Introducción
Corría 1947, Lauren Bacall marchó en Washington de la mano de Humphrey Bogart, Danny Kaye, Gene Kelly, John Huston, Ira Gershwin y otros, protestando por la persecución de cineastas por sus ideas. Era una reacción esperable dentro de un régimen democrático, pero la democracia se encontraba de vacaciones y los estudios en Hollywood se encargaron de enfriar sus ansias de protesta haciéndoles ver que podían ser acusados de comunistas y quedarse sin trabajo. Bacall declaró 30 años después: “in Hollywood, a community which should be courageous, but which is surprisingly timid and easily intimidated” (Avins, 2017).
Era la época del macartismo, tiempo de intimidación, acusaciones sin pruebas y persecución, bajo una postura política endurecida y sintiéndose omnipotente, cancelaba las libertades y legitimaba la persecución en contra de los “otros”, especialmente contra los judíos, y todos aquellos a quienes pudieran acusar de comunistas, fueran o no lo fueran, porque a final de cuentas no se requería probar nada y no se hacía.
Esta postura política destrozó el debido proceso y el Estado de Derecho; utilizando perversamente foros legislativos se acosaba tratando de obligar a los acusados a confesar creencias, y aun cuando algunos se negaron a confesar, el acoso legislativo y político fue suficiente para destrozarles la imagen pública y privada, privarles de empleo, hundirlos en la peor de las inopias, mientras se reforzaba la paranoia anti comunista y la noción de que se luchaba contra los enemigos de la patria.
El macartismo destruyó la vida y carreras de académicos, líderes laborales, poniendo especial atención en los trabajadores de la industria del entretenimiento. Varios fueron orillados al suicidio y otros fueron encarcelados. En Wikipedia se sostiene:
Muchos de estos castigos resultaron de juicios cuyos veredictos posteriormente fueron anulados, o de leyes que fueron declaradas inconstitucionales posteriormente, fueron descartadas por razones declaradas ilegales o fallas procesales, o procedimientos extralegales como las listas negras informales, que recibirían el descrédito general.1
Más allá del daño temporal creado por el macartismo, entre sus efectos de largo plazo en la política estadounidense, está cancelar la libertad de pensamiento, especialmente para opciones alternativas a la dominante (un ejemplo drástico es la acusación de socialistas/comunistas a los candidatos demócratas enfrentados a los seguidores de Trump); las fuerzas detrás del macartismo siguen agazapadas y fortalecidas, amenazando con cancelar derechos ganados, y por supuesto, la libertad, porque bien decía Bakunin, la libertad no se puede parcelar, si se la limita se la desaparece. No es accidental que Amy Coney Barrett, la magistrada nominada por Trump y escogida por los republicanos para la Suprema Corte de Justicia, esté asociada ideológicamente con la ultraderecha católica, con esas fuerzas que han tendido un manto de obscuridad sobre la vida política y social en ése y otros países.
Parece haber dos razones principales de porqué el macartismo concentró su ataque en el cine: la elevada participación de judíos en la industria y el hecho que se hubiera convertido en el gran mecanismo de comunicación de masas en el siglo XX, de ahí que fuera un objetivo idóneo para sufrir el embate de las fuerzas obscuras/ocultas que se confabularon para limitar o dirigir la narrativa social y política. Lladó (2015: 31) lo resume de la siguiente manera:
las películas -como el arte en general- nos permiten narrar, recrear y valorar desde una perspectiva crítica los acontecimientos históricos más siniestros, convirtiéndose así en muchos casos en una herramienta didáctica, pedagógica, cuando no documental (toda producción artística es reflejo de su época, y el cine no escapa a esta consideración.
La lucha por la mente, por la narrativa social y política, es fundamental para entender la política estadounidense de los siglos XX/XXI y el papel de la derecha intentando conformar el discurso nacional, utilizando para ello el cine, la televisión (cadena Fox) y otros medios como el radio (Rush Limbaugh) que tiene una influencia crucial en la derecha en general y por supuesto en otros países debido al colonialismo cultural. El análisis de los medios de comunicación masiva está lejos del propósito de este artículo, aunque no está de más mencionarlo.
Origen del macartismo
Wikipedia define al Macartismo como:
The practice of making accusations of subversion or treason without proper regard for evidence. The term refers to U.S. senator Joseph McCarthy (R-Wisconsin) and has its origins in the period in the United States known as the Second Red Scare, lasting from the late 1940s through the 1950s. It was characterized by heightened political repression and a campaign spreading fear of communist influence on American institutions and of espionage by Soviet agents (https://es.wikipedia.org/wiki/Macartismo [Revisado: 30 mayo, 2021].
La coyuntura conocida como Macartismo es el momento en que se convierte en materia de Estado la ideología de odio, que es resultado de la penetración en la ideología y la política estadounidense del anticomunismo, de la noción de peligro y reacción contra el anarquismo del siglo XIX y contra el comunismo que arranca con la revolución de octubre (1917) y tiene expresiones tan tempranas como en la First Red Scare que duró de 1917 a 1920 produciendo 3,000 arrestados. Hubo un incidente donde el gobernador de Texas acusó de bolcheviques a los afroamericanos que regresaban de pelear en la Primera Guerra Mundial y pidieron derechos (Guzmán, 2015).
En los veinte, el Ku Klux Klan (KKK) percibía a los mexicanos como una amenaza triple contra su república ideal wasp -white, anglo, saxon, protestant/blanco, anglo, sajón y protestante-: una raza mestiza que amenazaba la “pureza racial blanca”, su fe católica, y su supuesta adherencia comunista ponía en peligro los fundamentos ideológicos e institucionales de Estados Unidos (Carrigan y Webb, 2013: 120).
En 1924 llega al FBI J. E. Hoover con el mérito de haber conducido el Palmer Raids, donde detuvieron a más de 6,000 inmigrantes izquierdistas para deportarlos entre los que se encontraron muchos judíos, de hecho un buen número de ellos eran miembros del Partido Comunista, y ésa era la evidencia para la derecha del peligro de los inmigrantes judíos, cuanto más que fueron clave para la creación de los sindicatos desde la última parte del siglo XIX (Herberg, 1951-1952). Hoover protegió a nazis en Estados Unidos, acosó a Einstein y Oppenheimer y fue clave en la persecución contra Chaplin llevándolo a abandonar el país; su conexión con Joseph McCarthy al parecer fue por medio de Roy Cohn, con quien coincidía en la homosexualidad (Bush, 2017). Bajo Hoover, el FBI ilegalmente vigiló gente y en 1956 creó el Counter Intelligence Program (COINTELPRO) que condujo una serie de proyectos ilegales hasta 1979, y al parecer hasta después de esa fecha.
