Introducción
El estudio del periurbano supone el abordaje de un complejo territorial que expresa una situación de interfase entre dos tipos geográficos aparentemente bien diferenciados: el campo y la ciudad. Se trata de un espacio que como unidad de análisis presenta dificultades, ya que desde su definición se concibe como un territorio en situación transicional sometido a un permanente proceso de transformación (Barsky, 2005).
La naturaleza difusa de las áreas periurbanas no sólo tiene que ver con el carácter indefinido de sus fronteras físicas o geográficas, también alude a los diversos aspectos socioeconómicos que las caracterizan (Hiernaux y Lindón, 2008). En otras palabras, sus límites son imprecisos no sólo porque resulte difícil establecer con nitidez una clara separación física entre la ciudad y su periferia, o entre ésta y las regiones consideradas como rurales, sino también porque en tales áreas suele existir una población cuyas características sociales y económicas se encuentran en proceso de cambio y redefinición (Entrena, 2005).
En este escenario conflictivo y lleno de incertidumbre, las familias modifican sus prácticas productivas o sociales con la intención de adaptarse a las condiciones cambiantes del territorio. En el ámbito económico, algunas apuestan por la reconversión de sus unidades productivas, la inserción de sus miembros al mercado de trabajo o el desarrollo de nuevas actividades generadoras de ingreso (Méndez et al., 2006). Otras más, ante la escasez de oportunidades laborales, optan por migrar a otros países o regiones (Sanz, 2015). En el ámbito de las relaciones sociales, algunas se inclinan por reafirmar su pertenencia a redes de tipo local, en tanto que otras vislumbran mayores ventajas en la incorporación de esquemas individualistas, mucho más afines al medio urbano (Craviotti, 2012). En el ámbito familiar, por su parte, diversos estudios han documentado cambios en los patrones de residencia, fecundidad, herencia y conyugalidad, como respuesta a los contextos inseguros y restrictivos propios de la condición periurbana (Hernández et al., 2014). La emergencia de éstas y otras conductas evidencia una intención estratégica, por parte de las familias, por instrumentar prácticas que les permitan afrontar el periodo de transición en condiciones menos desfavorables.
A diferencia de las sociedades rurales tradicionales, donde la familia constituye el instrumento más importante, si no exclusivo, de la reproducción social, en las sociedades urbanas predomina un modo de reproducción que tiene en la institución escolar su principal referente (Bourdieu, 2002). La condición periurbana ofrece, en este sentido, la oportunidad de examinar las distintas posturas que los grupos domésticos asumen con respecto al grado de integración de la institución escolar -y de las prácticas ligadas a ella- en el conjunto más amplio de sus estrategias de reproducción.
A partir de un diseño cualitativo de estudio de caso múltiple, el presente trabajo analiza las distintas prácticas sociales referidas al campo cultural que emprenden los grupos domésticos de tres localidades periurbanas a la capital del estado de Puebla, ubicada en el centro de México.
Las localidades seleccionadas pertenecen al municipio conurbado de San Pedro Cholula: en San Diego Cuachayotla, la fabricación de ladrillos constituye una actividad primordial; en San Francisco Coapa, la migración a los Estados Unidos acusa desde hace varios años una intensidad inusitada; y en San Gregorio Zacapechpan, el cultivo de hortalizas y su venta en los mercados regionales representa, junto con la migración internacional, una importante fuente de ingresos para las familias. Estas tres localidades han experimentado en los últimos años importantes transformaciones sociales y económicas, resultado de su proximidad física con la ciudad de Puebla. Se trata de localidades periurbanas, con una cultura rural muy arraigada, cuyas estrategias de reproducción social, pese a estar articuladas a actividades muy diferentes, contemplan todavía las prácticas agrícolas, y en donde actualmente convergen, se relacionan y se confrontan actores sociales de orígenes muy distintos.
Para la construcción de los casos, éstos fueron seleccionados mediante un muestreo cualitativo, no probabilístico, tipo bola de nieve, el cual consideró un total de 27 grupos domésticos a los cuales fueron aplicadas igual número de entrevistas semiestructuradas. El tamaño de la muestra fue definido mediante el criterio de saturación teórica.1 Se procuró abarcar hogares con jefatura masculina y femenina, y en algunos casos se entrevistó a algún integrante adicional del grupo doméstico con atención a criterios de género y generación. De esta forma se indagaron cuestiones vinculadas a la posición socioeconómica de los entrevistados, sus características sociodemográficas, los cambios en la estructura productiva local, la naturaleza de sus vínculos con otros grupos humanos, y otros aspectos que se consideraron relevantes para la caracterización y el análisis de las estrategias de reproducción social desplegadas por los grupos domésticos periurbanos en general, y de las estrategias referidas al campo cultural, en particular.
La información obtenida mediante este instrumento fue triangulada con datos estadísticos de fuentes secundarias y con los recolectados a partir de la observación participante.2 La estrategia metodológica adoptada permitió no sólo analizar, interpretar y comprender las estrategias de reproducción social de los grupos domésticos periurbanos, sino dar cuenta de la interrelación existente entre sus condiciones de vida y los significados y valoraciones que le otorgan a sus prácticas.
La reproducción del mundo social: una mirada desde Bourdieu
El problema de la reproducción de la sociedad y de sus mecanismos de dominación-dependencia a todos los niveles constituye uno de los desafíos que aborda la sociología desarrollada por Pierre Bourdieu. A diferencia de otros autores identificados con el paradigma estructuralista, Bourdieu desarrolla su teoría sociológica desde la convicción de que la mera descripción de las condiciones objetivas no es suficiente para explicar el condicionamiento social de las prácticas. Para Bourdieu es necesario, además, rescatar al agente social que produce las prácticas, y su proceso de producción.
Tres son las nociones básicas que Bourdieu reconoce como parte de las estructuras objetivas externas: el espacio social, concebido como un sistema de posiciones sociales que se definen las unas en relación con las otras; el concepto de campo, definido como un espacio pluridimensional de posiciones en el que los actores se distribuyen atendiendo al peso relativo de las diferentes especies de capital que poseen (Fernández y Ferreras, 2009); y el concepto de capital, entendido como el conjunto de bienes acumulados que se producen, se distribuyen, se consumen, se invierten y se pierden, y que puede ser de cuatro especies: económico, cultural, social y simbólico (Gutiérrez, 2012). Aunque son claramente distintas, las diferentes especies de capital se encuentran vinculadas entre sí, y bajo ciertas condiciones pueden transformarse unas en otras: por ejemplo, el capital social o cultural que movilizado puede transformarse en capital económico o viceversa. Si bien se asume que el capital más importante es aquel que es eficiente en cada campo específico, a nivel global, cuando se considera la coexistencia de los diferentes campos, el capital económico constituye la especie dominante.
