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Cuicuilco
versión impresa ISSN 0185-1659
Cuicuilco vol.22 no.64 México sep./dic. 2015
Dossier: Infancia y crianza: perspectivas en antropología
Niñas cuidadoras en contextos migratorios. El caso de las poblaciones afrodescendientes en la Costa Chica de Oaxaca
Citlali Quecha Reyna
Instituto de Investigaciones Antropológicas. Universidad Nacional Autónoma de México.
Recepción: 29 de septiembre de 2014.
Aprobación: 25 de marzo de 2015.
Resumen
El presente artículo es una revisión del proceso de crianza a partir del fenómeno migratorio, el cual analiza conceptos como la maternidad-paternidad transnacional y/o maternidad-paternidad a distancia. Abordaremos cuáles son las propuestas teórico-metodológicas utilizadas actualmente para estudiar dicho fenómeno, reflexionando detenidamente de qué manera esos conceptos se engarzan con la perspectiva que reconoce la capacidad de agencia de los niños. Un aspecto importante en los procesos de crianza en contextos migratorios es la participación de la familia extensa en el cuidado de los pequeños. Abuelos y tíos, principalmente, tienen un papel preponderante como tutores, no obstante, en esta ocasión se examinará en un proceso particular: el caso de las niñas cuidadoras. Hablaremos de las especificidades que tiene para las menores (no necesariamente primogénitas) el hecho de integrarse a las redes de crianza a corta edad y su papel en los periodos de crianza a distancia o en ámbitos distintos al lugar de origen.
Palabras clave: crianza, familia, niñas, migración, afrodescendientes.
Abstract
This article offers a review concerning the processes of child rearing regarding the migratory phenomenon, analyzing concepts such as transnational motherhood-fatherhood and/or motherhood-fatherhood from a distance. The paper talks about the theoretical-methodological proposals currently being used to study this phenomenon; carefully pondering how these concepts enshrine the capacity for action amongst children. An important aspect in the processes of child-rearing in migratory contexts is the participation of the extensive family with regard to the care of the young ones. Grandparents and uncles often play a preponderant role as tutors; nevertheless, on this occasion, particular attention will be placed on the case of young girls. There is also an introduction to the theme of specificities regarding girls (not necessarily first-born) and the fact that they are integrated into the networks of child rearing at such a young age, as well as the role they play in the processes of child rearing from a distance, or within contexts other than their place of origin.
Keywords: child-rearing, family, girls, migration, Afro-descendants.
Introducción
El fenómeno migratorio ha trastocado de manera significativa la vida del país. Las movilidades nacionales e internacionales, principalmente hacia Estados Unidos, son el contexto donde se presentan diversas realidades que constriñen la cotidianidad en las poblaciones del campo y la ciudad. Algunos van, otros llegan, unos sólo transitan y otros se quedan.
En el presente artículo abordo el caso de las niñas que por la migración de sus padres asumen el proceso de crianza de sus hermanos menores. En una primera etapa de investigación registré sus testimonios en torno a este hecho, principalmente entre 2007 y 2010, en tres comunidades del municipio de Pinotepa Nacional, Oaxaca. En el año 2013 tuve oportunidad de conversar con ellas nuevamente, algunas ya en plena adolescencia. Presentaré sus opiniones, siguiendo la misma línea metodológica de los estudios contemporáneos sobre la infancia, la cual asume que son sujetos sociales, cuyas voces nos permiten entender determinados fenómenos que se expresan en su sociedad de origen.
El trabajo está dividido en cinco apartados. El primero aborda algunos aspectos teóricos sobre la familia en contextos migratorios, la maternidad a distancia y los procesos de crianza; el segundo describe qué significa para las ciencias sociales reconocer a los niños como sujetos sociales; el tercero es una descripción de las localidades de origen y el fenómeno migratorio en la región; en el cuarto presento los testimonios de las niñas, y el quinto son las reflexiones finales.
Ser padres en la distancia. Acercamientos conceptuales
Los procesos de crianza han sido un tema de profundo interés para la antropología, a través de los estudios sobre el parentesco podemos conocer las formas en que sociedades y culturas brindan cuidados, quiénes participan en estas actividades, así como sus restricciones. La maternidad y la paternidad tienen una serie de normatividades donde la cercanía y la interacción cotidiana son la constante. Pero, en estos tiempos de grandes movilidades la situación ha cambiado, la familia y el proceso de maternidad/paternidad también ha sufrido transformaciones importantes.
Es preciso mencionar que estas transformaciones en las dinámicas familiares, como resultado de la migración, forman parte de una economía política global. Esta última caracterizada por la feminización de los mercados laborales en los últimos años, lo que conlleva a una cadena global de cuidados que desembocan en una mayor dependencia de las remesas femeninas y de las cuidadoras en los lugares de destino [Sassen 2000 y 2003; Molano et al. 2012].
Uno de los principales efectos de la migración internacional en las unidades familiares es su fragmentación, dada la multilocalidad de sus integrantes [Glick-Schiller et al. 1992; Guarnizo 1997]. Sin embargo, Marina Ariza señala que:
la tendencia a la fragmentación o desterritorialización del espacio familiar ha tenido como primera respuesta el fortalecimiento de los vínculos familiares en el esfuerzo por elevar al máximo el valor estratégico que representan. Dicho fortalecimiento está en consonancia con la centralidad de la familia en la estructuración de las redes migratorias y con su papel organizador en la vida de los migrantes [Ariza 2002: 65].
