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Perfiles educativos

versión impresa ISSN 0185-2698

Perfiles educativos vol.29 no.116 Ciudad de México ene. 2007

 

Reseñas

 

Evaluación de la labor docente en el aula universitaria

 

Mario Rueda Beltrán

México, CESU-UNAM (Pensamiento Universitario, 100), 2006.

 

Por Patricia Covarrubias Papahiu*

 

* Doctora en Pedagogía de la Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Profesora e investigadora de la FES-Iztacala, UNAM.
Correo electrónico:
papahiu@servidor.unam.mx

 

Aunque el tema de la evaluación del quehacer docente universitario ha sido examinado y debatido en foros y textos académicos, este libro constituye un aportación significativa, no sólo por la revisión que hace el autor de sus antecedentes, paradigmas, alcances y cuestionamientos al respecto, sino primordialmente por el marco teórico y metodológico alternativo que nos presenta, y representa un giro importante a las prácticas vigentes aplicadas para la evaluación del docente de la educación superior.

En sus tres capítulos, y con base en su experiencia y la del grupo de sus colaboradores, Mario Rueda analiza la evaluación de la docencia universitaria en el contexto de las políticas de evaluación educativa en México promovidas desde la década de los noventa, y recupera algunos antecedentes sobre el tema; señala experiencias y estrategias habidas al respecto, pero principalmente enfatiza la necesidad e importancia de reorientarla en beneficio de la calidad educativa. En este sentido, el eje principal que articula el texto en su conjunto es que las condiciones de la evaluación del quehacer docente contemplen, desde su planeación hasta la apreciación y uso de sus resultados, la participación de los mismos docentes, es decir, el punto de vista de los actores involucrados, y sirva ésta para la reflexión y el mejoramiento de la propia práctica.

En su primer capítulo, "Evaluación de la docencia en la universidad", Rueda señala en primer instancia los aspectos que hicieron complejo el abordaje del tema e implicaron un reto, entre ellos, la escasa literatura al respecto, las pocas experiencias documentadas en México, el inexistente marco teórico que oriente el proceso de la evaluación de la docencia universitaria, y el uso predominante de cuestionarios de opinión de los estudiantes como instrumento prácticamente exclusivo para evaluar el desempeño de los docentes. Argumenta asimismo que su propuesta de participación de los docentes en los contenidos y formas de evaluación de su propia práctica responda a la necesidad de contrarrestar los efectos de resistencia que en muchos casos ha generado entre los docentes la práctica de la evaluación en las instituciones, debido a que históricamente ha estado administrada por directivos e instrumentada por personal académico técnico, por lo que es vista como un sistema de control, más que como una estrategia para mejorar la educación. Para ello, considera el uso de la etnografía educativa como la más pertinente para construir formas alternativas de evaluar la docencia universitaria, en tanto y como enfoque cualitativo de la investigación, permite su edificación a partir de dar prioridad al punto de vista de los propios actores. Desde esta perspectiva, los procesos de evaluación de la docencia -nos señala el autor-deberán observar tanto la diversidad como la individualidad en cuanto a las formas en que se concibe y se da significado a la evaluación en cada institución; tales diferencias responden, entre otras razones, a los papeles y posiciones que los académicos ocupan en ella; no obstante, la búsqueda de consenso sería la estrategia propuesta por el autor.

Su exhortación se deriva también del análisis que hace de las tradiciones o paradigmas empleados en la evaluación de los aprendizajes, del tipo de estrategias, criterios y propósitos empleados, de las acciones promovidas y emprendidas institucionalmente, y de las diversas problemáticas por las que históricamente ha transitado la evaluación de la docencia. Su planteamiento considera el sesgo que se promueve desde las políticas gubernamentales (marcada por organismos internacionales hace más de una década) en el que se concibe a la evaluación del personal académico como "política", que corre el riesgo de caer en simulaciones al asumirse como medida de control y de compensación salarial, en lugar de usarla como mecanismo de mejoramiento de la educación. Prueba de ello es la diferenciación de los salarios, la afectación del clima social institucional, la sustitución de cuerpos colegiados por comisiones especiales de evaluación, y en general, por un clima "asfixiante" de evaluación en que se ha convertido la carrera académica.