A partir de la Gran Depresión (1929), el Partido Comunista registró un crecimiento relevante y muchos de sus miembros eran judíos. Tal vez no deba sorprender que cuando Roosevelt impulsa el New Deal para sacar al país de la crisis, los conservadores lo acusaran de comunista.
Siguiendo con el avance en la influencia de la iglesia católica y su conexión política, en 1930 se crea el código Hays que le introduce “normas morales” al cine.
Reforzando la narrativa anti judía, el cura católico Padre Charles Coughlin se hizo famoso en los treinta, como uno de los locutores de radio más populares al indicar que el régimen comunista soviético estaba desproporcionalmente controlado por judíos que eran hostiles a los cristianos y eran los perseguidores y asesinos principales de cristianos en el mundo (London, 2019). En 1935, el noruego Abraham Vereide fundó el Movimiento del Desayuno de la Oración en Estados Unidos, que ya existía en Noruega -éste sirvió como base para el desayuno de la oración nacional que se realiza anualmente en Washington desde 1944, contando con la presencia del presidente. Vereide, desde el Metodismo, crea el International Christian Leadership (ICL) con tintes anticomunistas; la estrategia era exportar la palabra de Jesús por medio de políticos (congresistas y senadores), aunque en realidad la misión llevaba encubierta la promoción de los intereses de Estados Unidos y para eso apoya a líderes en el mundo sin importar que fueran dictadores.2 De tal manera, que diversos gobernantes estaban convencidos que trataban con el gobierno de Estados Unidos y aceptaban promover/tolerar esa causa religiosa.
La acción legislativa anticomunista tiene antecedentes importantes en 1938 cuando se crea el House Committee on Un-American Activities -comúnmente conocido como HUAC-, que se convierte en el comité anticomunista gubernamental más activo y agresivo.
The Alien Registration Act or Smith Act, de 1940, convirtió en una ofensa criminal el acto de
knowingly or willfully advocate, abet, advise or teach the ... desirability or propriety of overthrowing the Government of the United States or of any State by force or violence, or for anyone to organize any association which teaches, advises or encourages such an overthrow, or for anyone to become a member of or to affiliate with any such association.
Bajo este principio, entre 1941 y 1957 fueron procesados cientos de comunistas y otros. Se ampliaba el cerco a la libertad y se contradecía el principio de la primera enmienda constitucional que garantiza la libertad de pensamiento.
De 1941 hasta 1949 el Senador californiano Jack Tenney, por medio del Tenney Committee, realizó investigaciones contra comunistas. Este comité siguió investigando hasta 1971, incluyendo en la investigación a homosexuales,3 aunque las investigaciones fueron poco efectivas, abonaron al sentimiento anticomunista. En los años cincuenta, la homosexualidad se clasificó como un desorden psiquiátrico; pero inmerso en el contexto de la Guerra Fría se le presentó como una enfermedad social altamente contagiosa que atentaba contra la seguridad del Estado. De esta manera se mezcla la vigilancia y persecución de homosexuales y comunistas y el FBI establece la vigilancia de empleados gubernamentales homosexuales.4
En 1942 el Departamento de Justicia elaboró una lista de organizaciones “subversivas”, que para 1948 incluyó 78 grupos y llegó a incluir a 154. Habiéndose establecido un juramento de lealtad, que se amplió para barrer con toda aquella organización que mostrara inclinaciones humanistas y de justicia económica y social.
Ayn Rand, promotora del individualismo, acusó a Song of Russia (Gregory Ratoff, 1944) de ser un alegato a favor de las políticas de la URSS, porque en la mencionada película aparecían niños rusos que sonreían.
En 1946, Richard Nixon derrota a Jerry Voorhis en el Distrito 12 de California, acusándolo de tener relaciones con grupos comunistas.
La visión paranoica sobre el comunismo se refuerza, al grado que según Lladó (2015) varios especialistas sugieren que la posguerra y especialmente el desarrollo de la bomba atómica por la URSS, más el triunfo de Mao en China. refuerza el anticomunismo.
En 1947 se anunció una investigación secreta sobre la infiltración comunista en el cine. Truman (1945-1953) expidió un reglamento para que los empleados del gobierno juraran lealtad, juramento que cayó justo en el juego de la persecución, porque el gobierno define lealtad como la exclusión del partido comunista. Bajo este reglamento miles de empleados del gobierno fueron despedidos; al dejar el puesto, Truman aprovechó para atacar a su sucesor Eisenhower por políticas de persecución similares a las que él instituyó. Se cerraba el círculo, desde el Congreso se establecían leyes y creaban comités para investigar y perseguir comunistas y desde el Poder Ejecutivo se exigía lealtad, mientras que lo desleal era creer en otras ideas, especialmente si las ideas eran de izquierda, o participar en organizaciones distintas a los dos partidos dominantes.
En 1950 se aprueba la McCarran Internal Security Act, que ha sido descrita por la experta en Macartismo Ellen Schrecker como la más importante pieza legal de la era de McCarthy, que, aunque técnicamente es anterior del Macartismo, es parte de la misma dinámica. Schrecker anotó: “McCarthyism did more damage to the constitution than the American Communist party ever did” (https://en.wikipedia.org/wiki/Ellen_Schrecker).
La McCarran Act tuvo un efecto acosador y requirió el registro de organizaciones comunistas en la oficina del Procurador General, quien estableció un comité de control de actividades subversivas para investigar la posible acción comunista. Se avanzó en la criminalización de las ideas y se convirtió en ilegal el pensar fuera del marco del capitalismo estadounidense.