Las distintas estrategias familiares que los migrantes ponen en marcha para sus salidas conforman lo que algunas autores han denominado formas de convergencia [Martínez 2010: 145] en las cuales existe una amplia variedad en la continuidad de lazos, funciones y relaciones afectivas, cuya interacción se puede entender como puentes virtuales, concepto que a decir de Diana Martínez:
[...] ofrece la posibilidad de visualizar una estructura que conecta dos espacios geográficamente diferenciados y separados. Le llamamos virtual porque nos remite a un espacio imaginario en el que ocurren prácticas, acciones y una infinidad de elementos que vinculan las experiencias que permiten establecer la continuidad de lazos y formas de comunicación entre las personas que radican en ambos lados de la frontera [Martínez 2010].
Diferentes investigaciones abordan la importancia de la familia en la constitución de las redes que sustentan la migración. Alejandro Portes y Julia Sensenbrenner, por ejemplo, describen las fuentes de capital social con que cuentan los migrantes para generar unidad y solidaridad en los lugares de destino, donde la comunidad (real e imaginada) y sus entramados familiares son un asidero importante para revertir la discriminación que padecen [Portes y Sensenbrenner 1993]. Verónica Montes de Oca pondera las redes familiares y sus efectos en los ancianos que integran las unidades familiares, claves en las salidas internacionales, colocando en la mesa de discusión el papel del ciclo de vida en los circuitos migratorios de las familias que conviven en espacios sociales transnacionales [Montes de Oca et al. 2008].
Los procesos de cambio y reajustes en las unidades familiares como resultado de la migración internacional pueden darse en distintos niveles, sin embargo, las salidas de las mujeres suponen también redefiniciones en los roles genéricos [Hondagneu-Sotelo y Ávila 1997; Marroni 2010]. La prolongada separación física de sus hijos que se ven obligadas a padecer las migrantes trabajadoras de origen latino en Estados Unidos "han terminado por expandir el sentido tradicional de 'maternidad' que comparten, muy vinculado con el apoyo moral y afectivo, para dar cabida también al rol de proveedora material" [Ariza 2002: 70].
Las madres migrantes han adquirido una posición central en las cadenas migratorias, hecho que exige implementar diversos procesos de adaptación en torno al ejercicio de la maternidad, rol refutado tanto en los lugares de origen como de destino [Pedone, s/f: 3]. El cuestionamiento hacia las mujeres migrantes que deben ejercer su maternidad allende las fronteras geográficas adquiere un tinte moral muy significativo. Esto debido a que el concepto mismo de maternidad está directamente ligado a uno de nación, "según el cual a las mujeres se las considera como la base y guardiana de aquélla, como la matriz biológica y cultural de la reproducción de la nación" [Wagner s/f: 11].
Por lo tanto, para el estudio de la maternidad transnacional, tenemos, a decir de Gail Mummert, dos discursos imperantes: aquel que prioriza los arreglos familiares entre adultos, cuidando el bien supremo del niño, y el que habla del "abandono" de los hijos [2011: 104]. Cabe señalar que esta circunstancia no se presenta en la paternidad a distancia. Las valoraciones en torno a la crianza están restringidas a la madre, en virtud del papel de proveedor histórico que los varones han tenido. La feminización de la migración y sus modificaciones en los roles genéricos se enfrentan aún al paradigma clásico de las conformaciones familiares, donde el padre es ajeno al ámbito doméstico y de los cuidados.
El que los miembros de la familia se encuentren dispersos en diversos puntos geográficos, tanto nacionales como en Estados Unidos, no significa que exista necesariamente una fractura inequívoca de los lazos y redes que los vinculan, sobre todo entre las generaciones de adultos, más bien se genera un sentido de identidad y apoyo mutuo que sirve de soporte en las relaciones a distancia [Montes de Oca et al. 2008: 133]. Para ejemplificar estas realidades, Deborah Bryceson y Ulla Vourela destacan la pertinencia de entender a las familias transnacionales, las cuales definen como "las familias que viven a veces o la mayor parte del tiempo separados unos de otros, pero que aún se mantienen unidos y crean algo que puede ser visto como un sentimiento de bienestar colectivo y unidad, a saber familiaridad, aún a través de fronteras nacionales" [2002: 3]. En su análisis nos hablan de las diferentes situaciones que deben afrontar los miembros de estas familias, cuyas lealtades y unidades pueden consolidarse con el paso del tiempo y con la paulatina estabilidad de sus miembros en sus lugares de residencia.
Las investigaciones sobre las familias transnacionales han dado cuenta de la diversidad en los vínculos afectivos entre los miembros de dichos grupos [Bryceson y Vourela 2002; Alfama et al. 2005; Parella 2007]. El distanciamiento geográfico puede, en algunas situaciones, atenuar las relaciones, sobre todo entre madres e hijos, aunque también gracias a los medios de comunicación actuales (teléfono, internet) es posible acortar las distancias [Peñaranda 2008; Ariza y D'Aubeterre 2009].
La literatura especializada precisa que ante la inminencia de la migración de los padres, pero sobre todo de las madres, las redes de apoyo familiares son de una importancia indiscutible. Mujeres como las abuelas y tías asumen un rol de tutelaje por "compromiso" o por negociaciones. Gail Mummert, en una investigación que realizó en Michoacán sobre familias transnacionales, señala que los estudios sobre la maternidad transnacional se han centrado en las voces de ellas principalmente. La autora distingue y contrasta la maternidad de la paternidad fuera del país, así como la parentalidad transnacional misma [2011: 107]. De esta manera, es posible entender las diversas aristas que implica la crianza en un campo social transnacional. Esta propuesta es una directriz de suma trascendencia para entender las incidencias de la migración en los procesos de crianza.
