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Estudios de historia novohispana

versión On-line ISSN 2448-6922versión impresa ISSN 0185-2523

Estud. hist. novohisp  no.62 Ciudad de México ene./jun. 2020  Epub 04-Dic-2020

https://doi.org/10.22201/iih.24486922e.2020.62.68241 

Reseñas

Beatriz Alcubierre, Niños de nadie. Usos de la infancia menesterosa en el contexto borbónico

Estela Roselló Soberón1 
http://orcid.org/0000-0003-2159-6758

1 Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, México. Correo electrónico: estela.rosello@gmail.com.

Alcubierre, Beatriz. Niños de nadie. Usos de la infancia menesterosa en el contexto borbónico. ., México: Bonilla Artigas/Universidad Autónoma del Estado de Morelos, 2017.


En nuestro país son pocos los libros de historia dedicados a la infancia. Muchos menos, aquellos buenos libros dedicados a hilar y desentrañar minuciosamente los significados ocultos detrás de todo aquello que en el pasado rodeó la cotidianidad de niños y niñas cuyas condiciones de vida estuvieron muy lejos de lo que hoy consideramos el ideal de una infancia “digna y sana”. Proyectos y utopías modernizadores, sueños de progreso, estereotipos y anhelos en torno de nuevas concepciones sobre la felicidad y el bienestar terrenos, así como programas sanitarios y de salud pública que buscaron contener las epidemias para incrementar el crecimiento económico de un imperio, son todos elementos presentes en la historia de estos “niños de nadie” que Beatriz Alcubierre rescata como sujetos que tuvieron que hacer frente a realidades económicas, políticas y culturales producto de las ideas y creencias de los adultos del siglo XVIII.

Con ciento noventa y cuatro páginas y dividido en cuatro capítulos y un epílogo, la obra de Alcubierre reconstruye dos grandes episodios de la historia de esos niños expósitos en tiempos borbónicos, a quienes el Diccionario de autoridades de la Real Academia Española de 1730 definió como “niños carentes de anclajes sólidos, a quienes se podía mover donde convenga y a gusto del Rey”.1 En efecto, la autora concentra su investigación en la historia de muchos niños huérfanos y menesterosos cuyos destinos estuvieron marcados por el desplazamiento forzoso en aras de aquello que la Corona española de los Borbones consideró el progreso y el bienestar público del reino. Así, los dos sucesos centrales en la narración de esta historia son, por un lado, el proyecto de trasladar niños expósitos de la ciudad de México a la Alta California para impulsar la colonización de la zona a fines del siglo XVIII y, por otro, los programas de variolización que emprendió la monarquía hispánica por todos los territorios del imperio, a fines del siglo XVIII y principios del siglo XIX.

La historia de ambos lances se reconstruye mediante el análisis de diversas fuentes de archivo, como son los documentos de diferentes ramos del Archivo General de México (Epidemias, Cédulas Reales, Californias, Indiferente Virreinal) y del Archivo General de Indias (Indiferente General), cartas personales, tratados médicos, informes gubernamentales, memorias, diarios, gacetas y otras fuentes primarias, además de la bibliografía especializada en medicina ilustrada europea y novohispana, historia de la monarquía borbónica y evidentemente, historia de la infancia en el mundo moderno.

En el primer capítulo, titulado “El reformismo borbónico y la infancia”, Alcubierre retoma la veta historiográfica de los Annales, más específicamente de Philippe Ariès, para reconstruir el imaginario y el contexto cultural que delimitaron la realidad de los niños expósitos protagonistas de las historias que se cuentan en el libro. La autora recuerda a Hugh Cunningham para afirmar que, a lo largo del siglo XVIII, y en gran medida, como producto del proceso de secularización que se vivió en aquella centuria, las sociedades occidentales vivieron algunos cambios en torno de las prácticas y las actitudes que rodearon a la infancia y, muy especialmente, alrededor del concepto de crianza, como un elemento clave para lograr el verdadero crecimiento no sólo de los niños en sí mismos, sino sobre todo de las economías de las naciones que surgieron entre los siglos XVIII y XIX. En ese sentido, la autora explica la evolución que sufrió el concepto de infancia entre los siglos XVI y XVII -más propiamente barrocos y contrarreformistas- y la época del reformismo ilustrado borbónico que dio contexto a las historias de los niños menesterosos protagonistas de su investigación. Alcubierre logra dar idea de esta evolución histórica al señalar las diferencias entre la mentalidad de la sociedad hispánica católica, que había representado a los niños como pequeños mártires puros, merecedores de la caridad cristiana, y la mentalidad de una sociedad ya más secular e ilustrada que prefirió pensar a los niños como agentes de cambio y de modernización; como sujetos receptores de los beneficios ya no de la caridad, sino de la filantropía. Esta nueva mirada en torno de la infancia dieciochesca hispánica encontró eco en las nuevas políticas racionalistas para crear colegios, hospicios, correccionales y casas de cuna, instituciones que, de acuerdo con la mirada ilustrada de la época, podían ser de gran provecho para explotar y conservar el potencial productivo de los niños en los territorios españoles.

