Introducción

Este artículo propone una revisión sistemática de las investigaciones publicadas en los últimos diez años sobre la historia de la Universidad de Chile durante el período de la Guerra Fría (1945-1990). Se define revisión sistemática como “investigaciones realizadas sobre un tema determinado, en las que se reúnen, analizan y discuten informaciones ya publicadas” (^{Ramírez et al, 2009, p.21}). Este tipo de análisis profundiza en líneas de trabajo emergentes que “contribuyan a profundizar dichas temáticas en el contexto latinoamericano en general y chileno en particular, así como también utilizar distintos enfoques investigativos e involucrar a otros actores en futuras investigaciones” (^{Concha-Toro et al, 2020, p. 14}). El objetivo es identificar las tendencias historiográficas de la educación sobre la universidad en la actualidad, las áreas que han hegemonizado la producción investigativa y los desafíos que plantea en el estudio de la historia de las instituciones universitarias. A través del análisis de contenido temático (Díaz, 2018) se revisaron catálogos de revistas (WOS, SCOPUS, ERIHPLUS, SCIELO), repositorios de tesis universitarias chilenas, libros y capítulos de libros en editoriales con referato externo sobre el tema, a través de criterios de exclusión e inclusión determinados¹.

Durante las últimas décadas, las interpretaciones historiográficas más difundidas y citadas sobre la historia de la Universidad de Chile fueron escritas por protagonistas, testigos y militantes de partidos políticos de la época. Como ha planteado ^{Dip (2018)} trabajos de investigadores como ^{Huneeus (1973)}, ^{Garretón (1985)} y ^{Brunner (1986)}, dan cuenta de una corriente historiográfica representativa de quienes participaron activamente en los procesos de reforma universitaria de los años 60 y que, posteriormente, se transformaron en tecnócratas de la educación o en arraigados académicos de las instituciones universitarias.

Planteamos que recientes publicaciones de investigaciones sobre la historia de la Universidad de Chile han contribuido a poner en entredicho esta corriente historiográfica, nuevos enfoques que han matizado las llamadas “historias institucionales” u “oficiales” que, en gran medida, legitiman los espacios académicos que ocupan dichos investigadores (^{Mellafe et al, 1992}).

La universidad, entendida como el núcleo del sistema de enseñanza superior, es el centro de formación y reclutamiento de quienes desempeñan en el espacio público el papel de intelectuales y profesionales (Altamirano, 2010, p. 132). Aunque durante largo tiempo la ONU sostuvo que el acceso a la educación superior estaba vedado a gran parte de la población de América Latina (ONU, 2020), en las últimas décadas esta situación ha experimentado importantes cambios. En Chile, por ejemplo, existen actualmente 56 instituciones universitarias (Ranking Shangai, 2021) divididas en dos grandes grupos: Universidades tradicionales (18 estatales y 12 privadas), que poseen una larga trayectoria histórica en el país y 26 universidades privadas, creadas durante y con posterioridad a la dictadura cívico-militar chilena (1973 en adelante). En efecto, durante los últimos cuarenta años post retorno a la democracia, las políticas educativas universitarias han estado enfocadas en la “libertad de enseñanza” en desmedro de la calidad. Prueba de ello fue la creación de numerosas universidades privadas con fines de lucro y estándares mínimos de exigencia académica, y la sustancial disminución del financiamiento estatal a las universidades públicas (^{Atria, 2013}).

Dicho lo anterior, algunas universidades públicas aún mantienen un prestigio y calidad reconocido a nivel nacional y latinoamericano, como la Universidad de Chile, la más importante del país. Fundada en 1842, fue el espacio privilegiado para la formación de las élites herederas del reformismo ilustrado con vocación de poder político, especialmente durante la segunda mitad del siglo XIX e inicios del XX (Serrano, 2016, p. 20). Desde sus orígenes, la Universidad de Chile dependió directamente del Estado, en particular, del poder ejecutivo (^{Jaksić, 2021}). De hecho, durante el siglo XIX y gran parte del XX, el presidente de la República designaba a sus autoridades, lo que refleja los estrechos vínculos que unían a la Universidad con el mundo político (^{Agüero,1985, p. 18}).

Durante el siglo XX, como consecuencia del crecimiento del Estado y de la presión del movimiento estudiantil, este espacio universitario de carácter eminentemente elitista se abrió a los sectores medios (^{González Le Seux, 2011}). Simultáneamente con esta apertura, se constituyeron las primeras federaciones estudiantiles, entre las cuales la FECH (1906), que jugó un rol determinante en los procesos de reforma universitaria de los años 20 y 60 (^{Aránguiz, 2005}). Más adelante, desde 1940 hasta 1973, tuvo lugar un amplio proceso de expansión universitaria, caracterizado por una lenta pero sostenida política de descentralización de la educación superior (^{Mellafe et al, 1992, Cap. 8}). En todo el país se fundaron sedes regionales de la Universidad de Chile, financiadas por el Estado y con la misión de entregarle a cada ciudadano una formación de excelencia in situ, sin tener que desplazarse a la capital (^{Subercaseaux, 2012}).

