Era 1968. Yo tenía 23 años. Estaba casado con Evelyne y en unas semanas esperábamos el nacimiento de nuestro primer hijo.
Estudiaba entonces Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, de la cual más tarde sería profesor, y trabajaba como tal en la Escuela Universitaria de Cinematografía y como traductor para el Comité Olímpico y en una enciclopedia. También escribía artículos y notas periodísticas breves en el suplemento cultural de la revista Siempre!, en la Gaceta de la UNAM y en el periódico El Día; redactaba infinidad de reseñas bibliográficas críticas para la Editorial Siglo XXI y las que me encargaba mi maestro Henrique González Casanova.
Leía, dibujaba y pintaba, hacía cuentos y poemas sin descanso.
Como dije, tenía 23 años.
El 26 de julio de 1968 empezó el movimiento estudiantil-popular que estremeció a todo el país; desde ese dia, la vida de miles de estudiantes y sus familias se modificó para siempre: las brigadas de información y agitación permanentes; la represión cada vez más brutal y generalizada de la policía y el ejército; la tumultuosa, histérica y ridícula reacción de la “clase política”, el clero y la burguesía.
La implacable barbarie gubernamental se enfrentó a la generosa y alegre lucidez de los estudiantes. Manifestaciones, declaraciones, peticiones, exigencias, reuniones, asambleas, votaciones. México vivió una avalancha creciente de inteligencia y dignidad de sus jóvenes.
El 18 de septiembre los militares y la policía política tomaron por asalto Ciudad Universitaria y, entre los muchos capturados esa noche, me encontraba yo. Nos llevaron a todos, maestros, estudiantes y trabajadores a los siniestros separos y después a la sombría prisión de Lecumberri.
Durante cien días penosos e infinitamente vacíos estuve preso junto a jóvenes compañeros de las vocacionales y preparatorias, maestros y estudiantes de las escuelas y facultades del Politécnico y de la Universidad. Allí hice amigos entrañables y vi y viví miserias y felicidades.
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Sobre su aprehensión aquel 18 de septiembre de 1968 comentó Javier Molina:
A la salida nos dieron la noticia: el ejército había ocupado la Ciudad Universitaria. Ahí aprehendieron a algunos miembros importantes de nuestro comité: […] Jaime Goded, poeta, sociólogo, pintor que poblaba de carteles las paredes de la Facultad (Molina, 1978).
Presentamos aquí una selección de los dibujos con los que Jaime Goded reunió sus Cuadernos de la cárcel, a lo largo de aquellas jornadas terribles e interminables en Lecumberri.