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Nueva antropología
versión impresa ISSN 0185-0636
Nueva antropol vol.27 no.80 México ene./jun. 2014
Artículos
Del chamanismo y la festividad social al futbol yanomami: una nueva manera de compartir y competir
Ángel Acuña Delgado*
* Estudios en Antropología Social, Universidad de Granada.
Resumen
El fútbol, llevado al Alto Orinoco -municipio venezolano- por misioneros, maestros y las ondas hertzianas ha obtenido un notable éxito entre la población yanomami, sin que las prácticas chamánicas (hekuramou) para enfrentar la enfermedad y mantener los vínculos -o la lucha ritualizada en las festividades sociales (reahu) a diferentes niveles- haya dejado de tener vigencia como forma de resolver conflictos. Con base en la propia experiencia etnográfica se reflexiona sobre las posibles correspondencias entre estas prácticas chamánicas y las festividades sociales tradicionales con el futbol practicado por los yanomami de esa región, a fin de comprender cómo los valores de una práctica proyectada hacia el futuro cobra fuerza e interés a partir de ciertos valores de prácticas ancladas en el pasado.
Palabras clave: Yanomami, futbol, chamanismo, sociedad, hekuramou, reahu.
Abstract
Football, introduced to the Venezuelan municipality of Alto Orinoco by missionaries, teachers, and radio broadcasts, has achieved remarkable success among the resident Yanomami population, but this does not mean that shamanic practices (hekuramou) to confront the disease and the ritualized struggle in social festivities (reahu) have lost their traditional force as a means of conflict resolution at different levels. Based on the author's ethnographic experience, this text reflects on the relationship between these traditional shamanic practices and social festivities, which include the football practiced by the Yanomami, in order to understand how the values of a practice projected into the future gains momentum and interest from certain practical values anchored in the past.
Keywords: Yanomami, football, shamanism, society, hekuramou, reahu.
Fue Napoleón Chagnon (1968) quien bautizó a los yanomami como "pueblo feroz" y planteó la tesis de la determinación genética del comportamiento violento para entender lo que para él era seguir el instinto. Pero al margen de la tesis sociobiológica de Chagnon -desacertada, a nuestro juicio, en la justificación de su origen-, tanto la propia experiencia de campo como las referencias aportadas por otros autores (Lizot, 1989; Ales, 1984; Valero, 1984; Albert, 1989), y especialmente a la autobiografía de Helena Valero (1984) -donde describe con todo lujo de detalles los más de 30 años que pasó esta mujer entre los yanomami tras haber sido raptada a la edad de 13 años-, se puede afirmar sin duda que se trata de un pueblo íntimamente familiarizado con la violencia física, y en último extremo con la guerra, sin que nada de ello lo saquemos de una interpretación puramente cultural. En tal sentido, el reahu o festividad social consistente en la reunión de familias del mismo y de diferentes shaponos (poblados) que acuden a la invitación, satisface el deseo de disfrutar con el encuentro social y sublima la competencia entre los asistentes a través de las distintas formas de lucha ritual, que son una de sus principales señas de identidad.
Por otro lado, es de sobra conocida (Barandiarán, 1965; Eguillor García, 1984; Fossi, 1995; Lizot, 1989; Chiappino, 2003) la importancia del chamanismo en la vida de ese pueblo. Importancia corroborada de igual modo a través de nuestra experiencia de campo en la que el hekuramou, la acción de atraer a los hékuras (espíritus del universo) para curar la enfermedad o proteger a la comunidad, con el shapori (chamán) como maestro de ceremonia, la reunión de hombres en círculo y la administración de yopo -enteógeno o producto psicotrópico elaborado con la semilla de ebena, que procede del árbol Andrenanthera Peregrina, mezclada con la corteza del árbol Elizabeth Princeps o yokoana-, la observamos como una práctica diaria en muchas comunidades del Alto Orinoco, alejadas de los centros de influencia misionera, criolla o mediática. Práctica cotidiana usada como remedio defensivo ante los peligros potenciales que los amenazan, hékuras enemigos, shaporis malvados, y para mantenerse unidos en un contexto marcado por el aislamiento y la agresión ambiental y humana: la primera provoca enfermedades y la segunda origina conflictos.
No obstante, si bien la violencia social y la guerra sigue presente en el modo de vida yanomami, motivada con frecuencia por el rapto de mujeres, la venganza de un familiar asesinado ante un supuesto acto de hechicería, o por apoderarse de una porción de territorio, y aun cuando la práctica chamánica sigue siendo el principal recurso para aliviar los males que los aquejan y mantener los vínculos, los tiempos modernos han hecho que este pueblo se aproxime en mayor o menor medida, en función de la proximidad o lejanía que mantienen las comunidades de los citados centros de influencia, a una práctica cultural que constituye uno de los mayores exponentes del proceso de globalización: el futbol.
En el Alto Orinoco el futbol es practicado por los distintos grupos étnicos de la región: ye'kuana, arahuaco, yeral y yanomami, entre otros, y La Esmeralda, en tanto sede de la alcaldía municipal, es un centro clave donde los escolares indígenas residentes en la Misión Salesiana pueden aprender este deporte, y posteriormente llevarlo a sus respectivas comunidades. Entre los yanomami el futbol es jugado con mucha frecuencia en los grandes poblados situados a orillas de la mayor cuenca fluvial, caso de Ocamo, Mavaca, Platanal o Sipoi, donde existen campos de dimensiones casi reglamentarias; pero también es jugado ampliamente por niños, jóvenes y adultos en las comunidades más alejadas de los centros de influencia exterior, caso de Mabetiteri, Yopropo, Ukushi o Aratha, donde el terreno de juego para este deporte es de dimensiones reducidas y forma parte del espacio central o patio del shapono.
Hay quien afirmó que "el futbol es el sustituto de la guerra", la frase es exagerada, a la vista de que en el plano internacional el futbol practicado en diversos pueblos no ha evitado que a su vez entren en guerra o estén en estado de guerra; tampoco entre los yanomami la práctica futbolística ha eliminado la inclinación bélica que caracteriza su modo de vida, y ni siquiera los combates rituales presentes en sus celebraciones festivas. Tampoco la actividad chamánica se ha visto hasta ahora ensombrecida por la adopción de una nueva forma de entretenimiento y diversión que los evada, aunque sea por un momento, de su dura realidad. Sin embargo, debido al éxito que el futbol está teniendo como forma de sociabilidad y de competencia no violenta entre los yanomami, con base en la experiencia etnográfica trataremos de responder aquí a las posibles correspondencias del futbol practicado por los yanomami a nivel comunitario e intercomunitario con respecto a los actos chamánicos (hekuramou) y a las festividades sociales (reahu) por ellos desarrolladas, a fin de comprender cómo los valores de una práctica novedosa, adquirida y proyectada hacia el futuro, cobra fuerza e interés a partir de ciertos valores de prácticas ancladas en el pasado. De manera más concreta, éstas serían las principales interrogantes: ¿qué agentes introducen el futbol entre los Yanomami y con qué finalidad? ¿Qué sentidos adopta el futbol practicado casi a diario en algunas comunidades semi aisladas, así como el realizado a veces como campeonatos en el ámbito intercomunitario? ¿En qué medida los valores presentes en el hekuramou y en el reahu afectan a la práctica futbolística? ¿Cuáles son las claves de la reinterpretación yanomami del futbol?
Los datos que utilizaremos como soporte de nuestra argumentación son fruto del trabajo de campo realizado en tres estancias sucesivas que suman un total de tres meses entre los yanomami del Alto Orinoco (comunidades de Mamashatioteri y Mabetiteri principalmente, ambas situadas a orillas y cauce medio del río Ocamo).1 En estas comunidades, de habla exclusivamente yanomami, fuimos acompañados por un nativo bilingüe que nos facilitó la entrada al campo, así como la comunicación y comprensión de los diálogos producidos en la vida cotidiana y las dinámicas sociales. Todos los testimonios orales grabados fueron traducidos y transcritos por un intérprete nativo.
APROXIMACIÓN ETNOGRÁFICA AL SUJETO Y OBJETO DE ESTUDIO
Pueblo yanomami y comunidades de referencia
Las comunidades yanomami viven en la selva tropical húmeda y ocupan un vasto territorio de 192 000 km2 que se extiende a ambos lados de la frontera entre Venezuela y Brasil (Colchester, 1991), aunque más de la mitad de la población se encuentra del lado venezolano, en los estados Amazonas y Bolívar. En Venezuela la demarcación del territorio yanomami se encuentra aún en discusión; de momento dicho territorio se halla protegido desde 1991 como Areas Bajo Régimen de Administración Especial (Abraes), al situarse dentro del Parque Nacional Parima-Tapirapecó y de la Reserva de la Biosfera Alto Orinoco-Casiquiare. Desde un punto de vista lingüístico, el grupo étnico yanomami está dividido en cuatro subgrupos: el yanomami, que vive esencialmente en el estado Amazonas de Venezuela; el yanomam, asentados principalmente en Brasil; y el sanema y el yanam, que se encuentran más al norte (Bolívar) y se distribuyen entre Venezuela y Brasil (Mattei Muller, 2007: 4). Juntos constituyen la familia lingüística yanomami (o yanoama), conocidos inicialmente como waica, guaharibos, shamatari, shiriana, etc., antes de que fuera utilizada su propia autodenominación. El término "yanomami" significa "ser humano".