En lo que concierne a las estructuras sociales internas, destaca el concepto de habitus, entendido como
...un sistema de disposiciones durables y transferibles, estructuras estructuradas predispuestas a funcionar como estructuras estructurantes, es decir, como principios generadores y organizadores de prácticas y de representaciones que pueden estar objetivamente adaptadas a su fin, sin suponer la búsqueda consciente de fines, ni el dominio expreso de las operaciones necesarias para alcanzarlos (Bourdieu, 1980: 92).
En otros términos, se trata de todas aquellas disposiciones interiorizadas por el individuo a partir de la posición que ocupa en el espacio social y a partir de su trayectoria, que lo llevan a actuar, sentir, percibir, valorar y pensar más de una manera que de otra.
Finalmente, cuando habla de estrategias de reproducción, Bourdieu (2002) alude al conjunto de prácticas sociales que emprenden los agentes o las familias con el objetivo de mantener o mejorar su posición en el espacio social. Dado que las estrategias dependen de las condiciones sociales de las cuales el habitus es producto -es decir, de la condición y posición del individuo en el seno de un campo social determinado- éstas tienden a perpetuar su identidad, mantienen las separaciones, las distancias y las jerarquías, y contribuyen así, de forma práctica, a la reproducción del sistema de diferencias constitutivas del orden social (Swartz, 2012). No obstante, es importante considerar que al ser el habitus un producto de la historia, constituye un sistema abierto de disposiciones que se confronta permanentemente con experiencias nuevas y, por lo mismo, es afectado también por ellas, lo que perfila a este concepto como una pieza clave para el análisis de las prácticas sociales que tienen lugar en contextos complejos, sometidos a cambios y transformaciones constantes, tal y como ocurre en los territorios periurbanos.
La reconfiguración del campo cultural en tres localidades periurbanas
En las tres localidades periurbanas consideradas en este estudio se han presentado, en un periodo relativamente corto de tiempo, cambios estructurales de magnitud considerable. La velocidad con la que se han dado estas transformaciones ha dado lugar a nuevas prácticas, resultado de los ajustes que se derivan del proceso de adaptación de los habitus individuales a los cambios que acontecen de manera drástica en las estructuras sociales externas. Una parte considerable de estas prácticas son las que se vinculan a las inversiones y apuestas que las familias realizan en el campo cultural, es decir, aquellas que se plantean como objetivo estratégico la trasmisión, adquisición, incorporación y acumulación de conocimiento que les permita mantener o mejorar su posición en el espacio social.
Desde la perspectiva de Bourdieu (1997) el capital cultural es aquel que se encuentra ligado al conocimiento, las ciencias y el arte. Constituye un tipo de capital conformado por un conjunto de bienes simbólicos que se presentan bajo tres modalidades: 1) en estado incorporado, bajo la forma de disposiciones durables ligadas a determinado tipo de conocimiento, ideas, valores, habilidades y otras similares (ser competente en tal o en cual campo del saber, ser cultivado, tener un buen dominio del lenguaje y de la retórica, conocer y reconocerse en el mundo social y sus códigos); en estado objetivado bajo la forma de bienes culturales como cuadros, libros, diccionarios, maquinaria e instrumentos diversos y otras realizaciones materiales; y en estado institucionalizado bajo la forma de títulos escolares, diplomas, licencias o acreditaciones profesionales que objetivan el reconocimiento de la sociedad y que presuponen la existencia de instituciones particulares a las que se reconoce capacidad legítima para administrar y dotar de ese bien (Gutiérrez, 2012; Chauviré y Fontaine, 2008; Bourdieu, 1987). En los siguientes apartados se analizan las prácticas que despliegan los grupos domésticos en el campo cultural, en función de las tres modalidades señaladas previamente.
Capital cultural en estado incorporado
El capital cultural, a diferencia de otras especies de capital, no puede ser delegado ni trasmitido instantáneamente por el don, la transmisión hereditaria, la compra o el intercambio; está ligado al cuerpo, y por tanto, supone un proceso de incorporación por parte del agente con el objetivo de apropiárselo, de hacerlo suyo. Por lo regular, este proceso de adquisición y asimilación ocurre en etapas tempranas, a partir de la pedagogía familiar, de manera totalmente encubierta e inconsciente.
En las tres localidades analizadas la trasmisión y adquisición de capital cultural en estado incorporado se aprecia, entre muchas otras cosas, en los procesos de socialización vinculados al desarrollo de las prácticas económico-productivas, como la agricultura y la producción de ladrillo.
Como sucede prácticamente en todas las comunidades rurales, la trasmisión de este bagaje de conocimientos, destrezas y habilidades tiene lugar en el seno de la familia. Este aprendizaje ocurre de forma espontánea e inconsciente, infiltrado en todas las prácticas sociales en las que participan los niños y las niñas desde su más temprana edad, a partir de las cuales se les introduce a las formas, movimientos, y a las maneras correctas de hacer las cosas (Degl ́Innocenti, 2008).
Un niño puede ayudar cuando menos desde unos 8 o 10 años siquiera. Ve a traer alfalfa, ve a darle zacate a los animales; claro, no va a trabajar como un joven de 14 o 15 años, que ahí sí trabaja, pero aun así su papá le debe de inculcar: "mira, esto así se hace, esto así se hace, apúrate, yo hago esto y tú me ayudas, nomás mira lo que estoy haciendo y así lo tienes que hacer tú también" (Melitón, 84 años).
Esta forma particular en que el grupo doméstico genera y trasmite conocimientos técnicos desempeña, además, un papel decisivo en la superación de las restricciones que implica la rigidez de la fuerza laboral familiar disponible, aspecto que permite vincular las prácticas que se desarrollan en el campo cultural con otras mucho más asociadas a la acumulación de capital económico.
Adicionalmente, la acumulación de capital cultural en estado incorporado contribuye a la reproducción de las estructuras externas de las cuales el habitus es producto. En ese sentido, la pedagogía familiar contribuye a inculcar una forma particular de percibir, valorar y actuar en el mundo, misma que en el caso de las localidades de estudio posiciona a la agricultura como una actividad preponderante, altamente apreciada, que forma parte fundamental de los intereses genéricos ligados a la existencia misma del campo. Ello permite explicar la persistencia de las prácticas agrícolas en un contexto en el que la agricultura ha perdido centralidad económica, y en el que las familias adoptan cada vez más una conformación pluriactiva.
Con respecto al tipo de conocimiento inculcado, en San Diego Cuachayotla y San Francisco Coapa, donde predomina la agricultura de temporal, destaca la presencia de saberes ancestrales, vinculados a las prácticas agrícolas, que se siguen trasmitiendo de generación en generación.
Para producir nopal necesitamos cortar en luna recia... porque según los abuelos nos dejaron enseñado que en luna recia no tiene plagas la planta, porque si lo siembras en luna muerta o luna tierna por eso le entra la plaga. Lo mismo el maíz, según los abuelitos nos enseñaron a sembrarlo en luna recia cuando lo quieres para semilla, y cuando no, pues siembras cualquier día... eso nos enseñaron y hemos visto que sí funciona. De ahí vamos aprendiendo, y así mis hijos lo hacen (Eduardo, 51 años).