Como esta autora, pretendo dar voz a otro sujeto social que también tiene una participación importante en el circuito migratorio transnacional en otro lugar del país: las niñas, aquellas mujeres que no son tías sino hermanas y que no rebasan los 12 años de edad. Mi posición como investigadora reconoce en los niños una capacidad de agencia que paulatinamente se ha visibilizado en las ciencias sociales. Con esta perspectiva pretendo saber cómo es la experiencia de estas pequeñas y, sobre todo, de qué manera incide en su ser femenino y la manera de entender a la familia.
Los niños como actores sociales
En la disciplina antropológica, las investigaciones sobre la infancia han sido relativamente escasas, aunque contamos con los trabajos pioneros de Margaret Mead [1945, 1971], Ruth Benedict [1971] y Audrey Richards [1956], los cuales otorgan aportes interesantes para comprender la niñez y el paso a la adultez en distintas sociedades, aunque a decir de Yolanda Corona:
Los estudios se caracterizaron por adoptar un marco de referencia que consideraba a los niños como receptores pasivos que internalizaban los valores, las normas y los contenidos culturales sin una aportación concreta de su parte. A principios de siglo la visión antropológica mantenía el enfoque determinista que consideraba al individuo como mero reflejo de los contenidos culturales, sin problematizar mayormente el proceso socializador, o su carácter interactivo y dinámico [2003: 19].
Durante décadas, este tipo de enfoque otorgó a la acción social de la niñez un papel subordinado en las ciencias sociales, aspecto que fue paulatinamente cuestionado. Más tarde esta visión se reposiciona con la entrada en vigor de la Convención sobre los Derechos de la Niñez (en 1989), donde se habla del "derecho a la participación" de los infantes en su realidad local.
Existe un novedoso enfoque que puede recuperarse al tratar el tema de la infancia. Esta nueva "corriente" que busca recuperar la voz y participación infantil ha dado a luz reflexiones interesantes, alusivas al lugar donde se ha ubicado a los niños en el quehacer de las ciencias sociales, de tal suerte que se ha abierto el abanico de posibilidades para la investigación con niños y adolescentes.
Hay estudiosos que se han propuesto reflexionar sobre la "diversidad de las infancias", así como la participación política de los niños en distintos conflictos; igualmente, se ha puesto atención en el análisis de la familia para el desarrollo de los infantes [Moliner 2005]. Otros proponen como veta de investigación la niñez y juventud, confiando en que a partir de los resultados obtenidos es posible incidir en las políticas públicas de los Estados, que logren articular mejores procesos de democratización y convivencia ciudadana.
Algunos autores hacen analogías entre la posición en que se ha ubicado tanto a las mujeres como a los niños en las investigaciones sociales. Un primer elemento es aquel que hace alusión a la presencia de ambos actores como "acompañantes" de vida, ya sea de un varón o como parte de una familia. Esta visión ha sido superada por los acercamientos con perspectiva de género; un segundo paralelismo es hablar de ellos como "grupos vulnerables", dejando de lado otras formas de agencia no solamente económica sino política y social, que pueden ejercer desde distintas trincheras [Huijsmans 2006: 5-8] sin que ello implique evadir la mención de los riesgos a los cuales, efectivamente, se ven expuestos tanto mujeres como niños.
Los infantes se desarrollan en un contexto determinado y sus pautas culturales son internalizadas desde temprana edad. Coincido con Glockner cuando señala que "aproximarse a la interpretación que cada niño hace de su entorno es penetrar en un complejo sistema constituido socioculturalmente en el que intervienen factores simbólicos, familiares, económicos y políticos que fundamentan la ideología y el imaginario colectivo de un grupo" [2006: 16].
Con estas premisas podemos afirmar que los niños son actores sociales con capacidad de significación y apropiación de determinados elementos sociales y culturales que enmarcan su devenir cotidiano. No obstante, los estudios que centran su atención en la niñez guardan distancia respecto de las opiniones de los adultos, pues existe una valoración del discurso infantil para la comprensión de una arista específica de la cultura, o un proceso social concreto.
Sin embargo, parto de considerar que además de los elementos anteriormente reseñados, la infancia tiene un carácter relacional. Es un paso muy importante reconocer la agencia infantil, pero esta posición en algunas ocasiones ha representado un sesgo en las investigaciones, al aparecer los niños como agentes autónomos. Para entender la infancia se debe tomar en cuenta el contexto de interacción con los adultos.
Esto me ha permitido tener un acercamiento más aproximado al contexto en el cual se desarrollan, pero también notar los aprendizajes reproducidos. A partir de las vivencias de los adultos (particularmente abuelos y tíos), los niños conocen la situación que enfrenta su unidad familiar. Con esta premisa, articulo diferentes opiniones que nos dan cuenta de las particularidades que engloba el "ser niño" en ámbitos migratorios [Quecha 2013].
La región de estudio: comunidades del municipio de Pinotepa Nacional
El municipio de Pinotepa Nacional se ubica en la región de la Costa Chica, la cual comprende la franja costera de Huatulco, Oaxaca, hasta Acapulco, Guerrero. Históricamente Pinotepa ha sido un punto clave de control económico, político y administrativo en la zona. Su importancia reside en ser el centro-mercado donde se llevan a cabo intercambios e interacciones sociales, así como el sitio donde se congregan las élites políticas locales. En esta comunidad encontramos la presencia de indígenas, mestizos y afrodescendientes. Esto ha significado un proceso de interacción diferenciado y no en pocas ocasiones, conflictivo.