Al respecto, Mario Rueda nos advierte, oportunamente, que investigar para diseñar formas alternas de evaluación de la docencia requiere necesariamente comprender los procesos de enseñanza y aprendizaje, y sobre todo considerar el significado de enseñar y aprender en un contexto particular. Es aquí donde se reconoce, desde la literatura al respecto, la complejidad de la docencia y más aún de su evaluación. El principal problema, nos advierte el autor, es la dificultad de definir las cualidades o características de un "buen profesor", o lo que se espera de su función si se consideran los múltiples factores que intervienen en ello. Entre los factores más importantes a tomar en cuenta estarían: la diversidad de contextos en los que los docentes despliegan sus actividades, el enfoque sobre la enseñanza que se adopte en ellos, o la misma conceptualización sobre ella (que aún oscila entre considerarla un arte o una ciencia con sus consecuentes tratamientos), las diferentes posturas institucionales sobre el tema, sus valores, creencias y prácticas sobre la misma.

La caracterización de la docencia se complejiza aún más si se considera la naturaleza de las disciplinas que se enseñan y el alcance que deben tener de acuerdo a la formación y desempeño profesional esperado de sus egresados, o las diferentes funciones que el docente debe adoptar según las heterogéneas situaciones de enseñanza y aprendizaje contempladas en el currículo; es decir, no es lo mismo promover aprendizajes en prácticas de laboratorio que en prácticas de campo, y más aún si de lo que se trata es de enseñar matemáticas, biología o historia, que implican actuaciones y exigencias diferenciales de los docentes. De la misma manera, en la delimitación de las funciones del docente habría que distinguir, nos aclara Rueda, las que corresponden al trabajo de los académicos en su conjunto que incluyen actividades de asesoría, de investigación o dedifusión por ejemplo-, con las actividades de enseñanza propiamente, que se circunscriben a la interacción de los docentes con sus estudiantes, como serían los seminarios, clases o prácticas de laboratorio y de campo.

Es así que la evaluación de la docencia se ve demarcada por la diversidad de coordenadas que habría que tomar en cuenta en las decisiones sobre qué se evalúa y cómo, y éstas por lo tanto corresponderán -como señala Rueda- a cada universidad, carrera o programa, configurándose así diferentes formas de evaluar la labor docente.

En este primer capítulo, el autor también nos presenta una caracterización general de los procesos de la evaluación de la docencia de seis universidades públicas, que sin ser una muestra representativa o exhaustiva, le permite llegar a ciertas conclusiones generales. Tras su investigación, constató que la aplicación de las políticas públicas de la evaluación docente ha sido exitosa, en el sentido de que se aplican en la mayoría, aun cuando existe gran variedad de prácticas institucionales para llevarla a cabo (antigüedad, tipo y usos); las promueven generalmente los directivos o allegados a la administración en turno; los encargados de la evaluación tienen generalmente formación disciplinaria en la carrera de pertenencia de los docentesevaluados, con escasa experiencia en actividades de evaluación, y las evaluaciones en su conjunto están asociadas a los programas de compensación salarial. También corroboró que la aplicación de los procedimientos para evaluar son difíciles, incluso en algunos casos llegan a frenarse por considerarse punitivos para los profesores, sin embargo, las primeras oposiciones llegan a desvanecerse ya sea por una construcción colectiva o porque implican acceder a los programas de compensación salarial.