Este proceso de desarrollo y descentralización universitaria cambió sustancialmente con el golpe de Estado de 1973, que marcó el inicio de un proceso de precarización, privatización y subordinación de la educación superior a la dictadura cívico-militar (^{Moulián, 2009}). Así, durante los años 80’s, las universidades estatales fueron desmembradas y despojadas de su autonomía. La dictadura se atribuyó la facultad exclusiva de nombrar rectores “delegados” con la función de perseguir y reprimir cualquier expresión de protesta, tanto de los académicos como de los estudiantes (^{Póo, 2016}). Además, se multiplicaron las instituciones privadas de educación superior con aranceles que sólo podían pagar los sectores pudientes de la sociedad. Con la implantación del modelo económico neoliberal de los Chicago Boys, la “revolución capitalista chilena” (^{Gárate Chateau, 2012}), impulsó un proceso de mercantilización y privatización de la educación superior considerado como uno de los más radicales en el mundo (^{Bellei, 2016}), en desmedro del rol público y democrático que la sociedad chilena le había conferido.

En la década del 70 al 80, en el contexto del ascenso de las movilizaciones sociales y políticas opositoras en el país y del creciente repudio internacional a la dictadura, las federaciones estudiantiles lideraron grandes movilizaciones por la democratización no sólo de los espacios universitarios, sino de todo el país (^{Errázuriz, 2018}). Asimismo, a fines de los 80´s, jugaron un papel en la denuncia de las violaciones de los Derechos Humanos y la exigencia del retorno a la democracia (^{Thielemann, 2016}).

Con el inicio de la fase de la llamada “transición a la democracia”, la Universidad de Chile recuperó en los años 90’s el derecho a elegir a sus rectores (^{Rocco, 2005}), así como también amplió las posibilidades de ingreso a la universidad, condicionado a través del Crédito con Aval del Estado, un modelo financiero de endeudamiento implementado por el gobierno de Ricardo Lagos Escobar (2005).

Con el retorno de la democracia en 1990, comenzaron a publicarse numerosos estudios históricos de largo aliento sobre la Universidad de Chile. Entre los más destacados, podemos mencionar el libro de Sol Serrano Universidad y Nación (1994), que daba cuenta de los debates intelectuales en torno al rol que debía asumir la Universidad de Chile en la consolidación del Estado, un tema que distaba de ser casual. En efecto, con la elección de un civil a la presidencia - Patricio Aylwin (1990-1994) - comenzó la llegada de tecnócratas a las carteras ministeriales, algunos respetados académicos de universidades en el extranjero, otros en Chile, que hacían pensar que la función de la Universidad era aportar especialistas que habrían de tomar importantes decisiones para el Estado, no solo meros funcionarios del aparato burocrático como en el siglo XX (^{Silva, 2012}). Otras interpretaciones apuntaban a considerar la Universidad como un espacio elitista, - idea propia de la cultura occidental cristiano-española -, al que, por lo tanto, no podía acceder cualquier persona (Bravo Lira, 1993). Según estos resabios de la dictadura militar, la Universidad debía limitarse a reproducir la cultura europea, evitando la difusión de “corrientes ideológicas” (Herrera Cajas, 1986).

También durante los noventa se publicó una de las más importantes contribuciones a la historia de una institución universitaria: Historia de la Universidad de Chile, de Rolando ^{Mellafe et al (1992)}, que describía los avances y retrocesos de sus principales rectorados a lo largo del siglo XX.

Progresivamente, demandas como la gratuidad de la educación superior y la igualdad de acceso a las universidades para enfrentar los problemas socioestructurales del país, pusieron en el orden del día el interés por conocer la historia de la universidad. A partir del año 2011, al alero de las movilizaciones del estudiantado universitario por el acceso gratuito a la educación liderado, entre otros, por Camila Vallejo - presidenta de la FECH entre 2010-2011 - y Gabriel Boric -presidente de la Federación de Estudiantes de Chile en 2012 - la Universidad se situó nuevamente en el centro de los debates políticos (^{Urra, 2012}).

Es así como en los últimos años, en contraposición con el rol que le atribuían a la Universidad las interpretaciones hegemónicas neoliberales, se ha desarrollado en Chile una visión alternativa que le restituye a la educación superior su función democrática, esto es, generar conocimiento, en estrecha vinculación con el espacio sociopolítico. Ésta había dejado de ser un espacio donde se generaba y disputaba el conocimiento y la política - dentro o fuera del sistema democrático liberal -, para pasar a ser una institución que redujo su función exclusivamente a la de proveedor de profesionales para el sistema económico (^{Ruiz Schneider, 2010}). Esta perspectiva instrumental-económica del modelo universitario chileno, validada a los ojos del mundo por algunos “especialistas” de la educación (^{Brunner, 2007}) ha sido cuestionada desde una perspectiva crítica, que le atribuye a la educación superior una función social más que económica (^{Friz Echeverría, 2016}; ^{Rojas Mix, 2006}; ^{Santos Herceg, 2006}). Esta visión ha contribuido en gran medida a la reconstrucción del tejido político a través de la formación de una generación de estudiantes que, desde el espacio universitario y los movimientos sociales, han llegado al gobierno (Durán y Muñoz Tamayo, 2020), experiencia que ha sido exitosa en Chile y que ha replanteado la necesidad de analizar los procesos históricos de las universidades y su vinculación con la sociedad latinoamericana (Markise, 2016). En particular, ante el agotamiento del modelo de educación superior reducido a la formación de capital humano avanzado (Salazar y Rifo, 2019), ha resurgido la necesidad de proceder a una revisión sistemática de las investigaciones historiográficas sobre las universidades y de las narrativas que se han construido durante los últimos años. Esto podría darnos algunas luces sobre la manera como se piensa la Universidad en Chile desde una perspectiva histórica y, como plantea ^{Polenghi y Bandini (2016)}, como fuente de referencialidad y autoridad de control para la teoría de la educación. En este sentido, desde una perspectiva histórica, podemos mencionar tres factores fundamentales para estudiar la universidad en la actualidad.

