Uno de los problemas fundamentales de las éticas grecorromanas fue la conceptualización de las virtudes y sus contrarios. Destacados filólogos clásicos se han abocado al estudio diacrónico de estas en general o de alguna en particular. Helen Florence North ofrece un análisis exhaustivo de la sophrosyne en la literatura griega antigua, desde Homero hasta san Agustín.
En las sociedades patriarcales griegas el concepto de sophrosynese mantuvo en dinámica evolución. Por una parte, originalmente implicaba dimensiones sapienciales y políticas además de éticas; pero progresivamente predominará la característica de “Self-Restraint” que siempre estuvo presente. Por otra parte, en tanto que virtud exigida a las mujeres, permaneció notablemente constante en las sociedades patriarcales antiguas:
Feminine sophrosyne (chastity, modesty, obedience, inconspicuous behaviour) remains the same throughout Greek history. The word is not used to describe the aretê of women in the Homeric poems; but when it is so used (from the time of Semonides of Amorgos), the behaviour designated corresponds precisely to the aretê of Penelope and Andromache, who, with Alcestis, become the classical exemplars of this excellence. The exempla horribilia of the opposed vice, wantonness or, more generally, being a bad wife, are Helen and Clytemnestra (p. 1).
La sophrosyne masculina, como ya se adelantó, destaca por su notable dinamismo. A pesar de que sólo se registran cuatro referencias explícitas y directas a esta virtud en la Ilíada y la Odisea, Odiseo se configuró como el héroe de la sophrosyne en la literatura griega:
The sophrosyne of Odysseus in later literature includes several aspects of the virtue which in the Homeric poem are not linked with the word itself: fidelity in marriage (Iamblichus Vit. Pyth. 11), endurance of misfortune (Maximus of Tyre Orat. XXVI. 114A), military discipline because of his rebuke to Thersites (Clement of Alexandria Paid. II. 7. 59, 2) (p. 9).
Telémaco sí es elogiado por esta virtud. Sin embargo, en Homero, héroes como Aquiles o Áyax ―o posteriormente, personajes históricos como Alcibíades― se caracterizan más que por su sophrosyne por lo que Aristóteles define como “magnanimidad” o megalopsychia (p. 2).
En Ilíada, 21, 462-464, cuando Apolo renuncia a enfrentarse a Poseidón en la Teomaquia, aparece tanto la asociación de la sophrosyne con Loxias como las connotaciones prudenciales y de auto conocimiento inherentes a esta virtud.
Con la ética no-heroica de Hesíodo virtudes cooperativas como la “justicia” (dikê), “buen orden” (eunomia) y “pudor/respeto” (aidôs) van cobrando cada vez más un lugar protagónico en la literatura helena, como se aprecia en los siete sabios del siglo VI a. C.:
With few exceptions the proverbs of the Seven advise the practice of self-control, particularly the conquest of pleasure (hêdonê) and passion (thymos) or the recognition of limits in some form. Pittacus, the tyrant of Mytilene early in the sixth century, is the only Wise Man to whom is ascribed an actual reference to sophrosyne […] (“cultivate [or ‘honour’] sophrosyne” [DK 10. 13 Cf. Diogenes Laertius 1.78]-but this is unquestionably the ideal that inspires most of the maxims (p. 12).
Con los siete sabios se barrunta la entrada de la sophrosyne a la filosofía; pero los primeros fisiólogos que hablan explícitamente de dicha excelencia son Heráclito y Demócrito (p. 31). La sophrosyne en tanto aretê politikê es adoptada primero por los aristócratas como queda claro en la tradición ética doria rastreable en Teognis, Píndaro y, ocasionalmente, en Baquílides. Luego es incorporada por los demócratas (p. 15).
A partir de Platón son los filósofos quienes se abocan a la conceptualización de la sophrosyne. El filósofo ateniense se dedica obsesivamente al estudio de esta virtud a lo largo de toda su vida, desde los diálogos socráticos hasta los de senectud; pero es en Cármides y en República, obras dedicadas a la templanza y la justicia respectivamente, donde quizá se esbocen los planteamientos de mayor interés. “Socratic sophrosyne has three principal facets: self-knowledge, the sôphrôn erôs, and what Socrates’ admirers called enkrateia (‘self-control’) or autarkeia (‘self-sufficiency, independence’)” (p. 179).
En la Calípolis, la sociedad justa construida con palabras por el Sócrates que protagoniza la República, se consolida un canon clásico de cuatro virtudes cardinales: justicia, sabiduría, valor y templanza. En paralelo con su antropología filosófica y su filosofía política tripartitas, a cada grupo social y/o parte del alma le corresponde una virtud. La sabiduría es la virtud de los guardianes y de la parte racional del alma. El valor lo es de los guerreros y del elemento psíquico irascible. La templanza es la de la parte concupiscente de la psique tanto como la virtud del pueblo, constituido fundamentalmente por artesanos y labradores. La justicia, en su clásica definición de la República, se registra cuando cada quien ―grupo social o parte del alma― hace lo suyo; idealmente se encuentra en la totalidad de los grupos sociales y del entramado psíquico. “Ironically, Plato’s most far-reaching contribution to the history of sophrosyne was his arbitrary establishment of the canon of four cardinal virtues in the fourth book of the Republic” (p. 177).
