta una “falla de macrorrelación”, es decir, pretenden hacer descansar sobre estructuras generales simples a estructuras mucho más complejas y, en algunos casos, irreductibles a sus partes.30 Pero, por otro lado, asumen un compromiso ontológico al atribuirle a las ideas un conjunto de propiedades que las determinan como entidades cerradas y autosuficientes que tienen la capacidad de perdurar en el tiempo como idénticas a sí mismas. El problema de este tipo de ontologización de las ideas radica en que presuponen un núcleo invariable de significado que escapa a la historización y opera como factor explicativo de la unidad del proceso de influencia. Por este motivo, consideramos que una perspectiva conceptual nos permitirá recuperar el análisis histórico de los textos en el marco de la lógica de la coligación narrativa que implica el discurso historiográfico.31
La “recepción polémica” del debate φύσις-νόμος
El análisis del diálogo entre Jerjes y Demarato se realizará a partir del uso del concepto de “recepción polémica”. Ello nos remite, por un lado, a la recepción como la incorporación de un concepto en una trama conceptual nueva, con la cual interactúa y se ve modificado, mientras, a su vez, modifica la trama; por otro lado, su carácter polémico radica en que se pone en discusión aquello que el concepto propone representar, es decir, no asumimos al concepto como una unidad cerrada y autosuficiente, sino como un elemento dinámico cuyo significado es puesto en discusión. Por ello, consideramos que el concepto de “recepción polémica” resulta pertinente en tanto escapa a los compromisos ontológicos de la explicación por influencia y nos aporta herramientas para pensar las tensiones, apropiaciones y rechazos de los conceptos en el tiempo. Para ello, nuestro análisis debe considerar las “tramas conceptuales”, es decir, las redes de conceptos interrelacionados que resumen conexiones entre distintos conceptos, las cuales en el plano cognitivo promueven el cambio conceptual.
En el caso del diálogo entre Jerjes y Demarato, tenemos que analizar entonces las tramas conceptuales que presenta el texto y permiten al autor de la obra establecer nuevas posiciones. Como se puede observar, Demarato no rechaza la valoración positiva del “gobierno de uno solo” realizada por Jerjes, sino que lo re-traza, es decir, traza una nueva trama. En su argumento, Demarato sigue operando con la “lógica despótica” según la cual “el gobierno de uno solo” funciona como elemento de cohesión social, el cual garantiza la superación de la condición natural (i. e. la inferioridad numérica). Para Demarato, en cambio, esa función no la cumple un solo hombre, sino el νόμος.32 Ello se debe a que el νόμος ejerce temor, aún más que el tirano; dice lo que hay que hacer, y siempre manda lo mismo.33 Estas características atribuidas al νόμος antes que acercarlo a Protágoras, lo colocan en una posición antagónica. Ello se debe a que delimita una posición con argumentos en favor del “νόμος divino”,34 una perspectiva defendida por los sectores aristocráticos del período arcaico (i. e. un principio que unifica la multiplicidad de los νόμοι empíricos).35 De esta manera, los conceptos presentados como problemáticos en cuanto a su significado -i. e. νόμος, φύσις, σοφία, ἀρετή, ἀληθεία, δόξα- cumplen la función de “nodos”, lo que permite la articulación de una nueva trama, en este caso, bajo la forma de la “narración histórica”.
Ahora bien, en el nivel del macrorrelato, el argumento de Demarato define el factor relevante para explicar la ventaja de los griegos sobre los persas, el cual le permite fundamentar la superioridad de los griegos. En la narración de Heródoto este argumento adquiere un valor positivo, el cual se traslada también al contenido del discurso de Demarato. Ello se puede comprobar cuando el propio Jerjes en 7.234, luego de la batalla de las Termópilas, confirma el carácter verdadero de dicho discurso.36 El valor de la verdad es colocado en la trama como un valor positivo debido a su verificación fáctica, lo que produce un desplazamiento del plano veritativo al valorativo. Sin embargo, este desplazamiento es un efecto de la narrativa de Heródoto, ya que éste es quien decide ubicarlo en ese punto del relato. Por lo tanto, la evaluación positiva surge no sólo de la verificación, sino del lugar que ocupa en la trama. Además, podemos inferir que Heródoto es quien realiza la evaluación positiva, no Jerjes. El discurso de Demarato, entonces, cuyo discurso se valora positivamente en la trama de la narración, expresa opiniones con las que Heródoto mismo está de acuerdo.
