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Nova tellus

versión impresa ISSN 0185-3058

Nova tellus vol.26 no.1 Ciudad de México ene. 2008

 

Reseñas y notas bibliográficas

 

Laplace, Marcelle, Le roman d'Achille Tatios "Discours panégyrique" et imaginaire romanesque

 

Rodolfo González Equihua*

 

Bern, Peter Lang (Sapheneia, 12), 2007, XV + 797 págs.

 

* Universidad Nacional Autónoma de México. Correo electrónico: rodolfoge@usal.es

 

Recepción: 24 de enero de 2008.
Aceptación: 29 de febrero de 2008.

 

Palabras clave: Aquiles Tacio, imaginario novelesco, Leucipa y Clitofonte, novela griega, retórica.

 

Sabemos que la identificación y el registro de las fuentes externas son tareas necesarias para recomponer el horizonte estético e incluso ideológico de un autor, pero insuficiente para ilustrar la razón de ser de una obra individual e incluso de un género literario. De ahí que después del acopio detallado de las fuentes, el filólogo tenga que dar un paso más y ofrecer una interpretación global de la obra, proponer una tesis que intente anudar las explicaciones dispersas, algunas veces contrapuestas, otras complementarias, y encauzarlas en una sola dirección que ya no sólo las abarque, sino que las concierte e ilumine.

B. E. Perry1 y, a su vez B. P. Reardon,2 reprocharon a E. Rohde que su teoría de los orígenes de la novela se redujera a una fórmula poco comprometedora para elucidarla: dividir el producto literario acabado en los géneros que lo integran y decir todo lo que se pueda acerca de la historia literaria de cada uno de ellos. M. Laplace, en el caso específico de Aquiles Tacio, tampoco evita incurrir en ella y practicarla con exhaustividad. No obstante, su propuesta es lo suficientemente audaz para recoger, a través de una nueva denominación del género novelesco, el gran número de aportaciones críticas que ha venido demostrando con ejemplos concretos el conocimiento de la teoría retórica escolar por parte de los novelistas antiguos. Si bien ya desde Rohde,3 la relación entre la oratoria epidíctica y la novela griega había sido señalada, faltaba, a pesar de que estaba implícita o sugerida en la bibliografía especializada, quien enunciara la identidad plena entre novela y discurso panegírico justificándola profusamente.

La autora recoge y administra, de esta manera, el saldo de su lectura de la novela sentimental griega en clave panegírica;4 así leyó antes a Caritón,5 a Jenofonte de Éfeso6 y a Heliodoro7 (para el caso de Longo léanse sobre todo las pp. 45–48), y su lectura del panegírico isocrateo en clave platónica.8

Laplace pone el acento en la dinámica de letteraturizzazione de la retórica,9 en palabras de Kennedy, más que en el proceso inverso de rhetoricallization de la literatura que, a final de cuentas, como señala De Temmerman10 reflejan ambas el desplazamiento temático de la retórica clásica durante el periodo imperial: de la persuasión a la narración, del contexto cívico al individual, de la declamación a la literatura.

El punto de partida de Laplace es la concepción literaria del discurso panegírico isocrateo según el Fedro de Platón, posteriormente sistematizada y discutida por la teoría literaria imperial comprendida en las obras de Teón, Menandro de Laodicea, Hermógenes, Plutarco y Dionisio de Halicarnaso. Analiza las dos formas extremas de entender el discurso panegírico: desde luego, la practicada por Isócrates (Paneg., §§ 1–4 y 187–189), donde vemos el despliegue oratorio referido exclusivamente a los grandes temas cívicos del helenismo, y por Platón, quien amplía sus márgenes a todos los aspectos de la vida humana, como en el Fedro (261a–b), donde dictamina que el auténtico discurso panegírico podría rivalizar incluso con la poesía de las fábulas. Con esta patente y con el hecho manifiesto de que la novela de Aquiles Tacio se nutre del marco ideológico y literario de las ficciones platónicas,11 Laplace afirma que Leucipa y Clitofonte es un discours panégyrique.

Laplace emplea dos juicios de Hermógenes (Id., 389) para apuntalar su tesis: 1) toda la poesía es materia panegírica y es, de hecho, el más panegírico de los tipos de discurso, es decir, el más desentendido de cualquier materia social o política del presente inmediato. 2) Platón es el modelo del panegírico en prosa, así como Homero lo sería del panegírico en poesía. Conclusión: la novela, género literario en prosa, es una realización singular del discurso panegírico platónico. Si Perry afirmó que la novela y la épica son básicamente el mismo género, Laplace nos ofrece ahora otra equivalencia más de lo que aquél llamó "transvaluation of narrative values",12 legítima en la medida en que se ciñe a los valores estéticos de la Antigüedad, aunque estire excesivamente el concepto de panegírico. Sin duda, la explicación del fenómeno a grandes rasgos resulta original y pertinente, pero también perturba un poco su comprensión. Seguimos, a veces, lamentándonos con S. Stephens y J. Winkler13 por no contar con un juicio crítico sobre la novela equivalente al que la tragedia recibió por parte de Aristóteles (¡cuántas lucubraciones hubiera evitado!).

Sabemos que prácticamente cualquier estudio de gran envergadura —y éste, desde luego, lo es— sobre un autor o género de la literatura clásica brinda la oportunidad de ensayar una especie de aperçu de la historia literaria. Un ejemplo notable es el de Perry en el capítulo segundo, "The Form Romance in Historical Perspective", de su magnum opus (pp. 44–95), quien elige enfocarse en la función social de las principales expresiones literarias para explicar enseguida la que cumplía la novela. Laplace, en cambio, opta en su repaso de la historia literaria griega vía Aquiles Tacio —y es aquí donde el estudio pierde en orden y proporción—, por el difuso concepto de imaginaire romanesque (léanse los dos párrafos finales de la introducción para ver el método y la justificación de lo que será su repaso de la historia literaria, pp. 56–57).

