En el siglo XVI, el programa de evangelización a indígenas tuvo como obstáculo la diversidad de lenguas que se hablaba en el territorio que la Corona española denominó virreinato de la Nueva España. En una primera etapa, los frailes misioneros recurrieron a la explicación de los conceptos esenciales por medio de imágenes pintadas en lienzos.1 Posteriormente aprendieron las principales lenguas, sobre todo el náhuatl hablado por los gobernantes de la Triple Alianza, quienes controlaban tributariamente los territorios de lo que hoy en día conocemos como México.
El primer catecismo impreso en México2 es la Breve y más compendiosa doctrina christiana en lengua mexicana y castellana del primer obispo de la Nueva España, fray Juan de Zumárraga, quien en 1539 lo manda imprimir a su costa en la Ciudad de México. Sin embargo, también continuaron en uso los catecismos pictográficos y los manuscritos en las lenguas autóctonas, para la enseñanza de los principios básicos de la religión católica. En las regulaciones que se hicieron en los concilios provinciales mexicanos, se tomó en cuenta el material manuscrito para adoctrinar a los indígenas, a fin de que no circulara sin que fuese aprobado.
Los catecismos en imágenes o pictográficos desempeñaron un papel muy importante para la catequización del indígena. La mayoría de los ejemplares que han sobrevivido al paso del tiempo son considerados de los siglos XVII a XIX. La datación de ejemplares del siglo XVI provoca controversia entre los especialistas que únicamente consideran a dos con posibilidad de tener esa antigüedad. La mayoría de ellos se encuentra en repositorios en el extranjero. En 1975 John B. Glass 3 reportaba 35 y señalaba como perdidos algunos otros ejemplares que fueron descritos en publicaciones del siglo XVIII y XIX. En 1985, Anne Whited Normann registra los de probada existencia (incluyendo los que se consideran copias) y los perdidos, presentando un total de 42.4 El censo más reciente (2017) es de Elizabeth Hill Boone, Louise M. Burkhart y David Tavárez, quienes presentan un cuadro de los catecismos pictográficos en repositorio a la fecha, en los que se cuentan un total de 37.5
La Doctrina Christiana Egerton Ms. 2898 (en adelante Egerton Ms. 2898) es uno de los catecismos pictográficos que se han conservado hasta la fecha y es el único del denominado Grupo Egerton que se tomó en cuenta en esta investigación.6
El objetivo del presente trabajo es demostrar la relación entre el Egerton Ms. 2898 y el Catecismo hispano-mexicano. Por años se había considerado que éstos sólo tenían en común haber sido elaborados por D. Lucas Matheo en agosto de 1714. Como resultado de esta investigación, se demuestra que el primer manuscrito es el original, siendo el segundo una copia elaborada por Galicia Chimalpopoca en 1877. Ambos manuscritos formaron parte de la Colección Ramírez, hasta que fueron desvinculados y terminaron en diferentes repositorios.
Gracias a las facilidades que otorga el Museo Británico de Londres para el estudio del Egerton Ms. 2898,7 se pudieron observar y fotografiar detalles que coadyuvaron a la identificación del documento como parte de la Colección Ramírez.
En la metodología desarrollada se exploraron diferentes líneas de investigación. Una de ellas fue la identificación del documento, tratando de encontrar la filiación del escribano D. Lucas Matheo, quien había sido considerado en la historiografía como un posible tlacuilo o dibujante y escribano indígena que copió este manuscrito.8 La firma de D. Lucas contiene elementos de identificación de escribano autorizado por el rey, por lo que en los inicios de la investigación se realizó el análisis de la firma tratando de dar respuesta al porqué un indígena podía haber utilizado signos de escribano autorizados por el rey, siendo que ni mestizos ni indígenas podían ocupar esos cargos. La investigadora Louise M. Burkhart lo identificó como indígena en el Códice Kaska.9 Sin embargo, en ese documento, firmó de manera diferente y el análisis de la firma en el Egerton Ms. 2898 arrojó elementos que fueron determinantes para concluir que es el manuscrito original, y el Catecismo hispano-mexicano una copia. Los detalles se presentarán más adelante, en el inciso correspondiente.
Otra línea de investigación fue la paleografía, traducción y estudio histórico del cuestionario de catequización. Este elemento es un aspecto más dinámico que las oraciones, debido a que, según se pudo apreciar, cada autor desde los inicios de la evangelización, iba agregando o quitando elementos explicativos, y sirvió para obtener otros datos hasta hoy no abordados.
Por ejemplo, se revisaron los materiales impresos desde el siglo XVI hasta el XVIII, y se encontraron en los concilios provinciales muchas de las razones por las cuales, aunque hubiese catecismos traducidos e impresos en lengua náhuatl desde el siglo XVI, el Egerton Ms. 2898 no los utilizó.
Asimismo, se estudió la regulación y las condiciones de la época que hicieron posible que dichos catecismos continuaran en uso prácticamente hasta finales de la época colonial, como se presentará más adelante.