Después de Platón quienes mayormente reflexionaron sobre la sophrosyne fueron Aristóteles, los epicúreos y los neo-platónicos. El Estagirita adopta el canon de las cuatro virtudes cardinales en su obra temprana como se aprecia en los fragmentos de su Protréptico; sin embargo, lo abandona a favor de una intención de realizar definiciones de las virtudes tan precisas como sea posible. Esto, aunado a su distinción entre virtudes intelectuales y morales y su teoría de la virtud como término medio entre los extremos del exceso y el defecto, configura su descripción de la sophrosyne en la Ética nicomaquea:
As the narrowing process continues, we find that sophrosyne is concerned only with the pleasures of the body, and only with those that man shares with the lower animals, namely taste and touch. But even taste plays a minor role; it is really the sense of touch that gives pleasure in eating and drinking. As a result, sophrosyne is defined as a mesotês (a ‘mean state’) concerned with three kinds of bodily pleasure: eating, drinking, and sexual intercourse (1118a 23-26). The vice of excess is wantonness (akolasia) with respect to the same pleasures, and the vice of defect is insufficient enjoyment of pleasures (anaisthêsia), a condition that Aristotle admits is very rare (1107b 6-7, 1119a 5-7) (pp. 235-236).
Durante la época helenística el uso popular y literario del término analizado pierde las connotaciones políticas que lo caracterizaron en época clásica, particularmente en la República de Platón. En el contexto de los reinos helenísticos surgidos después de la muerte de Alejandro “sophrosyne is nearly always interpreted as the control of appetite, usually erotic” (p. 285). La palabra sôphrôn se asocia a la castidad; pero en el léxico de la escuela cínica se vincula con su ideal de frugalidad (euteleia) (pp. 285-287).
Cicerón tradujo el concepto sophrosyne como temperantia, y a partir de entonces esa fue la equivalencia usual (pp. 307-308); sin embargo, tal hazaña intelectual no careció de dificultades:
Of all the forms of Greek aretê, sophrosyne proved the most difficult to assimilate to the virtus Romana. In its origins-social and political, as well as temperamental-it was entirely foreign to Rome. At the deepest level, sophrosyne is related to the Greek tendency to interpret all kinds of experience-whether moral, political, aesthetic, physical, or metaphysical-in terms of harmony and proportion. At a level more susceptible to historical analysis, it is an expression of the self-knowledge and self-control that the Greek polis demanded of its citizens, to curb and counterbalance their individualism and self-assertion. And at a level still more accessible to understanding and imitation, sophrosyne is a quality distilled from many generations of literary and philosophical reflection upon the collective experience of the Greeks. Only this third stratum could easily be adapted by Rome, whose national temperament and historical development had endowed her with quite a different set of values (p. 302).
El siguiente gran capítulo en la historia del concepto en la antigüedad gravita en torno al cristianismo. Entre Atenas y Jerusalén, el cristianismo primitivo osciló entre el rechazo radical y la asimilación de la cultura grecorromana. Por una parte, algunos personajes deturparon drásticamente todo lo procedente de ella: “Tatian specifically accuses the Greeks of shamelessness (askhemosyne) in regard to women, because they erected statues of women who wrote useless poetry, particularly Sappho, who sang of her own wantonness” (p. 377). Por otra parte:
Justin is also the first Apologist to make the assertion, already familiar among Alexandrian Hellenized Jews, that Plato had learned from Moses […] The importance of this fallacy, so enthusiastically adopted by the Fathers, was that it enabled them to make open use of Greek philosophy, on the ground that it had a respectable origin in the Mosaic Law […] The tradition of finding texts of sophrosyne in the Bible is continued by Athenagoras of Athens (p. 377).
En la literatura patrística la sophrosyne se consolida como una de las virtudes cristianas por antonomasia, a semejanza de lo que ocurrió en sus orígenes helenos, es exigida particularmente a las mujeres; “before the close of the second century sophrosyne, as purity, had become a thoroughly Christian virtue” (p. 379).
En el sendero de armonizar las tradiciones judías y grecorromanas, a partir del cual se forjó la civilización de Occidente, destacan figuras de la altura intelectual de Filón (p. 379), su egregio discípulo Clemente de Alejandría (p. 384), san Ambrosio (p. 426) y, por supuesto, san Agustín.
Suele considerarse a san Agustín la frontera entre la Antigüedad tardía y la Edad Media: “The importance of sophrosyne in his system results from the relation that he establishes between temperantia and three central ideas: conversio, superbia, and voluntas” (p. 434). En la simbólica del mal de Paul Ricoeur uno de los principales mitos ―símbolo secundario― es el adámico, y san Agustín es uno de los autores fundamentales en la interpretación realizada en Occidente del primer hombre creado directamente por Dios. La pregunta es perentoria ¿por qué Adán hizo lo que hizo perdiendo su residencia en el Jardín del Edén? La respuesta de san Agustín fue de la mayor influencia para Occidente: “He often makes temperantia the antithesis of pride, which is for him the real initium peccati, more basic even than voluptas. Nothing keeps man from his proper relation to God so much as pride, which gave rise to the sin of Adam” (p. 440).
Desde Homero hasta san Agustín, desde la sophrosyne hasta la temperantia, las teorías de la virtud, como se aprecia en el libro de Helen North, evolucionaron drásticamente; pero la virtud examinada nunca perdió por completo su identidad. Por una parte, la templanza a lo largo de toda la Antigüedad clásica siempre fue considerada “Self-Restraint” y una virtud exigida a las mujeres, “virtus feminarum” (p. 368). Por otra parte, sus dimensiones políticas y sapienciales caracterizan a autores del periodo clásico ―Platón paradigmáticamente― mientras que en la Tardoantigüedad se involucraron conceptos que antes estaban ausentes, como pecado o traición a la trascendencia dentro del universo, novedoso en aquel entonces, de una religión monoteísta.
Sucintamente, Helen North resulta una autora imprescindible para estudiar la historia natural de la sophrosyne/temperantia en la Antigüedad.