En primer lugar, simultáneamente con el inicio del período de la Guerra Fría² (1945), los espacios universitarios adquirieron mayor relevancia para los gobiernos, como generador de militantes de partidos políticos y agentes estatales. En Chile, en particular, durante la década del 50 al 60, esta visión de un mundo polarizado se expresó en la presión que ejercieron determinados sectores políticos por plasmar su proyecto en la Universidad de Chile. Así, por ejemplo, el agente del gobierno norteamericano Richard Atcon propuso un proyecto de educación superior basado en lo que llamó “la modernización de las estructuras académicas”. Con este fin, impulsó la creación de centros de investigación en todas sus áreas, limitar la participación estudiantil en la toma de decisiones y crear “Colegios Universitarios” en regiones (Atcon, 1961). En la otra vereda, el Partido Comunista de Chile planteó un proyecto de Educación Superior inspirado en la experiencia cubana y soviética, que promoviera el acceso a la universidad de los obreros y de los campesinos sin la exigencia de exámenes de admisión. Además, propuso el cese de los programas de intercambio con universidades norteamericanas y propender a una mayor participación de los estudiantes y funcionarios en la toma de decisiones (^{Ramírez Necochea, 1964}). Por último, el proyecto del entonces emergente centro político, el Partido democratacristiano planteó que había que restringir la enseñanza del marxismo en las aulas, porque era una ideología que vulneraba los valores democráticos occidentales (^{Vial Larraín et al,1965}). Fue así como durante los tres años de gobierno de la Unidad Popular (1970-1973), los sectores de izquierda, coherentes con su concepción de que la Universidad, como parte de la superestructura aseguraba la reproducción de la ideología de la clase dominante en el conjunto de la sociedad, plantearon la necesidad de abrir el espacio universitario a otros sectores de la sociedad (Reca,1970). El golpe de Estado cívico-militar de 1973 habría de clausurar por largo tiempo estos distintos proyectos en disputa.

En segundo lugar, durante el último tercio del siglo XX, las dictaduras latinoamericanas desmantelaron las universidades públicas utilizando para ello la política de terrorismo de Estado, es decir, exilio, desaparición, tortura y asesinato de los académicos y estudiantes de izquierda que habían participado en la actividad política (^{Villar, 2020, p. 15}; ^{Póo, 2016}). Con el pretexto de “curar el país del cáncer marxista” y utilizando como matriz ideológica el discurso anticomunista de la Guerra Fría, las dictaduras latinoamericanas en Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, entre otros países, cancelaron el pensamiento crítico y, por lo tanto, la construcción de tejido político. En este sentido, como ha planteado ^{Casals (2019)}, el anticomunismo como ideología se consolidó en un espacio de colaboración con los aparatos de seguridad de las dictaduras latinoamericanas en las universidades, y se convirtió en un mecanismo de legitimación global al reclamar para sí el rol de vanguardia en la lucha contra el comunismo (^{Casals, 2019}; ^{McSherry, 2009}).

En tercer lugar, desde hace varias décadas se publican memorias e investigaciones sobre los procesos históricos en las universidades (Grito de Córdoba 1918, procesos de reforma universitaria en 1968, entre otros), cuyos autores fueron estudiantes que posteriormente se convirtieron en prestigiosos intelectuales. Entre estos e independientemente de sus derivaciones ideológicas y trayectorias profesionales, podemos mencionar las investigaciones del sociólogo Manuel Antonio Garretón (1985), el cientista político Cristián ^{Huneeus (1973)} y el gestor de las políticas de educación superior durante la transición a la democracia en Chile, José Joaquín ^{Brunner (1986)}. Según ^{Dip (2018)}, estos y otros investigadores latinoamericanos, además de legitimar con sus narrativas históricas sus propias militancias, coinciden en señalar que el lugar predominante que ocupó la política en los años 60’ y 70’ relegó a un segundo plano los debates específicos sobre lo universitario, estudiantil e intelectual.

En síntesis, la “depuración” del espacio universitario realizada por las dictaduras latinoamericanas, el respaldo de los organismos internacionales a la hegemonía de la concepción economicista de la educación superior a nivel mundial y el monopolio ideológico de las visiones de los procesos históricos ejercido por sus protagonistas o testigos, plantean la urgencia de estudiar la “cuestión universitaria” desde una perspectiva estrictamente histórica. Por “cuestión universitaria” entendemos el debate sobre el perfil académico y de las instituciones de la educación superior y su relación con la sociedad, la cultura, la ciencia y los intelectuales en un contexto histórico determinado (^{Sarlo, 2001, p. 91}).