En 1950 estalla la guerra de Corea, donde Estados Unidos lucha contra los comunistas. Avanzando la cruzada anticomunista y reforzando la narrativa que criminaliza a las ideas políticas, para 1952 diversos Estados habían aprobado estatutos legales en contra de la anarquía criminal, sindicalismo criminal y sedición. Asimismo, se excluye del servicio público y hasta de recibir ayuda pública a los comunistas y subversivos; se exigen juramentos de lealtad de los funcionarios públicos y se proscribe al Partido Comunista. Seis Estados aprueban leyes extremas equivalentes en contra del comunismo y algunos crean comités similares al HUAC, destacando el Subcomité para el Análisis de Actividades Antiamericanas del Senado de California y el Comité de Investigación Legislativa de Florida. Una indicación de la trascendencia del discurso es que el gobierno de Trump (2016-2020) acusó de anarquistas a los que protestan en contra de la violencia policiaca y a los miembros de Black Lives Matter.
En 1950, Michigan instituyó la condena perpetua contra la propaganda subversiva; en 1951 Tennessee estableció la pena de muerte contra los que abogaran por la deposición violenta del gobierno. En Texas, bajo el gobernador Allan Shivers, se discutió la pena de muerte por la membrecía en el Partido Comunista, describiéndolo como “peor que el asesinato”. La furia anti comunista llegó hasta el nivel municipal, donde los condados aprobaron ordenanzas/ decretos anti comunistas: Los Angeles prohibió cualquier iniciativa comunista o “modelo moscovita de estado policiaco dictatorial”; Birmingham, Alabama y Jacksonville, Florida, le prohibieron a los comunistas que estuvieran dentro de los límites de la ciudad.
En 1951 Julius y Ethel Rosenberg fueron ejecutados acusados de espiar para los soviéticos; se sospecha que en ese juicio aparte del macartismo había un componente antisemita.
There is substantial reason to believe that the Rosenbergs did not get a fair trial. For example, Harry Gold, whom the prosecutor called the ‘necessary link’ in the Government’s case, had four months prior to the Rosenberg trial testified in another espionage case, against a former employer of his, Abraham Brothman (Schwartz, 1974).
En 1952 Chaplin sale del país perseguido por la derecha y por Hoover.
Durante 1954, el Republicano John Marshall Butler y el Demócrata Hubert Humphrey escribieron la Communist Control Act, aprobada con muy poco debate y apoyo mayoritario en ambas Cámaras Legislativas. Esta ley era una extensión de la Internal Security Act de 1950, y buscaba proscribir al Partido Comunista declarando que el partido y las organizaciones infiltradas por los comunistas (¿sindicatos?) no merecían los derechos, privilegios e inmunidad determinados para las organizaciones legales. Una encuesta de Gallup conducida en 1950 señaló que “Shortly after the U.S. Senator from Wisconsin declared that communists had infiltrated the State Department, 46% of those familiar with his charges thought it brought more good than harm”.5
Y en enero de 1954, reveló que el 50% del público apoyaba a McCarthy, mientras que solamente el 29% tenía una opinión desfavorable.
En 1960 se publica el ataque de Bell contra la ideología marxista en su libro El fin de la ideología, donde sostiene que se habían terminado las ideologías y ahora sólo se luchaba por términos de intercambio. Este libro reforzó el efecto sobre la mentalidad anticomunista americana. No hay duda de que en plena Guerra Fría, la mentalidad anti comunista se había apoderado de la psique estadounidense, acompañado siempre de su componente anti semita.
Walsh
El francés Michel D’Herbigny fue enviado por el Vaticano a espiar en la URSS como parte del Intermarium; pero por cuestiones de fe, decidió suspender su labor de espionaje y se negó al activismo contra los bolcheviques. Fue sustituido por Edmund Walsh, quien asumió el trabajo de forma entusiasta. A partir de su experiencia en el Colegio Russicum y la cercanía con los cristianos de la Rusia Blanca, Walsh se conviertió en un furibundo anticomunista y antisemita (Campos et al., 2020).
El Vaticano encuentra en el Intermarium un factor importante para su cálculo geopolítico, posiblemente porque ubica como enemigos a los masones, judíos y comunistas. Walsh es un recurso importante para esta postura combinando la persecución antijudía con el anticomunismo en sus misiones en la URSS y Estados Unidos.
El perfil de los jesuitas, y particularmente el de Walsh, fue el de concebirse como la fuerza beligerante de la Iglesia Católica. La psicología de Walsh incluso resulta paranoica desde el momento en que visita la Unión Soviética en una misión de caridad, en la cual Estados Unidos y la Iglesia Católica participan para aminorar los efectos de la revolución bolchevique.
Walsh es del perfil de Ledochowski, de Pío ix y xii, personajes que se enfrentan a la modernidad y se aterran por los cambios complejos y dinámicos del entorno, culpando a las minorías. Boltanski (2016) escribe una sociología de las novelas de espionaje y policiacas, que nos puede ayudar a entender a estos personajes que, trastornados o no, se sienten como Batman III -literalmente- y creen que es necesario ser un monstruo para espantar a otros monstruos. Boltanski enfatiza en la paranoia realista del detective y su función de salvar a la sociedad del modo que sea. En el hiperrealismo de este tipo de personajes, quieren que la realidad sea lo que señala el Estado y la moral pública, por lo que cuando esta realidad cambia, el enigma hace que busquen obsesivamente al enigma que detonó la transformación y que intenta romper el orden de las cosas. A estos personajes les cuesta trabajo entender que el capitalismo y el crimen no es una persona y que son sistemas con una lógica propia, que combina elementos antiestatales e informales por la celeridad para obtener ganancias dinámicas. En Estados Unidos, Walsh genera un escenario ideal para penetrar en el país y arruinar la democracia y casi logra crear una ley de niebla y sombra, ya que hay diputados que aprobarían gustosamente las leyes de Nuremberg de 1938. En México, a Walsh se le deben esos pactos donde, después de la cristiada, se le abren las puertas del sistema político a la ultraderecha, de donde no se le puede sacar hasta ahora.