El autor encontró asimismo que los cuestionarios de opinión de los estudiantes son los instrumentos que se aplican por excelencia para dar respuesta a las políticas de evaluación por las instituciones, que si bien se han adoptado por sus atributos metodológicos y su practicidad, no obstante, su aplicación generalizada, y su uso prácticamente exclusivo para evaluar el desempeño docente, son fuente de polémica en la actualidad por los sesgos que originan y no se reportan en las experiencias revisadas; entre ellos, los efectos de los factores políticos y administrativos inherentes a su aplicación, la congruencia entre las categorías y los indicadores, los criterios de interpretación y uso de los resultados, la falta de retroalimentación de los mismos tanto a los docentes evaluados, como a los administradores y estudiantes. Asimismo, el autor encontró la utilización en general de un cuestionario único para todas las áreas disciplinarias y niveles educativos, en el que prevalece la evaluación de las dimensiones relacionadas con la planeación, desarrollo y cobertura de los programas y las formas de evaluación empleadas, se tocan apenas las relativas al dominio de la asignatura o el manejo de las técnicas didácticas; pero lo más importante es que no se contemplan formas de evaluar la manera en que afecta la actuación de los docentes en los aprendizajes de los estudiantes.

Con base en estas problemáticas, el autor hace diversas advertencias, algunas de ellas, nos aclara, están ya documentadas en la literatura al respecto; entre ellas, la necesidad de participación de los involucrados en la evaluación, no sólo como estrategia sino por la importancia de conocer sus diferentes puntos de vista; la necesidad de vincular la evaluación con la formación permanente del docente y la planeación y revisión continua de las condiciones institucionales en las que se desarrolla la docencia, y ello para contrarrestar el sentido de "control" administrativo y uso preferencial de ésta para el acceso a los programas de compensación salarial, reveladas en las instituciones estudiadas; la necesidad de emplear una evaluación serial que proporcione una información más completa del desempeño del docente, en oposición a una evaluación de una sola medición que resulta por demás injusta, sobre todo cuando la promoción o contratación del docente está en juego.

Es así que Mario Rueda pone el punto en la llaga al señalar las incongruencias y controversias que generan los sistemas generalizados de evaluación de la docencia universitaria, y al exponer la urgencia de crear las condiciones que promuevan el perfeccionamiento continuo de los mismos que beneficien por igual a docentes, estudiantes y directivos.

Y para finalizar el capítulo, el autor describe una experiencia en la que se logró la participación del personal académico de una institución para el diseño y puesta en marcha de un proceso de evaluación de la docencia. La estrategia consistió en elaborar un instrumento que recogiera la opinión de los docentes sobre los aspectos o dimensiones importantes a evaluar sobre la docencia impartida en esa institución, con la finalidad de proponer a los directivos una forma de atender el problema de la evaluación docente pero que respondiera a ese contexto en particular y con la participación informada de los mismos involucrados.

Lo interesante de este insrumento fue su elaboración a manera de guía como medio para recuperar la opinión y sugerencias de la planta docente, cuyas informaciones obtenidas pudieran ser transformadas en orientaciones para la construcción de una forma particular de atender la evaluación del docente, ejercicio que por sí mismo incorpora en el proceso de evaluación a los propios docentes, como el mismo autor nos aclara.

La guía contempla tres apartados: 1) la disposición o expectativas del docente frente al proceso de evaluación; 2) las dimensiones más pertinentes para un proceso de evaluación local de la docencia: planeación, desarrollo e impacto de la docencia. Estas dimensiones fueron seleccionadas de otras experiencias de evaluación docente con la intención de que opinaran sobre su pertinencia en el propio contexto, y 3) medios e instancias preferentes para conducir el proceso de evaluación.

El autor presenta esta guía como un instrumento auxiliar en el diseño de procesos de evaluación que consideren la participación de los docentes. Tal y como era su propósito, sus resultados sirvieron por ejemplo para la elaboración de un cuestionario de opinión dirigido a los estudiantes, según la preferencia señalada por los académicos. Aunque la experiencia que reporta fue en una comunidad de académicos de posgrado, no obstante, puede ser utilizada en otros contextos, con las adaptaciones que se requieran para los mismos. Con todo y el éxito de esta experiencia, Rueda nos aclara la pertinencia de clarificar primero el propósito central que se persigue al evaluar la actividad docente, y ponderar el mejor o mejores recursos para contribuir al propósito planteado. Habrá casos en que el cuestionario de opinión de los estudiantes no sea el oportuno, que en todo caso es un instrumento que sólo proporciona información muy puntal sobre las acciones pedagógicas de los profesores en el contexto de la formación profesional, y se tendrá que buscar otras alternativas según lo específico o general que se quiera evaluar del quehacer docente. Lo importante -nos dice el autores que los docentes participen y se apropien de los procesos de evaluación y estos procedimientos no sean exclusivos de los académicos en turno. Asimismo, ésta será más auténtica si reúne las características de una autoevaluación asistida.