De lo expuesto anteriormente, se infiere la necesidad de sistematizar los estudios históricos referidos a la Universidad de Chile durante el periodo de la Guerra Fría (1945-1990), desde la perspectiva del conflicto político y la lucha por alcanzar posiciones de poder al interior de las estructuras académicas y estudiantiles universitarias, con la finalidad de ejercer la hegemonía cultural y difundir ideas desde un espacio legitimado en tanto creador de conocimiento y desarrollo científico en la sociedad. En el contexto de polarización ideológica de la Guerra Fría, la universidad se transformó en un espacio de politización, formación de cuadros y militancias y también de debate entre académicos e intelectuales por plasmar su proyecto de sociedad en el espacio universitario.

Según se verá más adelante, en América latina se ha investigado el vínculo entre izquierdas y universidades a partir del análisis de los procesos reformistas (^{Bergel, 2008}), la ideología anticomunista de las dictaduras (^{Sá Motta, 2014}), la hegemonía académica de los sectores de derecha (^{Jung, 2019}) y la participación de movimientos revolucionarios, juventudes políticas y movimientos estudiantiles en dichos procesos (^{Markarián, 2019}). En particular, nos abocaremos a los estudios sobre la Universidad de Chile, dado que ésta fue, indiscutiblemente, la casa de estudios superiores más importante del país hasta el golpe de Estado de 1973. De este modo, el análisis de los debates académicos y estudiantiles en la educación superior en Chile, nos permitirían comprender a cabalidad los procesos que incidieron en la polarización y politización de estas casas de estudio.

Metodología

En términos metodológicos, este trabajo revisa las investigaciones sobre la historia de la Universidad de Chile publicadas durante los últimos 10 años. Delimitamos el marco temporal de búsqueda en las investigaciones publicadas en el período posterior a las movilizaciones estudiantiles universitarias de 2011, porque éstas marcaron un hito en el proceso político que llevó a algunos representantes de los movimientos universitarios y sociales al gobierno, en marzo de 2022. Para realizar este ejercicio, hemos utilizado el análisis de contenidos temáticos (Díaz, 2018), que a través de la revisión de los trabajos de investigación acotados, busca agrupar campos de investigación, orientaciones temáticas e identificar áreas poco exploradas sobre un tema determinado. En este sentido, la revisión intenta identificar las tendencias historiográficas de la educación sobre la historia de las universidades en la actualidad, las áreas que han hegemonizado la producción investigativa y los desafíos en el estudio de la historia de las instituciones universitarias.

Nuestra búsqueda, orientada específicamente a los estudios sobre la historia de la Universidad de Chile, abre la posibilidad de ampliar la revisión de catálogos de indexación. Por este motivo se ha realizado una acabada revisión de artículos en los catálogos WOS, SCOPUS, y ERIHPLUS. Trabajamos con los operadores booleanos Universidad de Chile, University of Chile, Historia e History, con el resultado de 14 artículos en WOS y SCIELO³, 7 artículos en SCOPUS y 9 en ERIHPLUS⁴. Excluimos de la búsqueda otros estudios, como la historia de universidades latinoamericanas o europeas, dado que el objetivo del ejercicio no es dar cuenta de estudios y perspectivas comparadas con otras localizaciones geográficas, sino una sistematización de los estudios universitarios en una institución de educación superior determinada, lo que, no obstante, abre a futuro, interesantes posibilidades y desafíos de análisis del estado de las investigaciones latinoamericanas.

Revisamos, asimismo, los 5 repositorios de tesis universitarias más importantes del país: Universidad de Chile, Pontificia Universidad Católica de Chile, Universidad de Santiago de Chile, Universidad de Concepción y Pontificia Universidad Católica de Valparaíso (^{QS World University Rankings, 2022}), lo que nos dio un resultado de 11 tesis. Excluimos la búsqueda de otros catálogos universitarios, entendiendo que existen importantes investigaciones históricas sobre las universidades en otros espacios académicos, pero que no dan cuenta de las particularidades de la historia de la Universidad de Chile. El criterio de búsqueda tuvo como conceptos clave: “Universidad de Chile” e “historia”. Revisamos también los catálogos de las 9 editoriales académicas más relevantes en el área de la investigación en historia de la educación durante los últimos 10 años (Informe ISBN, 2021): Editorial Universitaria, LOM ediciones, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana de la Biblioteca Nacional, RIL ediciones, Ediciones UC, Editorial USACH, Fondo de Cultura Económica Sede Chile, Ediciones Universidad Alberto Hurtado y Ediciones Universidad Diego Portales, con un resultado de 6 libros. Aunque en el transcurso del trabajo mencionamos excepcionalmente algún trabajo de otras editoriales, hemos decidido excluir al resto a efectos de enfocar nuestra búsqueda en editoriales que aseguran la evaluación de un Comité Editorial y de “pares ciegos” para aprobar la publicación. Esto nos dio un resultado de 47 investigaciones en total.