Desde el siglo XVI se tiene registro de la presencia de afrodescendientes en la zona de la Costa Chica, quienes llegaron con la instauración de haciendas ganaderas en calidad de capataces y vaqueros, pero también como arrieros, pescadores y trabajadores de los trapiches de caña [Aguirre 1940; Moedano 1986]. El puerto de Acapulco constituyó una puerta de entrada muy importante para el arribo de africanos a la región, que ingresaban por la vía de Manila [Velázquez y Correa 2007: 24].
En esa época la presencia de población de origen africano en la Costa Chica fue común. Los estudios sobre su arribo a estas tierras, además de ubicarlos como trabajadores o cimarrones, también nos hablan de aquellos que llegaron como desertores de las vigías marítimas de Acapulco [Pavía y Pavía 2007]. En los inicios del siglo XX, la conformación de diferentes poblados a lo largo del litoral del Pacífico estuvo fuertemente influida por la Revolución mexicana.
Otro factor importante en los procesos de asentamiento en la región de la Costa Chica se debe a la migración interna, donde la movilidad geográfica de sus habitantes es muy alta. Ya sea por colonización, necesidad de mano de obra por temporadas o por las propias rutas comerciales entre las distintas microrregiones es posible advertir una amplia gama de interacciones entre unos pueblos y otros.
Gloria Lara señala que el municipio de Pinotepa se puede dividir en cuatro áreas: la parte costera, la parte baja, la parte media (alrededor de la cabecera) y la llanada [Lara 2012: 174]. Es en esta última donde se ubican las localidades de estudio.
La migración interna e internacional en la Costa Chica de Oaxaca
El desplazamiento geográfico de oaxaqueños hacia otras regiones y ciudades en el interior de la república e, incluso, hacia Estados Unidos, ha sido un proceso frecuente y continuo [Acevedo 1995]. Sin embargo, la construcción de carreteras es un elemento que ha dinamizado y acelerado la emigración, tanto nacional como internacional, de los habitantes de las localidades diseminadas en el estado, en conjunción con factores estructurales que impulsan a los oaxaqueños a buscar mejores condiciones de vida en sitios diferentes a los de su origen.
En la década de los cuarenta, las regiones de los Valles Centrales, la Mixteca y el Istmo de Tehuantepec se interconectaron a través de la carretera Panamericana. Gracias a esto, los mercados locales generaron rutas de intercambio más óptimas para la obtención de recursos [Reyes et al. 2004: 198-199]. Asimismo, las salidas hacia la ciudad de Oaxaca y la capital del país se volvieron cada vez más frecuentes. Ello derivó en una movilidad circular de los sujetos migratorios entre los lugares de origen y los de destino laboral.
El Programa Bracero (1942-1964) estaba vigente. Gracias a ello, algunos varones pudieron inscribirse en él e ir a trabajar a Estados Unidos, país necesitado de mano de obra en la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial. Éste fue el precedente de lo que más adelante sería una salida masiva de indígenas oaxaqueños, principalmente mixtecos y zapotecos, hacia Estados Unidos, aunque también se insertó mano de obra oaxaqueña en la zona fronteriza de México [Rivera y Alcalá 2004].
La construcción de la carretera costera Miguel Alemán en la década de los sesenta fue un detonante importante para la movilidad geográfica de la población afrodescendiente, tanto de Oaxaca como de Guerrero. Distintos puntos de la geografía nacional se convirtieron en zonas de atracción, como Cancún, Veracruz y Michoacán. Si bien los polos rectores económicos de la región como Cuajinicuilapa, en Guerrero, y Pinotepa Nacional fungieron como centros de captación para las transacciones comerciales, la oportunidad de ampliar los horizontes laborales hacia los puntos geográficos arriba señalados impulsó un mayor flujo de migrantes fuera de la zona costeña.
Las actividades económicas en las cuales se incorporó la población migrante afrodescendiente de la región fueron las del sector servicios, empleo doméstico y comercio. Durante las décadas siguientes, las salidas de la población costachiquense a otras ciudades y localidades dentro del territorio mexicano fueron para realizar estudios de nivel medio y superior.
En la coyuntura de la reforma del Estado que México inició en la década de los ochenta surgieron modificaciones importantes en materia económica y social. Con ello, las economías regionales se vieron mermadas en el marco de la caída en los precios del petróleo. Esto derivó en que los pobladores de las zonas afectadas buscaran opciones de manutención fuera de sus territorios de origen. Dicha situación afectó a la población de la Costa Chica, originando la salida de los pobladores hacia Estados Unidos, ante la aguda crisis económica y el abaratamiento de los precios de sus productos, principalmente de frutas y cítricos. Los primeros viajes de los afrodescendientes fuera de la frontera norte se dieron a partir de las propuestas de trabajo que "enganchadores" de Tlaxiaco y Putla, en la región mixteca, hacían llegar a los habitantes costeños, siendo el destino principal el estado de California.
Los mixtecos que tuvieron la posibilidad de migrar en la coyuntura del Programa Bracero, al regresar a sus comunidades una vez terminados sus contratos, contaban con cierta holgura financiera, lo cual les permitió establecer negocios cuyas ganancias fueron aprovechadas por los hijos que deseaban migrar. En el caso de los flujos de migración internacional reciente, en el cual se ubica a los afrodescendientes, los apoyos gubernamentales a través de programas sociales (Progresa, Oportunidades) se utilizaron como un capital inicial para las salidas.
