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Nova tellus

versión impresa ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.27 no.2 Ciudad de México nov. 2009

 

Noticias

 

Centenario de los hermanos Méndez Plancarte

 

Tarsicio Herrera Zapién

 

Dos humanistas ante una catedral

El siglo XX se iba a iniciar cuando, en 1898, comenzaban a erigirse las poderosas canteras de la "Catedral nueva" de Zamora, Michoacán. Iniciaba allí el obispo Cázares la catedral católica más elevada de Norteamérica.

Y bien. Siete años después, en 1905, a pocas cuadras de tal monumento, vio la luz primera Gabriel, el segundo hijo del diputado por Zamora don Perfecto Méndez Padilla, patriota y escritor. Y cuatro años después, en 1909, vino al mundo Alfonso, un nuevo vástago del diputado, llegando éste a sumar catorce hijos.

Ambos hermanos fueron desarrollando un gran amor a las letras. Gabriel y Alfonso fueron al seminario diocesano, y en él comenzaron a destacar por su manejo del latín clásico y del académico. Pronto fueron becados en Roma y se ordenaron sacerdotes uno en 1927 y otro 1931. Regresaron luego a México para enseñar filosofía y letras clásicas.

Empero, eran aquéllos unos días aciagos. Ya por entonces la "Catedral nueva" había visto interrumpida su majestuosa construcción en 1914, cuando sus muros habían alcanzado 20 metros. Tal obra monumental fue confiscada por el gobierno liberal, pues había estallado la revolución, y habían llegado a Zamora las tropas del general Joaquín Amaro.

Pese a vivir días de zozobra, los jóvenes hermanos Méndez Plancarte, no dudaron en emprender, en 1937, una tarea digna de sus capacidades: fundar una revista cultural. La llamaron Abside, porque la habían ideado en una tertulia al pie del ábside conventual de la parroquia de Otumba, donde servía su amigo don Ángel María Garibay, descubridor de la cultura náhuatl.

Esa publicación fue la única revista de humanidades en México durante varias generaciones hasta antes de que apareciera, en 1983, el Centro de Estudios Clásicos de la UNAM con su revista Noua tellus. Abside siguió publicándose por 40 años con cuatro directores sucesivos: los hermanos fundadores, y luego Alfonso Junco y Eduardo Enrique Ríos.

En cuanto a longevidad, los hermanos Méndez Plancarte, quienes escribieron libros tan célebres como Horacio en México, las Obras completas de Sor Juana y Poetas novohispanos, fallecieron prematuramente, ambos hacia los 45 años: Gabriel en 1949, Alfonso en 1955. Como era de temerse, su labor de difusión fue perdiendo vigencia.

Para enfrentar este decaimiento, en el año 2000 el doctor Roberto Heredia propuso que se fundara en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM la "Cátedra extraordinaria Gabriel y Alfonso Méndez Plancarte". Su propuesta encontró eco en varios escritores que habíamos conocido, tratado o estudiado a dichos humanistas.

La cátedra tuvo su sesión inaugural en nuestra Facultad, el 15 de noviembre del año 2000. En ella evocaron sus recuerdos José Poncelis, Tarsicio Herrera y Arturo Ramírez. En fechas sucesivas los siguieron Roberto Heredia y Henoc Valencia.

 

Conmemorando el centenario

Pues bien, a principios de 2009 recibimos una atenta carta del historiador Jesús Álvarez del Toro, Presidente del Consejo de la Crónica Municipal de Zamora, para proponernos acudir a esa ciudad a pronunciar conferencias para el centenario del nacimiento de don Alfonso Méndez Plancarte.

Cuando el suscrito se comunicó con don Jesús Álvarez, éste nos encontró entusiastas para colaborar en el homenaje de Zamora a don Alfonso y a su hermano don Gabriel.

Él me solicitó algo de la bibliografía que poseo, y yo le envié de inmediato juegos de fotocopias de libros ha mucho tiempo agotados: El humanismo mexicano (Seminario de Cultura Mexicana, 1970) de don Gabriel; Díaz Mirón, poeta y artífice (Robredo, 1953), de don Alfonso, y Crítica de críticas sorjuanianas, del mismo don Alfonso y de don Octaviano Valdés (Toluca, IMC, 2000).

Satisfecho, don Jesús me invitó a disertar en junio 2009 en la Casa de Gobierno de Zamora. Acudí con entusiasmo, y mi disertación la dediqué a la batalla literaria del centenario de Díaz Mirón. Allí don Alfonso, aunque menospreciado, fue el campeón sin corona. Mi discurso fue aplaudido por medio ciento de zamoranos. David Becerra ya había acudido también en fecha anterior.