En San Gregorio Zacapechpan, donde predomina la agricultura de riego, este conocimiento tradicional coexiste con otro de carácter mucho más técnico, resultado de la orientación del patrón de cultivo a la satisfacción de la demanda y a los requerimientos de los mercados urbanos. Los saberes asociados a la adopción de nuevas técnicas de cultivo, paquetes tecnológicos, métodos de empaque y otros aspectos relacionados con la comercialización de las hortalizas, son ejemplo de esto.
Los americanos nos han mandado además de insecticidas, semillas... ellos tienen otro sistema de trabajo. Ahorita hay quien usa ese sistema para sembrar... traen cajitas de este tamaño y van metiendo nomás dos o tres manojos [de cilantro] a modo de que nomás quepan en esa cajita. Y yo les digo: "bueno ¿por qué si vamos a llevarlo a Puebla o a México lo tenemos que ir amarrando?". Y me dicen: "¿sabes por qué?, porque esto va a ser transportado a Estados Unidos" (Melitón, 84 años).
Finalmente, en el caso de San Francisco Coapa, localidad que en los últimos años ha experimentado un proceso de expulsión poblacional muy intenso, frente al conocimiento tradicional inherente al desarrollo de la agricultura de temporal, los grupos domésticos han comenzado a incorporar otro tipo de conocimiento, ampliamente valorado por los habitantes de esta localidad, que se vincula al fenómeno migratorio y a las prácticas asociadas al mismo.
En su carácter de migrantes recurrentes o temporales, los agentes sociales de San Francisco Coapa han logrado incorporar, al paso del tiempo, una serie de habilidades, destrezas, códigos e información que aumenta las posibilidades de éxito en la empresa migratoria. Saber cuándo y cómo migrar, por dónde se puede atravesar la frontera con menos riesgo, en qué lugares se consiguen los mejores trabajos, o cómo se deben comportar en caso de que "la migra" los atrape, forman parte de los saberes adquiridos y trasmitidos por los agentes sociales a lo largo de su trayectoria como migrantes y que resultan de gran utilidad para los pobladores de esta localidad.
Yo he pasado por aquí por Tijuana, por Arizona; está mejor por Arizona, porque Arizona es puro desierto, son cortos los caminos, no son tan largos (Luciano, 40 años).
Si ustedes ven que ya los va a agarrar la migra no hay que "largarse", hay que quedarse quietos y no les hacen nada, yo las dos veces que fui ni siquiera me golpearon... nosotros nos quedamos quietecitos, no nos "largamos", por eso no nos hicieron nada, pero algunos que les pegan o los maltratan porque tratan de escaparse, ése es el problema (José, 47 años).
Como se puede apreciar, el capital cultural en estado incorporado guarda estrecha relación con la formación del habitus, situación que dificulta, aunque no imposibilita, modificaciones o adiciones posteriores. En el caso de las localidades estudiadas, la incorporación de nuevos saberes al patrón de conocimientos tradicionales muestra cierta capacidad de adaptación de los grupos domésticos frente a los cambios en las condiciones objetivas que resultan del proceso de urbanización, y de la concurrencia de otros fenómenos socioeconómicos, como la desagrarización, la pluriactividad y la migración transnacional.
Capital cultural en estado objetivado
En el caso de las localidades analizadas, el capital cultural se asocia con el uso de la maquinaria y los instrumentos necesarios para llevar a cabo tanto la actividad agrícola como la producción de ladrillo. A partir de las entrevistas y la observación participante fue posible apreciar cómo las familias introducen a los infantes en el uso de las herramientas de trabajo; para ello, incluso, fabrican y adaptan dichos aditamentos para que puedan ser usados por sus hijos.
[Mis hijos] saben, saben armar la yunta, llevar el arado, si vamos a preparar la tierra se trabaja de una forma, si vamos a surquear se trabaja de otra, si vamos a laborear se trabaja de otra (Silvano, 66 años).
Aquí a los niños, ya desde niños les hacen su gaverita de dos tabiques, o sea, desde niños ya les compran sus palitas, sus sombreritos, porque esa es la educación que tenemos (Luis, 59 años).
No obstante, cabe señalar que si bien las herramientas, maquinaria, medios de producción, hornos de ladrillo, vehículos y aparejos para el campo ejercen, por su sola existencia y presencia en el ambiente natal, un efecto educativo, la apropiación de esos bienes en sentido simbólico sólo es posible a partir de los conocimientos y las habilidades que forman parte del capital cultural incorporado.
Capital cultural en estado institucionalizado
Las prácticas orientadas a la acumulación de capital cultural en estado institucionalizado -bajo la forma de títulos y acreditaciones- resultan sumamente útiles para el análisis de las estrategias de reproducción social en contextos de cambios estructurales profundos, ya que a partir de dichas prácticas es posible inferir el sentido del porvenir probable de las familias periurbanas, y por tanto, de sus apuestas e inversiones en los distintos campos sociales.
Bourdieu (2002) afirma que el trabajo pedagógico racional que imparten y legitiman las instituciones educativas juega un importante papel en las estrategias de las familias que pertenecen a los sectores más desposeídos de capital económico y cultural. Para estos sectores, la escuela constituye el único camino para apropiarse de los bienes culturales que, dada su posición en el espacio social, no han heredado. Asimismo, constituye una vía -la vía moderna, propia de las sociedades urbanas e industrializadas- para ascender socialmente, o por lo menos, para mantener una posición social en un escenario en el que las condiciones objetivas y los instrumentos de reproducción se están transformando.
A partir del análisis comparativo fue posible apreciar que en cada localidad las estrategias orientadas a la acumulación de capital cultural institucionalizado -también llamado capital escolar- siguen trayectorias distintas, en función de sus características socioterritoriales: su patrón productivo y ocupacional, su cercanía a la ciudad, su dotación de recursos y el grado de penetración de los procesos urbanos.
En San Diego Cuachayotla, por ejemplo, la educación en los niveles secundario y posbásico no constituyó una apuesta relevante hasta finales del siglo pasado. De acuerdo con los testimonios de los informantes, las prácticas familiares privilegiaron durante aquella época el campo económico, fundamentalmente a través de la producción de ladrillos y la agricultura tradicional. La preeminencia de dichas prácticas en el sistema de estrategias de reproducción vigente a nivel local, no fue fruto de la casualidad. A principios de los años sesenta, San Diego Cuachayotla se insertó con éxito en la producción de ladrillo porque supo aprovechar la presencia de bancos de barro y arena en su territorio, así como su ubicación estratégica a orillas de la carretera federal México-Puebla. Los beneficios económicos asociados a la industria ladrillera, en un contexto de demanda creciente, suscitada por el ritmo de urbanización de las grandes ciudades, tuvo como consecuencia directa que la producción de ladrillo desplazara paulatinamente a la agricultura, hasta convertirse en la principal -y en ocasiones la única- fuente de ingresos.3 Ello propició, entre otras cosas, la reconfiguración de las estrategias familiares con la intención de cubrir la cuota de trabajo físico asociada a la producción de tabique.