Esa moral católica sumada al anticomunismo fue terrible en muchos sentidos, siendo el macartismo uno de ellos; y aunque a final de cuentas Estados Unidos logró marginarla, se la impuso al mundo occidental y sobre todo al Tercer Mundo. En México se siguen descubriendo películas o novelas que fueron censuradas en los años setenta y ochenta; en Sudamérica, la censura católica llegó hasta los 1990. Por supuesto que no se olvida en Chile el Te Deum para celebrar el golpe de Estado de Augusto Pinochet, el silencio de la iglesia católica respecto al posterior asesinato masivo, porque con el golpe llegó la defensa del nacionalismo católico, aumentaron los bautizos, bodas y familias; o sea, la concepción de comunidad que quiere la iglesia y con esto nació también la oligarquía católica en Chile.
Walsh, con la fuerte presión de los católicos y gracias a que pertenecía al Ejército de Estados Unidos hubiera intentado que EU invadiera a México, mientras se enfrentaba al sacerdote católico Padre John Burke, que criticaba su activismo político polarizante y el sentido de difamación que hacía Walsh de las políticas postrevolucionarias.
Walsh aprovecha el ambiente anticomunista creado desde el triunfo de la revolución soviética y reforzado por anti semitas como Edison, Ford, Hoover y personajes de influencia local, para promover la agenda vaticana que intenta poner de su lado al país en su lucha contra la URSS; y aunque esta postura político-ideológica ya estaba definida, Walsh aprovecha para envenenar el ambiente atacando a los judíos.
La figura de Edmund Walsh tiene un gran papel en la trayectoria del anticomunismo estadounidense, sobre el que abreva el macartismo, y son relevantes sus vínculos con la jesuita Universidad de Georgetown, con los Caballeros de Colón, y los Caballeros de Malta, con los que impacta a la clase política y sobre todo a la inteligencia de Estados Unidos. A Walsh se le considera el primer anticomunista de Estados Unidos, en el sentido de ser un personaje con un papel primordial y ser el fundador de la política exterior en la época contemporánea. Él actúa en un entorno proclive a la persecución anticomunista y abona para ampliar la persecución contra miles de personas en Estados Unidos y la exportación de la doctrina por medio del ejército de Estados Unidos, que propicia y apoya golpes de Estado con fuerzas armadas golpistas a las que se les ha inculcado una sólida doctrina anticomunista (Chile, Uruguay, Argentina, Brasil, Guatemala, etcétera).
Walsh dirigía el Catholic Near East Welfare Association (CNEWA) desde donde intentaba duplicar su experiencia en el Colegio Russicum desde Estados Unidos. El centro hace estudios respecto al catolicismo en Europa del Este, tiene un plan de movilidad y becas para circular estudiantes, y por ese medio constituyó un grupo de interés católico en la Universidad de Georgetown, promoviendo la lógica del Intermarium: salvaguardar el catolicismo de la región y observarlo como regenerador de otras latitudes. Es como si este catolicismo anticomunista fuera el dispositivo de los otros cristianismos.
Para Boltansky, el enemigo del Estado es el capitalismo y el crimen. Para los católicos fue lo mismo, pero su gran tesoro era la Iglesia Católica como entidad supraestatal y hegemónica. Los detectives de las novelas de etapas finiseculares en el siglo XIX son nacionalistas, pro cívicos, humanos, pero tienen que hacer cosas indebidas para salvar a la sociedad, incluso moverse bajo frecuencias que los seres humanos consideran indignas, con tal de salvar a la patria, o a la iglesia. Para ellos, el triunfo es descubrir los complots y evidenciarlos ante el Estado para que éste los castigue y vuelva a la realidad lógica. Para los jesuitas, esta realidad es la de la Iglesia Católica, llamémosle Edad Media, puritanismo, contrarreforma o la construcción del reino de Dios sobre la tierra y Walsh es un soldado leal y efectivo.
Hay una conexión importante entre el franquismo fascista y el Intermariurm. Inicialmente, el Vaticano apoya económicamente a España, pero luego es Estados Unidos, particularmente Dwight D. Eisenhower. Aunque había nexos secretos desde antes orientados a fortalecer a Franco para frenar a los comunistas (Martín de Pozuelo, 2012), a partir de ese momento la fortuna de Franco va en incremento. Una de las consecuencias es que los personajes de Europa del Este que llegaron a Latinoamérica también pasaron por España financiados por Estados Unidos y lo hacían imbuidos por las enseñanzas y fobias del Intermarium.
Los inspectores falangistas vinieron mucho a México a trabajar con los sinarquistas, el casino español, la base y los católicos. Así que primero fue el Vaticano y luego fue Estados Unidos, pero la estrategia es única, no es hispanista o yanqui. Si el Yunque hace énfasis en el hispanismo y España en el franquismo, es porque no se quieren reconocer como subordinados de Estados Unidos, pero al final es así, de ahí su postura hispanista y proeuropea central. La retórica española es para resaltar la buena suerte del franquismo y la intervención falangista en el proceso, así como para mantenerse en el poder actualmente. Pero el Intermarium lo siguen manejando Estados Unidos y esta región sigue siendo estratégica para la resistencia a Rusia.
Con Eisenhower y con Franco hay la inclinación a recibir miles de nazis y criminales de guerra, desde finales inmediatos de la Segunda Guerra Mundial. Los hermanos Dulles (un hijo de los Dulles se hace jesuita y teólogo católico, fundamental con Juan Pablo II) y la Catholic Intelligence Association y Walsh, así como grupos oportunistas, exaltaron el anticomunismo para que la paranoia blindara a la sociedad norteamericana, los republicanos ganarían y los aparatos de inteligencia tendrían presupuesto. No obstante, la CIA, el FBI, así como los argentinos, no veían a los nazis aun teniéndolos en las narices, de ahí que se genere el conflicto sobre cuántos criminales de guerra pasaron derecho -sin trabas con la Operación Paperclip- a Estados Unidos y se quedaron como personas normales. Los nazis recibieron un mejor trato, siendo criminales de guerra, que sus víctimas. La estrategia de Estados Unidos se basa en la Guerra Fría y en el negocio para financiarla, de ahí que muchos de estos personajes coadyuvaran al establecimiento de regímenes favorables a EU y sus empresas (Guatemala, República Dominicana, México, Panamá, Colombia, etcétera).
El macartismo también buscaba extorsionar a muchos empresarios estadounidenses, para el financiamiento de la Guerra Fría. El dinero es importante en la cuestión de España y Estados Unidos, pero a final de cuentas quien paga es el contribuyente estadounidense, y sin aterrarle no pagaría, pero en el caso de que no alcanzara, pues había que extender el capitalismo a otros países y si esas élites no contribuyen al financiamiento de la Guerra Fría había que derrocarlos o realizar operaciones secretas como el Irán-Contras.