En su segundo capítulo "Diagnóstico del estado de la evaluación docente en la UNAM ", Rueda presenta una investigación sobre evaluación de la docencia realizada en 14 de las 15 facultades que conforman la UNAM, cuyo objetivo fue contar con un diagnóstico al respecto. Aclara que se realizó bajo el esquema de un estudio exploratorio y forma parte de un proyecto más amplio cuyo fin es el análisis y la evaluación de la docencia en el nivel universitario.

El autor detalla la metodología empleada, basada principalmente en entrevistas personales con los encargados de la evaluación de cada facultad o con el secretario académico respectivo, a partir de una guía diseñada ex profeso. Además de la guía de entrevista, se diseñaron dos instrumentos más para el levantamiento y procesamiento de la información: un cuestionario que recoge principalmente datos sobre el perfil de los entrevistados y datos de cada facultad, los antecedentes sobre la evaluación de la docencia en cada una, y un formato de vaciado de la información que posibilita la sistematización de la misma.

Llama la atención que el autor incluya, en la descripción de la metodología, la capacitación cuidadosa proporcionada a las tres personas que colaboraron en la realización de las entrevistas, que aun cuando ya contaban con experiencia en ello, se puso especial atención en su preparación mediante seminarios de discusión, ensayos y análisis de las entrevistas, sensibilización sobre su contenido y retroalimentación sobre las primeras entrevistas realizadas. No es común encontrar este tipo de información en los reportes de investigación, además de que devela la preparación metódica de la fuente básica de recolección de datos para asegurar su validez y confiabilidad.

Asimismo, detalla las tres etapas que requirió el trabajo de campo (entrevista telefónica con el secretario académico de cada facultad, entrevista colectiva con los encargados de la evaluación docente, y análisis de la entrevistas audiograbadas), y los dos tipos de procesamiento de la información utilizado (cuantitativo y cualitativo).

Los resultados más relevantes que cabe destacar tanto por lo datos cuantitativos obtenidos, como por los análisis de tipo cualitativos realizados, es que en principio la evaluación de la docencia en la unam no ha sido históricamente regulada o conducida por alguna instancia central, sino más bien se ha caracterizado por ser heterogénea, aislada e independiente en cada institución, es decir, no parece haber un esfuerzo en toda la universidad por dirigir o al menos conocer lo que sucede en cada facultad en materia de evaluación docente; sin embargo, el programa de estímulos implantados en los noventa promovió un proceso de evaluación en aquellas facultades que no contaban con él, aunque la iniciativa y sentido de la actividad de evaluación parece responder a una necesidad de control administrativo, al promoverse ésta desde las instancias académico-administrativas en la mayoría de las facultades.

Otro aspecto importante a resaltar es que el instrumento primordialmente utilizado para evaluar la actividad docente es de nueva cuenta un cuestionario de opinión estudiantil, que en su mayoría está conformado por preguntas cerradas de opción múltiple, generalmente es un cuestionario único utilizado para todos los niveles y situaciones de enseñanza, y sólo en contados casos y de manera limitada se ha tenido la participación de los profesores en su diseño. Sin embargo, pocas son las facultades interesadas en lograr a futuro un sistema de evaluación más completo. De la misma forma, la mayoría de los cuestionarios se concentran en evaluar al docente, y sólo en algunos casos permiten la autoevalua-ción de los estudiantes, además de que no hay consenso en los temas y dimensiones evaluadas, sus resultados generalmente tienen un tratamiento descriptivo, sin llegar a elaborarse un análisis más complejo o un seguimiento para perfeccionar los instrumentos.