Ellen Millender, en cambio, considera que en la obra de Heródoto en general hay una representación peyorativa de los espartanos, por lo cual en este pasaje el historiador de Halicarnaso estaría equiparando el accionar persa con el accionar espartano para indicar ese aspecto despectivo.37 De modo que, para ella, el discurso de Demarato no representaría la posición de Heródoto, sino más bien lo que el historiador rechaza: el despotismo y el laconismo. Sin embargo, es importante considerar que Demarato es presentado por Heródoto como un personaje cuya identidad discursiva es “indefinida”. Demarato habla desde tres lugares: su condición de griego, espartano y exiliado,38 pero sin pertenecer por completo a ninguno. Esto lo coloca en un espacio liminal. A pesar de la representación peyorativa de los espartanos señalada por Millender, Heródoto en su narración construye a Demarato como un personaje ambiguo o indefinido. Por lo tanto, esta caracterización podría permitir a Heródoto expresar sus propias opiniones a través de las palabras puestas en la boca de Demarato. En este caso, esto estaría marcado por el valor positivo que, como acabamos de señalar, Heródoto da a las palabras de Demarato en la trama de la narración.
Por ello, si bien el relato utiliza términos que intervienen en el debate νόμος-φύσις, ello no implica que formen parte de las mismas tramas conceptuales sino que, como se puede observar, Heródoto traza su propia trama. De modo que él no reproduce ideas pre-concebidas, sino que re-semantiza los términos; esto lo coloca en una posición de intervención intelectual en torno a la discusión respecto de su significado. Esta situación, a su vez, pone en evidencia el carácter problemático de su referente (debido a que los intelectuales disputan en torno a su significado); y, al mismo tiempo, manifiesta el papel controvertido desempeñado por Heródoto en el marco intelectual de su tiempo (porque interviene en debates sobre el significado de los conceptos).
Asimismo, la narrativa de Heródoto re-articula los conceptos que componen la oposición entre νόμος-φύσις. Por tanto, el diálogo entre Jerjes y Demarato constituye una “recepción polémica” de los debates intelectuales de su tiempo. “Recepción” porque la introducción de este diálogo en la trama de su narrativa acepta los problemas de su tiempo; pero “polémico” en la medida en que su Historia se propone como un modo de intervención en este debate. Heródoto, como dijimos, no es un mero espectador o reproductor de ideas, sino un agente intelectual que toma una posición y argumenta a favor de ella.
Otredad e inferioridad
El diálogo entre Jerjes y Demarato forma parte de la trama narrativa del discurso directo incluido entre “los debates persas”. Éstos permiten a Heródoto mostrar que el debate en sí no es una práctica exclusivamente democrática, sino que es concebible también en la monarquía persa. Asimismo, permiten a Heródoto mostrar que las reglas del debate difieren entre los griegos y los persas: en el caso del debate persa para poder hablar es necesario tener un cierto estatus; en este caso, Demarato es un antiguo rey espartano. Además, este debate forma parte de una serie de discursos sobre la expedición a Atenas; los otros debates se producen durante la asamblea de generales que se reúnen para discutir la expedición a Atenas (Hdt. 7.8-11, ed. 2015) y la discusión sobre la ratificación de las líneas desarrolladas en la asamblea de generales (Hdt. 7.45-52, ed. 2015).39
La introducción de estos debates muestra que Heródoto sitúa estos discursos en la posición del “otro”. El espacio físico donde tienen lugar los debates es el espacio persa; éstos no fueron representados como prácticas atenienses, ni siquiera para marcar el modo antagónico del debate griego con respecto a los persas, como podemos observar en Persas de Esquilo.40 Cada uno de los debates -el que se da entre Jerjes y Demarato, así como el debate constitucional (Hdt. 3.80-82, ed. 2015) y el debate sobre las expediciones persas contra Grecia (Hdt. 7.8-11, ed. 2015)- tiene lugar en el centro del poder persa. Además, en la mayoría de estos discursos, el hablante se coloca en la posición de “enemigo”, definido como tal al debatir una expedición o al discutir las características del pueblo griego. Por lo tanto, el espacio simbólico donde se desarrolla el debate adquiere un valor negativo. Sin embargo, Heródoto decide dónde representar ciertas acciones y bajo qué condiciones hacerlo; la trama y el valor atribuido a las acciones es un efecto del discurso del historiador en lugar de una imposición factual. La alteridad asociada con el concepto de debate adquiere un carácter negativo debido al lugar que Heródoto decidió otorgarle en la historia. Además del valor negativo del espacio, Heródoto otorga un valor negativo al enunciador colocándolo en una posición de alteridad. ‘Lo griego’ es puesto en boca de Demarato, un espartano -es decir, el ciudadano de una pólis griega que Heródoto describe como preocupado por los actos antes que por las palabras (Hdt. 3.461-462, ed. 2015), representación que formaba parte del imaginario de la época en torno a los espartanos-,41 lo cual no es un dato menor, pues, le permite poner de relieve la alteridad de Demarato incluso dentro del mundo griego. De manera que, Demarato en tanto enunciador del argumento en torno a la superioridad del νόμος, al igual que el espacio en el que se desarrolla el debate, adquiere un carácter negativo.