Siendo que el Catecismo hispano-mexicano, manuscrito elaborado por Galicia Chimalpopoca, se consideraba como “posiblemente relacionado” en la historiografía mencionada anteriormente, y dado que eran del mismo escribano y del mismo siglo, era importante cotejar firmas y elementos entre ambos documentos, como parte de la metodología para la identificación del Egerton Ms. 2898. Las pistas que las líneas de investigación iban arrojando, por cotejo de firmas y elementos usados por el escribano, nos proporcionaron los elementos iniciales, a través de los cuales, haciendo una comparación plena de ambos documentos, se pudo concluir que el Catecismo hispano-mexicano es la transcripción manuscrita del Egerton Ms. 2898.
La traducción al español que se presenta (Anexo 1) no es la que se podría encontrar en un catecismo impreso. La intención es mostrar la probable visión del indígena, que en su lengua náhuatl atesora un crisol cultural. Patrick Johansson señala: “La lengua entraña la cultura; es la forma de expresar cómo se percibe una emoción, un acontecimiento, la visión de todo lo perceptible e imperceptible”.10
Cabe señalar que la identificación plena del lugar de origen de este documento y muchos otros detalles aún no ha sido posible conocerlos con certeza, a pesar de que en esta investigación se haya determinado que ambos estuvieron juntos en la Colección Ramírez. En este trabajo, se presentan posibles respuestas de cómo se logró desligarlos y cómo terminaron en diferentes repositorios.
El Egerton Ms. 2898
El documento de referencia se encuentra en resguardo en el British Museum de Londres, que lo adquirió en 1911 y forma parte del Fondo Farnborough.11 Es un pequeño libro encuadernado rústicamente en una piel suave color marrón, de 22.7 cm de alto por 34.4 cm de ancho.12 El manuscrito consta de 30 folios. El primero contiene una pequeña introducción manuscrita en lengua náhuatl y los 29 restantes presentan pictografías que combinan elementos de la religión católica, con componentes de tradición indígena. Aprovechando espacios entre imágenes, agregaron las oraciones o explicaciones correspondientes a conceptos del catecismo. Todo ello manuscrito en lengua náhuatl.
El cuestionario para la catequización muestra imágenes y un diálogo entre el sacerdote y un indígena que responde certeramente a las 29 preguntas.
En el folio 29v del documento, al final de las pictografías correspondientes al Confiteor se insertó en forma manuscrita en lengua náhuatl, una especie de despedida en la que se indica la terminación de esta doctrina cristiana. Ahí mismo se observa la fecha a la cual se le borraron (aparentando deterioro) el día del mes y un dígito del año; “en (¿?) agosto de 1(¿?)14 años”, la firma del escribano y su signo, que a la letra se lee “Dom. Locas Matheo escrivano”. A la firma le acompañan todos los signos de identificación del oficio de escribano novohispano.
Lugar de procedencia
En el Catálogo de adquisiciones del Museo Británico no se identifica su procedencia.13 Glass establece que posiblemente formó parte de la colección de Felipe Sánchez-Solís y de la Colección del Barón Von Waecker-Götter.14 Uta Berger comparte esa opinión basándose en que el museo adquirió varios documentos de esa colección en el mismo año.15 Normann consideró que provenía de la colección Sánchez-Solís, con base en una descripción de Orozco y Berra de 1877.16
La metodología empleada en esta investigación consistió en indagar acerca de las colecciones y vendedores de las mismas y buscar, en lo posible, el camino que recorrió hasta llegar a su repositorio. Se investigó en el catálogo de 1911 a fin de conocer los documentos que sí eran reconocidos como parte de una colección; por ejemplo, el Egerton Ms. 2895, que también fue adquirido con el Fondo Farnborough, e identificado como parte de la colección de Sánchez-Solís. No se encontró una razón que justificara que el Egerton Ms. 2898 no fuera registrado en ese catálogo como parte de una colección, si hubiera habido algún elemento que lo determinara así. A lo anterior se suma que otros manuscritos mexicanos que se compraron en el mismo año (por ejemplo; Egerton Ms. 2896, Fondo Farnborough) tampoco tienen identificadas las colecciones de las que provienen. En el mismo catálogo del Museo Británico se aprecia que se compraron manuscritos al comerciante londinense Bernard Quaritch. Por John Frederick Schwaller se sabe que ese comerciante vendió algunos manuscritos de la Colección de Fernández del Castillo, mismos que en un inicio formaron parte de la Colección Ramírez en la subasta de Londres de 1880.17 De ahí se encontró la posible conexión de origen con el manuscrito Catecismo hispano-mexicano, como se presenta más adelante.
El Catecismo hispano-mexicano
Este catecismo se encuentra en resguardo en la Biblioteca Bancroft;18 mide 23 cm y está encuadernado en piel negra con bordes en tela azul. Es una copia que realizó Faustino Galicia Chimalpopoca en 1877. El documento es un manuscrito a dos columnas que no contiene imágenes. La columna del lado izquierdo está escrita en lengua náhuatl y la del lado derecho presenta la traducción al castellano. Tiene una extensión total de 48 folios.
Lugar de procedencia
El documento de referencia procede de la Colección Ramírez, pero se desconoce su lugar de origen. La Biblioteca Bancroft adquirió este Catecismo hispano-mexicano del lote de manuscritos de Edward Ayer (comerciante norteamericano), que a su vez provenían del comerciante de manuscritos y libros raros de Londres, Bernard Quaritch. La subasta de tan importantes manuscritos se realizó en Londres en 1880.