La crisis económica, la contracción del sector de la construcción, la sobreoferta regional y el aumento en los precios de los insumos que tuvieron lugar durante los años noventa generaron una caída severa de la rentabilidad económica de la industria ladrillera (Hernández, 2014). Este periodo coincidió con la formación de nuevos grupos domésticos y con el crecimiento acelerado de la ciudad y de las opciones laborales que ésta ofrecía. Bajo este nuevo contexto, la tasa de conversión entre capital económico y cultural, en su vertiente escolar, se consolidó como una vía que ofrecía mayores ventajas para la reproducción familiar. El resultado fue un viraje notable en las apuestas de las familias, la cuales comenzaron a privilegiar la adquisición de capital cultural en estado institucionalizado como parte de sus estrategias. Actualmente, las familias de San Diego Cuachayotla perciben que la obtención de un título o un certificado que acredite un nivel de formación superior incrementa las posibilidades de que sus hijos accedan, en condiciones más favorables, al mercado de trabajo, instrumento de reproducción que les ofrece, hoy en día, mayor rendimiento a sus inversiones.
Pues yo [mi futuro] ya no lo veo como antes, a lo mejor piensa uno en hacer algo, pero ya no se puede. Entonces para mí solamente son mis hijos, a ellos los voy a apoyar en los estudios a ver si se pueden superar... yo prefiero apoyarlos para que agarren una carrera, porque ya no se ve aquí el negocio en el ladrillo, como que ya no hay futuro en esto, por eso mejor prefiero que agarren una carrera, si es que se puede, para que tengan mejor vida (Juventino, 37 años).
Los datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) parecen confirmar este cambio en las estrategias familiares. En el año 2000, 85 por ciento de la población de 6 a 14 años (educación básica) asistía a la escuela en San Diego Cuachayotla; para 2010 este porcentaje había aumentado a 93.7.4 Con respecto a la población de 15 años y más, en el año 2000, el 8 por ciento carecía de instrucción, 23.9 por ciento tenía primaria incompleta, 42 por ciento primaria completa, 18.1 por ciento tenía instrucción secundaria y 8 por ciento contaba con instrucción media superior o superior; para 2010,5 el 5.1 por ciento carecía de instrucción, 14.5 por ciento tenía primaria incompleta, 43.6 por ciento tenía primaria completa, 26.3 por ciento tenía instrucción secundaria y 14.2 por ciento contaba con instrucción posbásica (INEGI, 2000; 2010).6 Es decir, hubo una mejora en todos los rubros, aunque ésta fue más notable en el nivel secundario y de educación posbásica.
Los datos estadísticos permiten afirmar que actualmente la inversión escolar de los grupos domésticos de esta localidad se concentra en el nivel primario y secundario, en tanto que el porcentaje de individuos con educación media superior y superior, si bien se incrementó de una década a otra, sigue siendo muy reducido, al menos para los estándares educativos urbanos.7
Dado que la adquisición de capital escolar es un proceso que requiere de una inversión considerable de tiempo, es difícil que las estadísticas reflejen en el corto plazo los cambios que se han dado en las familias de esta localidad, en términos de la importancia que actualmente otorgan a la educación formal como parte de sus estrategias de reproducción social. Sin embargo, a partir de los testimonios de los jefes de familia de San Diego Cuachayotla es posible constatar que la idea de que la superación y el ascenso (no sólo económico, sino también social), que está sumamente arraigada, transita necesariamente por la acumulación de capital escolar.
Al ser considerada el factor por excelencia de movilidad social, la educación escolar -en particular en la que se imparte y certifica en los niveles posbásicos- ha comenzado a figurar como un elemento significativo en las estrategias familiares. Así, algunos grupos domésticos de San Diego Cuachayotla han comenzado a invertir y utilizar de forma diferenciada sus conocimientos (capital cultural incorporado), sus posiciones y relaciones (capital social), pero sobre todo, sus recursos materiales (capital económico), en función de la adquisición de capital escolar de algunos de sus miembros.
Este tipo de estrategia supone la instrumentación de una serie de prácticas y de representaciones asociadas: por un lado, el compromiso de los hijos de estudiar y, en la medida de sus posibilidades, contribuir con las labores domésticas o productivas; y por otro lado, el compromiso de los padres de satisfacer las exigencias asociadas al sostenimiento de la trayectoria escolar (colegiaturas, libros, uniformes, cooperaciones, etc.) y de proporcionar el mayor tiempo posible para la adquisición de capital escolar, lo que implica liberar a los niños, niñas y jóvenes de las obligaciones laborales que tradicionalmente desempeñaban en esa localidad.
Los niños no me ayudan, ellos quieren ayudarme, quieren aprender, me dicen: papi llévame al horno. No, le digo, mejor apúrate a hacer la tarea, no quiero que vayas. Ellos están ganosos e inquietos de saber el trabajo, pero pues ahora son unos niños y no tendrían la noción de agarrar un trabajo así pesado (Adolfo, 34 años).
Conviene recuperar en este punto las reflexiones que hace el propio Bourdieu (1987) acerca de la importancia que tiene el capital cultural heredado respecto al "éxito escolar", es decir, los beneficios específicos que los niños de distintas clases y fracciones de clase pueden obtener del mercado escolar, en relación a la distribución de capital cultural entre clases y fracciones de clase.
Si atendemos a las estadísticas educativas (INEGI, 2010), el grado promedio de escolaridad de San Diego Cuachayotla es de 6.6, inferior a la escolaridad promedio registrada en la capital del estado de Puebla, la cual se ubica en 10.3. Asimismo, el porcentaje de la población en edad laboral que cuenta con educación posbásica sigue siendo muy bajo (14.2 por ciento) comparado con el de las zonas urbanas (50.9 por ciento, en el caso de la capital del estado de Puebla). Si bien el nivel de agregación y la falta de actualización de las estadísticas impiden un análisis más detallado y preciso, los datos que ofrecen son indicativos de la complejidad de las variables que median entre la inversión del grupo doméstico en el campo escolar y el éxito relativo en la escuela.8
Por otro lado, el rendimiento económico del título escolar también depende del capital cultural y social heredado que puede ponerse a su servicio (Bourdieu, 2013). En el caso de los grupos domésticos de San Diego Cuachayotla que han empezado a incorporar la inversión escolar como parte de sus estrategias de reproducción, resulta evidente la carencia de cierta especie de capital cultural y social, que en el contexto de los nuevos instrumentos de reproducción dominantes pueda resultar útil (hablar otro idioma, manejar software especializado, contar con experiencia laboral, tener algún contacto que facilite la inserción al mercado de trabajo, dominar las formas apropiadas para el desempeño social en contextos urbanos, etc.). Es decir, el hecho de que cada vez más grupos domésticos inviertan en el campo escolar, no significa necesariamente que su trayectoria dentro de la escuela finalice con éxito (Boyer, 1996).