El peso político de Walsh consiste en su ubicación en áreas fundamentales de la política estadounidense, en manejar políticamente a diversas actividades de la iglesia católica, hasta que encuentra en McCarthy el instrumento para potenciar su cruzada anticomunista y anti semita.
McCarthy
Joseph McCarthy era católico devoto, contaba con apoyo significativo de grupos étnicos tradicionalmente Demócratas, en especial los católicos, trabajadores no calificados y propietarios de pequeñas empresas, con escaso apoyo de activistas sindicales o de los judíos.
McCarthy empezó a ganar dinero como apostador, ganó su primera elección mintiendo sobre la edad de su contrincante, falseó la información de que había participado en 32 misiones aéreas durante la guerra para calificar y recibir la Distinguished Flying Cross y otros reconocimientos como la Air Medal, que el comando de la Marina le aprobó en 1952 debido a su influencia política. Después él escribió una carta de recomendación e hizo que su comandante la firmara. Ganó su primera elección al Senado con el apoyo de un sindicato controlado por comunistas, United Electrical, Radio and Machine Workers, CIO, que se decantó en contra de un abierto anticomunismo. McCarthy era especialista en mentir.
Cuando buscaba un tema para catapultar su carrera política, se reunió con Edmund Walsh, uno de los agentes importantes del Vaticano en su cruzada antimasónica, anticomunista y antisemita, conocida como Intermarium, cuya postura estaba fortalecida por las encíclicas de los Papas que desde 1848 declararon que el comunismo era ateo, materialista y malo (Campos, Velázquez, Schmidt, 2020).
McCarthy contaba con fuerte apoyo de los sectores conservadores de la iglesia católica, especialmente con los irlandeses (su origen era irlandés) que compartían el ánimo anti-comunista:
Traditional Irish-American Catholic bodies like the Ancient Order of Hibernians embraced anti-communism in the post-war years, the organisation passing a motion in 1946 calling for the removal of ‘every red, fascist and Communist fellow traveler from all government agencies, all schools, and all labor unions in the United States of America (Maden, 2017, versión online).
Gendzel (2009) muestra la alegría que le provocó a la iglesia católica el ataque antisemita y anticomunista de McCarthy.
La labor de McCarthy se ancló en la narrativa anticomunista y antisemita estadounidense y afectó hasta diez o doce mil personas entre encarcelados, perseguidos y que perdieron sus empleos.
McCarthy terminó adicto a la morfina y alcohólico; se asegura que incluso quienes lo apoyaban se cruzaban la calle para evitarlo y que en 1954 fue expulsado del partido por su rudeza y lenguaje. Murió en 1957 a escasos siete meses después de Walsh.
Macartismo y cine
Hollywood le había prestado mucha atención a injusticias sociales y hasta a los abusos del sistema capitalista; un ejemplo de ello fue la producción de Tiempos Modernos (Chaplin, 1936) y Las uvas de la ira (Ford, 1940) y esto pareció ser una buena excusa para que la iglesia católica y la derecha estadounidense se enfilaran en contra de los Estudios. Lladó (2015: 11) dice:
… una buena parte de la producción cinematográfica americana de los años treinta demostró una aguda sensibilidad hacia los problemas sociales y políticos (el desempleo, la crisis agraria, el gansterismo, la corrupción de la administración de la justicia o de los sistemas penitenciarios) y de esa década datan algunos de los más altos ejemplos ofrecidos por el cine social norteamericano.
La crisis del 29, que para algunos termina hasta que Estados Unidos entra a la Segunda Guerra Mundial y reconvierte su economía en una economía de guerra, genera una sociedad en shock6 que la predispone a cambios mayores; por un lado, por medio del New Deal se crea el Estado de Bienestar; crece el Partido Comunista, donde por cierto militan muchos judíos, y la iglesia católica aprovecha la circunstancia para, basada en el pánico anti comunista, imponerle un código moral a la industria del cine por medio del código Hays (1930).
Algunos elementos del código, que fue implementado por Joseph Breen, católico irlandés, quien culpaba a los judíos por la decadencia del cine (Adebowale, 2020), incluyen:
Sexo/relaciones sexuales
No se mostrarán representaciones ni referencias explícitas al comportamiento sexual
Se debe evitar el adulterio como sujeto.
Nunca está permitida la desnudez completa.
No está permitido el mestizaje (relaciones interraciales).
La higiene sexual o enfermedades venéreas no son sujetos apropiados.
Nunca se deben mostrar escenas de nacimiento.
No se debe mostrar la homosexualidad.
Las escenas de pasión deben aparecer solamente cuando es necesario y no deben ser explicitas.
Crímenes
El crimen y la inmoralidad nunca deben presentarse positivamente.
No se debe heroizar a los criminales.
Los métodos para cometer un crimen no se pueden presentar explícitamente.
No se puede presentar el uso de drogas ilegales.
Religión
No esta permitido ridiculizar al clero.
Nunca se puede presentar burlonamente a la religión.
Las palabras como “Dios,” “Señor,” “Jesús,” “Cristo,” “infierno,” y “maldito” se pueden emplear solamente en conexión con ceremonias religiosas.
Para los años cuarenta, aprovechando la coyuntura de la Segunda Guerra Mundial, la derecha estadounidense aprovecha la persecución anti comunista para agredir a los sindicatos.
In 1941, producer Walt Disney took out an ad in Variety, the industry trade magazine, declaring his conviction that “Communist agitation” was behind a cartoonists and animators’ strike. According to historians Larry Ceplair and Steven Englund, “In actuality, the strike had resulted from Disney’s overbearing paternalism, highhandedness, and insensitivity.7
Disney inspiró al senador californiano Jack Tenney, presidente del Joint Fact-Finding Committee on Un-American Activities, de la legislatura local para lanzar una investigación en contra de “Rojos en películas”: “The probe fell flat and was mocked in several Variety headlines” (Ceplair y Englund, 2003: 8).