Ya entrada la década de los noventa, la migración internacional fue una práctica más frecuente entre la población costachiquense, aunque la llegada del huracán Paulina en 1997 fue un detonante para que las salidas conformaran un flujo masivo. Las localidades afectadas por la llegada del meteoro sufrieron graves pérdidas, las cuales comprendían desde bienes inmuebles hasta tierras de cultivo y pastoreo. Esta situación motivó a los pobladores a salir del país en busca de recursos económicos para sortear las pérdidas materiales y financieras que las inundaciones provocaron en las localidades más dañadas.
Con el transcurrir de los años los puntos de arribo de los afrodescendientes a Estados Unidos se diversificaron, aunque en las localidades de estudio, los principales estados donde se concentraron son: California, Arizona, Texas, Pensilvania, Minnesota, Utah, Georgia, Carolina del Norte y Carolina del Sur, y Nueva York.
Las niñas cuidadoras. Una arista en el circuito migratorio de la Costa Chica
En el periodo de trabajo de campo que realicé para mi investigación doctoral en la región, documenté las implicaciones que tiene para los niños vivir sin sus padres, quienes son migrantes en Estados Unidos [Quecha 2013]. Una de las adecuaciones en el proceso de crianza a través de los reajustes familiares es la relativa a la figura de autoridad; los abuelos y tíos fungían como dicha figura. Llamó mi atención la presencia de las niñas, hermanas de los niños que se quedaban, como madres sustitutas que debían asumir el rol de cuidadoras. Estas pequeñas, no mayores de 12 de años, les daban de comer a sus hermanos, los bañaban, los llevaban a la escuela, los arrullaban si aún eran bebés, los acompañaban a fiestas, les contaban historias sobre sus padres y dormían con ellos. En los diversos testimonios que pude documentar había un comentario general: se preparaban para ser madres. Ellas los defienden de posibles agresiones, tratan de estar al tanto de su alimentación, tareas y juegos. Las jóvenes dicen que ven a sus hermanos como "hijos de crianza".
El hecho de compartir la crianza de los hermanos con las abuelas y tías, les da la oportunidad a las niñas de obtener el conocimiento necesario sobre el cuidado de los niños, los cuales serán puestos en práctica cuando tengan a sus propios hijos. Algunas inclusive dijeron que para ellas estaba bien que sus papás no vivieran en la localidad, porque así no serían como el resto de sus amigas, quienes no saben "ni cambiar de ropa a un bebé o a un niño más grande". Situación distinta sucede con los hermanos varones, quienes demuestran un claro disgusto si del cuidado de sus hermanos se trata, suelen decir que ése "es trabajo de mujeres". Esta apreciación es resultado de las diferencias genéricas practicadas entre la población de la Costa, donde el cuidado de los infantes es responsabilidad exclusiva de la población femenina.
Gabriela: Es que hay niñas que luego nomás se quejan de que están cuidando a sus hermanos, yo no, yo creo que está bien que los esté cuidando, así para cuando ya sea más grande, ya no voy a tener problemas para ver crecer a mis hijos, porque voy a tener muchos hijos. Pero yo no me voy a ir y dejarlos por ahí, si me voy, se van conmigo, así pues. (Entrevista realizada el 10 de agosto de 2008 en Corralero.)
Rosario: Es bonito ayudar a cuidar a los hermanos, me gusta también ir a comprarle la ropa y los zapatos, yo se los escojo, así ya me enseñó a ver por mi familia para cuando ya me case. Lo que todavía no sé bien es hacer de comer, pero yo creo que con la práctica. (Entrevista realizada el 7 de enero de 2009 en Corralero.)
Feliciano: ¡No! A mí no me gusta cuidar chamaquitos, son chillones y nomás se caen, son las mujeres y las niñas las que deben cuidarlos. Luego como no caminan bien se andan cayendo, no, eso no es pa' hombres. (Entrevista realizada el 8 de enero de 2009 en Corralero.)
Es frecuente que los niños más pequeños pidan alimentos a sus hermanos o que les soliciten dinero para los dulces (que tienen que pedir a los abuelos o tíos y primos). A los hermanos mayores no les agrada la idea de ser "cuidadores", ellos ven esto como una falta de libertad, pues todo el tiempo deben estar pendientes de lo que pase con los más pequeños.
El hecho de cuidar a los pequeños, según sus propias palabras, era una "ventaja" que tenían respecto de las otras niñas. Lourdes, Iris y Elizabeth discutían en alguna ocasión sobre su experiencia como cuidadoras de sus hermanos:
Iris: Cuando llegan de la escuela, ¿ustedes también preparan la comida para sus hermanos?
Elizabeth: A veces, casi siempre mi abuelita ya la tiene hecha, nomás vamos a comprar las tortillas. Pero luego Jorge no quiere ir y yo soy la que tiene que ir, ¡con el calor que hace a esa hora!
Lourdes: Depende de quién esté en la casa, a veces mis tías ya tienen hechas las cosas, pero luego cuando llego, me dicen que me tengo que enseñar a hacer comida para cuando esté más grande. Si mi mamá estuviera aquí, ¡qué cosa!, andaríamos como las otras niñas que no siempre tienen que estar detrás de sus hermanitos para que coman. (Conversación registrada el 7 de noviembre de 2008 en casa de Lourdes, comunidad de Corralero.)