Algunas de las entrevistas realizadas en San Diego ilustran la experiencia de agentes que optaron por una estrategia fincada en la inversión escolar y no obtuvieron los resultados esperados. El siguiente testimonio pertenece a un padre de familia cuyos tres hijos desarrollan actualmente actividades distintas. El testimonio es muy revelador en términos de que ilustra con claridad los rendimientos diferenciales que ofrecen las distintas opciones de inserción laboral disponibles en San Diego Cuachayotla.
[Tengo tres hijos] uno me está ayudando ahorita [produciendo ladrillo], el otro trabaja en el torno, y otro tiene una profesión, pero lamentablemente esa profesión está muy saturada y no hay mucho trabajo; él es químico industrial, entonces, pues ha buscado y ha intentado encontrar una forma, incluso abrió un pequeño negocio de eso de los productos químicos, pero como le digo, siempre nos absorben los impuestos, entonces cuando más bien le empezó a ir, luego, luego llegaron los inspectores de Hacienda, y luego las rentas y la energía eléctrica y todo eso, no, pues los echaron a correr de volada. Entonces, ¿de qué sirve que haya profesionistas, si no hay trabajo? [Al hijo que es ladrillero] lógico, le está yendo mejor, tiene más tiempo, está más tranquilo. En cambio el otro, el que tiene carrera, pues la verdad llegaba un momento en que no tenía ni para sacar a pasear a la muchacha... mi otro muchacho que trabaja en el torno tiene ya su lugarcito más o menos con su patrón, y pues también él es responsable y le echa ganas, y entonces está constante, y cada ocho días ya tiene sus centavos; acá nosotros por ejemplo en la alfarería no, porque nosotros si no quemamos [ladrillo] en un mes y no vendemos, pues no hay dinero (Antonio, 48 años).
Este tipo de situaciones evidencian que si bien las inversiones y apuestas alrededor del capital cultural empiezan a ocupar un papel relevante dentro de las estrategias de reproducción, los cambios en el espacio social, derivados de este tipo de prácticas, no siempre, ni en todos los casos, cumplen con las expectativas de los grupos domésticos.
El caso de San Francisco Coapa es radicalmente distinto. En esta localidad, la crisis económica no ha sido un aliciente para invertir en la obtención de un título que acredite un nivel de formación capaz de garantizar el acceso en condiciones más favorables al mercado de trabajo. Sin duda influye en esta percepción el grado de precariedad en el que se encuentran las familias, lo cual les impide prescindir de la fuerza de trabajo y/o el ingreso de cualquiera de sus integrantes. Sin embargo, la motivación más fuerte para desdeñar la vía escolar como forma de ascenso social radica en la posibilidad de migrar a Estados Unidos, práctica que en términos económicos genera rendimientos diferenciales muy por encima de los que ofrece cualquier otra actividad productiva susceptible de ser desarrollada tanto a nivel local como regional.
Las cifras de INEGI (1990; 2000; 2005a; 2010) constatan la intensidad con que la actividad migratoria se ha hecho presente en esta localidad: mientras que en la cabecera municipal de San Pedro Cholula la tasa de crecimiento promedio anual de la población (TCPA)9 registrada para el periodo 1990-2000 fue de 2.82 por ciento; en San Francisco Coapa se registró una tasa de crecimiento negativa del orden de -0.85 por ciento. Más aún, durante el periodo 2000-2010 esta tasa decreció a un ritmo galopante (-3.4 por ciento), mientras que en San Pedro Cholula fue de (2.1 por ciento) y en San Diego Cuachayotla fue de (0.63 por ciento). De hecho, la población total registrada en el 2010 en San Francisco Coapa (2 mil 637 habitantes), es menor que la que tenía esta localidad a mediados de los años ochenta. Si consideramos, a modo de hipótesis, que las tasas de fecundidad y mortalidad se han mantenido estables a lo largo del tiempo, nos encontramos con una localidad que en el curso de los últimos 15 años se ha configurado como la que más población expulsa, en lo que a la Zona Metropolitana Puebla-Tlaxcala (ZMPT)10 se refiere (INEGI, 2005b).
Un indicador más de la intensidad del fenómeno migratorio en San Francisco Coapa es la enorme proporción de hogares con jefatura femenina en esta localidad: mientras que en el año 2000 representaban 26.7 por ciento, para el 2010 alcanzaban ya el 30 por ciento del total de hogares. Esta cifra contrasta con el último dato censal que existe para el municipio de San Pedro Cholula, el cual registra un 25 por ciento de hogares con jefatura femenina, mientras que en San Diego Cuachayotla este porcentaje alcanza apenas 17 por ciento (INEGI, 2000; 2010).
Los datos anteriores confirman la hipótesis de que en San Francisco Coapa es la migración, y no el mercado de trabajo, el instrumento de reproducción que ofrece mayor rendimiento a las inversiones de las familias. De hecho, en las entrevistas que se realizaron en esta localidad fue muy frecuente escuchar comparaciones entre el nivel de vida y bienestar económico de los agentes que optaron por una estrategia que privilegia la adquisición de capital escolar, y el de los que apostaron desde un principio por una estrategia centrada en la migración.
Yo quiero que [mis hijos] se vayan para ganar un poco de centavos. Uno ve en el trabajo a veces que aquí hay muchos arquitectos, muchos doctores que bien poquito que ganan, y allá por lo menos en unos dos, tres años ya la hiciste... De hecho aquí estudió un doctor y ya se fue al otro lado. Yo le decía: mejor vete allá, porque ve todo ese dinero que se invirtió [en su educación] pues ya se perdió. Y que se va para allá y estaba trabajando allá igual que yo... yo he visto maestros [trabajando allá] también en las tiendas, en un restaurante, sirviendo los platos (Francisco, 41 años).
Como se puede apreciar, las expectativas de la mayor parte de los jefes de familia están puestas en la migración temporal o definitiva de sus descendientes. El resultado de este viraje en las estrategias de reproducción social ha derivado en un lento crecimiento de la población escolarizada. Actualmente las aulas de las escuelas en San Francisco Coapa lucen vacías, y a decir de las autoridades educativas, la población infantil que se inscribe a los cursos regulares se reduce dramáticamente año con año. La demanda educativa, que históricamente constituyó una de las más sentidas de la población rural, no forma parte hoy en día de las prioridades de los habitantes de San Francisco Coapa.