Schwaller indica que, en dicha subasta, el entonces destacado estudiante norteamericano Henry Stevens compró manuscritos para la Biblioteca Bancroft,19 pero también compró otros para la biblioteca del Museo Británico (British Museum). Hasta el momento no se dispone de una relación de cómo los distribuyó. Se sabe que Stevens20 se convirtió en comerciante de libros raros21 y que invertía parte de sus ingresos para la compra personal de este material. Su biógrafo resalta la infortunada bancarrota en que se encontró en 1845. En la subasta de 1880 pudo haber comprado los dos manuscritos y por motivos comerciales separarlos, descontextualizarlos y vender el Catecismo hispano-mexicano a Ayer. También Quaritch podría haberlos separado para esa subasta.
Cabe señalar que al Egerton Ms. 2898 en un aparente deterioro se le borró el segundo dígito del año 1714 e ingresó al Museo Británico en 1911, como un documento que probablemente era de 1614. Así resultó más atractivo por su antigüedad y quedó desconectado del Catecismo hispano-mexicano, que después de la subasta realizada en Londres en 1880 ingresó a la Biblioteca Bancroft con muchos otros manuscritos de la Colección Ramírez.
Schwaller comenta que el original estaba en el Museo Nacional y que Ramírez y Chimalpopoca corroboraron el original del Catecismo hispano- mexicano, que ahora conocemos que es el Egerton Ms. 2898.22 Se sabe lo interesado que estuvo siempre Fernando Ramírez por preservar y dotar al país de una historia fundamentada; sin embargo, al catecismo no le agregaron (¿o se extravió?) una nota aclarando en dónde fue utilizado.
Ernesto de la Torre Villar comenta de Ramírez: “como conservador y director del Museo Nacional se preocupó por acrecentar su documentación, aprovechando para ello su puesto de interventor de las bibliotecas y archivos de los conventos extinguidos”.23
En ese orden de asuntos y debido al contenido de oraciones de procedencia jesuita y a elementos en imágenes, tales como el “arpa de dos órdenes” (véase la Figura 1), instrumento que Bérénice Gaillemin muestra que era utilizado por los jesuitas en los siglos XVII y XVIII,24 podría pensarse que el Egerton Ms. 2898 tal vez hubiera formado parte de una biblioteca o archivo de los sacerdotes jesuitas.
Sin embargo, se coincide con todos los investigadores que lo han estudiado en que tiene elementos de la orden de los dominicos. Los primeros en evidenciarlo fueron Joaquín Galarza y Aurore Monod Becquelin,25 quienes también identificaron que el Egerton Ms. 2898 fue copiado por el tlacuilo indígena de un manuscrito previo. Hacen falta elementos contundentes para identificar a la orden que elaboró el documento primario. El Archivo Histórico de Notarías de la Ciudad de México (expedientes de notarios de la Colonia) y el Archivo General de la Nación no contienen un listado de todos los escribanos eclesiásticos.26
El catecismo pictográfico de tradición indígena Egerton Ms. 2898
No se considera adecuada la clasificación del Egerton Ms. 2898, como un catecismo testeriano, por las razones que se exponen a continuación.
Joseph Marius Alexis Aubin, famoso coleccionista e investigador de la cultura prehispánica y colonial mexicana,27 propuso que a las imágenes que no tenían un antecedente prehispánico se les podía considerar “testerianas”, aludiendo al fraile Jacobo de Testera, quien en los comienzos de la evangelización en el territorio de la Nueva España mostraba a los neófitos imágenes de la religión católica en lienzos. Aubin también dijo que es difícil distinguir las imágenes imitativas de origen europeo de las que verdaderamente presentan origen indígena. Esto dio pie a que a los catecismos en imágenes se les agrupara como “catecismos testerianos”, suponiendo que Aubin había denominado así a todos los catecismos pictográficos. Él solamente mencionó que en las doctrinas es difícil separar las copias de imágenes de origen europeo de las de procedencia indígena y que la imagen que no tiene antecedente prehispánico es testeriana.
El Egerton Ms. 2898 contiene imágenes de tradición indígena y sin embargo se le ha considerado testeriano. Como se puede apreciar en la imagen presentada en la Figura 2, se tienen elementos de tradición indígena, para complementar por medio de un “diálogo pictórico” los conceptos que la palabra escrita no podría explicar, haciéndolo más comprensible y, a la vez, más cercano a los elementos tradicionales de los indígenas.
No siendo el objetivo principal de este trabajo el análisis de la imagen, de entre todos los elementos que se pueden interpretar en la Figura 2 tan sólo mencionaremos dos que portan los personajes indígenas: las palmas (mano derecha) y las flores en la mano izquierda y adornando la cabeza. Entre los principales atributos de los santos mártires católicos se encuentran la palma y una corona de flores. En este caso las tres flores de la cabeza no tienen parecido con la corona de las imágenes católicas; se colocaron las flores a la usanza indígena. Según León-Portilla, en un poema de Nezahualcóyotl se asevera que las flores son llevadas a donde mora la divinidad, que es el lugar de su origen.28 Al ver esta imagen con estos atributos, se cumplían dos funciones: los indígenas aprendían que la palma era para los buenos cristianos, los que habitaban con Dios en el cielo y al mismo tiempo conservaban su tradición de la flor, que era utilizada para agradar a sus dioses, relacionando así estos dos elementos.