Tal como señala la autora de Niños de nadie, la visión optimista e ilustrada de los Borbones se expresó en diversos proyectos económicos, sanitarios y políticos que surgieron del deseo y de la aparente posibilidad de reducir la mortalidad infantil y de criar niños sanos y fuertes. A diferencia de lo que se antoja pensar, de acuerdo con la autora, estas ideas no surgían de una sensibilidad de mayor empatía o amor hacia los niños, tal como estas emociones se entienden actualmente, sino del interés más bien económico y material de los reyes de criar súbditos que, al llegar a la edad adulta, fuesen más capaces de trabajar y hacer producir las tierras, poblar los territorios del imperio y con ello, incrementar las riquezas del mismo. De esta manera, y a decir de la investigación de Alcubierre, bajo la mirada utilitarista de las autoridades hispánicas del siglo XVIII, los niños expósitos, sujetos hasta entonces abandonados y en realidad poco importantes para la Corona -más allá del tema de la preocupación por salvar su alma- comenzaron a mirarse con mayor atención, al constituir un factor de pérdida económica para el Estado. De ahí el interés racional en impulsar políticas y proyectos que los integraran al orden social y eventualmente, aprovechar su fuerza de trabajo. Efectivamente, uno de los proyectos utilitaristas borbónicos en torno de aquellos niños fue el de trasladar a varios expósitos de las casas de cuna de la ciudad de México y de otras ciudades virreinales como Puebla y Guadalajara a la zona de la Alta California, con la finalidad de poblar dicho territorio y consolidar allí una verdadera colonia hispánica.

En medio de afanes centralizadores y de deseos de poblar los territorios con colonos útiles, Alcubierre reconstruye la historia de muchos niños de nadie que fueron extirpados de su lugar de origen, como si fueran objetos transportables, carentes de voluntad, sentimientos o anhelos personales, para materializar, en cambio, los anhelos y sueños de dominio político y crecimiento económico de la Corona ilustrada. De esta manera, el segundo capítulo de la obra se dedica a narrar una historia tremenda en la que no sólo se evoca la ilustrada fe en el progreso, sino también la ambición de distintos gobernantes que vieron en aquellos niños el vehículo útil para consolidar e incrementar su poder y su hacienda. Este segundo capítulo, cuyos primeros avances, hipótesis e ideas ya se habían publicado en un trabajo anterior de la autora, profundiza y complementa, a partir del análisis de nuevos documentos, así como del desarrollo extenso de muchas ideas, aquello que Alcubierre había comenzado a apuntar en aquel primer esbozo de este interesante episodio histórico.

Más allá de la minuciosidad y la seriedad con que la autora narra los pormenores económicos, políticos, sociales y culturales del proceso de preparación y ejecución de este proyecto colonizador, llaman la atención, sobre todo, las ambivalencias y paradojas que lo constituyeron. Así, no faltan momentos en que las historias de la hermanita Francisca o de María de Jesús y la futura beata Apolinaria, entonces una niña de apenas cuatro años, recuerdan cómo la existencia de estos pobres niños osciló siempre entre un incipiente interés en cuidar de su integridad -al comprarles la ropa suficiente para el viaje, proporcionarles golosinas e incluso tabaco para su placer- y el absoluto desprecio y desinterés en ellos -incapacidad para escucharlos con empatía o mirarlos como seres humanos frágiles, con sentimientos y necesidades personales.

En este apartado, Alcubierre retoma las ideas de Schmitt sobre los grupos marginales y analiza la función que estos niños expósitos tuvieron como agentes de cambio social. Así, en su análisis, la historiadora plantea las paradojas que dieron sentido a la vida de estos huérfanos de nadie que vieron transcurrir su existencia entre el interés político y económico por integrarlos y las inercias sociales y culturales que los excluían, entre las sensaciones de ser recuperados como sujetos valiosos y el terrible destino de todo aquello que parece ser desechable. Ahora bien, si el capítulo que habla de estos niños como “colonias móviles” resulta verdaderamente interesante y da fe de una exhaustiva investigación histórica, los últimos dos capítulos constituyen, sin duda alguna, la parte más sustanciosa, interesante y bien lograda del libro.