En cuanto al uso del lenguaje, el relato de Heródoto introduce elementos que colocan a los enunciadores en ciertas posiciones discursivas organizadas dentro de los criterios marco de superioridad e inferioridad. Jerjes se encuentra en una posición de poder; esto es evidente por el uso de verbos imperativos y volitivos en su discurso,42 y por el uso de interpolaciones narrativas que indican sus órdenes o posición de superioridad.43 Sin embargo, que este poder se caracteriza como despótico y petulante es evidente a partir de la actitud jactanciosa de Jerjes frente a su informante.44 Mientras que Demarato, por otro lado, está ubicado en una posición “fronteriza”; aunque su discurso tiene lugar en un espacio persa, está claro que habla como griego.45 Pero, al mismo tiempo, la narración enfatiza su condición de subordinación, en tanto remarca su condición de “exiliado” y “refugiado”.
Por todo ello, podemos inferir que aquí Heródoto pone de manifiesto los aspectos fácticos a partir de los cuales se pronuncian ambos discursos: la posición de inferioridad de uno respecto del otro. De este modo, las estrategias narrativas que Heródoto utiliza permiten poner de relieve la recepción polémica de los conceptos, en tanto las tramas discursivas le permiten poner en tensión el significado de los términos, discutir el lugar que éstos ocupan en el ámbito de las representaciones y tomar posición ante ello.
Texto y contexto
Debido a que el texto de Heródoto tenía la intención de servir principalmente como una lectura pública, éste asume un aspecto performativo,46 mediante el cual el autor interactúa con su auditorio. Por lo tanto, el texto presenta marcas discursivas que cumplen la función de interactuar con sus oyentes. Con estas marcas, el historiador introduce el contexto en el texto mismo, pero también comunica sus propias posiciones a la audiencia. Esto se puede ver en varios extractos del diálogo entre Jerjes y Demarato.
En primer lugar, establece las condiciones epistemológicas en que se desarrolla el diálogo: verdad y opinión. Pone el uso de la verdad del lado de Demarato, cuando le pregunta a Jerjes: “Oh rey (βασιλεῦ), ¿debería decir la verdad o tratar de complacerte?”47 y el rey de Persia “le ordenó decir la verdad”.48 La opinión, en cambio, recae en la figura de Jerjes; esto se manifiesta mediante el uso de expresiones que indican opinión (por ejemplo, el uso del verbo δοκέω),49 de modo que el diálogo se desarrolla en un “espacio simbólico” en el que intervienen tanto la verdad como la opinión.
En segundo lugar, el relato pone en evidencia las condiciones virtuales del diálogo. A pesar de que éste se lleva a cabo sobre una posición fáctica de reconocida desigualdad (Jerjes, rey de Persia; Demarato, exiliado y consejero), se dialoga como si fueran -es decir, parecen- “iguales”. Jerjes con su discurso, el cual siempre habla desde el espacio epistemológico de la opinión (δοκέω), ubica a Demarato en una posición de “igualdad” al reconocerlo en su condición de soberano (rey de Persia-ex rey de los lacedemonios). Esto se puede observar en el uso del término βασιλεύς para referirse tanto a uno como a otro: Demarato siempre se refiere a Jerjes como βασιλεύς, mientras que el uso del término por parte de Jerjes ocurre para legitimar el status de Demarato.50 Esta situación le permite a Heródoto señalar a su auditorio que en este tipo de diálogos la “igualdad” entre ambos interlocutores es un “artificio” del discurso. Es decir, que ésta no es una condición natural, sino el resultado de un acto discursivo que produce una igualdad “aparente”.
En tercer lugar, el hecho de que Jerjes, el portador de la opinión, sea quien convoca al “diálogo” establece las condiciones prácticas sobre las cuales se llevará a cabo el mismo: en el ámbito dialógico donde el sujeto convocante es el portador de la opinión, todo es opinable, incluso la verdad. Ello le permite a Heródoto poner en evidencia que bajo esas condiciones, si bien es posible “hablar con la verdad”, ésta puede quedar subordinada a la “opinión”.