Se considera importante la descalificación del término “testeriano” que han propuesto Bérénice Gaillemin,29 Elizabeth Hill Boone, Louise M. Burkhart y David Tavárez30 en los catecismos que muestran tradición indígena y se propone que en adelante se les denomine catecismos pictográficos de tradición indígena.
El cuestionario de catequización en el Egerton Ms. 2898 y la atribución de la autoría al jesuita Bartolomé Castaño
En 1980 Galarza y Monod Becquelin atribuyeron al jesuita Bartolomé Castaño el cuestionario de catequización del Egerton Ms. 2898 identificándolo como “Dialoguito de la palabra de Dios del padre Castaño”.31
La idea de que el cuestionario tuviera esa denominación de “Dialoguito del padre Castaño” en el Egerton Ms. 2898 se disipó con la consulta del Catálogo de adquisiciones de 1911 del Museo Británico de Londres. En la descripción general se menciona únicamente como “catecismo”, sin poner el autor del mismo.
El sacerdote jesuita Bartolomé Castaño nació en villa de Santarém en Portugal. Era un excelente orador y fue muy apreciado por las demás órdenes religiosas y el clero secular de la Nueva España,32 lo cual ayudó a que su catecismo fuese recomendado desde su elaboración. En 1644 publicaron su Catecismo breve de lo que precisamente debe saber el cristiano.33
Se sabe que el catecismo del jesuita Gerónimo Ripalda era utilizado desde su creación en España en el siglo XVII y que tuvo gran aceptación en la Nueva España. No obstante, la importancia del elaborado por Castaño se debe a que lo tradujo en diversas lenguas originarias y a su labor directa en comunidades indígenas.
Burkhart tomó la línea de investigación del catecismo de Castaño, como modelo en varios catecismos pictográficos, en un estudio que publicó acerca de la catequesis en Nueva España.34 Explica que era útil porque era muy breve y muy fácil de memorizar, pues tan sólo tenía 24 preguntas.
La importancia del material de Castaño sugería que podría haber sido utilizado como modelo en el Egerton Ms. 2898. Sin embargo, se realizó un estudio con la finalidad de comprobar en la medida de lo posible esta premisa, que también coadyuvó a que se pudiera determinar que el Egerton Ms. 2898 y el Catecismo hispano-mexicano estuvieron juntos, como se expone en un apartado más adelante. Para este estudio, era importante conocer las regulaciones, que se presentan a continuación.
Regulaciones para los catecismos manuscritos en lenguas originarias
Los esfuerzos de evangelización se cristalizaron al inicio en doctrinas manuscritas y posteriormente en algunas ya impresas para catequizar a los indígenas en sus lenguas originarias. Sin embargo, en los concilios se buscó que hubiese uniformidad y certeza de transmitir los conceptos correctamente, lo cual al parecer descalificó en cierta forma a los catecismos anteriores a las regulaciones.
En los tres concilios provinciales mexicanos celebrados en el siglo XVI (1555, 1565 y 1585) se dictaron las regulaciones para los catecismos manuscritos en lenguas originarias de la Nueva España.
En una clara alusión a que no había uniformidad en el material para la enseñanza de la doctrina a los indígenas, en la constitución IV del primer concilio se ordenó que se hicieran doctrinas para los indios.35 Específicamente, se solicitaron dos: una breve, sin notas explicativas, y otra con declaración sustancial de los artículos de la fe, mandamientos, pecados mortales y con la declaración del Pater Noster. Asimismo, se estableció que se tradujeran en muchas lenguas y se imprimieran. Este material, era únicamente para que los sacerdotes que estuvieran a cargo de la enseñanza de las doctrinas tuviesen contenidos similares.
Por lo que concierne al tratamiento específico de las doctrinas escritas en lengua indígena, en la constitución LXIX se solicita: “que ninguna doctrina se traduzca en lengua de indios si no fuere examinada por clérigo o religioso que entienda la lengua en que se traduce”.36
Ante la celeridad que mostró el arzobispo Montúfar para la promulgación de las regulaciones emanadas de este primer concilio, no se guardaron las debidas normas para su aprobación. En ese sentido, circularon impresas y sin aprobación, sirviendo únicamente como referencia.37
Para el segundo concilio se hizo una depuración de las disposiciones del primero, anulando únicamente las que no fueran acordes con los decretos tridentinos, y se agregaron nuevas disposiciones.38 Es así que, además de la antes citada constitución LXIX del primer concilio en relación con los manuscritos en lenguas originarias, se agrega el estatuto XXIII, en el que sólo se les permite a los indígenas poseer su doctrina cristiana, previamente autorizada: “que no se permita a los indios tener sermonarios, nóminas, ni otra cosa de escritura escrita de mano, salvo la doctrina cristiana aprobada por los prelados y traducida por los religiosos lenguas, conforme a las sinodales de el dicho arzobispado y provincia”.39
Sin embargo, el arzobispo Montúfar no presentó una doctrina cristiana ya reglamentada y especializada para los indígenas en el primer concilio ni en el segundo.