Es importante señalar también que la información obtenida en esta investigación devela un rechazo o resistencia inicial de los profesores hacia la evaluación, al considerarla como una acción persecutoria y autoritaria, generada principalmente por falta de información. De aquí que Rueda insista en la necesidad de un trabajo consensuado y ampliamente explicado y discutido con los involucrados.

En el tercer capítulo, "Cuestionarios de opinión estudiantil como instrumento de evaluación docente", el autor expone pormenorizadamente el diseño y estimación de un cuestionario estudiantil para evaluar la actividad de los profesores. Como lo ha aclarado antes, estos instrumentos han recibido críticas severas, aunque paradójicamente son el medio más utilizado en las universidades de todo el mundo, altamente valorado por directivos y profesores por su practicidad, y sus estudiosos se han preocupado por resolver problemas de validez y confiabilidad señalados. Su idea fue explorarlos para darles un uso distinto y contribuir a su análisis crítico.

Nos detalla así una experiencia en la que se procedió de manera distinta a la usual para su elaboración; ello implicó recurrir a varias fuentes para su construcción y considerando siempre la participación de los profesores con la finalidad de orientarlos al mejoramiento de la actividad docente en el contexto mexicano. El primer paso fue la revisión de cuatro cuestionarios utilizados en diferentes universidades mexicanas y la elaboración de una primera versión del instrumento en el que se incluyeron todos los reactivos contemplados en ellos. Elaborada esta versión preliminar, se sometió al análisis de cinco especialistas en evaluación de la docencia buscando validarlo para universidades mexicanas. De acuerdo con las sugerencias de los especialistas, se agregaron preguntas que expresaran dimensiones importantes no consideradas y siempre pensando en el poder orientador de la evaluación con el fin de mejorar la actividad evaluada.

Una fuente más en la construcción de este instrumento lo constituyeron dimensiones derivadas de una postura constructivista no contempladas en el mismo. La versión final incluye dimensiones sobre planeación, ambiente del aprendizaje, conducción de la clase, y estrategias instruccionales formativas; además se incorporaron dos rubros, uno sobre la evaluación global del desempeño del docente, y otro sobre la evaluación del estudiante en la materia correspondiente.

De manera muy precisa, el autor describe este instrumento de "Evaluación de la docencia en el nivel universitario" en su fase inicial de validación, y detalla su contenido y estructuración, así como los procedimientos y los resultados obtenidos de su fase inicial, realizada con alumnos de varias carreras y semestres de la UNAM. La intención de esta etapa preliminar fue indagar su capacidad de discriminación, validez y confiabilidad, así como analizar sus principales ventajas y limitaciones. El autor advierte sobre la necesidad de realizar otros estudios de manera reiterada para probar su validez predictiva. Actualmente se encuentra probándose en la UNAM.

Esta primera etapa arroja ya importantes resultados derivados de la aplicación de suficientes muestreos y análisis minuciosos de reactivos para analizar su capacidad de discriminación, mediante la utilización de variadas pruebas estadísticas que permiten desde esta primera versión tener un instrumento que diferencia o discrimina los atributos de los profesores esperados por los estudiantes de acuerdo con el nivel o grado de avance de sus estudios, el área de conocimiento de la carrera estudiada, y por cada profesor evaluado. También cuenta ya con la validez necesaria y con un nivel muy alto de confiabilidad que, junto con su capacidad de discriminación de sus reactivos, permiten concluir que "el sentido que los alumnos le dan a sus respuestas define, precisamente, las dimensiones que conforman el desempeño de la calidad docente".

Así, esta obra nos ofrece no sólo un texto interesante y necesario para estudiar e investigar el tema de la evaluación docente universitaria, en tanto aborda conceptos, teorías, paradigmas, debates y controversias de manera muy puntual, sino que también ofrece estrategias que dan voz y participación a los profesores en los procesos de evaluación de los que son objeto, y todavía pone a la disposición de la comunidad universitaria un instrumento de evaluación estudiantil rigurosamente diseñado, que recoge asimismo las apreciaciones de los que son evaluados, e invita por supuesto a su utilización y perfeccionamiento a los que estamos interesados en proponer alternativas para mejorar la calidad de la enseñanza.

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