Los estudios cinemátográficos habían resentido el impacto de la guerra cuando el gobierno forzó la reducción de películas para utilizar material del celuloide para producir armas, a lo cual aquellos que estaban interesados antes que nada por protegerse a sí mismos, lograr controlar el dinero y la narrativa. Esto puede ser una de las causas de que ante el temor de que el gobierno los atacara, se protegieran cediendo ante las presiones de la derecha. Así, una de las medidas de los estudios fue “someterse” ante la persecución por medio de la declaración Waldorf y posteriormente crear una lista negra en Hollywood que golpeó a más de 300 actores, autores y directores, a quienes se les negó trabajo en Estados Unidos.
Otro elemento para entender la conducta de los estudios es considerar las razones que los lleva a migrar desde Nueva York a California alrededor de 1912. En primer lugar, buscando alejarse de Edison, quien había iniciado una guerra de patentes. Edison fabricaba parte del equipo de producción y proyección y producía películas y no quería permitir que los estudios crecieran para competirle. Define a los estudios como outlaw (proscritos) y genera 512 demandas judiciales contra ellos, lo que los acorrala y eventualmente les genera una fortuna en gastos legales. No debemos descartar que parte de esa “guerra” de Edison contra los cineastas se debió a sus prejuicios antijudíos, los cuales expresó en diversos foros; inclusive hay quien piensa que se reforzaba por su relación amistosa y de negocios con el destacado judeofobo Henry Ford.8
Mudándose a California, los estudios tuvieron un país de por medio, se alejaron de la influencia de Edison en las cortes de Nueva York, encontraron como ventaja que el clima de California permitía filmar todo el año, y se completaba con la cercanía con México que permitía reducir costos y la posibilidad de huir ante una persecución política. Cuando se fortalecieron, lograron frenar los embates de Edison.
Varios dueños y ejecutivos de los estudios eran víctimas de los programas europeos, lo que posiblemente los volvió antifascistas, pero también es posible que fueran anticomunistas; no obstante, el bulo, que comparte Edison, de que la revolución bolchevique era una venganza de los judíos contra los rusos. Hay que anotar que la construcción judeofóbica sostiene que los judíos son capitalistas, comunistas, proletarios, ateos, se comen niños, se quieren apoderar del mundo y lo quieren destruirlo, etcétera. Los ejecutivos de los estudios eran víctimas de la persecución, conocían el miedo y posiblemente algunas de sus acciones, incluida su coincidencia con una escalada anticomunista, se puedan explicar por ese miedo y la necesidad de sobrevivir en el país de acogida; aunque costara en libertad de expresión, el problema era por supuesto el contenido judeofobo de esa escalada. Michael Freedland dice en JC:
For “communist”, read “Jew”. The hearings that took place in Los Angeles and in Washington between 1947 and the mid-’50s were as much (some would say more) antisemitic as anti-Communist. Hollywood was chosen for the attack because of the great publicity value the movie capital offered. It was also a great opportunity to get at the Jews of Hollywood. One after the other, the people called to give evidence to huac (in effect, put on trial by the committee) were Jews - not exclusively so, but enough to make the case (Lipman, 2010).
Edward Jay Epstein llamó a esa persecución una inquisición cultural de gran escala a partir de que, en 1947, Hollywood se volvió el objetivo del House Un-American Activities Committee (huac). Los escritores, actores, ejecutivos de los estudios y directores, que eran supuestos “subversivos”, fueron obligados a comparecer e identificar a los comunistas en la industria. Algunos considerados “testigos amistosos”, como Walt Disney, Elia Kazán y Ronald Reagan, presidente de la Screen Actors Guild, delataron y denunciaron a los “comunistas” que trabajaban en la industria. Entre los que se rehusaron a testificar están los “Hollywood Ten”, que fueron obligados a elegir entre la cárcel o el exilio; algunos fueron a la cárcel, además de ser incluidos en la lista negra que les cancelaba la posibilidad de trabajar.
No es casual que seis de los diez de Hollywood eran judíos, reafirmando el argumento de que la persecución contenía una fuerte carga antisemita, acorde a los principios del Intermarium.
Una de las posturas más claras y repudiadas de los estudios fue el Waldorf statement, del 3 de diciembre de 1947, apoyando la persecución anticomunista. En esa fecha se reúnen en ese hotel de New York 48 directivos de estudios para firmar un acuerdo; entre los que se encontraban en esa reunión estaban los grandes estudios:
Louis B. Mayer: Metro-Goldwyn-Mayer
Harry Cohn: Columbia Pictures
Spyros Skouras: 20th Century Fox
Nicholas Schenck: Loews Theatres
Barney Balaban: Paramount Pictures
Samuel Goldwyn: Samuel Goldwyn Company
Albert Warner: Warner Bros.
William Goetz: Universal-International
Eric Johnston: Association of Motion Picture Producers and Motion Picture
Association of America
Mendel Silberberg: lawyer for Association of Motion Picture Producers
James F. Byrnes: former United States Secretary of State
Dore Schary: rko Pictures
El Waldorf statement dice:
Members of the Association of Motion Picture Producers deplore the action of the 10 Hollywood men who have been cited for contempt by the House of Representatives. We do not desire to prejudge their legal rights, but their actions have been a disservice to their employers and have impaired their usefulness to the industry.
We will forthwith discharge or suspend without compensation those in our employ, and we will not re-employ any of the 10 until such time as he is acquitted or has purged himself of contempt and declares under oath that he is not a Communist.
On the broader issue of alleged subversive and disloyal elements in Hollywood, our members are likewise prepared to take positive action.
We will not knowingly employ a Communist or a member of any party or group which advocates the overthrow of the government of the United States by force or by any illegal or unconstitutional methods.
In pursuing this policy, we are not going to be swayed by hysteria or intimidation from any source. We are frank to recognize that such a policy involves danger and risks. There is the danger of hurting innocent people. There is the risk of creating an atmosphere of fear. Creative work at its best cannot be carried on in an atmosphere of fear. We will guard against this danger, this risk, this fear. To this end we will invite the Hollywood talent guilds to work with us to eliminate any subversives: to protect the innocent; and to safeguard free speech and a free screen wherever threatened.
The absence of a national policy, established by Congress, with respect to the employment of Communists in private industry makes our task difficult. Ours is a nation of laws. We request Congress to enact legislation to assist American industry to rid itself of subversive, disloyal elements.