Las doctrinas impresas no estaban al alcance económico de la población indígena en general. En este orden de asuntos, sería comprensible y muy probable que algunas de las doctrinas cristianas manuscritas hubieran sido elaboradas en papel de fabricación doméstica hasta el siglo XVIII.40 Es posible que haya sido el caso del papel del Egerton Ms. 2898.41 Por no tener las marcas del papel controlado por la Corona española (papel filigrana europeo) y estando descontextualizado de la Colección Ramírez, provocó dudas de su origen al especialista en códices Juan José Batalla Rosado.42
El Tercer Concilio Provincial Mexicano celebrado en 1585 fue convocado por el arzobispo, también virrey en funciones de la Nueva España, Pedro Moya de Contreras.
Los títulos III y IV del primer libro hacen notar la elaboración de un catecismo aprobado y formado por el sínodo. Hay noticias de que sí se elaboró uno. Incluso se conoce que fue redactado en su totalidad por el jesuita Juan de la Plaza, pero no se imprimió porque para 1622 (año de la impresión del tercer concilio) el Catecismo de Ripalda ya tenía amplia difusión y entonces no se juzgó necesario.43
Las doctrinas cristianas en lenguas indígenas manuscritas no se mencionan específicamente en este tercer concilio. No obstante, con el Egerton Ms. 2898 se comprueba que siguieron siendo utilizadas con las regulaciones del primer concilio y del segundo durante los siglos XVII y XVIII. Las regulaciones también continuaron vigentes hasta el siglo XIX, según se aprecia en la siguiente cita:
De hecho el tercer concilio, por la amplitud de los temas tratados y por su vigencia, marcó decisivamente a la Iglesia novohispana. Como se verá, el IV concilio no obtuvo ni la ratificación real ni la pontificia, por lo que los decretos del tercer concilio mantuvieron su vigencia hasta 1896 en la arquidiócesis de México, año en que se celebró el v concilio provincial mexicano…44
Las doctrinas manuscritas y en imágenes continuaron en uso hasta el siglo XIX. Aubin afirma que había un sacerdote que enseñaba mediante catecismos en imágenes y que no deseaba que los indios aprendieran castellano por miedo a que éstos se corrompieran con el contacto con las letras europeas, e incluso se castigaba al indio que hablaba español.45
En suma, las regulaciones para los pequeños libros manuscritos de catequización para los indígenas se gestaron del primer al tercer concilio provincial mexicano en el siglo XVI, siendo que deseaban uniformizar el material, y que no circularan las que no hubieran sido traducidas por clérigos con dominio de la lengua originaria y revisadas en su totalidad para su aprobación. La idea era producir un catecismo que fuera igual para todos los indígenas y, a la vez, que fuese breve y fácil de memorizar.
Principales catecismos “breves” aceptados para su circulación en lenguas indígenas durante los siglos XVII, XVIII y XIX. La influencia del Catecismo del padre Castaño
Como ya se ha expuesto, el Catecismo y exposición breve de la doctrina cristiana del jesuita Gerónimo Ripalda fue el de mayor circulación y aceptación para la enseñanza de las doctrinas en la Nueva España, desde su publicación en España en 1618. Es decir, antes del de Castaño en 1644.
Hacia finales del siglo XVII (1689), se publicó el Catecismo de Antonio Vázquez Gastelu, con un título muy parecido al del de Castaño; Catecismo breve que precisamente debe saber el cristiano, con 24 preguntas y respuestas. Comparando el cuestionario en lengua náhuatl de Gastelu y el del Egerton Ms. 2898 se observa, en términos generales, que ambos están escritos en náhuatl clásico y expresan los mismos conceptos básicos utilizando una redacción diferente. Por ejemplo, en el Egerton la pregunta ¿Cuantos dioses hay?, ¿Auh quezquintin in teteo?, es más directa, y en Gastelu, ¿Tla xinech molhuili quezquintin in Teteo?, pregunta lo mismo, pero utilizando “xinech molhuili” como forma reverencial.
El aumento de 24 a 29 preguntas básicamente se da en el Egerton Ms. 2898 porque se describe un poco más a Santa María y a los ángeles. Gastelu fue catedrático de lengua náhuatl y en su catecismo no se mencionan autorías.46
En 1758 se imprime el Catecismo mexicano de Gerónimo de Ripalda,47 del también jesuita Ignacio de Paredes, quien traduce a la lengua náhuatl el catecismo de Ripalda y agrega la “Doctrina pequeña dispuesta por el P. Bartholomé Castaño de la Compañía de Jesús”,48 con 26 preguntas y respuestas.49 La diferencia entre este cuestionario y el contenido dentro de los manuscritos de Lucas Matheo reside igualmente en que Paredes no presenta preguntas especiales para explicar acerca de la virgen María y los ángeles. Él aumenta de 24 a 26 respuestas, para poner un mayor énfasis en el concepto de la explicación de la Santísima Trinidad.