Las estadísticas oficiales (INEGI, 1990; 2000; 2010) arrojan resultados interesantes en este sentido. En 1990, apenas 1.34 por ciento de la población entre 6 y 14 años de edad -periodo que comprende la educación primaria y secundaria- asistía a la escuela. En el curso de una década, como resultado de la inversión en infraestructura educativa en la región y del establecimiento de la obligatoriedad de la educación secundaria, este porcentaje aumentó hasta alcanzar 81.4 por ciento en el año 2000 y 87.8 por ciento en 2010. Sin embargo, cuando se analizan las estadísticas que corresponden a la población de 15 años y más con educación posprimaria se encuentra que para 1990, el 5.8 por ciento de la población ubicada en dicho rango de edad había asistido a la escuela; para el año 2000 este porcentaje había aumentado ligeramente a 9.6 por ciento (7.5 por ciento con algún grado de educación secundaria y apenas 2 por ciento con algún grado de educación media superior o superior); y en 2010 este porcentaje alcanzó 23.3 por ciento (16.9 por ciento con algún grado de educación secundaria y 6.4 por ciento con algún grado de educación media superior o superior). No obstante, los datos del último censo revelan un alto porcentaje de deserción escolar, sobre todo en el nivel medio superior (16.3 por ciento de la población de 15 años y más que cursó estudios posprimaria desertó antes de concluir el nivel secundario y 72.6 por ciento decidió no cursar el nivel medio superior).
Como se puede apreciar, desde la perspectiva de las familias de San Francisco Coapa que están apostando por una estrategia de reproducción sustentada en las prácticas migratorias, la inversión escolar tiene sentido únicamente hasta la educación primaria y secundaria, ciclos educativos a partir de los cuales se considera que los integrantes del grupo doméstico han acumulado el capital escolar mínimo que requieren para desempeñar con relativa eficiencia su rol de migrantes.
En el año 2000 la población de 15 años y más sin escolaridad en San Francisco Coapa ascendía a 15 por ciento, 44 por ciento tenía primaria incompleta, 30 por ciento tenía primaria completa, 7.5 por ciento tenía instrucción secundaria, y 2 por ciento contaba con instrucción media superior o superior. Para 2010 la población sin escolaridad seguía siendo alta (11.7 por ciento), y aunque el porcentaje de población con primaria incompleta bajó a 30.7 por ciento, la población con primaria completa se mantuvo prácticamente igual (31.8 por ciento). Los cambios más notables se registran en el porcentaje de población con instrucción secundaria (16.9 por ciento) y posbásica (7.5 por ciento) (INEGI, 2000; 2010).
Las estadísticas muestran que pese a la magnitud de los cambios que se gestaron en los últimos 30 años en esta localidad, la brecha que en términos educativos separa a San Francisco Coapa de la localidad vecina de San Diego Cuachayotla, sobre todo en lo que se refiere a la educación media y media superior, sigue siendo amplia; ya no digamos si se le compara con el municipio de San Pedro Cholula, en donde 42.7 por ciento de la población mayor de 18 años cuenta con educación posbásica (INEGI, 2010).
La interrupción de los estudios a nivel secundario y medio superior es resultado, entre muchos otros factores, del abandono de la escuela con fines migratorios. Dado el contexto de incertidumbre y escasez de oportunidades laborales a nivel local y regional, tal situación no debiera resultar extraña. El propio Bourdieu (1987) señala que la inversión escolar sólo tiene sentido si un mínimo de reversibilidad en la conversión está objetivamente garantizado.
En San Francisco Coapa, donde 42.4 por ciento de la población mayor de 15 años no cuenta con instrucción alguna o tiene primaria incompleta, y donde el grado promedio de escolaridad es de quinto año de primaria (INEGI, 2010), es comprensible que los mecanismos de herencia y de reproducción de las posiciones dominantes no consideren al capital escolar como parte de sus estrategias; más aún cuando los grupos domésticos están en condiciones de invertir en un instrumento de reproducción sumamente rentable, como es la migración.
Los testimonios de las autoridades municipales en torno a la problemática educativa que vive San Francisco Coapa son muy ilustrativos en este sentido; aulas sin alumnos, maestros sin clases, turnos a punto de desaparecer, son la constante en los cinco centros educativos de esta localidad, en particular en aquellos donde se imparte la educación media y media superior.
Como autoridades sí estamos muy preocupados... las instituciones educativas, desde jardín de niños hasta bachiller, son cinco planteles que existen, pues van disminuyendo; año tras año van bajando, y es una preocupación porque imagínese qué va a ser el día de mañana, escasos cinco años, diez años, o sea, el pueblo se está quedando sin gente... los directores me han comentado: no tenemos más niños. Antes, le hablo de unos quince años, los niños ya no cabían en los salones, necesitábamos más maestros y sin en cambio hoy es todo lo contrario, se están yendo los maestros. El turno vespertino está a punto de desaparecer, ya no hay niños; están aquí como en el bachiller, en la telesecundaria, si usted visitara las instituciones educativas se lo van a decir: hay niños que a medio ciclo, cinco o seis se los llevan [a Estados Unidos], se salen y se van (Jacinto, 36 años).
Pese al panorama anteriormente expuesto, existen en la localidad algunos grupos domésticos minoritarios que en el contexto de las disputas que se verifican en los campos sociales por definir el objeto legítimo de las luchas sociales, han orientado sus apuestas a la adquisición de capital cultural institucionalizado bajo la forma de un título que acredite un nivel educativo posbásico. Para estas familias, la obtención de una patente de competencia cultural reconocida institucionalmente -como lo es un título escolar- se concibe como el pase que posibilita el acceso a una estructura de oportunidades que permite mejorar su posición en el espacio social eludiendo los costos individuales y sociales que implica la migración.
Yo tengo tres hijas y dos chavitos, la mayor ahorita ya está en la universidad, está estudiando Ciencias de la Comunicación, la que le sigue, la menor, tenía la idea por parte de los compañeros de la escuela de irse a los Estados Unidos, pero pues yo se la quité... ella insistía: "papá yo te voy a ayudar, te voy a mandar dinero". "No", le digo, "no necesito, todavía estoy fuerte, todavía puedo mantenerlo, el día de mañana ustedes si van a estudiar es para ustedes, yo quiero que ustedes lleven una vida más tranquila ¿Quieres vivir bien? Pues vivir bien cuesta" (Jacinto, 36 años).
La presencia de estrategias de reproducción distintas al interior de San Francisco Coapa no debe causar extrañeza. El propio Bourdieu (1980) señala que las estrategias de los agentes sociales dependen de la posición que ocupan en el campo, es decir, de la estructura y volumen de capital específico que poseen, así como de la percepción que tienen del mismo.
En el caso de los grupos domésticos que privilegian las estrategias de inversión escolar, lo común es que éstos se vean obligados a prescindir de la fuerza de trabajo y, por tanto, de los ingresos potenciales de los integrantes más jóvenes, quienes deben destinar gran parte de su esfuerzo y de su tiempo al trabajo intelectual que supone la incorporación de capital cultural a través del aprendizaje y la aculturación; es por ello que un requisito indispensable para emprender una estrategia de este tipo es la posesión de capital económico acumulado que le permita al grupo doméstico deslindar ese tiempo, priorizando en lo cotidiano las prácticas educativas sobre las productivas.
