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Perfiles educativos
versão impressa ISSN 0185-2698
Perfiles educativos vol.29 no.117 Ciudad de México Jan. 2007
Reseñas
Zen y el arte de la manutención de la motocicleta
Robert M. Pirsig
México, Sextopiso, 2004, 448 pp.
Por Pablo Latapí Sarre*
* Investigador emérito del IISUEUNAM
Correo electrónico: platapis@prodigy.net.mx
Difícilmente podría asumirse que el relato de una búsqueda sobre lo que es el conocimiento llegue a ser un éxito editorial y sea considerado como "el libro de filosofía más ampliamente leído de todos los tiempos" (London Telegraph). La obra versa sobre la lucha, que lleva hasta la locura del autor, contra el paradigma racionalista y el método científico contemporáneo que se proponen como "la verdad".
El autor centra esta lucha en lo que llama Calidad (siempre con mayúscula), pero ésta podría ser, puesto que es indefinible conceptualmente, la percepción de la totalidad del ser, el conocimiento simultáneo del objetosujeto, nuestra capacidad de representarnos el mundo, nuestra conciencia total, o incluso el Absoluto y Dios. El autor culpa a Aristóteles de esta desviación trágica de la filosofía de Occidente; él estableció, sin evidencia que lo justificara, la dialéctica (la lógica) como el único método válido de aprehensión de lo que somos y de conocimiento del mundo; ahí empezó la perversión de privilegiar la razón dejando sitios apenas complementarios a la pasión, el arte y el sentimiento.
La universidad, la "Iglesia de la Razón", está construida sobre el culto a la verdad asequible por la dialéctica; excluye y condena como hereje a quien se atreva a cuestionar a la razón. Si alguien intenta, como lo hizo el autor, suprimir las calificaciones y los grados universitarios para buscar la Calidad en sí misma, fracasará; el experimento fue insostenible. El famoso programa de "regreso a los clásicos" de la Universidad de Chicago en los treinta (Robert Maynard Hutchins y Mortimer Adler con los Great Books) fracasa en su intento de recuperar lo esencial de los griegos; cuando el autor se inscribe en él, es aplastado por el sistema y su reduccionismo intelectual. Por esto cae en la locura, en una esquizofrenia en que se percibe como "Fedro" (personaje desprendido del diálogo de Platón) y regresa como apóstata a la vida cotidiana.
El libro se presenta como novela: el autor viaja en motocicleta por el noroeste de Estados Unidos en los sesenta, en compañía de su pequeño hijo Chris. La experiencia del viaje va suscitando sus reflexiones, muy especialmente la motocicleta cuyo funcionamiento conoce a la perfección; de sus reparaciones brotan reflexiones sobre la materia, el ingenio humano, los procesos de pensamiento y la tecnología; de ahí el título. En el fondo quien escribe es un desencantado profesor universitario que intentó descubrir el secreto de la Calidad, llegó al extremo y tuvo que regresar. Su experiencia contagia al lector, quien es invitado a recorrer su propio itinerario.
Pueden distinguirse tres planos de lectura en este libro complejo. Primero, el relato del itinerario epistemológico: la búsqueda de la Calidad, del conocimiento válido de la realidad total, superando a la razón y descubriendo sus insuficiencias y trampas; este itinerario de la mente se convierte gradualmente en la trama principal. Segundo: el del juego entre el escritor real y el escritor autobiografiado, sujeto este último a un desdoblamiento esquizofrénico de Fedro y el narrador. La tensión entre ambos es creciente: el primero cae en la locura; el segundo regresa, derrotado, a la vida normal. Pirsig y Fedro son las dos caras de un devenir personal. El tercer plano es el novelístico: la narración del viaje en motocicleta, la relación del autor con Chris, con otra pareja de amigos que los acompañan en a un trayecto y con un artista a quien visitan. La narración sirve de marco a los otros dos planos, y el viaje físico es alegoría del s viaje interior.
Los tres planos se entrelazan; el suspenso está dado por los tres, según el interés de cada lector. La originalidad del libro estriba en mostrar que las cosas más simples de la vida cotidiana, como reparar una motocicleta, se relacionan con el descubrimiento del carácter profundo del mundo, y que la búsqueda de soluciones a los pequeños problemas se desdobla naturalmente en la búsqueda de uno mismo.