Dado que las investigaciones relativas a la historia de la Universidad de Chile son escasas, nos hemos enfocado en una búsqueda nacional, aunque también realizamos un barrido por los principales buscadores de artículos del mundo, para descartar posibles vacíos en la pesquisa. Otro criterio de exclusión fue el marco temporal de nuestro tema de estudio: solo analizaremos las investigaciones referidas a la Universidad de Chile cuyo marco temporal se circunscribe al llamado período de la Guerra Fría (1945-1990).

Hemos decidido revisar las investigaciones que tratan el marco temporal de la Guerra Fría por 2 razones: 1) La Guerra Fría se definió como un conflicto global que enfrentó, a nivel mundial, distintas formas de capitalismo y diversas expresiones de comunismo, entre 1945 y 1990. Estas interpretaciones han estado asociadas al concepto de Guerra Fría global (^{Westad, 2005}; ^{Westad, 2010}) y - en el caso de América Latina - al de Guerra Fría interamericana (^{Harmer, 2014}). Estos conceptos aluden a que la Guerra Fría fue un conflicto mucho más complejo que una simple confrontación bipolar entre las dos grandes potencias contemporáneas, puesto que en ella incidieron también actores públicos, sociales y políticos de los diversos estados nacionales de todos los continentes, que establecieron o estrecharon relaciones entre sí, toda vez que conocieron y valoraron mutuamente sus experiencias, confrontando sus visiones o coincidiendo en éstas. Por esta razón, el período transcurrido en América Latina entre los inicios de la Guerra Fría (1945) y principios de los 70’s estuvo acompañado por un “hervidero de discursos” sobre cómo se debía encarar la educación superior (^{Dip, 2020}). Esto la transformó en el centro de los debates ideológicos, no solo de los actores vinculados al ámbito de la educación, sino también en la esfera pública.

Muchos de los trabajos analizados en esta investigación no utilizan el marco conceptual y metodológico propio del estudio de la Guerra Fría, es decir, que la entienden como un conflicto ideológico, y, por lo tanto, conciben la Universidad de Chile como un espacio en constante disputa. Sin embargo, ya sean historias institucionales, memorias de estudiantes o académicos publicadas en los últimos años, dan cuenta de conflictos políticos, académicos, disciplinares, estudiantiles, institucionales, que ocurrieron durante el período de la Guerra Fría, los que podrían ampliar el marco de referencias sobre la historia de la Universidad de Chile.

Identidades disciplinares, profesionales e intelectuales del espacio universitario

La llegada del siglo XXI trajo consigo nuevos fenómenos y problemas históricos. La historiografía de la educación fue permeada por la influencia de la globalización, la sociedad del conocimiento y la historia intelectual en los espacios académicos. Esto generó una preocupación por parte de especialistas de la historia de la educación sobre el rol que cumplen en la sociedad las disciplinas universitarias y de los egresados, en particular, la historia de las profesiones y disciplinas universitarias como parte de las identidades, grupos y asociaciones.

Fueron varios los factores que incidieron en estas nuevas perspectivas de estudio. En primer lugar, con la apertura de nuevas carreras universitarias durante el siglo XX, tanto egresados como académicos se interesaron por conocer los orígenes de sus respectivas disciplinas, cuya consecuencia fue el explosivo crecimiento de las investigaciones sobre la historia de sus propias carreras. Segundo, la creación y consolidación de agrupaciones gremiales y profesionales que reivindicaban sus demandas en la sociedad, incidió en la organización de estudios sistemáticos de sus disciplinas. Es decir, publicaciones científicas de sus propios campos de conocimiento, así como estudios históricos realizados por los mismos gremios que aportaran antecedentes de los orígenes de su profesión, formación e inserción en la sociedad desde la Universidad. En este sentido, la mayoría de las investigaciones durante el siglo XX fueron realizadas no por historiadores, sino por académicos especialistas en sus disciplinas académicas. Esta falta de conocimiento en el oficio histórico denotaba en su mayoría la consolidación de interpretaciones que tendían a sobredimensionar a ciertos personajes de la historia de sus profesiones. Por otra parte, la identidad profesional es un factor relevante para el estudio de su historia. Médicos, arquitectos, abogados, rescataron la historia de personajes, materias, campos disciplinares, sin contar con un conocimiento de la metodología histórica. Dicho lo anterior, estas investigaciones constituyen material importante para el estudio de la historia de la Universidad de Chile.

Es así como durante los últimos años se han publicado numerosos trabajos sobre la historia de los médicos y la medicina en la Universidad de Chile. En particular, se ha explorado la historia de los campus en que se formaron los médicos (^{Osorio, 2015}), las salas de anatomía -, que posteriormente se transformaron en el Museo de Anatomía de la Universidad (^{Cárdenas, 2018}), así como también la historia de los cursos de medicina o de historia de la medicina. Por ejemplo, se ha estudiado la figura de Juan Marín Rojas, médico de profesión y primer profesor de Historia de la Medicina de la Universidad de Chile (^{Laval, 2014}). Durante los últimos años se ha desarrollado, asimismo, una corriente historiográfica que analiza la actividad del gremio de los médicos en la política, la educación, la salud pública, así como el rol que algunos de estos profesionales médicos jugaron durante la dictadura militar, en particular, su participación en torturas y la utilización de sus conocimientos por los aparatos represivos del Estado (Navarro, 2015).