Asimismo, los grupos domésticos que invierten en la adquisición de capital escolar cuentan, por lo regular, con un mayor volumen de capital cultural, en virtud de la posición privilegiada que ocupan en el espacio social. Se trata de familias en donde alguno de los integrantes posee un nivel de escolaridad medio superior y cuyas expectativas a futuro están en permanecer en la localidad, más que en migrar de manera temporal o definitiva hacia Estados Unidos. Para estos grupos, la movilidad social y el incremento del patrimonio están vinculados a la acumulación de capital escolar de sus miembros y a la capacidad de reconversión de éste en capital económico.
Sin embargo, como se señaló previamente, al igual que una inversión mercantil no garantiza por sí misma la obtención de ganancias descomunales, la apuesta por la obtención de un título escolar no garantiza tasas de conversión entre capital cultural y económico altamente rentables. De hecho es frecuente que la tasa de conversión real, efectiva, esté muy por debajo de las expectativas de los agentes sociales. La razón es simple: el rendimiento económico y social de un título escolar depende de la dotación de otras especies de capital que permitan a su poseedor reconvertir con éxito el capital cultural acumulado. En otras palabras, sin recursos financieros (capital económico), sin relaciones o contactos en el mundo laboral (capital social), sin conocimiento práctico o intelectual de las fluctuaciones del mercado de las titulaciones académicas (capital cultural) y sin poder para hacer valer cada uno de estos aspectos a favor de una inserción favorable en el mercado de trabajo (capital simbólico), resulta complicado obtener el mejor rendimiento posible de las estrategias de inversión escolar.
En el contexto de una localidad periurbana como San Francisco Coapa, donde "lo rural" mantiene todavía una fuerte presencia, los agentes sociales que optan por esta vía enfrentan una larga serie de obstáculos. Si bien es cierto que algunos de ellos han conseguido salir adelante, la gran mayoría deserta ante la imposibilidad de reconvertir favorablemente el capital cultural en estado institucionalizado que ha acumulado a lo largo del tiempo.
Aquí hay pocos profesionistas, digamos, aquí por ejemplo hay un doctor, dos doctores y hasta ahí. Mi chamaco está estudiando arquitectura, pero algunos nomás dejan el estudio a medias, dejan de estudiar porque son muchos gastos. Acá de mis hijos, el mayor no tuvo una carrera completa; tuvo una carrera pero ¿qué pasó? Estuvo trabajando en la Secretaría de Educación Pública hace unos años, pero después con unos compañeros se animaron y pues ya se fue con ellos al norte (Silviano, 66 años).
No sólo los testimonios recopilados en San Francisco Coapa aluden a este proceso de desvalorización paulatina del título escolar frente a otros instrumentos de reproducción más eficientes, como la migración, asociados al progreso económico y la movilidad social que, desde su perspectiva, no garantiza la escuela; basta con echar un vistazo a las estadísticas del último censo (INEGI, 2010), las cuales muestran que apenas 0.9 por ciento de la población mayor de 25 años que habita en esta localidad ha cursado al menos un año de educación universitaria, para corroborar que las estrategias de inversión escolar -sobre todo las que se orientan a la educación superior- no son las estrategias dominantes en San Francisco Coapa.
Finalmente está el caso de San Gregorio Zacapechpan, localidad que se ubica en un punto medio entre las dinámicas reproductivas descritas previamente.
Esta localidad, donde la agricultura comercial desempeña un papel relevante, comenzó a reorientar sus apuestas hacia la adquisición de capital cultural en estado institucionalizado a partir de la crisis económica que tuvo lugar en la década de los ochenta (la cual afectó de manera particularmente severa al sector agrícola), así como de la intensificación del crecimiento urbano.
A diferencia de la mayor parte de los jefes de familia que encabezan actualmente los grupos domésticos de esta localidad, los cuales crecieron y se formaron en pleno auge de la agricultura de riego, y privilegiaron las inversiones en el campo económico; los jóvenes y niños de San Gregorio Zacapechapan destinan desde hace ya varias décadas una parte considerable de su tiempo a la incorporación de conocimientos que les permitan contar con un título escolar.
En 1990, el 80.7 por ciento de los niños de 6 a 14 años de San Gregorio Zacapechpan asistía a la escuela (cifra notable si se compara con el exiguo 1.34 por ciento de la localidad vecina de San Francisco Coapa para este mismo año). Este porcentaje se incrementó a 84.9 por ciento en el año 2000 y a 90.9 por ciento en el 2010.
En lo que concierne a la educación posprimaria, en 1990 el 13.2 por ciento de la población de 15 años había cursado algún grado de nivel secundario o medio superior; para el año 2000 este porcentaje había aumentado a 18.7 por ciento (13.2 por ciento con algún grado de educación secundaria y 5.5 por ciento con instrucción media superior o superior); y para 2010 el censo registró 30.3 por ciento (20.2 por ciento con algún grado de educación secundaria y 10.1 por ciento con educación media superior o superior) (INEGI, 1990; 2000; 2010).
Cabe destacar que si bien el nivel de deserción es menor que en San Francisco Coapa (14 por ciento de la población de 15 años y más que cursó algún grado secundario no concluyó ese nivel y 66.5 por ciento no cursó ninguna asignatura del nivel medio superior), el porcentaje de estudiantes que interrumpe sus estudios en el nivel secundario continúa siendo alto, por ejemplo, para los estándares del municipio de San Pedro Cholula: a nivel municipal, para ese mismo año, 6.6 por ciento de la población de 15 años y más que contaba con estudios de posprimaria desertó antes de concluir el nivel secundario y 36.5 por ciento no cursó el nivel medio superior (INEGI, 2010).
La semejanza entre San Gregorio Zacapechpan y San Francisco Coapa no es casual. En ambas localidades las prácticas migratorias están presentes como parte de las estrategias de reproducción; sin embargo, a diferencia de San Francisco Coapa, en donde prácticamente no existe a nivel local una opción productiva capaz de asegurar la sobrevivencia del grupo doméstico, en San Gregorio Zacapechpan la agricultura de riego constituye una alternativa viable a la migración, lo que ha contribuido a atenuar la intensidad con que se presenta este fenómeno.
Con todo, a lo largo de las entrevistas que se realizaron en esta localidad fue muy frecuente encontrar referencias a la migración como una actividad que, desde la perspectiva de los agentes sociales, ofrece rendimientos muy superiores a los que potencialmente podría ofrecer la actividad agrícola o, incluso, la incursión ocupacional en escenarios urbanos.