Como pudo apreciarse, Gastelu (que no menciona a Castaño), Paredes (que contiene a Castaño) y el cuestionario del Egerton Ms. 2898 (atribuido a Castaño) son muy similares, aunque varían en el número de preguntas y respuestas.
Una posible explicación a lo que pudo haber sucedido para las variaciones entre uno y otro la encontramos en la “Razón de la obra al lector”, que el jesuita Paredes añadió a su obra,50 y en la que explica que tradujo a la lengua náhuatl el catecismo de Ripalda por ser el mejor y más adecuado en la materia y que en su traducción añadió algunas palabras utilísimas, como aconsejaba el poeta Horacio al traductor; “que en su versión, no tanto atienda â las palabras del original, quanto â lo que por las palabras se intenta decir”. Esto y las variantes del náhuatl según las regiones, posiblemente hacen las diferencias del número de preguntas.
Paredes señaló que cuando él consideraba hacer alguna adición a lo que estaba en el original, ponía una marca (en forma de estrella), para mostrar que ésa era añadida por él, por creerla necesaria. Cabe hacer notar que no se encontró la mencionada marca para señalar sus adiciones en ninguna de las 26 preguntas y respuestas del cuestionario o doctrina pequeña de Castaño. En atención a lo anterior, se puede suponer que lo copió fielmente.
Se buscó el catecismo de Castaño en alguna publicación posterior al siglo XVIII, y se encontró un artículo de Arnulfo Ariel de Santiago Gómez,51 en el que comenta la obra Catecismo de la doctrina cristiana en lengua otomí, traducida literalmente al castellano por el presbítero D. Francisco Pérez. En esta doctrina cristiana aparece el título mencionado por Galarza para el catecismo del Egerton Ms. 2898: Dialoguito de la palabra de Dios, del padre Castaño (cuestionario de 25 preguntas y respuestas), impreso a dos columnas, una en lengua otomí y en la otra la traducción al castellano. Pérez no brinda información respecto de si copió fielmente el “Dialoguito de Castaño”.
Hasta la presente investigación no se pudo determinar cuál era el contenido original del padre Castaño, pero tal y como precisa Paredes, en las traducciones lo importante es que sean entendibles y no que sean fieles al original. Tal vez por eso, el mismo Castaño pudo haber tenido una versión en lengua otomí de 25 preguntas, otra de náhuatl con 24 y otra de 26 para alguna variante.
La autoría del cuestionario para la catequización contenido en el Egerton Ms. 2898
La autoría del cuestionario del Egerton Ms. 2898, atribuida al jesuita Castaño, no puede entonces darse como absoluta. Según se observó, las cuatro preguntas y respuestas adicionales de nuestros catecismos, dedicadas a la virgen María y a los ángeles, no están contenidas dentro de los cuestionarios declarados como de Castaño por Paredes y Pérez. Ripalda52 es el autor de esas preguntas. Con base en lo anterior, el cuestionario del Egerton Ms. 2898 es una combinación de Ripalda y Castaño.
El cuestionario de catequización contenido en el Catecismo hispano- mexicano era prácticamente idéntico al Egerton Ms. 2898 y, por esta razón, se cotejaron ambos documentos en su totalidad. Se consideraban posiblemente relacionados, y la revisión a detalle era importante para tratar de identificar la relación.
Análisis de la firma del escribano D. Locas Matheo en el Egerton Ms. 2898
¿Por qué un indígena utilizó signos de escribano autorizado por el rey en su firma? Ni los indígenas ni los mestizos podían tener ese oficio autorizado por el rey, según la regulación novohispana.53
Como se observa en la Figura 3, la firma del escribano hasta hoy identificado como D. Lucas Matheo no presenta los signos autorizados por el rey en el Códice Kaska (un Techialoyan de 1710), documento en el cual Burkhart lo identificó por paleografía. En contraste, en el Egerton Ms. 2898 para mostrar que estaba aprobado, necesitaba una firma de escribano autorizado por la Iglesia según las regulaciones señaladas en el apartado “Regulaciones para los catecismos manuscritos en lenguas originarias” de este trabajo.
Leticia Pérez Puente observó que la firma (véase la Figura 4) contiene a dos personas.54 Lo anterior fue confirmado por Georgina Flores Padilla, experta en paleografía.55 Antes de la “D”, se presenta el signo que significa “otro sí” [v//]. En la “D” está integrada la abreviatura del nombre Alonso, o tal vez Antonio Dom[¿ínguez?] y por encima de la “m” de Dom, se lee una “y”.
Siendo así, en realidad este documento tendría a dos personas que comparten el trabajo: “Alonso o Antonio Dom[¿ínguez?]” y “Locas Matheo escrivano”, seguido de los signos y las marcas de escribano, conforme al uso identificador que poseían los escribanos autorizados por el rey.
Los signos de identificación de su firma son semejantes a los utilizados por los escribanos públicos y eclesiásticos adscritos a alguna escribanía de la ciudad de Antequera Oaxaca en la época colonial.56
Había indicios que sugerían la identidad indígena de nuestro escribano. Una de ellas es que firmaba como “Locas” por cuestiones de la pronunciación y no “Lucas” como habría firmado un escribano eclesiástico o escribano autorizado de acuerdo con la regulación novohispana.
