La octogenaria revista Investigación Económica (IE) fue fundada en abril de 1941 por don Jesús Silva Herzog -estampa inmarcesible del México posrevolucionario. Desde aquella lejana fecha, la entonces Escuela Nacional de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), convertida en Facultad a partir del segundo semestre de 1976, ha auspiciado su publicación de forma continua y trimestral. La presente prosopografía tiene como objetivo celebrar con arrobo esta efeméride y justipreciar, en perspectiva, el trascendente significado del noble esfuerzo realizado por la máxima casa de estudios para mantener constante la edición de IE. Los éxitos conseguidos a lo largo de los años han sido posibles también, y en gran medida, gracias a los múltiples autores que han contribuido artículos de alta calidad, a la generosa colaboración de los árbitros y del comité editorial y al eficiente trabajo profesional de Karina Navarrete Pérez, Editora Adjunta.

Nuestra revista nació cuando dos espadas de Damocles pendían sobre la cerviz del orbe, a saber: las secuelas de la Gran Depresión de la década de 1930 y el dilema de la guerra atómica o la paz. Albert Einstein en 1934 -a manera de una premonición keynesiana- caracterizó a la crisis económica como el resultado del progreso tecnológico que, en un sistema laissez-faire, inevitablemente conduce al desempleo; sobre la nuclearización del orbe sentenció que la liberación de la energía atómica hacía urgente la necesidad de resolver un problema ya existente. El México de la época no era ajeno a esa era proteica y a los avatares de la Segunda Guerra Mundial. En el ámbito nacional, además, las recientes expropiación petrolera y reforma agraria del gobierno del presidente Lázaro Cárdenas reverberaban en un país que, con aporías y determinación, iniciaba su proceso de industrialización sustituyendo importaciones con la producción local.

En este contexto pletórico de encrucijadas, germinó Investigación Económica, las páginas del primer número abrigan artículos que emplean la teoría económica para analizar fenómenos empíricos (concentración agraria, consecuencias económicas de la guerra, impuestos progresivos, distribución del ingreso, comercio exterior), para explicar el mundo real del momento y, con base en la rigurosa disección, inferir implicaciones de política económica. Los números que siguieron, hasta el presente, no se apartaron ni un ápice de la filosofía de maridar los paradigmas teóricos con los problemas reales y con sus correspondientes soluciones sin coartar el pensamiento libre.

Investigación Económica mantiene su naturaleza de bien público, es una revista plural, crítica, proclive a descreer del pensamiento único y de la metafísica carente de la menor tangencia con la realidad; su única motivación es la inquisición científica estimulada por la curiosidad y la perspicua comprobación teórica y empírica afincadas en la metodología inductiva y deductiva propia del estado del arte de la disciplina. Hoy como ayer, nuestra revista acoge y publica artículos que, habiéndose sometido a los rigores de la evaluación anónima por pares, incursionan en las profundidades abisales de los problemas más acuciantes de la economía nacional e internacional, verbo y gracia las crisis financieras (pues como decía Oscar Wilde, aún estos problemas metálicos tienen su lado melodramático), la pobreza y la desigualdad rampantes, el estancamiento productivo, la deflación y los efectos de la pandemia COVID-19, cuya crudeza ha puesto de manifiesto las falencias y fragilidades de la economía privada y la pública. A pesar de la pandemia IE no se ha detenido ni se ha rezagado en su aparición trimestral. Igual que la UNAM, nuestra revista es un vehículo de reflexión y creación científica; su desiderátum es la indagación de la verdad y la contribución a la solución de los problemas de la disciplina, de la economía de México, de América Latina y de otras latitudes. Gracias Maestro Silva Herzog, gracias Facultad de Economía. ¡Larga vida a Investigación Económica!