La forma en que la migración compite con la escuela en San Gregorio Zacapechpan está vinculada con las expectativas que tienen los agentes sociales de esta localidad en torno a los rendimientos que -dada su posición en el espacio social y la estructura de capital que cada uno de ellos posee- les ofrecen los diferentes instrumentos de reproducción que están a su alcance. De esta manera, la acumulación de capital cultural en estado institucionalizado que prevalece en esta localidad se establece justo en el punto en el que los agentes sociales consideran que han acumulado el suficiente capital escolar que no sólo les garantiza el acceso a los diferentes instrumentos de reproducción (mercado de trabajo, migración, agricultura, etc.), sino que les asegura, además, una tasa de convertibilidad entre capital cultural y económico favorable.
El último censo (INEGI, 2010) señala que en San Gregorio Zacapechpan, 7.9 por ciento de la población mayor de 15 años no tiene escolaridad; 22.9 por ciento cuenta con primaria incompleta; 58.3 por ciento con primaria completa; 20.2 por ciento con instrucción secundaria y 10.1 por ciento con educación media superior o superior.
Un análisis comparativo entre las tres localidades analizadas revela que San Gregorio Zacapechpan se encuentra inmersa entre dos grandes tendencias: la tendencia a deslindar tiempo y recursos económicos en la adquisición de capital escolar que posibilite en el mediano y largo plazo la incursión laboral en escenarios urbanos, de la cual San Diego Cuachayotla es un ejemplo claro; y la tendencia a acumular sólo el capital escolar mínimo que los agentes sociales requieren para desempeñar con eficiencia su rol de migrantes, la cual parece ser la norma entre los grupos domésticos de San Francisco Coapa (Tabla 1).
La proximidad física de la ciudad, aunada a la penetración de los procesos económicos urbanos y las nuevas alternativas ocupacionales que éstos implican, ha propiciado cambios importantes en la subjetividad de los agentes sociales de San Gregorio Zacapechpan. Hoy en día, ante la profundización de la crisis económica, algunos grupos domésticos de esta localidad han empezado a cuestionar la trayectoria laboral que se construye sobre el desarrollo de las actividades agrícolas, al tiempo que se preparan para incursionar en los escenarios urbanos.
No obstante la confianza que los agentes sociales de esta localidad depositan en la educación como elemento detonante de nuevas alternativas ocupacionales, la decisión de explorar estrategias en donde la inversión en capital escolar ocupa un lugar preponderante no constituye, por sí misma, una garantía real de inserción laboral que brinde condiciones satisfactorias y superiores a las proporcionadas por las actividades agrícolas en cuanto a ingreso, estabilidad, seguridad y reconocimiento social se refiere. Ante esta problemática los habitantes de San Gregorio Zacapechpan han optado por desarrollar, de manera paralela a las estrategias orientadas a la adquisición de capital escolar, otras prácticas que buscan mantener vigente la producción agrícola local. Así, la formación escolar (capital cultural en estado institucionalizado) en esta localidad, coexiste con la que se imparte, de forma empírica e inconsciente, en los campos de cultivo (capital cultural incorporado). Al mantener apuestas e inversiones vigentes tanto en el ámbito rural como en el urbano, los grupos domésticos de esta localidad periurbana minimizan los riesgos de una incursión fallida en el mercado laboral.
Conclusiones
En los estudios de caso expuestos a lo largo de este trabajo se analizaron las estrategias educativas que emprenden grupos domésticos periurbanos con antecedentes rurales, en sus dos principales vertientes: las que se orientan a transmitir capital cultural incorporado, y las que buscan incrementar el capital cultural institucionalizado -también llamadas estrategias escolares- con el objetivo de reconvertirlo, en el largo plazo, en capital económico.
Las primeras se desarrollan de manera cotidiana, subrepticia e inconsciente, a través de la pedagogía familiar, con la intención de inculcar conocimientos, competencias y destrezas vinculadas a las prácticas productivas y sociales dominantes en cada localidad. En los casos analizados existe todo un conjunto de prácticas sociales orientadas a la incorporación de conocimientos, habilidades y saberes asociados a la agricultura tradicional, la agricultura de riego (San Gregorio Zacapechpan), la producción de ladrillo (San Diego Cuachayotla) y la migración (San Francisco Coapa).
Las segundas se presentan de forma diferente en cada localidad, atendiendo a las expectativas que los grupos domésticos guardan con respecto a los rendimientos diferenciales que en cada contexto ofrecen los distintos instrumentos de reproducción a su alcance.
El análisis comparativo permitió vincular dichas expectativas a un conjunto de dimensiones objetivas asociadas a las características socioterritoriales de cada localidad, tales como el patrón productivo y ocupacional, la cercanía a la ciudad, el acceso a recursos y el grado de penetración de los procesos urbanos. Ello hizo posible identificar tendencias, a nivel de localidad, en términos de las estrategias que los grupos domésticos despliegan en el campo cultural, las cuales se manifiestan en el interés por incrementar, hasta cierto punto, la dotación de capital escolar de sus integrantes. Al mismo tiempo se pudo constatar la presencia de estrategias que se apartan de la tendencia local, principalmente como resultado de las posiciones diferenciadas que ocupan los grupos domésticos en el espacio social.
La hipótesis que se sustenta a partir de este estudio es que en contextos como el periurbano, donde acontecen profundos cambios y transformaciones, las inversiones y apuestas alrededor del capital cultural son muy variadas y dependen en gran medida de la relación entre el volumen y estructura del patrimonio, y el sistema de instrumentos de reproducción al alcance de los agentes sociales. En este sentido, desertar de la escuela antes de terminar la primaria, estudiar sólo hasta la secundaria o apostar a la formación universitaria, constituyen estrategias particulares que sólo pueden comprenderse en el marco del conjunto de las estrategias de reproducción que emprenden los grupos domésticos, las cuales están sustentadas en la posesión de estructuras de capital, y en la disposición de instrumentos de reproducción diferentes, y en la incorporación de habitus distintos, incluso en un medio aparentemente homogéneo. El desarrollo de estudios elaborados desde una perspectiva teórica similar, en ámbitos territoriales análogos, podría contribuir a corroborar esta hipótesis.
Finalmente, no está de más señalar que si bien a nivel global el capital económico y las prácticas asociadas a su acumulación tienden a imponer su hegemonía sobre todos los campos, las estrategias orientadas a la acumulación de capital cultural en sus distintas modalidades no deben ser soslayadas, menos aún en el contexto periurbano, en el que se configuran como una de las principales opciones con las que cuentan los grupos domésticos para hacer frente a los procesos de reconfiguración territorial que ponen en riesgo su reproducción. Al respecto, vale la pena considerar el efecto positivo que políticas públicas como la obligatoriedad de la educación secundaria y la inversión en infraestructura educativa tuvieron sobre las estrategias educativas instrumentadas por los grupos domésticos de las tres localidades analizadas; este aspecto obliga a reflexionar en torno al papel que las políticas públicas pueden desempeñar en la mejora de las condiciones bajo las cuales se desarrolla la reproducción social en los territorios rurales y periurbanos.