En territorio venezolano, según el censo indígena nacional 2011 (INE, 2012), a los yanomami les corresponde 1.4% de la población indígena venezolana (cifrada en 725.128), y 12% de la población indígena del estado de Amazonas (que suman 76.148), lo que supone alrededor de nueve mil miembros.2
Aunque constituyen el grupo étnico más numeroso de Amazonas, no desempeñan un papel hegemónico en la política regional debido a su aislamiento geográfico, apartados de las grandes cuencas fluviales, y a la gran dispersión en su patrón de asentamiento. El hecho de vivir apartados de los centros urbanos y suburbanos de influencia criolla, unido a la independencia general mostrada sobre los misioneros, ha permitido a los yanomami mantener la solidez cultural que los caracteriza, aunque no todos se encuentran en la misma situación y existe un significativo margen de diversidad interna en cuanto al proceso de aculturación.
En términos generales, poseen una economía de subsistencia basada en la horticultura del conuco o terreno de cultivo, de donde obtienen plátano, yuca, ocumo, caña de azúcar, maíz, entre otros productos; así como en la pesca, la caza y la recolección silvestre. La dieta es variada, aunque también son conocidos los periodos de hambruna. La práctica del intercambio por trueque es muy común como forma de transacción, no sólo económica sino también social, ya que se prestan servicios; el comercio con el exterior es prácticamente inexistente. El shapono o casa comunal circular ha sido suplantada en muchos casos por viviendas familiares cerradas dispuestas circularmente en torno a una plazoleta central. La vida social es intensa, la mayor parte del tiempo se está dentro del shapono y diariamente se producen reuniones de hombres para conversar e insuflar yopo (producto psicotrópico) y efectuar actos de curación.
Aunque no es tan frecuente como, al parecer, ocurría hace una generación atrás, a lo largo del ciclo anual las familias salen del shapono para hacer wayumi o incursiones temporales para cazar, pescar o recolectar por espacio de una o varias semanas; en ese tiempo construyen un cobertizo en el lugar elegido, alejado del shapono central, para vivir de la recolección de los frutos de temporada, así como de la caza y la pesca, práctica que alivia la sobreexplotación del mismo terreno y mitiga así el impacto ecológico.
Se trata de una sociedad igualitaria y muy poco estratificada; al margen de las diferencias de género, que son notables en el ejercicio de papeles sociales, sólo existen dos tipos de personas que sobresalen del resto: el pata o jefe de la comunidad y el shapori o chamán, el único que posee una tarea especializada en relación con la salud y la enfermedad. El hombre tiene encomendadas generalmente las tareas de abastecimiento y producción de alimentos, construye el shapono, fabrica armas y es quien va a la guerra cuando se genera. La mujer también participa en parte del abastecimiento, fabrica utensilios de cestería y se ocupa especialmente de la crianza y la preparación de alimentos. Hombre y mujer, no obstante, conocen lo necesario para sobrevivir de manera autosuficiente en caso de encontrarse solos en la selva, ya que la autonomía de funcionamiento se aprende desde muy corta edad.
Dentro de la mitología, los actuales yanomami provienen de la tercera humanidad o creación y son los descendientes y herederos culturales de Omawéuümao, héroe creador y benefactor cultural en los tiempos mitológicos, que junto a su hermano SoaooYoawé (pareja primordial) sobrevivió a la inundación de las aguas por haber subido a la cima del monte Moiyokéki, lugar de origen de la tercera creación donde surgió, después del diluvio, la humanidad actual, diferenciada en hombres y mujeres, animales y hékuras (Eguillor García, 1984: 142-147). Según el mito de la primera humanidad o creación, los yanomami descienden en origen de la sangre de Piriporiwé, convertida en luna en su intento de huida al cielo, tras haber sido flechada por Suhirinaríwé, su esposo. De esa sangre sólo surgieron hombres guerreros (waitheri) (Eguillor García, 1984: 138-140). La segunda humanidad se conoce como el mito de "el hombre de la pantorrilla preñada", en cuanto que Shiaporiwé se abrió un hueco en la pantorrilla y le pidió a Kanoporiwé que le eyaculara adentro, la descendencia estuvo constituida por mujeres que formaron pareja con los varones yanomami ya existentes y crearon familia (Eguillor García, 1984: 141-142).
Entre los principales valores reconocidos por los yanomami destacan ser waitheri, es decir, guerrero, valiente, bravo, estoico, con capacidad de sacrificio y de aguante ante el combate; y ser generoso, compartir con los demás, desprendido de los objetos materiales, no mezquino.
De manera más concreta, la población en la que se centra nuestro trabajo está situada en la parte media del río Ocamo. La comunidad o shapono de Mabetitheri contaba con 66 personas (31 varones y 35 féminas en enero de 2005), y la comunidad de Mamashatioteri con 14 personas (seis varones y ocho féminas en febrero de 2006); cifras nada estables de un año para otro, dado que el movimiento de población y los procesos de fusión y fisión son una constante.
Alejados de los medios de comunicación y transporte que les permita conectar con la sociedad rural venezolana y el resto del mundo, la cotidianeidad de la vida entre los pobladores de ambos shaponos discurre de modo bastante rutinario entre las labores productivas de subsistencia y las prácticas chamánicas, que igualmente pueden ser entendidas como otra dimensión más para poder subsistir.
A excepción de las visitas a parientes de otros shaponos o salidas por algún otro motivo, las prácticas de wayumi, los reahu o fiestas intercomunitarias, las celebraciones fúnebres, las fiestas del pijiguao (fruto de palmera) y otras celebraciones festivas; la vida diaria en el shapono está marcada por el ejercicio de diferentes tareas entre la mañana y la tarde, y la distinción de papeles según el género y la edad.
Por lo general las mujeres trabajan de manera más continuada y por más tiempo que el hombre, aunque éste se encargue de tareas que exigen un mayor gasto energético. En Mabetiteri, por ejemplo, los hombres en la mañana y hasta el medio día se encargan de trabajar el conuco (terreno dedicado al cultivo) en la fase que le corresponda (limpia, tala, quema, siembra), de ir a cazar, a pescar, a realizar mejoras en la vivienda, fabricar un bongo u otro tipo de embarcación, hacer flechas, elaborar curare (veneno para cazar), etc. Las mujeres, por su parte, van a recolectar al conuco o a buscar productos silvestres, limpiar el suelo de la vivienda, preparar y cocinar los alimentos, cuidar y criar a los recién nacidos. Las personas mayores se quedan en el shapono y son asistidas por sus hijos/as o familiares más próximos. Y los niños y niñas pueden acompañar a sus padres y ayudarles en las tareas que les son propias a cada uno, o bien son atendidos por el "maestro" yanomami de la misma comunidad, si queda liberado de otras ocupaciones.3 Todo ello discurre de manera bastante flexible, de modo que también se puede dedicar la mañana a descansar si se tienen provisiones para pasar el día, o no hay ganas de hacer nada. La tarde en todo caso suele ser menos exigente con el trabajo y las tareas pendientes son más livianas y de carácter más social que laboral, sobre todo para los hombres. El shapori del shapono se encarga de hacer yopo y las mujeres de elaborar pee, envoltorio cilíndrico de 5-8 cm compuesto por hojas verdes de tabaco pasadas por el fuego y mezcladas con ceniza y agua hasta adquirir un cuerpo consistente, que casi todos/as llevan durante el transcurso del día y la noche (menos cuando se duerme) bajo el labio inferior de la boca produciendo un ligero efecto narcótico.