Nothing subversive or un-American has appeared on the screen, nor can any number of Hollywood investigations obscure the patriotic services of the 30,000 loyal Americans employed in Hollywood who have given our government invaluable aid to war and peace.9
La declaración de Waldorf va tan lejos como solicitar una ley para perseguir “comunistas”, haciéndole el juego a la ultraderecha católica.
Se registró cierta solidaridad entre cineastas por medio de la cual escritores pudieron vender scripts usando prestanombres, esto se muestra en las películas The front (Martin Ritt, 1976), y Trumbo (Jay Roach, 2015).
Entre las respuestas de Hollywood se encuentra la generación del cine tipo B, que incluía películas de bajo costo y sin pretensiones artísticas. Vorel (2014) sostiene en relación con una clasificación de esas películas: “Gathered here is a collection of some of the most entertainingly cheap and endearingly bad movies ever made”. También surge el cine noir que permitía la crítica social y política solapada. Pero también
Preocupados por el impacto y la mala prensa que esto podría generar para Hollywood, los grandes estudios iniciaron el rodaje de todo un ciclo de películas anticomunistas. A la ya mencionada El telón de acero, se le puede añadir The Red Danube (El Danubio rojo, 1949) de George Sidney, Peking Express (Pekín, 1951) de William Dieterle, y Diplomatic Courier (Correo diplomático, 1952), de Henry Hathaway (Lladó, 2015: 15).
Fuera de Disney, que tiene una motivación económica para la persecución, no hay evidencia que sugiera que los estudios o la guild supieran que había cineastas perseguidos creando bajo otros nombres, o a sabiendas que hubieran hecho lo posible por cerrar esos canales para los creadores, o bien que los hubieran “castigado” económicamente. Los que se solidarizaron se ponían en peligro por “apoyar comunistas” y ser incluidos en la lista negra. No hay evidencia de que los estudios aprovecharan la coyuntura para explotar artistas, como tampoco la hay de que los apoyaron soterradamente.
Una muestra del rechazo de la comunidad del cine contra la persecución se encuentra en las protestas contra el Oscar que se le entregó a Elia Kazán por su desempeño; el es uno de los delatores, dirigió la película On the waterfront (1954) para justificarse y décadas después no había sido perdonado por la comunidad del cine (Hiltzik, 2020).
Análisis
El Macartismo demuestra la efectividad de la estrategia geopolítica del Vaticano y las organizaciones de derecha, que buscan y logran posicionar a sus élites para imponer reglas morales y censura a la sociedad en general; y en este caso lo hacen por medio de la imposición de restricciones morales en la industria del cine, que era la nueva expresión de la comunicación de masas; de paso, envenenan las mentes en contra de los enemigos históricos de la iglesia católica, el comunismo y los judíos.
El macartismo permite destacar la importancia de las campañas negras para manipular a la sociedad, de ahí que resulta más que importante señalar su éxito en introducir la censura en el ámbito artístico, de la cinematografía y de la comunicación de masas.
Las acusaciones macartistas son falsas, pero sirven para ganar influencia, en especial porque conquistan los foros legislativos y las instituciones políticas, como el FBI y la Cámara de Representantes en Estados Unidos. De ahí se puede vislumbrar cierto estilo católico de hacer política, la capacidad para realizar campañas difamatorias, desatar persecuciones y, al final, pase lo que pase, obtener ventajas. El Macartismo es una suerte de forma siglo XX de la Santa Inquisición, que despojó a los falsamente acusados de sus bienes y sus vidas.
El anticomunismo católico fue perverso e incidió en esa cultura de masas que legitima la violencia totalitaria. Hizo uso de todo tipo de mitos y falacias para engañar a la opinión pública y pudieron continuarlo debido al éxito logrado. Hay que señalar la importancia de la cultura liberal norteamericana como contrapeso, por ejemplo, del ultraliberalismo protestante, ya que ayuda a conjurar campañas de difamación. De no ser por la cultura liberal de EU -con todos sus defectos- quién sabe hasta donde pudieron haber llevado Walsh y su pandilla al gobierno y a la sociedad.
Algo tiene la cultura anglosajona que le asigna cierta importancia a la secularización: no en todo se le hace tanto caso al Obispo o al Pastor, porque si su predica fuera verdad, Dios ya lo hubiera atendido. Entre las excepciones se encuentra el llamado progresista en temas de migración o el llamado a la oposición al aborto, que fue crucial para la elección de Trump en 2016. En la cultura hispana se sacrifica mucho con tal de llevarla bien con “las sotanas”.
El anticomunismo recorre Estados Unidos desde el siglo XIX y adquiere fuerza con la revolución del 17, pero el macartismo es creación de Walsh y el Intermarium, precisamente cuando los católicos están perdiendo influencia, y la clase política protestante empieza a blindarse de su visión polarizadora. De haber prevalecido Walsh y el macartismo, posiblemente los botones rojos nucleares se hubieran oprimido en la gran batalla contra el comunismo.
El contexto de la Segunda Guerra Mundial permite que crezcan los grupos católicos radicales (tipo Yunque). Siempre tienen algo de poder y están agazapados para atrapar oportunidades de este tipo; desde finales de los veinte trataban de ejercer dicha influencia, pero fue hasta que empieza la Segunda Guerra Mundial que asaltan el poder en EU, particularmente en la diplomacia, porque EU no tenía rusólogos ni alemanólogos mientras los católicos sí los tenían. Parte de esta influencia se nota en la posición de Walsh para crear diplomáticos por medio de la Universidad Georgetown, en la que persiste la Walsh School of Foreign Service.
La CIA le abre las puertas a la inteligencia católica y luego acepta a los alemanes nazis para sus proyectos geopolíticos, aunque Estados Unidos desde mucho antes de la Segunda Guerra Mundial ya era anticomunista, sólo que se radicaliza con la intervención de personajes como McCarthy y Hoover.
El poder de los grupos católicos en las universidades y en la formación de élites siempre está presente. Cuando les abren un sistema político, no dudan en extenderse hasta dominarlo y, quizá, eso fue lo que ocurrió en Estados Unidos después de que Truman los admitió y se metieron hasta la cocina.