No niego el admirable tesón de Laplace y el empeño con que acumula tantas y tan variadas noticias. No obstante, pudo haber escogido otro concepto que vertebrara con mayor eficacia y sin enlaces ni apartados, a veces gratuitos, la abundancia de sus aportaciones interpretativas y de sus finezas de observación, que comprenden detallados análisis léxicos, reminiscencias, pasajes paralelos de otros autores, etcétera. Pienso que un buen límite a la audacia exegética en esta materia es el cerco conformado por F. Létoublon (Les lieux communs du roman: stéréotypes grecs d'aventure et d'amour, Leiden–New York, 1993), por H. Morales (Vision and Narrative in Achilles Tatius' Leucippe and Clitophon, Cambridge, 2004) y por S. Bartsch (Decoding Ancient Novel: The Reader and the Role of Description in Helliodorus and Achilles Tatius, Princeton, 1989), libros a los que el de Laplace bien hubiera podido acompañar en extensión, sin por ello claudicar en su objetivo.

El libro está organizado en siete secciones precedidas de unas páginas preliminares y de una introducción, seguidas por una conclusión general (¿por qué las primeras cuatro secciones no cuentan con una conclusión particular y las restantes sí?), por una bibliografía y unos índices. Por cierto, ¿valía la pena hacer un índice exclusivo para los novelistas modernos tan sólo para incluir ahí los nombres de Gide y Proust?

La tesis central de Laplace se encuentra desarrollada en la introducción (pp. 21–57) y en la primera sección, "Description et discours épidictique" (pp. 61–167), que consta de seis capítulos, cada uno, a su vez, con sus respectivas subdivisiones. Las restantes seis secciones, "Thématiques panégyriques" (pp. 167–256), "Contrechamp: les controverses et le tragique" (pp. 259–308), "Esthétique panégyrique" (pp. 311–410), "Transformations de fables et de récits platoniciens" (pp. 413–532), "Transformations de légendes anciennes" (pp. 534–619) y "Specificité dramatique et transformations internes" (pp. 623–746), transitan a sus anchas por el holgado territorio de las transformations del imaginario novelesco y panegírico. Cada una acumula, igualmente, capítulos y subdivisiones francamente desconcertantes.

Es un estudio laberíntico que puede contrarrestarse con la lectura lineal a partir de los índices de la obra de Aquiles Tacio (pp. 775–779), lo cual me lleva a hacer una última consideración. ¿No hubiera sido más fructífero y seguro escoger la articulación que nos da la propia novela que la que ofrece el término lato y romo de imaginaire romanesque? Es decir, ¿no era el comentario, el justo medio entre "the ambitious learned commentary and the humble commentary for students", según la precisa definición de J. J. O'Donell,14 el formato más apropiado para que Laplace descargara sus noticias eruditas, hallazgos e interpretaciones y conjeturas? Esperamos que sea la propia Laplace quien en un futuro nos lo ofrezca, ya que tiene a la mano materiales más que suficientes para ello.15

 

Notas

1 The Ancient Romances, Berkeley–Los Angeles, University of California Press, 1967, p. 333, n. 7.

2 Courants littéraires grecs des iie et iiie siècles après J.–C., Paris, Les Belles Lettres, 1971, p. 314.

3 Der griechische Roman und seine Vorläufer, Leipzig, Breitkopf und Härtel, 1914, pp. 310–387.

4 "Puisque quatre romans sont des créations variées de discours panégyrique platonicien, il convient d'examiner dans quelle mesure le roman d'Achille Tatios présente de semblables caractéristiques thématiques et esthétiques", p. 50.

5 M. Laplace, "Le roman de Chariton et la tradition de l'éloquence et de la rhétorique: constitution d'un discours panégyrique", RhM, 140, 1997, pp. 38–71.         [ Links ]

6 "Récit d'une éducation amoreuse et discourse panégyrique dans les Ephésiaques de Xénophon d'Ephèse: le romanesque antitragique et l'art de l'Amour", REG, 107, 1994, pp. 440–449.         [ Links ]

7 "Les Éthiopiques d'Héliodore, ou la genèse d'un panégyrique de l'Amour", REA, 94, 1992, pp. 199–230.         [ Links ]

8 "Platón et l'art d'écrire des discours: critique de Lysias et d'Isocrate, influence sur Denys d'Halicarnasse", Rhetorica, XIII–1, 1995, pp. 1–15.         [ Links ]

9 G. Kennedy, Classical Rhetoric and its Christian and Secular Tradition from Ancient to Modern Times, Chapel Hill–London, University of North Carolina Press, 1988, p. 3.         [ Links ]

10 "Erotic Rhetoric. The Erotic and the Ancient Greek Novel", en K. De Temmerman (ed.), The Erotic: Exploring Critical Issues, Oxford, Inter–Disciplinary Press, 2005, p. 63.         [ Links ]

11 El propio Aquiles Tacio nos dice que la historia de sus desventuras es , de ahí después (I, 2, 3).

12 Perry, op. cit., p. 66.

13 Ancient Greek Novels. The Fragments, Princeton, Princeton University Press, 1995, p. 3, n. 1.

14 En su reseña a G. W. Most (ed.), Commentaries–Kommentare, Göttingen, 1999, BMCR, 2000.05.19

15 Contamos con el de F. Jacobs (1821) en latín, el de E. Vilborg (1962) en inglés, y el de Y. Yatromanolakis (1990) en griego.

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