Gaillemin ya encontraba una relación del Egerton Ms. 2898 con los Códices Techialoyan por datación y características, y proponía que era importante demostrar una participación activa en la catequización indígena.57 Margarita Menegus Bornemann establece que entre las características del escribano de indios estaba ser elegido por el gobierno de indígenas.58 Era importante que demostraran ser buenos cristianos y gozaran de un buen prestigio, sin que necesariamente fueran parte de la nobleza indígena. ¿Pero, por qué usó signos de escribano del rey?
La posible respuesta que sugiero es que era un escribano al servicio de los indígenas, de buen prestigio y muy apegado a la Iglesia. Encuentro probable entonces que algún sacerdote le hubiera solicitado que copiara integralmente este catecismo, cuyo deterioro ameritaba reposición y cuya firma con rasgos de escribano autorizado era importante para que continuara en uso. Sin embargo, el escribano no quiso pasar desapercibido y con el signo de “otro sí”, inserta su nombre en el manuscrito, que comparte dos autorías: la del escribano eclesiástico que autorizó y la de él como escribano copista.
Es un hecho que existen documentos que son copiados por indígenas a petición de un superior, en los que incluso imitan firmas, según la experiencia de Flores Padilla.
El signo “otro sí”, que se observa en la firma, significa adición y fue empleado correctamente por Locas Matheo. Este elemento fue lo primero que mostró la verdadera relación de los documentos, como se discute a continuación.
Estudio comparativo del Egerton Ms. 2898 y el Catecismo hispano-mexicano que muestra que ambos documentos provienen de la Colección Ramírez
Es muy importante resaltar que el Egerton Ms. 2898 es un catecismo pictográfico original y el denominado Catecismo hispano-mexicano es la copia del manuscrito náhuatl sin copiar imágenes, elaborado y traducido al español por Galicia Chimalpopoca.
Para este trabajo fueron comparados en su totalidad, desde el primero hasta el último folio. Observando la paleografía de Galicia Chimalpopoca del Catecismo hispano-mexicano se infieren los siguientes detalles:
La carátula de presentación del Catecismo hispano-mexicano, dice: “Catecismo Hispano-Mexicano por Lucas Mateo 19 Aug. 1714. Cópia Moderna por Prof. Galicia Chimalpopoca”. Esta carátula manuscrita difiere de la caligrafía del copista, por lo que pudo haber sido elaborada por algún comerciante bilingüe inglés-español, que presenta casi todo en español, excepto “Aug…” que es la abreviación en inglés para el mes de agosto. Quien elaboró la carátula lo denominó Catecismo hispano-mexicano por contener una columna en idioma castellano (hispano) y otra en náhuatl (mexicano), y así logró una presentación descriptiva del documento. Alguien más agregó en la parte superior de la carátula (caligrafía diferente) una identificación, tal vez para la Bancroft que dice: “Roman Catholic church. Catechisms//Aztec” (y una rúbrica).
En el texto final (Figura 4), la columna en español originada59 por Galicia Chimalpopoca,60 presenta la firma según su interpretación; “Don Lucas Mateo”, y conserva “D. Locas Matheo” en la del náhuatl, cuya paleografía copió sin modificar.
La introducción del Catecismo hispano-mexicano comienza con el “Texto de la Doctrina Christiana” contenido en el Catecismo del jesuita Gerónimo de Ripalda que tuvo gran circulación desde su impresión en 1618 y se tradujo al náhuatl.61 Ésta comienza con “Todo fiel cristiano está muy obligado a tener devoción de todo corazón con la Santa Cruz”. Galicia Chimalpopoca la copió en su manuscrito (folios 1 al 5) del original que en ese entonces estaba completo. Según se infiere, al original le retiraron folios para desvincularlo y venderlo como si fuera más antiguo.
El fortalecimiento de esta idea se aprecia en el folio 1r del Egerton Ms. 2898 que comienza con una abreviatura de escribanía, que significa “otro sí” [v//],62 que es para indicar una adición (en este caso del escribano), la cual no sería necesaria para comenzar un texto introductorio.
Ahora bien, las pérdidas del texto manuscrito que tiene el Egerton Ms. 2898 las fue señalando Galicia Chimalpopoca en su trabajo, según se presenta en el siguiente cuadro (véase el Cuadro 1).
Como se aprecia, el Egerton Ms. 2898 es el único catecismo original de D. Locas Matheo. Ramírez lo obtuvo para su colección y muy probablemente le pidió a Chimalpopoca Galicia que lo paleografiara y tradujera al español. Para ese entonces, ya el documento tenía muchas de las pérdidas que presenta actualmente y que fueron marcadas con líneas punteadas o dejando espacios en blanco, como se señaló anteriormente.
En el Anexo 1 de este trabajo se presenta una cédula del cuestionario de evangelización, que elaboramos para su estudio a dos columnas: en la izquierda la paleografía normalizada del manuscrito en náhuatl y en la derecha, la traducción de los conceptos al español, como hipotéticamente se propone que eran percibidos por el indígena. Por ejemplo, en el caso de Santa María, utilizamos “siempre doncella”, en lugar de traducir cemicac ichpochtzintli como “siempre virgen”.