También en el ámbito del Derecho, surgió una corriente que definía al abogado como un intelectual de la república (Jaksic, 2016). Se comenzó a investigar la historia de la pedagogía y didáctica del derecho, así como el estudio del Instituto de Docencia e Investigación Jurídica vinculado a la Facultad de derecho de la Universidad de Chile durante los sesenta (^{Elgueta-Rosas,2021}). En la misma línea se ha investigado la forma de enseñar la historia de Chile en la Facultad de Derecho, a cargo de historiadores conservadores como Jaime Eyzaguirre y sus querellas contra las interpretaciones marxistas (González Inostroza, 2021). También se ha investigado el vínculo de algunos docentes de la Facultad de Derecho con los proyectos ideológicos de la izquierda chilena, en particular, el perfil académico e intelectual de Eduardo Novoa Monreal, profesor de Derecho Penal de la Universidad de Chile, quien fuera el encargado de detectar los resquicios legales que permitieran llevar a cabo las reformas programáticas del gobierno de la Unidad Popular (1970-1973) (^{Villalonga, 2021}). Asimismo, el de Carlos ^{Altamirano (Politzer, 2012)}, profesor de Hacienda Pública y Derecho económico quien fuera secretario general del Partido Socialista durante el Gobierno de la Unidad Popular. Por último, se abrió una veta de investigación de la historia de las profesoras en la Facultad de Derecho, de Ana Hederra Donoso, la primera mujer que fue profesora en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile (^{Moya Flores, 2014}).

Se abrieron otros campos disciplinarios para el estudio en profundidad de la Universidad de Chile, por ejemplo, la historia de la Ingeniería como disciplina universitaria y su profesionalización durante el siglo XX (^{Armijo y Gutiérrez, 2022}), así como los planes de estudio de la carrera de psicología, su evolución en la universidad (^{Quezada, 2015}) y su incorporación en la enseñanza de los profesores (^{Parra Moreno, 2017}), además de otras áreas, como la astronomía durante los sesenta (^{Mujica, 2020}).

Ahora bien, más allá de estas incursiones asistemáticas, durante los últimos años se consolidó el estudio del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, pero no necesariamente desde la institucionalidad, sino más bien de los profesores y profesoras que aportaron, más allá de sus aportes pedagógicos, desde las distintas disciplinas humanistas, sociales y científicas en tanto que intelectuales públicos. En otras palabras, el Instituto Pedagógico, en tanto que centro de los pensadores más importantes del país en todas sus áreas, generó una corriente que, desde la historia intelectual, aborda su contribución tanto en determinadas áreas del conocimiento como sus influencias en la política. De este modo se ha investigado la enseñanza de la historia y la profesionalización de la disciplina histórica a través de distintos intelectuales y profesores de la época como Mario Góngora (^{Geraldo y Vergara, 2014}), Hernán Ramírez Necochea y Julio César Jobet (^{Villar, 2020}), Álvaro Jara y Sergio Villalobos (González Inostroza, 2021b), la historiadora Olga Poblete (^{Riobó Pezoa, 2021}), etcétera. Sin olvidar a aquellos intelectuales y poetas que estudiaron en el Instituto Pedagógico, pero que no terminaron sus carreras. Sin embargo, en los últimos años se han escrito biografías que entregan un panorama esclarecedor de lo que significaba estudiar en el centro de estudios de pedagogía más importante del país. Es el caso de Pablo Neruda (^{Amorós, 2015}), Jorge Teillier (^{Valverde y Marín, 2015}), Gabriela Mistral (^{Gorrochotegui, 2020}), así como las de quienes ejercieron la docencia en determinada área, para después inclinarse por la poesía, como Nicanor Parra (^{Gumucio, 2018}), entre otros. Por último, hubo profesores que publicaron sus memorias, las que visibilizan los procesos educativos y disciplinares del “Pedagógico”, como Viola ^{Soto (2016)}, Iván Núñez (^{Nervi, 2014}) ^{Juan Rivano (2021)} y ^{Humberto Giannini (2016)}.

Por último, es posible identificar, aunque de manera incipiente, un retorno a los estudios centrados en una historia institucional. Por ejemplo, en el contexto del desarrollo de los estudios transnacionales en las universidades, se ha abordado la influencia que ha ejercido el Instituto Pedagógico a través de sus diversas misiones en Latinoamérica. En efecto, el prestigio que gozaba en la región durante el siglo XX le permitió ayudar a fundar instituciones de la misma naturaleza en Centroamérica (Rivera Mir, 2022) y Venezuela (^{Uzcátegui, 2018}). Por otra parte, se han realizado investigaciones sobre el financiamiento externo y la influencia de corrientes disciplinarias foráneas a través de centros de investigación, como la fundación Rockefeller, Ford y Carneggie en la Universidad de Chile (^{Quesada, 2011}) y su respuesta en la izquierda académica universitaria (^{Villar, 2020b}).