De manera regular, una vez que regresan los hombres al shapono, tras haber terminado sus tareas laborales y recuperado fuerzas con el almuerzo y algo de descanso, se reúnen en alguna de las casas, generalmente la del pata o jefe de la comunidad, que es la más grande, donde se acomodan para tomar yopo con el shapori como maestro de ceremonia. Por lo común, casi siempre hay algún niño/a, joven, adulto o persona mayor aquejada de alguna dolencia (el paludismo destaca entre los más pequeños), que actúa de paciente en un ritual en el que el shapori convoca a los hékura para que vengan en su ayuda a curarla; pero aunque no haya nadie que sanar ese día se procede invariablemente al hekuramou (acción de atraer a los hékura), ya sea para prevenir a la comunidad de algún mal o para no perder el contacto y familiaridad con ellos, pues siempre es preferible tenerlos de aliados. Sea como sea, la reunión terapéutica y social de hombres enyopados se produce con más o menos asistencia todos o casi todos los días por la tarde, y a veces dos o más veces si la enfermedad o los temores por los peligros potenciales que acechan son abundantes. Se trata, en cualquier caso, de un ritual sólo para hombres, colocados en círculo, donde las mujeres, aparte de las que se encuentran enfermas y actúan en consecuencia como protagonistas sobre las que se desarrolla la acción, están presentes en el mismo lugar, fuera del círculo central, ocupadas cada una de su tarea: descansan en los chinchorros con sus bebés, amamantan, preparan comida, fabrican cestas, bateas de pesca, conversan, elaboran más pee, etc.; los niños corretean por el mismo espacio, juegan entre sí; los perros, también allí reunidos, ladran y se enfurecen de vez en cuando; todo ello compartiendo el mismo espacio y bajo el mismo techo.
En el exterior de las viviendas, el patio central en parte se dedica al juego deportivo que a través de misioneros y maestros han llegado a aprender. El voleibol, practicado de manera mixta entre niños/as y jóvenes, con una cuerda sujeta entre dos palos hincados en el suelo, y el futbol, practicado sólo por los varones, ya sean niños, jóvenes o adultos, constituyen las actividades preferidas.
Para una mayor información sobre la sociedad y la cultura yanomami, cabe decir que de todos los informes escritos sobre este pueblo, en forma de libros o de artículos, el tema que posiblemente tenga más registros sea el relacionado con el chamanismo (Barandiarán, 1965; Eguillor García, 1984; Fossi, 1995; Chiappino, 2003), por la frecuencia de su práctica y su importancia cultural; también la guerra o la violencia ha sido tratada con amplitud (Chagnon, 1968, 1990; Lizot, 1989; Ales, 1984; Valero, 1984; Albert, 1989; Ferguson, 1995), por la vigencia que posee aún hoy día. Las fiestas, la mitología, la vida social, y diversos extremos de la cultura material se han recogido, interpretado y debatido en numerosas obras (Coceo, 1972; Barandiarán y Aushi, 1974; Neel, 1978; Lizot, 1975, 1978, 1980, 1988; Fuentes, 1980; Colchester, 1982, 1991; Valero, 1984; Albert, 1985; Chagnon, 1992; Ales, 2003; Caballero, 2003; Matte i Muller, 2006, 2007) y foros de discusión.
HEKURAMOU, REAHU Y FUTBOL
La concepción metafísica de los hékuras es fundamental para entender la religión y la ritualidad yanomami. Los hékuras se identifican sobre todo como las esencias específicas, "los prototipos de los reinos animal, vegetal y mineral" (Barandiarán, 1965: 5). Sería algo así como "el espíritu-energía progenitor de todos los individuos concretos y reales de una misma especie, o, mejor dicho, como la fuente-madre de la energía vital o sustancial específica de cada especie" (ibidem: 6). La relación y el conocimiento de los hékuras son fundamentales en el tratamiento de la enfermedad, y en la interpretación de cualquier acontecimiento, elemento básico en la cosmovisión yanomami.
El hekuramou, la acción de relacionarse con los hékuras, dirigida por el shapori, lejos de ser extraordinaria, acontece prácticamente a diario, e incluso varias veces al día. El shapori no sólo tiene una gran responsabilidad sino también una enorme tarea; el oficio es absorbente y su dedicación plena, lo cual le hace adquirir gran prestigio. Las condiciones de vida y la particular visión del mundo yanomami justifican la vigencia e insistencia en el hékuramou: las dolencias y enfermedades con distinto grado de importancia son un hecho permanente, sobre todo entre niños muy pequeños y personas mayores, los problemas de salud siempre son atribuibles a causas sobrenaturales. Pero además del interés terapéutico, la relación con los hékuras se convierte asimismo en excusa para la interacción social, en motivo para pasar el rato, compartir y transportarse con el yopo.
Si bien el hékuramou forma parte de la cotidianeidad en los poblados yanomami, el reahu constituye quizá el principal acontecimiento social que los saca de la rutina. Organizado por un shapono que hace de anfitrión, al reahu acuden habitualmente familias invitadas de distintos poblados que interactúan entre sí, respetando el espacio que cada uno tiene para reunirse. Fiesta, por tanto, con un marcado carácter socializador y de competencia que facilita el encuentro y diálogo intercomunitario.
Una vez que llegan todos los invitados en el transcurso de la mañana al lugar indicado, dentro del esquema festivo se llevan a cabo el himou y el wayamou, diálogo ceremonial en sentido figurado y ejercicio catártico con el que los hombres compiten dialécticamente por parejas y por turno a un promedio de unos 20 o 30 minutos cada uno, para descargar los malos humores y atajar los rumores, muy propios en estos lugares, diciéndose las cosas a la cara y sin tapujos.
En uno de los casos observados en Mamashatioteri, en enero de 2006, terminada la competencia oratoria ininterrumpida del himou (durante el día) y el wayamou (durante la noche), que con el paso del tiempo y el cansancio acumulado, lejos de disminuir el ritmo aumentó su intensidad, ya al amanecer del día y con los ánimos exaltados se procedió a la lucha ritual4 por espacio de algo más de dos horas, aunque no tiene tiempo establecido y puede prolongarse por más o menos tiempo, según el caso. Tras ello, y de acuerdo a lo previsto, mezcladas con carato de plátano (papilla disuelta en agua) se tomó de manera colectiva las cenizas o huesos pulverizados de un familiar recientemente fallecido, que se tenían guardadas en una totuma para ser consumidas en varias celebraciones de este tipo. Lo previsto, sin embargo, no siempre es seguro que ocurra, todo depende de los imponderables que surjan en cada caso. También hay reahu, como se desprende del libro de Helena Valero (1984), organizados expresamente para matar a alguien o declarar la guerra al invitado.
Descritos a grandes rasgos el hékuramou y el reahu como prácticas tradicionales cargadas de valores, haremos a continuación una breve reseña del objeto central de nuestro estudio: el futbol practicado por los yanomami, el cual más adelante trataremos de entender desde su lógica interna.
El significado social y ritual que el futbol tiene en la sociedad yanomami está aún lejos del que posee en la sociedad moderna de nuestros días, donde -tras más de un siglo de historia- se ha convertido en un fenómeno de masas con una fuerte implicación económica y política. En tal sentido, mal encajaría en este pueblo la lectura que Vicente Verdú (1980) hace del futbol al referirse a la religiosidad del penitente hincha, la contemplación del jugador como objeto de placer, la variación de los sistemas de juego en correspondencia con las sucesivas coyunturas sociales o los sueños matriarcales que gobiernan el inconsciente del equipo.
Sin embargo, aunque el valor potencial del futbol no haya alcanzado entre los yanomami el descomunal peso específico que adquiere en la vida cotidiana de otros contextos urbanos y rurales, podemos aproximarnos a él a través del papel que desempeña en las sociedades latinoamericanas de los últimos años, con base en los trabajos interdisciplinares realizados por los miembros del Grupo sobre Deporte y Sociedad del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), compilados por Pablo Alabarces (2003), los cuales abordan al menos tres niveles de análisis: la cultura de gradas, las identidades territoriales y la globalización cultural.5
Salvando las diferencias de grado y las distintas lecturas que la práctica futbolística puede adquirir en la comparación intercultural, como podremos apreciar más adelante, en esencia constituye una actividad físico6 -deportiva7, de carácter lúdico8 y competitivo,9 realizada regularmente de manera ritual10 por la carga simbólica que entraña y el consecuente espíritu de communitas11 que desencadena entre quienes se aproximan a ella, ya sea como practicantes o como espectadores.
En nuestros días el deporte moderno, y el futbol en especial, como parte del proceso de globalización de la sociedad -ya sea observado desde una óptica macrodimensional en lo que respecta a su desarrollo dentro de las estructuras nacionales e internacionales, o microdimensional en cuanto al funcionamiento del equipo deportivo, y al comportamiento de los practicantes individuales-, está cargado de aspectos técnicos, económicos, sociales, políticos, psicológicos, humanísticos e ideológicos, derivados del contexto cultural en que se desarrolla; si bien adquiere a su vez unos tintes muy semejantes, salvando las fronteras espaciales.