Estados Unidos logró controlar internamente a los católicos cuyas campañas difamatorias les permiten ganar espacios de poder, pero les dio el espacio de las relaciones internacionales, donde el Intermarium es un ejemplo, y pusieron al mundo en anticomunismo proactivo. Un ejemplo mexicano es Gustavo Díaz Ordaz y su respuesta violenta contra los “comunistas” en 1968.
Walsh, los Caballeros de Colón y de Malta y personajes como McCarthy, sentían que Estados Unidos debía estar alerta a la influencia del poder invisible llamado comunismo. No comprendían que la liberalización de la Segunda Guerra Mundial ponía a Estados Unidos como superpotencia y, con derecho o no, había las posibilidades de conformar una sociedad hedonista, liberal y nihilista.
Patrick McNamara tiene ideas críticas sobre Walsh, pero se quedan en la visión católica. Otros personajes críticos de los católicos como Evro Manhattan se van con todo contra los jesuitas. Phelps (2001) señala algunas de estas críticas a la geopolítica vaticana, que es gravísima para el mundo.
El final de los años cincuenta constituyó un enfriamiento de la Guerra Fría y luego de esa obsesión anticomunista que distinguía a Walsh, quien no concebía que la capacidad de alerta pudiera disminuirse, mucho menos que ciertos valores liberales e incluso socialdemócratas, llegaran a plantearse. La Iglesia Católica es antimoderna, antiliberal, anticientífica, anti-individual. Por ello, ciertas liberalizaciones en contextos como el de los cincuenta y sesenta les aterraban; y así como en la Francia de Dreyfus les obligaban a ser monstruos para espantar a otros monstruos -aunque estos últimos fueran imaginarios. Con Walsh, McCarthy y los monjes guerreros, se desarrolla el “Síndrome Lucifer” a diferencia de los investigadores y espías de las novelas que analiza Boltanski. Buscar los complots anticatólicos y antiocciden- tales que veían los jesuitas estos personajes suponen que hay una condición de secrecía y proximidad al poder a partir de las categorías de judíos palaciegos y judíos normales que señala Hanna Arendt.
Walsh, los Caballeros de Colón y Malta, los miembros de las sociedades discretas y secretas, las escuelas, se infiltraron y denunciaron, aunque sea falsa y dolosamente, para que el supuesto orden regrese y se castigue al cuerpo extraño y para eso utilizaron la invisibilidad de otras fuerzas cristianas.
Generar problemas y señalar culpables, aunque no lo sean, puede ser oportunismo y paranoia. Los mismos delitos sexuales que distinguen a Marcial Maciel, se acercan a Hoover, McCarthy y Walsh. Insistiendo en Boltansky, una vez que la realidad ya no es armónica ni segura, todo es digno de sospecha y si no es sospechoso, hay que hacerlo, hay que evidenciarlo. Tal vez sea la recuperación de la máxima de Francis Bacon (1625): “calumnia que algo queda”.
Hoover y Walsh conseguían las listas negras que condenaban a los ahí incluidos, para entrar en la lógica de que el anticomunismo era necesario más que por lealtad a la Unión Americana, como elemento indispensable del equilibrio geopolítico.
En los años sesenta, la sociedad estadounidense quería disminuir la fiebre anticomunista. Quizá por eso los jóvenes pedían liberación y atenuación del rigorismo conservador. Pero para la Iglesia Católica y algunos políticos, eso era simplemente impensable. La CIA, los nazis y los católicos estaban en todas partes, no perdían ningún espacio para encontrar sospechosos y prevalecían varios grupos católicos que Walsh tenía en mente y que hasta el día de hoy se encuentran insertados en la cúspide del poder político norteamericano.
Paradójicamente, un católico joven y de moral relajada, cambió esta forma de pensar en el poder norteamericano: John F. Kennedy, pero le costó la vida. La lógica de la rabia anticomunista era más que redituable para la Iglesia Católica y para la economía de guerra estadounidense. Al final de los sesenta, como señala Buchrecker, la Guerra Fría volvió a calentarse. A la Iglesia Católica y a los halcones del US Army les tomaba mejor la Guerra Nuclear, pero a las nuevas generaciones ya no les acomodaba el conflicto de perseguir enemigos invisibles.
Estados Unidos hizo bien en desplazar a la Iglesia Católica de su esfera política. Por cierto, es de los pocos países que, hasta hace algunos años, estableció embajada en el Vaticano, aunque hay señales en el siglo xxi de que no está derrotada; Joe Biden y Amy C. Barret, la ministra de la Suprema Corte, son católicos practicantes. Más que instituciones, a Norteamérica la definen sus principios y quizá también por ello siempre se salva; viene a la mente la experiencia de los fundadores de las revistas Hustler y Playboy y sus cruzadas por la libertad de expresión. Aunque ahora, especialmente desde el MeeToo, es políticamente incorrecto; en aquellos años, servía para mostrar la inoperancia del congelamiento que imponía el anticomunismo.
No se habla mucho de la estabilidad mental de Walsh y sus circunstancias personales. Pero es muy parecido a Maciel, en sentido trágico y criminal.
¿Cómo le ocurrió esto a EU? Pues como a Batman, a veces hay que jubilarlo antes de que se enfrente a Supermán, y luego también jubilar a Supermán. La Iglesia Católica se encargó de poner Walshes, Macieles y Yunques en todo el mundo, con la intención de sembrar el odio anticomunista e informarse para influir. La muerte de Kennedy, el final de McCarthy y de Walsh, sobre todo, fue el final de la capellanocracia anticomunista e intrigante, pero Trump intenta revivirla por medio de la Suprema Corte. Con el tiempo el cine se recuperó liberándose de las fuerzas moralinas y persecuciones político-ideológicas.
El gran riesgo es crear monstruos que espanten a otros monstruos, pero incontrolables los primeros e inexistentes los segundos. De ahí, dice Boltansky, la importancia de la inteligencia y la realidad. El espionaje es necesario para una potencia como Estados Unidos, no sólo para descubrir al enemigo sino para salvarse de sus propios monstruos. Sin embargo, los monstruos como Walsh y McCarthy tienen herederos que están al acecho para brincar al poder y hasta la más progresista de las industrias (la cinematográfica) se rinde.










nueva página del texto (beta)