En síntesis, en la historiografía reciente se observa la consolidación del estudio de las identidades profesionales y disciplinares como campos de estudio. En efecto, existe una identidad universitaria, una impronta dejada por esta casa de estudios en los intelectuales que se formaron en ella y de su rol en el mundo público y pedagógico. También se observa un interés investigativo por la conformación de los orígenes disciplinares, dada la complejización de los institutos y perfeccionamiento del cuerpo docente en las universidades. Por último, se abrió un innovador campo de estudio, el de las influencias económicas e intelectuales sobre las instituciones privadas y el impacto que éstas tienen en la circulación de los saberes transnacionales y del conocimiento universitario.

Movimientos reformistas y estudiantiles universitarios: de la historia social a la política

Las radicales movilizaciones estudiantiles del 2011 así como la relevancia que adquirió la corriente de la historia social y política en la historiografía chilena, reavivaron el interés de numerosos investigadores por el estudio del movimiento estudiantil universitario, en particular, por su rol en los procesos educativos y políticos en distintos momentos del siglo XX. En Santiago subversivo (Craib, 2018), Raymond Craib reconstruyó los espacios de sociabilidad, intelectualidad y movimiento social de los profesores y de la FECH de la UChile a inicios del siglo XX, en tanto que otro autor, Aránguiz, destacó el impacto que ejerció en el movimiento estudiantil la recepción de la Revolución Rusa a través de la revista Claridad (^{Aránguiz, 2012}). Posteriormente, se desarrolló el campo de estudio de las reformas universitarias de las décadas de 1930 y especialmente la vinculación de la Universidad de Chile con los sectores populares a través de los proyectos de extensión cultural y las Escuelas de Temporada en la Universidad de Chile (1932-1952) (^{Brown Cabrera, 2018}).

Por diversas razones, los esfuerzos de los investigadores se orientaron fundamentalmente a intentar comprender el proceso de la Reforma universitaria de los sesenta. En primer lugar, porque el movimiento estudiantil de 2011 había instalado la idea de que el cambio de las estructuras universitarias solo sería posible desde el movimiento social (^{Jackson, 2011}), tesis que generó polémicas. En segundo lugar, porque si bien el proceso de reforma universitaria en Chile comenzó en la Universidad Católica de Valparaíso, alcanzó su mayor impacto mediático en la Pontificia Universidad Católica de Chile - con el famoso lienzo “El Mercurio miente” colgado en el frontis de la casa central de la Alameda. Los historiadores de la educación superior comenzaron a preguntarse por la reforma en la Universidad de Chile, precisamente porque en esa casa de estudios se inició el proceso de triestamentalidad que más impacto tuvo en Chile, en la ola de los movimientos estudiantiles que recorrió el mundo en 1968.

Sobre los procesos de reforma del 68 se ha escrito también desde una perspectiva comparativa. Así, se ha abordado el proceso de Reforma en la Universidad de Chile y de la Universidad de Buenos Aires, destacando sus características comunes, como la conciencia histórica del Grito de Córdoba (1918), así como sus particularidades, como la rigidez institucional propia de Argentina (^{Millán, 2013}). También se ha estudiado el imaginario de los sectores conservadores frente a la reforma en la Universidad de Chile, especialmente desde la emocionalidad y el miedo que difundían El Mercurio y otros periódicos (^{Toro Blanco, 2021}).

En esta línea investigativa se sitúan los trabajos de Aldo Casali, quien hasta ahora ha hecho los mayores aportes sobre el proceso de reforma universitaria de los sesenta. En sus investigaciones destaca la importancia que tuvo el periodo de la Guerra Fría en la polarización ideológica, la conciencia histórica del grito de Córdoba y la participación estudiantil (^{Casali, 2011}). En su balance de la Reforma, Casali la considera como un doble “fracaso”; primero, porque la dictadura canceló por largo tiempo la experiencia de la participación estudiantil y porque durante los gobiernos de la Concertación quienes habían sido protagonistas de la Reforma, no sólo abrazaron, sino que justificaron y publicitaron las lógicas neoliberales impuestas por la dictadura cívico-militar (^{Casali, 2011, p. 83}). También indagó en el prolongado proceso de construcción de la reforma en el caso particular de la Universidad de Chile, desde inicios de los sesenta hasta su detonación en 1968 (^{Casali, 2015}).

En la última década se publicaron numerosas memorias y entrevistas escritas por los protagonistas del proceso de Reforma Universitaria de los sesenta e inicios de los setenta, en particular, por quienes ya en democracia se transformaron en académicos universitarios connotados, como Manuel Antonio Garretón, quien fuera director del Centro de Estudios de la Realidad Nacional y codirector de la Biblioteca de movimientos estudiantiles durante los años ochenta. Según Garretón, las disputas políticas en torno a la Reforma en la UChile habrían sido un reflejo de lo que sucedía en la sociedad durante el periodo de construcción de la vía chilena al socialismo (^{Garretón, 2018}). Por su parte, en sus Memorias, publicadas poco antes de su fallecimiento, Alfredo Jadresic quien fuera Decano de Medicina durante la Reforma Universitaria, subraya los conceptos de cogobierno y triestamentalidad (^{Jadresic, 2020}). Otra perspectiva de estudio ha sido la de las militancias políticas en los movimientos reformistas, por ejemplo, las Juventudes Comunistas durante los sesenta, a partir de sus revistas principales (^Ponce,2014), los intelectuales del PCCh que idearon un proyecto universitario inspirado en la experiencia de los países socialistas, como Hernán Ramírez Necochea (^{Villar, 2020a}), y los intelectuales conservadores (^{Riobó, 2021}), que jugaron un rol importante en el proceso de Reforma como Juan Gómez Millas quien fuera Ministro de Educación del gobierno de Frei Montalva (1964-1970).