En la Amazonía el futbol -introducido a los piaroa, ye'kuana o yanomami por medio de misioneros, criollos y medios de comunicación- trae como consecuencia significativa el hecho de que en los Juegos Panindígenas, que se celebran cada año en diversos lugares, acapare más expectación y se le dé más importancia que a las prácticas autóctonas como el tiro de precisión con arco y flechas, o con cerbatana, las cuales, aunque aún se mantengan vivas, han perdido valor por no constituir un lenguaje comprensible en el que se pueda dialogar de igual a igual con aquellos que vienen de fuera e imponen progresivamente las condiciones de vida, al encarnar el "progreso" y la civilización más avanzada.
La homogeneización y el progreso han ido en detrimento de la variedad de la naturaleza y, como escribe Richard Mandell (1986: 286): "el deporte moderno, como un todo, amalgama un sistema ritual y retórico de símbolos públicos que suponen un apoyo positivo para las fuerzas que hacen posible la vida moderna".
Los valores tradicionales de la cultura deportiva, según algunos autores (García Ferrando, Lagartera y Puig, 1998: 78-80), se encuentran asociados a la competencia, la salud, la idea de progreso, el trabajo sistemático, la igualdad, el espíritu de justicia, y la consecución de la victoria por méritos propios. Sin embargo, la excesiva politización, mercantilización e influencia mediática, especialmente en el futbol, con los muchos intereses que aparecen en juego, hace que se imponga la idea y la mentalidad de ganar a toda costa, tanto en el ámbito profesional o de élite como en el amateur, recreativo o escolar. Es por ello que la aplicación de programas de educación en valores dentro de este contexto a través de distintos modelos, especialmente del denominado "ecológico" (Ossorio, 2002), que reparte las responsabilidades y funciones a cada uno de los agentes educativos, exigiendo la participación conjunta e interdisciplinar de la política en general, la deportiva en particular, los medios de comunicación y el ámbito familiar, se plantea en muchos lugares como una necesidad urgente, a fin de fomentar los valores humanísticos de carácter social y personal.12
Educación en valores que sirvan de contrapeso a lo que generalmente encontramos instalado en el sistema deportivo y en la sociedad (extremadamente competitiva), valores que quiten trascendencia al hecho de ganar o perder y ante esas circunstancias sea asimilado sin soberbia por una parte ni trauma por otra, que elimine la trampa encubierta (simulación de caídas, etc.) como parte de la normalidad y la estrategia del juego, las descalificaciones e insultos del vocabulario, la falta de respeto a los demás, y por el contrario se premie el tesón, el espíritu de sacrificio, la colaboración, la solidaridad y todos esos valores positivos que mejoran a las personas y la vida en sociedad.
Preocupado por la ansiedad, el mal humor y el abandono, entre otras consideraciones nocivas que produce el deporte extremadamente competitivo dentro del ámbito escolar, Pérez Turpin (2002) aplicó en Alicante (España) un programa de intervención dentro del ámbito escolar a través de un estilo de enseñanza que él denomina "competitivo-colaborativo", en el que, sin eliminar el carácter agonístico de las actividades -observándolo como algo necesario, como estímulo para la autosuperación ya que la vida es competitiva, nos guste o no, utilizando la competencia como elemento educativo bajo el principio de que ganar no es siempre importante- mejoró igualmente la cooperación y la solidaridad tanto entre compañeros como entre compañeros y adversarios, así como el aprendizaje técnico táctico. Caso significativo para demostrar que no es la competición en sí misma sino sus excesos lo que genera consecuencias indeseables en el deporte y en otros órdenes de la vida, y reorientada de otra manera a la habitual puede ser una gran aliada para inculcar valores socialmente adecuados.
Pero ¿la mentalidad competitiva del deporte moderno exige programas de intervención para hacerla más amable y respetuosa de lo que es? ¿Existe en otros lugares, en otros contextos? ¿Hay otras maneras de entender y asumir la competencia deportiva en nuestro tiempo? Curiosamente, en la selva amazónica, entre los yanomami, pueblo amerindio que apenas acaba de conocer el futbol y jamás ha participado en programas de educación en valores, encontramos interesantes y asombrosas respuestas a tales cuestiones.
ANÁLISIS DE LOS RESULTADOS
Futbol y chamanismo comunitario: el caso de Mabetiteri
La vida de seres humanos en la selva tropical exige una capacidad adaptativa especial, donde el desarrollo de habilidades y destrezas para procurarse la subsistencia, se halle ligado a una cierta mentalidad capaz de soportar las inclemencias del entorno. No resulta fácil, en ese escenario, ser plenamente autosuficiente y tener que batallar a diario con la enfermedad y la muerte en condiciones de aislamiento. Condiciones que empeoran aún más cuando las relaciones sociales están cargadas de intrigas y sospechas que hacen ver en el otro no siempre a un aliado sino a un enemigo, el cual de manera abierta o encubierta opera maleficios contra el vecino. Como ocurre de manera general en los pueblos amerindios, la percepción de la enfermedad entre los yanomami es un producto social, inducida por las propias personas, lo que justifica el hecho de que las técnicas terapéuticas estén basadas casi de modo exclusivo en el chamanismo (Chiappino, 2003) y apenas se usen procedimientos naturales o plantas medicinales para remediarla.
Junto al rapto de mujeres, la muerte por enfermedad constituye un motivo principal que desencadena interminables ciclos de violencia vengativa, por lo que el estado de guerra se convierte en una constante (Ferguson, 1995). La colaboración y la disensión, el consenso y el conflicto, como en cualquier otro grupo humano, son dimensiones estructurales básicas de la vida social yanomami; pero, a diferencia de otros, el conflicto se presenta entre ellos con demasiada frecuencia, de manera imprevisible y su resolución suele acontecer de forma expeditiva con derramamiento de sangre o aún con pérdida de la vida en muchos casos. Convivir de manera permanente con rumores acerca de la posible invasión que sufrirá el propio shapono por parte de los vecinos; con las noticias de qué chamán embrujó a quién; de cómo la mujer de uno corre el riesgo de ser raptada por alguien de fuera; o con los comentarios negativos que se vierten sobre alguien; hace que se viva en un estado de continua amenaza y alerta para no ser sorprendido por los peligros que acechan.
Incluso en los momentos en apariencia más distendidos y armoniosos se puede estar fraguando algún desastre, como ocurrió durante el trabajo de campo de noviembre de 2004, cuando un grupo de jóvenes yanomamis, hombres y mujeres, junto con los niños, conversaban apaciblemente en la plazoleta central del shapono de Mabetiteri iluminados por una luna llena resplandeciente; por el tono suave de voz y las risas que a veces se producían, todo parecía indicar que hablaban de un tema agradable y placentero; sin embargo, en la proximidad, como nos traducía el intérprete, comentaban cómo la dolencia (paludismo) de un niño del poblado la causó un shapori de otro shapono que el día anterior pasó en bongo por el río, y cómo había que hacer para castigar a ese shapori y a su comunidad del mismo modo, enviándole algún hechizo.
De manera regular, para hacer frente a la enfermedad, es decir, a la amenaza de ser embrujado, o prevenir los embrujos, los yanomami se defienden con el hekuramou protagonizado por el shapori a fin de curar enfermedades o prevenir algún mal, y ayudados por el consumo de yopo, con el que cada cual se libera o abstrae de ciertos miedos como el temor al hechizo o a la muerte. Acto que reúne regularmente a los hombres y en torno a ellos a mujeres y niños.
Sin embargo, pese al estado de semi aislamiento en el que vive la mayor parte de los yanomami del Alto Orinoco, resulta llamativo cómo una de las adquisiciones culturales más notables adoptadas de los que vienen de fuera sea el futbol. El futbol yanomami por las limitaciones del terreno y del ámbito de aprendizaje, es eminentemente físico, destaca por la fuerza, dureza y resistencia con que se emplean los jugadores, aunque los goles no sólo se marcan por el empuje o ímpetu que se le ponga al juego, sino por el dominio técnico y táctico que cada grupo muestre -el cual es notable, teniendo en cuenta dichas limitaciones dentro de ese contexto-. Para ganar o meter goles en los partidos es preciso desarrollar las habilidades propias que este deporte exige, y por ello el enfrentamiento entre equipos mide el grado de adaptación al juego con balón, sin despreciar, claro está, la dosis de azar o suerte que la actividad encierra en sí misma. El futbol permite a los yanomami competir, rivalizar, medirse en el dominio de una actividad no tradicional que les resulta divertida y se ha instalado -o lo está haciendo- en la ocupación cotidiana del tiempo de muchos, especialmente niños y jóvenes. Esta nueva actividad aporta a los yanomami una nueva forma de divertimento y agonismo, pero un agonismo que, lejos de producir sangre y muerte, se desarrolla en grupo, en clave pacífica y produce sensaciones placenteras. La actividad deportiva en general, y el futbol en particular, aprendido de agentes externos a la propia cultura, ha supuesto a los yanomami un descubrimiento para ampliar las miras en lo referente al encuentro e interacción social y a los enfrentamientos interpersonales e intercomunitarios, con la aplicación de normas que trata a los contendientes de manera igualitaria, y se orientan hacia el control de la competencia. Sin embargo, por la experiencia de campo apreciamos dos modelos para entender la práctica del futbol entre los yanomami del Alto Orinoco. En el contexto comunitario de quienes insertan el terreno de juego en el espacio central, patio o alero de sus shaponos, el componente lúdico prevalece sobre el agonístico, el placer por la actividad en sí misma, o por su buena realización, está por encima del factor competitivo, del interés por ganarle al rival; así se demuestra por las expresiones de los niños que no entienden que uno de los grupos sea el único ganador, cuando ellos han ganado cuatro goles o por cuatro goles y los otros han ganado cinco por cinco.
