La fotografía de gobernantes o la historia como personificación
La personificación de la historia nacional mediante el retrato de gobernantes y caudillos políticos es un fenómeno profundamente arraigado en nuestra cultura visual, y la difusión masiva de estas imágenes a través de postales, billetes, monografías y estampas de toda índole se ha vuelto tan habitual en nuestro medio que pocas veces aquilatamos su impacto en la conciencia histórica y en los distintos modos que una sociedad encuentra para hacer tangible su pasado político. A través del óleo, la fotografía, la litografía o la postal, el retrato de gobernantes y figuras políticas ha desempeñado en México un papel fundamental en la construcción de una memoria que es visual e histórica al mismo tiempo.1
Desde mediados del siglo XX la historiografía académica ha sido muy crítica de la preponderancia dada a los grandes hombres en los procesos de transformación histórica que hoy juzga más complejos y problemáticos y, en consecuencia, menos determinados por decisiones o voluntades de carácter individual. A raíz de esta perspectiva, sin embargo, se ha repensado el valor del individuo en los procesos de rememoración histórica y de conformación de identidades colectivas.2 Reflexiones como éstas se cuestionan sobre la necesidad que ha surgido en distintos contextos por asimilar la historia patria mediante representaciones personificadas que son, ellas mismas, una expresión de ideas y valores aceptados socialmente. Más aún, el estudio crítico y minucioso del retrato de grandes individualidades nos ha revelado la multiplicidad de factores involucrados en la creación de una memoria histórica sustentada en la difusión y comercialización de imágenes que siguen siendo, en la actualidad, referentes icónicos de inobjetable relevancia.3
La obra que estas líneas reseñan -Fotografía e historia nacional. Los gobernantes de México 1821-1884- ofrece valiosas aportaciones para el estudio y la reflexión ponderada de dichas cuestiones. Como se ha señalado, el tema del que se ocupa -la fotografía de nuestros gobernantes- involucra una “iconografía del poder político que se fue construyendo durante décadas” y que todavía pervive en el imaginario colectivo actual.4 A través de un minucioso análisis de caso sobre una serie de fotografías de gobernantes de México elaborada por la sociedad Cruces y Campa, la investigación de Patricia Massé Zendejas amplía nuestro entendimiento de la crónica gráfica del pasado nacional y vuelve asequible un material fotográfico que, pese a su extraordinaria difusión en el siglo XIX e incluso en el XX, no se había estudiado en su justa y particu-lar dimensión. Hoy, sin embargo, la esmerada y erudita mirada de Patricia Massé le ofrece al público (tanto al investigador especializado como al lector curioso) una muy necesaria y completa valoración de la Galería de personas que han ejercido el mando supremo de México con título legal o por medio de la usurpación; ese ambicioso proyecto de Antíoco Cruces y Luis Campa que, gracias a Massé, se nos revela como una significativa labor de difusión gráfica de la historia patria, condicionada por una multiplicidad de factores técnicos, políticos, económicos y culturales. Es por ello que, con justa razón, la autora advierte que en su investigación “la fotografía es analizada como artefacto impreso y como objeto de reflexión que atañe al campo de la historia cultural, concerniente a las propuestas particulares de divulgación del relato de la historia política de México en el siglo XIX”. Su propuesta estudia “la fuente fotográfica de archivo como un documento primordial, a partir del cual se explora una narrativa del devenir histórico mexicano, reconocido en la figura de autoridad política del siglo XIX”.5
La obra se organiza en dos grandes apartados, de naturaleza muy distinta pero igualmente relevantes. El primero de ellos explica el proceso de realización del proyecto fotográfico a la luz de sus distintas peculiaridades, que van desde la toma de las imágenes (ya sea retratos fotográficos o tomas de retratos previamente elaborados), hasta la confección de los textos de carácter biográfico, la inscripción de los derechos de autor y la difusión misma de los componentes de la serie. Dadas las complejidades de este corpus documental, es indispensable acompañar a la autora en su labor de reconstrucción de dos series fotográficas (también llamadas ediciones) compuestas por los mismos retratos, pero discernibles por su distinta calidad técnica y por su orden de aparición. La primera de ellas, la Galería, fue un proyecto que la sociedad Cruces y Campa dio a conocer en 1874 y que, diez años después, fue renombrado como la Colección de 53 gobernantes de México o presidentes de la República Mexicana. En la segunda edición, acaso más conocida que la primera, ya no colaboraron Luis Campa, como fotógrafo, ni Basilio Pérez Gallardo como impresor. Las diferencias entre una y otra, analizadas por Massé con meticulosa atención, explican los cambios en la conformación de las imágenes a la vez que exhiben las nuevas condiciones políticas que condicionaron la circulación y asimilación de la serie fotográfica.