Finalmente, la puesta en acción de estas condiciones otorga sentido al desarrollo del diálogo, donde Demarato a pesar de su posición discursiva de subordinación (un argumento débil, en términos fácticos) puede colocarse, por las posibilidades que este tipo de diálogo otorga (es decir, por la igualdad como condición virtual), en una posición superior y dominante (se torna un argumento fuerte, en términos epistemológicos y prácticos). Por una parte, su discurso es superior en términos epistemológicos, pues conoce la verdad y la puede enunciar; pero, por otra parte, es dominante en términos prácticos, logra invertir su posición discursiva. Sin embargo, Heródoto mediante el relato indica que, a pesar de la fuerza que los discursos pueden adquirir en términos epistemológicos y prácticos, terminan siendo las condiciones fácticas las que determinan en última instancia la superioridad de uno sobre otro. Ello queda claramente expuesto en la trama del relato, el cual concluye cuando Jerjes, a pesar de que exige a Demarato hablar con la verdad posicionándolo como sapiencialmente superior, lo desestima y deja de lado su discurso a la hora de tomar la decisión sobre la expedición.51 Esta construcción argumentativa del relato, según la tradición que hemos recibido, sería en su forma protagorea.52 Pero se indica que, finalmente, Jerjes actúa desde su posición de poder, desde la situación fáctica, en la que el argumento fuerte de Demarato no es tomado en cuenta, y sigue vigente el argumento “débil” de Jerjes, que actúa sin cambiar su parecer, su opinión, que es previa a la verdad que Demarato enuncia. Todo esto, junto con lo afirmado precedentemente, pone de relieve que la asignación de la verdad o la opinión, el diálogo en condiciones de igualdad, la propia idea de diálogo, etc., son una construcción del relato herodoteo, que en todo caso sirven para destacar la posición superior cultural de los griegos en el marco performativo de la relación entre autor y público (griego), pero no para hacer de este relato el testimonio de un diálogo ‘real’ entre Jerjes y Demarato. A medida que prevalece la “fuerza” del rey de Persia, quien solo emite opiniones y no verdades, por sobre la “fuerza” del argumento de Demarato, es decir, el argumento basado en la verdad, se destaca la diferencia entre dos tipos de “fuerzas”. Por un lado, tenemos la fuerza que otorga la verdad de los enunciados y, por otro lado, la fuerza que otorga la verdad en la enunciación. En este contexto, Jerjes, quien tiene el poder de decisión, impone la verdad de la enunciación por sobre la verdad de los enunciados.
El aspecto performativo que asume el texto le permite a Heródoto hacer de su recepción polémica un “acto de intervención intelectual”, en tanto no solo pone de manifiesto la naturaleza contingente de los conceptos al discutirlos y tomar posición, sino que, además, asume la escritura historiográfica como una forma de interacción e intervención con la comunidad. Ello, le permite realizar, a través de la escritura, una acción, la cual es de intervención porque no se mantiene neutra y es intelectual porque se mantiene en el ámbito del concepto.
Consideraciones finales
La articulación de los conceptos que componen la oposición entre νόμος-φύσις en el discurso de Heródoto pone de relieve las formas en que el contexto de lucha por el poder en el plano de lo simbólico se inscribe en el propio texto. No obstante, el marco conceptual en el que se articulan dichos conceptos desplaza los significados atribuidos por Protágoras, poniendo de manifiesto el carácter problemático de su referente.
La concepción herodotea de φύσις y νόμος, por tanto, si bien asume el debate intelectual del siglo V a. C., no implica una mera reproducción del debate, sino una toma de posición por parte del historiador de Halicarnaso. Esta situación pone en evidencia el carácter problemático que estos conceptos representan en el marco del desarrollo de la democracia ateniense. Las disputas en torno a la tensión entre naturaleza y convención, por ende, no responden a las necesidades ociosas de un grupo de intelectuales extranjeros en busca de excentricidad, sino que resultan ser un índice de la situación problemática establecida por la vida en la pólis. Heródoto y Protágoras, junto con otros intelectuales, operan, en este contexto, como intelectuales que por medio de una disputa teórica buscan intervenir en las decisiones políticas aunque desde un plano extra-institucional.53 De esta manera, los discursos que circulan en el plano textual asumen su rol performativo en tanto dispositivo de producción ideológica. Por ello, el contexto se inscribe en el texto desdibujando la distinción entre uno y otro, en tanto no reproducen sistemas cerrados en sí mismos, sino campos abiertos en los que se pone en juego la disputa por la hegemonía.54
Este análisis también pretendió mostrar que, aunque Heródoto utiliza términos asociados con el discurso protagórico, así como elementos asociados con la práctica política en la democracia ateniense, esto no implica que haya sido “influenciado” o que él necesariamente apoye estas prácticas. Por el contrario, lleva a cabo un proceso de “recepción polémica” en el que toma los términos solo a fin de reconceptualizarlos. La introducción del discurso directo, entonces, no solo permite a Heródoto establecer el tipo de discusiones que circularon en el universo espiritual ateniense contemporáneo, sino que también indica un deseo de intervenir en estos debates.