Ese día de mi disertación, don Jesús Álvarez, como brillante historiador, me había llevado por varias horas a recorrer los lugares principales de Zamora.

Cuál no sería mi sorpresa al saber que, a principios del siglo XX, el obispo Cázares había emprendido, junto con la "Catedral nueva" (conocida como "Catedral inconclusa"), también el Templo expiatorio y la Casa episcopal. Eran demasiados proyectos, difíciles de concluir.

Pero sobre todo Jesús Álvarez me mostraba todo lo contrario de la apacible Zamora que yo había conocido hace medio siglo. La que había sido la Catedral inconclusa, tras infatigables faenas, estaba convertida ya en un imponente Santuario diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe, espléndidamente concluida y coronada por un par de torres con agudísimos pináculos que se elevan hasta 105 m de altura, 5 m más que San Patricio de Nueva York.

Luego de varias confiscaciones y devoluciones, según supimos, el gobernador de Michoacán (1980-1986), Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, quiso devolver el citado edificio, pero se detuvo al recordar que la última confiscación la había ordenado su propio padre, el "Tata Lázaro", en 1940.

Al fin, cuando culminaba la presidencia de Miguel de la Madrid, en abril de 1988, el obispo de Zamora, Esaúl Robles, en una junta en Los Pinos, hábilmente reclamó que quedaban asuntos pendientes, como la catedral de Zamora.

De la Madrid, conciliador, dio orden de proceder a la devolución definitiva.

Por cierto, al obispo Esaúl Robles lo habíamos tenido como compañero (5 años mayor) en la Universidad Gregoriana de Roma, allá donde todas las clases y exámenes de filosofía y de teología sólo los superaban quienes fueran buenos latinistas. Todo se tenía que presentar en riguroso latín.

Y bien, ¿cómo obtuvo el obispo Robles la devolución? Con la audacia de sostener que construir la catedral nueva no afectaba a la economía de Zamora, y que la confiscación hacía desperdiciar todos los recursos ya invertidos en ella. Además, él la iba a convertir en Santuario Diocesano Guadalupano.

El obispo Robles y sus sucesores, Carlos Suárez Cázares y Javier Navarro, lograron entusiasmar a todo Michoacán para que cooperaran con empeño en la ingente labor. Y hoy día, ya culminado el ingente santuario, el que ha sido Nuncio don Justo Mullor, ha declarado que es "una de las iglesias más grandes del mundo". Y sin duda es la 5a. en altura de toda América Latina después de la de Quito (115 m), la de La Plata, la de Luján, y la de Manizales, Colombia.1

 

La semana del homenaje

Hagamos ahora un paralelo del flamante Santuario diocesano guadalupano con los gloriosos humanistas exaltados en los tres días del "Coloquio Vida y obra de los hermanos Méndez Plancarte".

Sin duda se les valoró tan elevados como el citado santuario. Los conferencistas encontramos a más de un centenar de entusiastas oyentes. Muchos de ellos eran miembros de las prolíficas familias Méndez Plancarte, Méndez Padilla y Plancarte Ygartúa, además de un numeroso público universitario, pues tanto el maestro Jesús Álvarez como su esposa son catedráticos de bachillerato y facultad, e invitaron a los jóvenes zamoranos a escuchar a oradores de alto nivel.

El 1 de septiembre, tras la inauguración realizada por el Presidente municipal de Zamora, Alfonso Martínez Vázquez, se comenzó con las ponencias de Roberto Heredia y Henoc Valencia, de la UNAM. Y otros tres de la Universidad de Michoacán. Participaron Gerardo Sánchez Díaz y Martín Sánchez, así como Pascual Guzmán.

Disertó por el Seminario, denominado "Instituto Gabriel Méndez Plancarte", el vicerrector, Jaime Calderón.

Participó en la sesión del día 2 el rector del citado Seminario, Raúl Duarte. Tarsicio Herrera Zapién, de la UNAM, refirió la batalla de don Alfonso frente a Abreu Gómez en pro de Sor Juana. Pero esta batalla sí la ganó don Alfonso. Allí dijimos nuestro epigrama:

Sorjuanistas,¡atención!
Ni son todos los que están
de este Abreu en el desván,
ni están todos los que son.

Y concluimos con este otro epigrama:

Viendo que el mayor tesoro
lírico no hay que perder,
la Cámara hizo poner
a Sor Juana en letras de oro.
Y a fin de que la obra entera
destellara en ciencia y arte,
la pulió quien la venera:
Alfonso Méndez Plancarte.

Disertaron también Ramón Alvarado y Francisco Raúl Galván Díaz, y el anfitrión, el historiador Jesús Álvarez del Toro.