La coyuntura que les ha tocado vivir, sin duda, ha redundado en una maduración temprana, la cual las motiva a reflexionar sobre su futuro a mediano plazo y también en el de sus hermanos y tutores mayores (abuelos en su mayoría). Estas pequeñas han incorporado en su bagaje emocional la idea de que están "para cuidar a los otros",1 en tanto han comenzado a fungir en cierta medida como "niñas-madre".
En la localidad de Collantes conocí a Daniela y Lucía, ellas tenían 10 años de edad en 2010, ambas eran amigas y compartían el hecho de estar sin sus padres. Daniela tenía un hermano de cinco años y Lucía una hermana de tres. Ellas me comentaron algunas de sus experiencias al estar a cargo de sus hermanos menores:
Daniela: Ya aprendí a regañar. Es que Julio es desobediente, y antes hacía enojar a mis tías. Y es que todos le gritaban. Como yo estoy chica todavía, mi hermanito me oye, y a veces jugamos. Yo lo regaño pero con menos regaño y así hace caso. Es que así debe ser, no regañar tanto y saber cuándo sí y cuando no pegar. Así se debe hacer con los hijos de uno, pero aquí Julio es mi hermanito. (Entrevista realizada el 9 de junio de 2010 en Collantes.)
Lucía: Mi hermanita está chiquita. Yo tenía miedo de que le diera el tono, pero mi abuelo dijo que no, porque ya era grande, los tonos le dan a los niños chiquitillos, pero yo luego ni dormía pensando que podía venir el animal y enfermarla. Ya no usa pañal, pero sí se ensucia. Ya me enseñaron a lavar pero no es siempre. A veces nomás. Pero con mi hermanita también le enseñé más palabras porque hablaba poquito, luego lloraba y no sabía pedir las cosas, pero ahora ya sabe, porque yo le enseñé cómo. (Entrevista realizada el 12 de octubre de 2010 en Collantes.)
Ambas niñas compartían sus experiencias en torno al cuidado de sus hermanos menores, además de la experiencia de tener a sus padres viviendo en Estados Unidos, también socializaban los problemas que debían enfrentar al momento de brindar cuidados. El ejemplo de Lucía es aleccionador, pues nos permite conocer una de las principales preocupaciones de los niños afrodescendientes: "enfermarse de animal", es decir, adquirir un tono o animal compañero con el cual compartirán rasgos y vivencias a lo largo de su vida.
Daniela nos habla de la importancia de "aprender a regañar". En la región, los niños son tratados de manera violenta por los adultos, padres y maestros. Los golpes, regaños y uso de lenguaje altisonante son comunes en sus interacciones cotidianas. Algunos adultos mencionan que es la manera como se educa a los niños "para que aprendan más rápido". No obstante, para los niños esta característica de la crianza en sus familias es poco grata:
Sí maestra, aquí todo el tiempo los grandes nos gritan, nos pegan. Cuando mi mamá se fue a Carolina, yo pensé que ya me iba a salvar de esto, pero no, ¿cuándo? Mi abuela, mi abuelo, mis tíos, mi prima Lupita y todos todo el tiempo me gritan, pero yo a mi hermanito que me toca cuidarlo no le grito, pobrecito, a él no, pero luego pienso, ¿por qué así nos crían? (Entrevista realizada el 12 de marzo de 2010 en Collantes.)
Lo anterior nos plantea la necesidad de pensar cómo las niñas cuidadoras reflexionan sobre sus procesos de crianza y la forma en que ellas los practican con sus hermanos menores. Es interesante que destaquen la interacción violenta como un factor que es posible revertir en la crianza de sus hermanos y, en un futuro, con sus propios hijos, pues tienen claridad de sus efectos negativos. Esto permite vislumbrar un cambio significativo en los patrones de cuidado y atención en estas jóvenes generaciones de mujeres, como resultado de su integración en una familia cuyas redes migratorias las colocan en una posición de autoridad para los más pequeños.
Otra función importante que ejercen estas niñas cuidadoras es hablar de los padres ausentes. Es interesante que aunque la comunicación con los progenitores no sea frecuente, ellas comentan con sus hermanos sobre la situación de sus padres, explican por qué se fueron (aunque ellas no necesariamente tengan mucha claridad al respecto) y hablan de un posible regreso, o de la probabilidad de ir a Estados Unidos en alguna ocasión:
Sonia: Mire, como nosotras nos quedamos con ellas, nos toca decirle a las chiquitillas cómo es, por qué vivimos así, pues. No es que nos abandonen, no, se van porque nos quieren, pero luego mi abuela no nos dice así, pero yo sé que sí, que mi mami por eso se fue. Yo estoy grande, ya tengo nueve y las otras dos yo les voy a decir las cosas pues, para que entiendan que no somos animalitos solitos ni hijos de querida. (Entrevista realizada el 3 de marzo de 2009 en El Ciruelo.)
Margarita: Sí, yo le tuve que decir a Sol por qué ya no estaba nuestra mamá. Es que no se despidió cuando se fue, y ella está más chiquita que yo, así es pues, me toca decirle a ella. Porque mi mamá no nos dijo adiós, pero cuando la mamá se va, nos toca a nosotras decirle a los hermanos y hermanas chiquitillos, porque aunque tengamos hermanos más grandes no dicen nada, somos nosotras las que decimos pues. (Entrevista realizada el 6 de abril de 2009 en El Ciruelo.)
Con estos ejemplos podemos notar cuáles son algunas de las experiencias de estas niñas que se encuentran integradas en un circuito migratorio a propósito de la partida de sus padres o de alguno de ellos.