Si nos detenemos un momento en uno de los elementos del juego, el sistema de puntuación o de entender el marcador, este bien peculiar en el futbol yanomami. Cuando en Mabetiteri preguntaba a los jugadores ¿cuánto han quedado?, me decían unos que habían ganado cinco goles y los otros habían ganado siete goles; a veces, cuando la diferencia era más acusada, unos decían que habían ganado dos goles y los otros doce goles, pero todos iban tan contentos, sin que nadie tuviera la sensación de haber perdido el partido. Todos ganan si marcan algún gol, que es en definitiva el objetivo, la lógica que se mantiene aun en los shaponos o comunidades yanomami semi-aisladas del Alto Orinoco, donde la ganancia está en la diversión y la satisfacción de meter goles, aunque no sean más de los que meta el rival, un rival que es asumido tan sólo como una dificultad del juego que hay que salvar, haciéndolo así más divertido. La pelota13 o el balón se disputa con el propósito de marcar goles como objetivo primordial, lo cual no implica que haya que superar al contrincante en el resultado final. Los dos equipos se afanan por marcar y ambas le ponen ímpetu al juego, pero el logro o la satisfacción está en el gol en sí mismo como fruto de la acción bien hecha o de la fortuna, de cualquier modo vale. Incluso cuando en el partido se ponen como límite marcar 10 goles entre ambos equipos, no importa mucho que uno haya marcado seis y el otro cuatro, los dos han marcado y se han divertido. Quizá la mayor decepción venga cuando uno de los bandos no marca ningún gol y no se ve cubierta así sus expectativas, no de ganarle al otro equipo, sino de ganar un gol.14
Cada cual ha recibido su victoria particular y todos han ganado algo, aparte de la satisfacción de jugar. Es éste un aporte importante que la mentalidad yanomami ha hecho al futbol, aunque sólo sea conocida por ellos, dado el aislamiento geográfico y comunicativo en que se encuentran, un aporte que surge de manera espontánea como fruto de haber entendido el futbol no en el plano trascendente y serio que adopta en los últimos tiempos desde una perspectiva global, sino como puro juego en el que lo importante es distraerse y divertirse, sobre todo porque hace posible que todos puedan ganar en la competencia.
Esa singular óptica, aún vigente, es muy probable que vaya a menos con el empuje que está ejerciendo la otra óptica, más convencional en el mundo global, donde la victoria sólo corresponde a quien marca más goles, lo que importa por encima de todo. El progresivo y acentuado acercamiento de los yanomami del Alto Orinoco a los centros de influencia criolla y mediática (fundamentalmente en La Esmeralda) está haciendo que esa sea la lógica que se impone en los campeonatos, cada vez más cerca de los estándares conocidos en cuanto a la organización del evento, el sistema de puntuación y el comportamiento de los jugadores.
Dentro del ámbito comunitario el futbol sirve para reunir a las personas y hacer que pasen juntas un rato divertido, generando un ambiente de buen humor social. El futbol se convierte así en una alternativa para el encuentro diario entre los afines que se sientan atraídos por él, generalmente niños y jóvenes. Las nuevas generaciones tienen de ese modo por las tardes, además de tomar yopo colectivamente, la costumbre de jugar al futbol; así lo apreciamos en Mabetiteri, donde por las tardes se daban esos dos ambientes: dentro de una vivienda un grupo numeroso de hombres realizaban como siempre el hékuramou, tomaban yopo dispuestos en círculo con el shapori como centro de atención entonando cantos chamánicos; y afuera un grupo de niños jugaban al futbol, reían y gritaban ¡gol! A veces de manera involuntaria, los dos contextos se interpenetraban cuando la pelota entraba botando por la puerta de la casa y se detenía junto a la madre, sentada en el suelo con su hijo en brazos afectado de paludismo; mientras el shapori pasaba sus manos por la cabeza de la criatura en actitud seria o solemne, un niño entraba apresuradamente y agarraba la pelota detenida delante de él.
FUTBOL Y REAHU INTERCOMUNITARIO: MAMASHATIOTERI Y KUKURITAL
El otro modelo de práctica futbolística entre los Yanomami del Alto Orinoco se sitúa en los campeonatos intercomunitarios, los cuales sirven -entre otras cosas- para reunir a familias enteras de distintas comunidades que acompañan a sus equipos, y para compartir por unos días opiniones y experiencias con los demás en un ambiente distendido y festivo. Aparte de contemplar los partidos entre los diferentes equipos e interactuar entre sí comentando los momentos que se viven en el juego, siempre hay tiempo para conversar de otros asuntos, sentarse a comer juntos y entretenerse con otras actividades.
Al igual que en el contexto comunitario, jugar al futbol en este otro ámbito se presenta como una alternativa lúdica a la toma de yopo y al hekuramou, sin que por el momento lo sustituya; los campeonatos futbolísticos se presentan igualmente como una alternativa de encuentro intercomunitario al igual que lo es el reahu, sin que tampoco sea un sustituto, pues cada cual tiene su propia lógica y razón de ser. Sin embargo, el campeonato de futbol posee elementos que, en cierto modo y salvando las distancias, pueden asociarse al reahu; en tal sentido, en ambas manifestaciones hay diálogo y competencia, sólo que la competencia verbal del himou, wayamou, o la física de la lucha ritual por parejas individuales se convierte en deportiva y se ofrece en el plano colectivo por equipos. De modo semejante a lo que ocurre en el reahu, donde la dinámica ritual puede desembocar bien en un mayor estrechamiento de los lazos sociales y la afirmación de la solidaridad intercomunitaria, resolviendo las diferencias; o bien en abrir heridas y generar mayor animadversión y conflicto entre los convocados; en las competiciones de futbol puede haber o no conflicto entre los equipos participantes, conflictos que pueden desembocar en peleas, aunque en estos casos, como nos comentaron los propios nativos, no salen del terreno de juego, quedan entre los jugadores sin que se extiendan al público, a la comunidad. Dos formas vigentes que favorecen el encuentro social por diferentes motivos, una anclada en la tradición y la otra proyectada en la modernidad.
Durante el trabajo de campo realizado en enero-febrero de 2006 tuvimos ocasión de presenciar un reahu en el shapono de Mamashatioteri, en el cual se invitó a las comunidades de Mabetiteri, Yopropo y Ukushi; en ese reahu se dirimieron diferencias, aclararon rumores y formularon reproches, incluso amenazas de invasión de poblado. Véase algunos fragmentos de wayamou15 dentro de este reahu, que ilustra en parte el ambiente del momento, aunque los diálogos ceremoniales en buena medida hay que entenderlos en sentido figurado:
Suweshaimarewekeyashamathariomayape mare thapore. Pewarinitapraiwetikea wari hare kuuyaiyopethepekirimai a mohotiriohotamoupetaathopethamaimi.
[...]
Seguro que yo no he raptado a mujer en una comunidad. Yo no sé qué es lo que dices. Cuando hay guerra nos olvidamos del trabajo; matan de hambre a los niños y adolescentes por eso nosotros tenemos que estar en paz y amor.
[...]
Áiwerehiriweowatahiriwashoriwenaikiawekeñawa.Ahoraokamovsuwepewamakihora re kuweiwarópetamiraritraniwamakihora re kuumai. Kamiyeperomawetheirkeyawa.
[...]
Mira hermano escúchame mi voz de loro pereso ¿perezoso?, yo grito durísimo cuando regaño a otro. Somos enemigos porque las mujeres malditas hijas de perra engañan. Por eso tú crees que yo soplo escondido con veneno, eso quería preguntarte para que me digas.
[...]
Suwepryamaretahirihewamakiwariraakurawehorekasiwekeyawa. Wetinikeyaretapraitotihiokamiyeriawathatihepemamoshepe, pe kayorei Yanomami yape nowa thai.
[...]
Atentas mujeres, no duerman, escúchenme, ya está amaneciendo y aquí están los hijos de la oscuridad. Mira cuñao te voy a dar coñazo y patada de verdad. Yo digo la verdad no soy mentiroso. Aunque sois mi familia yo critico porque estoy muy arrecho [enfadado] por las mentiras.