El día 3 tomaron la palabra Jaime Hernández Díaz, Secretario de Cultura de Michoacán y Arturo Ramírez Trejo, de la UNAM.

 

Las glorias de Ábside

Un sobrino nieto de los hermanos homenajeados, José Carlos Méndez Trujillo, subrayó en su discurso una protesta porque los catálogos de revistas culturales de todo el país suelen olvidar la existencia de Ábside, pese a su subtítulo que indica claramente que es una "Revista de cultura mexicana". Es una publicación creyente, pero no es confesional. Es filosófica, pero también es literaria. Y es toda una biblioteca de magníficos y dilatados ensayos debidos a humanistas, ensayistas, poetas y poetisas que no reúne casi ninguna otra revista literaria de México.

Por lo demás, Ábside ostentaba un lema relevante: "Hay revistas que se guardan pero no se leen; hay otras que se leen pero no se guardan; Ábside se lee y se guarda". El ingenio de este lema coincide con la solidez de las más de cien emisiones que llegó a publicar Ábside. Habrá más de una biblioteca de aula a la que le basta sólo con poseer una colección de Ábside. Con ella ocupa todo un estante, pues ella fue una revista de cultura que duró publicándose 40 años.

Ábside llegó a sumar más de cien ilustres colaboradores. Los humanistas mexicanos que leían fluidamente el latín académico abundaban allí: Octaviano Valdés, Ángel M. Garibay, Antonio Brambila, Manuel Alcalá, José Ruiz Medrano, José Rubén Sanabria y Carlos González Salas. Y había latinistas que dominaban incluso el griego, como Antonio Gómez Robledo y sus hermanos Ignacio y Javier.

Y se contó con no menos de otros cinco jesuitas: Alberto Valenzuela Rodarte, Jaime Castiello, Daniel Olmedo, Luis Medina Ascensio y José Bravo Ugarte.

Resplandecían en Ábside los poetas: Manuel Ponce Zavala, Joaquín Antonio Peñalosa, Alfonso Castro Pallares, Francisco Alday, Moisés Montes, Alejandro Avilés y Jerónimo Verduzco. Y allí se reveló Concha Urquiza junto a otras poetisas de fuste: Emma Godoy, Gloria Riestra y la peruana Esther Allison.

Baste con saber, además, que Ábside veía volar a sus páginas, ensayos de los humanistas ecuatorianos Aurelio Espinosa Pólit y Carlos Suárez Ventimilla, y de los venezolanos Aquiles Menéndez y Carlos Plaza. Y del nicaragüense Ernesto Cardenal.

Ensayistas de prestigio obsequiaban sus textos a Ábside: Alfredo Cardona Peña, Alberto María Carreño, Ezequiel Chávez y Víctor Adib.

Fue célebre el ciclo de sonetos "Homero en Cuernavaca", que Alfonso Reyes donó a don Gabriel para que lo publicara en exclusiva en Ábside: "¡A Cuernavaca voy, a Cuernavaca!"

Y bien. Podemos agrupar aquí las obras de los homenajeados que más se citaron en las más de 15 conferencias dictadas en Zamora durante esta gloriosa media semana.

 

Obras mayores de don Alfonso

Ante todo, las Obras completas de Sor Juana, editadas en sus tres tomos de las poesías completas, ganadas en singular combate de sabiduría sorjuanista por don Alfonso frente a Ermilo Abreu Gómez. El suscrito, orgulloso de ser el heredero legítimo de las obras del mayor de los sorjuanianos, ha publicado por su parte dos libros que continúan la obra de don Alfonso: Buena fe y humanismo en Sor Juana (Porrúa, 1984); Tres siglos y cien vidas de Sor Juana (Toluca, IMC, 1995).

Destaca también el libro Díaz Mirón, poeta y artífice (Robredo, 1953), con el que don Alfonso concursó en el centenario del bardo veracruzano. Allí agavilla docenas de fuentes clásicas de Díaz Mirón, desde Homero, hasta Virgilio y Horacio.

Es también gloria de don Alfonso su edición de las Poesías completas de Amado Nervo (Aguilar, 1943), con un centenar de nutridas páginas de elogios al vate nayarita cosechadas infatigablemente por Méndez Plancarte a través de toda América y Europa.

Además, en tres valiosos tomitos circulan los hallazgos de don Alfonso en torno a los Poetas novohispanos (UNAM, 1942, 1943, 1945).

Es luego una obra maestra de don Alfonso: XL Odas selectas de Horacio (UNAM, 1946), con versión rítmica completa. El suscrito ha seguido luego las huellas de Méndez Plancarte, con nuestra versión de todas las obras de Horacio (Arte poética, Epístolas, Sátiras, Odas y Épodos), la mitad de ellas aún inéditas.