Como mencioné en la parte introductoria de este trabajo, además de dar a conocer las opiniones de las niñas, me interesa compartir algunos de sus testimonios, y que recopilé en 2013 como resultado de algunas temporadas de campo en la región. El hecho de buscarlas fue muy importante, deseaba saber de ellas y conocer los alcances que tuvo mi metodología de la agencia infantil. Es decir, en aquel momento, recabar sus datos me permitió comprender que en los procesos de crianza en contextos migratorios, los niños en general, y las niñas en particular, tienen un papel activo como resultado de una estructura social y de género donde los cuidados son materia exclusiva de las mujeres.
Me encontré primero con Daniela y Lucía, a quienes conocí en Collantes a los diez años. Ahora tenían 13 y 14 respectivamente. Sus padres continuaban en el norte, y ellas son ahora jóvenes estudiantes de secundaria. La pregunta que les hice fue: ¿siguen cuidando a sus hermanos? Presento a continuación sus respuestas:
Daniela: Sí, pero ya menos. Julio ya creció, ya no es tan chillón como cuando mi mami se fue, yo lo cuidé mucho porque lo quiero mucho. Mi abuela va a vender queso, y si yo no estuviera, ¡quién sabe cómo estaría el pobre chiquillo! Con él me enseñé a cuidar niños, ya puedo tener los míos. (Entrevista realizada el 15 de marzo de 2013 en Collantes.)
Lucía: Pues sí. Mis papás ya no regresaron. Yo pienso que ya no van a venir. A veces dice mi mamá cuando llama que quiere que me vaya al norte, porque allá todo es más bonito. Pero no sé. Sí me gustaría irme, pero mi hermana ya está creciendo también y está muy impuesta (acostumbrada) a mí. Entonces si me voy yo, otra vez va sufrir lo mismo que sufrimos cuando nos fuimos. Yo le digo que si puede nos lleve a las dos, si no, pues no. (Entrevista realizada el 15 de marzo de 2013 en Collantes.)
Más adelante estas jovencitas me comentaron de otras experiencias en su vida y expectativas de futuro, donde migrar todavía no aparecía entre sus planes. En estos cuatro años ellas estuvieron al tanto del retorno de algunos de sus familiares, situación que les otorgó un mayor bagaje sobre las implicaciones de ir a Estados Unidos. Ahora ellas mostraban más conocimiento sobre su situación familiar pero, sobre todo, que ellas también son parte de esa "cadena" que posibilita que sus padres continúen viviendo allende la frontera:
Daniela: Sí, es que por nosotras nuestros papás están allá, pero también por eso se han quedado, como sea aquí siempre hay problemitas con los hermanitos y hermanitas de uno, pero ya entendí que para eso nos quedamos. Yo era más chiquita cuando me tocó ser cuidadora, y sí, a veces me enojaba, pero no todo el tiempo, ahora ya aprendí que también yo como niña tenía que responder, y es que así es aquí, por eso ve tantas niñas cuidando, cuidamos para que otros nos cuiden. (Entrevista realizada el 15 de marzo de 2013 en Collantes.)
En El Ciruelo me encontré con Sonia y Margarita, ellas tenían nueve y 11 años de edad en 2009 cuando las conocí. Margarita ya celebró su quince aniversario. No vino su mamá al festejo, pero envió las remesas necesarias para que tuviese una fiesta tal como ella la quería. Sonia, por su parte, experimentaba la pérdida de su abuela. Fue un duro golpe para ella, su reflexión fue la siguiente:
Sonia: Mi abuelita se fue en enero. Ya estaba muy enferma desde el año pasado y ya estábamos nomás esperando, pero fue muy triste. Ahora quedo yo sola aquí con mis hermanitas. Mi mamá dice que no sabe para cuándo regresará, porque no tiene papeles y no puede cruzar fácil. Ahora que murió mi abuela nos vamos a quedar en su casa, y mi mamá dice que me va mandar dinero para que junto con mi tía lo usemos para mis hermanitas. Ya me tocó ser su mamá sin querer, pero mejor, porque si yo me hubiera ido el año pasado como ella quería, ahora quién sabe cómo estarían mis hermanitas. Así me toca ahora, y como ya son más grandecitas ya no es muy difícil. (Entrevista realizada el 3 de abril de 2013 en El Ciruelo.)
Por su parte, Margarita comentó:
Sí, yo creo que para mí ha estado mejor que mi mamá se esté en el norte. Ya tuve mi fiesta en febrero, bien grande y bonita. Y tengo novio, él dice que sí se quiere ir pero yo todavía no quiero, ¿qué va a pasar con Sol si yo me huyo? Es mi responsabilidad mientras mi mamá está en el norte, ella manda el dinero y dormimos en casa de mis tíos, pero yo crié a Soledad, no la puedo dejar así nomás. (Entrevista realizada el 5 de abril de 2013 en El Ciruelo.)
Finalmente me reencontré en Corralero con Iris, Lourdes, Elizabeth y Gabriela. Los padres de Iris regresaron a la localidad con un hermano nacido en Atlanta, y ella cursaba la escuela secundaria. Lourdes dejó la escuela y ahora se dedica a la venta de pescado con una de sus tías. Al hacerles la misma pregunta, ¿siguen cuidando a sus hermanos? Sus respuestas fueron las siguientes:
Iris: Ya no tanto, como regresó mi mamá, ya no tuve que cuidar tanto a los chamaquitos. Si ella siguiera allá en el norte pues sí, todavía me tocaría, pero ahora es menos. Y como voy a la escuela no tengo mucho tiempo, pero los fines de semana también cuido al chiquito, pero es menos que cuando no estaba mi mamá aquí. (Entrevista realizada el 22 de marzo de 2013 en Corralero.)