[...]
Aweiyanomapematiretayouwepemakinohimayou, pe makipraimayouinaha pe makikuaai. Wanopeha pe makiwariyou, suwepeni, aithepenikashomipenikaí.
[...]
Claro, nosotros los yanomami somos amigos y hermanos, siempre visitamos a otros comunidades, damos comida cuando nos llegan visitantes, nos vamos a vivir así con el enemigo, así somos gente humana.
[...]
Owioyhei reahu terekuihapemaki wariyopeyahitherimipemakirewayoayouweiinaha pe noaniathamapeniawarimapemakiwariyou. Pemakiniaresheyouwepemakikatehayopeeipemakiwariyou.
[...]
Gracias, estoy muy contento porque mandaste un mensaje de invitación, por eso vinimos para que nos preguntemos cada shapono, tenemos muchas noticias de chismes que hay que arreglar, para que no digamos más mentiras otra vez.
[...]
Katenipeiwanihekurapiniihiruwa pe niahoraresheiwei pata sheriihirewathemipenaprushinipewarishepo. Wetiniwanoyuapewamashikuami.
[...]
Mira, te pregunto y dime la verdad, no me engañes. Yo quiero claras tus palabras, si chismeas otra vez me pondré rabioso y bravo. Y mi comunidad va a atacar a la comunidad de Ukushi.
[...]
Kuukutaenea Yanomami pemakira parí. Yahitherimiperekuiwayorewanovwariporeweyarusheriwe, hoashivi. Waithariwe no patapirethaamayonoweinala.
[...]
Te regaño aunque seamos hermanos. Tenemos que discutir para calmar ese problema y que vivamos en paz y felicidad.
[...]
Shoriwe, heriyekamiyeyarekuwianiyewakaireyuoweiawariviwaritii ya kuwe mui yamatakuwotuuni Yanomami pe kaikuumaipehoirekuowei.
[...]
Cuñao, piensa que estás casado con mi hermana, yo veo a todos mis sobrinos y sobrinas, me hablas con envidia y quieres pelear conmigo, pero yo no te critico en nada. [...] (Trascripción y traducción de Basilio Reyes, noviembre de 2007.)
Sin que los desafíos dieran lugar a derramamiento de sangre, alguno de los jóvenes yanomamis que participaron activamente en el acontecimiento, y más tarde se batieron en duelo golpeándose mutuamente el pecho o el costado como de costumbre, viajaron río abajo hasta llegar a Kukurital (poblado yanomami a orillas del Orinoco), donde tendría lugar un campeonato de futbol con cuatro comunidades que rivalizarían igualmente, pero esta vez en un contexto distinto y con una intención diferente, orientada a ganar el trofeo en disputa.
La competencia surgida en Mamashatioteri, gestionada a través del reahu, como dicta la tradición, cambiaría sustancialmente de forma y fondo en el encuentro de futbol marcado por los nuevos tiempos. En Kukurital, si centramos la atención en el sistema de puntuación pactado en el campeonato, observamos una interesante manera de formalizar los resultados, de clasificar u ordenar de peor a mejor a los equipos, privilegiándose el principal atractivo que para los yanomami tiene el futbol: marcar goles. En este caso la clasificación se hizo sumando exclusivamente el número de goles marcados por cada equipo en cada encuentro. De los cuatro equipos inscritos (Kukurital, Lechosa, Tumba y Chiwire)16 no jugaron todos con todos como es norma en otras ocasiones, sino que cada equipo jugó dos encuentros por sorteo, cuyos resultados fueron: Kukurital 4-Chiwire 4; Lechosa 1-Kukurital 3; Tumba 3-Chiwire 2; Lechosa 4-Tumba 0.
En consecuencia, la clasificación resultante fue: Kukurital: 7 puntos (por 7 goles); Chiwire: 6 puntos (por 6 goles); Lechosa: 5 puntos (por 5 goles); Tumba: 3 puntos (por 3 goles).
No se contemplaron los partidos ganados, empatados o perdidos, sino el número de goles marcados, sin que los encajados restaran en modo alguno. En tal sentido, si traducimos el espíritu de la norma, lo que se pretendía es privilegiar el marcaje de goles (futbol de ataque) por encima de quién ganara o perdiera puntualmente.
Con motivo de la aceptada protesta del equipo de Chiwíre ante el comité de competencia, al no habérsele contado los cuatro goles anotados al equipo de Ocamo, expulsado por no pagar la preceptiva cuota de inscripción (45000 bolívares o 15 dólares), decidieron hacer jugar a los tres primeros clasificados entre sí para ver definitivamente cómo quedaban. El criterio en este caso fue que Kukurital jugara primero con Chiwire, y el que ganara acto seguido lo hiciera con Lechosa; sin apreciar el esfuerzo acumulado que tendría el equipo triunfador del primer partido al jugar de inmediato el segundo. Independientemente de la teórica inferioridad de condiciones en la que el ganador del primero jugara el segundo partido, podemos asegurar que los segundos 90 minutos los corrieron con igual o más ganas que los primeros, sin evidenciar más cansancio que el rival, más bien fue al contrario, motivados por el resultado y la cercanía del triunfo.17
El factor competitivo sobrepasa al lúdico en importancia dentro de este otro escenario; más que divertirse, lo importante es ganar, aunque se entiende que una cosa no está reñida con la otra y pueden conjugarse las dos, como así se hace, pues todavía, por fortuna, se está lejos de los ambientes fanáticos y ultraviolentos conocidos en otros ámbitos. O no tan lejos, ¿quién sabe? Haber visto a niños yanomami de cuatro y cinco años jugar simulando los disparos de ametralladora y las patadas y gestos de kung fu -de las películas que vieron la noche anterior por dvd en la casa de la cultura de La Esmeralda- nos hace dudar de todo.
FUTBOL YANOMAMI: UNA NUEVA FORMA DE GESTIONAR LA DIVERSIÓN Y LA COMPETENCIA
Como comportamiento de competencia que exige una gran inversión de esfuerzo físico para el desarrollo de la acción y el logro del objetivo (marcar goles y/o ganar), el futbol sirve para descargar tensión, ansiedad, agresividad, teniendo así una función catártica, función que desde la costumbre se favorece de distintos modos (hekuramou, himou, wayamou, lucha ritual).
Si el futbol está teniendo éxito entre los yanomami del Alto Orinoco, no sólo por los practicantes que arrastra entre los más jóvenes sino también por la expectación que genera en personas de cualquier edad y familias enteras, es porque se encuentra atractivo, interesante y con sentido, pero ¿en qué medida el sentido que se desprende del futbol no está construido con base en elementos que parten de la propia tradición?
En efecto, en el ámbito comunitario podemos observar cómo cierta lógica tradicional yanomami, propia del sentido de la lucha, se instaló en un primer momento en la lógica del futbol moderno practicado por ellos, y aún se puede apreciar en los lugares menos expuestos al ambiente exterior, aunque la fuerza de los procesos de integración a los cánones modernos se va imponiendo progresivamente; nos referimos de nuevo al hecho de ganar todos con la práctica del futbol, al igual que todos ganan con la práctica ritual de la lucha. En un caso lo importante es que cada uno ha asumido el reto de enfrentarse a un rival, de golpearlo y ser golpeado por igual para que al final los dos demuestren ser waitheri, de haber ganado esa categoría; en el otro, lo importante es que han pasado un rato divertido, y los dos han ganado los goles que hayan podido marcar -de acuerdo con su fuerza, habilidad o suerte- sin que haya perdedores.
¿Cómo -acostumbrados a que en el plano serio y trascendente en el que se desarrolla la lucha ritual entienden que todos ganan, que todo el que acepta y pasa el desafío ha cubierto sus expectativas- se puede asumir en el plano lúdico-competitivo del futbol, marcado principalmente por la diversión, que sólo es uno el que tiene ese privilegio?18
La lectura que el pueblo yanomami hace del futbol en el ámbito comunitario, la esencia lúdica que hacen prevalecer por encima de la estricta competencia, no deja de ser un rasgo sorprendente que nos hace pensar una vez más en la complejidad del ser humano, en los contrastes e incluso en las contradicciones de sus comportamientos. Con la práctica del futbol los yanomami ponen de manifiesto que son mucho más que el pueblo aguerrido y feroz con que se les ha identificado. Un pueblo bravo que ha sido capaz de redescubrir la dimensión más humanista: aquella que nos hace ganar a todos, en una práctica global cargada de intereses que, lejos ya de su romanticismo, abandera hoy día la idea de ganar a toda costa y como sea, mostrando, junto con sus virtudes, los atributos de una sociedad que -además de autodenominarse "del conocimiento" y de progreso- encarna la competencia más despiadada y pone al descubierto distintas maneras de ferocidad.