No se espere un tratado sistemático sobre la indefinible Calidad; lo que se ofrece son provocaciones para debatir sobre ella como reto personal. La Calidad, se dice, no es ni subjetiva ni objetiva, "es un evento en el cual la conciencia de algo, sujeto y objeto, se hace posible" (p. 250); ella "nos crea como sujeto u objeto" (p. 252); no es una sustancia, tampoco un método (p. 353), aunque ciertos ejercicios nos acercan a ella, como el análisis en un texto literario de algunos parámetros: su unidad, viveza, economía de recursos, claridad, fluidez, suspenso, sensibilidad, brillantez, precisión, proporción o profundidad (p. 220). La Calidad es una fuerza, algo así como "el estímulo continuo para que creemos el mundo en el que vivimos" (p. 263). El mundo puede funcionar sin Calidad, pero la vida sería aburrida, no digna (p. 229). La Calidad es "el Buda, la realidad científica y la meta del Arte" (p. 289), todo a la vez.
Las actuales universidades no nos acercan a la Calidad; la repelen. Están fundadas "sobre los sepulcros de los retóricos griegos", aquellos odiados por Platón; si éstos se hacen presentes en ellas es sólo como fantasmas (p. 183). La universidad "es un estado mental que se regenera a través de los siglos, por medio de un conjunto de personas que tradicionalmente llevan el título de profesores [...] Es nada menos que el cuerpo continuador de la razón misma" (159). "Ocasionalmente llegan a las universidades algunos estudiantes en busca de educación, pero la rutina y la naturaleza mecánica de la institución pronto los llevan a una actitud menos idealista" (p. 207). Entre los estudiantes reprobados (hacia los que Fedro siente especial simpatía) con frecuencia se encuentran algunos de los mejores estudiantes, los que rechazan a la universidad.
Hoy el tema de la calidad de la educación ha cobrado gran importancia; es el motor de las evaluaciones. Pero sorprende la superficialidad con que se le aborda; hay quienes pretenden reducirla a tres o cuatro parámetros que basta "palomear" para establecer clasificaciones de alumnos, escuelas o maestros. Las reflexiones de Pirsig (que su Calidad rebase este problema no quiere decir que no lo incluya) son un ejemplo de la seriedad con que debe profundizarse la compleja problemática de la evaluación educativa.
Preguntas críticas hay varias. Uno se pregunta cómo habrá sido la primera edición de 1974, puesto que en ésta "diez años después" se añade un epílogo que da claves esenciales a la trama, como es la muerte de Chris y el nacimiento de la pequeña Nell en quien aquél se reencarna, mostrando que la convivencia humana, más allá de las personas concretas, es "una pauta mayor" a la que nos acoplamos aunque cambien nombres y cuerpos. También la "Introducción para la edición del 25 aniversario" (se refiere a la de 1999 en inglés, de la que ésta es traducción) y que se añade al final, es esencial para comprender el libro, pues Pirsig profundiza en el artificio del escritornarrador, siempre atrapado en su propia mente: "No sólo el narrador persigue a Fedro para matarlo, sino que Fedro también persigue al narrador con la misma intención. ¿Quién ganará?" (p. 439).
Vale también preguntarse por qué no se amplía el tratamiento de lo que el budista zen aporta a la visión de la Calidad; sólo se registra (p. 130) que Fedro, después de estar en Corea con el ejército, vivió diez años en la India estudiando las filosofías orientales en la universidad hindú de Benares; no aprendió ahí ningún secreto oculto ni dejó de ser, como lo era entonces, un científico empírico; pero trató con algunas personas religiosas y su instinto de observación le hizo absorber algunos elementos del budismo. Algo asimiló (p. 151) de la doctrina sánscrita del tat tvam asi ("eso eres tú") que introduce a la unidad de lo que pensamos, lo que somos y lo que percibimos, lo cual es el camino a la iluminación; es la doctrina Chan o Zen de la dhyana sánscrita.
La ausencia de mayores referencias al budismo es importante en la obra dada la oposición que Fedro descubre (p. 130) entre la teorización intelectual propia de Occidente y la percepción estética, característica de Oriente, o sea entre lo que él denomina repetidamente los modelos "clásico" y "romántico" (pp. 132, 261). Uno esperaría, aun por el título del libro, que la perspectiva vital de la experiencia humana propia del budismo resultara más significativa en la búsqueda de la Calidad. El afán del autor por superar el etnocentrismo de la filosofía prevaleciente tendría esta limitación.
Pese a ésta y otras observaciones (que cada lector hará a partir de su propio itinerario), la obra merece la más amplia recomendación. Es un libro original y provocador para cuantos reflexionan sobre los problemas fundamentales del conocimiento, de la experiencia y de lo que constituye la excelencia en los asuntos humanos.
En el epílogo el autor atribuye su gran éxito editorial a que el libro es "un portador de cultura" en cuanto sintoniza con conflictos culturales contemporáneos, y a que coincide con la aspiración de los jóvenes (de los setenta) a superar el éxito material en el que consiste el sueño americano. Desde este punto de vista la obra invita a buscar una perspectiva diferente para definir el éxito de una vida cabalmente humana; en el fondo versa sobre el significado de nuestra vida; su subtítulo, "una indagación sobre los valores", está justificado.