Lourdes: Sí, yo tengo que seguir porque mi mamá no regresa todavía. Ahora salgo a trabajar al pescado. A veces me toca ir a Pinotepa, todavía no voy a Acapulco, nomás voy al mercado de Pinotepa muy temprano. Ya me gano unos centavos y con eso también le ayudo a mi mamá del norte, porque ya me dijo que no manda dinero todo el tiempo porque a veces no hay trabajo allá. ¡Yo no sabía! Pensaba que siempre había, pero ahora el norte ya es como aquí, tampoco hay mucho trabajo, por eso es que yo ahora con lo de los pescados compro cosas para la casa, así ya no es más pesado, y mis hermanitos se quedan con mi tía Rubí, la quieren mucho. (Entrevista realizada el 17 de marzo de 2013 en Corralero.)
En 2013 Elizabeth y Gabriela ya estaban embarazadas. Ambas "huyeron" con sus novios y ahora ya encintas su situación es distinta. Vivían en casa de sus parejas y en el caso de Elizabeth, su madre (todavía migrante en Estados Unidos) y su abuela decidieron cortar comunicación con ella:
Elizabeth: Ahora voy a tener mi chamaquito. Mis mamás se enojaron muchísimo conmigo y no me hablan. Ya ni modo. Sí me duele, sí, pero siento que es poco agradecida porque como sea, yo cuidé a mis hermanitos chiquitos todo este tiempo que ella no estuvo. ¿Y ahora qué?, es mi abuela la que carga con todo el peso y vienen mis hermanitos a verme pero ya no es lo mismo. Lo único que me dejó la vida con mis hermanitos fue que ahora que nazca mi bebé, ya sé lo que tengo que hacer y lo que no. Él (su pareja) dice que también se va ir al norte, pero a mí ya no me pesa, así es aquí, así es la vida. (Entrevista realizada el 19 de marzo de 2013 en Corralero.)
Gabriela: Yo sí me fui con Anselmo. Y conocía la situación de mis hermanitos y luego los deja quedarse con nosotros, es que no tiene mamá y su papá vive en El Ciruelo, tenemos la casa para nosotros. Sí se pusieron tristes mis hermanos, pero como sea, la fiesta y el gasto sí lo dieron mis papás. Dijeron que para eso estaban en el norte. Entonces yo sí sigo cuidando de mis hermanos pero ya no diario, se quedan conmigo pero también regresan a la casa. Pero es que la familia nuestra ya es así, unos por allá, otros por acá, entonces como yo ya sé cuidar niños, porque desde chiquitilla empecé, ya no me da miedo qué hacer con mi bebé. (Entrevista realizada el 12 de marzo de 2013 en Corralero.)
Reflexiones finales
Las niñas cuidadoras de la región de la Costa Chica cumplen un papel fundamental en el circuito migratorio transnacional que desde la década de los noventa inició en la zona. Ellas brindan atenciones que lejos están de ser secundarias, por el contrario, su interacción con los hermanos genera otro tipo de relación más ligada a una figura de autoridad materna pero más horizontal. En ese sentido tienen un peso central en el proceso de crianza de los pequeños, son un soporte más para que la dinámica migratoria sea óptima y aquellos que se quedan cuenten con una mayor red de apoyo y solidaridad infantil. Esta situación es trascendente, porque al hablar de las negociaciones familiares y las redes en contextos migratorios, pocas veces nos detenemos a observar la cotidianidad entre pequeñas cuidadoras y niños sujetos de atención.
La metodología de la agencia infantil permite entender de qué manera hay formas de reproducción cultural, pero también cómo es que los niños manifiestan sus percepciones en la interacción cotidiana. Por ejemplo, al aprender a "regañar" se trataba de desincentivar la violencia experimentada a diario. El hecho de que las niñas dieran a sus hermanos y hermanas explicaciones sobre la ausencia de sus padres, nos deja entrever la manera como ellas forman representaciones sociales a partir de conocer experiencias similares o preguntando a parientes y amigos con conocimiento sobre las implicaciones de migrar.
Escuchar las voces de las niñas es importante no sólo como hecho anecdótico, lo es también porque sus testimonios nos hablan de cómo diversos integrantes de las familias adquieren determinado peso ante la coyuntura de la migración. Aunado a ello, podemos advertir cómo es internalizada la condición de género y las responsabilidades correspondientes.
Lo anterior se evidencia con el hecho de haber conocido sus percepciones unos años después, las cuales dejaron entrever el tema de la "preparación" para ser madres. También nos encontramos ante la propia valoración que tenían sobre su función como cuidadoras de sus hermanos. Ellas asumen que su tarea es importante en el marco de la ausencia materna. Esto nos brinda pistas para entender la construcción del ser femenino desde la más tierna infancia pero, sobre todo, para abrir una nueva veta de investigación donde podamos sopesar en su justa dimensión la agencia femenina en contextos migratorios.
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1 Molinar y Herrera señalan: "Se aprende a ser madre desde la infancia, la niña es socializada para atender a los 'otros' antes que a sí misma, se le enseña a estar atenta de las necesidades ajenas, aprende la obligación de proveer cuidados necesarios con competencia y afecto" [2009: 103].