Desde el ámbito intercomunitario, descrito a grandes trazos el esquema y contexto de la lucha ritual yanomami dentro del reahu, aparentemente poco o nada tiene que ver con el juego del futbol o un campeonato futbolístico, pero la idea no es comparar sino entender posibles asociaciones y transferencias que se hacen desde el ámbito tradicional conocido hasta el de las nuevas adquisiciones culturales, para hacerlas digeribles y útiles en la práctica, encontrándoles sentido.
Desde el punto de vista organizativo ambos acontecimientos implican la invitación de la comunidad anfitriona a varias comunidades para que acudan al encuentro en la fecha señalada, solo que en el reahu se hace de modo verbal y participan varias comunidades (de dos a cuatro o cinco), y en los campeonatos se hace por notificación escrita y da cabida a muchas más comunidades (hasta 15 o 20).
En ambos casos hay competencia: verbal y física en el reahu, deportiva en el futbol. Competencia que protagonizan los varones y genera expectación en torno suyo. Competencia que se da además por parejas, de personas en unos casos y de equipos en otros, que representan a comunidades. En ambos casos se cuida el trato igualitario: en la lucha se respetan los tres golpes alternativos y en el futbol no hay privilegios en la aplicación normativa (o eso se pretende). En ninguno de ellos se da la rendición, hay que completar las series de golpes o el tiempo reglamentario de juego, salvo accidente o causa mayor. En ambos se busca reafirmarse en algún sentido: como waitheri en la lucha y como buen equipo en el futbol.
Con todas esas semejanzas, es obvio que los contextos en que se desarrolla cada acción son distintos, así como su razón de ser y ello las hace incomparables; sin embargo, las analogías existentes con la experiencia vivida en la tradición ayudan a entender cómo ciertas prácticas culturales foráneas, caso del futbol, encuentran un caldo de cultivo que favorece su aceptación.
Por último, no debe pasar desapercibido el hecho de que si bien el reahu facilita el encuentro social y da rienda suelta a la rivalidad intercomunitaria, el futbol no sólo se instala en ese terreno sino que además hace posible el encuentro y la competencia interétnica. Una prueba de ello es el hecho aquí mencionado, de admitir a la comunidad ye'kuana de Chiwire en el campeonato de futbol de kukurital organizado por los yanomami. Es a través del futbol como otros grupos étnicos comparten y rivalizan de modo pacífico en el terreno yanomami e invitados por ellos. Asimismo, los yanomami asisten a las competiciones panindígenas representados también con su equipo de futbol; y juegan al futbol en La Esmeralda siempre que hay ocasión con equipos de las etnias que allí se concentran. Vehículo, por tanto, que facilita el diálogo y la comunicación con los pueblos vecinos y aún lejanos; práctica deportiva universal con la que los yanomami se homologan y pueden medirse al resto del mundo si hubiera ocasión, aunque, como toda actividad espectacular que atrae clientelas, difícilmente puede evadirse de los intereses del mercado y la política.
El pueblo yanomami ha demostrado tener mayor resistencia al cambio social y cultural que los pueblos amazónicos vecinos; según el censo (estimativo) venezolano de 2001 (INE, 2002), de 12,234 miembros de la etnia sólo 215 vivían en área urbana, y son comparativamente muy pocos bilingües; apartados en su inmensa mayoría en el interior de la selva y lejos de las zonas de influencia, han conocido el futbol y lo han adaptado a su forma de vida, lo han hecho suyo y en estos momentos podemos observarlo como un ejemplo de sincretismo, por el que el juego deportivo es reinterpretado a la luz de ciertos valores culturales con los que tal actividad cobra sentido. Lejos de ser el futbol un fenómeno de masas en el Alto Orinoco, la televisión e internet, que hasta allí llegan, así lo trasmiten con todas sus implicaciones; y dado el éxito de adhesión alcanzado, nos preguntamos: ¿tendrá el futbol más capacidad que las enfermedades y los garimpeiros para sacar a las yanomami de la selva? ¿Será el futbol suficientemente persuasivo para cambiar de manera significativa su modo de vida? ¿Asimilarán los valores propios del espectáculo masivo que es en otras partes del mundo? ¿Sucumbirán a la manipulación política de que es objeto, también en el ámbito local? ¿Se convertirá el futbol en un factor importante para el estudio de la identidad y la alteridad en el Alto Orinoco? ¿Para el estudio de la socialización, de la conducción de la agresividad y la violencia social? ¿Para el estudio de la integración en la sociedad nacional?
Por su corta historia en el lugar aún es pronto para responder esas y otras cuestiones, pero sí es oportuno formular preguntas y estar alerta sobre el impacto que entre los yanomami puede provocar un fenómeno que parte de algo tan aparentemente inocente como jugar con una pelota.
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1 Las estancias se realizaron en noviembre-diciembre de 2004, enero de 2005, y enero-febrero de 2006. A todo ello habría que sumar una estancia menor de dos semanas de duración en La Esmeralda en noviembre de 2007.
2 Cifra aproximada y estimativa en cualquier caso, a la vista de que, como se aclara en el citado censo de 2011: "No se puede acceder a la población Yanomami localizada en zonas de muy difícil acceso". En el censo venezolano de 2001 se cifraron en 12 234 miembros (INE, 2002).
3 Cada dos semanas dos religiosas católicas de la Misión de Ocamo suben por el río Ocamo hasta su cauce medio para intercambiar (comerciar) con los Yanomami del río y quedar un día en el colegio de Mabetiteri a fin de dar clase y comprobar cómo va todo; mientras tanto, un yanomami con poco dominio del castellano se encarga de atender y tener recogidos a los niños y niñas en la escuela cuando puede y quiere.
4 En el caso referido, dos jóvenes varones, de 14 o 15 años, y mayores de hasta más de 70 años, colocados por parejas y frente a frente se asestaron de manera alternativa el mismo número de golpes. Uno recibía tres puños en el pecho por el lado del corazón, y a continuación golpeaba de igual modo a su oponente, pudiendo resaltar el nudillo del dedo corazón o introducir una piedra en el puño para hacer más daño, o simular que se suelta algún hechizo con el golpe. El que recibe se afirma bien sobre el suelo con una pierna semi-flexionada adelante y la otra estirada atrás, presentando el pecho con la cabeza en alto, preparado para recibir el impacto; el oponente carga su brazo atrás con el puño cerrado y piernas una delante de otra, preparado para golpear. De otro modo, el que recibe se coloca con piernas separadas y brazos flexionados arriba con manos sobre la nuca, dejando libre el costado, mientras el otro con piernas separadas carga el brazo atrás lateralmente con la palma de la mano abierta para golpear el costado izquierdo a la altura del brazo.
Como es de suponer, tras varias series de golpes alternos, los pechos de los adversarios se enrojecen y en los costados aparecen grandes moretones, o comienza a brotar sangre. El combate acababa por lo común con la sustitución de los oponentes por otros dos litigantes que harán lo propio, hasta que pasen todos los que sientan necesidad o deseos de hacerlo para cumplir con la tradición y demostrar ser waitheri (hombre fuerte y valiente). En otras ocasiones se pueden emplear macanas (palos afilados con el que se golpean el cráneo) y el combate acaba con el desmayo de uno de los dos si se prolongaba en exceso, o incluso con la muerte de alguno, en cuyo caso la declaración de guerra casi está asegurada. Estos combates encierran siempre gran incertidumbre, se sabe cuál es el procedimiento y cómo empieza, pero no cómo va a terminar.
5 En cuanto a la cultura o subcultura (según se entienda) que el futbol genera en las gradas, siendo conscientes de que constituye un escenario que favorece la socialización, la mayor parte de los trabajos, insisten en un denominador común como las manifestaciones de violencia, con resultados muchas veces desastrosos (Alabarces, 2003).
Desde el punto de vista de las identidades territoriales de carácter regional o nacional, que se fraguan en torno al futbol espectáculo, y los discursos extradeportivos que se le tratan de asociar, más allá de las gradas se generan procesos de identidad y alteridad con marcado carácter político (ibidem).
Y desde una perspectiva más global, los cambios económicos, sociales, políticos e ideológicos que se dan a escala planetaria, impactan en las funciones sociales de los deportes y particularmente del futbol en la elaboración de una cierta identidad colectiva (ibidem).
6 Carpensen y colaboradores (1985) consideran que el concepto "actividad física" puede tener una base recreativa u ocupacional. Ambas circunstancias acontecen en el futbol, según se realice como práctica de tiempo libre o como ejercicio profesional. En el caso yanomami sólo se da, obviamente, la primera circunstancia.