Gracias a la minuciosa reconstrucción ofrecida por la autora es posible entender la génesis misma del material; los desafíos políticos y jurídicos que enfrentó el proyecto; las formas de difusión de las imágenes que componen la serie y sus posteriores transformaciones. Tras esta necesaria y completa contextualización, Fotografía e historia nacional ofrece, en el segundo apartado, la reproducción completa de los retratos de tarjeta de visita de los gobernantes de México consignados en la primera edición (la Galería…), seguidos de aquellos que se agregaron a la segunda (la Colección). Gracias a este esfuerzo no sólo heurístico sino editorial, el lector podrá aquilatar tanto la investigación de la autora cuanto las conclusiones a las que llega, verificando por sí mismo la secuencia de la serie, la calidad y las características de las imágenes y los textos que las acompañan.
En suma, el fino trabajo de Patricia Massé Zendejas explica las condiciones de producción de este fenómeno y al mismo tiempo brinda al lector la posibilidad de entrar en contacto directo con las fuentes. Gracias a ello, las imágenes de los gobernantes de México -que nunca llegaron a publicarse como una serie a pesar de haber sido seleccionadas con ese fin- se nos revelan como un conjunto discursivo y no sólo como una suma de imágenes sueltas. Es en este punto donde una lectura más fina exige vincular ambas series fotográficas con la creación, en el contexto decimonónico, de los primeros ejercicios de cultura cívica y enseñanza de la historia patria.
Como señalé antes, la personificación de la historia nacional mediante el retrato de gobernantes, caudillos o figuras principales es un fenómeno profundamente arraigado en nuestra cultura visual y un referente decisivo de la forma en que reconocemos la autoridad política. Los estudios que, en las últimas décadas, se han propuesto analizar la producción de las imágenes de los héroes explican, en función de distintos casos y por medio del análisis de muy diversos materiales (la fotografía, la pintura, la escultura y la memorabilia en general), las múltiples expresiones de esta suerte de ejercicio sinecdóquico mediante el cual la sola efigie de un personaje se ha utilizado para simbolizar todo un imaginario histórico-político.6
Al estudiar la creación, circulación y recepción de las fotografías e imágenes que retratan a los héroes (otrora villanos o viceversa), su uso en distintos contextos, su masificación y comercialización, se problematiza un fenómeno que no por habitual es menos significativo: ¿por qué resulta necesario o incluso didáctico, resumir la historia patria a través de una galería de personajes importantes? ¿Qué determina la elección de los personajes? ¿A raíz de qué situaciones la divulgación de la imagen se vuelve necesaria (políticamente) o atractiva (comercialmente)? ¿Qué tecnologías hacen posible la difusión de esas efigies? ¿Qué soportes las hacen funcionales y asequibles a distintos públicos?
La recuperación que hace Patricia Massé del material fotográfico de la serie, junto a la valoración de las circunstancias políticas, tecnológicas, jurídicas y culturales que explican la Galería, confirma la importancia que fue adquiriendo el culto al héroe político a lo largo del siglo XIX y revela la eficacia del retrato fotográfico como un dispositivo de inigualables virtudes retóricas para la construcción y la divulgación de la memoria histórica no sólo hacia el último tercio del siglo XIX, sino todavía bien entrado el siglo XX. Aun si a lo largo de este periodo la pintura y la monumentaria -más tarde el discurso fílmico- desempeñaron un papel fundamental en la personificación de la historia patria, su más grande rival fue la fotografía. El retrato fotográfico fue (sigue siendo acaso) un producto dúctil capaz de transmutar la virtud pública en artícu-lo privado, en souvenir, en estampa común que facilitó la identificación de rostros que dejaron de representar un personaje vivo para simbolizar un repertorio de máximas y principios cuya difusión cotidiana se juzgó idónea para fomentar la cultura cívica y acompañar la enseñanza de la historia nacional hasta hace apenas unas décadas.
La trascendencia de los grandes personajes de la historia patria en la memoria colectiva de--be mucho a la capacidad del discurso visual para construir imágenes icónicas que fungen como emblemas del conocimiento y la memoria histórica. Fotografía e historia nacional. Los gobernantes de México 1821-1884 nos permite reconocer la importancia de la fotografía en la construcción de esa memoria que es visual e histórica al mismo tiempo. No tengo duda de que el público encontrará, en la lectura de esta obra, una sugerente invitación a reflexionar sobre la compleja red de intereses y factores que habilitan y condicionan la producción de esas imágenes fotográficas y su divulgación, gracias a la cual aquellos rostros siguen circulando con aparente naturalidad pero decisiva presencia en nuestro entorno.