En los capítulos tres y cuatro de la investigación, Alcubierre se dedica a desentrañar, reconstruir y narrar una historia fascinante y trágica a la vez. Una historia de claroscuros que, nuevamente, da fe de las tensiones y contradicciones que normalmente forman parte de los sueños y las utopías: los proyectos de variolización emprendidos por la monarquía de los Borbones a fines del siglo XVIII y principios del XIX.

Aquí, en esta parte de su investigación, Alcubierre presenta a los niños como “seres transferibles”, poseedores de “cuerpos utilizables”. Al reconstruir la historia de eso que se ha dado en pensar como algo muy parecido a “las primeras campañas de vacunación” contra la viruela, la autora de Niños de nadie logra una narración realmente interesante que deja ver las diversas relaciones que se entretejieron entre la política, las teorías e ideas de la medicina moderna, el interés por la salud pública, los valores del pensamiento ilustrado, así como la representación de la infancia y la naturaleza de los niños expósitos en el siglo XVIII.

Tal como lo explica Alcubierre, en las campañas de variolización emprendidas tanto por la Corona española como por las autoridades virreinales de la Nueva España, los niños vacuníferos sirvieron “como portadores cuasi milagrosos de la esperanza para detener los azotes epidémicos que minaban la fuerza laboral a ambos lados del Atlántico”.2 Los niños expósitos fueron, para los médicos y las autoridades ilustradas del siglo XVIII, sujetos de experimentación, vehículos de esperanza, tubos de ensaye humanos transportados como objetos en aras de promover el bienestar y el bien público dentro de los territorios del imperio.

Son muchos los personajes vanguardistas, visionarios, curiosos, testarudos, idealistas, ambiciosos, insensibles y comprometidos que aparecen en estas páginas. Lady Montagu y sus descubrimientos pioneros en el imperio otomano, Edward Jenner y sus lecheras en Inglaterra, los médicos del Protomedicato y sus polémicas en Madrid, sus homólogos novohispanos en defensa de su saber criollo, el doctor Esteban Morel y sus incomprendidos ideales científicos, el arzobispo Núñez de Haro y Peralta y sus esfuerzos ilustrados, el doctor Bartolache y sus atoles medicinales, así como los galleguitos del doctor Balmis y sus pleitos con el virrey Iturrigaray sorprenderán al lector en todo momento, y lo llevarán por una historia por demás atractiva, y por momentos difícil de procesar en toda su dimensión.

Rodeados de proyectos sanitarios modernizadores, epidemias mortíferas, folletos informativos, cristales para transportar fluidos de cuerpos enfermos, esperanza y desolación que atravesaron el Atlántico junto con ellos, los niños que protagonizan estas páginas llevarán de la mano al lector para adentrarse en una fascinante historia cultural de la infancia o, mejor dicho, de las múltiples infancias hispánicas en el siglo XVIII. Son muchas las virtudes de Niños de nadie. Quien lo lea encontrará en él una cuidadosa investigación en los archivos, una interpretación sugerente sobre la función de la infancia ilustrada, así como una narración espléndida sobre episodios que a veces, como su misma autora menciona en algún momento, evocan aventuras propias de las novelas de Julio Verne.

Como todos los buenos libros de historia, el de Beatriz Alcubierre no sólo resuelve muchas preguntas, sino que deja abiertas otras más, y genera en el lector un sinnúmero de interrogantes y el deseo de saber e investigar más sobre todo aquello que se cuenta en sus páginas. Niños de nadie habla de cuerpos vulnerables y de fronteras desconocidas, de racismo y discriminación, de sensaciones corporales que cruzaron el océano en medio de fiebres, picazón, pus y dolor, de sensibilidades y universos emocionales vinculados con la infancia en apariencia lejanos a nosotros, pero, tristemente, aún vigentes en muchos rincones de nuestro país y nuestro planeta.

Niños de nadie aborda problemáticas propias de la historia cultural, desde una perspectiva trasatlántica. Así, la obra de Beatriz Alcubierre cuenta una historia que une a la Nueva España con el mundo; una historia que habla de la circulación de prácticas, objetos, ideas, saberes, creencias, representaciones, teorías y, sobre todo, niños. Se trata de un episodio más en esa historia de larga duración en la que, a lo largo de los siglos, millones de sujetos pequeñitos y vulnerables han visto oscilar su existencia entre la cosificación de su ser y el reconocimiento de su dignidad y su existencia humana. Una referencia obligada para todos aquellos que deseen inmunizarse contra la falta de empatía hacia los niños y vacunarse contra el aburrimiento y la falta de imaginación histórica.

1 Alcubierre, Niños de nadie, 81.

2Alcubierre, Niños de nadie, 14.

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