7 El deporte en general constituye una manifestación social y cultural compleja, cuya naturaleza se ha dibujado cambiante y evolutiva a lo largo de los tiempos. El deporte moderno, surgido del ámbito urbano-industrial, posee una concepción polisémica y podemos observarlo al menos desde una doble perspectiva: como sistema cerrado y como sistema abierto (García Ferrando, 1990; Puig y Heinemann, 1991). En cuanto sistema cerrado el deporte cabe entenderse como toda aquella actividad motriz (física e intelectual), competitiva, reglada e institucionalizada; mientras que como sistema abierto es preciso incluir otras dimensiones ligadas al juego, la salud o al simple ejercicio físico. La racionalidad científica y rentabilidad económica, con la victoria y/o el récord como principal atributo, serían los rasgos distintivos de la primera; mientras que el disfrute y la realización personal lo serían de la segunda. En cualquier caso, se ha convertido en nuestro tiempo en un claro exponente de la dinámica globalizadora que propone e impone un modelo de sociedad marcado por el consumo y por la uniformidad de los procesos de producción, así como en un medio de individualización personal. Dentro del "proceso de la civilización" (Elias, 1987; Elias y Dunnin, 1992) desempeña un importante papel por hacer posible la realización de la obra personal, lograda a través de lo más íntimo del ser humano: su propio cuerpo.
El deporte constituye una compleja manifestación social entroncada dentro de las diferentes dimensiones de la cultura: la tecnología, la economía, la vida social, la política e incluso las creencias religiosas. Como producto cultural refleja en buena medida los contrastes, y aun contradicciones, del ser humano: cómo se desenvuelve entre el orden y el desorden, entre la colaboración y la competencia, entre la solidaridad y el conflicto. El deporte se emplea como práctica de ocio para llenar el tiempo libre de las personas, y también como forma de trabajo con el que otros se ganan la vida, generándose pues, ocio y negocio en torno suyo, a la vez que práctica y espectáculo. El deporte ha demostrado ser un importante vehículo de comunicación entre las personas y los pueblos, pero también ha sido y es utilizado como forma de alienación y aculturación, e incluso contra-comunicación al servicio del poder, su dimensión humanística se ve contrapesada con el mercantilismo y la politización que tienden a tornar trascendente lo que en esencia parte de un juego.
El futbol como actividad deportiva de competencia participa de todas esas características y se encuentra involucrado en la dialéctica de la práctica y el espectáculo, del trabajo y del ocio. Entre los yanomami el desarrollo del deporte futbolístico se da como práctica de ocio con una incipiente dimensión espectacular en el ámbito comunitario, que cobra mayor auge en el intercomunitario.
8 Una de las principales características del futbol es su esencia lúdica, es decir, su concepción como juego, aunque sea éste un concepto ampliamente discutido en la literatura, interpretado bajo distintas teorías (del recreo, del exceso de energía, de la preparación para la vida, de la imitación, de la realización personal, etc.) (Harris, 1976), sin que se haya llegado a un común acuerdo. Para Huizinga (1972) se trata de "una actividad libre mantenida conscientemente fuera de la vida 'corriente' por carecer de 'seriedad', pero que al mismo tiempo absorbe intensa y profundamente al que la ejerce. Una actividad desprendida de todo interés material, que no produce provecho alguno y que se desarrolla ordenadamente dentro de sus propios límites temporoespaciales de acuerdo con unas reglas preestablecidas y que promueve la creación de agrupaciones sociales, que tienden a actuar en secreto y a distinguirse del resto de la sociedad por sus disfraces u otros medios". Norbeck (cfr. Blanchard y Cheska, 1986: 28), por su parte, dice del juego que "su comportamiento se fundamenta en un estímulo o una proclividad biológicamente heredados, que se distinguen por una combinación de rasgos: el juego es voluntario, hasta cierto punto delectable, diferenciado temporalmente de otros comportamientos y por su calidad trascendental o ficticia". Y para Batteson (cfr. idem) la paradoja es el rasgo primordial del juego, la complejidad responsable a la vez que su especificidad y su indefinición. El juego constituye en muchos casos un reto, un desafío, viviéndose como real y con más intensidad que el mismo trabajo serio yresponsable, algo que es pura ficción. El futbol practicado por los Yanomami es esencialmente lúdico en el contexto comunitario, cobrando mayor importancia la competencia en el intercomunitario.
9 De acuerdo con la definición de deporte ofrecida en la nota 7, el futbol constituye un deporte de competición en el que dos equipos rivalizan por introducir el mayor número de veces un balón en la portería contraria (meter gol), defendiendo la propia. No obstante, aunque sea de manera atípica, el sentido de la victoria no siempre está relacionado con superar al rival, como apreciamos en el caso Yanomami.
10 Los rituales constituyen manifestaciones más o menos expresivas, comunicativas, repetitivas y regladas, las cuales se hallan orientadas a obtener un cierto grado de eficacia en distintos ámbitos a través de la acción simbólica. La eficacia simbólica está pues indisolublemente unida al ritual, que, como señala Turner (1988), al igual que Harris (1984), pueden tener en unos casos carácter transformatorio (de paso) y en otros confirmatorio (de solidaridad). Turner coincide con Van Gennep (2008) en cuanto a la división por fases de los ritos de paso (reparación o fase preliminar, intermedio o fase liminal y agregación o fase posliminal); distinguiendo a su vez en estos dos tipos básicos: los de elevación de estatus (ritos de crisis vitales y de instalación en cargos) y los de inversión de estatus (ritos cíclicos y de crisis de grupo o aflicción).
11 Término acuñado por Turner para expresar el intenso espíritu comunitario, el sentimiento de solidaridad, igualdad y proximidad social, o la adhesión desinteresada que ciertas actividades o situaciones generan en colectivos humanos.
12 Gutiérrez (1995: 227) menciona como valores sociales en el deporte: "participación de todos, respeto a los demás, cooperación, relación social, amistad, pertenencia a un grupo, competitividad, trabajo en equipo, expresión de sentimientos, responsabilidad social, convivencia, lucha por la igualdad, compañerismo, justicia, preocupación por los demás, cohesión del grupo"; y como valores personales: "habilidad, creatividad, diversión, reto personal, autodisciplina, autoconocimiento, mantenimiento o mejora de la salud, logro, recompensas, aventura y riesgo, honestidad, espíritu de sacrificio, perseverancia, autodominio, reconocimiento y respeto, participación lúdica, humildad, obediencia, imparcialidad, autorrealización, autoexpresión".
13 A falta de balón de cuero, buena es una pelota de goma, aun pinchada y desinflada, y si se carece de ella también se puede improvisar una con un envoltorio de hojas vegetales atadas con lianas. En una ocasión vimos jugar con una bola hecha a base de hojas de papel atadas con bejucos, que curiosamente, por lo que se podía leer, pertenecían a un Nuevo Testamento, tal vez llevado por algún miembro de la iglesia evangélica asentada en el Padamo.
14 Difícil manera de entender la competición futbolística si la trasladamos al ámbito internacional, donde lo importante es ganar en términos absolutos y a cualquier precio, circunstancia que se observa tanto en el contexto profesional como también en el amateur y aun el escolar, claramente influidos por el primero.
15 Trascripción y traducción original realizada por Basilio Reyes (yanomami bilingüe), con algunos arreglos sintácticos y ortográficos para facilitar su comprensión. Cada una de las frases trascritas eran pronunciadas por uno de los dos interlocutores y repetidas por el compañero a gran velocidad, ambos agachados en cuclillas y frente a frente. Pasados unos 20 minutos cambiarían el orden de la iniciativa en la interpelación. Una vez termina el duelo dialectico entre dos se pasa el turno a otra pareja (siempre masculina) y así proceden toda la noche hasta el amanecer.
16 Este último es Ye'kuana, invitado por proximidad geográfica con la sede del campeonato.
17 Finalmente el campeonato lo ganó Kukurital, seguido de Lechosa y Chiwire, en función del número de goles marcados por cada uno.
18Ambas situaciones pueden ser entendidas como prácticas rituales, dado que, en esencia, también los encuentros de futbol dentro del ámbito comunitario -y sobre todo del intercomunitario- poseen carga simbólica, aunque en diferente grado que la lucha tradicional; en ambos casos se produce un ejercicio catártico de mayor o menor intensidad, y existen expectativas por el resultado incierto. No obstante, la gran diferencia está en las posibles consecuencias que se derivan de una y otro escenario, ya que, mientras en el contexto futbolístico la rivalidad se da en un ambiente distendido, alegre y el marcador final no implica mayor trascendencia para el mantenimiento de las relaciones personales y comunitarias; los combates cuerpo a cuerpo pueden quedar en una mera liberación de tensión y satisfacción por el deber cumplido, o derivar a situaciones conflictivas que terminen en una declaración de guerra.