Otros estudios sobre los movimientos estudiantiles universitarios se concentran en el periodo de la dictadura cívico-militar (1973-1990). Uno de los trabajos más importantes es el de Ximena ^{Póo (2016)}, a partir de una acuciosa investigación de los sumarios instruidos contra los estudiantes universitarios acusados de pertenecer a partidos políticos “revolucionarios”. Muchos de ellos fueron expulsados de la Universidad de Chile y posteriormente detenidos, torturados, asesinados y desaparecidos (^{Póo, 2016}). También se han estudiado las transformaciones derivadas de la privatización de la educación superior y, por lo tanto, la mutación del perfil estudiantil durante la dictadura (Jiménez y Durán, 2012), y la tipología del perfil de los militares que ingresaban a la Universidad para controlar los movimientos estudiantiles. En esta misma línea se aborda la intervención militar de la Facultad de Derecho (^{Ruíz-Tagle, 2013}), la transformación de las cátedras universitarias (^{Mönckeberg, 2013}) y los mecanismos burocráticos de la represión (^{Montecino, 2013}).

Sin embargo, el foco de muchas de estas investigaciones apunta a los movimientos universitarios opositores a la dictadura cívico-militar. En particular, a las relaciones de poder y resistencia al interior de la universidad intervenida a partir de los sumarios de la escuela de Sociología de la Universidad fundados en acusaciones de realizar activismo político y la mala calidad de la docencia (^{Candina Polomer, 2018}). Desde una perspectiva comparativa, Víctor ^{Muñoz Tamayo (2012)} aborda la experiencia de los diversos actores político-juveniles que, entre 1984 y 2006, se disputan la conducción del movimiento universitario en la Universidad Nacional Autónoma de México y en la Universidad de Chile. Por otra parte, Pablo Toro Blanco, desde la historia de las emociones, estudia el movimiento estudiantil opositor en la Universidad de Chile durante los ochenta (Toro Blanco, 2015). Por último, los trabajos de Thielemann incursionan en los movimientos estudiantiles de 1987 y de la transición, estableciendo vínculos y conexiones en la configuración de una cultura política de los movimientos de izquierda en el espacio universitario (Thielemann, 2014).

En síntesis, sostenemos que las movilizaciones estudiantiles del 2011 despertaron el interés de los historiadores por investigar el rol de los estudiantes en los procesos de reformas de las estructuras universitarias. Por su parte, los protagonistas de los procesos de reforma, a través de sus vivencias plasmadas en memorias, entregaron sus particulares interpretaciones históricas de dichos procesos. También hubo una línea de estudio de las violaciones de los Derechos Humanos perpetradas por los organismos represivos de la dictadura militar en la Universidad de Chile, en particular, el rol de los estudiantes en los movimientos opositores, sus emocionalidades, sus prácticas de resistencia y organización. Es decir, se estudiaron las trayectorias políticas estudiantiles a partir de distintas perspectivas historiográficas.

Reflexiones finales

Este trabajo constituye un recuento de las principales temáticas de la historia de la Universidad de Chile entre 1945-1990, que fueron abordadas en las investigaciones publicadas en la última década. Los dos grandes temas que concitaron el interés por la historia de la universidad fueron, por una parte, las identidades disciplinares, profesionales e intelectuales del espacio universitario, la conformación de los campos disciplinares derivada de la complejización de los institutos y el perfeccionamiento del cuerpo docente en las universidades. Asimismo, se abrió un innovador campo de estudio enfocado en las influencias económicas e intelectuales de las instituciones privadas y su impacto en la circulación de saberes transnacionales, en particular del conocimiento universitario. La segunda temática dice relación con los movimientos universitarios reformistas, que reavivó el interés por estudiar los procesos de reforma y el rol importante que tuvieron los estudiantes en las movilizaciones por cambiar las estructuras universitarias. Los protagonistas de la reforma han entregado sus propias interpretaciones históricas de dicho proceso. Por último, desde distintas perspectivas historiográficas, se han estudiado las trayectorias políticas de los estudiantes y las violaciones de los Derechos Humanos durante la dictadura cívico-militar en Chile.

Estas dos temáticas dejan al descubierto vacíos y campos que sugieren nuevas vetas de investigación, como el análisis de la articulación de las recepciones, traducciones y simultaneidades con el desarrollo teórico y metodológico de las disciplinas universitarias y los campos disciplinares de la Universidad de Chile. También la circulación de ideas y los actores que contribuyeron a desarrollar los procesos de consolidación de las disciplinas y profesiones y de las redes transnacionales de académicos (congresos, asociaciones, fundaciones). Por último, hubo algunas incursiones asistemáticas en el estudio de la militancia política en las universidades, que abren la posibilidad de indagar con mayor profundidad en la influencia que ejercieron los partidos políticos en los procesos de cambio de las instituciones de la educación superior, para una mejor comprensión de los procesos pretéritos de la reforma en toda su complejidad.