 

Obras mayores de don Gabriel

El libro más elogiado del patriarca don Gabriel fue Horacio en México (UNAM, 1937). El ejemplar que poseo tuve que adquirirlo en una librería de viejo, por intermedio del escritor Armando Pereira. Cuando el suscrito quiso reeditar ese libro con todas las anotaciones necesarias, ha comprobado que en materia tan copiosa como es el enlistado de los herederos de Horacio, era preferible escribir otros libros para continuar el de don Gabriel. Nos llevaron más de cinco años.

Así que redacté otros dos libros horacianos: México exalta y censura a Horacio (UNAM, 1991, 330 págs.). Y continué estudiando la herencia de Horacio en mi libro: Horacio, crisol bimilenario (UNAM, 1993, 200 págs.).

Los humanistas debemos mucho al Índice del humanismo mexicano (Ábside, 1944) de don Gabriel. Un despliegue del tema lo hemos hecho tanto Ignacio Osorio como otros colegas: Mauricio Beuchot, Julio Pimentel y José Quiñones. Pero la síntesis mayor de ese capital asunto la ha realizado el suscrito en su libro Historia del humanismo mexicano (Porrúa, 2000, 270 págs.).

 

Epílogo

Los hermanos Méndez Plancarte acaban de ver, desde el más allá, que junto al portón de la casona familiar de Zamora, en la esquina de las céntricas calles de Juárez y Morelos, ya el presidente de su ciudad natal descubrió una placa de bronce con sus nombres de máximos humanistas mexicanos del siglo XX.

Era exactamente el 2 de septiembre, centenario del natalicio de don Alfonso. Se realizó allí mismo una sesión solemne del Cabildo, en la cual se propuso solicitar que se exhumen de un Panteón de la capital los restos de ambos humanistas geniales, para iniciar con ellos una Rotonda de los Michoacanos ilustres, donde deberán estar por igual otros zamoranos egregios: nuestro Premio Nobel de la Paz en 1982, Alfonso García Robles (1911-1991), el filósofo don Benito Díez de Gamarra (1745-1783) y el diplomático don Luis Padilla Nervo (1895-1985).

Ambos Méndez Plancarte dedicaron íntegras sus vidas a investigar y publicar temas de tradición clásica, especialmente referidos a México, desde Sor Juana y los Poetas novohispanos, hasta el Índice del humanismo mexicano.

Se resignaban ellos a que su fatigosa labor quedaría quizás más o menos relegada. Pero Horacio ha impulsado a los humanistas para que no los olvidemos. Al cumplirse un siglo del nacimiento de ambos, Gabriel en 2004 y Alfonso en 2009, toda la intelectualidad humanística de nuestro país se levanta para aclamar a los patriarcas del humanismo mexicano del siglo XX, y proclama el 2009, "Año de los hermanos Méndez Plancarte", según rezaba un gran cartel en el salón del coloquio.

El paralelo se impone. Como decíamos arriba, la que durante casi 75 años fue la "Catedral inconclusa", gracias a la diplomática labor del obispo Esaúl Robles fue devuelta al pueblo católico de Zamora por De la Madrid y hoy es un santuario guadalupano.

Y la ingente labor de su construcción ha sido coronada, al cumplirse un siglo de su inicio, con dos esbeltas torres neogóticas gemelas de más de cien metros de altura, las torres sacras más elevadas de Norteamérica.

Paralelamente, el mundo humanístico exalta a los hermanos Méndez Plancarte, a un siglo de su nacimiento, y proclama a esos investigadores gemelos, como nuestros más gloriosos humanistas, que fueron precursores del Centro de Estudios Clásicos, fundado en 1966 por el doctor Rubén Bonifaz Nuño.

A unos pasos de las dos gigantescas torres neogóticas del Santuario Guadalupano de Zamora, los nombres de los dos geniales humanistas Gabriel y Alfonso Méndez Plancarte, brillando en bronce, son los dos pináculos mayores del humanismo de América.

Para el historiador que organizó su digno homenaje va mi epigrama:

Con diplomático arte
eleva un excelso foro
Jesús Álvarez del Toro
para ambos Méndez Plancarte.

Y mi epigrama para los dióscuros zamoranos dice:

Michoacán: Tú nos revelas
En dos plumas, doble aurora:
Los don genios de Zamora,
sublimes torres gemelas.

 

Notas

1 Datos tomados del libro histórico gráfico Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe, de René Ventura Navarro, Zamora, Marzo de 2009.         [ Links ]

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