Lucas Matheo utilizó las siguientes abreviaturas:63
S.to, S.ta → Santo, Santa.
too → Totecuyo.
Jeso ☧ → Jesucristo. El signo del crismón significa Cristo.
Estas abreviaturas se observan igualmente en la copia de paleografía que hizo Galicia Chimalpopoca en el Catecismo hispano-mexicano, quien normalizó el náhuatl a la usanza del siglo XIX y es prácticamente igual a la normalización que se presenta en este trabajo.
En la cédula que presentamos se separan las preguntas y respuestas, de acuerdo con cada folio y considerando cada cuadro de diálogo, señalando también a qué página de lectura corresponden, a manera de facilitar su localización en el catecismo pictográfico. Chimalpopoca no hace esa separación.
Consideraciones finales
Los datos obtenidos en la presente investigación aportan elementos que confirman la autenticidad del Egerton Ms. 2898. Según se expuso: Schwaller, en su “Guía de manuscritos”, establece que proviene del Museo Nacional, lugar en donde Ramírez y Chimalpopoca corroboraron este manuscrito, contra la copia elaborada por ellos (Catecismo hispano-mexicano). De la Torre Villar asevera que Ramírez aprovechaba, como conservador y director del Museo Nacional, su puesto de interventor de las bibliotecas y archivos de los conventos extinguidos para acrecentar su documentación. Atento a lo anterior, se desprende que Ramírez aparentemente tuvo el original para copiarlo, cotejarlo y estudiarlo. Hasta el momento, no se tienen bases para determinar cómo pasó a formar parte de la Colección Ramírez. Del análisis se infiere que ambos documentos estuvieron juntos en las manos de alguno de los vendedores de libros raros, quien decidió separarlos y desvincularlos para obtener un mayor beneficio económico. El Museo Británico no lo catalogó como proveniente de la Colección Sánchez-Solís. Se encuentra probable que el vendedor que los descontextualizó los haya tenido en lotes separados.
La desvinculación de ambos documentos provocó que actualmente estén en diferentes repositorios y que por más de un siglo, únicamente se hayan considerado como “Dos catecismos del siglo XVIII elaborados por D. Lucas Matheo”, posiblemente relacionados por el año de elaboración y el nombre del escribano.
Se considera, por todos los elementos puestos a consideración en esta investigación, que el Egerton Ms. 2898 es un catecismo original que estuvo en uso, y es factible que estuviera en un colegio de la orden jesuita, tanto por la autoría jesuita del cuestionario de evangelización, como por la imagen de instrumentos musicales utilizados por esa misma orden, mostrada en la Figura uno. El manuscrito se elaboró en 1714 y la expulsión de los jesuitas ocurrió en 1767. Por esta razón, es posible que el documento haya formado parte de los archivos de los conventos extinguidos. Sin embargo, como señalamos en su oportunidad, se necesitan datos contundentes para poder afirmar a qué orden perteneció, dado que contiene imágenes tales como la figura del sacerdote, que tiene parecido con el hábito de la orden de predicadores dominicos.
En las regulaciones vigentes del siglo XVIII se menciona que los indígenas podían poseer sus propias doctrinas cristianas en manuscrito, siempre y cuando éstas estuvieran autorizadas para su circulación. Sin embargo, es evidente que éste no fue el caso del Egerton Ms. 2898, que al parecer pudo haber sido propiedad de algún convento extinguido, intervenido por Ramírez.
Lucas Mateo se identifica en español como “escribano” en el catecismo Egerton Ms. 2898 y en el Códice Kaska Techialoyan como tlacuilo, palabra náhuatl que significa escribano, pero también pintor o dibujante. No tenemos la certeza de que él haya elaborado las imágenes de los códices en los que aparece su firma.
Como comentamos en su oportunidad, se emprendió la búsqueda de identificación del documento a través de la firma y la confirmación de la doble identidad (Alonso o Antonio Dom[¿inguez?] /Lucas Matheo) contenida en el Egerton Ms. 2898, tanto en expedientes históricos del Archivo General de Notarías como en el Archivo General de la Nación. Sin embargo, no todas las acciones de los escribanos eclesiásticos quedaron registradas en esos archivos, por lo que en un futuro sería recomendable revisar en los expedientes históricos de los siglos XVII y XVIII firmas de escribanos eclesiásticos de las diócesis. Encontramos posible que la firma del escribano eclesiástico Alonso o Antonio Dom[¿ínguez?] se encuentre en algún archivo histórico del marquesado del Valle, considerando que los signos identitarios de la firma se parecen a los de los escribanos de esa región.
En futuras líneas de investigación, se podría intentar conseguir algún documento manuscrito de Bernard Quaritch, Henry Stevens o Edward Ayer y comparar la caligrafía con la de la carátula del Catecismo hispano- mexicano, que parece haber sido elaborada por algún comerciante de libros raros, para una indagación más profunda del manejo de la venta de la Colección Ramírez.
En un futuro trabajo sería recomendable revisar los otros dos manuscritos, que Normann clasificó dentro de su Grupo Egerton, y que consideró copias realizadas tomando como base al Egerton Ms. 2898, con la finalidad de identificar si todo el grupo formó parte de la Colección Ramírez.64